You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

Soledad: 2 El Despertar

El pequeño Marco creció al cuidado de su madre y de la abuela, corriendo por el campo, jugando con los animales y bañándose en el río que estaba cerca de la casa. Soledad se esmeraba en enseñarle a leer y escribir, aprendió las labores del campo, cuidar animales, y se convirtió un joven alto y fornido.

Ocupaban una habitación grande de la casona, en la parte de atrás, lejos de la casa principal, allí tenían su lugar, había una cama grande donde dormía Soledad con Marco desde que era un bebe, dormían juntos muchas veces abrazados ya que Soledad tenía pesadillas del incendio y de la golpiza que le dieron de niña.

Desde niño sentía curiosidad por el cuerpo de su madre, se sentía a gusto poder dormir abrazándola sintiendo en su cara los duros senos, le encantaba su olor que lo inundaba todo, muchas veces en la noche su madre le daba la espalda y el la abrazaba por atrás, sintiendo sus nalgas y claro la erección era inevitable, rogaba que su madre no despertara para no dejar de sentir ese calor en su polla, sus manos suavemente las pasaba por sus caderas y algunas veces acariciaba los lindos senos de mamá.

Soledad cada noche al acostarse le gustaba abrazar a Marco, le recordaba cada día aquel muchacho que conoció de niña, que la beso y le amo la primera y única vez, pensaba en él cuando se masturbaba en silencio, y soñaba muchas veces sintiendo las manos de Marco recorrer sus caderas y senos, soñaba pero también pensaba que esas manos podrían ser de su hijo, pensamientos que la turbaban sobremanera, amaba a su hijo pero sentir algo más por él no era lo que había aprendido con los abuelos. En algunas ocasiones sentía algo entre sus nalgas, que estaba segura que era la polla de Marcos, se quedaba muy quieta para sentirla y sentir la respiración agitada de Marco, eso la excitaba aún más.

Marco la veía como su todo, la encontraba la mujer más hermosa que había visto, y cada noche al acostarse disimulaba estar durmiendo, miraba como ella se cambiaba ropa, o salía del baño a medio vestir mostrando algo más de lo común, sentía mucho pudor ver a su madre semi desnuda, aún más cuando ella se duchaba y “olvidaba” cerrar la puerta sufría una inmensa curiosidad y terribles erecciones.

Cuando Soledad cumplió 28 años murió la abuela ya muy anciana prácticamente pasaba todo el día acostada, años antes le había regalado una caja muy pesada que sólo la podría abrir cuando ella muriera. Soledad estaba muy afectada, era prácticamente su madre, la cuidó y educó como a su hija y a Marco lo trataba como a su nieto, era su adoración.

Al atardecer Marco conducía el viejo camión de regreso del funeral, Soledad tomada del brazo del ya no tan pequeño Marco no paraba de llorar, sus lágrimas corrían por su mejilla y mojaban la camisa de Marco ya que iba semi recostada en su hijo. Los senos de Soledad apretaban el brazo de Marco que se vino excitado todo el camino, su madre miraba como iba creciendo el paquete a muy corta distancia de sus ojos, era una visión que le llenaba de pajaritos su vientre, eran ya 15 años no había sentido un hombre dentro de ella y sus manos eran su único consuelo.

Al regresar casi mecánicamente se dirigió al dormitorio y sacándose una a una sus prendas Soledad se metió al baño y tomó un baño de tina, la espuma la cubría del cuello hacia abajo y sus lagrimas no dejaban de brotar, Marco muy triste por el dolor de su madre trataba de consolarla hablándole, acariciando su cabello, Soledad se incorporó para abrazarlo, alzó sus brazos y sus senos brotaron del agua, blancos como el papel, sus pezones pequeños estaban muy duros, se abrazaron y el agua mojo la camisa y el torso de Marco, él sintió al dureza de los pezones que se clavaban en su pecho, calientes y duros, era un sueño cumplido para él, su polla luchaba por salir del pantalón, pero su madre lloraba a mares, y él sólo atinaba a besarla en la frente, ojos, nariz y mejillas, con todo el amor y pasión que nunca había sentido antes, las bocas inevitablemente se juntaron y un pequeño beso primero a un beso furioso y arrebatador después no dejo dudas del amor de esas dos almas que a partir de ese día estarían unidas el uno para el otro.

Soledad no pudo evitar sentir que su coño inundaba la bañera aun más y una ola de calor la recorrió desde su boca hasta sus pies, sintió a su antiguo amor, Marco padre estaba en esos labios y en esas manos que la tenían sujeta de la cabeza, se aparto lentamente murmurando el nombre de Marco:

Marco, esto está mal, no debemos, tú eres mi hijo…

Se aparto y le pidió al muchacho que la dejara sola, quería vestirse, el muchacho salió muy triste, dejando la puerta entre abierta pudo ver cada centímetro de la piel de Soledad, piel blanca que contrastaba con la enorme mata de pelos de su coño. Soledad recorrió con sus manos su joven cuerpo notando la dureza de sus pezones y la flor de su vulva completamente abierta, ansiosa de caricias, y aún caliente por sentir a Marco se dedicó a recorrer sus labios mayores suavemente hasta que el orgasmo arrebatador inundó todo su cuerpo, los ojos de Marco casi se salían al ver a su madre caliente, salió lo más rápido posible al patio, el atardecer aún dejaba ver y desde la ventana del baño Soledad logró ver a lo lejos como Marco se escondía entre las rosas y desenfundaba un tremendo sable que blandía entres sus manos con maestría, se quedo absorta mirando como su muchacho se pajeaba, de seguro por lo que había pasado minutos atrás..

Durante la cena no se dirigieron palabra, el sonido de los platos y servicio era el único distractor el silencio que reinaba, al terminar Soledad le trajo un tazón de café al muchacho y le invitó a tomárselo al living, había que hacer algo y necesitaba que le ayudara. Al poco de llegar Soledad le pidió que fuera a buscar el viejo baúl que la abuela les había regalado hace unos años para abrirlo, el mentado baúl era muy pesado y Marco con mucha dificultad logró llevarlo al living, estaba cerrado con un candado muy antiguo, y Soledad hurgueteando en uno de los cajones del dormitorio logro encontrar la llave hecha de hierro fundido.

Después de más de una hora tratando de abrirla, pensaron incluso usar un hacha, el candado cedió y lograron ver el contenido, quedaron estupefactos, no podían creer lo que sus ojos veían, monedas de oro y plata muy antiguas repletaban el baúl… dentro una carta y documentos bancarios, las instrucciones eran precisas, debían llevar el baúl y los documentos a una entidad bancaria de la capital.

Una semana después en la capital, Soledad y Marco salían del banco donde la abuela tenía sus depósitos, la vida austera de la abuela contrastaba sobremanera con la cantidad de ceros de los Bonos Soberanos que había en el baúl, el ejecutivo les recomendó un buen hotel y algunas tiendas donde comprar ropa entre otras cosas.

Continuará…

0 comentarios - Soledad: 2 El Despertar