Esta es la historia de Emanuel, un ganador de 24 años que tiene anécdotas muy interesantes para contar, llenas de chicas y amigas y por supuesto con muchas historias sexuales. Esta historia es ficción, sin embargo eso no quiere decir que se basa en algunos hechos reales…
Capítulo 46: Depto nuevo, vida nueva
Definitivamente las cosas no estaban yendo como yo imaginaba. Mi relación con Eliana había terminado de muy mala manera y a pesar de que había pasado un tiempo las peleas seguían por pavadas y como si fuera poco nos veíamos más seguido de lo que yo imaginaba en la facultad. Y a eso había que sumarle el problema con Cintia. Estaba más que enojada por lo que le había hecho y estuvo a punto de contarle a su viejo, hasta que le mostré las fotos que le había sacado y la amenacé de hacerlas llegar a todo el mundo. Eso la enfureció aun más, pero zafé que me despidieran.
Como era de esperar, tuve que volver a lo de mis viejos ya que no me quedaba otra y por más de que mis padres se alegraron de eso, en cuestión de días la situación se puso tensa ya que yo no tenía ganas de estar ahí y mi viejo no tenía ganas de que yo esté viviendo con ellos. Pero eso tuvo que esperar unas semanas, ya que en Junio arrancaron los exámenes de la facultad y si ese año lograba rendir todo bien, podía llegar a recibirme en Diciembre.
El apoyo de mis amigos fue vital en ese momento. Esteban y Diego solían invitarme a estudiar con ellos bastante seguido y Bruno insistía en que me vaya a vivir a su casa por unas semanas. Carla y Paola parecían haberse apiadado de mi y trataban de darme una mano con lo que podía. Luz cumplía su papel de consuelo, pero parecía haber perdido interés sexual en mi y después de dos intentos fallidos de llevarla a la cama, dejé de intentarlo y empecé a tomarla como una amiga, por más que me moría por estar con ella. Del lado de la secundaria también recibía ayuda emocional. Leandro había terminado su relación con Victoria y en vez de triste o decaído parecía alegre y contento por eso. Facundo y Juan Pablo vivían el día a día a pesar de que uno aprovechaba la soltería a full y otro llevaba una vida de casado. Cristian fue el que vino con novedades cuando nos contó que él y Clara volvían a estar en algo. “¿Otra vez?” le preguntamos nosotros. Pero confesó que Clara era todo para él e iba a hacer lo imposible para recuperarla y no dejarla ir nunca más.
- Hasta ahora es solo sexual.- Nos contó un viernes a la noche mientras tomábamos cerveza en un bar.- Pero ya se va a convertir en algo más. La invité al cine y aceptó.
A mediados de Julio conseguí ponerme en ritmo. Después de un mes de búsqueda intenta con ayuda de mis viejos encontré un departamento que cumplía mis expectativas y las superaba. Lindo, de una habitación grande con placard, una cocina amplia, un baño confortable, a 4 cuadras de la oficina y en una zona céntrica pero no caótica. Me mudé lo más rápido que pude y la última semana del mes ya estaba viviendo ahí.
En cuanto al trabajo Cintia seguía muy enojada conmigo, pero ya no lo demostraba tanto. Pamela se dio cuenta enseguida que algo pasaba y no tardó en interrogarme sobre mi relación con mi compañera de trabajo y al cabo de unos días le terminé contando todo. “Nooooo” dijo ella al enterarse de las fotos que me había mandado y de la discusión que había generado en mi con Eliana. Pame, a pesar de ser una piba de 20 años bastante ingenua, enseguida se dio cuenta la clase de persona que era Cintia y eso hizo que nos lleváramos cada vez mejor.
Mi vida estaba bastante complicada en todos los sentidos y no se relajaba en lo más mínimo cuando llegaba a mi casa, el living comedor estaba lleno de cajas con ropa y cosas, la pieza era un simple colchón en el piso con sábanas y más cajas y en la cocina los platos sucios empezaban a acumularse. Me encantaba por fin vivir solo, poder tener mi vida, mi ritmo, pero cada vez que llegaba a mi casa, no veía la hora de irme. No podía estar con todo ese desorden y no estaba con muchas ganas de ponerme a ordenar.
Es por eso que sábado 15 de agosto me vestí con una buena pilcha, agarré la billetera y el celular y salí a dar una vuelta por ahí. Terminé en un lindo bar de ciudad, comiendo un sándwich con una cerveza sobre la barra que estaba en el medio del lugar y mirando la gente. Mi vista iba de mesa en mesa en las que había parejas en su gran mayoría, pero me detuve en una mesa de a cuatro, en la que había 3 amigas de unos 30 años aproximadamente. Estaban a unos metros de donde estaba yo y la única que estaba de frente a mí, estaba muy buena. Rubia, pelo medio enrulado, ojos celestes, nariz chiquita, inda boca, muy bien de cuerpo, no muy flaca pero con lindas tetas. Después de unos minutos nuestras miradas se cruzaron y para mi sorpresa ella me sonrió. Le devolví la sonrisa. Después de un rato de seguir sentado con la vista puesta en el televisor, descubrí que ella me volvía a estar mirando y esta vez la saludé con la mano y ella devolvió el gesto. Minutos más tarde se paró y vino hacia donde yo estaba.
- Dame un mojito y… - Le dijo al chico de la barra y esperó a que yo dijera que quería tomar.
- Otra.- Le digo al mozo señalando la cerveza.- Gracias.- Le digo después a ella.
- Valentina.- Me dice sonriendo y me pone la mejilla.
- Emanuel.- Le respondo enseguida devolviendo el beso en el cachete.
Hablamos por unos minutos, me preguntó porque estaba solo ahí y le dije que tenía ganas de salir a hacer algo tranquilo. Ella me contó que no aguantaba más a sus amigas, que una estaba embarazada y la otra buscando familia y que de lo único que hablaban era de bebés y que necesitaba salir un rato. Minutos más tarde volvió a la mesa, pero me dijo que me quedara ahí así seguíamos charlando cuando sus amigas se fueran, lo que no tardó mucho en pasar.
Después de unos 20 minutos, media hora, sus amigas se levantaron y se fueron y ella volvió a la barra después de saludarlas y seguimos la conversación. Valentina era la secretaria del jefe de una importante empresa de turismo de la ciudad y vivía sola desde que su novio la había engañado hacia 2 años. “Nunca más volví a confiar en otro hombre podría decirse” me comentó al respecto. Obviamente cuando le conté mi historia evité varios detalles, como la noche en lo de Luz, el hecho de que me cogía a mi compañera de trabajo y que Eliana se acostaba con su amigo. En realidad le conté una historia cualquiera en la que yo terminaba siendo un pobre chico al que le habían roto el corazón.
- Igual sos chico. ¿Cuántos años tenés?- Me pregunta.
- 23.- Le respondo.- 24 en noviembre.- Agrego enseguida.
- Claro, sos un nene.- Me dice riéndose.- Yo tengo 31
Pedimos otro mojito y otra cerveza y seguimos hablando un rato largo. Pero no nos contábamos cosas personales, sino sobre la vida en general, las relaciones, lo difícil que era prosperar en el amor y en el trabajo, la gente hipócrita. Éramos dos resentidos que se habían encontrado y e hacían bien el uno al otro. Cerca de las 3 de la mañana, después de varios tragos y de que el bar se vaciara, nos subimos al auto y nos fuimos al departamento.
En el ascensor ya nos matábamos a besos, de manera casi que violenta. Ella me empujó contra la pared y mientras se sacaba la campera para revelar una remera negra muy escotada, me levantó el pulóver y la chomba y me besó fuerte en el cuello. Valentina se calentó enseguida y eso provocó la misma reacción en mi. Cuando entramos al departamento igualmente se quedó sorprendida por el kilombo que había y tuve que decirle que me había mudado hacía 3 días para zafar. A ella pareció no molestarle y fuimos derecho a la pieza. Nos acostamos sobre el colchón, yo encima de ella y seguimos.
Me sacó el pulóver y después la chomba en cuestión de segundo para asombrarse con mi cuerpo. Con la boca entre abierta y cara de sorpresa, pasó su mano por mi pecho hasta el cinturón que tiró hacia arriba con ganas. Volvimos a besarnos y yo algo loco por lo caliente que me estaba poniendo le mordí el cuello. Ella se alejó y me miró nuevamente sorprendida, pero le encantó mi acto de calentura y me puso nuevamente el cuello para que se lo chupara. Fui bajando mi boca hasta sus hombros y después hasta su remera y se la levanté para descubrir un lindo piercing en el pupo con forma de flor. La miré y ella me sonrió. Volvimos a besarnos hasta desnudarnos.
Me puse un forro bien rápido y después de abrirle las piernas y tocarla unos segundos para comprobar que estaba totalmente mojada, se la metí. Valentina abrió la boca pero no emitió ningún sonido, solo una mueca de placer. Me envolvió con sus manos y empecé a moverme. “Despacito” me dijo ella al oído. Fui despacio, marcando un ritmo suave. La calentura se había calmado y predominaba la sensualidad. Ella bajó sus manos desde mis hombros hasta mi cintura atravesando la espalda. Después me apretó fuerte en la cola, mientras que nuestros labios se encontraban de nuevo en un beso.
- Tranquilo, disfrutá el momento.- Me dijo al ver que volvía a tomar velocidad para cogérmela bien rápido.
Pero yo no podía contenerme, así que dejé que ella vaya arriba. Me acosté y enseguida se sentó sobre mi tomándome de las manos. Valentina sabía cómo hacerlo, marcando un ritmo suave, despacio, lento. Era callada, no emitía un solo sonido, pero los gestos de placer me llenaban por completo. Boca entre abierta, ojos cerrados, y respiración suave. Su cintura se movía para todos lados con mi verga bien adentro, me daba mucho placer, satisfacción que hacía tiempo que no sentía.
- Vení, cogeme desde atrás.- Me dijo después de un rato parándose y poniéndose en cuatro.- Y esta vez hacelo bien rápido.- Me pidió mientras yo me acomodaba.
En vez de arrodillarme y darle de manera común, me paré atrás de ella y agaché la cintura hasta que quedó a la altura de su conchita, le abrí la cola y se la metí bien al fondo. La tomé de la cintura y empecé a darle bien fuerte. Ella agachó el resto de su cuerpo y su cola se abrió más, podía ver su hermoso culito que se abría un poquito, pero en ese momento estaba concentrado en su concha y quería darle bien fuerte. Movía mi cuerpo hacia arriba y hacia abajo y mi verga entraba y salía contantemente, bien rápido, bien fuerte. Valentina seguía callada, pero podía escuchar su respiración agitada, sabía que le gustaba. Me calentaba mucho ver su culito abierto ahí a centímetros de mi verga. Quería cogérmelo, quería llenarlo de leche.
Se la saqué de la concha, me saqué el forro y le dije que se quedara así hasta que acabé segundos más tarde. La tomé totalmente de sorpresa, pero dejó que le llenara la cola de leche, en especial el agujerito del culo que tanto me calentaba verlo así. Una vez terminé, fue al baño y se limpió para después cambiarse e irse. Me dio un número de celular, pero no era el suyo, porque cuando le mandé un mensaje al día siguiente me contestó un tipo diciéndome que tenía mal el número. Sin embargo no me molestó, en mi mente va a quedar el recuerdo de ella cogiéndome despacio y la imagen de su culito abierto recibiendo mi semen.
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