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Soledad: 1 Inicia

La calle polvorienta era recorrida por un pequeño grupo de personas, principalmente niños y adultos mayores, la escasez de empleos obligaba a los hombres y mujeres a buscar trabajo lejos del barrio.

Soledad caminaba junto a su hermano pequeño rumbo al almacén del barrio para comprar dulces, recorrido que hacían todos los días en la mañana, su madre se encargaba de darles dinero con la orden expresa de no volver antes de dos horas.

La madre de Soledad, acostumbraba a recibir visitas durante la mañana, por lo que se aseguraba que sus hijos no estuvieran en casa mientras ella atendía sus “visitas”. Era una mujer muy voluptuosa, conocida en el barrio por dar favores sexuales a cambio de dinero, a pesar de sus años era una mujer muy apetecible, y los viejos gustaban tirarse por pocas monedas a una mujer que disfrutaba su trabajo.

El padre de Soledad murió cuando ella cumplió 5 años, era un tipo amable, muy rudo de modales, cariñoso con su hija, y siempre que llegaba a casa cenaba con su hija en brazos. Duros recuerdos de esa época tenía Soledad, más estaban presentes los períodos en que su madre bebía todo el día, no le daba alimentos y prácticamente debía alimentarse sola, o cuando su padre preparaba la cena cada noche.

La muerte de su padre marcó el peor período de su vida, el era su único referente de cariño, amor y ternura, sus manos grandes y olor siempre los tenía en su memoria, y su ausencia la hizo cambiar a ser una niña silenciosa, casi invisible para los adultos que pululaban por su casa.
A los 3 años nació su hermano, nunca supo cual de todos los hombres que pululaban en su casa era el padre, sólo sabía que debía preocuparse de él, alimentarlo, lavarlo y cuidarlo. Su madre no se preocupaba por ella, al contrario su estados mentales al estar ebria siempre terminaba gritándole y golpeándola severamente.

Miraba como su pequeño hermano crecía, enfermizo, y siempre trataba de divertirse en las horas que tenía que estar fuera de casa, cada año pasaban más horas, casi las tardes enteras se iban a jugar a una lechería cercana, donde aprendieron a robar un poco de leche cada día. Allí vivía un chico de la edad de Soledad, en esas visitas aprendieron a respetarse y se acompañaban en los momentos tristes que le tocaba vivir.

Uno de sus cumpleaños fue un día como todos los días, su madre había tenido una noche de borrachera con 3 hombres en la habitación de al lado, y los gritos y gemidos le retumbaban en sus oídos casi como todas las semanas. Salió como todos los días rumbo a la lechería y pasar la tarde con su amigo Marco, cada día conversaban un poco más y de a poco surgió el amor entre ellos. Un amor puro de niños, de corazones de amor verdadero, sin más que sólo mirarse a los ojos y estar recostado en los fardos de pasto con que alimentaban las vacas.

Una mañana su hermano amaneció con fiebre y sin ganas de levantarse, por lo que Soledad fue enviada a buscar el doctor, luego de 1 hora lograron llegar a casa para que lo revisara, pero la fiebre aún seguía aún peor y el doctor sin más que hacer ordenó reposo. La madre que ese día estaba media sobria aún así mandó a Soledad a pasear mientras atendía a uno de sus amigos.

Esa tarde Soledad visito a Marco a solas, nunca habían estado a solas, y fue como un relámpago que atravesó su corazón al verlo correr, la imagen de su padre apareció en el rostro imberbe del chico, se sintió como transportada a su infancia, a los recuerdos de las manos cariñosas de su padre, al olor que no había sentido en muchos años.

Se pasaron la tarde acostados mirando el techo de la bodega riendo y soñando en cuando fueran grandes y empezaran a trabajar o estudiar, la cercanía de sus cuerpos fue como imán que sin pensar se tomaron de las manos, y Marco tomó la iniciativa y la besó, fue un beso que inició todo.

La inexperiencia de ambos fue soslayada por la fuerza de sus cuerpos en querer estar juntos, de a poco las manos recorrieron sus cuerpos y aquella pareja de noveles amantes se entregó a los brazos del amor y del sexo. Sin experiencia ni cuidados, el encuentro duro lo que dura un pestañeo de un flash, algo avergonzados por el temor de haber cometido pecado se vistieron y en silencio Marco acompaño a su casa a Soledad, se despidieron con un tierno abrazo, nada de besos, solo tomados de la mano caminaron la ultima cuadra, pendientes que nadie los viera.

Atardecía en el barrio y en casa de Soledad aún habían “visitas” por lo que entró sigilosamente por atrás, sin meter ruido entró directo a la habitación de donde estaba su hermano, sin embargo en la cama de al lado había un hombre acostado, con un fuerte olor a licor, y su hermano seguía con fiebre muy demacrado, cuando respiraba se sentían “gatitos” en su pecho.

Soledad trato de despertarlo, pero despertó antes el hombre borracho que al ver a la chica trato de tomarla de la cintura y llevarla a la cama, ella se defendió como tratando de huir de la habitación pero recibió un fuerte golpe en su cabeza, no supo que había pasado, por un momento perdió el conocimiento y al despertar tenía la mitad de su cuerpo desnudo, el ebrio tiraba de su ropa hacia abajo dejando sus noveles senos al descubierto, ella dio un grito de horror y otro golpe le llego a su rostro, luchaba con uñas y dientes por zafarse del hombre, pero en cada intento recibía más golpes.

Con tanto ruido y gritos despertó su madre que estaba en la otra habitación con otro hombre igual de ebrio, a duras penas pudo levantarse para ver que sucedía y al ver a su hija sangrando de su rostro y semidesnuda bajo la barriga del hombre trato de sacarlo de allí, sin embargo, recibió el mismo tratamiento que Soledad, un golpe certero en la cabeza la arrojo al otro lado de la habitación, de paso votando unas velas encendidas y golpeando su cabeza en el canto de la puerta.

El incendio se inició en unos segundos, las viejas cortinas y ropa de cama ardió muy rápido, los dos hombres ebrios al ver la tremenda fatalidad que habían provocado huyeron lo más rápido posible dejando a la mujer inconsciente y a Soledad que apenas podía mantenerse despierta que al sentir el calor del incendio en la habitación trato de llegar a la ventana, sin embargo no podía mover su brazo izquierdo, aparentemente había sufrido una fractura en su clavícula por los fuerte golpes que recibió, y por el intenso dolor se desmayó.

Despertó 2 días después, en una enorme habitación llena de camas blancas, el cielo estaba pintado de celeste y las cortinas danzaban al ritmo suave de la brisa, el silencio era sepulcral, había alrededor de 10 camas. A lo lejos se sentían canticos muy suaves, pensó que estaba en el cielo, volvió a dormirse, y despertó por el canto de los pájaros, la habitación seguía igual de vacía y los canticos se escuchaban aun más fuerte, hasta que la puerta se abrió suavemente y entró un ángel vestido de blanco y celeste y se acercó muy despacio donde ella, Soledad le hablaba pero no respondían nada como si no entendieran lo que decía, su brazo estaba vendado y entablillado, en la cabeza tenía una gran venda, su cabello había sido rapado y vestía una camisa como la de los ángeles.

Luego de un mes logró darse cuenta que estaba en un convento, y los ángeles que entraban eran novicias que la atendían, nadie hablaba, hasta que llego una monja muy mayor y se sentó a su lado, le hizo algunas preguntas, y le contó la tragedia vivida en su casa, un vecino logró sacar a Soledad a duras penas, pero no así a su hermano y madre que murieron ese mismo día, los vecinos pagaron la sepultura de ambos y ella como huérfana fue derivada a un convento ubicado a 50 km de su pueblo.

Sus ojos se llenaron de lágrimas y guardo silencio, permaneció en el convento junto a las novicias y de a poco fue reponiendo su salud y sus recuerdos, Marco se aparecía en sus sueños y a pesar de la muerte de su hermano se sintió liberada de los maltratos de su madre.

Se adapto a las normas del convento, donde el silencio era la regla de oro, la joven ocupaba la ropa de las novicias y aprendió hacer todas las labores del convento, limpieza, cocina, jardines, lavado de ropa, costura, etc. Ya se había sanado de sus heridas, el cabello de a poco le creció, se lo cortaron para evitar una epidemia de piojos en el convento ya que su cabello venía plagado con tales insectos, de vez en cuando tenía malestares, mareos extraños, nauseas, e inapetencia que las monjitas pensaron se había generado por la serie de golpes que recibió en su cabeza, los cortes con el tiempo y cabello se fueron ocultando.

Una mañana llegó un carruaje cerrado tirado por 4 caballos, una mujer mayor bajo de él mientras el cochero, también muy mayor, se quedaba cuidando los caballos. Al rato una de las novicias le comunicó que la madre superiora la necesitaba en su oficina, y raudamente partió, al entrar estaba la señora sentada frente a la madre superiora y le pidió que se sentara también. La madre le explicó que por medio de los vecinos trataron de ubicar algún familiar de Soledad, y luego de 4 meses lograron ubicar a una tía abuela por parte de su padre, por lo que se tendría que ir con ella porque era su familiar más cercano, ya que en el convento ella no podía quedarse.

La mujer de más de 80 años era muy amable y cariñosa con Soledad, le comentaba que vivía en el campo en un terreno de la familia, y que ella no había podido tener hijos y encontrarla a ella había sido un regalo de la divina providencia, no tenía noticias de su padre hace más de 20 años y que ella tenía sus mismo ojos, la anciana estaba muy emocionada de haberla encontrado. El cochero dirigía los caballos velozmente ya que el viaje era de casi todo el día, cada vez se adentraban más en la llanura al interior, muy lejos de donde había vivido su infancia, pero Soledad no iba sola, llevaba consigo el fruto de Marco, estaba embarazada pero por su juventud no había reconocido los síntomas.

La casona donde vivía era enorme, solo vivían dos personas, la abuela y su cochero, que resulto ser tan octogenario como la abuela, sus ágiles manos resultaron ser una llegada milagrosa para aquellos dos ancianos, a duras penas podían cultivas su huerto, el campo no era trabajado, aunque no era grande, vivían en la casa patronal de un antiguo fundo, de los terrenos dedicados a la agricultura los habían perdido, y en esa casa nadie los molestaba, un par de vacas, un caballo, gallinas, y su huerto era más que suficiente para vivir.

La abuela se dio cuenta que Soledad estaba embarazada cuando cumplió 6 meses de embarazo, su barriga ya era evidente, y la noticia la alegro, Soledad no sabía que le estaba pasando y del miedo paso a la alegría y después a la preocupación, había visto a su madre embarazada pero lo que venía le aterraba. Los abuelos la cuidaron, no le daban trabajos pesados, su enorme barriga apenas le permitían caminar, y ya en la fecha en que se iniciaron los síntomas de trabajo de parto el cochero fue a buscar a una novicia al convento que tenía experiencia en partos.

Estuvo dos días tratando de parir a su bebe, fue muy duro para Soledad, ya que siendo primeriza, era muy estrecha y el bebe no podía salir, casi inconsciente por los dolores en su vientre nació una noche un niño robusto, sano, que lleno el alma y el corazón de Soledad, no podía pensar en otro nombre que no fuera Marco para su hijo.

1 comentarios - Soledad: 1 Inicia

alfreup
loco esperamos el relato de la tia Elena!