Como cuando era niño, me dormí en su regazo, aunque, salvando las distancias y en un contexto absoluto y diametralmente opuesto. Sin embargo, como en esos tiempos, no me di cuenta cuando ella, mi madre, abandonaba mi cama, aunque esta vez, lo hubiera hecho como lecho amatorio de ambos.
Había caído rendido entre sus piernas. para luego caer en brazos de "morfeo" (considerado el dios del sueño en la mitología griega).
Al despertar aún conservaba el aroma característico de ella una mezcla de jazmines y cítricos. Además, con sólo el hecho de evocarla, tuve otra erección, de las tantas que había tenido en las últimas horas. Pensé en mi madre de tal forma, que la puerta de la habitación se abrió e ingresó ella, radiante, con una especie de top, ese tipo de prenda muy femenina, generalmente breve, diminuta que se ajusta a la parte superior del cuerpo.
Aquello me super excitó y se lo mencioné, ella bromeando me dijo ¡Ya veo! No había notado que por la abertura del calzoncillo afloraba mi glande en estado de exaltación.
No me dio vergüenza, más aún, era toda una demostración del deseo que me provocaba. Extendí mi mano para comprobar que aquello no era un espejismo y ella abrió lo brazos en señal de aceptación y sumisión. A la vez, con mi mano derecha apretaba sus glúteos firmes.
La miré fijamente a sus ojos, puse cara de galán y con ambas manos agarré sus pechos y los saqué del atuendo, los expuse al exterior y quedaron frente a mi en vivo y en directo.
Noté como sus pezones se endurecían de pasión, me quité el calzoncillo y le pedí ¡Bajá! Ella no dudó y mirando mis ojos se llevó mi aparato genital a su boca, comenzó a jugar con él.
Lo hacía con la lengua, ligeramente, rodeando la cabeza de mi verga, con movimientos circulares que me hacía retorcer de placer.
Hasta que se lo introdujo más dentro de su boca, toqué su paladar e hice un estertor contorsionado.
Modifiqué mi posición, me puse de pie, mientras ella permanecía arrodillada manteniendo su mirada clavada en mis ojos, mi intento fue aguantar un poco más, porque el orgasmo y mi eyaculación estaban próximas, sin embargo, su mirar profundo era como un embeleso que cautivaba mis sentidos y me llevaban a explotar.
Como pude le advertí que me venía, mi voz temblorosa de éxtasis lo evidenciaba, ella que lo había advertido al sentir mi chota palpitar en su boca, se agarró las tetas y las juntó para que el chorro de esperma si caía lo hiciera en sus pechos.
Estaba en mi punto cúlmine, Llegando al grado más elevado, significativo o extremado que pudiera tener, a punto de dar fin a esa actividad, tarea, etc. Cuando la voz de mi padre grita ¡Angélica, dónde carajos pusiste la camisa celeste!:
Se quitó mi pija de los labios y con cara de orto respondió ¡Ahí voy!
Sin embargo, o en cambio a mi, lejos de molestarme como a ella la interrupción, eso me produjo una tensión subliminal. me exacerbó el morbo y exploté profusamente y para colmo sobre su rostro, ella alcanzó a exclamar ¡Nooooooo! ¡No escuchaste que me llama tu padre! Desesperada se limpió con sus ropas, y salió corriendo mientras recogía su cabello, entró al ante baño y buscó algún atavío para cambiarse mientras se retocaba el maquillaje. Mientras mi padre cada vez más nervioso gritaba ¡Daleeee!
Había caído rendido entre sus piernas. para luego caer en brazos de "morfeo" (considerado el dios del sueño en la mitología griega).
Al despertar aún conservaba el aroma característico de ella una mezcla de jazmines y cítricos. Además, con sólo el hecho de evocarla, tuve otra erección, de las tantas que había tenido en las últimas horas. Pensé en mi madre de tal forma, que la puerta de la habitación se abrió e ingresó ella, radiante, con una especie de top, ese tipo de prenda muy femenina, generalmente breve, diminuta que se ajusta a la parte superior del cuerpo.
Aquello me super excitó y se lo mencioné, ella bromeando me dijo ¡Ya veo! No había notado que por la abertura del calzoncillo afloraba mi glande en estado de exaltación.
No me dio vergüenza, más aún, era toda una demostración del deseo que me provocaba. Extendí mi mano para comprobar que aquello no era un espejismo y ella abrió lo brazos en señal de aceptación y sumisión. A la vez, con mi mano derecha apretaba sus glúteos firmes.
La miré fijamente a sus ojos, puse cara de galán y con ambas manos agarré sus pechos y los saqué del atuendo, los expuse al exterior y quedaron frente a mi en vivo y en directo.
Noté como sus pezones se endurecían de pasión, me quité el calzoncillo y le pedí ¡Bajá! Ella no dudó y mirando mis ojos se llevó mi aparato genital a su boca, comenzó a jugar con él.
Lo hacía con la lengua, ligeramente, rodeando la cabeza de mi verga, con movimientos circulares que me hacía retorcer de placer.
Hasta que se lo introdujo más dentro de su boca, toqué su paladar e hice un estertor contorsionado.
Modifiqué mi posición, me puse de pie, mientras ella permanecía arrodillada manteniendo su mirada clavada en mis ojos, mi intento fue aguantar un poco más, porque el orgasmo y mi eyaculación estaban próximas, sin embargo, su mirar profundo era como un embeleso que cautivaba mis sentidos y me llevaban a explotar.
Como pude le advertí que me venía, mi voz temblorosa de éxtasis lo evidenciaba, ella que lo había advertido al sentir mi chota palpitar en su boca, se agarró las tetas y las juntó para que el chorro de esperma si caía lo hiciera en sus pechos.
Estaba en mi punto cúlmine, Llegando al grado más elevado, significativo o extremado que pudiera tener, a punto de dar fin a esa actividad, tarea, etc. Cuando la voz de mi padre grita ¡Angélica, dónde carajos pusiste la camisa celeste!:
Se quitó mi pija de los labios y con cara de orto respondió ¡Ahí voy!
Sin embargo, o en cambio a mi, lejos de molestarme como a ella la interrupción, eso me produjo una tensión subliminal. me exacerbó el morbo y exploté profusamente y para colmo sobre su rostro, ella alcanzó a exclamar ¡Nooooooo! ¡No escuchaste que me llama tu padre! Desesperada se limpió con sus ropas, y salió corriendo mientras recogía su cabello, entró al ante baño y buscó algún atavío para cambiarse mientras se retocaba el maquillaje. Mientras mi padre cada vez más nervioso gritaba ¡Daleeee!
33 comentarios - Madre sobreprotectora segunda parte
Besos.