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• Favorcito a la vecina.

La primavera es la estación conocida, en una de sus tantas características, por el supuesto brote u explosión hormonal de las personas, en especial de los y las jóvenes. Yo era un simple iniciado en la carrera de medicina y el año me estaba dejando ya a esta altura demacrado y pisoteado. Fines de semana sin salir, mis amigos con sus novias, y la única amiga con la que cogía casualmente pasó a tener novio de un día para el otro; algunas que otras tardes de interminables lluvias que no me dejaban disfrutar de los supuestos calores que debería hacer para por lo menos estar tirado en medio del patio un rato y en la pileta, pero ni eso.

Sentía que mi vida se venía abajo de no ser por Julián que por ahí me invitaba a la casa a joder un rato con la Play o nos íbamos a tirar al aro; aunque se daba cada tanto porque a pesar de que su casa y la mía estaban literalmente separadas solo por una pared, por el tema de la separación de sus padres y que no se bancaba a la pareja de la madre, con el tiempo lo fui viendo menos, y menos lo cual hacía que yo me aburriera. Algo que sí destaco era que esos pocos días que no llovía y había un sol radiante, siempre entre las cuatro y las seis, Cecilia, la madre de mi amigo, salía a tomar sol al patio de la casa y yo la podía espiar desde la ventana de mi habitación. No me jodía demasiado mirarla con intenciones sexuales, dedicarle pajas como lo hacía porque Julián no la soportaba demasiado, así que imaginaba en mi mente que a él no le jodería saber que varias pajas fueron pura y exclusivamente para ella.

Un día por la tarde, yo ya totalmente liberado por la facultad y parciales, Julián me llamó desde la casa del padre diciéndome que se venía para estos lados para que hagamos algo así que como de costumbre, lo esperé afuera sentado en la vereda a que llegara en bici. Primer plan, la pileta, estaba muerto de calor así que entramos y pasamos directamente a la piscina. Ya pasaba de decirle que saludara a la madre o por lo menos le avisara de que estábamos, perdí la cuenta de las veces que se lo pedí así que no lo volví a repetir. Nos quedamos solo sumergidos en la pileta contándonos boludeces como de costumbre, charlando de minas, muy poco de la facultad y cómo pintaban las vacaciones.

– ¿Y Mica entonces? ¿No le volviste a llamar? – me preguntaba por mi amiga “con derechos”.
– Nah, ya me dejó claro que está con el novio ese ahora... así que fue... –
– ¿Cuánto hace que no la ponés, boludo? –
– Y hace ya unos... dos meses casi. –

Para alguien como Julián no era difícil encontrarse una mina con quien pasar una noche, era un flaco fachero y tenía todo el carisma y charla como para tener un rebaño de minas a sus pies; yo en cambio soy colorado, tengo ojos celestes que por ahí zafan pero estoy lejos de ser lindo, solo llamo un poco la atención y a veces soy medio dormido, hasta que agarro confianza por lo menos. Probablemente lo que aburrió a Mica con el tiempo. Seguimos charlando mientras nos tirábamos una pelota inflable de lado a lado hasta que sentimos una voz. – ¡Gracias por avisarme que llegaste, Julián! Y hola Lean, no te vi, corazón. – nos decía Cecilia desde dentro de la casa. La saludé desde mi posición y no pude evitar observar su hermoso cuerpo, en especial esas hermosas tetas que rebosaban del vestido floreado que vestía. Cecilia nos avisaba que iba a estar en el living trabajando por si necesitábamos algo, nosotros seguimos en nuestras cosas.

Nos refrescamos lo suficiente para empezar con nuestros ya clásicos uno versus uno en el básquet. A veces, cambiaría ciertas cosas en las que, no por presumir, tengo mejor desempeño que Julián a cambio de su “lo que sea que él tenga” que le guste a las minas. Pero obviamente mis pedidos eran imaginarios, era una sana envidia, quería creer. Empezamos con el juego, y con los minutos le iba sacando ya una buena ventaja de puntos, no era nada nuevo pero por lo menos nos entreteníamos. En medio del partido, otra voz nos volvía a desconcentrar y era la pareja de Cecilia, quien Julián detestaba así que no le importó nada el saludo del hombre; yo lo saludé y Julián me decía que no intentara siempre quedar bien. En cierto modo tenía razón, pero no podía decirle por qué no me lo bancaba aunque podría haberlo visto en ese mismo momento porque luego del saludo del hombre con traje, Cecilia apareció para decirle algo que desde la distancia no podíamos oír pero alejándose de la entrada, vi al hombre apretarle un cachete del culo a Cecilia. No era mi madre, ni siquiera familiar, no era nada más que la madre de mi amigo y me daba mucha bronca que el hombre la tratara así, o que tuviera la oportunidad de estar con ella. No le di importancia y seguí concentrado en mi partido con Julián.

Luego del partido, volvimos a la piscina para refrescarnos un poco y estábamos listos para ir a merendar algo. Sí, hablábamos de las minas que nos cogíamos pero la chocolatada seguía siendo sagrada para nosotros, sad but true. Ya dentro de la casa sentados en la mesa que daba justo al patio, arrancamos con nuestro ya ritual, que era la chocolatada con sándwiches. Alternaba mi mirada a concentrarme en lo que Julián me decía y en lo que Cecilia charlaba con Luis. No la notaba muy contenta, la veía triste, decepcionada y él con la mano apoyada sobre su pierna en la mesa de la entrada. No podía preocuparme por ella, tenía que sacármela de la cabeza, mi imaginación se estaba yendo demasiado.

Ya estábamos terminando, llevando los platos, vasos y cosas que usamos para lavar; nunca me molestó darle una mano a Cecilia con las cosas de la casa, y ella siempre me agradecía pero ahora estaba ocupada con el otro boludo. No era por tratarla de vividora pero la plata, un buen trabajo o traje hacía que adefesios como ese hombre se vieran bien para una mujer exquisita como ella. A él sí le tenía cierta envidia y no de la buena. Ya sentados en las reposeras del patio, Luis se acercó a saludarnos, éramos visitantes regulares en la casa, había confianza. Un apretón de manos y adiós Luis, por hoy no te vemos más.

Julián me contaba otra de sus tantas historias con las minas con las que salía cuando Cecilia se acercó a nosotros; había puesto nuestros vasos ya vacíos de gaseosa en el piso para sentarse en el banquito de madera donde estaban apoyados. Estaba a segundos de apoyar sus preciosos glúteos donde estaban los vasos. – Guarda Ceci, está mojado. – le dije apoyando la palma de mi mano en un cachete de su cola para que no se sentara. Fue un reflejo, caí una milésima de segundo después de hacerlo y corrí mi mano como si esa cola me hubiese quemado. – Perdón. – le dije en voz baja y me miraba sonriendo, yo me esperaba una cachetada que me iba a dejar haciendo un viaje astral pero no fue así. – Gracias, Lean. – me dijo a cambio. Inmediatamente le di la toalla que tenía cerca con la que me sequé por la piscina, la doblé y la dejé en la silla para ella, y se sentó. Julián jamás se percató del episodio, para mi suerte.

– Hijo, son poquitas las veces que vengo a molestarte, pero... ¿podrías cortar el pasto un día de estos que estés desocupado? – le pedía casi implorando.
– No ma, no seas pesada. No tengo pinta de jardinero. Llamá a alguien o cortalo vos. –
– Por favor Juli, no lo vas a hacer gratis, hijo. – le insistía.
– ¿Por qué no podés hacerlo vos, ma? Es re poco.
– Ríanse ambos todo lo que quieran pero me dan miedo las arañas. Contra la pared hay arañas y no quiero, sino lo haría. –
– Lean tiene una tarántula de mascota, Lean quiere cortar el pasto. – le dijo a Ceci que automáticamente me miró.
– ¡¿En serio Lean tenés una tarántula?! – me dijo horrorizada, sus ojos verdes me paralizaban.
– Sí... sí, tengo una. – le dije tartamudeando. – Yo puedo cortarlo, no es problema. –

Por unos momentos no quería aceptar porque no quería poner a trabajar al amigo de su hijo, qué pensarían mis padres que somos sus vecinos, pero insistí en que no tenía problema de hacerlo y Julián intentando crearme problemas para hacer algo que él creía que sería tedioso para mí, me hacía un favor enorme en alentar a la madre a que aceptara mi ofrecimiento. – Está bien, no vas a trabajar gratis igual Lean, te lo prometo. – me dijo inclinándose hacia mi lado para abrazarme; podía estirar mis labios unos centímetros más y le besaba una teta de lo cerca que estaba, olía muy bien y su postura empezó a excitarme un poco. Cuando me soltó, automáticamente me paré para darle la espalda a Julián y decirle de hacer algo. En la lista de actividades quedaba la Play o ir a jugar al fútbol si es que había alguien en la canchita de la vuelta pero básquet había sido suficiente, optamos por echarnos en el sillón de lo que era antes su habitación y jugarnos unos FIFA en lo que también le ganaba aunque con las horas de aburrimiento, no tenía mucho que hacer en mi casa tampoco aparte de la Play a veces.

Ya en su habitación jugamos el primer partido, casualmente terminé perdiendo pero mi mente estaba más concentrada en las tetas de Cecilia que en el juego en sí. – Me voy a mojar la cara, ya vengo. – le dije para despejar un poco la mente, me pidió que subiera una jarra de jugo a la vuelta. Ya que tenía que bajar por la jarra de igual forma, me metí al baño de abajo sin pensarlo y me encontré a Cecilia mirándose al espejo acomodándose las tetas en el vestido. – ¡Perdón! – alcancé a decirle luego de portazo. Me fui directamente a la cocina, agarré la primera cosa bebible que vi y encaré hacia las escaleras para intentar evitar lo que no pude, que fue a Cecilia. Me esperaba al lado de la escalera...

– Ceci, perdón. Sé que tenía que tocar pero... –
– Ay pero corazón, no pasa nada. Solo quería agradecerte nuevamente que te ofrezcas para cortar el pasto y quería decirte que antes de que te vayas, quería mostrarte algo en el patio. – me decía con una voz sensual, seductora y acariciándome el brazo.
– Sí, Ceci, no es problema, yo me quedo. – le dije e inicié mi recorrido por las escaleras.

En la habitación mientras jugaba el segundo partido con Julián, le comenté lo que la madre me había pedido y le dio bastante igual, no le importaba para nada que hablara con ella, que me fuera a quedar acá en su casa en su ausencia, me dejaba tranquilo. Ese segundo partido se lo gané y antes de poder empezar el partido que iba a definir al mejor de tres de esa tarde, lo llamaron por celular, una de sus tantas “gatitas” como las llamaba él. Me miró y ya sabía que no había tiempo para más y se tenía que ir así que fui apagando todo y charlando con él a la bajada. Se despidió de Cecilia, charlamos para ver si hacíamos algo el finde, se subió a su bici y partió. Me quedé para saber qué necesitaba decirme Cecilia.

Para mi poca fortuna fueron solamente más agradecimientos por mi ofrecimiento y algunas que otras indicaciones sobre lo que más o menos quería hacer y que no pasara cerca de unas flores que había plantado para que no las destruyera. Había momentos en los que la miraba, otros que miraba alrededor, cuando me daba indicaciones le miraba las tetas o la bikini amarilla brillante que se le notaba a través del vestido floreado. Sabía que no tenía oportunidades con una mujer como ella pero por lo menos en mi mente podía seguir imaginándola a mi gusto, rendida a mis pies. Me despedí de ella y ese fue mi día básicamente.

Al otro día me desperté temprano, raro porque siendo que ya casi ni cursaba, aprovechaba a dormir toda la mañana pero no pude. Me levanté con una erección pero ni recordaba realmente qué había soñado aunque me hacía algunas ideas de qué o quién pudo ser. Ceci me había mostrado la máquina que tenía para cortar el pasto y no me convencía demasiado así que decidí preparar mejor la que usábamos en mi casa que era a nafta. Habíamos acordado que iba alrededor de las cinco, yo ya había almorzado y eran las dos de la tarde. Desperdicié una de las horas que se me hicieron eternas hasta las cinco en mirar por mi ventana al patio de Cecilia, no veía nada más que el pasto, una parte de la piscina y el gran árbol que daba la sombra donde ella normalmente se acostaba.

No podía aguantar más, eran las cinco menos cuarto y salí hacia lo de Ceci. Me recibió con un vestido muy parecido al que había usado el día anterior pero esta vez era blanco y más corto, le llegaba un poco más arriba de la rodilla y se notaba claramente la bikini naranja que tenía debajo. Me sorprendía cómo conservaba ese bello cuerpo a pesar de su edad, mi madre no se veía ni de cerca como ella. Nos dimos un beso y me saludó muy alegre nuevamente agradeciéndome y más cuando vio que iba con mi propia bordeadora. – Te ves tan profesional, todo un hombrecito. – me dijo y me recordó cuando con Julián éramos pequeños e íbamos a la casa a jugar al básquet con los demás chicos del colegio. Pasé y encaraba directamente hacia el patio cuando ella me detuvo para decirme que la invitación a las cinco era para merendar juntos antes. – No te vas a ir a trabajar a la hora de la leche. – me dijo y mi mente empezó a maquinarse de todo, ella lo dijo con total naturalidad.

Nos quedamos charlando de todo un poco pero en especial más de ella. Su relación con Julián, con su exesposo y el tema que no quería tocar, su actual pareja. Intentaba escucharla, era algo que me salía bien y opinaba lo que podía, no quería entrometerme demasiado pero notaba algo que le dije y era que no estaba muy feliz como la notaba antes.

– No voy a negar que tenés razón, corazón. La relación con Luis no es buena como parece. – me decía girando el vaso de jugo. – No se lo digas por favor a Julián. – me pidió.
– Ni una sola palabra, Ceci. Pero creo que no estaría mal que hagas algo para sentirte mejor. –
– También tenés razón. Muchas veces lo pienso... paso mucho tiempo acá y creo que debería divertirme un poco más. – me dijo entre risas.

No interpreté de la manera más sana su auto-consejo de divertirse más pero luego de eso pasamos más a un silencio incómodo que preferí evitar levantándome para empezar con mi trabajo. Preparé la máquina y antes de arrancar la veía que se acomodaba en una reposera. – Acá hay jugo preparado, te voy a hacer compañía. – me dijo mostrándome el termo con jugo, yo sonreí y empecé con mi trabajo. Cada ciertos minutos paraba y me acercaba para tomar el vaso de jugo que Ceci me serví desde su posición, volvía a mi trabajo y así sucesivamente. Yo seguía cortando sin problema alguno cuando sentí un grito.

– ¡Aaaya! – gritó Ceci, y al darme vuelta se agarraba la pierna cerca del tobillo.
– Ceci, ¿qué pasó? – dejé las cosas y me acerqué.
– Creo que algo salió disparado de la máquina y me pegó en la pierna. –
– Oh la puta madre, ¡perdón, Ceci! – le dije, sentía toda la culpa. – ¿Tenés curitas, alguna venda? – le pregunté porque a pesar del pequeño corte, le salía algo de sangre.
– En el baño, en el botiquín hay un par de cosas. –

Me metí urgente a buscar las cosas y se las traje. Me arrodillé a sus pies como si estuviera haciéndole reverencias y empecé a limpiarle la sangre que le había chorreado de la herida. Le advertí que lo que iba a ponerle le iba a arder un poco. Cuando le apoyé la gasa con el desinfectante, abrió las piernas como acto reflejo y yo por el susto la miré y no pude evitar mirarle la entrepierna y noté que tenía la bikini algo metidita entre los labios de su vagina. Eso me calentó bastante y bajé mi mirada en el instante, ella no me dijo nada, le puse una pequeña gasa pegada con un poco de cinta. – Sos el jardinero y doctor más tierno, gracias Lean. – me dijo y yo me derretía con sus encantos. Volví a mi trabajo, no podía desconcentrarme y esta vez con más advertencias de que podía volver a pasar que algo le pegara.

Empecé a juntar el pasto cortado en bolsas negras cuando Ceci se paró a mi lado, se puso en cuclillas a mi altura y tenía a mi derecha sus preciosas tetas resaltando en ese vestido blanco y ella con el termo de jugo en la mano. – Lean, ¿por qué no descansás y seguís otro día? – me dijo tocándome la espalda. Podía terminar en ese mismo instante con todo el patio pero seguir otro día significaba volver a la casa a verla así que acepté. Quedamos en que mañana seguía así que dejaba las cosas en la casa guardadas en donde tenían las cosas de la pileta. – Y hablando de eso... refrescate un poquito en la pileta, yo te acompaño. – me dijo y mi corazón estaba por frenarse. No sabía si era una compañía fuera de la pileta o dentro metida conmigo, y ella en bikini. También acepté, no podía negarle nada a Ceci, a ese cuerpo.

Me saqué la remera y me tiré con agua para no meterme con mi transpiración en la piscina. Me tiré agua en la cara y cuando abrí los ojos, Ceci estaba en bikini. – ¡Qué preciosa! – decía por dentro, lejos de llegar a tener una oportunidad con una mujer así. La veía haciendo pasito a pasito hacia la piscina, esas piernas elastizadas, suaves; un culo grande y la bikini que se le metía sutilmente entre medio de los cachetes; ni minas de la facultad estaban tan buenas como Ceci, y ni que hablar de sus hermosas tetas. Caminé hacia ella y me tiré tranquilamente, ella seguía en el borde, me sorprendía lo que aguantaba ese corpiño el peso de esas preciosas tetas. – ¿Me lo sacaré para entrar? – refiriéndose a la cinta y la gasa que le había puesto. Me acerqué a ella que estaba sentada en el primer escalón de la piscina, y cuidadosamente le tiré la gasa, la sangre parecía haber parado y le dije que sí, que podía meterse sin problema.

En la piscina seguimos charlando un poco de lo que ya habíamos hablado en la merienda, esta vez con algo más de determinación le dije que buscara lo que la hiciera feliz. No recuerdo exactamente qué le dije en un momento que hizo que se acercara a mí, que estaba sentado en el segundo escalón de la piscina, diciéndome que quería abrazarme. Sentí sus tetas pegadas a mi pecho y mi corazón que estaba por salirse. – ¿Me permitís? – me dijo mirando mi pierna, le respondí con un sí dudoso porque no entendía qué quería cuando vi que apoyó su precioso culo en mi pierna derecha, tenía sus hermosas tetas a la altura de mi cara y ella mirándome con sus ojos paralizantes. Su brazo izquierdo me acariciaba la espalda y yo tímidamente le apoyé la palma de mi mano en la espalda baja cerca de la bikini.

– ¿Tenés cosas que hacer en tu casa, Lean? – me dijo con una voz suave.
– N-n-no. Nada. – le dije acariciando su espalda.
– Porque... quería saber, si podías ayudarme con algo más. – me dijo acomodando su tremendo orto en mi pierna que me paraba la pija más y más.
– Sí, yo, sí puedo ayudar. – le dije ridículamente cuando noté que se acercaba, cara a cara. – Creo Ceci que esto... no... – y me apoyó su dedo índice en los labios.
– Shhh, Lean. – y me apretaba ambos cachetes, jugaba con mi cara.

Se empezó a acercar de a poco a mi boca, abriendo levemente sus labios y yo la imitaba como si fuera mi reflejo y me acercaba también. – Ceci... y Juli... – y me cerró la boca con sus labios. Fue una caricia, una tocada de labios con labios, y nos miramos. – Acompañame así te digo donde necesito que me ayudes. – me dijo con una voz muy seductora y sexy. Se levantó de mi pierna, acariciándome el pelo a la pasada, yo me di vuelta y veía que se metía el dedo índice dentro de la bikini en la zona de ese precioso culo para sacársela de adentro. Yo me metí una zambullida más en la piscina y salí directamente. Ya no la veía. Me sequé y encaré hacia dentro de la casa nombrándola porque no sabía dónde estaba hasta que la vi.

– Nos divirtamos un rato, que este sea nuestro secretito. – me dijo con una mano en la espalda y veía que el corpiño caía al suelo. Yo estaba boquiabierto, no entendía lo que estaba sucediendo pero un efecto de atracción que no puedo explicar me llevaba hacia ella como un imán con metales. Me acerqué y le apoyé ambas manos en sus tetas hermosas, duritas, firmes; unos pezones rosita en el centro de una aureola un poquito más oscura a su color de piel erectos, quería lanzarme sobre ellos, estar ahí toda mi vida. Ella miraba como yo experimentaba con sus tetas, como jugaba con sus pezones cuando con un movimiento inesperado de su parte, me puso su mano en la nuca y me atrajo hacia su boca para esta vez sí darnos el beso que nos debíamos de la piscina. Sentía su lengua danzar con la mía en movimientos giratorios y nuestros labios que se sellaban y separaban con nuestros suspiros. Jamás saqué mis manos de sus tetas, desde mi habitación, eran mi perdición.

Me agarró de los hombros girándome para empujarme contra un sillón negro, me dejé caer como una pluma y la veía a ella acercándose y arrodillarse ante mí. Sentí sus uñas recorrer mi cintura para que de un solo estirón me dejara desnudo frente a ella. Hasta el día de hoy recuerdo perfectamente su mirada al verme la pija erecta frente a sus ojos. Era deseosa, lujuriosa y que se iba a entretener mucho. – ¿Te gustan las fotitos? – me dijo convenciéndome con la mirada de que tenía que decir que sí. Me trajo una cámara digital pequeña y en mi intento por inspeccionarla, sentí la humedad misma de su boca en la punta de mi pija; levanté la mirada y la tenía peteandome como nunca nadie jamás lo había hecho y completamente desnuda. Movía la cabeza con una rapidez y sentía con mi glande el tope el final de su garganta. De a momentos se quedaba con todo el largo de mi pija atragantado unos segundos y se la sacaba rápidamente acompañado de tos e intentos por recuperar oxígeno. – ¿No hay fotos? – me dijo con mi pija en la mano exigiendo fotografiarla siendo la putita más grande.

• Favorcito a la vecina.

Le tomé una sola foto, y ella continuó con su pete. Temía que alguien nos fuera a ver por la ventana, estábamos casi en la entrada de la casa pero era mi menor preocupación teniendo a terrible perra haciéndome semejante pete. Insté a pararme lo cual al parecer le gustó por comodidad porque a los minutos sentí como me chupaba los huevos de una manera descomunal.

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Sentí luego sus manos debajo de mi culo para empujarse mi pija en la garganta. – Es ahora o nunca más. – pensé y le agarré la cola de caballo que tenía hecha para empujarle la cabeza contra mi pija. Sentía el ruido de mi verga chocando contra las paredes de la garganta y la saliva muy espesa escurriéndose por sus labios. – Cogeme la boc... – me dijo y se mandó la pija otra vez y yo empecé a darle con más fuerza. Esta vez cerró los ojos, y el ruido de la saliva incrementaba, le dejaba la pija plantada en la garganta y se la sacaba recuperando oxígeno y escupiéndome toda esa saliva en la punta de la verga.

Para su mala fortuna y también la mía, nunca estuve acostumbrado a tanta acción. Siempre que tuve la suerte de que me hicieran un pete, era con temor pero ella me estaba comiendo la verga de una forma inexplicable. Se dio cuenta por mi cara que no iba a aguantar mucho tiempo más así que empezó a bajar un poco la velocidad aunque no la forma en cómo su lengua patinaba sobre mi glande dentro de su hermosa boca.

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En sus continuas e ininterrumpidas lamidas y chupeteadas a toda mi poronga de huevos a cabeza, atiné a soltar unas palabras porque sabía qué hacer. – Ceci... el sem... – alcancé a decirle cuando ella se sacó mi pija de la boca y mientras me masturbaba con total fluidez deslizando su mano sobre mi verga no dudó en decirme que quería que la bañara en leche. – Bañame, volcame toda. – fueron sus palabras. Fue un deseo que no tardé en concederle porque una más de sus atragantadas hicieron que mi aguante culminara. Me agarré la pija completa y repleta de su saliva caliente y con algunas que otras burbujas, apunté directamente a su cara que esperaba impaciente para recibir todo mi semen. – ¡Aaah-aaah! – grité como nunca antes lo había hecho con una paja, menos con un pete como el que me hizo esta putita y empecé a largar leche a borbotones. Chorro, y chorro tras chorro llenándole la cara de semen. Me pidió en el instante que le sacara fotos antes de que la leche se le corriera de la cara así que tomé unas cuantas fotografías como pude con su cámara.

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AYUDA

Por momentos me sentí el hombre más afortunado sobre la Tierra; pero por otro lado pensaba en que no la había dejado satisfecha, ella a mí sí pero fue una deshonra de igual manera, quizá si aguantaba más tenía alguna posibilidad de algo más. Me dejé caer sobre el sillón exhausto, me dolían las piernas que con suerte sostenían mi cuerpo, me sentía débil luego de semejante orgasmo. Yo en cambio la veía a ella sentada en el suelo totalmente desnuda, con toda la cara llena de leche mirando la ventana apenada o bajoneada, supongo que no había un hombre que pudiera entenderla y saber satisfacer a una mujer como ella. Le tomé un par de fotografías más, la veía hermosa con esa postura y por la situación.

verano

amigo

• Favorcito a la vecina.

Ella me sonreía aunque no la notaba del todo feliz. ¿Habrá estado arrepentida por lo que hizo? Aunque siendo ella no me parecía. Daba por sentado que la causa fue el mal momento por lo que dije antes, no alcancé a excitarla, ni a rozarle la vagina con la mirada, nada. Me preguntó si estaba mal o sentía cargo de consciencia por lo que vivimos y le dije que en parte. Se pasaba los dedos por la cara juntando todo el semen, parte se lo mandaba a la boca, otra parte se la limpió con la toalla con la que había entrado a la casa. Se sentó a mi lado, desnuda, sensible y cariñosa. Me empezó a acariciar el pecho y me decía que no me preocupara, le conté sobre mi inquietud por no haber podido hacer mucho por ella. – Corazón, no te preocupes. Es la primera vez, las siguientes van a ser mejores. – me dijo y el alma me volvía al cuerpo. Dejando de lado todo el sexo, quería disfrutarla, como mujer y no como la putita sexual que fue hace unos minutos. Me giré mirándola fijamente y nos volvimos a besar, con más caricias. Fuimos juntos a bañarnos y volví a mi casa.

Esa noche la cabeza me daba vueltas, me dormí bastante más tarde de lo normal y para empeorar la situación, Julián me escribía preguntándome qué tanto me había molestado la madre con el pasto. No solo le estaba mintiendo con mis respuestas... ¡la madre me chupó la pija! Y le seguí respondiendo naturalmente, le avisé que iba a ir mañana también y se reía de mí por ser servicial. Al rato se despedía... « Mañana ni me esperes, no voy a ir a verte a sus pies. » y se me vino a la mente la imagen de ella abierta de piernas arrodillada en el suelo, sus tetas a mi merced y chupándome la pija sin cesar. « Charlamos en estos días entonces. » le respondí y nuestra charla terminó.

Al otro día luego de almorzar, la espera hasta las cinco de la tarde se me pasó al instante, de hecho, llegué cinco minutos tarde. Me había quedado acostado en el suelo de mi habitación mirando la tele aunque dos de esas horas las empleé pensando en Cecilia. Llegué a la casa y la noté muy contenta cosa que en realidad no me esperaba, me recibió con el abrazo de siempre y esta vez más fresca, más libre de ropa. Tenía una especie de camisón bastante translúcido y por supuesto con la bikini abajo, blanca esta vez. Sin indicios ni actuaciones extrañas, fui directamente al patio salteando la merienda del día anterior, y terminé con todo. Me recibió con una sonrisa pero esta vez no me acompañó, se había ido, ya no me servía jugo y con corté el pasto en parte con tristeza, en parte con desazón. Me adentré a la casa para avisarle que había terminado, estaba mentalizado en irme a mi casa y pensaba que lo que viví fue demasiado, me consolaba solo.

– ¡Ceci! Ya terminé todo. – y nadie respondía.
– Estoy acá. – sentí en la sala de la entrada.

Traspasé la puerta y por momentos sentí que estaba en el cielo. Esa zorra estaba en su hábitat, era su momento y con esfuerzos me señalaba, no a mí, a la cámara que estaba justo en el mueble a mi derecha justo al lado de la puerta, la agarré y debajo había plata. – Por el trabajo que hiciste. – y mi mente no entendía lo que ocurría. ¿Debía tomarle las fotos o tomar la plata e irme dejándola? Agarré la plata, la cual era bastante para el poco trabajo, y también la cámara. Ya tenía la pija como la vara de la bordeadora. Dura y caliente. Me acerqué a ella, apunté la cámara a su integridad y empezó a sonreír. Le tomé algunas fotos y me estiró la mano, la misma con la que estaba salvajemente masturbándose completamente desnuda sobre ese sillón, las piernas abiertas de par en par. Le di la cámara y pasaba las fotos, se veía reflejada, bien caliente, bien puta.

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– ¿Qué vas a hacer con la plata? – me dijo masajeándose las tetas. – ¿Vas a invitar a alguna amiguita a salir? ¿Gastarla en alguna mujercita...? –
– Es mucha plata para el poco trabajo, y te agradezco, pero no estoy muy cerca de poder hacer algo así, necesitaría un poco más. – le dije entre risas, sabía que le chiste le causaría gracia y así fue.
– ¿Tan caras son? – me dijo acomodándose y con una mano nuevamente en la concha. – Yo soy una putita barata... te voy a costar más barato... – me dijo colándose ya un dedo.

La situación se descontroló, me arrimé a ella y le acerqué los billetes que tenía a la boca, y la muy putita se los quedó. Con la plata en la boca me arrodillé a sus pies, y recordé el mensaje de Julián, mejor que no quisiera verme haciendo lo que iba a hacer. Sumergí mi boca en esa concha depilada, veterana, experimentada y repleta de jugos; sentía el calor emerger de su interior y mi lengua que se ambientaba a esa temperatura, a su calor interior. La agarraba de los muslos, subiendo hasta los cachetes de su precioso orto, se los apretaba con pasión hundiendo más mi boca en esos labios. Sus gemidos eran una filarmónica en vivo para mis oídos, sentirla disfrutar me tranquilizaba, la miraba cuando podía, se presionaba las tetas una contra otra y miraba el techo a los gritos. Intenté colarle el primer dedo cuando se recostó a lo largo del sillón abandonado el respaldar empapado de su calentura; estiró ambas piernas hacia atrás y sonriendo, estiró los labios de su concha y me dejó el agujerito del orto expuesto a mi libre elección.

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Me recosté frente a ella y empecé a chuparle la concha como nunca antes, mi misión era satisfacer a la putita por la que había pagado. Con los juguitos de su vagina más mi saliva acumulada, empecé a trabajar ese culito aunque dudaba muchísimo que fuera a dejarme rompérselo. Se la chupé de entrada y ayudándome con los demás líquidos de mi alrededor le empecé a masajear el ano con mi dedo índice y medio mientras se la seguía chupando. Pude colarle los primeros dedos dentro de la concha, sacaba mis dedos con un pequeño puente de flujos, cada insertada la hacía gemir junto con los masajes a su clítoris con mis labios. Estuve así un buen rato hasta que ella, mi tutora, mi putita me explicó.

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Con mi dedo del medio bañado en flujos, le fui lentamente insertando centímetro tras centímetro en ese cerradito ano que la puso a full, lo que la encendía era el anal. Le iba a romper el culo, dejé de ser sutil con ella. Le escupí en el agujerito y empecé con mi dedo índice también, dos dedos en ese ojete más los masajes constantes a su conchita. Sus gemidos ambientaban esa sala, y me ponían más caliente. Esta vez, toqué todo lo que podía, todo lo que me dejaba porque no sabía cuándo podía llegar a ocurrir algo así otra vez.

Me empezó a mirar de una manera muy atrapante, me seguía paralizando con esos ojos. Me quedé recostado sobre el sillón. – El trabajo de rodillas es mío. – me dijo apoyando sus rodillas sobre el suelo y separando las piernas; yo de parado podía ver las dos montañas que se iban cerrando en el centro que marcaban ese hermoso culo, cuando ella ya me había bajado todo. Me saqué la remera y ella me terminó de desnudar de cintura hacia abajo. Se golpeaba el cachete con mi pija para luego metérsela por completo dentro sin muchas más vueltas. Sin estar al tanto de la cámara esta vez sí la agarré del pelo, de la cabeza, y empecé a ayudarla con movimientos de cadera para cogerle la boca; se la dejaba dentro unos segundos y se la sacaba, se repetía el pete que me fulminó el día anterior pero esta vez, no iba a acabar. Le notaba los ojos llorosos y colorados por el esfuerzo de petearme, hacer valer lo que pagué por esta hermosa putita. Tos, gemidos, jadeos, el sonido de la saliva colándose entre sus labios, mis gemidos todos formaban una perfecta armonía. No tenía que petearme más, iba a acabar si lo hacía, su forma de hacerlo era perfecta así que la levanté un poco desde los brazos y la acosté en el sillón nuevamente.

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Con un dedito en la concha que se lo saqué, se la chupé un rato más hasta mirarla a los ojos. – No tengo preserva... – cuando me interrumpió diciéndome que se cuida, que no me preocupara por eso. Me puse frente a ella con la pija erecta y lista. La abrí de piernas, tenía una elasticidad impresionante. Con mi glande le acariciaba el clítoris, y se lo apoyaba en la entrada a esa concha llena de flujos. – Yaaay-ay-ay – fueron sus palabras con los primeros centímetros entrando en su ser. La agarré de ambos lados de la cintura y empecé a empujar mi pija en su interior, entraba y salía deliciosamente, se deslizaba como por el hielo aunque era todo lo contrario. Se sentía apretadito, muy mojado e hirviendo. Veía sus tetas danzando al ritmo de las embestidas y a ella gimiendo. Empecé a darle un poco más mientras con mi pulgar le frotaba el clítoris. La transpiración recorría nuestros cuerpos y el sillón era un mar de transpiración sexual.

Me alejé de ella, y le metí el dedo del medio y anular en la concha. Iba a experimentar con ella, algo que había visto en un video, quería comprobar que fuera posible. Con la izquierda le presionaba un pezón de la teta y mis otros dos dedos fueron a parar a su concha, ella gemía de pasión con los dos dedos entrando y saliendo, con movimientos rápido de arriba hacia abajo. No veía nada notable hasta... – ¡No pares, no pares! ¡Seguí! – me dijo gritando y entre gemidos, me concentré en hacerlo correctamente y noté que empezaba a estirar las piernas, a arquear la espalda y que una corriente de líquidos me bañaba la mano, la saqué y le empecé a frotar toda la concha con fuerza. El piso era un enchastre pero aproveché a metérsela nuevamente y cogerla con más ganas.

Se intentó levantar y temblando como una hoja me giró y me acostó en el sillón, sentía toda la transpiración en mi espalda y se me montó sin piedad. Se escupió la mano para pasársela por la concha, apoyó los pies a los costados de mi cuerpo en el sillón, rodillas en el aire, en cuclillas y apoyó su reconfortante concha que se fue abriendo paso sobre mi pija. La penetraba tan profunda, veía sus tetas rebotar descontroladamente y ella haciendo toda la fuerza. La agarré de los cachetes del culo para ayudarla con el movimiento que luego de unos minutos, se hizo hacia atrás para bañarme en el mismo líquido anterior, lo tenía sobre todo mi vientre y ella temblaba.

No te iba a dejar descansar, me levanté y estando parada, débil, la acosté de una cachetada en el culo y me entendió. Empinó la cola. Me paré en el sillón para llegar a metérsela cómodamente pero mi misión era otra. Le empecé a chupar el agujerito del culo un poquito abierto, la penetraba con mi lengua y lentamente le apoyé mi cabeza en la entrada a ese paraíso. Suavemente fui ingresando todo el glande y la veía rasgar el cuero del sillón con sus uñas. Me ayudó abriendo su cola con las manos, estiraba más ese apretado agujerito que lentamente se iba dilatando con la presencia de mi verga. Con los minutos, no fui más sutil, empecé a embestirla y la oía gritar, gemir, y pedirme más y más. Estaba cogiendo como nunca antes lo había hecho. Después de un par de cogidas, le saqué la pija que hizo un sonido de solapa en su culo, y podía ver el agujero más amplio, más dilatado, entraban dos dedos con total facilidad y sobraba espacio; empecé a metérsela y sacársela por completo.

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No faltaba mucho para que acabara así que cambié, y así en cuatro como estaba empecé a cogerla la concha nuevamente, seguía exquisita como antes mientras le metía dos dedos en el culo. Nuevamente los gritos se intensificaban lo que me ponía más caliente y me daban más ganas de acabar. No podía aguantar más mis embestidas, estaba desgastada y donada en el sillón gimiendo, lo que me terminó de calentar. Le avisé y con los espasmos dominándola por otro orgasmo más, se dio vuelta para acabarle otra vez en la cara. Era una adicta a la leche. Se arrodilló nuevamente ante mí y con una gomita se ató el pelo para que no la molestara en el último pete del día. Empezó a masturbarme con la última fuerza que le quedaba, me la chupaba hasta atragantarse cuando me vine.

vecina

AYUDA

verano

No olvidé que quería fotos con la cara llena de leche. Ya una vez un poco más calmada, más descansada, busqué la cámara y le saqué algunas. Se tocaba el culo sorprendida del boquete que le había dejado. – Mi primera pija colorada. – me dijo y empecé a reírme. Estábamos los dos sentados en el piso de la sala, muertos de calor, pero vivos por el sexo.

Nos bañamos juntos, merendamos y volvimos a charlar. Luis la llamaba y ella no respondía, ignoraba la llamada y me seguía besando, la tenía sentada en mi pierna. Se hacía tarde y no esperaba que todo esto ocurriera, tenía que volver a mi casa así que me despedí de mi vecinita. Me acompañó a la puerta, y mis padres estaban afuera de mi casa esperándome para irnos. Me dio la mano, para simular una formalidad y sentí que me estaba dando algo. Me fijé y eran los billetes por cortar el pasto.

– Cuando quieras... sabés que soy barata, y bien putita para vos. – me dijo dándome un beso en el cachete y yo me recalenté, pero tenía que irme. La saludé y me iba acercando a la puerta de la reja. Ella me seguía el paso y salió a la vereda para saludar a mis padres. Y me frenó por última vez antes de irme.

– Seguí mirándome por la ventana... – y sonrió.




Fuente de información: el contenido escrito es de mi autoría; no así el contenido gráfico, las fotos no me pertenecen.
Simple aficionado por la escritura. Cualquier tipo de comentario, opinión o crítica será más que bienvenida.

8 comentarios - • Favorcito a la vecina.

kmb1417
Excelente relato amigo.
TodoGrande1
Tremenda la veterana, muy bueno y esperamos más jajaja saludos.
0Punk-Lactal0
Grandioso relato! Indudablemente otra joyita de tú creación. Como leí, aquí, en otro comentario; es verdad a veces las fotos sobran, pero en este caso quedaron excepcionalmente bien encajadas e ilustrando a terrible MILF. Espero otro aporte de éste calibre. Gracias por compartir y van algunos puntitos que me quedaron. Saludos.
JustJuhy
Terrible relato man, unos de los mejores que vi, ya me estaba esperando una historia más que era super imposible y apareció la primera foto y chau, merecidísima la paja que me mande. Espero leer muchos más relatos y ver muchas más fotos. Saludos
gust7387
Muy buen relato. Gracias por compartir
m4riano_22
Excelente es hermoso cogerse a una veterana porque sabe muy bien lo que quiere y sabe muy bien hacer todo.
garcheskikpo
Muy bueno, que putita tu vecina.
Esa de la foto es ella misma o sólo imagen de ilustración?
Te deje 10, esperó más historias de estas
horaclio
muy buen relato y te envidio por tenes una vecina asi