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Un ganador. Capítulo 12

Un ganador. Capítulo 12

Esta es la historia de Emanuel, un ganador de 24 años que tiene anécdotas muy interesante para contar, llenas de chicas y amigas y por supuesto con muchas historias sexuales. Esta historia es ficción, sin embargo eso no quiere decir que no se basa en algunos hechos reales…


Capítulo 12: Mi cumpleaños 20 (La chica de la barra)
   Las siguientes dos semanas fueron de puras peleas. Discutíamos por cualquier estupidez y en cualquier lado hasta que yo dije basta. Le dije que no podía seguir si ella era así de celosa y si ella iba a seguir tratando de controlar todo lo que hacía y ella me confesó que no confiaba en mi. Terminamos separándonos y a pesar de que nos vimos unas veces más después de eso, los dos sabíamos que no íbamos a volver a estar juntos.
   - Es lo mejor Ema.- Me consolaba Facundo un viernes a la tarde cuando le conté a los chicos.- Te estaba volviendo loco esa relación.
   Leandro, Cristian y Juan Pablo coincidían con él. Camila, Clara y Giselle también estuvieron de acuerdo cuando nos juntamos el domingo al medio día a comer algo. Como si fuera poco, todos se pusieron más en su postura cuando nos enteramos que Soledad dejó a Facundo porque “sos amigo del ex de Nati y no da”. Era obvio que nadie le veía futuro a esa relación, pero nos costó creer que la excusa de ella era esa.
   - Una pelotuda.- Nos contaba Facu.- Lo que más me jode es que cogía bien.
   Mariana siguió apareciendo obviamente. Apenas le conté lo único que hacía era decirme de vernos, pero yo no tenía ganas. Cuando pasó un poco el tiempo acordamos en encontrarnos y terminamos cogiendo, primero en su casa, después en la mía, en un telo un sábado a la noche y en el departamento de su padre también. Pero no era nada del otro mundo. Estaba claro que a la loca le encantaba la pija, pero no cogía tan bien como calentaba. Así que terminé poniéndole un freno cuando ya me empezó a hablar todos los días para vernos.

   En agosto llegaron los cumpleaños de Cristian y de Facundo y la soltería me tenía algo deprimido a pesar de que los otros me intentaban animar. Inclusive Marisol desde España se enteró que andaba mal y me mandó un mensaje intentando darme ánimo. Pero necesitaba algo más.
   Esteban y Diego de la facultad no hacía otra cosa que intentar levantarme el autoestima que casi que lo tenía por el piso. Luz, Carla y Paola también lo intentaban, pero cuando mejor estaba es cuando nadie me decía nada sobre el tema. Después de todo, lo mejor que te puede pasar cuando terminas es que nadie te diga nada al respecto.
   Los únicos que parecieron entender eso eran los chicos del club. Javier, Pablo, Damián y Lucas me hacían el aguante saliendo a tomar algo, hablando de cualquier cosa y no dejándome solo casi nunca. Así empezaron a volver las noches mágicas cuando llegó Septiembre. Asado, boliche y la vieja “casa del cielo”. Hacía más de un año que no iba, pero parecía que había sido ayer que Lorelei me abría la puerta de la pieza para coger. Obviamente ya no era su favorito como lo era hacía un año y medio, pero se acordaba de mi y se alegró de que volviera “un gran cliente”, como ella me llamaba.

   La noche del cumpleaños de Flavia fuimos a un boliche que no solíamos ir muy seguido porque estaba algo lejos de donde solíamos frecuentar. Pero como Leandro manejaba, fuimos los 5 en auto. Esa noche parecía que las cosas empezaban a mejorar. Al principio me encontré con Tatiana, que sin ningún disimulo me comió la boca de un beso y después de apretar un rato se fue. Pero cuando fuimos a la barra por cuarta o quinta vez con Facundo, nos atendió la rubia que estuvimos mirando toda la noche.
   - Si. ¿Qué quieren chicos?- Nos preguntó.
   - Yo un fernet.- Le dije.
   - Y yo tu número.- Le dijo Facundo haciéndose el gracioso. La chica obviamente se rió, pero…
   - Jaja que gracioso.- Le dijo con una sonrisa burlona.- Ahora por eso se lo voy a dar a él.- Agregó señalándome a mí.
   Buscó un papel y anotó su número y para comprobar que era el de verdad dejó que le hiciera una llamada perdida. No lo podía creer, la rubia hermosa con un lomo increíble de la barra, me había dado su número. Le mandé un mensaje al otro día y me empezó a hablar y me pasó su facebook para que la agregara. Pero en esos días poco me hablaba y se dedicaba a mandarme promociones. A pesar de eso, de vez en cuando dejaba que me la chamuye un rato y en más de una ocasión me colgaba mirándole las fotos que subía, casi siempre en malla, en una pile y bien bronceada. Lorena estaba muy buena. Flaca, alta, muy linda pancita, con tetitas chiquitas, pero una cola infernal, bien paradita. Rubia de ojos claros, linda sonrisa y siempre bien tostada.

   - ¿Qué vas a hacer para tu cumple vieja?- Me preguntó Leandro el sábado 26 de noviembre mientras comíamos un asado antes de salir.
   - Ni idea.- Seguro que voy al bar que fuimos para el cumple de Flavia.
   - ¿Ahí es donde estaba Lorena?- Preguntó Juan Pablo.
   - Sí.- Le digo sonriendo.- Igual ni bola me va a dar.
   Pero el 29 me saludó para mi cumple y cuando me preguntó que iba a hacer, le dije que iba a ir al bar donde ella trabajaba. Me dijo que le encantaba y que iba a tratar de regalarme algún trago, lo cual llevó nuevamente a que me la chamuye un rato, pero esta vez ella aceptaba mis chamuyos y me tiró uno o dos palazos sobre “capaz que te regalo otra cosa”.

   El sábado 3, después de un gran asado con los chicos del club, los de la facultad y los del club, fuimos en una caraba de 6 autos y 2 taxis hasta el boliche. Cuando entramos nos dispersamos un poco, pero yo fui derecho a la barra con Facundo. Lorena me saludó con un beso y un abrazo estirándose arriba de la barra. Nos preguntó que queríamos tomar y enseguida nos regaló dos vasos de fernet. Nos quedamos un rato hablando, pero cuando uno de los compañeros vino a pedirle ayuda con algo se tuvo que ir. Pensé que iba a volver al rato, pero se puso a atender gente y decidí irme.
   Cerca de las 4 de la mañana, cuando el boliche explotaba, me llegó un mensaje. “¿Qué haces después?” me preguntaba. “Nada. Tenés alguna propuesta?”. Pero no me respondía. Pasó casi media hora y nada, así que decidí acercarme a la barra. Atendió a dos o tres personas y mientras me preparaba otro trago le pregunté qué es lo que tenía pensado hacer.
   - No. Nada en particular.- Me dijo.- Por ahí querías hacer algo.
   Enseguida se me cruzaron miles de alternativas en la cabeza. Podíamos ir a mi casa, pero estaban mis viejos, o podíamos ir a la suya, por más que no tenía ni idea donde o con quién vivía. Podía pedirle las llaves del auto a Javier, como mi cumpleaños pasado, pero era demasiado raro, o podía pedirle a Facu que me preste el auto para irme a un telo.
   - Dale.- Le digo sin saber que decir.- ¿Hasta qué hora te tenes que quedar?- Le pregunté.
   - A ves.- Me dijo mirando a uno de sus compañeros que salía de una puerta que parecía una especie de cocina.- Ahora vengo.
   Se fue y se puso a hablar con ese chico. Este se reía y me miraba. Después fue y habló con la otra chica de la barra que también me miró fijo y después asintió con la cabeza. Por último fue con el otro chico que serio le dijo que si y después le guiñó un ojo. Volvía caminando a mí y me sonrió. “Vení” me dijo y me llevó hasta la punta de la barra. “Pasá” me dijo señalando el agujero que había al final de la barra al lado de la pared. Me hizo entrar a la barra y sin mirar a los costados, pasamos por la puertita. Entramos a una habitación llena de heladeras y cajones de cerveza. Había dos puertas, una abierta que tenía un bañito muy chiquito y la otra cerrada. Abrió la puerta, me hizo pasar, la cerró y prendió la luz.
   Era una habitación muy chiquita. Tenía algunos cajones y cajas de bebidas amontonadas, una heladera apagada llena de botellas de cerveza vacías y un sillón y una mesita casi en el medio. El sillón estaba lleno de ropa y de algunas carteras. Levantó todo y lo puso sobre la mesita. Se dio media vuelta y me sonrió. “Feliz cumpleaños” me dijo mientras me abrazaba por arriba de los hombros y me besaba. Yo la agarré ce la cintura y le devolví el beso.
   - ¿Cuántos años cumplís?- Me preguntó.
   - 20.- Le respondí.
   - Ay, sos un nene.- Me dijo riéndose y dándome otro beso.- Bueno voy a apagar la velita.- Agregó dándome otro beso y empezó a bajar.
   Se arrodilló adelante mío, me desabrochó el pantalón y me sacó la pija de adentro del bóxer. Empezó a chuparla con ganas. Lo hacía muy bien. Se metía y se sacaba casi toda mi verga de la boca, la escupía y la volvía a chupar, me pajeaba con una mano y con la otra me tocaba los huevos o la pierna. Toda una profesional. Se notaba que chupar pijas le gustaba y lo hacía con muchas ganas.
   Pero yo estaba muy caliente, así que me senté en el sillón y le hice señas de que se sentara. Primero me puso un forro algo rápido y una vez que estuve listo, me dio la espalda y se fue sentando despacito dejando su culito en primer plano. Tiro un poquito el cuerpo adelante, y despacito empezó a subir y a bajar la cola. Me mataba. El movimiento lento y sensual que hacía me volvía loco. Se apoyaba sobre sus propias rodillas y lo único que se tocaba era mi verga con su conchita. Me animé a un chirlo en el culo y le gustó. Dio vuelta la cara y me miró sonriendo. Me volvía loco. Empezó a subir y a bajar más rápido, mi pija salía y entraba de su concha cada vez con más intensidad. El ruido de afuera era la mejor música ambiente. Lorena iba aumentando la velocidad.
   - Ponete en cuatro.- Le dije levantándola sin poder aguantar más.
   Ella colocó sus rodillas sobre el sillón, puso sus brazos en el respaldar y levantó la cola. Yo me coloqué atrás, y la volví a ensartar con un pijaso bien profundo. Ella pegó un grito, pero apenas la tomé de la cinturas y me la empecé a garchar con ganas cerró la boca. Mi calentura iba más allá de todo. Su cola me volvía loco. Le pegué otro cachetazo. Cada vez me la cogía más fuerte. Sentía que iba a explotar.
Acabé muy fuerte, metiéndole la verga bien hasta el fondo y ella pegó un grito de satisfacción puro. Volvió a mirarme con cara de felicidad y me dijo: “Feliz cumpleaños”. Nos paramos y después de un beso nos cambiamos rápido.
   Salimos y afuera veo a Facundo y a Leandro que me miraban sonriendo. Volví con mis amigos a festejar. A pesar de que volvimos a ese boliche, las siguientes veces con Lorena durante el mes de Diciembre fueron tranquilas, en su casa o en algún telo, pero bien cargadas de calentura y pasión, pero todo iba a quedar en nada. Los primeros meses del 2012 me iban a traer una gran sorpresa.


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