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Para un amigo

Te espere en la Plaza San Martin, la que está en frente de Retiro. Me sentía tan impaciente como si tuviera 15 años y fuera mi fiesta. Pero era la tuya.
Honestamente, no se si recién llegabas desde donde sea que vivis (todavía ni me dijiste dónde) o simplemente era un buen lugar “neutral” donde podíamos encontrarnos. Pero si vamos al caso, tampoco me dijiste si estabas casasdo, comprometido o soltero y eso tampoco me importó.
Sentada en un banco cerca del monumento a los Caídos en Malvinas, con la hermosa vista que esa elevación ofrece de la antiguamente llamada Torre de los Ingleses, te esperaba temblando como una hoja de otoño. Todavía recuerdo que sentí tu perfume antes que tu voz: ese olor a hombre que no puedo describir, pero hasta en la tumba voy a identificar. (Puedo jurar que me moje de sólo olerlo)
Me saludaste como si no nos estuviéramos conociendo, y me agarraste de la mano como si fuera tu noviecita. Pero tus labios sobre los míos, calientes, carnosos, me desarmaron, y ya no pude pensar.
Me llevaste a donde quisiste (todavía no sé a qué telo fuimos), e incluso adentro no se ni como era. Sin soltarme de la mano me llevaste a una habitación que soy incapaz de describir y me sacaste la ropa. Nadie podría jamás decir que no fui tuya, ni por una segundo, durante esa tarde.
Tu sonrisa me hizo sentir más que confiada, y tus manos me exploraron ahí donde más me gustaba. Tus dientes jugaban con mis orejas mientras tus manos exploraban entre mis piernas. Cuando me agarraste suavemente del pelo y me diste vuelta, tuve la certeza de que era tuya, completa e irremediablemente tuya, desde el primero de tus relatos que leí.
Suavemente me empujaste sobre la cama haciéndome arrodillar, para tener mi cola a la altura de tu pija, para presentármela pero no darme el gusto. No, no me la ibas a dar tan fácil.
En vez de eso, te inclinaste sobre mí para susurrarme cosas al oído. No, no voy a reproducirlas: quiero mucho a mis amigos poringueros, pero lo que me dijiste no pienso compartirlo jamás con nadie. Sólo vos sabés qué fue necesario decir para que mi cola se abra como una flor. Porque para eso nos encontramos en la Plaza San Martin de Retiro: para que me hagas la cola.
Te leo hace años, y nunca, hasta que empecé a hacerlo, se me había ocurrido entregar el culo. Pensaba que no involucraba ningún placer para la mujer, sólo dolor, y que para el hombre significaba más una cuestión de morbo y dominación que de placer físico. Pero sin conocerte, tus palabras calaron en mi sexualidad, y el bichito de la curiosidad me terminó picando. Le pedí a mi novio que lo hiciera, y después de varios intentos poco fructíferos lo pedimos hacer.
Fue increíblemente placentero, y rápidamente se convirtió en mi forma preferida (la verdad es que prefiero mil veces el sexo anal que el vaginal) y lo practicamos a menudo. Pero ni aún así se puede comparar con lo que sentí cuando vos me hiciste la cola…

Dr., usted ni siquiera se acercó a mi clítoris. No me metió los dedon en la vagina. No utilizó más lubricante que su propia saliva. Y qué puedo yo reprocharle, si eso, sumado a su presencia, fue más que suficiente? Mi cola se abrió en seguida, como por arte de magia. Todos sus relatos se hicieron realidad entre mis gemidos y sus sonrisas (porque todos esos espejos no me permitieron perderme ninguna).
Mientras más dedos metía usted yo más completa me sentía: inevitablemente tuve que rogarle que me penetrara. Obvio, no me dio el gusto. Dijo que había despertado su morbo, y que íbamos a seguir jugando. Por suerte para mí, su concepto de jugar implicaba que le chupara la pija como si fuera la última existente, bien profunda, hasta la garganta; llenarla de saliva, esa espesa y bien caliente que sale de nosedónde cuando hago una buena “garganta profunda”, que me comiera sus testículos como si fueran el último helado de chocolate de la Tierra, y que me dejara morder las tetas como si fuera usted un bebé gigante y angurriento (me llenó de moretones los pechos, pero de eso no me dí cuenta hasta mucho después, por el contraste… mejor termino después.)
Para ese momento, qué le voy a decir? Tenía hasta los muslos mojados: un velero podría haberse deslizado entre mis piernas de lo empapada que estaba. Pero usted no quería cogerme por ahí. Usted había viajado no se todavía cuántos kilómetros por mi cola. Y la estaba por hacer.
No voy a olvidarme jamás Doctor, cuando usó sus dedos índice y mayor para juntar la humedad de mi concha y llevarla hasta mi culo para lubricarlo bien. O la calentura que sentí cuando se escupió usted mismo la pija, grande, gorda y dura, para que entre mejor. O cuando la presentó en mi culo hambriento, que se dilató de inmediato, al sentir la temperatura de su glande. O cómo metió usted sólo la cabeza, para que mi propio deseo, el hambre que tenía de su pija, tantos años guardado, hiciera que mi cuerpo se inclinara hacia usted, con un apetito voraz de verga, para que me empale toda con ese miembro magistral, cojedor de mil conchas harto satisfechas, que ahora mismo dignificaban mi orto con su regia presencia.
Los bombazos no tardaron en llegar: lentos al principio, como todo experto, me permitió disfrutar la dilatación de mi culo bien despacio, tranquilo, mientras encontrábamos nuestro propio ritmo. Pero, por suerte, le gusté lo suficiente como para que se descontrole en mi cola, y con cada embestida se volvía usted más salvaje.
Debo admitir que en algún momento me preocupó un posible desgarro; su pija entraba y salía de m
i orto abierto, gigante, durísima, sin ningún tipo de compasión. Pero, para qué describir mis gritos, el placer indecible que me embargó, la nulidad de mis pensamientos, cuando te volviste una bestia que me cogía y me rompía el orto, gritándome guarangadas y tirandome del pelo? A quién puedo explicarle las ganas que tenía de que me llenes el culo de leche, de verla chorreando por mis labios vaginales, llenarme todo el orto de tu preciado semen? Cómo puedo hacer que alguien entienda que cada una de tus embestidas significó para mí un orgasmo, que las lágrimas que me saltaron no eran de dolor ni por asomo, que no podía sostenerme ni con las rodillas de la cantidad de placer que estaba recibiendo del asta de tu pija magnífica partiéndome al medio como un queso…?
No voy a contar el resto; sepan disculparme amigos poringueros, pero es un recuerdo que soy demasiado egoísta para compartir, inclusive con ustedes...

20 comentarios - Para un amigo

elgranjj +1
Sublime como siempre! Su pluma intacta, preciosa!
5contar +1
Gracias divino!! Este salió gracias a vos :D
darioinx +1
Una maravilla de relato y sublime como gozaste reina......
josemanuel602003 +1
Quien fuera el afortunado de coger esa cola y concha!!!!!
Besos negros dilatadores para honrarla!!!
Lady_GodivaII +1
Muy buena forma de presentar la semiinconsciencia en que a veces nos pone la pasión, un gusto leerte
5contar +1
Muchísimas gracias!! :)
llaneroanonimo +1
increible relato, contame por privado mas!!!
viciosomdq +1
:clap: :clap: :clap: :clap: :clap: :clap: :clap: :clap: :clap: :clap: :clap: :clap:
un velero podría haberse deslizado entre mis piernas
Me encantó su relato amiguita.... Al margen de lo calenturienta de la historia en si, me gusta el manejo que hace de su pluma!
Mañana vuelvo con merecidídimos puntos...
haseo9 +1
me ha dejado pasmado madame. la verdad increible relato. siga escribiendo asi !
exiliado39 +1
tremenda nena tremenda sin palabrassssssss +2
mdqpablo +1
muy buen y exquisito relato , casi pudimos estar en esa habitación y verlos , gran aporte van pts
KaluraCD +1
Para un amigo


Hermosa historia y muy bien relatada.

Gracias por compartir y feliz 2016 :+1:
Yo comenté tu post, la mejor manera de agradecer es comentando alguno de los míos...
Poetaoscuro07 +1
Wow...
Muuuy buenoooo!!! Que detalles por favor!
Excelente!
Mia21J +1
Muy buen relato!!!! Me encanto, dejo puntos
lavan89 +1
muy buen relato , por un momento me imagine ahi , porque estoy cerca , asiq ya sabes si queres hacer realidad tu relato mandame mp, voy a tratar de cumplir al pie de la letra
mancoxxx +1
+10 terriblemente inspirador
blueboxi +1
Buen relato!! puntines
GABOTO +1
espectacular!!! +10
Pervberto +1
¡Cómo me había perdido este relato! Un volcán aporta la tinta para esa pluma (y ni hablar de la vivencia, una verdadera andanada de placer).
pablo31ro
El placer que me produce y el morbo transmitidos en el sexo anal son indescriptibles. Mil y una sensaciones y un orgasmo mas duradero definen lo que me produce hacer sexo anal a una chica y en la postura adecuada ufff. Me encantó el relato. Mil besos y 10