Soy profesor de Historia en un instituto terciario del interior de la Argentina. Tengo 49 años, estoy divorciado y si bien no soy lindo ni alto, me mantengo en forma.
Doy clases en tres materias de los últimos cursos, a más o menos 23 alumnos, de los cuales 15 son mujeres con edades entre 21 y 26 años. Por supuesto, con esas edades, a todas las veo atractivas. Empero, pese a esto y algunas insinuaciones, nunca avancé en alguna relación cercana.
A mediados de mayo, una de las alumnas, llamada Sonia, de 25 años, me invitó a su cumpleaños, en su casa. Ella es hija de Luis, un gran amigo y colega, viudo. A ella la conozco desde niña. Cortesmente rechacé la invitación. Por una parte, me pareció que mi presencia desentonaría entre chicas y chicos menores de 30 años. Por otro lado, consideraba peligroso estar en una fiesta con pibas, las cuales estarían sensuales.
Sonia insistió, y finalmente acepté cuando me aseguró que su padre y amigos estarían. “Lo único que quiero es que esté cuando yo sople las velitas; no le pido mucho, todo el tiempo va a estar con sus amigos”, remarcó.
Llegué alrededor de las 22 a la casa de campo de Luis. Toqué el timbre al lado del portón que impide ver hacia adentro. Supuse que me recibiría Luis, pero me quedé atónito cuando abrió la puerta una pendeja alta y hermosa, con los senos descubiertos, sólo cubierta con una tanga.
- ¡Al fin llegaste! – exclamó Melina, tras lo cual de inmediato me abrazó apoyándome su cuerpo, con un fogoso beso en la boca, mientras su mano derecha se apoyó en mi entrepierna.
Melina S., estudiante de tercer año, última reina de belleza del instituto. Delgada, de 21 años, piernas largas, culazo. Deseada por todos. ¡Y me estaba franeleando!
- ¡Zorra!, el profe viene a mi cumple – dijo, entre bromeando y regañando, Sonia.
Estaba vestida igual.
- ¿Y Luis? –pregunté
- Me dejó la casa. Somos cinco chicas y tres varones con vos. Vamos a coger…, y tu regalo va a ser tu pija… Seguime -sostuvo Sonia, tras lo cual giró su cuerpo.
Le obedecí. Al entrar al living me presentó a Susi, Yami, Patricia –todas pendejas lindas y en tanga- y a Julio y Martín.
- Sonia, perdoname pero no puedo quedarme acá – le dije.
- Te hago un trato: nadie se va a entrar de nada, y para tu tranquilidad, sacanos fotos desnudas con tu celular. Esa va a ser tu garantía, pues todas vamos a saber que si deimos algo, vos publicás las fotos… Dale, yo se que te gusto; desde hace mucho me di cuenta como me mirás…. Y quiero que me cogas… argumentó.
Verdad consecuencia
- ¿Verdad o consecuencia? – me preguntó Sonia
- Verdad – respondí.
- ¿Es cierto que se acostó con Lucía, la profesora de Química I?
- Si, es cierto.
- ¿Es cierto que ella renunció después de contarle a las profes de Matemáticas I y Filosofía II lo bien que la había pasado con usted?
- Si…
- ¿Es cierto que la profe Lucía contó que usted es excelente chupando concha y que tiene una pija con la cabeza gorda y más grandota que el tronco?
- No sé, no sé eso… -contesté.
- ¡Prenda!, ¡prenda!; está mintiendo… gritaron las chicas.
- ¿Cuál es la prenda? – pregunté.
- Tiene que mostrar la chota… explicó Melina.
La saqué, a propósito, pues ya me dolía apretada. Saltó mi verga que no es grande, pero con casi 18 centímetros de largo y casi cinco en el glande merece respeto.
Susi, al verla dura, se abalanzó con su boca abierta y la tragó. Entre risitas histéricas de todas, Patricia la imitó. Y Melina se colocó al lado del apoya brazo derecho del sillón, con su entrepierna a la altura de mi cara.
- ¿Era peluda o sin pelitos?
- Depilada
- Pero la mia es más rica; probala…
Era riquísima. Labios externos suaves, gordos, abiertos como mariposa; y un clítoris duro, palpitante, del tamaño de mi pulgar. Y empapada, y fragante.
Sabía que hacer. Durante diez minutos alterné mi lengua, labios, barbilla, dedos, nariz, en muslos, vientre, bordes de la conchita, hasta sentir que Melina empezaba a retorcerse. Con mis manos le abrí los cachetes del culo, hundí mi lengua en la vagina y apreté con los labios, absorbiendo, el capuchón de placer. Apenas segundos, luego solté y respiré encima.
Melina estalló.
En segundos pronunció innumerables groserías, gritó, lloró, me rasguñó, dijo amarme, se babeó, mientras del interior de su vagina me ahogaba con fluídos cremosos y olorosos. Creo que en esos momentos tuvo cuatro orgasmos seguidos.
Para respirar, retiré mi boca y cara. Melina se molestó, me empujó contra el respaldo del sillón, apartó bruscamente a las otras chicas y con admirable destreza clavó su concha mojada en mi pija parada. Entró hasta los huevos. Y comenzó a subir y bajar. Y seguía teniendo orgasmos.
- ¡Largá tu leche adentro!-
- ¡No…!; a mi me falta todavía… ¡gozá mi pedazo y callate, puta…!
- Bueno, me encanta tu vergota, pero quiero más… ¡Vení vos Julio!, ¡dame por el culo! Y Martín, llename la boca… ¡pero ustedes llenenmé de leche!
Ellos, que habían dejado de besar a las chicas para mirar como gozaba la puta Melina, avanzaron con sus pijas paradas hasta donde estábamos. Martín se colocó al costado derecho del sillón, con su miembro mojado a pocos centímetros de mi rostro y lo dirigió a la boca de Melina. La linda, descontrolada, se la tragó y empezó a chupar. Debido a que yo chupaba los pezones duros no vi a Julio. Sólo escuché el gemido de Melina y sentí el empuje del colega.
Detuve mi metesaca para coordinar las metidas. En pocos segundos coincidimos, pero casi de inmediato, Julio comenzó a eyacular, tanto que parte de su semen cayó sobre mis genitales. Por su parte, Martín largó chorros de leche en la boca de Melina y algunas gotas fueron a parar a mi pecho.
En tanto, las restantes chicas gozaban entre ellas: Sonia estaba recostada sobre el sillón de tres cuerpos, chupando la concha de Susi colocada sobre ella, mientras Yami ésta se besaba y franeleaba con Yami, Patricia se masturbaba con un consolador, tirada sobre la alfombra.
Cuado Melina y los muchachos se retiraron, Patricia se levantó y exclamó:
- ¡Ahora a mí, chupame la concha!, haceme gozar…
(continúa)
Doy clases en tres materias de los últimos cursos, a más o menos 23 alumnos, de los cuales 15 son mujeres con edades entre 21 y 26 años. Por supuesto, con esas edades, a todas las veo atractivas. Empero, pese a esto y algunas insinuaciones, nunca avancé en alguna relación cercana.
A mediados de mayo, una de las alumnas, llamada Sonia, de 25 años, me invitó a su cumpleaños, en su casa. Ella es hija de Luis, un gran amigo y colega, viudo. A ella la conozco desde niña. Cortesmente rechacé la invitación. Por una parte, me pareció que mi presencia desentonaría entre chicas y chicos menores de 30 años. Por otro lado, consideraba peligroso estar en una fiesta con pibas, las cuales estarían sensuales.
Sonia insistió, y finalmente acepté cuando me aseguró que su padre y amigos estarían. “Lo único que quiero es que esté cuando yo sople las velitas; no le pido mucho, todo el tiempo va a estar con sus amigos”, remarcó.
Llegué alrededor de las 22 a la casa de campo de Luis. Toqué el timbre al lado del portón que impide ver hacia adentro. Supuse que me recibiría Luis, pero me quedé atónito cuando abrió la puerta una pendeja alta y hermosa, con los senos descubiertos, sólo cubierta con una tanga.
- ¡Al fin llegaste! – exclamó Melina, tras lo cual de inmediato me abrazó apoyándome su cuerpo, con un fogoso beso en la boca, mientras su mano derecha se apoyó en mi entrepierna.
Melina S., estudiante de tercer año, última reina de belleza del instituto. Delgada, de 21 años, piernas largas, culazo. Deseada por todos. ¡Y me estaba franeleando!
- ¡Zorra!, el profe viene a mi cumple – dijo, entre bromeando y regañando, Sonia.
Estaba vestida igual.
- ¿Y Luis? –pregunté
- Me dejó la casa. Somos cinco chicas y tres varones con vos. Vamos a coger…, y tu regalo va a ser tu pija… Seguime -sostuvo Sonia, tras lo cual giró su cuerpo.
Le obedecí. Al entrar al living me presentó a Susi, Yami, Patricia –todas pendejas lindas y en tanga- y a Julio y Martín.
- Sonia, perdoname pero no puedo quedarme acá – le dije.
- Te hago un trato: nadie se va a entrar de nada, y para tu tranquilidad, sacanos fotos desnudas con tu celular. Esa va a ser tu garantía, pues todas vamos a saber que si deimos algo, vos publicás las fotos… Dale, yo se que te gusto; desde hace mucho me di cuenta como me mirás…. Y quiero que me cogas… argumentó.
Verdad consecuencia
- ¿Verdad o consecuencia? – me preguntó Sonia
- Verdad – respondí.
- ¿Es cierto que se acostó con Lucía, la profesora de Química I?
- Si, es cierto.
- ¿Es cierto que ella renunció después de contarle a las profes de Matemáticas I y Filosofía II lo bien que la había pasado con usted?
- Si…
- ¿Es cierto que la profe Lucía contó que usted es excelente chupando concha y que tiene una pija con la cabeza gorda y más grandota que el tronco?
- No sé, no sé eso… -contesté.
- ¡Prenda!, ¡prenda!; está mintiendo… gritaron las chicas.
- ¿Cuál es la prenda? – pregunté.
- Tiene que mostrar la chota… explicó Melina.
La saqué, a propósito, pues ya me dolía apretada. Saltó mi verga que no es grande, pero con casi 18 centímetros de largo y casi cinco en el glande merece respeto.
Susi, al verla dura, se abalanzó con su boca abierta y la tragó. Entre risitas histéricas de todas, Patricia la imitó. Y Melina se colocó al lado del apoya brazo derecho del sillón, con su entrepierna a la altura de mi cara.
- ¿Era peluda o sin pelitos?
- Depilada
- Pero la mia es más rica; probala…
Era riquísima. Labios externos suaves, gordos, abiertos como mariposa; y un clítoris duro, palpitante, del tamaño de mi pulgar. Y empapada, y fragante.
Sabía que hacer. Durante diez minutos alterné mi lengua, labios, barbilla, dedos, nariz, en muslos, vientre, bordes de la conchita, hasta sentir que Melina empezaba a retorcerse. Con mis manos le abrí los cachetes del culo, hundí mi lengua en la vagina y apreté con los labios, absorbiendo, el capuchón de placer. Apenas segundos, luego solté y respiré encima.
Melina estalló.
En segundos pronunció innumerables groserías, gritó, lloró, me rasguñó, dijo amarme, se babeó, mientras del interior de su vagina me ahogaba con fluídos cremosos y olorosos. Creo que en esos momentos tuvo cuatro orgasmos seguidos.
Para respirar, retiré mi boca y cara. Melina se molestó, me empujó contra el respaldo del sillón, apartó bruscamente a las otras chicas y con admirable destreza clavó su concha mojada en mi pija parada. Entró hasta los huevos. Y comenzó a subir y bajar. Y seguía teniendo orgasmos.
- ¡Largá tu leche adentro!-
- ¡No…!; a mi me falta todavía… ¡gozá mi pedazo y callate, puta…!
- Bueno, me encanta tu vergota, pero quiero más… ¡Vení vos Julio!, ¡dame por el culo! Y Martín, llename la boca… ¡pero ustedes llenenmé de leche!
Ellos, que habían dejado de besar a las chicas para mirar como gozaba la puta Melina, avanzaron con sus pijas paradas hasta donde estábamos. Martín se colocó al costado derecho del sillón, con su miembro mojado a pocos centímetros de mi rostro y lo dirigió a la boca de Melina. La linda, descontrolada, se la tragó y empezó a chupar. Debido a que yo chupaba los pezones duros no vi a Julio. Sólo escuché el gemido de Melina y sentí el empuje del colega.
Detuve mi metesaca para coordinar las metidas. En pocos segundos coincidimos, pero casi de inmediato, Julio comenzó a eyacular, tanto que parte de su semen cayó sobre mis genitales. Por su parte, Martín largó chorros de leche en la boca de Melina y algunas gotas fueron a parar a mi pecho.
En tanto, las restantes chicas gozaban entre ellas: Sonia estaba recostada sobre el sillón de tres cuerpos, chupando la concha de Susi colocada sobre ella, mientras Yami ésta se besaba y franeleaba con Yami, Patricia se masturbaba con un consolador, tirada sobre la alfombra.
Cuado Melina y los muchachos se retiraron, Patricia se levantó y exclamó:
- ¡Ahora a mí, chupame la concha!, haceme gozar…
(continúa)
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