El año terminaba y yo continuaba con la misma rutina de trabajo en horario corrido con una hora libre para almorzar.
Junto a Gustavo, un compañero, visitábamos habitualmente tres bares cercanos a nuestra oficina, todos ellos por cuestiones de economía pero en particular frecuentábamos dos por regocijar nuestras miradas con las mozas que allí nos atendían.
Ya hacía un tiempo que prestaba mucha más atención a una de estas chicas. Ella era rubia, ni delgada, ni robusta, pero bastante exuberante, tanto de busto como de cola. Todos los hombres del bar la acosaban con piropos, e incluso algunos trataban de conseguir su número de teléfono de forma directa.
Yo simplemente la admiraba, y cuando notaba que nuestras miradas se cruzaban fijaba mi vista en sus ojos. Al perecer esto llamó su atención y durante unos días mantuve este juego hasta tener la suerte de ser atendido por ella.
- Buenos días. ¿Qué desean ordenar?
- Hola. Antes que nada me gustaría saber tu nombre.
- Me llamo Amanda -dijo totalmente sonrojada-.
- Gracias. Te pregunto porque siempre te veo y para llamarte prefiero hacerlo por tu nombre.
Se sonrojó aún más sin poder reaccionar. Como buen caballero la saqué rápidamente del apuro indicándole lo qué íbamos a consumir. Tomó nota y se retiró alegremente.
- ¿Viste lo mismo que yo -interrogó Gustavo-?
- Sí, se puso roja cuando le pregunté el nombre.
- La vas a tener que avanzar.
- Seguro que sí.
Llegó fin de año y sólo pude mantener algunas mínimas conversaciones con ella, considerando que estaba trabajando y que no siempre coincidíamos en la mesa. Sin embargo, ella se hacía notar siempre. Habitualmente vestía muy provocativa, con pantalones que marcaban sus mejores atributos y con camisas o remeras que conducían todas las miradas hacia sus apetecibles pechos. Usualmente me daba la espalda al atender a otras personas e incluso en una ocasión, al acomodar el servicio de una mesa contigua, se inclinó de forma exagerada haciendo que el tamaño de sus glúteos transparentaran la sexy calza que llevaba, dejando al alcance de mi mirada el nítido detalle de una diminuta tanga que endureció mi miembro de manera inmediata.
Mis vacaciones pasaron durante el mes de enero, y al regresar al bar en febrero Amanda había tomado las suyas. Ese tiempo generó una gran expectativa que sería determinativa la próxima vez que nos viéramos. Pero un factor determinante de lo que vendría fue la gran colaboración de Gustavo. Un día de la temporada de carnaval mi colega fue solo al bar puesto que yo había adelantado mi hora de almuerzo para hacer un trámite personal. Tuvo la suerte de ser atendido por Amanda.
- Buen día -saludó él-. ¡Tanto tiempo! ¿Cómo estás?
- Buen día. Todo bien. ¡Qué raro solo!
- Ah, pasa que Martín tenía que hacer trámites. Pobre hombre, si lo hubieras visto cómo estaba, pensaba que ya no trabajabas más aquí lo que hacía tiempo no te veía.
Luego, Gustavo me contó que se puso tan nerviosa que ni siquiera pudo tomar bien el pedido, y me instó a que haga algo pronto porque ella se mostraba sumamente interesada.
La siguiente oportunidad que tuve de ir al bar quedé en una mesa alejada de su sector, sin embargo pude saludarla con un efusivo beso y notarla bastante nerviosa, el motivo de esto pude entenderlo al retirarme del bar. Al verme partir Amanda se escabulló con prisa hacia la puerta, yo pensé que quería un beso de despedida, pero ella tenía una sorpresa para mí, y al acercarme a saludarla me tomó de la manó y me pasó muy discretamente una servilleta. Entendí en el acto y continué mi camino con una sonrisa indisimulable. Ya tenía su número de celular.
Esperé hasta la hora de salida de mi trabajo para enviarle un mensaje de WhatsApp.
Bien! Creía que no me ibas a escribir porque te había asustado al pasarte mi número o que pensaste mal de mí.
Sí, claro, también salí hace unos minutos y voy camino a mi casa.
Gracias.
Estaba muy nerviosa hoy porque no sabía si hacía bien en darte mi número.
Si?
Y por qué querías mi número?
Ay! Qué lindo! Vos también me gustás a mí.
No entiendo bien.
Sos casado?
Bueno, la verdad si entendí, ya soy una mujer adulta y puedo hacerme cargo de las decisiones que tomo.
Si, a veces se pueden interpretar mal algunos comentarios.
Me encantaría.
La charla continuó unos minutos más ultimando los detalles de nuestra primera cita y concluyó con muchos besos y corazones lanzados de ambos lados.
Llegué al café en el horario convenido y ella me esperaba ya sentada en una mesa muy discreta. Se levantó para recibirme y, supongo, para lucir su increíble figura, vestida en una solera estampada en blanco y negro, muy escotada, y lo suficientemente corta para llevar la atención o a sus prominentes pechos, o a sus firmes piernas. La miré de arriba a abajo, la tomé de las manos y acerqué mis labios a los suyos lentamente. Fue un breve pero dulce beso que ansiaba desde hacía meses. Otra vez había logrado ruborizarla.
Nos sentamos y comenzamos una charla típica de personas que quieren conocerse mejor, aunque en nuestras miradas el deseo era evidente y no era necesario hablar mucho más.
Inesperadamente para ella, la tomé de las manos y generé una pausa para crearle intriga.
- Tengo que decirte que muero por comerte a besos.
- Yo también -contestó tímidamente-.
- Pero ya sabés de mi estado. Es muy complicado para mí hacerlo en un lugar público.
- Te entiendo...
- Por favor no lo tomes mal, pero el único lugar en el que podríamos estar tranquilos es en un hotel. Por supuesto que me gustaría tenerte en una cama, pero lo que deseo ahora es que tengamos una oportunidad de estar solos y tranquilos, y que pase lo que vos quieras que pase.
- Mmmm. Entiendo. Pero va a ser difícil estar ahí y que no tengamos sexo. No sé si estoy lista para ir tan rápido...
- Me considero un caballero y no te exigiría nada por el simple hecho de estar ahí. Me gustaría más que si sucede algo sea porque ambos lo deseamos.
- Te creo, pero no tengo mucho tiempo ahora, es más ya me debería haber ido -dijo mirando la hora en su celular-.
- ¿Te parece mañana? A la salida de nuestros trabajos.
Me confirmó que sí con una sonrisa y una expresión mezcla de entusiasmo y duda en su rostro, aunque no hubo tiempo para más detalles. Nos pusimos de pie y la despedí con un beso más intenso que el primero. Se retiró riendo como una niña. Yo esperé unos minutos más hasta que me trajeran la cuenta, luego pagué y me fui victorioso del lugar.
Al siguiente día la contacté temprano por WhatsApp, sin mostrar desesperación por nuestra futura cita, sólo un saludo y un recuerdo de las ganas de besarla que tenía. Ella respondió en concordancia pero agregando que después del trabajo nos sacaríamos esas ganas.
Durante el resto de mi jornada laboral mantuve poco contacto excepto al mediodía, cuando aproveché para acordar el lugar del anhelado encuentro; un hotel a pocas cuadras de nuestros trabajos.
Llegada la hora de salida, le confirmé que estaba en camino. Ella ya me esperaba.
La reunión fue un poco tensa al momento de mi arribo, Amanda estaba algo nerviosa por lo que tuve que actuar rápido.
- Estás hermosa. Aunque se te nota algo indecisa.
- Gracias. Y sí, esto es un poco incómodo para mí.
- Te repito que no quiero que te sientas forzada o presionada por mí. Si preferís, podemos ir a un café nuevamente.
- No, está bien.
- ¿Segura?
- Si.
Entramos por fin y aboné una habitación de costo medio, ya que no disponía de tiempo para utilizar un jacuzzi o algún otro equipamiento especial.
Al entrar al cuarto la tomé de la cintura y la miré fijamente a los ojos, pude percibir cómo sus dudas se disipaban, entonces la besé con todas las ganas que tenía acumuladas desde el momento en que se cruzó por mi mente tenerla como en ese momento.
Los besos eran cada vez más intensos y ya incluían el cuello y la zona alta de su torso. Como ella me había anticipado, no pudo contenerse mucho más y desprendió lentamente mi camisa mientras su lengua jugaba desesperada con la mía. Hice lo mismo con su camisa y luego ella se deshizo de mis pantalones. Quité ágilmente su corpiño y me puse de pié para apreciarla mejor mientras me bajaba el boxer. Ella se cubrió tímidamente la cara, pero luego se acercó al borde de la cama y se trago bruscamente mi pija.
Era toda una experta en ese arte. Alternaba lamidas, chupadas y suaves mordidas a mi verga totalmente hinchada y a mis huevos cargados de leche. Subía con su lengua desde el perineo hasta el glande y luego lo devoraba hasta sentirlo en su garganta. Luego me masturbaba intensamente mientras chupaba con deseo mis bolas. Cuando estuve cerca de acabar, la volví a acostar y me dispuse a comer sus pechos.
- Me gustaría pedirte algo -susurró al tenerme encima-.
- Lo que quieras.
- No sé cómo decirte... Me avergüenza un poco...
- No voy a juzgarte de ninguna manera y me encantaría cumplir cualquier deseo que tengas.
- Mmmmmm. Pasa que me gustaría jugar a que me lo hacés forzándome.
No tuvo que aclarar nada más. La sujeté con fuerza y comencé a chupar y lamer su cuello, sus pechos y su vientre. Amanda ofreció resistencia de inmediato, pataleando y gimiendo indecisos "no, no". La solté para desprender su pantalón y la lucha se volvió más intensa, entonces la elevé de la cintura y se lo arranqué con brusquedad. Ella ahora se cubría los pechos con un brazo y con el otro trataba de impedir que la despoje de su vedetina. Sus intentos fueron en vano, la giré con torpeza en la cama de modo que sus brazos quedaron aprisionados bajo su cuerpo y le saqué su bombacha con relativa facilidad.
Su culo era un verdadero manjar, enorme, redondo, sin imperfecciones. Me arrojé de lleno sobre esa colita tan excitante y la lamí de punta a punta deteniéndome algunos segundos en su precioso ano. Trataba de fingir sus gemidos con berrinches pero la pelea era cada vez más apagada.
Satisfecho de saborear su culito, la volví a voltear para hacer lo propio con su empapada concha, y ella volvió a simular una lucha tratando de apartar mi cabeza del lugar. Tal vez por la calentura del juego su abundante flujo parecía más exquisito que cualquier otro que haya probado. La batalla terminó cuando no pudo contener un estruendoso orgasmo que casi provoca el mío de solo escucharla gritar.
Rápidamente me coloqué el preservativo de cortesía del hotel y ella atinó a cubrir sus partes púdicas como una última señal de pelea. Me acomodé entre sus piernas y separé sus brazos juntándolos sobre su cabeza, y al sentir mi pija apenas dentro de su húmeda vagina la empalé violentamente. Fueron unos pocos minutos de un intenso bombeo que ella intentaba contener con un inútil y placentero "no, por favor". Me hizo acabar de una forma tan intensa que sentía a mis huevos lanzar hasta la última gota de leche.
Me recosté sobre ella todo sudoroso pensando que la próxima vez haría lo mismo pero con su culo.
Junto a Gustavo, un compañero, visitábamos habitualmente tres bares cercanos a nuestra oficina, todos ellos por cuestiones de economía pero en particular frecuentábamos dos por regocijar nuestras miradas con las mozas que allí nos atendían.
Ya hacía un tiempo que prestaba mucha más atención a una de estas chicas. Ella era rubia, ni delgada, ni robusta, pero bastante exuberante, tanto de busto como de cola. Todos los hombres del bar la acosaban con piropos, e incluso algunos trataban de conseguir su número de teléfono de forma directa.
Yo simplemente la admiraba, y cuando notaba que nuestras miradas se cruzaban fijaba mi vista en sus ojos. Al perecer esto llamó su atención y durante unos días mantuve este juego hasta tener la suerte de ser atendido por ella.
- Buenos días. ¿Qué desean ordenar?
- Hola. Antes que nada me gustaría saber tu nombre.
- Me llamo Amanda -dijo totalmente sonrojada-.
- Gracias. Te pregunto porque siempre te veo y para llamarte prefiero hacerlo por tu nombre.
Se sonrojó aún más sin poder reaccionar. Como buen caballero la saqué rápidamente del apuro indicándole lo qué íbamos a consumir. Tomó nota y se retiró alegremente.
- ¿Viste lo mismo que yo -interrogó Gustavo-?
- Sí, se puso roja cuando le pregunté el nombre.
- La vas a tener que avanzar.
- Seguro que sí.
Llegó fin de año y sólo pude mantener algunas mínimas conversaciones con ella, considerando que estaba trabajando y que no siempre coincidíamos en la mesa. Sin embargo, ella se hacía notar siempre. Habitualmente vestía muy provocativa, con pantalones que marcaban sus mejores atributos y con camisas o remeras que conducían todas las miradas hacia sus apetecibles pechos. Usualmente me daba la espalda al atender a otras personas e incluso en una ocasión, al acomodar el servicio de una mesa contigua, se inclinó de forma exagerada haciendo que el tamaño de sus glúteos transparentaran la sexy calza que llevaba, dejando al alcance de mi mirada el nítido detalle de una diminuta tanga que endureció mi miembro de manera inmediata.
Mis vacaciones pasaron durante el mes de enero, y al regresar al bar en febrero Amanda había tomado las suyas. Ese tiempo generó una gran expectativa que sería determinativa la próxima vez que nos viéramos. Pero un factor determinante de lo que vendría fue la gran colaboración de Gustavo. Un día de la temporada de carnaval mi colega fue solo al bar puesto que yo había adelantado mi hora de almuerzo para hacer un trámite personal. Tuvo la suerte de ser atendido por Amanda.
- Buen día -saludó él-. ¡Tanto tiempo! ¿Cómo estás?
- Buen día. Todo bien. ¡Qué raro solo!
- Ah, pasa que Martín tenía que hacer trámites. Pobre hombre, si lo hubieras visto cómo estaba, pensaba que ya no trabajabas más aquí lo que hacía tiempo no te veía.
Luego, Gustavo me contó que se puso tan nerviosa que ni siquiera pudo tomar bien el pedido, y me instó a que haga algo pronto porque ella se mostraba sumamente interesada.
La siguiente oportunidad que tuve de ir al bar quedé en una mesa alejada de su sector, sin embargo pude saludarla con un efusivo beso y notarla bastante nerviosa, el motivo de esto pude entenderlo al retirarme del bar. Al verme partir Amanda se escabulló con prisa hacia la puerta, yo pensé que quería un beso de despedida, pero ella tenía una sorpresa para mí, y al acercarme a saludarla me tomó de la manó y me pasó muy discretamente una servilleta. Entendí en el acto y continué mi camino con una sonrisa indisimulable. Ya tenía su número de celular.
Esperé hasta la hora de salida de mi trabajo para enviarle un mensaje de WhatsApp.
Hola Amanda! Soy Martín. Cómo estás?
Bien! Creía que no me ibas a escribir porque te había asustado al pasarte mi número o que pensaste mal de mí.
No, por supuesto que no. Tenía mucho trabajo y no quería estar enviando un mensaje cada media hora.
Ahora estoy más cómodo fuera de mi trabajo. Podés chatear?
Ahora estoy más cómodo fuera de mi trabajo. Podés chatear?
Sí, claro, también salí hace unos minutos y voy camino a mi casa.
Espero hacerte buena compañía hasta tu destino.
Gracias.
Estaba muy nerviosa hoy porque no sabía si hacía bien en darte mi número.
Me gustó eso. Me quedó en claro que sos una mujer decidida.
Si?
Si de verdad. Y me ganaste de mano. Yo quería pedirte tu número pero no había tenido oportunidad.
Y por qué querías mi número?
Bueno...
Me pasa que no me gusta ahogarme con palabras que guardo
y además, en este caso, la tentación que tengo es muy grande,
por eso tengo que decirte, y espero no te moleste,
que hace tiempo te tengo muchísimas ganas.
Me pasa que no me gusta ahogarme con palabras que guardo
y además, en este caso, la tentación que tengo es muy grande,
por eso tengo que decirte, y espero no te moleste,
que hace tiempo te tengo muchísimas ganas.
Ay! Qué lindo! Vos también me gustás a mí.
Pero también quiero ser totalmente sincero
y debes saber que no debería estar intentando esto con vos,
pero lo que me pasa es más fuerte,
y debes saber que no debería estar intentando esto con vos,
pero lo que me pasa es más fuerte,
No entiendo bien.
Sos casado?
entonces me gustaría saber si tengo alguna posibilidad con vos
a pesar de mi situación.
a pesar de mi situación.
Bueno, la verdad si entendí, ya soy una mujer adulta y puedo hacerme cargo de las decisiones que tomo.
Qué bueno poder aclarar las cosas, aunque por chat es muy difícil expresarme bien.
No sé, me gustaría ver tu cara mientras te hablo.
No sé, me gustaría ver tu cara mientras te hablo.
Si, a veces se pueden interpretar mal algunos comentarios.
Te parece si te invito a tomar un café mañana antes de entrar a nuestros trabajos?
Me encantaría.
La charla continuó unos minutos más ultimando los detalles de nuestra primera cita y concluyó con muchos besos y corazones lanzados de ambos lados.
Llegué al café en el horario convenido y ella me esperaba ya sentada en una mesa muy discreta. Se levantó para recibirme y, supongo, para lucir su increíble figura, vestida en una solera estampada en blanco y negro, muy escotada, y lo suficientemente corta para llevar la atención o a sus prominentes pechos, o a sus firmes piernas. La miré de arriba a abajo, la tomé de las manos y acerqué mis labios a los suyos lentamente. Fue un breve pero dulce beso que ansiaba desde hacía meses. Otra vez había logrado ruborizarla.
Nos sentamos y comenzamos una charla típica de personas que quieren conocerse mejor, aunque en nuestras miradas el deseo era evidente y no era necesario hablar mucho más.
Inesperadamente para ella, la tomé de las manos y generé una pausa para crearle intriga.
- Tengo que decirte que muero por comerte a besos.
- Yo también -contestó tímidamente-.
- Pero ya sabés de mi estado. Es muy complicado para mí hacerlo en un lugar público.
- Te entiendo...
- Por favor no lo tomes mal, pero el único lugar en el que podríamos estar tranquilos es en un hotel. Por supuesto que me gustaría tenerte en una cama, pero lo que deseo ahora es que tengamos una oportunidad de estar solos y tranquilos, y que pase lo que vos quieras que pase.
- Mmmm. Entiendo. Pero va a ser difícil estar ahí y que no tengamos sexo. No sé si estoy lista para ir tan rápido...
- Me considero un caballero y no te exigiría nada por el simple hecho de estar ahí. Me gustaría más que si sucede algo sea porque ambos lo deseamos.
- Te creo, pero no tengo mucho tiempo ahora, es más ya me debería haber ido -dijo mirando la hora en su celular-.
- ¿Te parece mañana? A la salida de nuestros trabajos.
Me confirmó que sí con una sonrisa y una expresión mezcla de entusiasmo y duda en su rostro, aunque no hubo tiempo para más detalles. Nos pusimos de pie y la despedí con un beso más intenso que el primero. Se retiró riendo como una niña. Yo esperé unos minutos más hasta que me trajeran la cuenta, luego pagué y me fui victorioso del lugar.
Al siguiente día la contacté temprano por WhatsApp, sin mostrar desesperación por nuestra futura cita, sólo un saludo y un recuerdo de las ganas de besarla que tenía. Ella respondió en concordancia pero agregando que después del trabajo nos sacaríamos esas ganas.
Durante el resto de mi jornada laboral mantuve poco contacto excepto al mediodía, cuando aproveché para acordar el lugar del anhelado encuentro; un hotel a pocas cuadras de nuestros trabajos.
Llegada la hora de salida, le confirmé que estaba en camino. Ella ya me esperaba.
La reunión fue un poco tensa al momento de mi arribo, Amanda estaba algo nerviosa por lo que tuve que actuar rápido.
- Estás hermosa. Aunque se te nota algo indecisa.
- Gracias. Y sí, esto es un poco incómodo para mí.
- Te repito que no quiero que te sientas forzada o presionada por mí. Si preferís, podemos ir a un café nuevamente.
- No, está bien.
- ¿Segura?
- Si.
Entramos por fin y aboné una habitación de costo medio, ya que no disponía de tiempo para utilizar un jacuzzi o algún otro equipamiento especial.
Al entrar al cuarto la tomé de la cintura y la miré fijamente a los ojos, pude percibir cómo sus dudas se disipaban, entonces la besé con todas las ganas que tenía acumuladas desde el momento en que se cruzó por mi mente tenerla como en ese momento.
Los besos eran cada vez más intensos y ya incluían el cuello y la zona alta de su torso. Como ella me había anticipado, no pudo contenerse mucho más y desprendió lentamente mi camisa mientras su lengua jugaba desesperada con la mía. Hice lo mismo con su camisa y luego ella se deshizo de mis pantalones. Quité ágilmente su corpiño y me puse de pié para apreciarla mejor mientras me bajaba el boxer. Ella se cubrió tímidamente la cara, pero luego se acercó al borde de la cama y se trago bruscamente mi pija.
Era toda una experta en ese arte. Alternaba lamidas, chupadas y suaves mordidas a mi verga totalmente hinchada y a mis huevos cargados de leche. Subía con su lengua desde el perineo hasta el glande y luego lo devoraba hasta sentirlo en su garganta. Luego me masturbaba intensamente mientras chupaba con deseo mis bolas. Cuando estuve cerca de acabar, la volví a acostar y me dispuse a comer sus pechos.
- Me gustaría pedirte algo -susurró al tenerme encima-.
- Lo que quieras.
- No sé cómo decirte... Me avergüenza un poco...
- No voy a juzgarte de ninguna manera y me encantaría cumplir cualquier deseo que tengas.
- Mmmmmm. Pasa que me gustaría jugar a que me lo hacés forzándome.
No tuvo que aclarar nada más. La sujeté con fuerza y comencé a chupar y lamer su cuello, sus pechos y su vientre. Amanda ofreció resistencia de inmediato, pataleando y gimiendo indecisos "no, no". La solté para desprender su pantalón y la lucha se volvió más intensa, entonces la elevé de la cintura y se lo arranqué con brusquedad. Ella ahora se cubría los pechos con un brazo y con el otro trataba de impedir que la despoje de su vedetina. Sus intentos fueron en vano, la giré con torpeza en la cama de modo que sus brazos quedaron aprisionados bajo su cuerpo y le saqué su bombacha con relativa facilidad.
Su culo era un verdadero manjar, enorme, redondo, sin imperfecciones. Me arrojé de lleno sobre esa colita tan excitante y la lamí de punta a punta deteniéndome algunos segundos en su precioso ano. Trataba de fingir sus gemidos con berrinches pero la pelea era cada vez más apagada.
Satisfecho de saborear su culito, la volví a voltear para hacer lo propio con su empapada concha, y ella volvió a simular una lucha tratando de apartar mi cabeza del lugar. Tal vez por la calentura del juego su abundante flujo parecía más exquisito que cualquier otro que haya probado. La batalla terminó cuando no pudo contener un estruendoso orgasmo que casi provoca el mío de solo escucharla gritar.
Rápidamente me coloqué el preservativo de cortesía del hotel y ella atinó a cubrir sus partes púdicas como una última señal de pelea. Me acomodé entre sus piernas y separé sus brazos juntándolos sobre su cabeza, y al sentir mi pija apenas dentro de su húmeda vagina la empalé violentamente. Fueron unos pocos minutos de un intenso bombeo que ella intentaba contener con un inútil y placentero "no, por favor". Me hizo acabar de una forma tan intensa que sentía a mis huevos lanzar hasta la última gota de leche.
Me recosté sobre ella todo sudoroso pensando que la próxima vez haría lo mismo pero con su culo.
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