Aclaracion: Todos los personajes involucrados en actos sexuales son mayores de edad. Con respecto a los demas, se reserva la informacion.
Puede contener lenguaje ofensivo y situaciones maduras (ademas de las sexuales)
Capitulo anterior: http://www.poringa.net/posts/relatos/2815396/La-semilla-inutil---Capitulo-15-La-venganza-que-no-pedi.html
Las dos semanas de exámenes finales se vieron marcadas por dos acontecimientos inesperados que pasaré a relatar.
Vamos por el primero:
Por aquel entonces Enrique había recibido su primer automóvil (no sé si mencioné que, de todos mis amigos, Enrique era el que se encontraba en mejor posición socioeconómica) y me pidió coordinar una salida con los chicos el fin de semana.
Ocurrió que a la salida le agregué el adjetivo «putera», cosa que hizo entusiasmar a todos. Pero el dueño del auto mandó a la mierda todo, diciendo que llevaría a su flaca: éso bastó para hacer descender a todos, aunque me pidió de favor que lo acompañe, puesto que se iban a Matucana, en la sierra de Lima.
Salir de tres siempre me pareció nauseabundo, así que le solicité permiso para llevar a una amiga.
— Macondo?
— No, Cari. Matucana
Habíamos partido super temprano en dirección a nuestro destino (territorio prácticamente virgen: muy lejos de los pueblos y las haciendas: un bosque, en resumidas cuentas). Hacía mucho sol y los cuatro paseabamos por un sendero en medio del bosque.
Ahorremos texto: convencí a Enrique de dejarme sólo con Caricia. Mientras la pareja se alejaba hacia un cerro, la negra y yo nos dirigimos hacia la orilla de un arroyo medio escondido entre unos matorrales.
Sin avisar, empecé a besarla. Caricia me abrazó mientras yo acariciaba sus tetas: el calor hizo lo demás. Nos desvestimos mutuamente, aunque ella insistió en quedarse con el calzón puesto, al menos. Me había agotado un poco de la lengua al comerle las tetas de chocolate, cuando le bajé el calzón.
Hice que se acostara sobre unos hierbajos y empecé a chuparle su chuchita.
-Ay, no..n, que me está haciendo usted. Mmmmm
Estaba extasiado y pronto me sitúe en paralelo a ella, besándonos. Apoyé mi verga entre sus oscuros labios y rocé con mi glande su clítoris.
- Ah, usted sí que sabe usar eso que Dios le dio.
A mi linda negra le gustaba que estimulara su vulva con mi pinga, siempre por afuera. Sentía como sus líquidos frescos mojaban su tierna vulva, pero nunca entraba. Para que ambos llegáramos al orgasmo, tenía que masturbarme delante de su sexo y bañarlo con mi semen por fuera.
Esta vez no, pensé. De ser necesario tendría que fingir que se me resbaló. No me comía el cuento de su virginidad.
Introduje la cabeza de mi pene en su concha, sentí como se alojaba el glande entre los labios. Caricia se movió un poco nerviosa, pero aproveché su lubricación para enterrar mi falo.
- Aaaaayyyy... - gimió mi negrita, mientras entraba y salía de ella.
Me encantaba la sensación. Sentía la calidez de su sexo alrededor de mi tronco, sus líquidos..., calientes?
Los que saben conocen que la vagina es caliente, más sus líquidos son frescos. Que pasaba aquí?
Me salí un poco de ella. Es que acaso se la había metido tan fuerte?
«Y no actuaba» pensé.
Mi falo parecía pintado por líneas de un plumón rojo en su mayoría, en el vello tenía unas gotas minúsculas del mismo color.
«San Gregorio» y no, no estaba rezando.
- Me duele -se quejó, para luego añadir-, un poco.
A pesar de ello, mi chica de chocolate seguía dispuesta (o actuaba muy bien). La experiencia debia de doler, me imaginaba.
Hice descender mi mano izquierda a su entrepierna, buscando su clitoris. Al hallarlo, inicie un masaje suave, buscando una mayor lubricacion. Chupe sus pezones como un recien nacido.
Continúe mis movimientos de penetración en su inaugurado sexo. Nos besamos, nos abrazamos y la inicié en un nuevo mundo, vedado hasta hacía unos instantes para ella.
Mientras tirábamos pensaba que era la segunda virgen que conocía (la primera había sido mi prima Carla) y supe que sería la última. Tenía la certeza de que, en lo realmente importante, tenía siempre dos experiencias: había tenido dos intentos de novia antes de tirar con mi prima, había intentado dos carreras antes de dedicarme a la música, había conocido dos vírgenes.
Sentí mi inminente venida y la derramé en la matriz de Caricia, mientras ella se aferraba a mí como un náufrago al tablón. Gritó, chilló, gimió y se quedó pegada a mí, hasta que se me fue ablandando de nuevo. Eso me hizo acordar a Olinda y sentí que debía tirarmela una vez más. Y eso hice.
Su concha apretaba deliciosamente, se mojaba regular y me dejaba chupar sus pezones. Empezaba a creer que de verdad podía ser feliz con esta mujer colombiana, y acaricié la idea de pedirle que fuera mi novia mientras volvía a eyacular en su interior.
Caricia me pidió que le alcanzara su cámara de fotos, a lo que me apresuré a obedecer. Grande fue mi sorpresa cuando se tomó una instantánea entre sus piernas.
-Ésta foto es sólo para usted- me dijo-, mi primer y único hombre. No la comparta con nadie.
De vuelta a Lima, ambas chicas estaban medio dormidas. Enrique me hizo por señas a través del retrovisor la pregunta de si habíamos tirado Caricia y yo.
Hice el ademán de «hace tiempo».
Pasaron los días y yo nunca le dije para estar. Seguíamos en lo nuestro (cachando), parecía que Caricia quería recuperar todo lo que se había perdido. Al igual que a Merrian, a Lakshmi, a Olinda y a Patricia, le enseñe a controlar sus músculos pélvicos y vaginales para dar más placer..., o a hacer que el hombre se venga más rápido.
A la negrita le gustaba tomar fotos y grabar vídeos de nuestras sesiones. Siempre me dejaba copias de esos registros: el que aún conservo es de cuando, en una ocasión, filmamos cómo mi semen se escurría de su intimidad. Desde ese día me gustaba separar los labios de su vulva y ver su sonrosado y húmedo sexo. El contraste de éste y de su piel me calentaba mal.
Pero Caricia me dijo que extrañaba su país, y que volvería a él: segundo acontecimiento.
- Tal vez algún día vuelva a Perú -, me dijo, muy seria.
Por supuesto, tuvimos una noche para despedirnos como debía ser.
Al día siguiente la acompañé al aeropuerto.Antes de ir al embarque, me besó en los labios.
- Te amo -me dijo.
Sólo atiné a sonreírle. Responderle con lo mismo hubiera sido mentir.
Y se marchó.
Continuará...
Atraso? Donde?
Se le va la morochita a Julian, se le va...
Aquel que jamas ha besado a una morena, no sabe que gusto tiene la canela.
El proximo capitulo llevara por titulo "Hasta cuando". Nos leemos el domingo :v
Puede contener lenguaje ofensivo y situaciones maduras (ademas de las sexuales)
Capitulo anterior: http://www.poringa.net/posts/relatos/2815396/La-semilla-inutil---Capitulo-15-La-venganza-que-no-pedi.html
Las dos semanas de exámenes finales se vieron marcadas por dos acontecimientos inesperados que pasaré a relatar.
Vamos por el primero:
Por aquel entonces Enrique había recibido su primer automóvil (no sé si mencioné que, de todos mis amigos, Enrique era el que se encontraba en mejor posición socioeconómica) y me pidió coordinar una salida con los chicos el fin de semana.
Ocurrió que a la salida le agregué el adjetivo «putera», cosa que hizo entusiasmar a todos. Pero el dueño del auto mandó a la mierda todo, diciendo que llevaría a su flaca: éso bastó para hacer descender a todos, aunque me pidió de favor que lo acompañe, puesto que se iban a Matucana, en la sierra de Lima.
Salir de tres siempre me pareció nauseabundo, así que le solicité permiso para llevar a una amiga.
— Macondo?
— No, Cari. Matucana
Habíamos partido super temprano en dirección a nuestro destino (territorio prácticamente virgen: muy lejos de los pueblos y las haciendas: un bosque, en resumidas cuentas). Hacía mucho sol y los cuatro paseabamos por un sendero en medio del bosque.
Ahorremos texto: convencí a Enrique de dejarme sólo con Caricia. Mientras la pareja se alejaba hacia un cerro, la negra y yo nos dirigimos hacia la orilla de un arroyo medio escondido entre unos matorrales.
Sin avisar, empecé a besarla. Caricia me abrazó mientras yo acariciaba sus tetas: el calor hizo lo demás. Nos desvestimos mutuamente, aunque ella insistió en quedarse con el calzón puesto, al menos. Me había agotado un poco de la lengua al comerle las tetas de chocolate, cuando le bajé el calzón.
Hice que se acostara sobre unos hierbajos y empecé a chuparle su chuchita.
-Ay, no..n, que me está haciendo usted. Mmmmm
Estaba extasiado y pronto me sitúe en paralelo a ella, besándonos. Apoyé mi verga entre sus oscuros labios y rocé con mi glande su clítoris.
- Ah, usted sí que sabe usar eso que Dios le dio.
A mi linda negra le gustaba que estimulara su vulva con mi pinga, siempre por afuera. Sentía como sus líquidos frescos mojaban su tierna vulva, pero nunca entraba. Para que ambos llegáramos al orgasmo, tenía que masturbarme delante de su sexo y bañarlo con mi semen por fuera.
Esta vez no, pensé. De ser necesario tendría que fingir que se me resbaló. No me comía el cuento de su virginidad.
Introduje la cabeza de mi pene en su concha, sentí como se alojaba el glande entre los labios. Caricia se movió un poco nerviosa, pero aproveché su lubricación para enterrar mi falo.
- Aaaaayyyy... - gimió mi negrita, mientras entraba y salía de ella.
Me encantaba la sensación. Sentía la calidez de su sexo alrededor de mi tronco, sus líquidos..., calientes?
Los que saben conocen que la vagina es caliente, más sus líquidos son frescos. Que pasaba aquí?
Me salí un poco de ella. Es que acaso se la había metido tan fuerte?
«Y no actuaba» pensé.
Mi falo parecía pintado por líneas de un plumón rojo en su mayoría, en el vello tenía unas gotas minúsculas del mismo color.
«San Gregorio» y no, no estaba rezando.
- Me duele -se quejó, para luego añadir-, un poco.
A pesar de ello, mi chica de chocolate seguía dispuesta (o actuaba muy bien). La experiencia debia de doler, me imaginaba.
Hice descender mi mano izquierda a su entrepierna, buscando su clitoris. Al hallarlo, inicie un masaje suave, buscando una mayor lubricacion. Chupe sus pezones como un recien nacido.
Continúe mis movimientos de penetración en su inaugurado sexo. Nos besamos, nos abrazamos y la inicié en un nuevo mundo, vedado hasta hacía unos instantes para ella.
Mientras tirábamos pensaba que era la segunda virgen que conocía (la primera había sido mi prima Carla) y supe que sería la última. Tenía la certeza de que, en lo realmente importante, tenía siempre dos experiencias: había tenido dos intentos de novia antes de tirar con mi prima, había intentado dos carreras antes de dedicarme a la música, había conocido dos vírgenes.
Sentí mi inminente venida y la derramé en la matriz de Caricia, mientras ella se aferraba a mí como un náufrago al tablón. Gritó, chilló, gimió y se quedó pegada a mí, hasta que se me fue ablandando de nuevo. Eso me hizo acordar a Olinda y sentí que debía tirarmela una vez más. Y eso hice.
Su concha apretaba deliciosamente, se mojaba regular y me dejaba chupar sus pezones. Empezaba a creer que de verdad podía ser feliz con esta mujer colombiana, y acaricié la idea de pedirle que fuera mi novia mientras volvía a eyacular en su interior.
Caricia me pidió que le alcanzara su cámara de fotos, a lo que me apresuré a obedecer. Grande fue mi sorpresa cuando se tomó una instantánea entre sus piernas.
-Ésta foto es sólo para usted- me dijo-, mi primer y único hombre. No la comparta con nadie.
De vuelta a Lima, ambas chicas estaban medio dormidas. Enrique me hizo por señas a través del retrovisor la pregunta de si habíamos tirado Caricia y yo.
Hice el ademán de «hace tiempo».
Pasaron los días y yo nunca le dije para estar. Seguíamos en lo nuestro (cachando), parecía que Caricia quería recuperar todo lo que se había perdido. Al igual que a Merrian, a Lakshmi, a Olinda y a Patricia, le enseñe a controlar sus músculos pélvicos y vaginales para dar más placer..., o a hacer que el hombre se venga más rápido.
A la negrita le gustaba tomar fotos y grabar vídeos de nuestras sesiones. Siempre me dejaba copias de esos registros: el que aún conservo es de cuando, en una ocasión, filmamos cómo mi semen se escurría de su intimidad. Desde ese día me gustaba separar los labios de su vulva y ver su sonrosado y húmedo sexo. El contraste de éste y de su piel me calentaba mal.
Pero Caricia me dijo que extrañaba su país, y que volvería a él: segundo acontecimiento.
- Tal vez algún día vuelva a Perú -, me dijo, muy seria.
Por supuesto, tuvimos una noche para despedirnos como debía ser.
Al día siguiente la acompañé al aeropuerto.Antes de ir al embarque, me besó en los labios.
- Te amo -me dijo.
Sólo atiné a sonreírle. Responderle con lo mismo hubiera sido mentir.
Y se marchó.
Continuará...
Atraso? Donde?
Se le va la morochita a Julian, se le va...
Aquel que jamas ha besado a una morena, no sabe que gusto tiene la canela.
El proximo capitulo llevara por titulo "Hasta cuando". Nos leemos el domingo :v
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