You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

Premio en especies (2da. parte)

Sergio se sentía extraño. Por un lado lo que había pasado con Ana había sido totalmente inesperado. No es que no apreciara la diferente belleza y sensualidad de cada una de las amigas de su esposa, pero jamás se le hubiera ocurrido avanzarlas y poner en riesgo esas relaciones. Y de pronto, era Ana la que lo avanzó, y no solo eso, se lo comió de un bocado, dejándole claro que nunca mas pasaría.
Por otro lado, esa culpabilidad además de la nueva lujuria descubierta lo habían vuelto a encender como un adolescente y hacía una semana que estaba dándole masa a su mujer sin pausa.
Y sin embargo, su amistad con Pablo, el marido de Ana era tan importante como la que tenían las mujeres. El se sentía muy culpable y necesitaba aclarar con él esta situación. Por eso, el sábado, en lugar de irse a hacer deportes como siempre, decidió ir a la casa de Ana y Pablo a tratar de buscar la forma de contar lo que había pasado.
Se llegó hasta la casa, y no se animó a entrar. ¿ Cómo contarle a un amigo que te cogiste a su mujer?. Pero además ¿ Ana estaba en casa?.
Dio una vuelta alrededor, encontró abierta la puerta del parque e ingresó sin hacer ruido. Giró alrededor de la casa hasta la entrada de la cocina, y allí, encontró a Ana Y Luciana conversando animadamente. Se acercó como para saludarlas, pero lo que escuchó hizo que se escondiera en un cantero al lado de la ventana abierta.
- Entonces te vas y nos dejas solos. Cuando me vaya te llamo así regresas, dijo Luciana.
- Ok. Luciana. Cumpliré mi parte. Además yo ya disfrute de mi premio, así que cuando toca perder, toca perder. Ahora dime, ¿ Cómo vas a hacer para que mi marido te cepille?
- Ya veré. No es fácil que deje de verme como tu amiga, pero me las compondré. Estoy dispuesta a disfrutar el premio que gané a las cartas, no tengas dudas, dijo sonriendo.
- Te deseo suerte. Entonces quédate en la cocina que yo saludo y me voy.
- Ok. Vamos a ver que sale de esto.
Ana se fue hacia el comedor, y Luciana se puso de pie, mostrando un pantaloncito ajustado al cuerpo y que apenas le tapaba las nalgas. Rápidamente se quitó la remera que traía y el corpiño, dejando a la vista un hermoso par de tetas, para luego volver a ponerse la remera sin nada abajo. El corpiño lo guardó en su cartera. Luego de unos minutos se dirigió hacia el comedor.
Sergio, en silencio se dirigió hacia la ventana del comedor. Allí sentado Pablo revisaba unos papeles calculadora en mano, sin hacer caso a la despampanante figura que ingresó. Y es que estaba acostumbrado a ver a la amiga de su esposa.
- Pablo, hoy es sábado. Deja de trabajar y atiende a las visitas, dijo Luciana sonriendo.
- Disculpa Luciana. Lamento que mi esposa haya tenido que salir de urgencia. Si esperas un rato, estoy contigo.
Luciana se sentó en una silla y estuvo un rato mirando a Pablo, pensando sin lugar a dudas como manejarlo. Por fin se levantó y se estiró. El gesto hizo que Pablo, por encima de sus lentes la mirara. Cuando ella se agachó para completar el ejercicio, seguramente a través del pronunciado escote de la remera, pudo observar en detalle el par de badajos que portaba la hembra. Si así fue, nada dijo.
- Tengo calor, Pablo. Si no te molesta me gustaría darme una ducha. Estuve corriendo y estoy muy agitada, dijo apantallándose con una mano.
- No hay problemas Luciana, Vé arriba, usa el baño principal y luego elige alguna prenda de mi esposa para ponerte, dijo sin dejar de trabajar.
Luciana pensó que no iba a ser tan fácil conseguir su atención, así que decidió esmerarse.
Se dirigió con su andar felino hacia la escalera que nacía allí en el comedor y comenzó a subirla lentamente. El espejo en la pared le indicó que tenía en ese momento toda la atención del macho, y entonces, lentamente se quitó la remera mientras subía y al girar, el perfil de sus tetas quedaron a la vista de Pablo, y de Sergio que estaba en la ventana. Ambos se empalmaron al mismo tiempo.
Ahora le costó varios minutos a Pablo para volver a concentrarse, y cuando estaba por hacerlo ella lo llamó desde arriba.
- ¡Pablo! ¿ Puedes subir?
- ¿ Qué pasa?
- No puedo regular la ducha, necesito tu ayuda.
Lentamente Pablo se levantó de su asiento. El bulto en su pantalón demostraba el esfuerzo que estaba haciendo para respetar a la amiga de su mujer. El problema era hasta cuando iba a poder.
Sergio, mientras tanto, pensó rápido. Miró a su alrededor y vio una escalera apoyada en una pared lateral. Rápidamente la acercó hasta la terraza del dormitorio principal, y trepó por ella como una exhalación, llegando arriba antes que Pablo. Entró a la terraza y se ubicó de costado, mirando por los ventanales el dormitorio y en un costado la puerta entreabierta del baño.
Pablo llegó al dormitorio y se acercó a la puerta del baño.
- ¿ Donde estás?
- En el baño.
- Bueno, pues cúbrete que tengo que entrar para regular las canillas.
- Espera un segundo, dijo Luciana desde adentro, ahora sí, entra.
Sergio no pudo ver mas nada. Luego de un par de minutos se escuchó un forcejeo.
- ¿ Qué haces? Dijo Luciana.
- Lo que estás queriendo que haga.
- No te equivoques.
- No creo.
La puerta del baño se abrió y salió Pablo, llevando en brazos a una mojada Luciana envuelta en una toalla. Llegó hasta la cama y la arrojó sobre ella.
Cuando Luciana cayó, la toalla se desenvolvió y quedó allí, expuesta toda su belleza ante su pareja momentánea y ante el voyeur escondido.
Pablo, sin dejar de deleitarse con la imagen, comenzó a desnudarse rápidamente. Cuando lo consiguió, mostraba ya una erección imponente. Se acercó a la cama, y tomando a Luciana de los tobillos, hizo que se acercara al borde de la cama, y una vez allí, le separó las piernas y hundió su cabeza entre ellas. Luciana cuando sintió la boca del macho atacando su sexo, se limitó a tomar su cabeza con ambas manos y sostenerlo para evitar que se retirara, como si existiera esa posibilidad.
Luego de un par de minutos tiró su cabeza hacia atrás y se dejó hacer, sin pronunciar palabras. No hacía falta decir mas nada.
Sergio, sorprendido, no terminaba de entender lo que pasaba. ¿ Es que siempre había existido ese intercambio entre los matrimonios?¿ Qué había hecho su mujer en todo este tiempo? ¿ O era algo reciente? Lo que era evidente era la complicidad de las mujeres y la absoluta ignorancia de los hombres sobre lo que estaba pasando en sus alcobas. Antes de ser descubierto, se retiro en silencio y volvió a la calle, tratando de organizar sus pensamientos. Era evidente que su encuentro con Ana y la complicidad de su mujer no habían sido casuales. Ahora tenía que analizar como manejar la información que aparentemente era el único hombre que tenía.
Al irse, se perdió el momento en que Pablo dejo su trabajo oral y subiendo a la cama, clavó a Luciana profundamente, para empezar un pistoneo donde se notaba las profundas ganas que le tenía a esa hembra desde siempre.
Fue una larga sesión de sexo, con diversas posiciones y donde Luciana alcanzó un par de orgasmos antes de sentir en su vientre toda la simiente caliente del macho, el que luego recibió la recompensa cuando fue el turno de Luciana de usar su boca y el segundo polvo recibirlo allí, para luego tragarlo sin poner ninguna pega.
Para cuando Ana regresó, ya todo estaba ordenado y limpio. Sin embargo, los cabellos de Luciana habían quedado en la almohada como pudo comprobar, antes de limpiar todo para que Pablo no sospechara nada.

3 comentarios - Premio en especies (2da. parte)

cocoderasta12
no pierden el tiempo las hembras que siga pulga
kramalo
muy bueno..sigo leyendo...