PRIMERA PARTE: Reconociendo a Ángela
Un rencuentro con los ex compañeros del colegio. Para muchos algo divertido, extraordinario, el anhelo de algunos de ver, a través del paso del tiempo en otros, el propio desarrollo como individuo; para otros un evento tedioso y molesto, tener que decidir entre rehusarse a ir o, en últimas, ir y buscar no amargarse en el lugar.
Ahí estaba yo, ultimando detalles frente al espejo mientras pensaba en reencontrarme con amigos con los que hace mucho no charlaba. Quería saber qué habían hecho de sus vidas y, por supuesto, contarles de la mía. También pensaba en ver a las chicas que habían crecido en un aula junto a mí, ver cómo se habían puesto, si el paso del tiempo les había sentado o si por el contrario había hecho estragos.
Salí de mi departamento faltando un cuarto de hora para que empezara la reunión, era evidente que iba a llegar tarde pero no me importaba; en estas reuniones la gente suele llegar tarde. Nos encontraríamos en la casa de Carina, una tremenda morocha con un enorme par de senos. De ella les contaré otro día.
Toqué el timbre de la lujosa casa, el novio de Carina fue quien me abrió y me hizo pasar. Seguí de largo hacia el jardín trasero que era el lugar en donde se estaba reuniendo la gente. No habían ido tantas personas como yo creí en un comienzo, o por lo menos no habían llegado. Sin embargo vi muchas caras conocidas, agradables y desagradables. Luego de saludar a la anfitriona, fui a darle un abrazo a César y David, dos viejos amigos, después fui saludando a todos los demás, estaba Majo, mi novia de los últimos años con la que había terminado hace muy poco; estaba Catalina, la buenona e insportable mejor amiga de Majo; también estaba Liliana, quizás el mejor culo que vi en mi vida; Helena también, adornando el sitio con sus espectaculares senos y a la vez espantando con su cara;
Miguel estaba con su esposa, al igual que Juliana que había ido con su marido. También estaba Pablo que parecía por fin haber regurgitado al bufón que llevaba en él, ahora parecía ser un hombre muy serio; estaba Daniela junto a su novio, en fin, había bastantes rostros conocidos.
Luego de disfrutar de un muy buen asado y de compartir charlando y bebiendo por un buen rato, algunos decidieron volver pronto a sus casas, los que nos quedamos decidimos bailar allí un rato.
Lo primero que hice fue invitar a Majo a bailar, pero ella me rechazó, la herida aún estaba abierta y su odio hacia mí, no había mermado desde ese día en que me rompió los vidrios del auto. Igual, no me iba a achicar por eso, había decidido ir y pasar un buen rato, y eso iba a hacer. Así que luego del rechazo de Majo, me di la vuelta y fui a bailar con Tatiana, otra ex compañera. Luego bailé con Helena y al rato mi senté a charlar y a tomar con César. Después de tomar unos cuantos tragos con mi viejo amigo, me levanté y fui a bailar nuevamente. Esta vez lo hice con Ángela.
Mientras bailábamos charlé bastante con ella, de todo un poco. Me contaba del trabajo que recién había conseguido, de la vida de su hermano, de su rompimiento con Miguel, con el que había salido hace unos años, en fin, de muchas cosas. Ángela había tenido un cambio drástico, no podía creer que, esa adolescente de cuerpo delgado y pequeño, de pelo rojizo y pecas en el rostro, hubiera tenido esa increíble metamorfosis. Mientras ella hablaba, yo detallaba su rostro, ese rostro del que habían desaparecido esas pecas que tanto me hacían recordar al protagonista de Daniel el travieso. Su cara, tapizada por una fina y suave piel blanca, era adornada por esos hermosos ojos. Esos ojos a los que he mirado tantas veces y aún no sé si son de color verde o color miel, o si se transforman, si cambian su tonalidad con la luz.
Sus labios son carnosos, de un intenso color rosa; los veía y deliraba, eran una tentación. No podía creer que estuviera viendo así a Ángela, mucho menos considerando lo que me había contado César. En alguna ocasión, hace muchos años, César había estado a punto de cogerse a Ángela, pero a último momento se arrepintió. Según él, Ángela besaba muy mal, pero lo peor fue que mientras César le acariciaba la concha, Ángela eructaba, obviamente mientras César la besaba. Eso le resultó repugnante a mi viejo amigo.
Y ahora yo estaba obsesionado con Ángela. Me parecía increíble, pero es que de verdad había cambiado. Su pelo ya no llevaba ese tono rojizo, ahora era rubia y lo llevaba largo, más o menos hasta la mitad de su espalda. Seguía siendo delgada, pero ahora un poco más desarrollada. Debo contarles, que Ángela siempre tuvo un culo sensacional, un hermoso par de nalgas.
Sus senos seguían siendo casi los mismos que tenía cuando estábamos en el colegio, un busto pequeño, muy firme, otro de sus atributos que siempre me generó fantasía.
Esa noche llevaba un ceñido vestido negro. Se le ajustaba muy bien en la cintura y en esas pequeñas caderas. Además sus hombros quedaban expuestos, lo que la hacía lucir más provocativa. Quizás no había cambiado, llegué a pensar en que el licor que había consumido me estuviera haciendo una mala pasada; de cualquier manera, era un hecho que Ángela lucía tremendamente provocativa, por lo menos para mí.
Bailamos por un largo rato, de hecho bailar era una de las grandes pasiones de Ángela, no se negaba a bailar ninguna canción. Justo cuando empezó a sonar reguetón pensé que Ángela se sentaría, que Ángela era de esas chicas que no gustan de este género musical. Pero no, fue al revés, para ella bailar reguetón era como tocar el cielo con las manos. A mí la verdad no me gusta, pero viendo que Ángela lo disfrutaba decidí bailar.
Ella no escatimaba en movimientos y rozamiento. De hecho, su forma de bailar era muy atrevida, bastante insinuante. Le encantaba restregar su trasero contra mí, sacudía sensualmente sus caderas. No pasó mucho tiempo para que la forma de bailar de Ángela me causara una erección. Yo quise disimular, buscar despegarme un poco de ella cada vez que me frotaba con sus nalgas a la altura de mi pene. Pero era imposible, si yo me alejaba, ella volvía a acercarse, de hecho me tomaba una mano y la posaba sobre su vientre.
Ángela me estaba calentando absurdamente. Y ella lo sabía. Ocasionalmente posaba una de sus manos sobre mis piernas, empezaba a subirla hasta sentir mi pene completamente duro. Era un hecho que Ángela también estaba caliente. Acercaba lentamente su cara a la mía, sus labios poco a poco rozaban mis mejillas, tratando de encontrar mis labios, y justo cuando parecía iban a unirse, Ángela se detenía. Dejaba su rostro estático, mientras su cuerpo se sacudía y chocaba con el mío.
Miguel me había contado que Ángela era una mujer bastante caliente, me había dicho que le encantaba el sexo, en cualquier lugar y de cualquier manera. Aun así no sabía cómo dejarle en claro mis intenciones. Quería coger con ella, pero allí donde estábamos parecía imposible. Claro que no se trataba tanto de pena con las demás personas que estaban en el lugar, más bien con Carina. Por lo menos yo me sentía avergonzado de utilizar su casa para esto, pero Ángela parecía no darle importancia eso.
En un momento, cuando la gran mayoría de invitados parecían distraídos; mientras bailaban, algunos bebían y otros dormían sobre las mesas, Ángela me tomó de la mano, me haló y me apuró a entrar en la casa. Rápidamente, buscando que nadie nos viera, corrimos y nos encerramos en uno de los cuartos del segundo piso.
Ángela cerró la puerta bruscamente, me tomo de la cabeza con ambas manos y empezó a besarme apasionadamente, frotaba su cuerpo contra el mío con mucho ahínco; yo le pasaba mis manos por su espalda y por su culo. Por primera vez tenía esas preciosas nalgas en mis manos, de verdad que era un culo hermoso. También le agarraba los senos, eran tal como los imaginaba; pequeños, pero muy paraditos y firmes.
Ángela estaba muy excitada tanto que no dio tiempo para juegos previos, caricias, mamadas o cualquier otro tipo de decoro. Sencillamente, subió un poco su vestido, corrió su tanga hacia un costado, tomó mi pene entre sus manos e intentó introducirlo en ella. Yo la detuve, le pedí que me diera un minuto para ponerme un condón. “No me gusta hacerlo con condón”, respondió en medio de excitación y con la respiración agitada.
Le dije que no, que no nos podíamos arriesgar de esa manera, por lo menos en esta ocasión debíamos cuidarnos. Ella aceptó a regañadientes.
Una vez me puse el condón no hubo tiempo para esperas, lo tomé en mi mano y lo dirigí adentro de la caliente concha de Ángela. Estando allí de pie, con Ángela colgada de mí y recostados contra una pared; penetré a Ángela. Era una chica muy delgada y por esto muy estrecha. Su vagina, para este momento, sin haber sido objeto de estimulación o juego alguno, estaba completamente mojada, era una caldera. Mi pene se deslizaba con facilidad en Ángela.
Coger con Ángela era un delirio total, Miguel tenía razón, Ángela era una mujer muy caliente. Si en algún momento yo me sentía agotado de moverme, ella respondía meneándose con mi pene en su interior. Gemía y gritaba como si estuviéramos cogiendo en su departamento y no en una casa ajena. Pero sabiendo que las demás personas estaban afuera y con música muy fuerte, sería difícil que nos encontraran.
Por ratos, Ángela guardaba unos cortos silencios mientras me miraba fijamente, le excitaba ver mi rostro delirando de placer por ella, le encantaba sentirse deseada, luego arrojaba bruscamente su cara hacia la mía para comerme la boca, la retiraba y la escuchaba nuevamente gemir y jadear. Siendo Ángela una chica tan pequeña y delgada, me resultaba fácil alzarla y manejar su cuerpo entre mis manos, sin dudarlo ni un poco, luego de unos diez minutos, empecé a darle como si de ello dependiera mi vida; era infernal el ritmo en que la estaba cogiendo. Y luego de un par de minutos de coger a todo dar no soporté más y terminé. Oí su respiración agitada y luego su risa una vez que terminaba. Parecía que le hacía gracia verme tener un orgasmo. Una vez que notó que yo había terminado, me rodeó con sus brazos y empezamos a besarnos apasionadamente, mientras nos dejábamos caer al suelo, aún estando dentro de ella.
Allí sentados, con ella encima de mis piernas continuamos besándonos por un par de minutos. Luego oímos que tocaban la puerta. Después una voz, una voz que preguntaba por Ángela. Ella supo que era Daniela, su mejor amiga la estaba buscando y ahora podía encontrarnos allí, aún agitados por el increíble rato de placer que habíamos acabado de vivir.
De todas formas Ángela no se asustó por esto. Sencillamente se puso de pie, se acomodó el vestido y se peinó un poco con las manos. Un suspiro largo y abrió la puerta. Cuando Daniela se disponía a preguntarle algo, Ángela la interrumpió, la tomó de un brazo y la haló hacia el interior del cuarto. Cerró la puerta y ahí estábamos los tres, frente a frente, Daniela viéndome semidesnudo, por lo menos viéndome a mí en el suelo aún sin pantalones.
Este relato es 99% real. Los nombres de los personajes y algunas situaciones fueron modificadas para proteger la identidad de las personas.
SEGUNDA PARTE: "Dani, dejate llevar"
Daniela se quedó con la boca abierta luego de encontrarnos casi desnudos, agitados y muy colorados en ese cuarto. Parecía que no se lo podía creer. Deo admitirles que me angustié un poco, en cambio Ángela lucía tranquila y hasta enusiasmada con la aparición de Daniela. Justo cuando me disponía a inventar algo para suavizar la reacción de Daniela; Ángela se acercó rápidamente a ella, la tomó por la cintura y empezó a besarla...
Un rencuentro con los ex compañeros del colegio. Para muchos algo divertido, extraordinario, el anhelo de algunos de ver, a través del paso del tiempo en otros, el propio desarrollo como individuo; para otros un evento tedioso y molesto, tener que decidir entre rehusarse a ir o, en últimas, ir y buscar no amargarse en el lugar.
Ahí estaba yo, ultimando detalles frente al espejo mientras pensaba en reencontrarme con amigos con los que hace mucho no charlaba. Quería saber qué habían hecho de sus vidas y, por supuesto, contarles de la mía. También pensaba en ver a las chicas que habían crecido en un aula junto a mí, ver cómo se habían puesto, si el paso del tiempo les había sentado o si por el contrario había hecho estragos.
Salí de mi departamento faltando un cuarto de hora para que empezara la reunión, era evidente que iba a llegar tarde pero no me importaba; en estas reuniones la gente suele llegar tarde. Nos encontraríamos en la casa de Carina, una tremenda morocha con un enorme par de senos. De ella les contaré otro día.
Toqué el timbre de la lujosa casa, el novio de Carina fue quien me abrió y me hizo pasar. Seguí de largo hacia el jardín trasero que era el lugar en donde se estaba reuniendo la gente. No habían ido tantas personas como yo creí en un comienzo, o por lo menos no habían llegado. Sin embargo vi muchas caras conocidas, agradables y desagradables. Luego de saludar a la anfitriona, fui a darle un abrazo a César y David, dos viejos amigos, después fui saludando a todos los demás, estaba Majo, mi novia de los últimos años con la que había terminado hace muy poco; estaba Catalina, la buenona e insportable mejor amiga de Majo; también estaba Liliana, quizás el mejor culo que vi en mi vida; Helena también, adornando el sitio con sus espectaculares senos y a la vez espantando con su cara;
Miguel estaba con su esposa, al igual que Juliana que había ido con su marido. También estaba Pablo que parecía por fin haber regurgitado al bufón que llevaba en él, ahora parecía ser un hombre muy serio; estaba Daniela junto a su novio, en fin, había bastantes rostros conocidos.
Luego de disfrutar de un muy buen asado y de compartir charlando y bebiendo por un buen rato, algunos decidieron volver pronto a sus casas, los que nos quedamos decidimos bailar allí un rato.
Lo primero que hice fue invitar a Majo a bailar, pero ella me rechazó, la herida aún estaba abierta y su odio hacia mí, no había mermado desde ese día en que me rompió los vidrios del auto. Igual, no me iba a achicar por eso, había decidido ir y pasar un buen rato, y eso iba a hacer. Así que luego del rechazo de Majo, me di la vuelta y fui a bailar con Tatiana, otra ex compañera. Luego bailé con Helena y al rato mi senté a charlar y a tomar con César. Después de tomar unos cuantos tragos con mi viejo amigo, me levanté y fui a bailar nuevamente. Esta vez lo hice con Ángela.
Mientras bailábamos charlé bastante con ella, de todo un poco. Me contaba del trabajo que recién había conseguido, de la vida de su hermano, de su rompimiento con Miguel, con el que había salido hace unos años, en fin, de muchas cosas. Ángela había tenido un cambio drástico, no podía creer que, esa adolescente de cuerpo delgado y pequeño, de pelo rojizo y pecas en el rostro, hubiera tenido esa increíble metamorfosis. Mientras ella hablaba, yo detallaba su rostro, ese rostro del que habían desaparecido esas pecas que tanto me hacían recordar al protagonista de Daniel el travieso. Su cara, tapizada por una fina y suave piel blanca, era adornada por esos hermosos ojos. Esos ojos a los que he mirado tantas veces y aún no sé si son de color verde o color miel, o si se transforman, si cambian su tonalidad con la luz.
Sus labios son carnosos, de un intenso color rosa; los veía y deliraba, eran una tentación. No podía creer que estuviera viendo así a Ángela, mucho menos considerando lo que me había contado César. En alguna ocasión, hace muchos años, César había estado a punto de cogerse a Ángela, pero a último momento se arrepintió. Según él, Ángela besaba muy mal, pero lo peor fue que mientras César le acariciaba la concha, Ángela eructaba, obviamente mientras César la besaba. Eso le resultó repugnante a mi viejo amigo.
Y ahora yo estaba obsesionado con Ángela. Me parecía increíble, pero es que de verdad había cambiado. Su pelo ya no llevaba ese tono rojizo, ahora era rubia y lo llevaba largo, más o menos hasta la mitad de su espalda. Seguía siendo delgada, pero ahora un poco más desarrollada. Debo contarles, que Ángela siempre tuvo un culo sensacional, un hermoso par de nalgas.
Sus senos seguían siendo casi los mismos que tenía cuando estábamos en el colegio, un busto pequeño, muy firme, otro de sus atributos que siempre me generó fantasía.
Esa noche llevaba un ceñido vestido negro. Se le ajustaba muy bien en la cintura y en esas pequeñas caderas. Además sus hombros quedaban expuestos, lo que la hacía lucir más provocativa. Quizás no había cambiado, llegué a pensar en que el licor que había consumido me estuviera haciendo una mala pasada; de cualquier manera, era un hecho que Ángela lucía tremendamente provocativa, por lo menos para mí.
Bailamos por un largo rato, de hecho bailar era una de las grandes pasiones de Ángela, no se negaba a bailar ninguna canción. Justo cuando empezó a sonar reguetón pensé que Ángela se sentaría, que Ángela era de esas chicas que no gustan de este género musical. Pero no, fue al revés, para ella bailar reguetón era como tocar el cielo con las manos. A mí la verdad no me gusta, pero viendo que Ángela lo disfrutaba decidí bailar.
Ella no escatimaba en movimientos y rozamiento. De hecho, su forma de bailar era muy atrevida, bastante insinuante. Le encantaba restregar su trasero contra mí, sacudía sensualmente sus caderas. No pasó mucho tiempo para que la forma de bailar de Ángela me causara una erección. Yo quise disimular, buscar despegarme un poco de ella cada vez que me frotaba con sus nalgas a la altura de mi pene. Pero era imposible, si yo me alejaba, ella volvía a acercarse, de hecho me tomaba una mano y la posaba sobre su vientre.
Ángela me estaba calentando absurdamente. Y ella lo sabía. Ocasionalmente posaba una de sus manos sobre mis piernas, empezaba a subirla hasta sentir mi pene completamente duro. Era un hecho que Ángela también estaba caliente. Acercaba lentamente su cara a la mía, sus labios poco a poco rozaban mis mejillas, tratando de encontrar mis labios, y justo cuando parecía iban a unirse, Ángela se detenía. Dejaba su rostro estático, mientras su cuerpo se sacudía y chocaba con el mío.
Miguel me había contado que Ángela era una mujer bastante caliente, me había dicho que le encantaba el sexo, en cualquier lugar y de cualquier manera. Aun así no sabía cómo dejarle en claro mis intenciones. Quería coger con ella, pero allí donde estábamos parecía imposible. Claro que no se trataba tanto de pena con las demás personas que estaban en el lugar, más bien con Carina. Por lo menos yo me sentía avergonzado de utilizar su casa para esto, pero Ángela parecía no darle importancia eso.
En un momento, cuando la gran mayoría de invitados parecían distraídos; mientras bailaban, algunos bebían y otros dormían sobre las mesas, Ángela me tomó de la mano, me haló y me apuró a entrar en la casa. Rápidamente, buscando que nadie nos viera, corrimos y nos encerramos en uno de los cuartos del segundo piso.
Ángela cerró la puerta bruscamente, me tomo de la cabeza con ambas manos y empezó a besarme apasionadamente, frotaba su cuerpo contra el mío con mucho ahínco; yo le pasaba mis manos por su espalda y por su culo. Por primera vez tenía esas preciosas nalgas en mis manos, de verdad que era un culo hermoso. También le agarraba los senos, eran tal como los imaginaba; pequeños, pero muy paraditos y firmes.
Ángela estaba muy excitada tanto que no dio tiempo para juegos previos, caricias, mamadas o cualquier otro tipo de decoro. Sencillamente, subió un poco su vestido, corrió su tanga hacia un costado, tomó mi pene entre sus manos e intentó introducirlo en ella. Yo la detuve, le pedí que me diera un minuto para ponerme un condón. “No me gusta hacerlo con condón”, respondió en medio de excitación y con la respiración agitada.
Le dije que no, que no nos podíamos arriesgar de esa manera, por lo menos en esta ocasión debíamos cuidarnos. Ella aceptó a regañadientes.
Una vez me puse el condón no hubo tiempo para esperas, lo tomé en mi mano y lo dirigí adentro de la caliente concha de Ángela. Estando allí de pie, con Ángela colgada de mí y recostados contra una pared; penetré a Ángela. Era una chica muy delgada y por esto muy estrecha. Su vagina, para este momento, sin haber sido objeto de estimulación o juego alguno, estaba completamente mojada, era una caldera. Mi pene se deslizaba con facilidad en Ángela.
Coger con Ángela era un delirio total, Miguel tenía razón, Ángela era una mujer muy caliente. Si en algún momento yo me sentía agotado de moverme, ella respondía meneándose con mi pene en su interior. Gemía y gritaba como si estuviéramos cogiendo en su departamento y no en una casa ajena. Pero sabiendo que las demás personas estaban afuera y con música muy fuerte, sería difícil que nos encontraran.
Por ratos, Ángela guardaba unos cortos silencios mientras me miraba fijamente, le excitaba ver mi rostro delirando de placer por ella, le encantaba sentirse deseada, luego arrojaba bruscamente su cara hacia la mía para comerme la boca, la retiraba y la escuchaba nuevamente gemir y jadear. Siendo Ángela una chica tan pequeña y delgada, me resultaba fácil alzarla y manejar su cuerpo entre mis manos, sin dudarlo ni un poco, luego de unos diez minutos, empecé a darle como si de ello dependiera mi vida; era infernal el ritmo en que la estaba cogiendo. Y luego de un par de minutos de coger a todo dar no soporté más y terminé. Oí su respiración agitada y luego su risa una vez que terminaba. Parecía que le hacía gracia verme tener un orgasmo. Una vez que notó que yo había terminado, me rodeó con sus brazos y empezamos a besarnos apasionadamente, mientras nos dejábamos caer al suelo, aún estando dentro de ella.
Allí sentados, con ella encima de mis piernas continuamos besándonos por un par de minutos. Luego oímos que tocaban la puerta. Después una voz, una voz que preguntaba por Ángela. Ella supo que era Daniela, su mejor amiga la estaba buscando y ahora podía encontrarnos allí, aún agitados por el increíble rato de placer que habíamos acabado de vivir.
De todas formas Ángela no se asustó por esto. Sencillamente se puso de pie, se acomodó el vestido y se peinó un poco con las manos. Un suspiro largo y abrió la puerta. Cuando Daniela se disponía a preguntarle algo, Ángela la interrumpió, la tomó de un brazo y la haló hacia el interior del cuarto. Cerró la puerta y ahí estábamos los tres, frente a frente, Daniela viéndome semidesnudo, por lo menos viéndome a mí en el suelo aún sin pantalones.
Este relato es 99% real. Los nombres de los personajes y algunas situaciones fueron modificadas para proteger la identidad de las personas.
SEGUNDA PARTE: "Dani, dejate llevar"
Daniela se quedó con la boca abierta luego de encontrarnos casi desnudos, agitados y muy colorados en ese cuarto. Parecía que no se lo podía creer. Deo admitirles que me angustié un poco, en cambio Ángela lucía tranquila y hasta enusiasmada con la aparición de Daniela. Justo cuando me disponía a inventar algo para suavizar la reacción de Daniela; Ángela se acercó rápidamente a ella, la tomó por la cintura y empezó a besarla...
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