Todavía hoy, recuerdo de manera precisa, aquellas tardes a la hora de la siesta, apenas pasado el mediodía, cuando mi hermanita, ingresaba al cuarto de baño, para compartir la bañera junto a mi.
En un comienzo aquello me fastidiaba, creía convencido que era una intromisión molesta, no era cómodo para ninguno de nosotros, no había suficiente espacio para los dos, para estar de manera placentera, confortable en la tina de baño. Así que para ser absolutamente sincero, al principio, rogaba que no sucediera, no quería verla aparecer de manera sigilosa por la puerta del mismo.
Como ella sabía mi mala predisposición a aquello, lo que empezó a hacer era, excusarse diciendo que necesitaba hacer uso del retrete, y ya dentro, se quitaba la ropa, salía del sitio donde estaba el inodoro y se dirigía a la bañera, con cara de víctima inocente. Eso, me fastidiaba aún más, tanto que, hasta se lo reclamé a nuestra madre, y ella (nuestra madre) me respondía, ¡Dejala pobrecita, es algo densa tu hermana, pero no es mala. Además, así ahorran agua! Felina mi hermana sonreía de felicidad.
Además, la bronca que me daba era, que parecía a propósito (lo era) porque no hacía más que decidir ir a tomar un baño de inmersión, y que ella (mi hermana) se hiciera presente. Si yo no me bañaba, seguro que ella tampoco lo hacía, estaba pendiente a que yo lo intentara, que ella aparecía y se mandaba atrás mío, una pesada. Sin embargo, hubo un día que todo esto se modificó. Ya no me importó que viniera a tomar un baño conmigo, es más, lo anhelaba, lo ansiaba vehemente y soñaba con ese momento.
Fue cuando, seguramente aburrida que no le contestara sus inquietudes, no mantuviera un diálogo con ella, se incorporó en la bañera, se acercó al grifo del agua, a la canilla y comenzó a restregar su vulva sobre él. Pasaba su cosa, su vagina, con fuerza y varias veces,sobre esa superficie. La fregaba como limpiándola empapada en agua y jabón.
Observé, hasta ahí sólo por curiosidad, como la llave de metal, colocada en la boca de aquella abertura (la concha), como otra cañería, en este caso una caldera, depositaba líquidos viscosos a fin de regular el paso, entre aquellos labios vaginales.
El movimiento de cada uno de los rebordes exteriores, carnosos, de los dos pares de repliegues de aquel contorno hendido, rajado, abierto, atravesado por un fluido corporal de ella, hizo que se me cortara la respiración, y mi órgano genital aflorara en la superficie. Su aparición (mi pene) fue como provocarla para que diga algo que debería callar. Exclamó ¡Tengo tu atención! Yo asentí con la cabeza, no podía articular palabra, ella se sentó frente a mi, y con el dedo pulgar de su pie derecho, lo apoyó sobre mis labios, y dijo ¡Ya que no vas a hablar, chupalo! Sonrió de forma sugestiva.
Yo, aún nervioso y sin saber que hacer, como responder, le dije ¡Dejame bañarte! Fue lo primero que se me vino en mente, hasta ahí, no entendía lo que me estaba pasando, a mi, a mi cuerpo, los pensamientos que se entrecruzaban, todo confuso, una sensación extraña, desconocida, la que no podía evaluar como buena o mala, si esa situación era normal o no, si estaba bien o no.
Ella aceptó de inmediato, muy feliz, de que yo su hermano mayor, habitualmente egoísta y que buscaba mi beneficio y ventaja, dejara de hacerlo para ponerme a su servicio, para atenderla a ella. Hasta yo mismo me cuestionaba el haber dejado mi lugar de confort, para disponerme de alguna manera a trabajar para ella. Todo era una mezcla de percepciones, de estímulos físicos y sensoriales. Impresiones que producía mi mente a través de mis sentidos, los cuales me emocionaban el ánimo y la curiosidad.
Y ese deseo de conocer, lo que no sabía o desconocía, se asoció al aseo de mi hermana, aquella rareza despertó mi interés, sin embargo, eso me inquietaba, me agitaba, me perturbaba, ávido por esta nueva experiencia, quería inspeccionar todo, específicamente, esos órganos desconocidos para mi, puntualmente esa su vulva, su vagina y todos sus recovecos, sus rincones más recónditos y escondidos de su cuerpo.
Además, sentí la necesidad de probar aquello, consumir, atraer, chupar con los labios y la lengua, engullir esa grieta de forma natural, de esa hendidura alargada y poco profunda en la superficie de la dermis o de aquellas membranas mucosas, que exudaban un líquido fuera de aquel continente,
Abstraído en su clítoris, que hasta ese momento desconocía la función de ese órgano carnoso eréctil situado en la parte superior de la vulva, el cual me sorprendió con la facultad o propiedad de levantarse, enderezarse o ponerse rígido, aumentó su volumen y segregó más fluidos.
Todo aquello me trastornó, y aareció en mi, una picardía que no tenía, para esas lides y menos con mi hermana, sin ninguna vergüenza y de manera insolente, me transformé a partir de ese momento, en una persona que comete actos ilegales en provecho propio o que incurre en inmoralidades o faltas de ética, en el caradura que soy en la actualidad.
Tras ello, fui por los diminutos pezones de los pechos de mi hermana y los chupé también, ella disfrutaba de la felicidad que le ocasionaba mi oportuna y acertada decisión, todo iba sucediendo sin contratiempos. Todo nos llevaba a un desenlace que iba a desembocar por mi esmero, diestro y hábil, en una cosa hermosa, trabajada, elaborada cuidadosamente, su excitación. Estimulada y/o activada por algún sentimiento, pasión o movimiento, en este caso, este último.
Cuando introduje mi dedo en su conchita, ella deliró, aunque también se asustó. Aquella zona erógena, la sensibilizó sexualmente, mis caricias y la manipulación de sus órganos genitales proporcionaron su goce sexual.
Tanto fue así que ambos por primera vez nos dimos un beso, apenas un "pico" aunque íbamos a partir de ese momento a compartir nuestros cuerpos, nuestros fluidos, nunca nos gustó besarnos en la boca, besos apasionados jamás nos dimos, fue sólo sexo. Ella tomó con su mano mi pene y lo apretó en celo, alzada de calentura al igual que yo.
Se arrodilló en la bañera y se llevó mi glande a sus labios, me miró fijamente mientras lo succionaba de manera torpe. Nunca logró hacerme acabar, ni en ese momento ni nunca, sólo mi madre lograba hacerlo. Pero, así comenzó todo entre mi hermanita y yo.
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