Mi esposa Mariana y yo estábamos haciendo el amor una noche y como es habitual empezamos a fantasear con otros hombres, porque eso nos pone muy locos a los dos. Además de los hombres con los que ella ya tuvo sexo y sigue teniendo, nos gusta imaginar a otros que pueden ser medio imposibles ya sea por la distancia o porque no son personas concretas, como por ejemplo un colectivero o un grupo de hinchas de fútbol o un mendigo.
Estando ella arriba mío empecé de a poco a decirle cosas como "¿Te gusta la pija?" o "¿Te gusta que te cojan?", a lo que ella respondía "Sí" entre gemidos. Y ahí se me ocurrió fantasear con una persona concreta, con la que alguna vez intenté fantasear pero que a Mariana no le copó ni medio: Esteban, el encargado del edificio en el que vivimos hace 6 años.
Apenas lo nombré Mariana se enfrió en un instante y se bajó de arriba mío. "¿Qué te pasa?", le dije. "Ya sabés que no me calienta para nada ese tipo". "Bueno, no es para tanto", le dije y empecé a reflotar la situación con besos y caricias. Lo logré, seguimos cogiendo y después dormimos abrazados el resto de la noche.
A la mañana, cuando salgo para el trabajo, me cruzo con Esteban, como siempre, que está terminando de barrera la vereda. "Hola, Esteban", le digo y él me responde con un "Hola, Juan", como todos los días. Lo miré de arriba a abajo, sin que él se diera cuenta y no pude entender qué era lo que le producía tanto rechazo a Mariana. Esteban tenía entre 36 y 40 años, un poco más alto que yo, fornido, con unos kilos de más, de pelo negro con una pequeña calvicie asomando. De cara es normal, no soy experto en hombres, claro... En fin, me fui al laburo y me olvidé del tema. No me importaba tanto porque sabía que a Mariana, puta como es, le calientan otro sin fin de tipos, con que no le caliente uno en particular no pasa nada. Lo que a mi me interesaba de la idea de que a ella le caliente el encargado es que como vive en el edificio Mariana se lo podría coger cuantas veces quisiera.
Cuando llego al laburo me avisa mi compañero que la madre de nuestro jefe murió, que la velaban a partir del mediodía y que sería bueno pasar un rato a dar nuestras condolencias, obviamente para quedar bien con el jefe. Me pareció bien la idea y quedamos en ir hacia la casa velatoria en la hora de almuerzo. Pasé la mañana con las tareas habituales de la oficina y al mediodía fuimos al velatorio. Llegamos, saludamos a nuestro jefe, estuvimos un rato fingiendo tristeza y a la hora decidimos volver hacia el trabajo. Pero nuestro jefe estaba tan agradecido con el gesto de haberlo acompañado en su momento de dolor que nos dijo que podíamos tomarnos el resto del día libre. Ni lerdo ni perezoso me subí al auto y me fui a casa.
Llegué al edificio, me subí al ascensor y al bajar en el piso en el que vivimos, antes de meter la llave en la cerradura escuché unos ruidos. Pegué la oreja a la puerta y escucho clarísimo a Mariana que dice "Sí, bebé, cogeme toda..." y unos pasos que se alejaban.
Imaginen la calentura que me agarró, en un segundo tenía la pija dura como una piedra y con la cabeza recargada de leche. Pensé en entrar sin hacer ruido, pero aunque hubiese sido muy sigiloso, el más mínimo ruido me hubiese delatado. No sabía que hacer, hasta que recordé que se puede acceder al balcón de nuestro departamento desde el balcón de nuestra vecina, doña Carmen. Le toqué el timbre, le inventé que había olvidado las llaves y le pedí que me dejara entrar a mi casa desde su balcón. Ella accedió sin problemas.
Desde el balcón de nuestra vecina llegué sin problemas a nuestro balcón y así puede asomarme lentamente a la ventana de nuestra habitación. Ahí estaba Mariana en la cama, acostada boca arriba, con las piernas totalmente abiertas apuntando al cielo y Esteban, el encargado, arriba de ella, apoyándose en las tetas de mi esposa y penetrándola como un animal hasta el fondo. Cada embestida de él era acompañada por un grito de placer de ella, que se mordía los labios y arañaba las sábanas. De solo verlos pensé que iba a acabar sin necesidad de pajearme.
Si pensé que esa escena era caliente es porque no sabía lo que iba a pasar a continuación. El encargado le dio una cachetada a mi mujer y ella, totalmente sumisa, como si le hubiesen dado una orden de lo más clara, se levantó y apoyó las manos en la pared apuntándole bien el culo a la pija de él que se paró atrás y en un solo movimiento le metió toda la verga en el culo, arrancando un "Síiiiii" ronco y gutural de mi mujer. "¡Sí, cogeme hijo de puta, cojeme!" le gritaba ella a lo que él respondía metiendo y sacando toda su pija del culo Mariana. Así estuvieron un largo rato hasta que el encargado empezó a gruñir y se le estremeció todo el cuerpo y empezó a temblar. Después de un instante de quietud, sacó su verga, dio dos pasos para atrás y se tiró en la cama. Ella, con la leche de su macho chorreandole por las piernas, se dio vuelta torpemente y se acostó en la cama arriba de él, mientras lo besaba y le acariciaba el pecho.
Así estaban cuando caí en la cuenta de que tenía que salir del balcón de alguna manera. Tranquilamente podría haber entrado en la habitación, es un hecho que mis cuernos no son un secreto entre Mariana y yo. Pero de alguna manera algo me decía que si ella quiso mantener en secreto su relación con el encargado, por algo era. Así que volví sobre mis pasos, le inventé otra excusa a Carmen y me alejé del edificio y me fui a dar vueltas con el auto hasta que se hiciera la hora habitual de volver a casa.
Llegada la hora en la que vuelvo a casa, entré en el edificio. Esteban estaba limpiando el hall de entrada, como todas las tardes, lo saludé normalmente y él me devolvió el saludo normalmente también. Entré al departamento, Mariana estaba preparando ya la cena. Nos besamos, pasamos la noche, hicimos el amor fantaseando como siempre y nos fuimos a dormir. Todo como siempre. Todo normal.
Lo único que me inquietó de tanta normalidad fue una pregunta que hasta hoy no pude responder: ¿Desde hace cuánto tiempo que mi amada esposa se coge todas las tardes al encargado del edificio?
Estando ella arriba mío empecé de a poco a decirle cosas como "¿Te gusta la pija?" o "¿Te gusta que te cojan?", a lo que ella respondía "Sí" entre gemidos. Y ahí se me ocurrió fantasear con una persona concreta, con la que alguna vez intenté fantasear pero que a Mariana no le copó ni medio: Esteban, el encargado del edificio en el que vivimos hace 6 años.
Apenas lo nombré Mariana se enfrió en un instante y se bajó de arriba mío. "¿Qué te pasa?", le dije. "Ya sabés que no me calienta para nada ese tipo". "Bueno, no es para tanto", le dije y empecé a reflotar la situación con besos y caricias. Lo logré, seguimos cogiendo y después dormimos abrazados el resto de la noche.
A la mañana, cuando salgo para el trabajo, me cruzo con Esteban, como siempre, que está terminando de barrera la vereda. "Hola, Esteban", le digo y él me responde con un "Hola, Juan", como todos los días. Lo miré de arriba a abajo, sin que él se diera cuenta y no pude entender qué era lo que le producía tanto rechazo a Mariana. Esteban tenía entre 36 y 40 años, un poco más alto que yo, fornido, con unos kilos de más, de pelo negro con una pequeña calvicie asomando. De cara es normal, no soy experto en hombres, claro... En fin, me fui al laburo y me olvidé del tema. No me importaba tanto porque sabía que a Mariana, puta como es, le calientan otro sin fin de tipos, con que no le caliente uno en particular no pasa nada. Lo que a mi me interesaba de la idea de que a ella le caliente el encargado es que como vive en el edificio Mariana se lo podría coger cuantas veces quisiera.
Cuando llego al laburo me avisa mi compañero que la madre de nuestro jefe murió, que la velaban a partir del mediodía y que sería bueno pasar un rato a dar nuestras condolencias, obviamente para quedar bien con el jefe. Me pareció bien la idea y quedamos en ir hacia la casa velatoria en la hora de almuerzo. Pasé la mañana con las tareas habituales de la oficina y al mediodía fuimos al velatorio. Llegamos, saludamos a nuestro jefe, estuvimos un rato fingiendo tristeza y a la hora decidimos volver hacia el trabajo. Pero nuestro jefe estaba tan agradecido con el gesto de haberlo acompañado en su momento de dolor que nos dijo que podíamos tomarnos el resto del día libre. Ni lerdo ni perezoso me subí al auto y me fui a casa.
Llegué al edificio, me subí al ascensor y al bajar en el piso en el que vivimos, antes de meter la llave en la cerradura escuché unos ruidos. Pegué la oreja a la puerta y escucho clarísimo a Mariana que dice "Sí, bebé, cogeme toda..." y unos pasos que se alejaban.
Imaginen la calentura que me agarró, en un segundo tenía la pija dura como una piedra y con la cabeza recargada de leche. Pensé en entrar sin hacer ruido, pero aunque hubiese sido muy sigiloso, el más mínimo ruido me hubiese delatado. No sabía que hacer, hasta que recordé que se puede acceder al balcón de nuestro departamento desde el balcón de nuestra vecina, doña Carmen. Le toqué el timbre, le inventé que había olvidado las llaves y le pedí que me dejara entrar a mi casa desde su balcón. Ella accedió sin problemas.
Desde el balcón de nuestra vecina llegué sin problemas a nuestro balcón y así puede asomarme lentamente a la ventana de nuestra habitación. Ahí estaba Mariana en la cama, acostada boca arriba, con las piernas totalmente abiertas apuntando al cielo y Esteban, el encargado, arriba de ella, apoyándose en las tetas de mi esposa y penetrándola como un animal hasta el fondo. Cada embestida de él era acompañada por un grito de placer de ella, que se mordía los labios y arañaba las sábanas. De solo verlos pensé que iba a acabar sin necesidad de pajearme.
Si pensé que esa escena era caliente es porque no sabía lo que iba a pasar a continuación. El encargado le dio una cachetada a mi mujer y ella, totalmente sumisa, como si le hubiesen dado una orden de lo más clara, se levantó y apoyó las manos en la pared apuntándole bien el culo a la pija de él que se paró atrás y en un solo movimiento le metió toda la verga en el culo, arrancando un "Síiiiii" ronco y gutural de mi mujer. "¡Sí, cogeme hijo de puta, cojeme!" le gritaba ella a lo que él respondía metiendo y sacando toda su pija del culo Mariana. Así estuvieron un largo rato hasta que el encargado empezó a gruñir y se le estremeció todo el cuerpo y empezó a temblar. Después de un instante de quietud, sacó su verga, dio dos pasos para atrás y se tiró en la cama. Ella, con la leche de su macho chorreandole por las piernas, se dio vuelta torpemente y se acostó en la cama arriba de él, mientras lo besaba y le acariciaba el pecho.
Así estaban cuando caí en la cuenta de que tenía que salir del balcón de alguna manera. Tranquilamente podría haber entrado en la habitación, es un hecho que mis cuernos no son un secreto entre Mariana y yo. Pero de alguna manera algo me decía que si ella quiso mantener en secreto su relación con el encargado, por algo era. Así que volví sobre mis pasos, le inventé otra excusa a Carmen y me alejé del edificio y me fui a dar vueltas con el auto hasta que se hiciera la hora habitual de volver a casa.
Llegada la hora en la que vuelvo a casa, entré en el edificio. Esteban estaba limpiando el hall de entrada, como todas las tardes, lo saludé normalmente y él me devolvió el saludo normalmente también. Entré al departamento, Mariana estaba preparando ya la cena. Nos besamos, pasamos la noche, hicimos el amor fantaseando como siempre y nos fuimos a dormir. Todo como siempre. Todo normal.
Lo único que me inquietó de tanta normalidad fue una pregunta que hasta hoy no pude responder: ¿Desde hace cuánto tiempo que mi amada esposa se coge todas las tardes al encargado del edificio?
21 comentarios - Mi esposa se coge al encargado del edificio
Muy bueno amigo!
Muy buena historia !!
Gracias por compartir 👍
Yo comenté tu post, la mejor manera de agradecer es comentando alguno de los míos...