A las 9,05, ya estaba tocando el timbre en casa de Elsa...
La puerta se abrió y allí estaba ella, con un pijama bastante holgado, sin sostén, a tenor de cómo se apreciaban sus grandes senos a través de la ya gastada blusa.
- Pasa, te estaba esperando.
La seguí hasta el salón, sin dejar de mirar el vaivén de su cuerpo y con un gesto señalo que tomase asiento, ¿quieres un café? Cortado, por favor- y giró en dirección a la cocina.
Me quede mirándola como otras tantas veces, siempre consideré que era una mujer muy, muy, atractiva, por ello me gustaba observarla de vez en cuando, sobre todo, cuando lucia esos jean tan ajustados que dejaba entrever su hermosa figura, su hermoso trasero, que aunque no grande, era de una redondez exquisita o cuando me recibía con su efusividad habitual, notando la tersura de sus pechos pegados a mí torso, mientras me abrazaba plantándome dos besos en las mejillas.
Nos tomamos el café mientras nos hacíamos las preguntas habituales, que tal los niños..., nuestras parejas..., el trabajo..., yo solo esperaba que hiciese la pregunta que rompiese el hielo, como ese momento no llegaba, decidí no demorarlo más.
- ¿Qué quieres saber de Mónica? dije, mirándola inquisitivamente a los ojos.
- Inicialmente nada, sé, que hace años que no os veis y casi todo quedo aclarado ayer.
- ¿Casi? Si casi, aún no sé porque no quieres que se entere Esther.
Le detallé todos los motivos por los cuales, consideraba que no debía enterarse y el daño que eso produciría, tanto a ella, como a nuestra pareja. Cuando todo quedó aclarado, me levante, me enfundé el abrigo dispuesto a salir, cuando...
- ¿Con cuantas mujeres te has acostado? No muchas – conteste girando dirección a la puerta.
- ¡Mientes! Ayer me lo conto todo Mónica y como no me lo relates todo, hasta el más mínimo detalle, te prometo que se lo cuento a tu mujer.
Me giré hacia ella la mire, ¿qué quieres saber? Todo desde el principio, dijo sonriendo socarronamente, sabiendo que había conseguido lo que quería.
- ¿Qué te contó Mónica? Que te has acostado con más de 100 mujeres, los relatos de algunas de ellas, que muchas aún siguen enamoradas de ti o engañarían a sus parejas contigo sin pensarlo, que el sexo contigo es de otra dimensión, que un día desapareciste y que jamás follarías con la mujer de un amigo, ¡aunque eso lo dudo, todos los tíos sois iguales! – Dijo en tono sarcástico- si yo quisiera, ¡que no quiero! caerías rendido a mis pies.
La mire y sonreí, - mientras pensaba << ¡Tú no sabes nada! ¡No sabes quién soy! antes de que termine de contarte mi vida, estarás implorándome que te haga mía, ¡tú te lo has buscado…!>>
Elsa estaba sentada en un shen long con las piernas cruzadas, me acerque y le susurré, ¡acabas de destapar la caja de Pandora, todo lo que suceda a partir de hoy, será, única y exclusivamente culpa tuya! Además solo te contaré aquellos que me han marcado. Me senté en una butaca frente a ella, e inicié mis relatos.
Como ya sabes, aprendí a relajarme y meditar desde bastante joven, con mi primera novia descubrí, que mi deseo sexual era inagotable a pesar de follar, 5 o 6 veces el mismo día nunca estaba satisfecho, siempre buscaba correrme, pero 5 minutos después de terminar volvía el apetito. Por miedo a que aquello me afectase, fui a visitar, Frank, el mismo terapeuta que me ayudó con mis problemas de insomnio, y él me derivó a la protagonista de mi primer relato ¡Julia!
Por aquel entonces yo tenía 20 años, vivía con mis padres, su economía no era muy boyante y yo estaba desesperado, Frank, se apiado de mí, proponiéndome pagar la terapia realizando algunos arreglos en la clínica así como en su casa y la de Julia.
La chalet de Julia se hallaba a 50 metros de la playa, un día que reparaba la antena de su casa, la vi salir en bikini dirección a la playa, jamás me había fijado en ella, quizás porque siempre la había visto con su bata además de ser mi terapeuta, pero el hecho es que estaba tremenda. El tanga era diminuto de color marfil, que contrastaban claramente con su piel tostada por el sol, un cuerpo de infarto, esbelto y curvas armoniosamente bien definidas. La seguí con la mirada hasta que se perdió por la escalinata de la playa.
Debieron pasar algo menos de 20 minutos cuando la vi regresar, debió olvidar mi presencia allí pues nada más regresar se encamino hacia la piscina, se despojó del bikini y se metió bajo la ducha. El agua resbalaba suavemente por sus pechos, corriendo libremente hacia su pubis depilado, bajando por sus largas piernas hasta perderse en el césped. Como todo gran espectáculo tiene final, apago la ducha y fue a recostarse en una tumbona fuera de mi alcance visual.
Acabe el trabajo y me dispuse a bajar del tejado, no recuerdo si fue por el calor o porque mi mente seguía absorta en el espectáculo que acababa de ver, que apoye mal el pie en la escalera y ahí fui a darme de bruces contra el suelo. Aún estaba maldiciendo a todo lo maldecido, doliéndome de la pierna, cuando apareció Julia enfundada en una toalla.
-¿Qué pasó? Nada, me fallaron las alas- respondí en tono jocoso para que no se preocupase.
Anda ven angelito, vamos dentro y veamos esa pierna. Me ayudó a incorporarme y me agarró de la cintura para que me apoyase en ella, entramos en la casa me quito las pantalones, untándome un bálsamo en mi rodilla, - pronto se aliviara el dolor, ya verás, confía en mí – dijo guiñándome el ojo – y nos quedamos charlando de mi problema que ella conocía bien.
Llevábamos más de media hora hablando, cuando de repente dijo:
-¿has probado alguna vez un masaje tántrico? No, nunca me han dado un masaje de ningún tipo, en eso soy virgen –dije sonriendo con malicia.
Ven conmigo virgencito - dijo riendo - acompáñame.
La habitación estaba en penumbra, revestido con una especie de pizarra gris muy bien pulida, en el centro se erigía un baño enorme, por todos lados se hallaban velas de diferentes tamaños, me quito la ropa completamente y me sentó sobre el borde del baño (que era lo bastante amplio como para poder recostarse en el sin problemas) con mis pies recogidos de tal manera que mis rodillas quedarán a la altura de mi pecho, abrió el grifo del baño y se alejó encendiendo las velas y unas especies de varillas aromáticas, mientras me explicaba la filosofía del tantra y la sexualidad, de como se utilizaba el deseo como sendero hacia la realización y de la diosa Hevraja, emanación iracunda del elemento agua, por ello utilizaba el baño como parte del masaje tántrico.
Se quitó la toalla que la rodeaba y se acercó a mí, se metió dentro del baño y yo tuve que acomodar mi polla a causa de la tremenda erección que me había producido verla desnuda otra vez.
Al ver mi erección – dijo - vamos Jon, relájate y respira profundamente, concéntrate en tú respiración, sabes hacerlo, separa tu mente y tu cuerpo, la finalidad de todo esto es, que domines el apetito sexual de tal manera, que la erección inmóvil del pene dure horas sin llegar a eyacular, permitiéndote así conseguir orgasmos mentales (lo que llaman coloquialmente correrse hacia adentro) y dejando el orgasmo genital solo para el culmen del acto.
Empezó a derramar agua caliente sobre mi cuerpo con una esponja, mientras decía - siente el agua correr por tu cuerpo, siente como fluye, deja que el agua arrastre de ti todos los miedos, presiones y sin sabores de tu vida, solo siéntelo y disfruta. Finalizado el acto me seco palpando suavemente con la toalla que minutos antes se había quitado e hizo tumbarme boca abajo.
Fue colocando piedras calientes en diferentes partes de mi cuerpo para despertar mis chacras, hacía rato que mi erección había desaparecido hasta que empecé a sentir sus suaves manos impregnadas en aceite recorriendo mi cuerpo, los pies, los muslos, mi espalda, dirigiendo sus movimientos hacia mis genitales. Sus pechos empezaron a rozar suavemente mi espalda hasta quedar tumbada sobre mí, sus dedos entrelazaron con los míos, y sentí sus suaves besos y mordiscos sobre mí cuello y orejas, Siguió masajeando mis hombros, mis brazos, mi cuello, entrelazando sus piernas con las mías.
Agarrando mis manos me hizo girar hasta quedar boca arriba, se volvió a tumbar sobre mí, se acercó a mi oído y entre susurros me dijo – hasta ahora lo has hecho genial pero ha llegado el momento más delicado y especial, ahora debes concéntrate aún más en tu relajación y disfrútalo, empezó a acariciar mi pecho, y sus labios se fundieron con los míos, nuestras lenguas se unieron en un baile infinito. Pronto noté su sexo pegado a mi muslo mientras bajaba para a acariciar mi pene y mis huevos. Mi excitación para ese momento era tal, que cada vez respiraba más profundamente a fin de controlar el orgasmos, de vez en cuando Julia, como si notase que iba a explotar, agarraba mi polla fuertemente para conseguir bajar el grado de excitación quedando al punto del orgasmo.
De repente Julia se levanto y se sentó sobre mí, sus labios vaginales se fueron abriendo poco a poco para dar paso a mi glande, muy lentamente hasta que mi polla se alojó completamente dentro de su dulce, caliente y húmeda vagina, nos abrazamos y sin separar nuestros cuerpos, nos mirábamos fijamente a los ojos, mientras seguíamos con las caricias y los besos, dejando que nuestros cuerpos se moviesen al ritmo que desearan, sin presiones, sin prisas, solo el placer de abrirse al otro hasta lo más profundo de nuestro ser, era tal el punto de compenetración que habíamos alcanzado, que sin darnos cuenta, nuestro primer encuentro duró más 5 horas seguidas.
Finalmente ese día dormimos juntos, tumbados uno junto al otro, besándonos, mirándonos fijamente y acariciándonos todo nuestro ser. Ese día experimentamos los orgasmos más increíbles que jamás se pueda sentir o eso creí yo por aquel entonces.”
Cuando acabé mi primer relato, miré fijamente a Elsa, sus ojos aún parecían querer escapar de sus orbitas, su grado de excitación era tal, que sus pezones se marcaban a través de la blusa duros como piedras y su entrepierna estaba empapada de los jugos que emanaban se su sexo, había tenido varios orgasmos y todo sin ponerle una mano encima.
Me levante y le dije – mañana estaré aquí a la misma hora – me marche de allí sin que ella pudiese articular palabra.
CONTINUARA…
La puerta se abrió y allí estaba ella, con un pijama bastante holgado, sin sostén, a tenor de cómo se apreciaban sus grandes senos a través de la ya gastada blusa.
- Pasa, te estaba esperando.
La seguí hasta el salón, sin dejar de mirar el vaivén de su cuerpo y con un gesto señalo que tomase asiento, ¿quieres un café? Cortado, por favor- y giró en dirección a la cocina.
Me quede mirándola como otras tantas veces, siempre consideré que era una mujer muy, muy, atractiva, por ello me gustaba observarla de vez en cuando, sobre todo, cuando lucia esos jean tan ajustados que dejaba entrever su hermosa figura, su hermoso trasero, que aunque no grande, era de una redondez exquisita o cuando me recibía con su efusividad habitual, notando la tersura de sus pechos pegados a mí torso, mientras me abrazaba plantándome dos besos en las mejillas.
Nos tomamos el café mientras nos hacíamos las preguntas habituales, que tal los niños..., nuestras parejas..., el trabajo..., yo solo esperaba que hiciese la pregunta que rompiese el hielo, como ese momento no llegaba, decidí no demorarlo más.
- ¿Qué quieres saber de Mónica? dije, mirándola inquisitivamente a los ojos.
- Inicialmente nada, sé, que hace años que no os veis y casi todo quedo aclarado ayer.
- ¿Casi? Si casi, aún no sé porque no quieres que se entere Esther.
Le detallé todos los motivos por los cuales, consideraba que no debía enterarse y el daño que eso produciría, tanto a ella, como a nuestra pareja. Cuando todo quedó aclarado, me levante, me enfundé el abrigo dispuesto a salir, cuando...
- ¿Con cuantas mujeres te has acostado? No muchas – conteste girando dirección a la puerta.
- ¡Mientes! Ayer me lo conto todo Mónica y como no me lo relates todo, hasta el más mínimo detalle, te prometo que se lo cuento a tu mujer.
Me giré hacia ella la mire, ¿qué quieres saber? Todo desde el principio, dijo sonriendo socarronamente, sabiendo que había conseguido lo que quería.
- ¿Qué te contó Mónica? Que te has acostado con más de 100 mujeres, los relatos de algunas de ellas, que muchas aún siguen enamoradas de ti o engañarían a sus parejas contigo sin pensarlo, que el sexo contigo es de otra dimensión, que un día desapareciste y que jamás follarías con la mujer de un amigo, ¡aunque eso lo dudo, todos los tíos sois iguales! – Dijo en tono sarcástico- si yo quisiera, ¡que no quiero! caerías rendido a mis pies.
La mire y sonreí, - mientras pensaba << ¡Tú no sabes nada! ¡No sabes quién soy! antes de que termine de contarte mi vida, estarás implorándome que te haga mía, ¡tú te lo has buscado…!>>
Elsa estaba sentada en un shen long con las piernas cruzadas, me acerque y le susurré, ¡acabas de destapar la caja de Pandora, todo lo que suceda a partir de hoy, será, única y exclusivamente culpa tuya! Además solo te contaré aquellos que me han marcado. Me senté en una butaca frente a ella, e inicié mis relatos.
“Primer Relato
Como ya sabes, aprendí a relajarme y meditar desde bastante joven, con mi primera novia descubrí, que mi deseo sexual era inagotable a pesar de follar, 5 o 6 veces el mismo día nunca estaba satisfecho, siempre buscaba correrme, pero 5 minutos después de terminar volvía el apetito. Por miedo a que aquello me afectase, fui a visitar, Frank, el mismo terapeuta que me ayudó con mis problemas de insomnio, y él me derivó a la protagonista de mi primer relato ¡Julia!
Por aquel entonces yo tenía 20 años, vivía con mis padres, su economía no era muy boyante y yo estaba desesperado, Frank, se apiado de mí, proponiéndome pagar la terapia realizando algunos arreglos en la clínica así como en su casa y la de Julia.
La chalet de Julia se hallaba a 50 metros de la playa, un día que reparaba la antena de su casa, la vi salir en bikini dirección a la playa, jamás me había fijado en ella, quizás porque siempre la había visto con su bata además de ser mi terapeuta, pero el hecho es que estaba tremenda. El tanga era diminuto de color marfil, que contrastaban claramente con su piel tostada por el sol, un cuerpo de infarto, esbelto y curvas armoniosamente bien definidas. La seguí con la mirada hasta que se perdió por la escalinata de la playa.
Debieron pasar algo menos de 20 minutos cuando la vi regresar, debió olvidar mi presencia allí pues nada más regresar se encamino hacia la piscina, se despojó del bikini y se metió bajo la ducha. El agua resbalaba suavemente por sus pechos, corriendo libremente hacia su pubis depilado, bajando por sus largas piernas hasta perderse en el césped. Como todo gran espectáculo tiene final, apago la ducha y fue a recostarse en una tumbona fuera de mi alcance visual.
Acabe el trabajo y me dispuse a bajar del tejado, no recuerdo si fue por el calor o porque mi mente seguía absorta en el espectáculo que acababa de ver, que apoye mal el pie en la escalera y ahí fui a darme de bruces contra el suelo. Aún estaba maldiciendo a todo lo maldecido, doliéndome de la pierna, cuando apareció Julia enfundada en una toalla.
-¿Qué pasó? Nada, me fallaron las alas- respondí en tono jocoso para que no se preocupase.
Anda ven angelito, vamos dentro y veamos esa pierna. Me ayudó a incorporarme y me agarró de la cintura para que me apoyase en ella, entramos en la casa me quito las pantalones, untándome un bálsamo en mi rodilla, - pronto se aliviara el dolor, ya verás, confía en mí – dijo guiñándome el ojo – y nos quedamos charlando de mi problema que ella conocía bien.
Llevábamos más de media hora hablando, cuando de repente dijo:
-¿has probado alguna vez un masaje tántrico? No, nunca me han dado un masaje de ningún tipo, en eso soy virgen –dije sonriendo con malicia.
Ven conmigo virgencito - dijo riendo - acompáñame.
La habitación estaba en penumbra, revestido con una especie de pizarra gris muy bien pulida, en el centro se erigía un baño enorme, por todos lados se hallaban velas de diferentes tamaños, me quito la ropa completamente y me sentó sobre el borde del baño (que era lo bastante amplio como para poder recostarse en el sin problemas) con mis pies recogidos de tal manera que mis rodillas quedarán a la altura de mi pecho, abrió el grifo del baño y se alejó encendiendo las velas y unas especies de varillas aromáticas, mientras me explicaba la filosofía del tantra y la sexualidad, de como se utilizaba el deseo como sendero hacia la realización y de la diosa Hevraja, emanación iracunda del elemento agua, por ello utilizaba el baño como parte del masaje tántrico.
Se quitó la toalla que la rodeaba y se acercó a mí, se metió dentro del baño y yo tuve que acomodar mi polla a causa de la tremenda erección que me había producido verla desnuda otra vez.
Al ver mi erección – dijo - vamos Jon, relájate y respira profundamente, concéntrate en tú respiración, sabes hacerlo, separa tu mente y tu cuerpo, la finalidad de todo esto es, que domines el apetito sexual de tal manera, que la erección inmóvil del pene dure horas sin llegar a eyacular, permitiéndote así conseguir orgasmos mentales (lo que llaman coloquialmente correrse hacia adentro) y dejando el orgasmo genital solo para el culmen del acto.
Empezó a derramar agua caliente sobre mi cuerpo con una esponja, mientras decía - siente el agua correr por tu cuerpo, siente como fluye, deja que el agua arrastre de ti todos los miedos, presiones y sin sabores de tu vida, solo siéntelo y disfruta. Finalizado el acto me seco palpando suavemente con la toalla que minutos antes se había quitado e hizo tumbarme boca abajo.
Fue colocando piedras calientes en diferentes partes de mi cuerpo para despertar mis chacras, hacía rato que mi erección había desaparecido hasta que empecé a sentir sus suaves manos impregnadas en aceite recorriendo mi cuerpo, los pies, los muslos, mi espalda, dirigiendo sus movimientos hacia mis genitales. Sus pechos empezaron a rozar suavemente mi espalda hasta quedar tumbada sobre mí, sus dedos entrelazaron con los míos, y sentí sus suaves besos y mordiscos sobre mí cuello y orejas, Siguió masajeando mis hombros, mis brazos, mi cuello, entrelazando sus piernas con las mías.
Agarrando mis manos me hizo girar hasta quedar boca arriba, se volvió a tumbar sobre mí, se acercó a mi oído y entre susurros me dijo – hasta ahora lo has hecho genial pero ha llegado el momento más delicado y especial, ahora debes concéntrate aún más en tu relajación y disfrútalo, empezó a acariciar mi pecho, y sus labios se fundieron con los míos, nuestras lenguas se unieron en un baile infinito. Pronto noté su sexo pegado a mi muslo mientras bajaba para a acariciar mi pene y mis huevos. Mi excitación para ese momento era tal, que cada vez respiraba más profundamente a fin de controlar el orgasmos, de vez en cuando Julia, como si notase que iba a explotar, agarraba mi polla fuertemente para conseguir bajar el grado de excitación quedando al punto del orgasmo.
De repente Julia se levanto y se sentó sobre mí, sus labios vaginales se fueron abriendo poco a poco para dar paso a mi glande, muy lentamente hasta que mi polla se alojó completamente dentro de su dulce, caliente y húmeda vagina, nos abrazamos y sin separar nuestros cuerpos, nos mirábamos fijamente a los ojos, mientras seguíamos con las caricias y los besos, dejando que nuestros cuerpos se moviesen al ritmo que desearan, sin presiones, sin prisas, solo el placer de abrirse al otro hasta lo más profundo de nuestro ser, era tal el punto de compenetración que habíamos alcanzado, que sin darnos cuenta, nuestro primer encuentro duró más 5 horas seguidas.
Finalmente ese día dormimos juntos, tumbados uno junto al otro, besándonos, mirándonos fijamente y acariciándonos todo nuestro ser. Ese día experimentamos los orgasmos más increíbles que jamás se pueda sentir o eso creí yo por aquel entonces.”
Cuando acabé mi primer relato, miré fijamente a Elsa, sus ojos aún parecían querer escapar de sus orbitas, su grado de excitación era tal, que sus pezones se marcaban a través de la blusa duros como piedras y su entrepierna estaba empapada de los jugos que emanaban se su sexo, había tenido varios orgasmos y todo sin ponerle una mano encima.
Me levante y le dije – mañana estaré aquí a la misma hora – me marche de allí sin que ella pudiese articular palabra.
CONTINUARA…
1 comentarios - Mi amiga me despertó (parte 2)