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Mi amiga me despertó

Me presento mi nombre es Jon, 1,90 de altura, 85 kg de peso, ojos y cabello color miel, un hombre corriente.

- ah! y felizmente casado o hasta ahora...


Como cada mañana antes de ir al trabajo, fui a tomar un café a la terraza del bar que solía frecuentar, sentada en una mesa al fondo se encontraba, mi amiga Elsa, su madre, su hermana y otra persona que no pude identificar pues estaba sentada de espaldas a mí, hice un ademan de saludo a Elsa y respondió con señas, que me sentase con ellas, no demoré, pedí mi café y me fui a la mesa.

- Buenos días - dije
- Buenos días Jon. Te presento a mi compañera de trabajo, Mónica.

Ella giró lentamente y al ver su rostro, sentí un escalofrió que recorrió todo mi cuerpo, como si previese que todo mi mundo se acabara de ir a la mierda.
- Jon, eres tú? De verdad eres tú? no respondí, me quedé en silencio estúpidamente, como si al permanecer callado no fuese a reconocerme.

Como un resorte salto y se abrazo a mi cuello, intentando besarme, ante la cara de sorpresa de Elsa y su familia, entonces recordé la última noche que nos vimos, de cómo desnuda intentaba arrancarme un beso, de cómo me rogaba volviese a follar con ella, mientras yo la rechazaba una otra vez, no dispuesto a herir más sus sentimientos pues se había enamorado de mí y eso era un problema de difícil solución, pero mi historia con Mónica, lo contaré más adelante.

Cuando recobré la conciencia, Mónica, seguía abrazada a mí, he intentaba con su lengua abrir mis labios, aparte mi cara y entonces pude ver los ojos de Elsa clavados en los míos.

- Veo, que ya os conocéis y bastante bien diría yo - dijo Elsa, con tono irónico.
- Sí, claro - titubee un poco - hace ya algún tiempo
- Y Esther, te conoce también? No!, respondí rápidamente.
- Esther...? pregunto Mónica intrigada.
- ¡Su mujer o es que acaso no sabes que está casado!. (No hay porque decir que Elsa y mi mujer son intimas y que lo que acababa de ocurrir se iba a enterar mi esposa en cuanto me marchase de allí.)
- No lo puede saber - dije, algo molesto - hace algo más de doce años que no nos vemos, mucho antes de conocer a Esther, no pensaras que engaño a mi esposa, verdad?

Entonces me zafé como pude de Mónica y me dirigí a Elsa, lanzándole un órdago. Si en algo valoras nuestra amistad te ruego preguntes a Mónica lo que quieras saber y después me llamas a mí, si concuerdan nuestras versiones no le dices a mi esposa, de acuerdo?. Y me marche de allí rápidamente, antes de que pudiese contestar.

Pase toda la mañana preocupado, no por lo que había pasado o porque mi mujer no supiese quien era yo antes de estar con ella, que lo sabía, no había secretos entre nosotros. El problema radica en que mi mujer intuye que no me complace plenamente en cuanto al sexo y que yo normalmente finjo los orgasmos para no verla mal y esto solo volvería a estropear las cosas, pues lo que siento por mi mujer va más allá del sexo y eso es lo que tengo miedo a perder.

Aproximadamente a las 5 de la tarde recibí la llamada de Elsa, me dijo que me esperaba, al día siguiente en su casa, a primera hora en cuanto los niños entrasen en la escuela que esperaba que no faltase o hablaría con Esther. Ese día trabaje hasta tarde, ordené a mi secretaria que cancelase todas las citas del día siguiente y si mi mujer llamaba le dijese que estaba fuera reunido con unos inversores.

A las 9,05, ya estaba tocando el timbre en casa de Elsa....

CONTINUARÁ...

" ...Mientras narraba mis encuentros sexuales, sus manos parecían poseer una extraña habilidad para darse placer. A veces suaves y sutiles, otras veces, clavaba sus ojos en mi mientras acariciaba su cuerpo como si de un animal salvaje se tratase. Sus manos recorrían todos los rincones de su cuerpo, y que tomaban su sexo y su vello púbico, como si quisiera arrancarlos.

Recordaba todo lo relatado por Mónica, cerraba los ojos imaginándose la protagonista de mis historias, que mis manos recorrían su cuerpo, que la tocaba por todas partes, que mi boca era tan suave que apenas la rozaba, que mis dientes afilados como los de un lobo se hundían en sus partes más carnosas. Que mi cuerpo desnudo, se abalanzaba sobre ella, que gozaba al sentir mi peso y solo deseaba que quedara unido para siempre al suyo..."

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