Hace un par de años me pasaron el dato de un lugar de pesca casi secreto, algo apartado, poco concurrido y con ejemplares muy grandes pero muy ariscos, hay que ser muy tranquilo y silencioso para que ese recodo del río te brinde un trofeo.
Un día, algo fuera de temporada pero a sabiendas que el lugar iba a estar solitario me instalé con mi carpa y mi equipo tomando la precaución de armar mi campamento atrás de los árboles para no perturbar el río.
Llevaba casi dos horas con mis señuelos y al apretar el sol de la mañana siento que el remanso se va despertando, saqué algunos peces de buen porte y con cuidado los medí, pesé, a dos los fotografié y los devolví al agua. Nunca me llevo un pez si no lo voy a comer y ese día no necesitaba.
En eso estaba cuando se escucha un motor a las aceleradas y música muy alta, tal vez no demasiado para otro entorno pero ahí desentonaba.
Enseguida para el auto contra el río, se baja una pareja y él saca un equipo de pesca y le pide a ella que retire el auto y que baje la radio. Con una velocidad digna de mejor causa, arma su caña y cuando lanza su linea al agua suena como una bomba anti-submarinos. Recoge y rápido lanza otra vez y otra más sacudiendo todo el remanso mientras la chica aparta el auto y baja la música pero no mucho.
Yo junté mis petates y sin hacerme mala sangre los guardé en mi campamento. Igual me quedaban dos días más para pescar así que como el calor ya apretaba me fui a dar un chapuzón aunque el agua estaba bastante fría todavía con el sol ya alto y muy fuerte era casi perfecto al pasar el primer escalofrío.
Al salir de una de mis zambullidas veo a la chica mirándome desde la orilla cerca de mi campamento, a unos veinte metros de dónde pararon ellos.
-Dice mi marido que no hay que nadar aquí porque se espantan los peces.
-Sí, tu marido tu marido tiene razón pero con el bochinche que hicieron al llegar no va a haber pesca por un buen rato así que lo mejor es apaciguar el calor hasta que se olviden del ruido.
Mientras salgo del agua aprovecho que ella tiene el sol de frente y me detengo a estudiarla. Muy linda mujer, pelo oscuro, de un color indefinido porque lo llevaba con reflejos, largo y ondulado, ojos claros, no muy alta pero con las proporciones justas y las curvas en el lugar apropiado.
Llevaba una camiseta de tiritas corta que dejaba ver la parte de abajo de unos senos duros y altos, sin ser grandes. Al no usar corpiño los pezones se marcaban en la tela fina cuando el viento la pegaba al cuerpo. Panza a la vista, chata pero no marcada, bien femenina. Un pantaloncito de algodón igual a la blusa, no ajustado pero igual se notaba la tanga muy chica que tenía debajo. Las piernas haciendo juego con el resto... Una belleza...
-Yo no traje bikini, si él me dijo que nos podíamos meter.
-Este lugar es especial, para que te de sus frutos tenés que respetar sus reglas... Me llamo Juan.
-Ay, perdón, soy Karen y mi marido Esteban ¿Pero es cierto que se pescan algunos muy grandes?
-Sí, es cierto. Yo creí que eso que tenés puesto era un traje de baño...
Comentario muy mal intencionado, era evidente que si se metía con esa ropa al agua iba a quedar casi desnuda al mojarse.
-Y la verdad es que es bastante más grande que el bikini.
-Estos los pesqué un rato antes que lleguen ustedes.
Le mostré las fotos que había sacado un rato antes.
-Uh... ¡Qué grandes! ¿Dónde los tenés?
-Los devolví al río, los saco sólo cuando los voy a comer, vine por tres días, tal vez me lleve alguno el último día.
-¿Y si nos metemos al agua no se van los pescados?
-Los peces ya se escondieron, por los años que hace que vengo ahora hasta después del mediodía no hay más pesca.
-Entonces me baño con esta ropa, total, con el calor que hace en un rato se seca ¿Es muy hondo?
-Metro y algo, se puede nadar muy bien. Hay que tener cuidado en el medio por la corriente.
-No te metés de nuevo, sola me da cosa.
-Sí vamos.
Eso era justo lo que quería que me pida.
Fuimos al agua y ni bien nos metimos se agarró de mi brazo
-¡Ay! ¡Está fría!
-Si entrás despacio es peor, vamos, zabullite.
Me tiro al agua y como está tomada de mi brazo viene conmigo al medio de la corriente, se asustó y se colgó de mi cuello, la agarré de la cintura y la enderecé para que vea que hacía pie, no es profundo.
Cuando sacaba el pecho del agua la blusa amarilla se le pegaba tanto que parecía de vidrio, con el frío del agua los pezones erectos eran una tentación.
El marido seguía con la caña, desde donde estaba nos veía y no parecía importarle que su mujer estuviese medio desnuda jugando en el río con un desconocido.
Cuando a Karen le dio frío salimos y ella fue a buscar una toalla a su auto y a decirle a Esteban lo que yo le dije que hasta la tarde no iba a volver la pesca, que se una a nosotros.
-Dale Esteban, vení, después a la tarde volvés a pescar. Así lo saludas a Juan que ni siquiera te presentaste.
-No, andá vos nomás, yo voy seguir intentando. ¡HOLA JUAN, ENCANTADO! ¡Gracias por ser tan paciente con mi mujer!
-Nada de paciencia... Es muy simpática, un placer entretenerla mientras vos pescás.
Ya después de ese diálogo mi conciencia había perdido el control, si el tipo no cuidaba a su mujer, con lo buena que estaba, y ella me daba lugar, lo iba a hacer cornudo en sus narices.
Karen llegó y todavía tenía la ropa mojada y pegada al cuerpo, no me animaba a mirarla mucho porque no iba a poder disimular la excitación.
La invité a sentarse y le pasé una lata de cerveza, se sentó en el piso cerca mio.
-Sacate esa blusa y el short y lo colgamos de la cuerda de la carpa y en un rato están secos.
-No, me quedo desnuda.
-Ahora no estás muy vestida que digamos...
Amagó a taparse con las manos...
-No por favor, no te tapes, me lo merezco por haberte salvado cuando te arrastraba la corriente... Por otro lado no puedo mirarte demasiado... No sería elegante de mi parte.
-Pero me miraste.
-Creo que salvo tu marido, todos los hombres te miramos, no me digas que no sabés lo que provocas en nosotros.
-Esteban no sé qué tiene, parece que no le importo.
-Bueno, si fuera celoso no podría salir con vos a la calle.
-Una cosa es que no sea celoso y otra es esto...
-Le gustará ser cornudo... A vos oportunidades no creo que te falten.
-No sé si le gusta pero no hace nada para evitarlo, sabe que conmigo no tiene que joder... Me parece que la cerveza me está haciendo hablar de más.
-¿Te agarró corneándole alguna vez?
-Sí, más o menos.
-Dame la camiseta, cuando baje el sol te va a dar frío.
Yo me hacía el loco con la piba porque era notable que estaba dispuesta pero no pensé que fuese a ser tan fácil. Se dio vuelta se sacó la camiseta, se tapó el pecho con el pelo y me la dio.
-¿En serio no te vas a pasar la tarde mirando mis tetas?
-Mirar voy a mirar, no me gusta mentir, pero tampoco soy un baboso pervertido.
-¡Qué calor! Vamos al agua, él dice que como hicimos ruido acá en el agua los peces, se van para allá.
-Bueno, pero poné a secar el short, igual tenés la tanga y te tapa el agua.
-Está bien, pará...
Se envolvió la toalla a la cintura, se sacó el short y lo colgó.
En el agua el pelo ya no tapaba tanto y sus tetas se veían magníficas. Jugamos un buen rato como chicos, zambullidas, salpicadas, más de una vez aproveché a tomarla de la cintura y sentirla contra mi cuerpo y cada vez notaba menos resistencia pero enseguida miraba hacia dónde estaba el marido. Nos alejamos un poco y cuando miré me pareció ver que el tipo se estaba masturbando, poca atención le prestaba a la pesca, se había acomodado como para no perdernos de vista.
-Nadás muy bien, muy rápido. Te juego una carrera hasta el tronco.
-Dale. Un, dos, tres.
Desde dónde salimos se veía un tronco en medio del río pero como estábamos en una curva desde dónde estaba el marido no.
Yo integré el equipo de natación de mi colegio y seguí practicando siempre así que podía regular la carrera, había elegido ir en contra de la corriente y eran unos setenta metros, lindo desafío.
Me retrasé algo al arrancar y como me imaginaba en cuanto se metió de lleno en la corriente esta le sacó la tanga y yo la esperé unos metros atrás y la guardé, ahora sí podía nadar. Para mi sorpresa no se detuvo y siguió nadando a toda velocidad, apuré mi ritmo como para que lleguemos juntos. Se quedó agachada con el agua hasta el cuello.
-Empatamos... Pero yo tuve un accidente, si no era la ganadora.
-Bueno ¿y por qué jugamos?
-No sé... Igual empatamos, no hay premio.
-O ponemos un premio que nos guste a los dos.
No seguí hablando... La agarré de la cintura y la besé de lleno en los labios, con la boca abierta, buscando abrir la suya. No se hizo esperar, le abrió los labios a mi lengua y se colgó de mi cuello. Ante esa respuesta no me contuve más y la senté en el tronco y después de recorrer el cuello me dediqué a besar y chupar los senos, los pezones... Los apreté entre mis labios, lengua, tiré de ellos con los dientes mientras mis manos fueron explorando todo su cuerpo, la espalda, caderas, nalgas, muslos... Hasta llegar al punto justo, ese que buscamos los hombres en nuestros primeros encuentros, el que nos abre las puertas del juego.
Lo que mojaba el clítoris y los labios de Karen no era agua del río... Estaba muy excitada, de más está decir que yo también, me costaba mantenerme dentro de mi short. Recorrí despacio el camino desde los senos hasta el pubis... Hice jugar a mi lengua con los pocos rulitos que lo coronaban. Ya ahí comenzaron los jadeos y suspiros de Karen, acompañaba mis lamidas y chupones con el movimiento de las caderas y las caricias y apretones a mi cabeza.
-¡Ay! Pará, para... Nos siguió, nos está mirando.
-¿Y qué hace?
-Hdp... Se pajea.
Me incorporo y mientras le como la boca la penetro. Cierra las piernas rodeando mi cintura...
-Paro si me regalás un orgasmo.
-Yo acabo pero vos también.
Después de decir esto su vagina empezó a apretar y soltar... Qué cosa linda... Los dos nos olvidamos del mundo y las sacudidas hacían temblar el tronco dónde nos apoyábamos. Cuando llegaron los espasmos que anunciaban el final juntamos las bocas, cada uno se comió el grito del otro... Con los últimos jadeos aflojamos la presión de nuestros cuerpos y nos fuimos relajando.
-No, no te salgas... Está volviendo... Esperá que se vaya...
Continuará...
Un día, algo fuera de temporada pero a sabiendas que el lugar iba a estar solitario me instalé con mi carpa y mi equipo tomando la precaución de armar mi campamento atrás de los árboles para no perturbar el río.
Llevaba casi dos horas con mis señuelos y al apretar el sol de la mañana siento que el remanso se va despertando, saqué algunos peces de buen porte y con cuidado los medí, pesé, a dos los fotografié y los devolví al agua. Nunca me llevo un pez si no lo voy a comer y ese día no necesitaba.
En eso estaba cuando se escucha un motor a las aceleradas y música muy alta, tal vez no demasiado para otro entorno pero ahí desentonaba.
Enseguida para el auto contra el río, se baja una pareja y él saca un equipo de pesca y le pide a ella que retire el auto y que baje la radio. Con una velocidad digna de mejor causa, arma su caña y cuando lanza su linea al agua suena como una bomba anti-submarinos. Recoge y rápido lanza otra vez y otra más sacudiendo todo el remanso mientras la chica aparta el auto y baja la música pero no mucho.
Yo junté mis petates y sin hacerme mala sangre los guardé en mi campamento. Igual me quedaban dos días más para pescar así que como el calor ya apretaba me fui a dar un chapuzón aunque el agua estaba bastante fría todavía con el sol ya alto y muy fuerte era casi perfecto al pasar el primer escalofrío.
Al salir de una de mis zambullidas veo a la chica mirándome desde la orilla cerca de mi campamento, a unos veinte metros de dónde pararon ellos.
-Dice mi marido que no hay que nadar aquí porque se espantan los peces.
-Sí, tu marido tu marido tiene razón pero con el bochinche que hicieron al llegar no va a haber pesca por un buen rato así que lo mejor es apaciguar el calor hasta que se olviden del ruido.
Mientras salgo del agua aprovecho que ella tiene el sol de frente y me detengo a estudiarla. Muy linda mujer, pelo oscuro, de un color indefinido porque lo llevaba con reflejos, largo y ondulado, ojos claros, no muy alta pero con las proporciones justas y las curvas en el lugar apropiado.
Llevaba una camiseta de tiritas corta que dejaba ver la parte de abajo de unos senos duros y altos, sin ser grandes. Al no usar corpiño los pezones se marcaban en la tela fina cuando el viento la pegaba al cuerpo. Panza a la vista, chata pero no marcada, bien femenina. Un pantaloncito de algodón igual a la blusa, no ajustado pero igual se notaba la tanga muy chica que tenía debajo. Las piernas haciendo juego con el resto... Una belleza...
-Yo no traje bikini, si él me dijo que nos podíamos meter.
-Este lugar es especial, para que te de sus frutos tenés que respetar sus reglas... Me llamo Juan.
-Ay, perdón, soy Karen y mi marido Esteban ¿Pero es cierto que se pescan algunos muy grandes?
-Sí, es cierto. Yo creí que eso que tenés puesto era un traje de baño...
Comentario muy mal intencionado, era evidente que si se metía con esa ropa al agua iba a quedar casi desnuda al mojarse.
-Y la verdad es que es bastante más grande que el bikini.
-Estos los pesqué un rato antes que lleguen ustedes.
Le mostré las fotos que había sacado un rato antes.
-Uh... ¡Qué grandes! ¿Dónde los tenés?
-Los devolví al río, los saco sólo cuando los voy a comer, vine por tres días, tal vez me lleve alguno el último día.
-¿Y si nos metemos al agua no se van los pescados?
-Los peces ya se escondieron, por los años que hace que vengo ahora hasta después del mediodía no hay más pesca.
-Entonces me baño con esta ropa, total, con el calor que hace en un rato se seca ¿Es muy hondo?
-Metro y algo, se puede nadar muy bien. Hay que tener cuidado en el medio por la corriente.
-No te metés de nuevo, sola me da cosa.
-Sí vamos.
Eso era justo lo que quería que me pida.
Fuimos al agua y ni bien nos metimos se agarró de mi brazo
-¡Ay! ¡Está fría!
-Si entrás despacio es peor, vamos, zabullite.
Me tiro al agua y como está tomada de mi brazo viene conmigo al medio de la corriente, se asustó y se colgó de mi cuello, la agarré de la cintura y la enderecé para que vea que hacía pie, no es profundo.
Cuando sacaba el pecho del agua la blusa amarilla se le pegaba tanto que parecía de vidrio, con el frío del agua los pezones erectos eran una tentación.
El marido seguía con la caña, desde donde estaba nos veía y no parecía importarle que su mujer estuviese medio desnuda jugando en el río con un desconocido.
Cuando a Karen le dio frío salimos y ella fue a buscar una toalla a su auto y a decirle a Esteban lo que yo le dije que hasta la tarde no iba a volver la pesca, que se una a nosotros.
-Dale Esteban, vení, después a la tarde volvés a pescar. Así lo saludas a Juan que ni siquiera te presentaste.
-No, andá vos nomás, yo voy seguir intentando. ¡HOLA JUAN, ENCANTADO! ¡Gracias por ser tan paciente con mi mujer!
-Nada de paciencia... Es muy simpática, un placer entretenerla mientras vos pescás.
Ya después de ese diálogo mi conciencia había perdido el control, si el tipo no cuidaba a su mujer, con lo buena que estaba, y ella me daba lugar, lo iba a hacer cornudo en sus narices.
Karen llegó y todavía tenía la ropa mojada y pegada al cuerpo, no me animaba a mirarla mucho porque no iba a poder disimular la excitación.
La invité a sentarse y le pasé una lata de cerveza, se sentó en el piso cerca mio.
-Sacate esa blusa y el short y lo colgamos de la cuerda de la carpa y en un rato están secos.
-No, me quedo desnuda.
-Ahora no estás muy vestida que digamos...
Amagó a taparse con las manos...
-No por favor, no te tapes, me lo merezco por haberte salvado cuando te arrastraba la corriente... Por otro lado no puedo mirarte demasiado... No sería elegante de mi parte.
-Pero me miraste.
-Creo que salvo tu marido, todos los hombres te miramos, no me digas que no sabés lo que provocas en nosotros.
-Esteban no sé qué tiene, parece que no le importo.
-Bueno, si fuera celoso no podría salir con vos a la calle.
-Una cosa es que no sea celoso y otra es esto...
-Le gustará ser cornudo... A vos oportunidades no creo que te falten.
-No sé si le gusta pero no hace nada para evitarlo, sabe que conmigo no tiene que joder... Me parece que la cerveza me está haciendo hablar de más.
-¿Te agarró corneándole alguna vez?
-Sí, más o menos.
-Dame la camiseta, cuando baje el sol te va a dar frío.
Yo me hacía el loco con la piba porque era notable que estaba dispuesta pero no pensé que fuese a ser tan fácil. Se dio vuelta se sacó la camiseta, se tapó el pecho con el pelo y me la dio.
-¿En serio no te vas a pasar la tarde mirando mis tetas?
-Mirar voy a mirar, no me gusta mentir, pero tampoco soy un baboso pervertido.
-¡Qué calor! Vamos al agua, él dice que como hicimos ruido acá en el agua los peces, se van para allá.
-Bueno, pero poné a secar el short, igual tenés la tanga y te tapa el agua.
-Está bien, pará...
Se envolvió la toalla a la cintura, se sacó el short y lo colgó.
En el agua el pelo ya no tapaba tanto y sus tetas se veían magníficas. Jugamos un buen rato como chicos, zambullidas, salpicadas, más de una vez aproveché a tomarla de la cintura y sentirla contra mi cuerpo y cada vez notaba menos resistencia pero enseguida miraba hacia dónde estaba el marido. Nos alejamos un poco y cuando miré me pareció ver que el tipo se estaba masturbando, poca atención le prestaba a la pesca, se había acomodado como para no perdernos de vista.
-Nadás muy bien, muy rápido. Te juego una carrera hasta el tronco.
-Dale. Un, dos, tres.
Desde dónde salimos se veía un tronco en medio del río pero como estábamos en una curva desde dónde estaba el marido no.
Yo integré el equipo de natación de mi colegio y seguí practicando siempre así que podía regular la carrera, había elegido ir en contra de la corriente y eran unos setenta metros, lindo desafío.
Me retrasé algo al arrancar y como me imaginaba en cuanto se metió de lleno en la corriente esta le sacó la tanga y yo la esperé unos metros atrás y la guardé, ahora sí podía nadar. Para mi sorpresa no se detuvo y siguió nadando a toda velocidad, apuré mi ritmo como para que lleguemos juntos. Se quedó agachada con el agua hasta el cuello.
-Empatamos... Pero yo tuve un accidente, si no era la ganadora.
-Bueno ¿y por qué jugamos?
-No sé... Igual empatamos, no hay premio.
-O ponemos un premio que nos guste a los dos.
No seguí hablando... La agarré de la cintura y la besé de lleno en los labios, con la boca abierta, buscando abrir la suya. No se hizo esperar, le abrió los labios a mi lengua y se colgó de mi cuello. Ante esa respuesta no me contuve más y la senté en el tronco y después de recorrer el cuello me dediqué a besar y chupar los senos, los pezones... Los apreté entre mis labios, lengua, tiré de ellos con los dientes mientras mis manos fueron explorando todo su cuerpo, la espalda, caderas, nalgas, muslos... Hasta llegar al punto justo, ese que buscamos los hombres en nuestros primeros encuentros, el que nos abre las puertas del juego.
Lo que mojaba el clítoris y los labios de Karen no era agua del río... Estaba muy excitada, de más está decir que yo también, me costaba mantenerme dentro de mi short. Recorrí despacio el camino desde los senos hasta el pubis... Hice jugar a mi lengua con los pocos rulitos que lo coronaban. Ya ahí comenzaron los jadeos y suspiros de Karen, acompañaba mis lamidas y chupones con el movimiento de las caderas y las caricias y apretones a mi cabeza.
-¡Ay! Pará, para... Nos siguió, nos está mirando.
-¿Y qué hace?
-Hdp... Se pajea.
Me incorporo y mientras le como la boca la penetro. Cierra las piernas rodeando mi cintura...
-Paro si me regalás un orgasmo.
-Yo acabo pero vos también.
Después de decir esto su vagina empezó a apretar y soltar... Qué cosa linda... Los dos nos olvidamos del mundo y las sacudidas hacían temblar el tronco dónde nos apoyábamos. Cuando llegaron los espasmos que anunciaban el final juntamos las bocas, cada uno se comió el grito del otro... Con los últimos jadeos aflojamos la presión de nuestros cuerpos y nos fuimos relajando.
-No, no te salgas... Está volviendo... Esperá que se vaya...
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