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La semilla inutil - Capitulo 12: Perdido

Aclaracion: Todos los personajes involucrados en actos sexuales son mayores de edad. Con respecto a los demas, se reserva la informacion.

Puede contener lenguaje ofensivo y situaciones maduras (ademas de las sexuales)

El presente capitulo contiene un poco mas de trama

Capitulo anterior: http://www.poringa.net/posts/relatos/2801427/La-semilla-inutil---Capitulo-11-PremioDeUnaNocheDeConcierto.html

Ya no había más conciertos a la vista, pero los «ensayos» eran ya frecuentes y establecidos. A pesar de que Olinda era bastante alocada, me apoyaba en mi estabilidad. Conocía mis horarios y se había trazado la meta de hacerme aprobar todos los cursos que llevaba.
Ese día la madrugada nos sorprendió tirando en un cuarto de hotel. Olinda había descubierto que la pose de perrito era una de sus favoritas, y era aún mejor cuando existía velocidad.
- Ufff, ufff, pero que bestia eres...
Nunca me dejó entrar en su culo, con ella todo era oral o vaginal.
Ese día aún nos faltaba una hora para ir a almorzar, así que seguía haciendo el amor con Oli, cuando sentí que se me «derramaba la avena», según escuché en una chupeta, una vez. Olinda estaba sentada sobre mí, mirándome. Había cogido la costumbre de besarme cuando sentía que mi esperma ingresaba y bañaba su matriz, de tal forma que sentía sus gemidos morir en mi garganta.
- No hay que separarnos, Juli - me dijo, jadeante -, sé que puedes al menos dos seguidas...
Creo recordar que anteriormente había señalado que con Merrian tiré 4 veces seguidas, con Lakshmi me detenía y volvía a la carga, y con Olinda tirábamos, nos reíamos, conversabamos, volvíamos a tirar, etc.
Imposible negarme al hechizo de sus hermosos ojos café, pero más que voluntad era para mí una razón anatómica: al eyacular, perdía la dureza en mi fiel amigo.
Olinda empezó a moverse nuevamente, haciendo caso omiso a mi miembro que empezaba a aflojar. Sería tal vez su humedad, su entusiasmo, la hermosa visión de su grácil cuerpo, su lubricación y fluidos mezclados con mi semen o simplemente los dioses: mi verga se empezó a recuperar dentro de mi hermosa Olinda.
Recuperado mi vigor, la sujeté de la cintura mientras la clavaba desde abajo: sentía mi miembro fuerte, poderoso dentro de su tierno bollito.
- Ahhhh, ahhh... así está mejor, Juli. Como me gusta que seas mi macho. Ufff, ufff, que rica pinga...
Y mi venida demoraba. No cambié de posición porque sabía que al hacerlo el hechizo se rompería, junto con mi dureza.
Y mi miembro era obstinado. Lo hundía más y más en la entrepierna de Olinda, mucho más resbalosa porque también tenía semen. Ella se acostó sobre mí sin perder el enlace, acerqué mi boca a sus senos, chupé sus pezones, abrí sus labios con mi lengua, me concentré y logré, por fin, eyacular una vez más.
Olinda estaba decidida a seguir, a exigirle a mi cuerpo una tercera dosis. No creí que fuera posible pero ella logró conseguir una media erección en mi sexo, lo suficiente como para compartir mutuamente nuestro placer. La tercera llegó, más vibrante pero menos copiosa que la anterior y ésta vez Olinda volvió a la usanza antigua, recibiendo mi semen con un grito de placer...
Llegó un día que no olvidaré jamás, aunque mi vida dependiera de ello. Había ido a visitar a Carla muy temprano y aproveché para gorrearle el desayuno. Fue muy amable y me contó que tenía unos problemas con el marido. No recuerdo bien lo que me dijo porque andaba pensando en Oli.
Más tarde tuve una audición para un grupo de música criolla y me seleccionaron como guitarrista. Esa noticia tenía que compartirla con Oli y, de ser posible, buscarle una posición como percusionista.
Terminada la audición, me dirigí a comprar una sortija de plata para Olinda, ya resuelto y decidido a pedirle que fuera mi novia y, si no quería, le insistiría.
Adquirido el presente, me dirigí a verla, teníamos que encontrarnos en el centro en media hora, cuando un mensaje de ella me alertó de una manera un tanto absurda, sin leerlo, y más cuando lo leí: «te he mentido», decía.
La espera fue mortal, pero llegó al fin. Estaba tan bella que casi olvido lo del mensaje, pero ella no.
- Te he mentido - repitió -, no sé por qué lo hice pero lo hice.
Le pedí una explicación, le dije que también tenía algo que contarle pero que empezara ella.
- Juli, con mi segundo novio también me acosté -vio mi rostro extrañado-, pero no es sólo eso.
Me contó que al inicio de la relación el la trataba como un patán. La celaba y menospreciaba su arte (cuando aún no era lo que era). Me dijo además que la primera vez que se acostó con él lo hicieron primero sin condón y luego, casi al final, él se colocó un preservativo para terminar dentro de ella sin realmente hacerlo.
- El era de todo: celoso, infiel. Me engañó varias veces, Juli. Pero creí que todo cambiaría.
Ocurrió que, producto de ese encuentro amoroso con Carlos (así se llamaba), Olinda tuvo un retraso y, cuando fue al doctor, le confirmó que su delgado cuerpo estaba gestando un bebé.
- Creí que al saberlo, maduraría y mejoraría. Estaba muy equivocada.
Al saberlo el muchacho montó en cólera. Le exigió que lo abortara, pero Olinda se negó en redondo. Al cabo de mucho discutir, el aceptó.
- Pero siguió igual de celoso y traidor -su voz estaba quebrada-, no he llorado por el nunca y nunca lo haré, Juli. De verdad.
El destino con Olinda fue cruel y, un día cuando se bañaba, resbaló y cayó sentada, dejando un reguero de sangre anormal.
Nuevamente fue al doctor, el cual le explicó que, a causa de la caída, había perdido al bebé. El resto cayó por su propio peso, Olinda y el terminaron y ella se dedicó a la música, una manera de demostrar que no estaba acabada.
- Francamente es fuerte -le dije-, pero de verdad crees que es realmente como para decir que me has mentido?
- Lo vi hace poco, en el bus -me confesó-, tenía miedo, Julián. Creo que, a pesar de todo, no lo he olvidado. Venía a despedirme de ti.
No lo quise creer. Me negué. Ella me dijo que no era por Carlos, era por ella. No quería hacerme daño y aprovecharía la beca que le ofreció el Gobierno cubano para estudiar allá (y alejarse de ambos, por lo expuesto).
Discutimos mientras caminábamos. Le dije que no tenía que irse, que le conseguiría una colocación en mi grupo: inútil. Cambié de táctica: le dije que era malvada, que no tenía consideración, que yo nunca le importé. Olinda calló, pero ante mi última aseveración sólo dijo «éso no es cierto y lo sabes». Luego ambos nos quedamos en silencio: ella parecia resuelta a caminar mirando sus zapatos.
Llegamos hasta la parada de su bus. No quería que se marchara, así que emplee mi última carta.
- Maldita sea, no te das cuenta que te amo?
Detuve mi mano antes de llegar a tocar su hombro. Olinda se volvió a mirarme.
- Yo también te amo, Julián -dijo, mientras las lágrimas corrían por sus mejillas, luego intentó sonreír -, pero tu mereces más. Gracias por amarme como lo hiciste, creí que ya no quedaban personas buenas. Gracias por despertar mi corazón.
Su bus llegó, y con el se fueron mis palabras.
- Cuidate, si? -me dijo antes de desaparecer.
Y, en efecto, desapareció.

Continuará...

Bien, hasta aqui llegamos con Olinda: todos la extrañaremos, negarlo no servira de nada...

El proximo capitulo llevara por titulo "La pintora". Nos leemos el proximo domingo

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