¡Hola de nuevo! no me queda más que agradecerles como siempre todo el apoyo con sus comentarios, puntos, favs y seguidores. Bueno, les entrego la siguiente parte de la historia, que es especialmente larga para qe la disfruten a full. Felices pajas 🙂
Dos semanas después de nuestros encuentros sexuales, Daniel nos invitó a la playa. Apenas entrar al cuarto del hotel, Kim se empezó a desnudar frente a nosotros, lo cual no le dimos mucha importancia y lo vimos como algo natural. Yo la imité y también Daniel. Laura, en la cama, buscaba su bañador entre su equipaje. Cuando se giró y vio la larga polla de mi amante,, sus mejillas se ruborizaron y se tapó los ojos con el gesto más inocente de todo.
—Ah, Laura, no seas penosa —dije.
—SÃ, hermanita. Que no te de pena —Kim se acercó por detrás y sujetó los huevos de Daniel con una sola mano.
— ¡Kim! —la regañé.
—Mamá, Laura ya debe saber lo que es una buena polla.
Laura se rió, puso los ojos en blanco y se fue al baño para cambiarse.
— ¿Qué creen que hacen? —les dije a los dos —. Sean un poco más discretos con la chica.
Estar en la playa fue de lo más divertido. Los cuatro en el agua nadando y conviviendo como una familia normal, aunque en realidad no éramos tan normales. Estábamos en una zona algo vacÃa asà que nadie nos podÃa ver.
—Mamá, vamos a broncear nuestras tetas. No quiero que se quede la marca.
—Ah, vale, cielo.
Nos quitamos la parte de arriba del bañador. No podÃa decir que no envidiaba los pechos de mi hija, pero eran hermosos.
—Me estoy divirtiendo como nunca en la vida —dijo Daniel y me besó.
—Oye, a mà también —se quejó Kim y luego la besó a ella.
—Me toca —reà y busqué sus labios.
Durante varios segundos nos la pasamos intercambiando besos con nuestro hombre y frotando nuestros senos con los de él. Salimos del agua y nos fuimos a la arena. La playa estaba vacÃa. Nos recostamos sobre las toallas con las tetas al descubierto, absorbiendo los pobres rayos del sol que se ocultaban detrás de unas nubes que presagiaban lluvia.
—Mamá, mira eso.
Vimos a Daniel boca abajo, con Laura a su lado untándole bloqueador. Las manitas de mi hija recorrÃan esa espalda fuerte y musculosa. En sus ojitos habÃa una sonrisa pÃcara y sus mejillas estaban rojitas.
—Mamá, es hora de meter a Laura con nosotros a la cama.
—No, Kim. No quiero que pierda la virginidad aún.
—No habló de que la perforen —sonrió Kim —. Aunque por el culito le debe de gustar.
—SÃ, pero sabes lo que haces… y lo que te metes por todos los agujeros.
—Ay, mamá. Laura ya sabe lo que es el sexo.
—Ya, Kim. Dejaré que Laura decida.
— ¿S� Estoy segura de que querrá unirse.
Daniel se dio la media vuelta de tal forma que Laura quedó sobre su torso. El hombre puso las manos en las piernitas de mi nena mientras ella le hablaba y le untaba bloqueador por sus pectorales.
— ¿Ves?
Desde ese momento me quedé pensando en la posibilidad de incluir a Laura con nosotros. TenÃa que hablarlo seriamente con ella de la forma más delicada posible, asà que la llamé y me la llevé a un lugar más apartado de la playa. Nos sentamos sobre la arena con el único sonido de las olas del mar.
— ¿Qué pasa, mamá?
—Laura, a ver, ya viste la manera en la que Kim y yo nos juntamos con Daniel. Eso se llama incesto, amor. Es cuando miembros de la misma familia… bueno… se acuestan y hacen cosas de adultos.
—O sea, sexo.
—SÃ. Kim lo disfruta mucho. Daniel… bueno, sÃ, Daniel nos hace el amor a las dos. En fin, Laura… tú eres parte de la familia, asà que no quiero obligarte a nada, pero te voy a preguntar si… te gustarÃa… bueno… que Daniel te empezara a tocar un poco.
— ¿Dónde?
—Emm… en tu vagina, por ejemplo.
Esa carita tan inocente, era como hablarle a una niña. TemÃa que ella dijera que no y que yo quedara como una idiota.
—Ah… sÃ.
Abrà los ojos de par en par.
— ¿S�
—Si es algo que tú y mi hermana hacen, no quiero que me excluyan.
—Entonces… la próxima vez que vayamos a…
—Hacer incesto.
—SÃ. ¿Te nos quieres unir?
— ¿Me va a meter su pene?
—No, no. Pero a lo mejor tú tendrás que darle un besito a sus huevos. No es nada difÃcil, sólo…
—Está bien. TodavÃa no quiero que me metan nada.
Me sonreà y abracé a mi chica con mucha, mucha fuerza. La adoraba tanto, demasiado. QuerÃa besarla y mucho. La tomé de la mano y volvimos con ellos, donde Kim tenÃa la polla de Daniel hundida hasta la garganta. Esta vez no la regañé. Laura no se inmutó.
— ¡Ejem!
—Ah, mamá, perdón. Es que su polla tenÃa algo de arena y querÃa limpiarla.
—SÃ, sÃ. Bueno, vámonos. Casi es hora de cenar. El sol ya se está ocultando.
Cuando entramos al cuarto, vi que Laura estaba visiblemente nerviosa. Aún faltaba un poco para que la noche familiar comenzara, y pensé que serÃa buena idea calmar a mi hija. Lo primero que hice fue decirle que se pusiera la batita de seda para que se acostumbrara a andar ligerita de ropa. Ella obedeció sin rechistar. Yo, por lo pronto, me quedé con un sexy sostén de encaje rosado y unos shorts. Kim, algo más… desenfadada que nosotras, salió con una remera que le llegaba hasta la mitad de las piernas y no me era difÃcil adivinar que no traÃa ropa interior. Bueno, al fin y al cabo no la iba a necesitar.
Daniel salió de la ducha. Le habÃa dicho que se afeitara todo el paquete porque querÃa que la lengua de Laura probara la piel directamente. Cuestión de higiene.
Vimos una pelÃcula completa, auque estaba segura de que ninguno de nosotros le habÃa puesto atención. Después apagamos todo y nos miramos. Laura estaba totalmente ruborizada, pero sonriente. Kim me guiñó el ojo.
—Bien, Daniel, ve a la cama. Enseguida entramos.
—Esto se pondrá bueno —dijo él con una risa y se fue al dormitorio.
Yo me quedé con mis chicas para dejarles en claro las reglas.
—Laura seguirá siendo virgen después de ésta noche ¿de acuerdo?
—De acuerdo —dijo Kim —A menos que ella quiera lo contrario.
—No, y no. Bien, vamos.
Cuando eres madre sabes que en algún momento alguien se va a coger a tus hijas, y lo menos que esperas es que se trate de un semental que la adore. En estos términos, Daniel adoraba a Laura y era un semental, asà que las cosas no estaban tan mal.
Entramos las tres al dormitorio, cuya luz apenas estaba encendida lo que le daba un ambiente más o menos oscurito, pero suficiente para vernos. Kim, como la más ardiente de nosotras, fue quien tomó la iniciativa y se abalanzó a la cama, o más bien, sobre Daniel.
Yo sostuve a Laura de los hombros. Sus hombros suavecitos, tibios y le besé en la cabeza.
—Mira a tu hermana. Observa lo que hace.
—SÃ, mamá.
Kim, a horcajadas sobre Daniel, le hundió la lengua hasta la garganta con un espectacular beso. Laura y yo nos movimos a la cama de al lado para ver lo que sucedÃa con más detalle. El hombre tenÃa los ojos cerrados mientras mi hija lo devoraba como una actriz porno. Incluso podÃa ver los hilitos de saliva que resbalaban de las comisuras de Daniel. En algún momento del pasado me hubiera asqueado de ver a Kim haciendo semejante cosa, pero en este momento me sentÃa tan caliente que no me importó. Laurita, por otro lado, se reÃa quizá de la emoción.
Las manos de Daniel se movieron por las piernas de la chica y le levantaron la ropa. Laura y yo comprobamos que Kim no traÃa nada debajo. Rápidamente dejó que le quitaran la remera. Las tetas de ella se sacudÃan sutilmente y la curvatura de su espalda era perfecta. No cabÃa duda de que Kim sabÃa cómo moverse en la cama. Me sentà orgullosa.
Los besos de mi hija bajaron por el cuello de Daniel. Laura no perdÃa un solo detalle de esto y vio cómo los pechos generosos de su hermana se restregaban con el abdomen de su futuro papá. Kim recorrió con su lengua un camino de saliva mientras acomodaba su cuerpo en dirección a la entrepierna del hombre. De esta manera, su trasero poco a poco se fue acoplando a su pareja hasta que quedaron en un fabuloso sesenta y nueve, que era su posición favorita.
Noté como la respiración de Laura se hacÃa más rápida.
—No sé a quién ponerle atención —soltó ella yo le sonreÃ.
TenÃa razón porque no sabÃamos que era más interesante: Daniel comiéndole el coño a Kim, o Kim mamándole la verga. Pasados unos minutos Laura se decidió por ver a su hermana haciéndole trabajo bucal al hombre.
—Acerquémonos un poco, amor.
En una mezcla de admiración y excitación, vimos por un buen rato como el pene de Daniel entraba y salÃa de la boca de mi hija, acompañada por sus arcadas e hilos de saliva. De repente Kim nos miró y sonrió.
—Mamá ¿quieres probar?
—SÃ, claro. Ahora observa a mamá, Laura.
Me imaginé que me darÃa pena, pero no fue asÃ. Con total naturalidad me llevé el miembro de Daniel a la boca y comencé a darle una buena mamada. Kim, que seguÃa con el culo hundido en la cara de Daniel, empezó a gemir de gustó. La lengua del hombre estaba haciéndole estragos allá atrás.
Mientras chupaba vi como Laurita me veÃa con total atención.
—Mamá ¿ya viste? —me dijo Kim con una sonrisita.
— ¿qué cosa?
—Las tetitas de tu chica.
Era cierto. Los pechos de Laura estaban abultados, señal inequÃvoca de que la chica estaba totalmente excitada al ver a su mamá comiendo verga. Sonreà mucho y segui con mi labor.
Vi que Kim se bajaba y se ponÃa detrás de su hermanita para jugarle las tetas. Laura se reÃa mientras su hermana le jalaba de los pezones. Yo también me reà y en un momento toda la familia estaba en gracia.
Esa tranquilidad de estar juntos, de que era nuestro momento Ãntimo, prohibido y placentero, sin lÃmites, me hizo sentir totalmente unida a ellos, lo que me provocó una mayor excitación y por ende, mamé con más ahÃnco.
—Mamá, dale chance a Laurita. Se muere por comer.
—Lo siento —me limpié la saliva y con la sábana, le quité el excedente de baba a la polla de Daniel —. Ven, cariño.
Laura se acercó de inmediato.
—Ahora he aquà el truco. Mientras lo tengas en la boca, no pienses en el sabor. Sólo relájate. Imagina que es un dulce.
—SÃ, ya sé.
Se veÃa ansiosa. Sostuve el pene de la base. Kim se acercó con la cámara fotográfica y se hizo alguna selfie y después apuntó a su hermana.
Lentamente, mi hija menor abrió mucho la boca para poder tragarse ese pedazo de hombre. Se pasó un mechón de pelo por detrás de la oreja y acto seguido, se metió ese jugoso glande entre los labios. Kim tomó la foto. Yo, feliz, aplaudÃ. Daniel soltó un gemido.
Mi chica cerró los ojos y mamó del glande por un ratito. Después intentó meterse más carne en la boca y le dio una arcada.
—No te fuerces, amor.
—Déjala, mamá. Tiene que aprender.
—Kim, no la presiones. Mejor sigue tomando fotos.
El celular de mi hija se estaba llenando de imágenes de su hermanita. Yo deje a Laura disfrutar y me senté en la otra cama al lado de Kim. La escena, aunque excitante, era más bien educativa.
—Respira, cielo.
—Laura, los huevos también cuentan.
— ¡Déjenme en paz!
Yo me quité las bragas y me crucé de piernas. Está noche Ãbamos a dejar que Laura se divirtiera lo más posible.
—Se ha acostumbrado, mamá.
—SÃ, eso veo. Aprende rápido. Es como si ya lo hubiera hecho antes.
—Bueno, es una mujer. Está en el instinto.
Sonreà a Kim y le besé en los labios. Ella nos tomó una selfie con las lenguas juntas y después volvimos la atención a Daniel, cuyos puños se aferraban a las sábanas. Estaba tan excitado que no se nos iba a hacer raro que se viniera en cualquier momento.
—Oye, ese semen es para mi hija —le advertà y él levantó el pulgar.
Kim se colocó detrás de mà para darme un masaje en los hombros. Yo tenÃa la cámara y tomaba fotos del sutil movimiento de la cabeza de Laurita que subÃa y bajaba rápidamente. Era como si hubiera descubierto un nuevo vicio.
Laura se incorporó y se giró hacia nosotras. La salivita le goteaba de la comisura de la boca y ella se las secó con la lengua. Sus pechos parecÃan haberse hecho más grandes y su cara estaba ruborizada.
—Ya me cansé. Me duele la boca.
Todos nos reÃmos por la inocencia de sus palabras.
—Ven, cielo. Descansa un poco.
Kim se fue a horcajadas sobre Daniel y se sentó justo a la altura de su pene. Con la mano lo dirigió hasta su entrada y se dejó caer hasta que se falo de carne se le hundió en todo su ser.
Laurita la vio sorprendida por la facilidad con la que Kim habÃa sido penetrada, y sin que le dijera nada, mi chica se quitó las braguitas quedando totalmente desnuda frente a mÃ. Su pequeña rajita se veÃa lubricada y sÃ, lo admito, se me hizo agua la boca.
La tomé de la mano y la senté en mis piernas. Como si supiera que iba a pasar, los labios de mi nena se unieron a los mÃos y empezamos a besarnos con pequeños roces de la lengua y húmedas lamidas. Laurita besaba muy bien, o tal vez era por el morbo de que era mi hija.
Mientras los gemidos de Kim se hacÃan más sonoros. Nos llamó la atención cómo brincaba sobre Daniel y se apretujaba las tetas. El hombre le acariciaba las piernas.
—Mi hermana es muy fuerte —dijo Laura.
—Le encanta el sexo. Más rápido, Kim —le animé. Mi hija mayor me miró con picardÃa y se detuvo. Acto seguido, fue Daniel quien empezó a moverse rápidamente, metiendo y sacando su verga a un ritmo veloz. Kim empezó a gemir y luego a soltar grititos de dolor.
Vi que Laura veÃa todo con ojos de sorpresa.
— ¿No le duele?
—No, y algún dÃa vas a poder cabalgar asà —le besé en el cuellito. Me acosté en la cama y me abrà de piernas, ofreciéndole a Laura mi vagina.
No obstante ella no parecÃa interesada. Le llamaba más la atención lo que le estaban haciendo a su hermana. Sus ojos parecÃan hipnotizados por el sube y baja de la cadera de Daniel.
—Laurita. Dale atención a mamá.
— ¿Qué quieres que te haga?
Le señalé mi vagina y ella hizo una mueca de disgusto.
—Prefiero… a Daniel.
Me sentà algo herida por ese rechazo.
—Laura…. no es lesbiana, mamá. —Kim apenas podÃa hablar pero tenÃa razón. Tal vez Laura era más heterosexual que nosotras juntas.
Kim, comprensiva, se levantó y llamó a su hermana.
—Ahora sabe diferente. Pruébala.
— ¿Puedo?
—Ve —le dije y ella se acercó rápidamente, y sin que nadie le dijera, se acomodó en un flamante sesenta y nueve, ofreciéndole sus hermosas nalgas a Daniel, quien no dudó ni un solo instante en sujetarla del culo y hundir su lengua en la pequeña vagina de mi hija.
Laura soltó una carcajada. Kim le tomó más fotos mientras que yo, como mamá, supervisaba todo. Me acerqué y le sostuve la base del pene para que ella pudiera lamerlo mejor. Cuando vi que adquirÃa el ritmo, le ayudé lamiendo las bolas de Daniel.
AsÃ, el hombre parecÃa estar pasándola de lo lindo, con la entrepierna de una chica en su cara, una pequeña boquita inocente dándole una buena mamada, y yo, su madre, ocupándome de sus bolas que en ese momento estaban hirviendo.
—Creo… que me voy a venir.
—Aún no —le regañó Kim —. Mamá, alto. Laura, tú también.
Nos detuvimos mientras Daniel se recuperaba.
—Lo siento. Es demasiado para mÃ.
—No te vayas a morir, querido.
—SÃ, todavÃa tienes que darle lechita a mi hermanita.
Laura se sonrojó. Era tan encantadora.
Cuando volvimos a la acción Kim sugirió que era momento de que Daniel se divirtiera con nosotras, asà que nos pusimos a su disposición. El hombre nos pidió que Kim y yo nos pusiéramos a 4 patas sobre la cama, con las nalgas levemente separadas.
—Vamos, Laura, juega —le instó Kim y ella, a regañadientes, obedeció y se encogió de hombros.
Daniel se colocó detrás de mà con la boca a la altura de mi vagina. Laura, estaba detrás de su hermana mayor. A la cuenta de tres, futuro padre e hija pegaron sus lenguas a nosotras. Kim y yo nos estremecimos y apoyamos la cara en el colchón.
La lengua de Daniel provocaba estragos en mÃ, mientras que oÃa los gemiditos de Kim cuando la chica le daba placer a su clÃtoris. Laura no tardo mucho y se separó, probablemente porque no le gustaba tanto la idea de intimar con su hermana. Fue por la cámara y comenzó a tomarnos fotos en todos los ángulos. Especialmente a Daniel.
Después de esa pequeña experiencia, Daniel decidió que querÃa jugar con Laura y sólo con ella. Mi hija aceptó y él, con sus brazos fuertes, la levantó y la tiró cuidadosamente a la cama. Kim y yo la sostuvimos de las piernas y la abrimos mucho para que su vaginita quedara expuesta.
—Sin penetraciones —le advertÃ.
Él asintió. Su cuerpo estaba sudando. De hecho, todas lo estábamos. El hombre se acomodó entre las piernitas de Laura y con los dedos separó cuidadosamente sus labios vaginales. Pude ver la cantidad de flujo que ella soltaba. Al menos habÃa heredado esa caracterÃstica de mÃ.
Sin poder contenerse, Daniel hundió la boca en la chica. Laura se retorció de inmediato en una combinación de risas infantiles y gemidos de placer, remarcados por el rubor en sus mejillas. Kim sonreÃa divertida y yo miraba algo preocupada la voracidad con la que él la lamÃa y mordÃa. Sin embargo, al ver a Laura tan divertida, lo deje ser.
Kim la abrió más de piernas. En un momento Kim se fue y volvió con un consolador. Yo le advertà de nuevo que nada de penetraciones y ella dijo que no era para eso. Cubrió la superficie del juguete con algo de lubricante sabor a naranja y lo acercó a la boca de Laurita, quien al sentir el sabor y por instinto, abrió los labios y comenzó a mamar del consolador. Su hermana se lo dejó para que continuara jugando.
Debo decir que ver a mi chica comiéndose ese juguete era excitante. Yo estaba tan mojada que podÃa sentir el flujo corriéndome por los labios. Kim miraba todo con una sonrisa de victoria.
De repente Daniel se detuvo y acercó su pene a la entrada de Laura.
— ¡No!
—No voy a meterla allÃ.
—Hazlo despacio. Laura, relájate.
Kim le puso una almohada en el trasero para levantarla un poco. Con muchÃsimo cuidado, Daniel acercó la cabeza de su pene al pequeño anito de Laura y empezó a empujar.
—No le va a entrar —dije.
—Claro que sÃ. Laura, ¿te duele?
—No… nada…
Daniel empujó un poco más. La punta de su glande se hundió en el culito de Laura durante unos momentos y mi hijita instintivamente empezó a moverse. GemÃa. Estaba gimiendo de verdad. Al oÃr eso, Daniel sacó su verga y avisó de que se venÃa. Rápidamente, SIN decirle nada, Laura se acomodó y se clavó la verga a la boca y cerró los ojos mientras el semen de Daniel bombeaba dentro de su garganta. Laura se lo tragó absolutamente todo sin rechistar. Bueno, casi todo, porque algo de lechita le resbaló por la comisura de sus labios.
Kim y yo la sujetamos de inmediato y la cubrimos de besos para limpiarle el semen que se le habÃa escapado y nos lo comimos.
Después los cuatro nos miramos, divertidos, sonriendo.
—Estoy hecho polvo —dijo Daniel con total razón.
— ¿Te gustó, Laura? —le pregunté.
— ¡SÃ! ¡Estuvo bueno!
Abracé a mi chica y le di un besito en la boca.
—Pues vamos a repetirlo más veces ¿de acuerdo?
—SÃ, mamá.
En ese momento, al ver a mi hija sudada, sonrojada y con restitos de lechita en los labios, no pude sino sentirme muy feliz.
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Uf!! al fin le dieron lechita a Laura jaja! ojalá les haya gustado, apenas es el inicio de a hermana de Kim, y falta poco para la gran orgÃa, felices pajas a todos, espero que me digan qué tal les ha parecido, nos vemos 🙂
Dos semanas después de nuestros encuentros sexuales, Daniel nos invitó a la playa. Apenas entrar al cuarto del hotel, Kim se empezó a desnudar frente a nosotros, lo cual no le dimos mucha importancia y lo vimos como algo natural. Yo la imité y también Daniel. Laura, en la cama, buscaba su bañador entre su equipaje. Cuando se giró y vio la larga polla de mi amante,, sus mejillas se ruborizaron y se tapó los ojos con el gesto más inocente de todo.
—Ah, Laura, no seas penosa —dije.
—SÃ, hermanita. Que no te de pena —Kim se acercó por detrás y sujetó los huevos de Daniel con una sola mano.
— ¡Kim! —la regañé.
—Mamá, Laura ya debe saber lo que es una buena polla.
Laura se rió, puso los ojos en blanco y se fue al baño para cambiarse.
— ¿Qué creen que hacen? —les dije a los dos —. Sean un poco más discretos con la chica.
Estar en la playa fue de lo más divertido. Los cuatro en el agua nadando y conviviendo como una familia normal, aunque en realidad no éramos tan normales. Estábamos en una zona algo vacÃa asà que nadie nos podÃa ver.
—Mamá, vamos a broncear nuestras tetas. No quiero que se quede la marca.
—Ah, vale, cielo.
Nos quitamos la parte de arriba del bañador. No podÃa decir que no envidiaba los pechos de mi hija, pero eran hermosos.
—Me estoy divirtiendo como nunca en la vida —dijo Daniel y me besó.
—Oye, a mà también —se quejó Kim y luego la besó a ella.
—Me toca —reà y busqué sus labios.
Durante varios segundos nos la pasamos intercambiando besos con nuestro hombre y frotando nuestros senos con los de él. Salimos del agua y nos fuimos a la arena. La playa estaba vacÃa. Nos recostamos sobre las toallas con las tetas al descubierto, absorbiendo los pobres rayos del sol que se ocultaban detrás de unas nubes que presagiaban lluvia.
—Mamá, mira eso.
Vimos a Daniel boca abajo, con Laura a su lado untándole bloqueador. Las manitas de mi hija recorrÃan esa espalda fuerte y musculosa. En sus ojitos habÃa una sonrisa pÃcara y sus mejillas estaban rojitas.
—Mamá, es hora de meter a Laura con nosotros a la cama.
—No, Kim. No quiero que pierda la virginidad aún.
—No habló de que la perforen —sonrió Kim —. Aunque por el culito le debe de gustar.
—SÃ, pero sabes lo que haces… y lo que te metes por todos los agujeros.
—Ay, mamá. Laura ya sabe lo que es el sexo.
—Ya, Kim. Dejaré que Laura decida.
— ¿S� Estoy segura de que querrá unirse.
Daniel se dio la media vuelta de tal forma que Laura quedó sobre su torso. El hombre puso las manos en las piernitas de mi nena mientras ella le hablaba y le untaba bloqueador por sus pectorales.
— ¿Ves?
Desde ese momento me quedé pensando en la posibilidad de incluir a Laura con nosotros. TenÃa que hablarlo seriamente con ella de la forma más delicada posible, asà que la llamé y me la llevé a un lugar más apartado de la playa. Nos sentamos sobre la arena con el único sonido de las olas del mar.
— ¿Qué pasa, mamá?
—Laura, a ver, ya viste la manera en la que Kim y yo nos juntamos con Daniel. Eso se llama incesto, amor. Es cuando miembros de la misma familia… bueno… se acuestan y hacen cosas de adultos.
—O sea, sexo.
—SÃ. Kim lo disfruta mucho. Daniel… bueno, sÃ, Daniel nos hace el amor a las dos. En fin, Laura… tú eres parte de la familia, asà que no quiero obligarte a nada, pero te voy a preguntar si… te gustarÃa… bueno… que Daniel te empezara a tocar un poco.
— ¿Dónde?
—Emm… en tu vagina, por ejemplo.
Esa carita tan inocente, era como hablarle a una niña. TemÃa que ella dijera que no y que yo quedara como una idiota.
—Ah… sÃ.
Abrà los ojos de par en par.
— ¿S�
—Si es algo que tú y mi hermana hacen, no quiero que me excluyan.
—Entonces… la próxima vez que vayamos a…
—Hacer incesto.
—SÃ. ¿Te nos quieres unir?
— ¿Me va a meter su pene?
—No, no. Pero a lo mejor tú tendrás que darle un besito a sus huevos. No es nada difÃcil, sólo…
—Está bien. TodavÃa no quiero que me metan nada.
Me sonreà y abracé a mi chica con mucha, mucha fuerza. La adoraba tanto, demasiado. QuerÃa besarla y mucho. La tomé de la mano y volvimos con ellos, donde Kim tenÃa la polla de Daniel hundida hasta la garganta. Esta vez no la regañé. Laura no se inmutó.
— ¡Ejem!
—Ah, mamá, perdón. Es que su polla tenÃa algo de arena y querÃa limpiarla.
—SÃ, sÃ. Bueno, vámonos. Casi es hora de cenar. El sol ya se está ocultando.
Cuando entramos al cuarto, vi que Laura estaba visiblemente nerviosa. Aún faltaba un poco para que la noche familiar comenzara, y pensé que serÃa buena idea calmar a mi hija. Lo primero que hice fue decirle que se pusiera la batita de seda para que se acostumbrara a andar ligerita de ropa. Ella obedeció sin rechistar. Yo, por lo pronto, me quedé con un sexy sostén de encaje rosado y unos shorts. Kim, algo más… desenfadada que nosotras, salió con una remera que le llegaba hasta la mitad de las piernas y no me era difÃcil adivinar que no traÃa ropa interior. Bueno, al fin y al cabo no la iba a necesitar.
Daniel salió de la ducha. Le habÃa dicho que se afeitara todo el paquete porque querÃa que la lengua de Laura probara la piel directamente. Cuestión de higiene.
Vimos una pelÃcula completa, auque estaba segura de que ninguno de nosotros le habÃa puesto atención. Después apagamos todo y nos miramos. Laura estaba totalmente ruborizada, pero sonriente. Kim me guiñó el ojo.
—Bien, Daniel, ve a la cama. Enseguida entramos.
—Esto se pondrá bueno —dijo él con una risa y se fue al dormitorio.
Yo me quedé con mis chicas para dejarles en claro las reglas.
—Laura seguirá siendo virgen después de ésta noche ¿de acuerdo?
—De acuerdo —dijo Kim —A menos que ella quiera lo contrario.
—No, y no. Bien, vamos.
Cuando eres madre sabes que en algún momento alguien se va a coger a tus hijas, y lo menos que esperas es que se trate de un semental que la adore. En estos términos, Daniel adoraba a Laura y era un semental, asà que las cosas no estaban tan mal.
Entramos las tres al dormitorio, cuya luz apenas estaba encendida lo que le daba un ambiente más o menos oscurito, pero suficiente para vernos. Kim, como la más ardiente de nosotras, fue quien tomó la iniciativa y se abalanzó a la cama, o más bien, sobre Daniel.
Yo sostuve a Laura de los hombros. Sus hombros suavecitos, tibios y le besé en la cabeza.
—Mira a tu hermana. Observa lo que hace.
—SÃ, mamá.
Kim, a horcajadas sobre Daniel, le hundió la lengua hasta la garganta con un espectacular beso. Laura y yo nos movimos a la cama de al lado para ver lo que sucedÃa con más detalle. El hombre tenÃa los ojos cerrados mientras mi hija lo devoraba como una actriz porno. Incluso podÃa ver los hilitos de saliva que resbalaban de las comisuras de Daniel. En algún momento del pasado me hubiera asqueado de ver a Kim haciendo semejante cosa, pero en este momento me sentÃa tan caliente que no me importó. Laurita, por otro lado, se reÃa quizá de la emoción.
Las manos de Daniel se movieron por las piernas de la chica y le levantaron la ropa. Laura y yo comprobamos que Kim no traÃa nada debajo. Rápidamente dejó que le quitaran la remera. Las tetas de ella se sacudÃan sutilmente y la curvatura de su espalda era perfecta. No cabÃa duda de que Kim sabÃa cómo moverse en la cama. Me sentà orgullosa.
Los besos de mi hija bajaron por el cuello de Daniel. Laura no perdÃa un solo detalle de esto y vio cómo los pechos generosos de su hermana se restregaban con el abdomen de su futuro papá. Kim recorrió con su lengua un camino de saliva mientras acomodaba su cuerpo en dirección a la entrepierna del hombre. De esta manera, su trasero poco a poco se fue acoplando a su pareja hasta que quedaron en un fabuloso sesenta y nueve, que era su posición favorita.
Noté como la respiración de Laura se hacÃa más rápida.
—No sé a quién ponerle atención —soltó ella yo le sonreÃ.
TenÃa razón porque no sabÃamos que era más interesante: Daniel comiéndole el coño a Kim, o Kim mamándole la verga. Pasados unos minutos Laura se decidió por ver a su hermana haciéndole trabajo bucal al hombre.
—Acerquémonos un poco, amor.
En una mezcla de admiración y excitación, vimos por un buen rato como el pene de Daniel entraba y salÃa de la boca de mi hija, acompañada por sus arcadas e hilos de saliva. De repente Kim nos miró y sonrió.
—Mamá ¿quieres probar?
—SÃ, claro. Ahora observa a mamá, Laura.
Me imaginé que me darÃa pena, pero no fue asÃ. Con total naturalidad me llevé el miembro de Daniel a la boca y comencé a darle una buena mamada. Kim, que seguÃa con el culo hundido en la cara de Daniel, empezó a gemir de gustó. La lengua del hombre estaba haciéndole estragos allá atrás.
Mientras chupaba vi como Laurita me veÃa con total atención.
—Mamá ¿ya viste? —me dijo Kim con una sonrisita.
— ¿qué cosa?
—Las tetitas de tu chica.
Era cierto. Los pechos de Laura estaban abultados, señal inequÃvoca de que la chica estaba totalmente excitada al ver a su mamá comiendo verga. Sonreà mucho y segui con mi labor.
Vi que Kim se bajaba y se ponÃa detrás de su hermanita para jugarle las tetas. Laura se reÃa mientras su hermana le jalaba de los pezones. Yo también me reà y en un momento toda la familia estaba en gracia.
Esa tranquilidad de estar juntos, de que era nuestro momento Ãntimo, prohibido y placentero, sin lÃmites, me hizo sentir totalmente unida a ellos, lo que me provocó una mayor excitación y por ende, mamé con más ahÃnco.
—Mamá, dale chance a Laurita. Se muere por comer.
—Lo siento —me limpié la saliva y con la sábana, le quité el excedente de baba a la polla de Daniel —. Ven, cariño.
Laura se acercó de inmediato.
—Ahora he aquà el truco. Mientras lo tengas en la boca, no pienses en el sabor. Sólo relájate. Imagina que es un dulce.
—SÃ, ya sé.
Se veÃa ansiosa. Sostuve el pene de la base. Kim se acercó con la cámara fotográfica y se hizo alguna selfie y después apuntó a su hermana.
Lentamente, mi hija menor abrió mucho la boca para poder tragarse ese pedazo de hombre. Se pasó un mechón de pelo por detrás de la oreja y acto seguido, se metió ese jugoso glande entre los labios. Kim tomó la foto. Yo, feliz, aplaudÃ. Daniel soltó un gemido.
Mi chica cerró los ojos y mamó del glande por un ratito. Después intentó meterse más carne en la boca y le dio una arcada.
—No te fuerces, amor.
—Déjala, mamá. Tiene que aprender.
—Kim, no la presiones. Mejor sigue tomando fotos.
El celular de mi hija se estaba llenando de imágenes de su hermanita. Yo deje a Laura disfrutar y me senté en la otra cama al lado de Kim. La escena, aunque excitante, era más bien educativa.
—Respira, cielo.
—Laura, los huevos también cuentan.
— ¡Déjenme en paz!
Yo me quité las bragas y me crucé de piernas. Está noche Ãbamos a dejar que Laura se divirtiera lo más posible.
—Se ha acostumbrado, mamá.
—SÃ, eso veo. Aprende rápido. Es como si ya lo hubiera hecho antes.
—Bueno, es una mujer. Está en el instinto.
Sonreà a Kim y le besé en los labios. Ella nos tomó una selfie con las lenguas juntas y después volvimos la atención a Daniel, cuyos puños se aferraban a las sábanas. Estaba tan excitado que no se nos iba a hacer raro que se viniera en cualquier momento.
—Oye, ese semen es para mi hija —le advertà y él levantó el pulgar.
Kim se colocó detrás de mà para darme un masaje en los hombros. Yo tenÃa la cámara y tomaba fotos del sutil movimiento de la cabeza de Laurita que subÃa y bajaba rápidamente. Era como si hubiera descubierto un nuevo vicio.
Laura se incorporó y se giró hacia nosotras. La salivita le goteaba de la comisura de la boca y ella se las secó con la lengua. Sus pechos parecÃan haberse hecho más grandes y su cara estaba ruborizada.
—Ya me cansé. Me duele la boca.
Todos nos reÃmos por la inocencia de sus palabras.
—Ven, cielo. Descansa un poco.
Kim se fue a horcajadas sobre Daniel y se sentó justo a la altura de su pene. Con la mano lo dirigió hasta su entrada y se dejó caer hasta que se falo de carne se le hundió en todo su ser.
Laurita la vio sorprendida por la facilidad con la que Kim habÃa sido penetrada, y sin que le dijera nada, mi chica se quitó las braguitas quedando totalmente desnuda frente a mÃ. Su pequeña rajita se veÃa lubricada y sÃ, lo admito, se me hizo agua la boca.
La tomé de la mano y la senté en mis piernas. Como si supiera que iba a pasar, los labios de mi nena se unieron a los mÃos y empezamos a besarnos con pequeños roces de la lengua y húmedas lamidas. Laurita besaba muy bien, o tal vez era por el morbo de que era mi hija.
Mientras los gemidos de Kim se hacÃan más sonoros. Nos llamó la atención cómo brincaba sobre Daniel y se apretujaba las tetas. El hombre le acariciaba las piernas.
—Mi hermana es muy fuerte —dijo Laura.
—Le encanta el sexo. Más rápido, Kim —le animé. Mi hija mayor me miró con picardÃa y se detuvo. Acto seguido, fue Daniel quien empezó a moverse rápidamente, metiendo y sacando su verga a un ritmo veloz. Kim empezó a gemir y luego a soltar grititos de dolor.
Vi que Laura veÃa todo con ojos de sorpresa.
— ¿No le duele?
—No, y algún dÃa vas a poder cabalgar asà —le besé en el cuellito. Me acosté en la cama y me abrà de piernas, ofreciéndole a Laura mi vagina.
No obstante ella no parecÃa interesada. Le llamaba más la atención lo que le estaban haciendo a su hermana. Sus ojos parecÃan hipnotizados por el sube y baja de la cadera de Daniel.
—Laurita. Dale atención a mamá.
— ¿Qué quieres que te haga?
Le señalé mi vagina y ella hizo una mueca de disgusto.
—Prefiero… a Daniel.
Me sentà algo herida por ese rechazo.
—Laura…. no es lesbiana, mamá. —Kim apenas podÃa hablar pero tenÃa razón. Tal vez Laura era más heterosexual que nosotras juntas.
Kim, comprensiva, se levantó y llamó a su hermana.
—Ahora sabe diferente. Pruébala.
— ¿Puedo?
—Ve —le dije y ella se acercó rápidamente, y sin que nadie le dijera, se acomodó en un flamante sesenta y nueve, ofreciéndole sus hermosas nalgas a Daniel, quien no dudó ni un solo instante en sujetarla del culo y hundir su lengua en la pequeña vagina de mi hija.
Laura soltó una carcajada. Kim le tomó más fotos mientras que yo, como mamá, supervisaba todo. Me acerqué y le sostuve la base del pene para que ella pudiera lamerlo mejor. Cuando vi que adquirÃa el ritmo, le ayudé lamiendo las bolas de Daniel.
AsÃ, el hombre parecÃa estar pasándola de lo lindo, con la entrepierna de una chica en su cara, una pequeña boquita inocente dándole una buena mamada, y yo, su madre, ocupándome de sus bolas que en ese momento estaban hirviendo.
—Creo… que me voy a venir.
—Aún no —le regañó Kim —. Mamá, alto. Laura, tú también.
Nos detuvimos mientras Daniel se recuperaba.
—Lo siento. Es demasiado para mÃ.
—No te vayas a morir, querido.
—SÃ, todavÃa tienes que darle lechita a mi hermanita.
Laura se sonrojó. Era tan encantadora.
Cuando volvimos a la acción Kim sugirió que era momento de que Daniel se divirtiera con nosotras, asà que nos pusimos a su disposición. El hombre nos pidió que Kim y yo nos pusiéramos a 4 patas sobre la cama, con las nalgas levemente separadas.
—Vamos, Laura, juega —le instó Kim y ella, a regañadientes, obedeció y se encogió de hombros.
Daniel se colocó detrás de mà con la boca a la altura de mi vagina. Laura, estaba detrás de su hermana mayor. A la cuenta de tres, futuro padre e hija pegaron sus lenguas a nosotras. Kim y yo nos estremecimos y apoyamos la cara en el colchón.
La lengua de Daniel provocaba estragos en mÃ, mientras que oÃa los gemiditos de Kim cuando la chica le daba placer a su clÃtoris. Laura no tardo mucho y se separó, probablemente porque no le gustaba tanto la idea de intimar con su hermana. Fue por la cámara y comenzó a tomarnos fotos en todos los ángulos. Especialmente a Daniel.
Después de esa pequeña experiencia, Daniel decidió que querÃa jugar con Laura y sólo con ella. Mi hija aceptó y él, con sus brazos fuertes, la levantó y la tiró cuidadosamente a la cama. Kim y yo la sostuvimos de las piernas y la abrimos mucho para que su vaginita quedara expuesta.
—Sin penetraciones —le advertÃ.
Él asintió. Su cuerpo estaba sudando. De hecho, todas lo estábamos. El hombre se acomodó entre las piernitas de Laura y con los dedos separó cuidadosamente sus labios vaginales. Pude ver la cantidad de flujo que ella soltaba. Al menos habÃa heredado esa caracterÃstica de mÃ.
Sin poder contenerse, Daniel hundió la boca en la chica. Laura se retorció de inmediato en una combinación de risas infantiles y gemidos de placer, remarcados por el rubor en sus mejillas. Kim sonreÃa divertida y yo miraba algo preocupada la voracidad con la que él la lamÃa y mordÃa. Sin embargo, al ver a Laura tan divertida, lo deje ser.
Kim la abrió más de piernas. En un momento Kim se fue y volvió con un consolador. Yo le advertà de nuevo que nada de penetraciones y ella dijo que no era para eso. Cubrió la superficie del juguete con algo de lubricante sabor a naranja y lo acercó a la boca de Laurita, quien al sentir el sabor y por instinto, abrió los labios y comenzó a mamar del consolador. Su hermana se lo dejó para que continuara jugando.
Debo decir que ver a mi chica comiéndose ese juguete era excitante. Yo estaba tan mojada que podÃa sentir el flujo corriéndome por los labios. Kim miraba todo con una sonrisa de victoria.
De repente Daniel se detuvo y acercó su pene a la entrada de Laura.
— ¡No!
—No voy a meterla allÃ.
—Hazlo despacio. Laura, relájate.
Kim le puso una almohada en el trasero para levantarla un poco. Con muchÃsimo cuidado, Daniel acercó la cabeza de su pene al pequeño anito de Laura y empezó a empujar.
—No le va a entrar —dije.
—Claro que sÃ. Laura, ¿te duele?
—No… nada…
Daniel empujó un poco más. La punta de su glande se hundió en el culito de Laura durante unos momentos y mi hijita instintivamente empezó a moverse. GemÃa. Estaba gimiendo de verdad. Al oÃr eso, Daniel sacó su verga y avisó de que se venÃa. Rápidamente, SIN decirle nada, Laura se acomodó y se clavó la verga a la boca y cerró los ojos mientras el semen de Daniel bombeaba dentro de su garganta. Laura se lo tragó absolutamente todo sin rechistar. Bueno, casi todo, porque algo de lechita le resbaló por la comisura de sus labios.
Kim y yo la sujetamos de inmediato y la cubrimos de besos para limpiarle el semen que se le habÃa escapado y nos lo comimos.
Después los cuatro nos miramos, divertidos, sonriendo.
—Estoy hecho polvo —dijo Daniel con total razón.
— ¿Te gustó, Laura? —le pregunté.
— ¡SÃ! ¡Estuvo bueno!
Abracé a mi chica y le di un besito en la boca.
—Pues vamos a repetirlo más veces ¿de acuerdo?
—SÃ, mamá.
En ese momento, al ver a mi hija sudada, sonrojada y con restitos de lechita en los labios, no pude sino sentirme muy feliz.
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Uf!! al fin le dieron lechita a Laura jaja! ojalá les haya gustado, apenas es el inicio de a hermana de Kim, y falta poco para la gran orgÃa, felices pajas a todos, espero que me digan qué tal les ha parecido, nos vemos 🙂
17 comentarios - Mis hijas y yo: una familia muy cariñosa cap 11
Me calentó mucho... gracias!
Te felicito por la historia por que cuando la lees te atrapa y queres seguir leyendo.
gracias y esperando por supuesto la continuación
Te felicito por la historia en general porque desde que te la comencé a leer me atrapaste y no dejo de seguir leyéndola...