You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

Siete por siete (122): Impasse




Post anterior
Post siguiente
Compendio I


Imagino que debes estar echando humos porque escribí solamente una vez en la semana y que todavía no cuento el resto de nuestra estadía.
Pero te tengo que ser sincero, Marisol: estoy en un impasse. Es decir, estoy bloqueado y lo único que deseo es estar contigo y hacerte el amor hasta el cansancio.
Piensas que es un disparate, ¿Cierto?
“¡No seas tonto! ¡Aprovecha de estar con Hannah!” tienes ganas de decirme.
Leíste eso e imagino que debes tener la boca apretada, haciendo un pequeño puchero.
Leíste lo siguiente y ahora, estás colorada hasta las orejas.
¿Me equivoco?
Pero es la verdad, mi amor: te tengo unas ganas tremendas y créeme, puedes tirarme las mujeres que quieras y sigo con deseos de ti.
Hannah lo entiende, porque le he sido honesto. No te voy a negar que cuando llego a la mina, hacemos el amor porque la encuentro bonita y la amo de verdad: rubiecita, ojos celestes, chiquitita, delgadita y con unos pechos del porte que tenías tú, alrededor de los 2 meses de embarazo.
Pero alrededor del miércoles o jueves, le confieso que te extraño y que quiero hacerle el amor como lo hago contigo, lo que sé que te molesta, porque lo encuentras cruel.
Sin embargo, a ella le está gustando más y más que lo hagamos de esa manera y ya por el martes me pregunta si te extraño demasiado o no.
¡Ya me imagino tu sonrisita por eso!
Y es que la relación que tenemos en la mina se parece mucho a lo que tenemos tú y yo en la casa: enciendo la radio y bailamos un poco, nos sentamos frente al televisor o a la laptop para ver películas por Netflix o YouTube, conversamos del trabajo o de la familia, cocinamos y también nos hacemos cosquillas.
Ella lo ha intentado hacer con Douglas, pero él es más serio que yo. Se encierra demasiado en su trabajo y a pesar que a Hannah también le interesa lo que hace su marido, no le da espacio para charlar ni escuchar lo que Hannah hace.
Se siguen amando e incluso le ha gustado el cambio en su personalidad, porque anda más risueña y alegre con él. Pero ignora completamente sus cuernos.
Lo más gracioso, Marisol, es que están intentando embarazarse, pero Hannah sigue tomando pastillas, para que no paremos de hacer el amor.
Cuando vuelve a casa, lo hace 3 o 4 veces a la semana, unas 2 veces por noche y según ella, no es mal amante.
Sin embargo acá, a veces nos damos un mañanero en la ducha, la infaltable inspección alrededor de mediodía y por la noche, unas 2 veces más, para dormirnos alrededor de la una.
Pero cuando yo te extraño, encuentra que lo hago distinto y mucho más rico.
Y es que esos días, literalmente estoy hambriento por ti. Prácticamente, casi la tiro a la cama y le salto encima.
Le doy esos besos intensos y apasionados, que nos damos los lunes, donde te recorro la boca entera y pareciera que te robo la respiración.
¡Lo sé! ¡Son nuestros besos, pero créeme que te extraño bastante y Hannah es mi único consuelo!
La empiezo a desnudar vertiginosamente, como si estuviera poseído. Su camisa vuela y su sostén y le empiezo a comer los pechos y a succionarlos como lo hago contigo.
Al principio, le molestaba, porque le dejaba chupones y pasaba 2 o 3 días morada. Pero ahora, sus pezones están más paraditos e hinchados y realmente, me pregunto qué tan observador será su marido si no se ha dado cuenta.
Bajo por el ombligo pasando la lengua, por su vientre y le remuevo el calzón. Su marido tampoco le da sus lamidas locas y siempre está ardiendo por pasión.
Debo lamerla alrededor de unos 10 minutos, porque estoy a punto de explotar.
Le presento la puntita y casi la ensarto. Se queja, porque la tengo más gorda que su marido, pero me siento desesperado.
Y me empiezo a menear despacio, pero con movimientos largos, porque te estoy buscando a ti en ella y como es más chica que tú, no me cuesta llegar hasta su matriz.
Y es ahí donde se empiezan a complicar las cosas, porque me pongo impaciente.
Debes pensar que porque ella tiene una rajita más apretada y chiquitita, debe ser mejor.
Te equivocas. Me he acostumbrado tanto a la tuya, como un sable a su funda y esa funda, mi querido amor, no es la mía.
Para ella, la experiencia es espectacular, porque su marido alcanza ese lugar pocas veces. Pero para mí, es frustrante, porque quiero avanzar más en tu canal.
La puedo meter entera, si te lo preguntas. Pero el problema está en que cuando quiero hacer contigo lo mismo, me tengo que esforzar un poco para llegar más adentro.
Y yo te siento cuando rozo tu cérvix y medio besas mi glande. Pero en ella, avanzo más adentro y siento como si lo traspasara, casi sin dificultad.
Ahí, da unos gemidos impresionantes y el vaivén que llevamos saca chispas. Si tú crees que a ti te parto, a ella le debe ir peor.
Y es que te digo: mi cuerpo empieza a buscarte. A sentir el peso de tus brazos, de tus pechos, el sabor de tus labios, la forma de tu trasero y todos esos detalles que recuerdo de cuando hacíamos el amor de pololos.
Pero entonces, las cosas no empiezan a cuadrar: tu trasero es redondo, pero no tiene la misma forma; sus besos no son los mismos que tú das; sus pechos son más grandes que los que tenías; sus brazos y manos son más pequeñas que las tuyas.
Y te digo, empieza a embargarme una sensación de frustración, porque quiero hacerlo contigo. Aunque, al igual que a ti, le gusta que me ponga más rudo con ella.
Y la mitad de mi cuerpo está excitado y la otra mitad, buscándote sin poderte encontrar.
Acabo en ella como lo hago contigo y en verdad la rebalso, Marisol, porque cuando podemos despegarnos, termina botando más semen que cuando lo hago contigo.
Pero la saco y la siento igual de parada.
Y no es lo mismo que cuando juego contigo y con Lizzie al mismo tiempo, tampoco.
La siento caliente y lo único que quiero es meterla otra vez, para ver si te encuentro y si me desquitara todas las noches las ganas que te tengo a ti con la pobre Hannah, si no seguimos haciendo el amor hasta la mañana siguiente, probablemente no podríamos levantarnos del cansancio.
Y si sigues sin creerme, ¿Te has dado cuenta que cuando vuelves los martes de la universidad, Lizzie duerme la siesta?
Del lunes por la noche, cuando me recibes, no tengo ninguna queja: hacemos el amor 2 veces, te como los pechitos y te hago la colita, como siempre.
Pero la mañana del martes, me despiertas con tu mamada infaltable y me pones de ganas otra vez.
Pude haber estado 4 horas haciéndote el amor la noche anterior, pero pienso en todos los días que no te vi y te tragas todo y te vas a bañar.
Yo sé que este semestre, tus clases de martes empiezan a las 11 y te vas a la universidad a estudiar con tus amigas. Pero yo quiero quedarme un rato más contigo y cuando creo que te puedo convencer y que haremos el amor una o 2 veces, te arrancas y me traes a Lizzie.
Ahora bien, yo sé que entre ustedes no se hablan ese tema por respeto. Pero déjame decirte qué es lo que pasa con ella los martes.
Para empezar, llega con una sonrisa nerviosa, porque sabe que me dejaste calentón y da lo mismo la ropa con la que duerma, porque poco rato le dura puesta.
Tampoco te voy a negar el bonito de su cabello, que me recuerda esos comerciales de shampoo que dan por la tele o sus dientes blanquitos, que le dan un aire de modelo.
Pero tú no tienes pecas, tus ojos son verdes y no negros y tu mirada es más inocente que coqueta.
Me la toca bajo las sabanas y se da cuenta que está ardiendo. Me la sacude un poco, pero yo lo único que quiero es meterla.
Y es como esos videos en los documentales, donde la presa se acerca demasiado al cazador: la volteó, le desnudo los pechos y se la meto de improviso.
Me pide que me calme, que también me ha extrañado. Pero no me siento tan caliente por ella, sino por como tú me dejaste.
Y vuela su ropa interior y me dedico a sus pechos también. Y a ella, Marisol, los pezones se le hinchan.
Me vuelvo salvaje, porque tienen casi el mismo volumen que los tuyos. Pero les falta leche.
¿Tú crees que mi boca se detiene por eso?
Para nada. Chupo con todas las ganas.
Y realmente, me vuelvo un bebe insidioso, porque me he dado cuenta que mis dientes les quedan marcados alrededor de la Areola y se los dejo bien lamidos, al igual que lo hago con los tuyos.
No te voy a decir cómo lo goza, porque puedes verlo por la cinta de seguridad.
Pero cuando se la meto entre las piernas, brama ardiente de placer.
Y es que ustedes tienen una contextura física parecida y cuando se la empiezo a meter, pareciera que estoy dentro de ti.
Es más: Al igual que a ti y a Hannah, también le gusta que me ponga un poco rudo al hacer el amor.
Y empiezo a metérsela y se siente parecido. Pero me empiezo a frustrar con sus pechos.
Su forma es distinta, mi amor y se siente como si se deformaran sobre mis manos, mientras que tus pletóricos pechos son más duritos y puedo sentir la leche dentro de ellos cuando los agarro.
La beso y también, sus labios no se parecen mucho a los tuyos por ser un poquito más carnosos. Y para que veas que soy atento a los detalles, su lengua se siente más rugosa comparada con la tuya.
Ella lo interpreta como deseo o algo así, pero mi cabeza ni siquiera lo asimila con los labios de Pamela, tu mamá o Amelia, por lo que la frustración me empieza a llegar otra vez.
Lo único que se te asemeja es la sensación de la rajita, porque aprietan de forma parecida y la succión es casi la misma.
Pero entonces, cuando ya la volteo, queda la escoba: sus labios definitivamente no son los tuyos; sus pechos son carnosos, ricos y blanditos, pero tampoco son los tuyos; la tensión de sus muslos es parecida a la tuya, pero no la misma; y ella es más delgada que tú y le falta el rollito que te encontré y que tanto te avergüenza.
(Y no te enojes por eso, porque a mí me encanta y me acuerda a tu mamá).
Lo único que me queda remotamente parecido a ti es su entrepierna y mis movimientos de pelvis con ella son devastadores: la cama cruje y el colchón se contrae casi al máximo.
Ella empieza a gemir (y tampoco da tu tono de voz), en un “¡Ahhhh!” en crescendo, pero ahogado (Mientras que tú cierras los labios y sale un “¡Mhmmm!” placentero, para no despertar a las pequeñas)
Y yo, metiendo y sacando, sin parar, hasta que acabo.
Descansamos un par de minutos, pero siento lo mismo: todavía te tengo ganas.
Y lo hacemos a lo perrito, con ella apoyando la cara en el colchón.
Yo dándole y dándole, sin parar y nuevamente acabo.
Son cerca de las 9 y le pido la cola.
Su colita es apretada y también tiene la forma de la tuya, pero sus pechos, tomados por detrás, no se sienten para nada como los tuyos.
Son blandos, esponjosos y ricos. Pero no tienen esa dureza que les da la leche, en especial los días que amamantas poco.
Y se los sobo y masajeo, pero siguen sin ser los tuyos, ni tampoco tiene tu olor o le da el mismo escalofrío que te da a ti cuando lamo su espalda.
Para las 10, le damos desayuno a las pequeñas y lo hacemos una vez más en la ducha, que con el chorro del agua y el brillo de sus pechos, ya me distraigo un poco de ti y quedo más satisfecho.
Pero generalmente se da que les doy el almuerzo a las pequeñas, Lizzie las acuesta y al poco rato se va a dormir también.
¿Y por qué te cuento todo esto?
¡Porque la semana pasada, me echaste a perder, corazón!
Me vine a faena ya extrañándote y lamentándome haber perdido esos días que te enojaste y ni te digo del excelentísimo humor que anda Hannah, porque casi toda la semana le hemos estado dando bien duro.
Pero ahora, veo el reloj y pienso que falta tan poquito para volver. Una noche más y te haré ver estrellitas hasta que te canses.
Porque te amo, ruiseñor, y sigo creyendo que eres la mejor.


Post siguiente

1 comentarios - Siete por siete (122): Impasse

pepeluchelopez
Valla ! Solo tu pones a encontrarles diferencia. Aunque la razón y causa la justifica. Bien ahora esta semana al regreso sera distinto. Un abrazo
metalchono
Lo fue y lo bueno es que ella también lo disfrutó. Saludos y un abrazo.