Hola! de nuevo muchas gracias por todo el apoyo y aquí les dejo semanalmente como siempre la continuación, esperando que les guste, se exciten y le dediquen una paja a estas hermanitas.
Recuerden que las partes anteriores están en mi perfil 🙂
parte 1
http://www.poringa.net/posts/relatos/2765547/Mis-hijas-y-yo-una-familia-muy-carinosa.html
parte 2
http://www.poringa.net/posts/relatos/2766483/Mis-hijas-y-yo-una-familia-muy-carinosa-capitulo-2.html
parte 3
http://www.poringa.net/posts/relatos/2768820/Mis-hijas-y-yo-una-familia-muy-carinosa-capitulo-3.html
parte 4
http://www.poringa.net/posts/relatos/2770974/Mis-hijas-y-yo-una-familia-muy-carinosa-cap-4.html
parte 5
http://www.poringa.net/posts/relatos/2772284/Mis-hijas-y-yo-una-familia-muy-carinosa-cap-5.html
parte 6
http://www.poringa.net/posts/relatos/2776027/Mis-hijas-y-yo-una-familia-muy-carinosa-cap-6.html
***************
La cena fue de lo más incómoda. Todos estábamos en silencio. Daniel comía con absoluta discreción, Laura parecía jugar con su comida. Yo suspiraba sin poder creerme que mis hijas me habían visto embarrada de semen. De seguro les ocasionará un trauma.
Mire a Kim y sentí suerte de que mi hija mayor se estuviera comportando como si nada hubiese pasado. Ella era la que más hablaba, y contaba algunas cosas sobre la escuela, pero la verdad es que nadie le estaba poniendo verdadera atención.
También jugaba con las salchichas como si fueran penes, y se las metía enteras a la boca. No me extrañaría que Kim supiera hacer una garganta profunda.
Poco a poco vaciamos la cena. Lavé los trastes mientras Daniel, todavía en silencio y avergonzado, se quedaba en la sala para mirar televisión. Estaba tan distante que tenía miedo de que se fuera, aunque tampoco lo iba a culpar si lo hacía.
Durante la hora de dormir él se negó a subir al cuarto, lo cual era comprensible. Le llevé una almohada y una sábana a la sala para que durmiera en el sillón. Luego subí a mi alcoba y me encerré. Estaba entre triste y a la vez, ardiente por terminar. Ni siquiera me había penetrado, y eso me ponía de malas.
Dispuesta a mejorar mi ánimo y a dejar de sentirme bah, fui al baño donde Kim se lavaba los dientes. Para dormir mi hija se había puesto sus cacheteros y una blusa que le llegaba al ombligo. Aquello no me molestaba cuando estábamos las tres, pero con Daniel aquí, era una cosa diferente.
—No estés frente a él con esa ropa.
—No estoy frente a él —dijo Kim. La pasta dental que le escurría por la comisura de sus labios parecía semen. Joder, estaba tan caliente que ya necesitaba que alguien me diera.
—Sobre lo que pasó…
A mí no me tienes que explicar nada —escupió la pasta y se enjuagó la boca.
—Lo sé. Supongo que gracias.
—¿No vas a coger con él? —me preguntó Kim con absoluta naturalidad. No sabía si ofenderme, pero no lo hice. Al menos traté el tema con madurez.
—No. Creo que se sorprendió tanto que ya ni se le para la verga.
Kim se rió. Yo abrí el botiquín detrás del espejo y saqué el lubricante anal.
—¿Vas a darte amor tú sola?
—Cierra la boca —mascullé y salí cuanto antes de allí.
Pese a lo avergonzada que estaba, sí iba a darme algo de amor a mí misma. Busqué en mi cajita mi dildo vibrador. Amaba ese aparato y pensé que todas las mujeres deberían tener uno para cuando estuvieran necesitadas de afecto. Luego pensé en lo estúpido que sonaba eso y me deprimí más.
Me quité la ropa y me acosté en la cama con las piernas tan abiertas como pude. Dentro de mí bullía la lujuria. Mamé un poco mi juguete y luego, poniéndole una capa de lubricante, tanteé la entrada de mi vagina para luego meterlo hasta la mitad de un sólo empujón.
Maldita sea, Kim tenía más vida sexual que yo, y eso no era tan justo como parecía. Era cierto que mi hija estaba más buena que yo, pero no tenía por qué quedarme atrás. Ese pensamiento me produjo irritabilidad y me masturbé todavía más duro, con la máxima velocidad del vibrador. El placer que me inundó fue tal que pronto dejé de pensar en lo malo del día y me entregué por completo a ese pedazo de carne falsa que hacía estragos dentro de mí.
No supe cuánto tiempo estuve con el dildo en la vagina. Cuando me desperté al día siguiente, me encontré abrazando ese juguete como si fuera un osito de felpa. No podía haber una mañana tan ridícula.
Llevé a las chicas a la escuela y alcancé a Daniel hasta su trabajo. Seguía siendo algo distante, pero se despidió de mí con un beso en la frente.
Durante todo el día estuve alicaída y disque trabajando, aunque la verdad me la pasé pensando en que si Daniel se iba, yo me quedaría sola. No tenía el valor suficiente para ir a un bar y ligarme a un hombre, y esa cobardía me estaba molestando.
—¿Qué te pasa, Karen? —me preguntó Lorena al final del turno.
—Nada. Sólo ando algo… triste. No sé cómo soporté la jornada.
Nos dirigimos al baño para retocarnos el maquillaje antes de marcharnos de la compañía. Éramos las últimas en salir, como casi todos los empleados de nuestro departamento. El baño estaba vacío, lo cual ayudaba a aumentar la sensación de soledad.
—No puede haber sido tan malo —dijo Lorena cuando me tomó de las caderas —Cuéntame.
—No, aléjate. No me beses.
—Oh, vamos, Karen. Sé que te gustó lo del otro día.
—Esto es acoso laboral —sonreí mientras sentía sus dedos acariciando la piel de mis caderas y la presión de sus grandes tetas contra las mías.
—No, no. Sé que quieres que te de un beso.
—Tonta.
Pero una parte de mí sí lo quería. Estaba tan ausente de amor que no me importó cuando Lorena intentó besarme. La dejé hacerlo esperando una embestida de su lengua, pero no hubo tal. Fue un beso tierno y con sabor a uva debido a su brillo labial.
Maldición, que bien se sentía besar a otra mujer. ¿Por qué el lesbianismo estaba tan mal visto? De un momento a otro dejé de temerle a los tabúes sobre la sexualidad y rodeé el cuello de mi amiga con los brazos. Ella era más alta que yo, de manera que tenía que estirarme para que nuestras bocas siguieran juntas.
De repente Beth entró al baño y se disculpó en cuanto nos vio. También se rió. Yo no le tomé importancia y me sorprendí de eso. Lorena le dijo que por favor no contara nada, y cuando ella se fue, mi amiga volvió a sus besos y por consiguiente, a hacer que mi corazón latiera con más fuerza.
Nos besamos hasta no poder más, y luego ella se puso detrás de mí y nos espejamos. Era una imagen algo… linda. Yo, una rubia treinteañera con una exuberante morena detrás de mí. Sus manos me rodeaban el vientre y su boca me besaba los hombros.
—Hacemos una bonita pareja de lesbianas —dijo Lorena y tuve que darle la razón.
Yo no me consideraba lesbiana, bueno, al menos no hasta que me di cuenta de lo rico que era tener los senos de una mujer frotándose contra mi espalda. Lorena me guió hasta el cubículo del baño para discapacitados y que era el más grande de todos. Ahí ella se sentó en la taza y yo me acomodé sobre sus piernas.
Los besos subieron de nivel. Ahora había un jugueteo delicioso de lenguas. Sus manos me acariciaban las piernas, el trasero y la espalda, buscando desesperadamente desabrocharme el sostén. Afortunadamente el broche estaba por delante, así que nunca iba a lograrlo de esa forma.
Decidí tomar la iniciativa y lamer su cuello. Olía delicioso, mejor que el de un hombre. Su piel era delicada, dulce, y sus risitas eran encantadoras.
Entonces al verla a los ojos me di cuenta de que la situación no se había llenado de lujuria, sino de amor. La tomé de las mejillas y le dejé un beso dulce en la boca.
—¿Vamos a tu alcoba? —le pregunté y ella, sonriendo, asintió.
Cuando salimos de la compañía yo todavía me estaba preguntando si iba en serio. Estaba tal vez un veinte por ciento arrepentida de haberle propuesto sexo a Lorena, pero ya no podía retractarme pues la simple idea de que al fin iba a estar en la cama con alguien bastaba para calentarme.
Desgraciadamente mi coche no encendió por el problema que tenía con el motor, así que Lorena se ofreció a llevarme en el suyo. Pensé que antes podríamos ir a buscar a las chicas, pero no quería posponer lo inevitable, así que no dije nada.
Llegamos hasta su casa y cuando ella apagó el motor, mi corazón latía más rápido que antes. Siguió así hasta que me hizo pasar y me condujo hasta el baño. Su idea era que nos besáramos bajo la ducha, y honestamente sonaba genial.
Me besó durante unos segundos, y al sentir como sus manos me tocaban las nalgas, ese veinte por ciento de inseguridad desapareció. Estaba lista para tener sexo lésbico por primera vez, y tal y como iban las cosas, me iba a gustar.
Lorena fue la primera en desvestirse. Con una mirada sensual se quitó la blusa y la falda. Sus tetas eran grandes, tal vez una copa D, o un poco más, y la piel acanelada de su cuerpo contrastaba con el color rosa de su ropa sostén y su tanga. Yo podía sentirme muy mojada, y ella lo supo cuando se acercó a tocarme, a desvestirme. Me besó en el vientre y con los dientes mordió el encaje de mis cacheteros y los fue deslizando hacia abajo.
Sin poder aguantar más, me quité el sostén y prácticamente le arranqué a ella la ropa. No me dio tiempo de ver su cuerpo porque inmediatamente nos metimos a la ducha. El agua era tibia, deliciosa, pero fue mejor cuando sentí nuestras tetas resbalar suavemente con la poca fricción del jabón.
Apenas terminamos la ducha salimos envueltas en toallas y fuimos hasta su alcoba. Ella me dijo que Holy no vendría pronto, pues había pedido permiso para quedarse en la casa de una amiga. Eso me decepcionó un poco porque pensaba tener algo de acción con esa chica. Me avergoncé de ese pensamiento, pero no era para tanto. Después de todo estaba excitada, y en parte, se justificaba tener ideas así.
Lorena se acostó sobre mí y las toallas cayeron al piso. Mientras me besaba, recordé que no había ido a buscar a mis chicas. Le pregunté si podía llamarlas y lo hice desde el teléfono en la mesita de noche, al lado de la cama.
Kim me contestó, pero fue algo difícil hablar con todo lo que sucedía.
—¿Hija? Oye, no podré ir a buscarlas. Llegaré algo tarde. Gracias.
—¿Listo?
—Listo —dije y fue cuando Lorena bajó a besos por mi vientre hasta llegar a mi vagina. Yo separé las piernas al máximo para ofrecerle todo lo que tenía. Y ella lo aceptó gustosamente. Antes de que su lengua me recorriera toda, vi su sonrisa y después, cerrando los ojos, arremetió contra mí en una oleada de placer.
—------------—Kim—-----------------
Que mamá no estuviera en casa era genial. Al fin podría hacer muchas cosas con mi hermana y continuar con la diversión. Me bañé, me puse un conjunto sexy y revisé una lista de páginas porno para ver juntas, dejar que las cosas se calentaran y bañarme del placer que conllevaba hacerlo con mi hermana menor, que para ser inocente, era toda una putita.
Estaba en la sala, planeando mis perversiones cuando mi celular sonó. Era Axel.
—Mira afuera —dijo y me asomé por la ventana. Allí estaba él.
Las cosas se ponían más interesantes. Abrí la puerta para dejarlo pasar y cuando me vio en paños menores, sus ojos rápidamente brillaron de excitación. Corrí a abrazarlo y en nuestro beso prácticamente le metí la lengua hasta la garganta.
Sus manos me recorrieron las caderas y se detuvieron en mis pompas para apretujarlas. Luego nos sentamos en la sala a platicar, pero él no dejaba de mirarme las tetas y eso me estaba poniendo más caliente. Se me abalanzó buscando un beso y yo le correspondí. Le dije que no había nadie en casa y que podíamos jugar un poco.
—¿Kim? ¿A qué hora viene mamá?
—No lo sé… —me quedé callada. Laura se había puesto su bata sexy, y sus boxers negraos de encaje se veían por debajo de la tela.
—Qué buena está tu hermanita —me susurró Axel mientras veía a Laura sentarse en el sofá a ver la televisión, sin darle importancia a nuestro faje.
—¿Te gusta? —le murmuré al oído. Eso me había dado una gran idea —. Sigue besándome.
Continuamos con nuestros besos, cada vez más subidos de tono. Las manos de Axel me recorrían los muslos y las nalgas. Lentamente le quité la camisa y la arrojé sobre Laura de manera “accidental”. Eso captó la atención de mi hermanita, que nos empezó a mirar.
Me recliné en el sofá y Axel se acomodó sobre mí mientras me besaba el cuello. Lo envolví con mis piernas.
—¿Quieres jugar con nosotros, Laura? —le pregunté al fin. Axel hundió el rostro en mis tetas. Mi hermanita se cruzó de piernas y dijo que no.
Eso no estaba nada bien. Axel me quitó la blusa y se concentró en lamerme los pezones sin importarle que mi propia hermana me viera.
Yo gemí un poquito. Noté que Laura no dejaba de mirarme con una sonrisita encantadora.
—Anda, sé que quieres.
—No, no.
—Sí, sí. Ven y lame las tetas de tu hermana.
Miré a Axel. Estaba excitadísimo y me guiñó un ojo. Yo asentí riendo.
—Axel, traela.
No sabía si él lo iba a hacer, pero lo hizo. Sin camisa, se acercó a Laura y empezó a hacerle cosquillas. Mi hermanita se carcajeó y trató de resistirse, pero era visible que no estaba haciéndolo en serio.
Axel logró levantarla en brazos. Laura pataleaba y se reía, pero yo sabía que la chica no era tan tonta como para no saber qué pasaba. La dejó en el suelo, como una perrita.
—Mira y aprende.
Axel volvió a acostarse sobre mí y esta vez jugueteamos con nuestras lenguas. Después, le dije a mi novio que la besara, así que lo hizo. Se le acercó a la chica y Laura lo envolvió con sus brazos y le plantó un buen beso al muchacho.
Ver esa escena me dejó sin habla y comencé a mojarme. Él la levantó de las pompas y la sentó en sus piernas mientras no se despegaba de ella. O más bien, Laura no se despegaba de él.
—Oigan, no se olviden de mí —protesté y me aproximé para que él me besara, pero fue Laura quien se lanzó a mi boca. Mi lengua y la de la chica intercambiaron saliva, y después, Axel se unió en un beso triple.
Me separé y me puse detrás de mi hermanita para quitarle la bata. Ella dejó que lo hiciera. Así, Axel pudo tocarla con más entusiasmo. Yo, por otra parte, comencé a llenar el cuello y la espalda de la chica con besos. Podía escuchar el chasquido de sus lenguas y los gemidos de Laura mientras las manos de mi novio le acariciaban las piernas.
Acercándome al chico logré que se separara de mi hermana y empezara a mamarme las tetas. Laura, que estaba totalmente sonrojada, n o perdió tiempo y comenzó a pasar su lenguita por los pectorales de Axel.
—Laura, ya eres mayor de edad—le dije —¿Te quieres comer tu primera verga?
—¡Sí!
Al oír esto Axel bajó a la chica y se acomodó en el sofá. Yo me arrodillé y comencé a desabotonarle el pantalón. Laura le quitó los zapatos. Entre las dos lo despojamos de la ropa.
—¿Lista? — sabía que la verga de Axel era de un considerable tamaño. Laura sacudió la cabeza, así que le quité los boxers a mi novio.
Su pene estaba más grande que la última vez, tal vez producto de la gran excitación que tenía. Él lo sujetó de la base y lo comenzó a sacudir de un lado a otro. Laurita no perdía detalle de nada. Yo me puse detrás de mi hermanita para acariciarle la espalda con mis pechos y luego la empujé.
—Abre bien la boca —dijo Axel.
Despacio, guié la cabeza de Laura. La chica no se lo pensó dos veces. Abrió la boca y se metió el glande. Automáticamente cerró los ojos y aunque al inicio le dio algo de arcadas tener la boca llena, en menos de un minuto su saliva resbalaba por la verga de mi novio.
Excitadisima, empecé a mamarle los testículos a Axel. Sus bolas eran grandes, pesadas, llenas de leche. Mientras lo hacia podía oír el glup glup de Laura mamando su primera verga, y al parecer, lo estaba disfrutando.
—Como en el porno —dijo nuestro hombre. Oí que mi hermana se reía y empezó a masturbarlo. Luego siguió mamando.
Me alejé para ver mejor la escena. Era tan… increíble ver la cara de Axel llena de placer, con Laura arrodillada haciéndole tremenda mamada.
De repente Axel dijo que se venía. No sabía si a Laura iba a gustarle el semen, así que quise intervenir, pero llegué tarde. Toda la leche de Axel bañó la cara de Laura. Ella, sorprendida y riendo, se tocó el liquido espeso y se lo metió a la boca. No fue hasta después de hacerlo tres veces más que supe que a mi hermana le gustaba el sabor, así que me acerqué rápidamente. Lamí toda su cara para recoger la leche y luego, abriéndole la boca, le solté el semen. Ella se lo tragó rápidamente.
Y mientras tanto, Axel se carcajeaba.
—¿De qué te ríes?
—Es que… fue genial.
Laura me miró con una sonrisita pícara. Creo que subestimé a la chica. La veía como inocente, pero al parecer tenía más control sobre sus pensamientos de lo que creí.
No estaba mal. Esperaba que mi madre también se estuviera divirtiendo
*****************
🙂 Qué tal les ha parecido? excitante verdad? jaja nos vemos la próxima semana y felices pajas.
Recuerden que las partes anteriores están en mi perfil 🙂
parte 1
http://www.poringa.net/posts/relatos/2765547/Mis-hijas-y-yo-una-familia-muy-carinosa.html
parte 2
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parte 3
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parte 6
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La cena fue de lo más incómoda. Todos estábamos en silencio. Daniel comía con absoluta discreción, Laura parecía jugar con su comida. Yo suspiraba sin poder creerme que mis hijas me habían visto embarrada de semen. De seguro les ocasionará un trauma.
Mire a Kim y sentí suerte de que mi hija mayor se estuviera comportando como si nada hubiese pasado. Ella era la que más hablaba, y contaba algunas cosas sobre la escuela, pero la verdad es que nadie le estaba poniendo verdadera atención.
También jugaba con las salchichas como si fueran penes, y se las metía enteras a la boca. No me extrañaría que Kim supiera hacer una garganta profunda.
Poco a poco vaciamos la cena. Lavé los trastes mientras Daniel, todavía en silencio y avergonzado, se quedaba en la sala para mirar televisión. Estaba tan distante que tenía miedo de que se fuera, aunque tampoco lo iba a culpar si lo hacía.
Durante la hora de dormir él se negó a subir al cuarto, lo cual era comprensible. Le llevé una almohada y una sábana a la sala para que durmiera en el sillón. Luego subí a mi alcoba y me encerré. Estaba entre triste y a la vez, ardiente por terminar. Ni siquiera me había penetrado, y eso me ponía de malas.
Dispuesta a mejorar mi ánimo y a dejar de sentirme bah, fui al baño donde Kim se lavaba los dientes. Para dormir mi hija se había puesto sus cacheteros y una blusa que le llegaba al ombligo. Aquello no me molestaba cuando estábamos las tres, pero con Daniel aquí, era una cosa diferente.
—No estés frente a él con esa ropa.
—No estoy frente a él —dijo Kim. La pasta dental que le escurría por la comisura de sus labios parecía semen. Joder, estaba tan caliente que ya necesitaba que alguien me diera.
—Sobre lo que pasó…
A mí no me tienes que explicar nada —escupió la pasta y se enjuagó la boca.
—Lo sé. Supongo que gracias.
—¿No vas a coger con él? —me preguntó Kim con absoluta naturalidad. No sabía si ofenderme, pero no lo hice. Al menos traté el tema con madurez.
—No. Creo que se sorprendió tanto que ya ni se le para la verga.
Kim se rió. Yo abrí el botiquín detrás del espejo y saqué el lubricante anal.
—¿Vas a darte amor tú sola?
—Cierra la boca —mascullé y salí cuanto antes de allí.
Pese a lo avergonzada que estaba, sí iba a darme algo de amor a mí misma. Busqué en mi cajita mi dildo vibrador. Amaba ese aparato y pensé que todas las mujeres deberían tener uno para cuando estuvieran necesitadas de afecto. Luego pensé en lo estúpido que sonaba eso y me deprimí más.
Me quité la ropa y me acosté en la cama con las piernas tan abiertas como pude. Dentro de mí bullía la lujuria. Mamé un poco mi juguete y luego, poniéndole una capa de lubricante, tanteé la entrada de mi vagina para luego meterlo hasta la mitad de un sólo empujón.
Maldita sea, Kim tenía más vida sexual que yo, y eso no era tan justo como parecía. Era cierto que mi hija estaba más buena que yo, pero no tenía por qué quedarme atrás. Ese pensamiento me produjo irritabilidad y me masturbé todavía más duro, con la máxima velocidad del vibrador. El placer que me inundó fue tal que pronto dejé de pensar en lo malo del día y me entregué por completo a ese pedazo de carne falsa que hacía estragos dentro de mí.
No supe cuánto tiempo estuve con el dildo en la vagina. Cuando me desperté al día siguiente, me encontré abrazando ese juguete como si fuera un osito de felpa. No podía haber una mañana tan ridícula.
Llevé a las chicas a la escuela y alcancé a Daniel hasta su trabajo. Seguía siendo algo distante, pero se despidió de mí con un beso en la frente.
Durante todo el día estuve alicaída y disque trabajando, aunque la verdad me la pasé pensando en que si Daniel se iba, yo me quedaría sola. No tenía el valor suficiente para ir a un bar y ligarme a un hombre, y esa cobardía me estaba molestando.
—¿Qué te pasa, Karen? —me preguntó Lorena al final del turno.
—Nada. Sólo ando algo… triste. No sé cómo soporté la jornada.
Nos dirigimos al baño para retocarnos el maquillaje antes de marcharnos de la compañía. Éramos las últimas en salir, como casi todos los empleados de nuestro departamento. El baño estaba vacío, lo cual ayudaba a aumentar la sensación de soledad.
—No puede haber sido tan malo —dijo Lorena cuando me tomó de las caderas —Cuéntame.
—No, aléjate. No me beses.
—Oh, vamos, Karen. Sé que te gustó lo del otro día.
—Esto es acoso laboral —sonreí mientras sentía sus dedos acariciando la piel de mis caderas y la presión de sus grandes tetas contra las mías.
—No, no. Sé que quieres que te de un beso.
—Tonta.
Pero una parte de mí sí lo quería. Estaba tan ausente de amor que no me importó cuando Lorena intentó besarme. La dejé hacerlo esperando una embestida de su lengua, pero no hubo tal. Fue un beso tierno y con sabor a uva debido a su brillo labial.
Maldición, que bien se sentía besar a otra mujer. ¿Por qué el lesbianismo estaba tan mal visto? De un momento a otro dejé de temerle a los tabúes sobre la sexualidad y rodeé el cuello de mi amiga con los brazos. Ella era más alta que yo, de manera que tenía que estirarme para que nuestras bocas siguieran juntas.
De repente Beth entró al baño y se disculpó en cuanto nos vio. También se rió. Yo no le tomé importancia y me sorprendí de eso. Lorena le dijo que por favor no contara nada, y cuando ella se fue, mi amiga volvió a sus besos y por consiguiente, a hacer que mi corazón latiera con más fuerza.
Nos besamos hasta no poder más, y luego ella se puso detrás de mí y nos espejamos. Era una imagen algo… linda. Yo, una rubia treinteañera con una exuberante morena detrás de mí. Sus manos me rodeaban el vientre y su boca me besaba los hombros.
—Hacemos una bonita pareja de lesbianas —dijo Lorena y tuve que darle la razón.
Yo no me consideraba lesbiana, bueno, al menos no hasta que me di cuenta de lo rico que era tener los senos de una mujer frotándose contra mi espalda. Lorena me guió hasta el cubículo del baño para discapacitados y que era el más grande de todos. Ahí ella se sentó en la taza y yo me acomodé sobre sus piernas.
Los besos subieron de nivel. Ahora había un jugueteo delicioso de lenguas. Sus manos me acariciaban las piernas, el trasero y la espalda, buscando desesperadamente desabrocharme el sostén. Afortunadamente el broche estaba por delante, así que nunca iba a lograrlo de esa forma.
Decidí tomar la iniciativa y lamer su cuello. Olía delicioso, mejor que el de un hombre. Su piel era delicada, dulce, y sus risitas eran encantadoras.
Entonces al verla a los ojos me di cuenta de que la situación no se había llenado de lujuria, sino de amor. La tomé de las mejillas y le dejé un beso dulce en la boca.
—¿Vamos a tu alcoba? —le pregunté y ella, sonriendo, asintió.
Cuando salimos de la compañía yo todavía me estaba preguntando si iba en serio. Estaba tal vez un veinte por ciento arrepentida de haberle propuesto sexo a Lorena, pero ya no podía retractarme pues la simple idea de que al fin iba a estar en la cama con alguien bastaba para calentarme.
Desgraciadamente mi coche no encendió por el problema que tenía con el motor, así que Lorena se ofreció a llevarme en el suyo. Pensé que antes podríamos ir a buscar a las chicas, pero no quería posponer lo inevitable, así que no dije nada.
Llegamos hasta su casa y cuando ella apagó el motor, mi corazón latía más rápido que antes. Siguió así hasta que me hizo pasar y me condujo hasta el baño. Su idea era que nos besáramos bajo la ducha, y honestamente sonaba genial.
Me besó durante unos segundos, y al sentir como sus manos me tocaban las nalgas, ese veinte por ciento de inseguridad desapareció. Estaba lista para tener sexo lésbico por primera vez, y tal y como iban las cosas, me iba a gustar.
Lorena fue la primera en desvestirse. Con una mirada sensual se quitó la blusa y la falda. Sus tetas eran grandes, tal vez una copa D, o un poco más, y la piel acanelada de su cuerpo contrastaba con el color rosa de su ropa sostén y su tanga. Yo podía sentirme muy mojada, y ella lo supo cuando se acercó a tocarme, a desvestirme. Me besó en el vientre y con los dientes mordió el encaje de mis cacheteros y los fue deslizando hacia abajo.
Sin poder aguantar más, me quité el sostén y prácticamente le arranqué a ella la ropa. No me dio tiempo de ver su cuerpo porque inmediatamente nos metimos a la ducha. El agua era tibia, deliciosa, pero fue mejor cuando sentí nuestras tetas resbalar suavemente con la poca fricción del jabón.
Apenas terminamos la ducha salimos envueltas en toallas y fuimos hasta su alcoba. Ella me dijo que Holy no vendría pronto, pues había pedido permiso para quedarse en la casa de una amiga. Eso me decepcionó un poco porque pensaba tener algo de acción con esa chica. Me avergoncé de ese pensamiento, pero no era para tanto. Después de todo estaba excitada, y en parte, se justificaba tener ideas así.
Lorena se acostó sobre mí y las toallas cayeron al piso. Mientras me besaba, recordé que no había ido a buscar a mis chicas. Le pregunté si podía llamarlas y lo hice desde el teléfono en la mesita de noche, al lado de la cama.
Kim me contestó, pero fue algo difícil hablar con todo lo que sucedía.
—¿Hija? Oye, no podré ir a buscarlas. Llegaré algo tarde. Gracias.
—¿Listo?
—Listo —dije y fue cuando Lorena bajó a besos por mi vientre hasta llegar a mi vagina. Yo separé las piernas al máximo para ofrecerle todo lo que tenía. Y ella lo aceptó gustosamente. Antes de que su lengua me recorriera toda, vi su sonrisa y después, cerrando los ojos, arremetió contra mí en una oleada de placer.
—------------—Kim—-----------------
Que mamá no estuviera en casa era genial. Al fin podría hacer muchas cosas con mi hermana y continuar con la diversión. Me bañé, me puse un conjunto sexy y revisé una lista de páginas porno para ver juntas, dejar que las cosas se calentaran y bañarme del placer que conllevaba hacerlo con mi hermana menor, que para ser inocente, era toda una putita.
Estaba en la sala, planeando mis perversiones cuando mi celular sonó. Era Axel.
—Mira afuera —dijo y me asomé por la ventana. Allí estaba él.
Las cosas se ponían más interesantes. Abrí la puerta para dejarlo pasar y cuando me vio en paños menores, sus ojos rápidamente brillaron de excitación. Corrí a abrazarlo y en nuestro beso prácticamente le metí la lengua hasta la garganta.
Sus manos me recorrieron las caderas y se detuvieron en mis pompas para apretujarlas. Luego nos sentamos en la sala a platicar, pero él no dejaba de mirarme las tetas y eso me estaba poniendo más caliente. Se me abalanzó buscando un beso y yo le correspondí. Le dije que no había nadie en casa y que podíamos jugar un poco.
—¿Kim? ¿A qué hora viene mamá?
—No lo sé… —me quedé callada. Laura se había puesto su bata sexy, y sus boxers negraos de encaje se veían por debajo de la tela.
—Qué buena está tu hermanita —me susurró Axel mientras veía a Laura sentarse en el sofá a ver la televisión, sin darle importancia a nuestro faje.
—¿Te gusta? —le murmuré al oído. Eso me había dado una gran idea —. Sigue besándome.
Continuamos con nuestros besos, cada vez más subidos de tono. Las manos de Axel me recorrían los muslos y las nalgas. Lentamente le quité la camisa y la arrojé sobre Laura de manera “accidental”. Eso captó la atención de mi hermanita, que nos empezó a mirar.
Me recliné en el sofá y Axel se acomodó sobre mí mientras me besaba el cuello. Lo envolví con mis piernas.
—¿Quieres jugar con nosotros, Laura? —le pregunté al fin. Axel hundió el rostro en mis tetas. Mi hermanita se cruzó de piernas y dijo que no.
Eso no estaba nada bien. Axel me quitó la blusa y se concentró en lamerme los pezones sin importarle que mi propia hermana me viera.
Yo gemí un poquito. Noté que Laura no dejaba de mirarme con una sonrisita encantadora.
—Anda, sé que quieres.
—No, no.
—Sí, sí. Ven y lame las tetas de tu hermana.
Miré a Axel. Estaba excitadísimo y me guiñó un ojo. Yo asentí riendo.
—Axel, traela.
No sabía si él lo iba a hacer, pero lo hizo. Sin camisa, se acercó a Laura y empezó a hacerle cosquillas. Mi hermanita se carcajeó y trató de resistirse, pero era visible que no estaba haciéndolo en serio.
Axel logró levantarla en brazos. Laura pataleaba y se reía, pero yo sabía que la chica no era tan tonta como para no saber qué pasaba. La dejó en el suelo, como una perrita.
—Mira y aprende.
Axel volvió a acostarse sobre mí y esta vez jugueteamos con nuestras lenguas. Después, le dije a mi novio que la besara, así que lo hizo. Se le acercó a la chica y Laura lo envolvió con sus brazos y le plantó un buen beso al muchacho.
Ver esa escena me dejó sin habla y comencé a mojarme. Él la levantó de las pompas y la sentó en sus piernas mientras no se despegaba de ella. O más bien, Laura no se despegaba de él.
—Oigan, no se olviden de mí —protesté y me aproximé para que él me besara, pero fue Laura quien se lanzó a mi boca. Mi lengua y la de la chica intercambiaron saliva, y después, Axel se unió en un beso triple.
Me separé y me puse detrás de mi hermanita para quitarle la bata. Ella dejó que lo hiciera. Así, Axel pudo tocarla con más entusiasmo. Yo, por otra parte, comencé a llenar el cuello y la espalda de la chica con besos. Podía escuchar el chasquido de sus lenguas y los gemidos de Laura mientras las manos de mi novio le acariciaban las piernas.
Acercándome al chico logré que se separara de mi hermana y empezara a mamarme las tetas. Laura, que estaba totalmente sonrojada, n o perdió tiempo y comenzó a pasar su lenguita por los pectorales de Axel.
—Laura, ya eres mayor de edad—le dije —¿Te quieres comer tu primera verga?
—¡Sí!
Al oír esto Axel bajó a la chica y se acomodó en el sofá. Yo me arrodillé y comencé a desabotonarle el pantalón. Laura le quitó los zapatos. Entre las dos lo despojamos de la ropa.
—¿Lista? — sabía que la verga de Axel era de un considerable tamaño. Laura sacudió la cabeza, así que le quité los boxers a mi novio.
Su pene estaba más grande que la última vez, tal vez producto de la gran excitación que tenía. Él lo sujetó de la base y lo comenzó a sacudir de un lado a otro. Laurita no perdía detalle de nada. Yo me puse detrás de mi hermanita para acariciarle la espalda con mis pechos y luego la empujé.
—Abre bien la boca —dijo Axel.
Despacio, guié la cabeza de Laura. La chica no se lo pensó dos veces. Abrió la boca y se metió el glande. Automáticamente cerró los ojos y aunque al inicio le dio algo de arcadas tener la boca llena, en menos de un minuto su saliva resbalaba por la verga de mi novio.
Excitadisima, empecé a mamarle los testículos a Axel. Sus bolas eran grandes, pesadas, llenas de leche. Mientras lo hacia podía oír el glup glup de Laura mamando su primera verga, y al parecer, lo estaba disfrutando.
—Como en el porno —dijo nuestro hombre. Oí que mi hermana se reía y empezó a masturbarlo. Luego siguió mamando.
Me alejé para ver mejor la escena. Era tan… increíble ver la cara de Axel llena de placer, con Laura arrodillada haciéndole tremenda mamada.
De repente Axel dijo que se venía. No sabía si a Laura iba a gustarle el semen, así que quise intervenir, pero llegué tarde. Toda la leche de Axel bañó la cara de Laura. Ella, sorprendida y riendo, se tocó el liquido espeso y se lo metió a la boca. No fue hasta después de hacerlo tres veces más que supe que a mi hermana le gustaba el sabor, así que me acerqué rápidamente. Lamí toda su cara para recoger la leche y luego, abriéndole la boca, le solté el semen. Ella se lo tragó rápidamente.
Y mientras tanto, Axel se carcajeaba.
—¿De qué te ríes?
—Es que… fue genial.
Laura me miró con una sonrisita pícara. Creo que subestimé a la chica. La veía como inocente, pero al parecer tenía más control sobre sus pensamientos de lo que creí.
No estaba mal. Esperaba que mi madre también se estuviera divirtiendo
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🙂 Qué tal les ha parecido? excitante verdad? jaja nos vemos la próxima semana y felices pajas.
18 comentarios - Mis hijas y yo, una familia muy Cariñosa(capítulo 7
Excelente, Kim es una putita que esta induciendo a que Laurita ye este ingresando al divino mundo del apasionado y placentero sexo