Notas del autor:
Comencemos con la segunda entrega de esta serie de relatos interactivos.
Si deseas leer la primera da click en el siguiente enlace
http://www.poringa.net/posts/relatos/2568665/Decisiones-Inicia-la-aventura.html
Para los que estén familiarizados con este concepto, esta vez la mecanica será diferente. Lean al final del post.
Sin más comencemos.
---
Aquel día, era un viernes. Tan temprano que el despertador sonaba a las 6:30 am. Felipe lo apagó y se levantó junto con su esposa. Se arreglaron, se vistieron y se reunieron en el comedor para tomar un café, acompañados por pan y mermelada.
Felipe era un hombre alto, de complexión delgada. Estaba a mediados de sus treinta, así que su negra cabellera era ornamentada por canas aquí y allá, principalmente en las patillas.
Su esposa, Julia, apenas había entrado en su tercera década. Tenía una complexión curvilínea. En su juventud había sido atlética, pero con el trabajo y algunos otros descuidos ha perdido la firmeza muscular. Sin embargo, y en palabras del mismo Felipe, está más buena que antes. Y no es para menos, la señora tiene unos pechos y caderas voluminosas, nada muy exagerados, pero sí gratificantes al ojo alegre.
Por desgracia para Felipe, hace mucho tiempo que no puede disfrutar, ni satisfacer sus deseos carnales con su esposa, pues esta ha tenido una etapa de depresión muy profunda relacionada con la sexualidad. Les contaré, como todo matrimonio, Felipe y Julia querían tener hijos, pero por más que lo intentaron nunca lograron embarazarse. Ambos asistieron a médicos que les ayudaran a lograrlo, pero entre tantos análisis, los resultados que obtuvieron fueron desalentadores. Julia tenía una malformación en su aparato reproductor, el cual producía óvulos infértiles y tampoco permitía que retuviera óvulos fertilizados en la matriz. Así que no había forma de que ella pudiera embarazarse. Esto la deprimió a tal punto, que la idea del sexo se disipó por completo para ella. Felipe la entendió y la apoyó, así que ha aguantado durante poco más de un año el no poder tener relaciones con su esposa.
Aun así, aquella mañana, Felipe se sentía afortunado por estar desayunando con su esposa. Ella fue la primera en irse, pues daba clases en una preparatoria cerca del centro de la ciudad. Felipe también era maestro, pero el daba física en una facultad a las afueras.
Felipe salió de casa asegurando la puerta. Cuando estaba por subir a su auto, vio que su vecino, Ramón, también estaba por subir al propio.
–Buenos días, Felipe– le saludó Ramón.
–Buenos días¬– respondió – ¿Cómo está Gloria?
–Sabrosa–dijo Ramón, para después partirse a carcajadas, y es que era verdad.
Ramón era un empresario, era dueño de cuatro restaurantes, además de invertir en otros pequeños negocios como socio, no era rico, pero no le faltaba el dinero. Dinero que gastaba su esposa, ya sea en ropa, diversión o en cirugías. Así que pueden imaginarse a Gloria.
–Y ¿Cómo está Julia? –preguntó Ramón.
–Está mejor–respondió Felipe con un tono alentador.
Ramón y Gloria, eran buenos vecinos; de vez en cuando habían invitado, a Felipe y a Julia, a cenas o fiestas que organizaban, pero perdieron un poco la costumbre de asistir debido al estado de Julia.
–Me alegro–dijo Ramón–. Salúdala de mi parte.
Felipe asintió y ambos entraron en sus respectivos autos.
A pesar de que la facultad, en la que trabajaba Felipe, estaba en las afueras de la ciudad, no le quedaba tan lejos de casa, así que usualmente, en diez minutos llegaba.
Sólo tenía una clase los viernes y era a las 7:30 am. Ese día era examen, así que cuando entró a su aula, todos los estudiantes ya estaban en sus lugares. Sonrió al verlos.
-¿Están listos para reprobar?-les preguntó.
Todos los estudiantes se quejaron. Él se limitó a sonreír mientras entregaba los exámenes.
Cuando terminó, se sentó detrás de su escritorio y encendió su computadora, tenía informes pendientes y correos que contestar.
Cada determinado tiempo, paseaba la mirada por el salón, simplemente para mantener controlados a los estudiantes y que no se copien o no hagan trampa. Su mirada se detuvo en una chica sentada al frente. Era rubia y respondía al nombre de Daniela. Esta parecía estar jugueteando con su falda, pero cuando Felipe la miró a ver, empezó a levantarse la prenda poco a poco descubriendo más y más su pierna. Felipe le miró a la cara, pero ella estaba concentrada, con la vista en el examen.
Felipe negó con la cabeza y regresó la mirada a su computadora. No era la primera, ni sería la última en tratar de “seducirlo”, era algo un tanto común siendo un maestro, además Felipe era relativamente atractivo.
Esta chica, varias veces se había comportado de forma indecente, tratando de llamar la atención de Felipe, pero este la había ignorado. Sin embargo, debe de admitir que le ha causado cierto interés debido a la falta de sexo en su vida.
El tiempo se terminó, así que Felipe les recogió sus exámenes y les dijo que les traería los resultados el próximo lunes.
Los viernes, Felipe tenía permitido salir temprano, así que sin más, regresó a su casa. Debido a esto, él recibía a la señora de la limpieza de su casa, Lupe.
Cuando dieron cerca de las nueve, el timbre sonó. Era doña Lupe, una mujer morena, de estatura baja. Era aproximadamente de la misma edad que Felipe. Su tipo de cuerpo se le conoce como “pera”, es decir, no tiene mucho busto, pero tiene un voluptuoso trasero.
Felipe nunca pierde la oportunidad de echarle un vistazo al movimiento de caderas de Lupe cuando entra a su casa, pero en estos tiempos de urgencia, incluso eso le deja una excitación de la cual se siente culpable.
Para evitar cualquier percance o incluso el deseo, Felipe se aísla en su estudio y se pone a trabajar.
El tiempo pasa, su esposa llega, le paga a la señora Lupe y ésta se marcha. Así va pasando el tiempo hasta que llega la noche.
Felipe decide darse un descanso, así que va a su recamara junto a Julia, quien se encuentra haciendo algún trabajo en su laptop. Se acuesta sobre la cama e intenta recargarse en Julia, la cual sólo le ignora mientras trabaja.
– ¿No te gustaría tomarte un descanso?
Julia suspira
–Ahora no, cariño- le responde ella–. Tengo muchos pendientes.
–Está bien– dijo Felipe para después darle un beso en la frente y marcharse.
Se refugió en la soledad de su estudio, trabajando frente a la computadora sin percatarse de cómo se iba el tiempo.
Era ya, cerca de la media noche, cuando empezó a escuchar ruidos. Rechinidos, golpeteos y después gemidos y voces. Eran sus vecinos, Ramón y Gloria. El estudio de Felipe se encontraba en la segunda planta y detrás de él había una ventana. Cerca, se encontraba la habitación de Ramón y Gloria, así que cualquier ruido proveniente de ahí, se podía escuchar con facilidad desde el estudio de Felipe.
Era común que cuando se quedaba hasta tarde, los escuchara cogiendo. Pero por respeto, ponía unos auriculares en la computadora y se ponía a escuchar alguna música. Sin embargo, ese día, los gemidos de gloria comenzaron a hacer meya en su imaginación y esto lo llevó a tener una erección.
Felipe sintió algo de pena, pero el deseo fue más, ¿por qué privarse de un gozo que no ha tenido en tanto tiempo? Abrió su pantalón y se buscó su miembro entre la ropa interior. Estaba durísimo. Se lo sacó y comenzó a masajearlo lentamente. Podía escuchar la respiración agitada de Gloria, la imaginaba ahí en su estudio, sentándose encima de él, penetrándola con su verga. Subiendo y bajando. Casi podía sentirle las enormes tetas en la cara, sentía su mano sobre sus voluptuosas nalgas.
Gloria empezó a gemir con más fuerza y los rechinidos aceleraban. Felipe tenía que seguirle el ritmo, así que aceleró la paja. Su glande estaba ya húmedo. Sólo se imaginó a su vecina viniéndosele encima y entonces terminó. El semen se disparó sin que él pudiera, o quisiera, evitarlo. Fueron chorros enormes, su mano y su silla terminaron embarrados.
Respiró y exhaló profundo, hace mucho que no se sentía tan bien. Sin embargo, se encontró a si mismo, tomándose de su miembro, con hilos blancos y pegajosos deslizándose entre sus dedos. Se sintió algo culpable, casi sucio. Se levantó para ir a buscar papel higiénico. Regresó y comenzó a limpiar su silla.
De pronto, empezó a escuchar voces.
– ¿Es en serio? – dijo una voz femenina.
Era Gloria. Felipe dejó de limpiar y se acercó a la ventana para poder oír mejor.
–Hay nena–respondió Ramón –. ¿Cómo quieres que aguante tanto si estás tan buena?
–Sí, lo entiendo, pero no por eso tienes que detenerte– reprochó la mujer–. Pareciera que sólo buscas satisfacerte a ti mismo.
–Pero es que me dejas exhausto– repuso Ramón –. Te lo voy a compensar la próxima vez, te lo prometo.
Luego, ruidos de sabanas y después, silencio. Felipe se sintió mejor consigo mismo. Por lo menos, ahora sabía que no era el único con problemas con su pareja. Se fue a la cama y se durmió.
Para la mañana siguiente, se había subido al techo para darle mantenimiento a los aires acondicionados. De pronto escuchó una voz.
–Buenos días
Felipe trató de buscar la voz.
–Aquí abajo
Se acercó al borde del techo, en dirección a la casa de Ramón. Era Gloria la que lo estaba llamando.
–Buenos días –dijo Felipe viéndola.
Gloria, era una mujer de unos treinta años, pero aparentaba menos. Cabello largo, rojo y ondulado. Su figura era curvilínea, tetas enormes, obviamente falsas. Trasero robusto y redondo, acompañado por amplias caderas. Piernas bien torneadas. Aquella mañana, vestía unos pantaloncillos cortos de tela blanca y una camisa azul con las mangas doblas. Los botones de la pobre camisa parecían estar en sus límites, pues las enormes tetas de Gloria estiraban la tela hasta puntos críticos.
– ¿Sería mucha molestia si le diera mantenimiento a mi equipo? –dijo Gloria, acentuando de manera juguetona la última palabra.
Felipe se sintió inseguro en responder.
-Eh… seguro– respondió –. En un momento voy.
Gloria le agradeció y se adentró en su casa. Felipe suspiró mientras tomaba sus herramientas y las guardaba en su mochila. Se la tiró al hombro y bajó de su tejado por las escaleras. Estas últimas, también las tomó y se las echó al hombro.
Para cuando llegó al frente de la casa de sus vecinos, Gloria le había abierto una reja que llevaba directo al patio trasero.
–Adelante – dijo gloria invitándolo a pasar.
Felipe no perdió mucho el tiempo. Entró, puso la escalera en posición, subió y empezó a trabajar. Gloria, siempre era un espectáculo a la vista. No podía negar su interés por una mujer con su figura, pero era peor en su estado de celibato. Y bueno, también estaba el hecho de que la noche anterior se había masturbado en su honor mientras la escuchaba gemir. Era un poco incómodo.
No tardó mucho en su labor. Bajó del techo para descubrir a Gloria, esperándolo con un vaso de agua fresca. Felipe no la rechazaría, pero algo más llamó su atención. Gloria tenía ahora varios botones abiertos, dejando ver algo de escote. La mirada de Felipe se fijó en ese punto durante mucho tiempo, mientras tomaba el vaso entre sus manos. Luego simplemente desvió la mirada cuando Gloria comenzó a hablar.
–Gracias– dijo ella–. Hace tiempo que no venias. ¿Cómo ha estado Julia?
–Mejorando, está bien– respondió Felipe para después tomar un sorbo de agua.
– ¡Qué bien! – dijo Gloria sonriente–. ¿Sabes? Ramón y yo hemos estado pensando en hacer una reunión con los vecinos. Hace mucho que ustedes no vienen a una, ¿no les gustaría venir? Es el próximo domingo.
Felipe terminó su agua y luego le extendió el vaso.
–Tal vez podamos asistir–respondió Felipe–. Lo pensaremos.
Gloria tomó con ambas manos el vaso, y junto a él la mano de Felipe. Sus brazos apretaban ligeramente los lados de su busto, haciendo que el escote resaltara todavía más.
– ¡Grandioso! –exclamó ella, dando unos saltitos de emoción, haciendo que sus carnes se agitaran de manera obscena –. Ya los extrañábamos.
Felipe desviaba la mirada con nerviosismo, pero no podía evitar enfocarse en el escote y los movimientos de al pelirroja.
Finalmente, liberó su mano. Se despidieron y cada quien regresó a su respectiva casa.
Durante el resto del día, Felipe no se podía sacar de la cabeza los gemidos de Gloría, mucho menos ahora que la había tenido de frente, dando saltitos y mostrando su escote.
Trató de distraerse trabajando, calificando los exámenes y creando sus reportes. Como siempre, se le hizo tarde. Decidió irse al cuarto, aún se sentía algo caliente, pero quizá hoy podría tener suerte con su esposa y desahogarse.
Para su desgracia, cuando llegó al cuarto, su esposa ya estaba dormida. Se le acercó un poco y susurrando la llamó. Le tocó la mejilla con un dedo, pero esta no respondió. Los labios de julia estaban ligeramente abiertos, por alguna indecente razón, a Felipe le pasó la idea de poner su pene en la boca de julia. Ante tal idea la erección no se hizo esperar.
Decisión:
Ahora, comenten la opción que desean que escriba para la próxima semana, tienen tres días para votar (así escribiré el cap entre la semana). En caso de empate o que no haya votos, yo decidiré cual escribir.
Si no gana por la que tu votaste, no te preocupes, regresaremos a este punto una vez que lleguemos a todos los finales de la rama ganadora.
Ahora si, las opciones:
a) Masturbarse cerca de ella
Continuar en: Próximamente
b) Masturbarse en otro lugar
Continuar en: Próximamente
Comencemos con la segunda entrega de esta serie de relatos interactivos.
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http://www.poringa.net/posts/relatos/2568665/Decisiones-Inicia-la-aventura.html
Para los que estén familiarizados con este concepto, esta vez la mecanica será diferente. Lean al final del post.
Sin más comencemos.
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Aquel día, era un viernes. Tan temprano que el despertador sonaba a las 6:30 am. Felipe lo apagó y se levantó junto con su esposa. Se arreglaron, se vistieron y se reunieron en el comedor para tomar un café, acompañados por pan y mermelada.
Felipe era un hombre alto, de complexión delgada. Estaba a mediados de sus treinta, así que su negra cabellera era ornamentada por canas aquí y allá, principalmente en las patillas.
Su esposa, Julia, apenas había entrado en su tercera década. Tenía una complexión curvilínea. En su juventud había sido atlética, pero con el trabajo y algunos otros descuidos ha perdido la firmeza muscular. Sin embargo, y en palabras del mismo Felipe, está más buena que antes. Y no es para menos, la señora tiene unos pechos y caderas voluminosas, nada muy exagerados, pero sí gratificantes al ojo alegre.
Por desgracia para Felipe, hace mucho tiempo que no puede disfrutar, ni satisfacer sus deseos carnales con su esposa, pues esta ha tenido una etapa de depresión muy profunda relacionada con la sexualidad. Les contaré, como todo matrimonio, Felipe y Julia querían tener hijos, pero por más que lo intentaron nunca lograron embarazarse. Ambos asistieron a médicos que les ayudaran a lograrlo, pero entre tantos análisis, los resultados que obtuvieron fueron desalentadores. Julia tenía una malformación en su aparato reproductor, el cual producía óvulos infértiles y tampoco permitía que retuviera óvulos fertilizados en la matriz. Así que no había forma de que ella pudiera embarazarse. Esto la deprimió a tal punto, que la idea del sexo se disipó por completo para ella. Felipe la entendió y la apoyó, así que ha aguantado durante poco más de un año el no poder tener relaciones con su esposa.
Aun así, aquella mañana, Felipe se sentía afortunado por estar desayunando con su esposa. Ella fue la primera en irse, pues daba clases en una preparatoria cerca del centro de la ciudad. Felipe también era maestro, pero el daba física en una facultad a las afueras.
Felipe salió de casa asegurando la puerta. Cuando estaba por subir a su auto, vio que su vecino, Ramón, también estaba por subir al propio.
–Buenos días, Felipe– le saludó Ramón.
–Buenos días¬– respondió – ¿Cómo está Gloria?
–Sabrosa–dijo Ramón, para después partirse a carcajadas, y es que era verdad.
Ramón era un empresario, era dueño de cuatro restaurantes, además de invertir en otros pequeños negocios como socio, no era rico, pero no le faltaba el dinero. Dinero que gastaba su esposa, ya sea en ropa, diversión o en cirugías. Así que pueden imaginarse a Gloria.
–Y ¿Cómo está Julia? –preguntó Ramón.
–Está mejor–respondió Felipe con un tono alentador.
Ramón y Gloria, eran buenos vecinos; de vez en cuando habían invitado, a Felipe y a Julia, a cenas o fiestas que organizaban, pero perdieron un poco la costumbre de asistir debido al estado de Julia.
–Me alegro–dijo Ramón–. Salúdala de mi parte.
Felipe asintió y ambos entraron en sus respectivos autos.
A pesar de que la facultad, en la que trabajaba Felipe, estaba en las afueras de la ciudad, no le quedaba tan lejos de casa, así que usualmente, en diez minutos llegaba.
Sólo tenía una clase los viernes y era a las 7:30 am. Ese día era examen, así que cuando entró a su aula, todos los estudiantes ya estaban en sus lugares. Sonrió al verlos.
-¿Están listos para reprobar?-les preguntó.
Todos los estudiantes se quejaron. Él se limitó a sonreír mientras entregaba los exámenes.
Cuando terminó, se sentó detrás de su escritorio y encendió su computadora, tenía informes pendientes y correos que contestar.
Cada determinado tiempo, paseaba la mirada por el salón, simplemente para mantener controlados a los estudiantes y que no se copien o no hagan trampa. Su mirada se detuvo en una chica sentada al frente. Era rubia y respondía al nombre de Daniela. Esta parecía estar jugueteando con su falda, pero cuando Felipe la miró a ver, empezó a levantarse la prenda poco a poco descubriendo más y más su pierna. Felipe le miró a la cara, pero ella estaba concentrada, con la vista en el examen.
Felipe negó con la cabeza y regresó la mirada a su computadora. No era la primera, ni sería la última en tratar de “seducirlo”, era algo un tanto común siendo un maestro, además Felipe era relativamente atractivo.
Esta chica, varias veces se había comportado de forma indecente, tratando de llamar la atención de Felipe, pero este la había ignorado. Sin embargo, debe de admitir que le ha causado cierto interés debido a la falta de sexo en su vida.
El tiempo se terminó, así que Felipe les recogió sus exámenes y les dijo que les traería los resultados el próximo lunes.
Los viernes, Felipe tenía permitido salir temprano, así que sin más, regresó a su casa. Debido a esto, él recibía a la señora de la limpieza de su casa, Lupe.
Cuando dieron cerca de las nueve, el timbre sonó. Era doña Lupe, una mujer morena, de estatura baja. Era aproximadamente de la misma edad que Felipe. Su tipo de cuerpo se le conoce como “pera”, es decir, no tiene mucho busto, pero tiene un voluptuoso trasero.
Felipe nunca pierde la oportunidad de echarle un vistazo al movimiento de caderas de Lupe cuando entra a su casa, pero en estos tiempos de urgencia, incluso eso le deja una excitación de la cual se siente culpable.
Para evitar cualquier percance o incluso el deseo, Felipe se aísla en su estudio y se pone a trabajar.
El tiempo pasa, su esposa llega, le paga a la señora Lupe y ésta se marcha. Así va pasando el tiempo hasta que llega la noche.
Felipe decide darse un descanso, así que va a su recamara junto a Julia, quien se encuentra haciendo algún trabajo en su laptop. Se acuesta sobre la cama e intenta recargarse en Julia, la cual sólo le ignora mientras trabaja.
– ¿No te gustaría tomarte un descanso?
Julia suspira
–Ahora no, cariño- le responde ella–. Tengo muchos pendientes.
–Está bien– dijo Felipe para después darle un beso en la frente y marcharse.
Se refugió en la soledad de su estudio, trabajando frente a la computadora sin percatarse de cómo se iba el tiempo.
Era ya, cerca de la media noche, cuando empezó a escuchar ruidos. Rechinidos, golpeteos y después gemidos y voces. Eran sus vecinos, Ramón y Gloria. El estudio de Felipe se encontraba en la segunda planta y detrás de él había una ventana. Cerca, se encontraba la habitación de Ramón y Gloria, así que cualquier ruido proveniente de ahí, se podía escuchar con facilidad desde el estudio de Felipe.
Era común que cuando se quedaba hasta tarde, los escuchara cogiendo. Pero por respeto, ponía unos auriculares en la computadora y se ponía a escuchar alguna música. Sin embargo, ese día, los gemidos de gloria comenzaron a hacer meya en su imaginación y esto lo llevó a tener una erección.
Felipe sintió algo de pena, pero el deseo fue más, ¿por qué privarse de un gozo que no ha tenido en tanto tiempo? Abrió su pantalón y se buscó su miembro entre la ropa interior. Estaba durísimo. Se lo sacó y comenzó a masajearlo lentamente. Podía escuchar la respiración agitada de Gloria, la imaginaba ahí en su estudio, sentándose encima de él, penetrándola con su verga. Subiendo y bajando. Casi podía sentirle las enormes tetas en la cara, sentía su mano sobre sus voluptuosas nalgas.
Gloria empezó a gemir con más fuerza y los rechinidos aceleraban. Felipe tenía que seguirle el ritmo, así que aceleró la paja. Su glande estaba ya húmedo. Sólo se imaginó a su vecina viniéndosele encima y entonces terminó. El semen se disparó sin que él pudiera, o quisiera, evitarlo. Fueron chorros enormes, su mano y su silla terminaron embarrados.
Respiró y exhaló profundo, hace mucho que no se sentía tan bien. Sin embargo, se encontró a si mismo, tomándose de su miembro, con hilos blancos y pegajosos deslizándose entre sus dedos. Se sintió algo culpable, casi sucio. Se levantó para ir a buscar papel higiénico. Regresó y comenzó a limpiar su silla.
De pronto, empezó a escuchar voces.
– ¿Es en serio? – dijo una voz femenina.
Era Gloria. Felipe dejó de limpiar y se acercó a la ventana para poder oír mejor.
–Hay nena–respondió Ramón –. ¿Cómo quieres que aguante tanto si estás tan buena?
–Sí, lo entiendo, pero no por eso tienes que detenerte– reprochó la mujer–. Pareciera que sólo buscas satisfacerte a ti mismo.
–Pero es que me dejas exhausto– repuso Ramón –. Te lo voy a compensar la próxima vez, te lo prometo.
Luego, ruidos de sabanas y después, silencio. Felipe se sintió mejor consigo mismo. Por lo menos, ahora sabía que no era el único con problemas con su pareja. Se fue a la cama y se durmió.
Para la mañana siguiente, se había subido al techo para darle mantenimiento a los aires acondicionados. De pronto escuchó una voz.
–Buenos días
Felipe trató de buscar la voz.
–Aquí abajo
Se acercó al borde del techo, en dirección a la casa de Ramón. Era Gloria la que lo estaba llamando.
–Buenos días –dijo Felipe viéndola.
Gloria, era una mujer de unos treinta años, pero aparentaba menos. Cabello largo, rojo y ondulado. Su figura era curvilínea, tetas enormes, obviamente falsas. Trasero robusto y redondo, acompañado por amplias caderas. Piernas bien torneadas. Aquella mañana, vestía unos pantaloncillos cortos de tela blanca y una camisa azul con las mangas doblas. Los botones de la pobre camisa parecían estar en sus límites, pues las enormes tetas de Gloria estiraban la tela hasta puntos críticos.
– ¿Sería mucha molestia si le diera mantenimiento a mi equipo? –dijo Gloria, acentuando de manera juguetona la última palabra.
Felipe se sintió inseguro en responder.
-Eh… seguro– respondió –. En un momento voy.
Gloria le agradeció y se adentró en su casa. Felipe suspiró mientras tomaba sus herramientas y las guardaba en su mochila. Se la tiró al hombro y bajó de su tejado por las escaleras. Estas últimas, también las tomó y se las echó al hombro.
Para cuando llegó al frente de la casa de sus vecinos, Gloria le había abierto una reja que llevaba directo al patio trasero.
–Adelante – dijo gloria invitándolo a pasar.
Felipe no perdió mucho el tiempo. Entró, puso la escalera en posición, subió y empezó a trabajar. Gloria, siempre era un espectáculo a la vista. No podía negar su interés por una mujer con su figura, pero era peor en su estado de celibato. Y bueno, también estaba el hecho de que la noche anterior se había masturbado en su honor mientras la escuchaba gemir. Era un poco incómodo.
No tardó mucho en su labor. Bajó del techo para descubrir a Gloria, esperándolo con un vaso de agua fresca. Felipe no la rechazaría, pero algo más llamó su atención. Gloria tenía ahora varios botones abiertos, dejando ver algo de escote. La mirada de Felipe se fijó en ese punto durante mucho tiempo, mientras tomaba el vaso entre sus manos. Luego simplemente desvió la mirada cuando Gloria comenzó a hablar.
–Gracias– dijo ella–. Hace tiempo que no venias. ¿Cómo ha estado Julia?
–Mejorando, está bien– respondió Felipe para después tomar un sorbo de agua.
– ¡Qué bien! – dijo Gloria sonriente–. ¿Sabes? Ramón y yo hemos estado pensando en hacer una reunión con los vecinos. Hace mucho que ustedes no vienen a una, ¿no les gustaría venir? Es el próximo domingo.
Felipe terminó su agua y luego le extendió el vaso.
–Tal vez podamos asistir–respondió Felipe–. Lo pensaremos.
Gloria tomó con ambas manos el vaso, y junto a él la mano de Felipe. Sus brazos apretaban ligeramente los lados de su busto, haciendo que el escote resaltara todavía más.
– ¡Grandioso! –exclamó ella, dando unos saltitos de emoción, haciendo que sus carnes se agitaran de manera obscena –. Ya los extrañábamos.
Felipe desviaba la mirada con nerviosismo, pero no podía evitar enfocarse en el escote y los movimientos de al pelirroja.
Finalmente, liberó su mano. Se despidieron y cada quien regresó a su respectiva casa.
Durante el resto del día, Felipe no se podía sacar de la cabeza los gemidos de Gloría, mucho menos ahora que la había tenido de frente, dando saltitos y mostrando su escote.
Trató de distraerse trabajando, calificando los exámenes y creando sus reportes. Como siempre, se le hizo tarde. Decidió irse al cuarto, aún se sentía algo caliente, pero quizá hoy podría tener suerte con su esposa y desahogarse.
Para su desgracia, cuando llegó al cuarto, su esposa ya estaba dormida. Se le acercó un poco y susurrando la llamó. Le tocó la mejilla con un dedo, pero esta no respondió. Los labios de julia estaban ligeramente abiertos, por alguna indecente razón, a Felipe le pasó la idea de poner su pene en la boca de julia. Ante tal idea la erección no se hizo esperar.
Decisión:
Ahora, comenten la opción que desean que escriba para la próxima semana, tienen tres días para votar (así escribiré el cap entre la semana). En caso de empate o que no haya votos, yo decidiré cual escribir.
Si no gana por la que tu votaste, no te preocupes, regresaremos a este punto una vez que lleguemos a todos los finales de la rama ganadora.
Ahora si, las opciones:
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