Mi madre había nacido en el campo a un par de horas de la ciudad, y desde que se casó con mi viejo vivían en una ciudad en el sur de Chile, Curicó es una ciudad de unos 10 mil habitantes, como los traslados eran difíciles siempre en casa había personas conocidas y familiares que venían del campo a ver enfermos o hacer trámites y mis viejos los invitaban a comer o dormir.
En mi época que terminaba la secundaria en casa había siempre una rotación de personas, que al final uno se acostumbra a tanto ajetreo, cambiar de puesto en la mesa o prestar la pieza para los invitados.
A poco de cumplir 18 años, un día la maestra de primaria de mi madre, ya una anciana vestida de negro llegó a pedirle ayuda, había fallecido su único hijo en un accidente y quería que la alojara unos días hasta que llegara su nuera para retirar el cuerpo de la morgue. Fue muy triste pues el difunto tenía 30 años y su viuda, una enfermera que trabaja en el hospital cercano a nuestra casa era de Coihaique a más de 1000 km de distancia.
Mi vieja insistió que fuéramos a la misa y el funeral, había muchísima gente, yo acompañaba a mi vieja que también se vistió de negro, y junto a la veterana profesora que iba acompañada de la viuda hicimos el recorrido a la iglesia y después al cementerio. La gente me daba el pésame, me besuquearon de lo lindo las viejas, y no tan viejas, hasta plata me dieron. Todos pensaron que era hijo del difunto.
Varias semanas después de este triste episodio, apareció nuevamente la veterana con su nuera, que aún seguía de luto, pidiendo otro tremendo favor a mi madre, necesitaba que alojara a su nuera por unos meses mientras podía ubicarse en alguna casa, su trabajo no le alcanzaba para arrendar ni menos comprar algo.
Mi madre no encontró mejor solución que darle mi pieza para que durmiera, así que me dijo ”La Tía Elena ocupará tu cuarto un tiempo”, y bueno en esa época cuando los padres decían algo no había como cambiar la decisión. La tía era una mujer de unos 29 años, piel blanca, ojos verdes, sonrisa escaza, de 1,60 m, tenía senos grandes, caderas anchas, aunque era delgada siempre usaba ropa ancha y falda hasta la rodilla, por su trabajo usaba un delantal azul muy recatado, nada de escotes y falda siempre a la rodilla.
Aunque era muy simpática, siempre andaba muy triste, yo la sentía llorar en las noches desde el cuartito del lado, donde mi madre me exilió. Apenas cabía una cama, antes lo usábamos para guardar lo útiles de aseo, escobas y esas cosas no cabía nada, ni hablar de closet, velador o una cómoda para mi ropa, todo eso se quedo en el cuarto de la tía, y debía todos los días entrar a sacar mi ropa y libros del colegio.
Me daba una tremenda pena escucharla llorar, cuando bajaba a tomar desayuno o almorzar siempre se mostraba alegre, sonriente y muy conversadora, estaba horas charlando con mi vieja y hacían una sobremesa eterna. Yo terminaba de almorzar y me iba a sentar al living a ver tv o repasar mis libros. El comedor y el living estaban juntos así que no había más de 5 metros entre ambos lugares. En uno de esos tantos almuerzos me sorprendí porque ella siempre se sentaba frente a mi sofá favorito para ver tv, y en eso me quedé mirando las piernas de la tía, estaban levemente separadas y dejaban ver hasta mitad de muslo, sin medias, ella jugaba con sus piernas sin sospechar que el mantel no las cubría.
Así se volvió rutina, yo terminaba de almorzar muy rápido y me iba a sentar a mi sofá, para ver si algo se podía ver. Fue en una de esas tantas veces que por su descuido logre ver hasta el color de la pantaleta rosa y se convirtió en mi obsesión y fantasía. No dejaba de soñar con ver esa cuevita y por las noches había el festival de pajas.
En un fin de semana que a la tía le toco trabajar en el hospital, mi madre me mando que le llevara almuerzo, así que me fui caminando y llegue hasta la unidad de neonatología, ahí se encargaba de ver por los cuidados de los recién nacidos. Ya no vestía su clásico delantal azul sino un delantal blanco, con un escote muy bonito y se veía la forma de su ropa interior, me quede pasmado mirando sus tetas, y claro la tía se dio cuenta de mis ojos embobados en sus tremendas montañas. Me llevo a un pequeño casino y nos sentamos a conversar mientras ella almorzaba, estaba en eso cuando se acordó que tenía una bebida en uno de las gavetas superiores de un armario y se puso de pie, dándome la espalda, levanto los brazos y esa tremenda cola quede frente a mis ojos, recién ahí note que llevaba un pequeñísimo calzón que no cubría nada de sus nalgas, se me paro como fierro, ella demoró un poco más de la cuenta, para que yo pudiera mirar con tranquilidad, luego se dio media vuelta muy despacio y se volvió a sentar, no hubo forma que me bajara la verga, miraba esas tetas y seguía firme, hasta que terminó de almorzar y me debía regresar con la vianda. A duras penas me puse de pie y ella miro mi pantalón y noto que la tenia parada, cosa que me dio mucha vergüenza. Se me acerco para despedirse y me dio un abrazo de despedida, nunca me había abrazado, pero fue más que una despedida sentí su vientre apretando mi verga y sus senos apretándome el pecho, estaba seguro que ella quería sentir mi verga.
Al día siguiente almorzamos todos juntos, ella vestía su delantal blanco, se veía preciosa, sus senos divinos eran una atracción magnética para mis ojos, como siempre termine primero y me fui a sentar al sofá, para mi sorpresa apenas me senté ella me miró y abrió sus piernas, dejando a mi vista hasta su ropa interior de color celeste, abrió sus piernas jugando para ver cómo reaccionaba y sonreía muy complacida. Estuve pensando todo el día en esas tetas, su enorme culo y esos calzones celestes. Tenía turno hasta muy tarde así que me fui a dormir sin verla de nuevo, no me podía dormir pensando en ella, y me amasaba la verga de arriba abajo, hasta que me di a la tarea de hacerme una tremenda paja, estaba en lo mejor cuando siento que la puerta se abre y
apareció la tía Elena, mirándome y yo aterrado me cubrí lo más rápido que pude, era evidente que me había visto pajearme y entro de todas maneras al diminuto cuarto.
- Te sientes bien? Sentí que te quejabas de dolor y pensé que estabas enfermo?
- Sí tía, es que estaba soñando…
Se sentó al borde de mi cama y me tocó la frente y me miró de arriba abajo.
- Tienes fiebre, mira como transpiras, haber como tienes el pulso..
Me revisó como lo debería hacer con cientos de pacientes, y descubriendo las sabanas me levantó la polera que uso para dormir, estaba en eso cuando sus manos movieron la sabana un poco más y salió mi verga como mástil a su vista. Me toco el pecho y sus manos bajaron suavemente palpando si tenía algún órgano con dolor hasta que fue evidente que el siguiente paso era preguntarme por la verga, sin embargo ella hizo como si no la hubiera visto y bajo sus manos por mis muslos y de regreso me agarro los huevos.
- Parece que aquí está el problema, (apretando nuevamente los huevos) notaste que están muy calientes, y eso es malo para un joven de tu edad, debemos hacer algo urgente para que no sufras…
Diciendo ésto toma con su mano derecha mi verga y le aprieta la cabeza, la mantiene así un momento y se levanta sin mediar palabra y se va de la pieza. Pensé que iría a decirle a mi madre o algo, y me quede helado, pasmado por el miedo, su manos en mis huevos y verga había sido delicioso y no podía creer que la tía podía hacer esas cosas, bueno pensé que por ser enfermera estaba acostumbrada a ver vergas y tomarlas así.
No pasaron cinco minutos ella regreso y al entrar cerró la puerta, traía en su mano una especie de crema y tomando las sabanas hacia atrás volvió a dejar a la vista mi verga que aun estaba parada, se hecho un poco de crema en la mano y luego me la esparció por toda la verga y huevos.
- Esto te va ayudar, solo relájate que no te dolerá, con un breve masaje estarás bien y dormirás como león.
Su mano subía y bajaba suavemente desde los huevos a la cabeza de la verga, y más que relajarme yo estaba cada vez más duro, con su mano izquierda me afirmaba el pecho, sus senos me apretaban el brazo derecho y su mano subía y bajaba cada vez con más fuerza, me pidió que abriera las piernas para poder masajear mejor los huevos, un poco más de crema en la punta de la verga y seguía con su “trabajo”, así estuvimos unos diez minutos hasta que me sentía cada vez con más calentura, ella me pidió que sacara mi brazo derecho y la abrazara, así le sería más fácil sentarse en mi pequeña cama y estar mas cómoda. Lo hice al instante, al rodearla mi mano queda a la altura de su cintura y mis dedos notaron bajo el delantal blanco el borde de su ropa interior, sus manos me acariciaban el pecho, las tetillas y la verga, y cada vez más caliente me atreví a seguir la línea de su ropa interior, pasando mi dedo suavemente por ella, iba de la cadera hasta en centro de su cola, evidentemente no le molestaba, al contrario cuando me acercaba al centro de su cola ella aumentaba la velocidad de la tremenda paja que me estaba dando, en un punto en que me apretaba una tetilla y los huevos con la otra mano le palpe su enorme culo y dio un respingo que dejo mi mano bajo sus nalgas, sentía el calor y humedad de su ropa interior y mi cuerpo empezó a ponerse cada vez más rígido, ya venía mi orgasmo, un tremendo orgasmo, ella se dio cuenta de ello de inmediato, y bajo la velocidad de la paja, se inclinó aún mas sobre la verga y se la metió dentro de la boca, su caliente lengua la recorrió entera, unos breves segundos después una eyaculación monumental salió de mi verga, su boca chupaba y tragaba mi semen, a esa altura mi mano ya estaba entre las nalgas masajeándolas y tratando de meterlas bajo el delantal, ella seguía chupando mi verga mientras salían litros de semen, era mi primera mamada de verga que me daban y me sentí en el cielo, no podía creer mi suerte, sentí que había eyaculado más que nunca, ninguna paja me había hecho tirar tanta leche, su boca no se detuvo después que ya no salió nada, sino que siguió con su trabajo. Por fin logre meter mis dedos bajo su ropa interior y acariciar su tremenda mata de pelos que tenía, ella rápidamente tomo mi mano y la saco de allí, dejo de chuparme la verga y la cubrió con la sabana, se puso de pié, ordenó su ropa y se inclino para darme un pequeño beso en los labios, un diminuto beso, pero que me encendió a mil nuevamente.
Antes de salir de la pieza me dice:
- La próxima vez que te sientan mal me avisas y tu tía enfermera vendrá al rescate, por ahora con reposo hasta mañana estarás muy bien. Buenas noches.
Seguirá…
En mi época que terminaba la secundaria en casa había siempre una rotación de personas, que al final uno se acostumbra a tanto ajetreo, cambiar de puesto en la mesa o prestar la pieza para los invitados.
A poco de cumplir 18 años, un día la maestra de primaria de mi madre, ya una anciana vestida de negro llegó a pedirle ayuda, había fallecido su único hijo en un accidente y quería que la alojara unos días hasta que llegara su nuera para retirar el cuerpo de la morgue. Fue muy triste pues el difunto tenía 30 años y su viuda, una enfermera que trabaja en el hospital cercano a nuestra casa era de Coihaique a más de 1000 km de distancia.
Mi vieja insistió que fuéramos a la misa y el funeral, había muchísima gente, yo acompañaba a mi vieja que también se vistió de negro, y junto a la veterana profesora que iba acompañada de la viuda hicimos el recorrido a la iglesia y después al cementerio. La gente me daba el pésame, me besuquearon de lo lindo las viejas, y no tan viejas, hasta plata me dieron. Todos pensaron que era hijo del difunto.
Varias semanas después de este triste episodio, apareció nuevamente la veterana con su nuera, que aún seguía de luto, pidiendo otro tremendo favor a mi madre, necesitaba que alojara a su nuera por unos meses mientras podía ubicarse en alguna casa, su trabajo no le alcanzaba para arrendar ni menos comprar algo.
Mi madre no encontró mejor solución que darle mi pieza para que durmiera, así que me dijo ”La Tía Elena ocupará tu cuarto un tiempo”, y bueno en esa época cuando los padres decían algo no había como cambiar la decisión. La tía era una mujer de unos 29 años, piel blanca, ojos verdes, sonrisa escaza, de 1,60 m, tenía senos grandes, caderas anchas, aunque era delgada siempre usaba ropa ancha y falda hasta la rodilla, por su trabajo usaba un delantal azul muy recatado, nada de escotes y falda siempre a la rodilla.
Aunque era muy simpática, siempre andaba muy triste, yo la sentía llorar en las noches desde el cuartito del lado, donde mi madre me exilió. Apenas cabía una cama, antes lo usábamos para guardar lo útiles de aseo, escobas y esas cosas no cabía nada, ni hablar de closet, velador o una cómoda para mi ropa, todo eso se quedo en el cuarto de la tía, y debía todos los días entrar a sacar mi ropa y libros del colegio.
Me daba una tremenda pena escucharla llorar, cuando bajaba a tomar desayuno o almorzar siempre se mostraba alegre, sonriente y muy conversadora, estaba horas charlando con mi vieja y hacían una sobremesa eterna. Yo terminaba de almorzar y me iba a sentar al living a ver tv o repasar mis libros. El comedor y el living estaban juntos así que no había más de 5 metros entre ambos lugares. En uno de esos tantos almuerzos me sorprendí porque ella siempre se sentaba frente a mi sofá favorito para ver tv, y en eso me quedé mirando las piernas de la tía, estaban levemente separadas y dejaban ver hasta mitad de muslo, sin medias, ella jugaba con sus piernas sin sospechar que el mantel no las cubría.
Así se volvió rutina, yo terminaba de almorzar muy rápido y me iba a sentar a mi sofá, para ver si algo se podía ver. Fue en una de esas tantas veces que por su descuido logre ver hasta el color de la pantaleta rosa y se convirtió en mi obsesión y fantasía. No dejaba de soñar con ver esa cuevita y por las noches había el festival de pajas.
En un fin de semana que a la tía le toco trabajar en el hospital, mi madre me mando que le llevara almuerzo, así que me fui caminando y llegue hasta la unidad de neonatología, ahí se encargaba de ver por los cuidados de los recién nacidos. Ya no vestía su clásico delantal azul sino un delantal blanco, con un escote muy bonito y se veía la forma de su ropa interior, me quede pasmado mirando sus tetas, y claro la tía se dio cuenta de mis ojos embobados en sus tremendas montañas. Me llevo a un pequeño casino y nos sentamos a conversar mientras ella almorzaba, estaba en eso cuando se acordó que tenía una bebida en uno de las gavetas superiores de un armario y se puso de pie, dándome la espalda, levanto los brazos y esa tremenda cola quede frente a mis ojos, recién ahí note que llevaba un pequeñísimo calzón que no cubría nada de sus nalgas, se me paro como fierro, ella demoró un poco más de la cuenta, para que yo pudiera mirar con tranquilidad, luego se dio media vuelta muy despacio y se volvió a sentar, no hubo forma que me bajara la verga, miraba esas tetas y seguía firme, hasta que terminó de almorzar y me debía regresar con la vianda. A duras penas me puse de pie y ella miro mi pantalón y noto que la tenia parada, cosa que me dio mucha vergüenza. Se me acerco para despedirse y me dio un abrazo de despedida, nunca me había abrazado, pero fue más que una despedida sentí su vientre apretando mi verga y sus senos apretándome el pecho, estaba seguro que ella quería sentir mi verga.
Al día siguiente almorzamos todos juntos, ella vestía su delantal blanco, se veía preciosa, sus senos divinos eran una atracción magnética para mis ojos, como siempre termine primero y me fui a sentar al sofá, para mi sorpresa apenas me senté ella me miró y abrió sus piernas, dejando a mi vista hasta su ropa interior de color celeste, abrió sus piernas jugando para ver cómo reaccionaba y sonreía muy complacida. Estuve pensando todo el día en esas tetas, su enorme culo y esos calzones celestes. Tenía turno hasta muy tarde así que me fui a dormir sin verla de nuevo, no me podía dormir pensando en ella, y me amasaba la verga de arriba abajo, hasta que me di a la tarea de hacerme una tremenda paja, estaba en lo mejor cuando siento que la puerta se abre y
apareció la tía Elena, mirándome y yo aterrado me cubrí lo más rápido que pude, era evidente que me había visto pajearme y entro de todas maneras al diminuto cuarto.
- Te sientes bien? Sentí que te quejabas de dolor y pensé que estabas enfermo?
- Sí tía, es que estaba soñando…
Se sentó al borde de mi cama y me tocó la frente y me miró de arriba abajo.
- Tienes fiebre, mira como transpiras, haber como tienes el pulso..
Me revisó como lo debería hacer con cientos de pacientes, y descubriendo las sabanas me levantó la polera que uso para dormir, estaba en eso cuando sus manos movieron la sabana un poco más y salió mi verga como mástil a su vista. Me toco el pecho y sus manos bajaron suavemente palpando si tenía algún órgano con dolor hasta que fue evidente que el siguiente paso era preguntarme por la verga, sin embargo ella hizo como si no la hubiera visto y bajo sus manos por mis muslos y de regreso me agarro los huevos.
- Parece que aquí está el problema, (apretando nuevamente los huevos) notaste que están muy calientes, y eso es malo para un joven de tu edad, debemos hacer algo urgente para que no sufras…
Diciendo ésto toma con su mano derecha mi verga y le aprieta la cabeza, la mantiene así un momento y se levanta sin mediar palabra y se va de la pieza. Pensé que iría a decirle a mi madre o algo, y me quede helado, pasmado por el miedo, su manos en mis huevos y verga había sido delicioso y no podía creer que la tía podía hacer esas cosas, bueno pensé que por ser enfermera estaba acostumbrada a ver vergas y tomarlas así.
No pasaron cinco minutos ella regreso y al entrar cerró la puerta, traía en su mano una especie de crema y tomando las sabanas hacia atrás volvió a dejar a la vista mi verga que aun estaba parada, se hecho un poco de crema en la mano y luego me la esparció por toda la verga y huevos.
- Esto te va ayudar, solo relájate que no te dolerá, con un breve masaje estarás bien y dormirás como león.
Su mano subía y bajaba suavemente desde los huevos a la cabeza de la verga, y más que relajarme yo estaba cada vez más duro, con su mano izquierda me afirmaba el pecho, sus senos me apretaban el brazo derecho y su mano subía y bajaba cada vez con más fuerza, me pidió que abriera las piernas para poder masajear mejor los huevos, un poco más de crema en la punta de la verga y seguía con su “trabajo”, así estuvimos unos diez minutos hasta que me sentía cada vez con más calentura, ella me pidió que sacara mi brazo derecho y la abrazara, así le sería más fácil sentarse en mi pequeña cama y estar mas cómoda. Lo hice al instante, al rodearla mi mano queda a la altura de su cintura y mis dedos notaron bajo el delantal blanco el borde de su ropa interior, sus manos me acariciaban el pecho, las tetillas y la verga, y cada vez más caliente me atreví a seguir la línea de su ropa interior, pasando mi dedo suavemente por ella, iba de la cadera hasta en centro de su cola, evidentemente no le molestaba, al contrario cuando me acercaba al centro de su cola ella aumentaba la velocidad de la tremenda paja que me estaba dando, en un punto en que me apretaba una tetilla y los huevos con la otra mano le palpe su enorme culo y dio un respingo que dejo mi mano bajo sus nalgas, sentía el calor y humedad de su ropa interior y mi cuerpo empezó a ponerse cada vez más rígido, ya venía mi orgasmo, un tremendo orgasmo, ella se dio cuenta de ello de inmediato, y bajo la velocidad de la paja, se inclinó aún mas sobre la verga y se la metió dentro de la boca, su caliente lengua la recorrió entera, unos breves segundos después una eyaculación monumental salió de mi verga, su boca chupaba y tragaba mi semen, a esa altura mi mano ya estaba entre las nalgas masajeándolas y tratando de meterlas bajo el delantal, ella seguía chupando mi verga mientras salían litros de semen, era mi primera mamada de verga que me daban y me sentí en el cielo, no podía creer mi suerte, sentí que había eyaculado más que nunca, ninguna paja me había hecho tirar tanta leche, su boca no se detuvo después que ya no salió nada, sino que siguió con su trabajo. Por fin logre meter mis dedos bajo su ropa interior y acariciar su tremenda mata de pelos que tenía, ella rápidamente tomo mi mano y la saco de allí, dejo de chuparme la verga y la cubrió con la sabana, se puso de pié, ordenó su ropa y se inclino para darme un pequeño beso en los labios, un diminuto beso, pero que me encendió a mil nuevamente.
Antes de salir de la pieza me dice:
- La próxima vez que te sientan mal me avisas y tu tía enfermera vendrá al rescate, por ahora con reposo hasta mañana estarás muy bien. Buenas noches.
Seguirá…
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