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La ONG De Mamá (3ª Parte)

La relación entre mi hermana y yo se precipita a un nuevo nivel. Mi madre invita al negro a casa, y mi hermana y yo nos perdemos. Empiezan a revelarse muchas verdades y sentimientos.



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Mi hermana me miraba sin saber qué hacer. Yo tampoco lo tenía muy claro, pero no pensaba demasiado en nada. Solo rememoraba la fiestecita de mi madre en la litera, y eso me mantenía cabreado y excitado. Avancé y la sujeté con fuerza por los hombros. La acerqué a mí, estando pegados sentí que debía besarla, pero no lo hice. Finalmente la arrojé sobre mi cama. Liz me miraba, sin decir nada, conteniendo el aire. Si alguno de los dos hubiese hablado seguramente todo hubiese no se qué habría pasado.

Con ella tumbada sobre la cama, tiré de los pantaloncitos cortos que usaba a modo de pijama y se los quité. No hubo resistencia alguna por su parte, solo expectación. Su espectacular culo quedo tapado solo por las braguitas blancas que llevaba. Fui a agarrarlas y su mano se encontró con la mía. Nuestros ojos también se cruzaron. No quería que parase, pero tampoco estaba lista para que aquello pasase. Sin embargo iba a suceder cuando llamaron a la puerta de mi cuarto.

- ¿Carlos?- Mi madre estaba al otro lado. Había vuelto con relativa premura.

Todo se detuvo un segundo. Entonces de golpe reaccionamos. Mi hermana se escondió bajo las sabanas. Yo apagué la lámpara del techo y encendí el flexo del escritorio. El camuflaje no era perfecto pero pasaría lo suficientemente desapercibida.

- ¿Carlos?- Mi madre empezó a abrir la puerta. La intercepté antes de que entrase.- Cariño qué haces que no contestas.- Nos encontramos en el umbral.

- Estaba dormido.- Contesté fingiendo un bostezo. Sujetaba la puerta a de modo que ella solo podía asomar su cabeza.

- ¿Pero si estás vestido? ¿Qué hacías?- Insistió. Tenía gracia que yo fuese el interrogado, cuando ella llegaba a media noche después de habérselo montado con tres tíos.

- Estaba agotado, y no me he parado a cambiarme ¿dónde estabas tú?- Cambié de tema, mirándola a los ojos fijamente.

- Cenando, con los chicos, nos hemos puesto a hablar y se nos ha hecho tardísimo.- En cuanto empezó a hablar apartó la vista, y terminó con una sonrisa falsa, mentía sin reparo alguno. Cada vez lo hacía de mejor y más espontáneamente.

- Te han entretenido, ¿verdad?- La correspondí sonriendo igual. No estaba listo para exponer la verdad, pero quería saber si se quebraría su mentira.

- Bueno... Sí, me han entretenido.- De repente sentí ganas de soltarla todo lo que había visto pero me contuve.- ¿Y tu hermana? No está en su cuarto.- Me tensé un poco y miré a mi espalda de reojo.

- Estará en el baño.- Contesté dubitativo. Ahora era yo el que estaba nervioso.

- Ya he mirado.- Se me daba peor mentir y me estaba poniendo contra las cuerdas.

- Pues no sé mamá. Vete a dormir, que estarás exhausta. Liz ya aparecerá.- Cerré la puerta en sus narices. Aun estaba excitado en todos los sentidos.

Desde el otro lado me llegó un "buenas noches" de mi madre. Sonó algo irritada por mi reacción. Mi hermana asomaba su cabeza entre las sábanas, no habíamos hecho nada y nos sentíamos más culpables que ella. Recogió el pantalón y se lo puso. De camino a la puerta la cogí de la mano, intente retenerla. Buscaba que decirla, una justificación a lo que casi hice. Ella me dio un beso en la mejilla.

- Mañana hablamos, ya lo solucionaremos.- Salió y me dejó solo.

Me tiré en la cama hundiendo mi car entre mis manos. Se me habían pasado el frenético impulso de hacer una locura. Supongo que la interrupción de mi madre marcó la diferencia. Eso confirmaba que probablemente yo hubiese sido capaz de cortar todo de raíz con facilidad. Pero los acontecimientos ya se sucedían escapando a mi control, y por mucho que la molestase, al de mi hermana.

Al día siguiente mi hermana y yo nos evitamos todo lo posible. Estuve pendiente de mi madre y Abduh, para no perder la costumbre. A la hora de comer ella se sentó con él y sus amigos. Charlaron animadamente, me senté en la mesa más cercana aprovechando el desahogo de trabajo de aquel día. No escuché nada preocupante, aun así tenía la certeza de que todos a esa mesa estaban al tanto de lo de mi madre, incluso los que no habían sido testigos la noche anterior. Había algo allí, esas miradas que recorrían las curvas de mi madre, los que no las habían visto podían imaginarlas sin problemas.

No pasó nada en aquel momento, solo se tentaban. Algo me decía que esperarían a quedarse solos los amantes, así que seguí en mi empeño. Mi vigilancia no fue en vano. A media tarde, el lugar estaba bastante vacio, Abduh y mi madre se escabulleron. Les seguí con la vista, se alejaban entre las naves del polígono, de la mano, y fueron a parar tras una abandonada. Regresé y fui a buscar a mi hermana.

- Creo que va a volver a pasar.- La dije entrado en su despacho. Levantó la vista del ordenador, eran las primeras palabras que cruzábamos ese día.

- ¿Ahora?- Asentí.- ¿Aquí?, hay gente, están Javi, Marta...- Señalaba por la ventana a los empleados.

- No, se han ido detrás de una nave, al final de la calle. Creo que hay un descampado.- Me senté en la silla de enfrente a su escritorio.- Que nivel. Son como animales en celo.- Hundí la cara entre las manos, quería ir tras ellos.

- Carlos,- la voz la tembló- nosotros no somos mejores. Anoche...- No siguió.- Y no hemos dicho nada. Vienes a decirme que crees que van a follar, ¿para qué? Para que te acompañe a verlo, y que nos quedemos callados escondidos.- Eso era exactamente lo que quería.

- No sé.- Contesté negando con la cabeza de desesperación.- Tu dijiste que lo arreglarías. Vengo para ver si tienes alguna idea.

- Borrarnos la memoria.- Sonrió mientras jugaba con un bolígrafo, ese día me pareció más guapa que nunca.- Además ojos que no ven corazón que no siente. Si lo dejamos estar no nos pasará factura.- Se reclinó en su silla.

- Yo creo que a mí ya me ha pasado factura, mira lo de anoche.- Dejó el bolígrafo quieto.

- Me vas a decir que lo de anoche es por qué viste a mamá follarse a un negro, yo no tuve ni un poco que ver.- Intentó sonar burlona, pero había algo más en su voz.

- Hombre, no te sé decir. Ahora me pareces preciosa, pero claro he visto al negro desnudo en esa silla, igual es por eso.- Bromear parecía la mejor forma de seguir adelante.

- No lo mientes, esta mañana la he limpiado bien.- Hizo como si se estremeciese.

- ¿Creí que te gustaba?- Lo pregunté serio.- Ya sabes lo que calza el amigo.

- No es mi tipo, y el tamaño no lo es todo.- Contestó.- Aunque bueno, no está mal. Nada mal.- Separó las manos a modo de medida.

- Díselo a mamá.- Dejé el tono jocoso.- Creo que tenías razón, lo que tiene es una carencia afectiva, por culpa de papá.

- Así que la culpa, ¿no es toda suya?- Me miró triunfante.

- No toda.- Concedí.- Ahora déjame ver que estás haciendo, no vaya a ser que montes un desfalco y me cargues el muerto.- Me levanté y miré al ordenado por encima de su hombro.- Era lo que me faltaba.- Seguimos charlando un rato, intentando poner todo a un lado a base de chistes.

Repasamos el trabajo juntos. Seguía habiendo una tensión que se podía cortar. Al rato Abduh y mi madre aparecieron por allí. Procuré ignorarlos, me costó. El negro entró al despacho para decirle a mi hermana que de nuevo iban a pasar la noche sus amigos. Mientras habían estado fuera mi hermana y yo habíamos preparado esa eventualidad. Le dijimos que había comida sobrante, que estaba preparada y que pasaría la noche Antonio. Era un hombre de unos cincuenta. Él y yo habíamos hecho buenas migas, se me ocurrió pedirle como favor que se quedase a pasar la noche, accedió con cierta reticencia, no le gustaba demasiado recibir ayuda. Aproveché, y tirando de viejas manías, le dije que echase un ojo a los negros, el tipo era algo facha la verdad. Con Antonio pasando la noche serviría para mantener a mi madre alejada, o el buen hombre pasaría una noche de ensueño. Por otro lado mi padre regresaba y eso no deja mucha escapatoria a mi madre.

Cuando llegó el momento de irse mi madre no encontró ninguna escusa para quedarse, eso me contó mi hermana. Yo había ido a recoger a mi padre al aeropuerto. Dejamos primero a la secretaria. Se había sentado atrás y se había pasado el trayecto mirando el móvil. Tras ponerle al día, aproveché el momento a solas para preguntarle algo importante, algo que necesitaba saber. Reuní todo el valor que pude:

- Papá, ¿tú y ella...?- No pude terminar la pregunta cuando me hizo un gesto cortante delante del volante.

- Hijo no voy a permitir que me juzgues.- La respuesta era claramente sí, pero no paró ahí.- Se lo que me hago, no es nada. Tu madre lo sabe, a veces pierde la paciencia, ya sabes que es un poco veleta.- Aludía a la discusión en que les pillé hace un par de días.- No hay que preocuparse por nada, yo quiero a tu madre y ella a mí.- Tenía que haberle dicho que conseguía todo lo contrario, qu cada vez apartaba más a mi madre, no lo hice.

Fingí dar por buena la respuesta y seguí el resto del camino escuchando el relato del viaje. En la cena lo repitió, para mi hermana y mi madre. Esta última estaba un poco disgustada. Por haberla fastidiado el plan supongo, y porque mi padre estuviera allí, la herida abierta era profunda. Aquella noche era sábado, y los domingos los tres descansábamos y quedaba al cargo Javier, tenía cuarenta años, y la mitad de experiencia. Cuando a finales de verano mi hermana y yo lo dejásemos el cogería las riendas, mi padre estaba de acuerdo. Así que dormí con la tranquilidad de que a la mañana siguiente no vería al negro, y mi madre tampoco.

El nuevo día se me antojaba tranquilo, no tenía ningún plan, solo relajarme. La ONG había tirado los planes de verano que había hecho con mis amigos por tierra, ellos estaban en Ibiza. Me levanté pasadas las diez. Liz me dijo que mi padre había ido a jugar al golf. Pasaría todo el día con ello, era una pasión reciente, un antojo de la cincuentena. Mi hermana se bañaba en la piscina, la contemplé desde la cocina mientras me preparaba el desayuno. Imelda tenía el día libre, y parecía mentira que nos valiésemos por nosotros mismos, si bien en las últimas semanas habíamos sudado un poco, seguíamos siendo unos snobs. Salí al jardín y me senté en un sillón de mimbre, con el café en la mano.

- El agua está genial.- Me Liz dijo al percatarse de que la observaba. Estaba en bikini, era azul celeste, la quedaba perfecto.

- Paso, estoy dormido todavía,- entrecerré los ojos fingiendo cansancio,-me ahogaría.- Me recosté en el sillón, no me hubiese importado volverme a dormir.

- Yo te hago el boca a boca, si hace falta.- Estaba apoyada en el borde. Su melena rubia recogida hacia atrás, parecía una sirena. No paraba de pensar en el doble sentido, nuestra relación había cambiado demasiado.

- ¿Donde está mamá?¿Ha ido con papá?- Pregunté intentando cambiar de tema.

- No. Seguirá en la cama.- Nadó de espaldas. La curva de su cuerpo quitaba el sentido.

Me tomé el café mirándola ir de un lado para otro. Cuando salió del agua exageró un giro de su melena en un gesto peliculero y reímos. Se sentó en el suelo, cerca de mí. No dijimos nada, pero no nos quitamos los ojos de encima. Me dio la sensación de que Liz se lucía más de la cuenta. Apareció entonces mi madre, pero no venía sola. Abduh estaba a su lado, echó un buen vistazo a mi hermana, me dieron ganas de decirle algo, pero su presencia me sorprendió.

Entonces entendí donde se había metido mi madre. No era muy madrugadora, pero aquel día se había levantado antes que mi hermana. Luego supe que se fue poco después de que mi padre saliese. Conociéndole él se iría a las siete u ocho de la mañana. Mi madre llevaba al menos dos horas con el negro, me preguntaba si solo con él. Mi hermana llegó a la misma conclusión por cómo me miró.

- Hola niños.- Nos saludó mi madre. Abduh aprovechó para dedicarnos un buenos días.- ¿Qué tal está el agua?

- Muy buena.- Respondió mi hermana.- ¿Ha pasado algo mamá?- Preguntó mi hermana mientras se cubría con una toalla, el otro la seguía mirando.

- No, ¿por?- Un gesto bastó para que entendiese que nos preguntábamos que hacía el negro en casa.- Ah, le dije a Abduh que podía venir a darse un baño, esta vez sin altercados.- Esta vez más entretenido, pensé yo.

Eso estaba por ver, me levanté como un resorte. Una cosa es que se follase al negro, pero el traerlo a casa era ya un recochineo insoportable. Mi hermana me alcanzó antes de que me perdiese, me pidió que entrara con ella. Nos excusamos y me llevó a la cocina.

- Tranquilo.- Estábamos en la cocina, no podían oírnos. Veía a los otros dos en el jardín, hablando como si nada.

- Yo flipo, no se corta un pelo.- Gesticulaba y alzaba la voz. Liz me puso su mano mojada en la cara y me calmó.

- Solo querrá darse un baño, no se van a poner a hacer cosas raras en el jardín, con nosotros en casa.- Intentaba que apartase la vista de las ventanas.

-Tú no la viste como yo, te juró que saber que la miran la pone más cachonda.- Estaba con ganas de salir a partirle la cara a Abduh de una vez por todas, o al menos de hacer algo.

- No va a pasar nada. Hoy los vigilo yo.- Eso logró que la mirase, enfadado. Liz había adivinado mis pensamientos, no iba a perderles de vista.- Vas a saltar a la mínima, tendríamos que explicar demasiadas cosas. Sería peor. Sal un rato, respira.- Su contacto y su voz lograron que se me disipase la rabia.

- Me voy arriba, pero como se pongan tontorrones, llamó a papá y que pase lo que pase.- Al pasar por el salón los amantes estaban allí.

- Carlos, ¿le puedes prestar un bañador a Abduh?- Me preguntó mi madre. Mi hermana me apretó el brazo y asentí apretando los dientes en una sonrisa.

El negro nos siguió arriba, a mi madre y a mí. Mi madre esperó a que le diese la prenda. Le presté uno con que quedaba a medio muslo, verde, esperaba que no marcase mucho con él. Mi madre le indicó el baño para que se cambiara. Ella se dirigió a hacer lo propio en su habitación. Me quedé en mi puerta esperando, sabía que no se iba a resistir. Al minuto de entrar en su cuarto mi madre hizo ademán de salir, al verme volvió dentro. Cuando por fin salió, lo hizo con un bikini rojo, era el más pequeño que tenía, sin tirantes la parte de arriba se sujetaba como una cinta realzando sus pechos, se quedó esperando al negro junto a mí. Abduh marcaba con mi bañador, bastante. Los dos se dirigieron abajo, mi madre me preguntó si me iba a unir, negué con la cabeza, haciendo caso a mi hermana. Les seguí con la vista lo justo para pillar al negro colocando su mano en el culo de mi madre. Eso empezaba a ser más que una aventura.

Necesitaba ver qué pasaba abajo. Mi habitación daba al frente de la casa, me metí en la de mi hermana que daba a la piscina. Ella estaba ahora tumbada en la hierba, sobre la toalla, se secaba al sol. Miró hacia su ventana y me vio allí, hizo un gesto de calma con las manos. Mi madre y Abduh aparecieron en escena. Tras cruzar unas palabras con mi hermana los dos se metieron en la piscina. Mi madre nadaba a cierta distancia de Abduh que hacía lo propio. Mi hermana, algo incorporada, sobre sus codos, les miraba desde sus gafas de sol.

Pasaron un rato sin que ocurriese nada preocupante, pero ya me conocía aquello. De improviso el negro se puso a jugar, dando un golpe en el agua salpicó a mi hermana. Ella le sonrió con cara de circunstancia. Abduh la hizo señas para que se uniese a ellos en el agua, ella se negó. Mi madre fue la que salpicó al otro entonces. El negro se giró y fue a por ella. Los dos se lanzaban agua como niños. Estaba empezando.

Abduh dio un par de brazadas y llegó hasta mi madre. Agarrándola la cabeza se la sumergió en el agua. Al poco mi madre salió recuperándose de la ahogadilla. Mi hermana se tensó un poco, yo también. El negro dirigió una mirada hacia atrás. Mi madre aprovechó para devolverle el gesto. Le hundió con demasiada facilidad, él no levantó los brazos como suele hacerse. Me pegué a la ventana. Al salir a flote de nuevo volvió a coger a mi madre. Esta vez la mantuvo un rato más largo bajo el agua. Ella salió con una cara que no auguraba nada bueno. Miró hacia mi hermana, esta fingió estar a otra cosa. Mi madre asintió, esta vez quedó claro que se dejó zambullir. Estuvo bajo el agua más que las otras dos veces juntas, mucho más. Salió un segundo y volvió abajo. Estaba claro que le estaba haciendo una mamada en la piscina. Apreté el puño. Tenían a Liz delante. El negro parecía disfrutar aquello, giraba al cabeza para mirar a mi hermana cada vez que mi madre buceaba.

Liz actuó. Se levantó y dijo algo. Mi madre emergió a la carrera, se la notaba nerviosa y excitada. Lo que quiera que dijo mi hermana sirvió para que mi madre saliese de la piscina y las dos se metiesen en casa. El negro se quedó solo en la piscina, flotó y su polla apareció en la superficie como un periscopio. Escuché como mi madre y mi hermana hablaban en el pasillo. Mi hermana entró en su habitación y mi madre dijo que regresaba a abajo, no quería perder tiempo.

- Lo has visto.- Asentí.- Tenías razón.- Llevaba algo en la mano.- La he tenido que pedir que me ayudase a encontrar la crema solar. Ya ha bajado otra vez.

- ¿Qué hacemos, la seguimos pidiendo recados hasta que llegué papá?- Me senté en su cama derrotado.

- Me voy a meter al agua, así se cortaran.- No creí que sirviese de mucho.

- Espera, ¿ha visto como te mira el otro?- Ella se paró.

- Eso no va a pasar.- Quise creerla.- Además sería mejor que dejase a mamá, tal vez sea la solución.- Empezaba a cabrearme que vacilase siempre con eso.

Para cuando salió mi hermana, mi madre ya había regresado al agua. Liz se unió a la pareja y estos dejaron sus juegos. Estuvieron flotando un rato los tres, mantenían las distancias. El negro terminó apoyándose contra uno de los lados de la piscina, sacó los brazos por fuera. Frente a él mi madre y mi hermana nadaban. Las contemplaba a las dos. Mi madre se acercó a él y hablaron. Los dos salieron de la piscina. Se echaron en dos tumbonas juntas. Mi hermana seguía nadando, pero no los perdía de vista. Mi madre, boca arriba, se echó crema sobre el pecho y las piernas. Mientras se lo extendía miraba al negro de reojo. Él la devolvía la mirada, aunque también estaba pendiente de mi hermana. Era esto último lo que más me estaba molestando. Abduh le dijo algo a mi madre y esta se metió en casa. Él aprovechó el momento para sacarse la polla y mostrársela a mi hermana. Liz se detuvo un momento en el agua. El negro se recreó meneándosela delante de ella. Mi madre regresó con un refresco, él se guardó la polla antes de que le viese.

Mi madre se tumbó boca abajo y se quitó la parte de arriba del bikini. Le pidió a Abduh que la extendiese la crema en la espalda. El negro lo hizo, pero volvió a aprovechar para enseñar sus encantos a mi hermana. Mi madre no se daba cuenta de nada, pero él otro estaba intentando seducir a Liz, con ella delante. Supongo que tenía ganas de tirase a todo el árbol genealógico. Aquello pudo conmigo, salí acelerado hacía abajo. Me encontré con Liz en mitad de la escalera. Me contuvo y me hizo regresar a su habitación. Miré por la ventana y mi madre y el negro estaban tumbados juntos. Al irse mi hermana se había vuelto a vestir, mi madre le acariciaba por encima del bañador, miraba al rededor vigilante.

- Yo mató a ese cabrón.- Estallé.- De que va. Espera que con sacarse la polla las mujeres caen a sus pies.- Mi hermana estaba sentada en su cama, yo daba vueltas como un animal enjaulado.

- Ya hemos hablado de esto.- Dijo resignada.

- Pero ahora va a por ti, esto es distinto.- Me miró con cariño.

- No me va a conseguir por mucho que me enseñe la polla.-Se levantó y avanzó hacia mí. Me besó, en la comisura de los labios y después susurró.- Yo tengo claro lo que quiero. Pero me gusta que te preocupes.

Se asomó a la ventana y me invitó a unirme. Los dos miramos a la pareja. Mi madre tenía la mano metida en el bañador del negro. Subió un poco la pernera derecha con la otra mano y asomó la polla del muchacho. Miró hacía arriba, antes de que nos viese reculamos. Cuando volvimos a mirar le comía el trozo de rabo al aire. Aquello tenía un propósito más la broma que el placer. Mi hermana les había dicho que subía a echarse un rato, que la dolía la cabeza. Al ver que no volvía se dejaron de juegos.

El negro se sacó la polla y mi madre empezó a mamársela. Yo estaba entrando en el trance que aquellos momentos me producían. Mi hermana parecía también perdida. Mi madre se echó algo de crema entre las tetas y colocó el rabo del negro allí. Le masturbaba apretándole con sus pechos y le comía la cabeza de la polla, eso era nuevo en su repertorio. Sus juegos iban escalando, se bajó un poco la braguita del bikini y dejó sus nalgas al aire. De nuevo con crema de por medio y con la escusa de extenderla la masturbó sobre la tumbona. La cara de mi madre reflejaba placer a raudales. Al final el negro se colocó encima de ella.

- Joder, que está en casa.- Me lamenté.

- ¿Estás cachondo?- La pregunta de mi hermana me descolocó.

- ¿Qué dices?- Ya no prestaba atención a lo que pasaba abajo.

- Las otras veces te has excitado, ahora también, ¿verdad?- Era cierto, pero no me paraba a pensar en ello.- Yo...- Su mano bajó hasta la braguita del bikini.

- ¿Te pone el negro?- La pregunté un poco triste.

- No, es más bien el hecho de que estén ahí follando.- Liz miraba atenta.- Es normal, excitarse por ver a dos personas follar.

- Supongo que eso me pasa a mí.- Estábamos temblando como idiotas.

- No sé yo, pero tiene fácil solución.- Dijo.

- ¿El qué?- Pregunté tontamente.

- Quitarnos el calentón.- Me beso en la boca.

Me cogió por sorpresa y reculé. Dudé al principio, pero luego la correspondí. Nuestras lenguas se encontraron y saborearon. La tumbé en la cama y la seguí besando, mis manos se movían como si fuese mi primera vez. Torpes no sabían dónde colocarse. Liz guió mi derecha a su entrepierna, la izquierda me la agarró con su propia mano entrelazando nuestros dedos. Me separé de sus labios. Yo estaba en automático, pero logré un segundo de control:

- ¿Estás segura de esto?- Necesitaba la oírselo decir.

- Sí. Tiene que pasar.- Me acercó de nuevo a su boca.

No le di más vueltas y me entregué por completo a aquel momento. Mi mano derecha se abrió camino en su coño, despacio. Ella gimió en voz baja. La besaba el cuello. Mis dedos jeteaban con más ritmo. Mi boca se encontró con sus pechos, los besé sobre la tela. Liz se quitó como pudo la parte de arriba del bikini. Sus pechos eran bastante más pequeños que los de nuestra madre, pero tenía unos pezones más grandes, de color claro. Me enganché a ellos como un ternero. Sus gemidos subían de nivel, parecía que era especialmente sensible allí. El orgasmo no fue como los de mi madre, con fuegos artificiales, pero noté como su cuerpo temblaba sin control unos segundos.

- Ahora me toca a mí.- Me mordía el lóbulo y me lo susurró al oído.

Me giré, mirando al techo. Ella se levantó y se terminó de desnudar. Estaba preciosa, tenía la piel blanca como mi madre. Me dijo que me desnudase yo también, seguía en pijama. Me lo quité y lo arrojé a un lado. Mi polla estaba dura, no era tan grande como la del negro, pero joder en ese estado paso de los dieciocho centímetros. Mi hermana no se paró a comparar, aquello no iba de tamaños. Se colocó encima de la cama. Me agarró la polla y creí que me iba a correr al instante. Me miraba a los ojos, como hacía mamá con el negro, mientras me masturbaba. Estaba en la gloria, me había olvidado de lo que pasaba en la piscina.

Agachó su cabeza y empezó a hacerme la mejor mamada de mi vida. Sentía su lengua en mi glande, trazó un circulo al rededor. Después sus labios se cerraron en torno al tronco. Subía y abajaba y yo aguantaba como que nunca las ganas de correrme. Retiré el pelo que la caía delante de la cara, aun estaba húmedo. Me preguntó si me gustaba y solo pude asentir. Siguió y llegó a tocar con su naricilla mi pubis. Aguantó unos segundos así, y de golpe dejó mi polla totalmente salivada respiró y volvió a empezar. La pedí que parase, no iba aguantar mucho más y no quería que terminase aun. Había visto a mi madre en aquellos lances, y Liz tenía definitivamente su talento.

Intercambiamos roles y fui yo quien hundió la cabeza entre sus piernas. Me invadió el olor a excitación. Su coño estaba mojado por el reciente orgasmo. Mi lengua se deslizó entre sus labios, y jugueteó con su clítoris. No soy un especialista en el tema, tan solo había hecho aquello a otra chica. Pero supongo que ese día estaba inspirado pues logre que Liz apretase mi cabeza contra ella con fuerza. Sus manos se enredaron en mi pelo y me detuvo tirando de este. Gemía pidiéndome que siguiese. Una oleada de humedad me golpeó y paré, parecía complacida.

Ambos habíamos tenido suficiente de lenguas y bocas y decidimos que era el momento de pasar al siguiente nivel. Acomodé a mi hermana boca arriba en la cama, acerqué su cadera al borde. Me situé entre sus piernas, polla en mano. Nos dimos cuenta de que aun estábamos nerviosos como novatos y liberamos tensión riendo. Me deje caer sobre ella, sin penetrarla, para abrazarla.

- Qué estamos haciendo.- Me di la vuelta hasta mirar al techo.- Somos peores que mamá.

- No.- Ella seguía en la postura que yo la había colocado.- Y ella tampoco es mala.- Se giró para mirarme.- Hemos llegado hasta aquí, el infierno está a un paso démoslo.- Se rió y yo reí.

Me volví a levantar y ocupé mi posición anterior. Guié mi polla con la mano. Mi hermana estaba muy mojada, se deslizó sin problemas. Ella abrió la boca dejando escapar solo silencio. La agarré las tetas y empecé a mover mis caderas adelante y atrás. El morbo hacía la situación muy excitante, me parecía imposible disfrutar tanto con ninguna otra mujer, y creo que Liz sentía lo mismo. Aumenté el ritmo gradualmente, a petición de ella. Respirábamos fuerte, empezamos a sudar.

Cambiamos de postura y ella se colocó a cuatro patas sobre la cama. Ahora follábamos como animales. Liz mordía la almohada para evitar gemir demasiado alto. Su soberbió culo me parecía irresistible, estaba duro como una piedra. Bajé el ritmo porque creía que me corría y quería alargarlo un poco más. A petición mía paramos un segundo, cogimos aire. Ella se levantó y fue hasta la ventana, se asomó.

- Ahí siguen, menos mal que no les pueden ver los vecinos.- Dijo.

- Les podemos ver nosotros y no les importa, así que...- La contesté. El parón me vino bien para recuperar fuerzas.

- A mí también me pone un poco que nos puedan pillar.- Me confesó.- Entiendo lo de mamá. No sé, igual no me importaría que hubiese alguien mirando.

- Ya bueno, somos hijos de nuestra madre.- La hice un gesto para que regresara a mi lado.

Me puso la mano sobre el pecho para indicarme que me tumbase. Ella iba a llevar las riendas ahora, como la gustaba. Agarrándome la polla la dirigió hasta la entrada de su coño. Imitando uno de los ejercicios para tonificar su culo, bajó hasta que poco a poco se deslizó dentro. Resoplé de gusto y admiración. Liz hacía todo el esfuerzo, subía y bajaba, meneando las caderas al mismo tiempo. La cama sonaba, pero algo más fuerte gemía ella. Estuvimos así un rato, me hipnotizaba el ligero bamboleo de sus tetas. La dije que no podía más, me pidió que aguantase un poco. Cuando ella llegó al orgasmo me autorizó a acompañarla. Me descabalgó y me corrí como una fuente. La mayor parte me cayó en el vientre a mí.

Había estado muy bien. Pero ahora todo nos empezaba a pesar de golpe. En un segundo nos sobrevino una ola de tensión. Todo lo que yo pensaba era "y ahora qué". La cara de Liz también era de preocupación. Nos estábamos arrepintiendo como nuestra madre al principio, o habíamos cometido el mayor error de nuestras vidas.

- ¿Que acabamos de hacer?- Dije mirando al techo.

- Necesitas que te lo explique.- Me miró burlona, consiguió reconfórtame.

No nos dio tiempo a decir nada más. Oímos una puerta abrirse en el pasillo. Nervioso recogí el pijama. Otra puerta se abrió, más cerca. Era como si alguien nos buscase, los dos no miramos con esa idea en la mente. Nos habían pillado. Parecía inevitable que la próxima puerta en abrirse sería la de la habitación de mi hermana. Tal vez nuestro padre había vuelto antes, lo mismo había pillado a mamá y Abduh y ahora buscaba a sus hijos. Todos los escenarios me parecían apocalípticos. Mi hermana pensó rápido y me mandó entrar en su armario.

Cerró la puerta tras de mí, la luz se colaba por las rejillas. Me coloqué lo más al fondo que pude. La puerta de la habitación se abrió, y era peor de lo que había imaginado. Mi hermana seguía desnuda, de pie en mitad del cuarto. Ante la irrupción se cubrió como pudo. Sin pararse a preguntar entró Abduh. El negro la contempló con su odiosa sonrisa. Cerró a su espalda. Tenía que salir, pero cómo explicar que estaba en pelotas en el armario de mi hermana. Ella miró en mi dirección un poco asustada. No hice nada.

CONTINUARÁ.

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