Belén continuó viniendo, y, aprovechando que la primavera traía las primeras anticipaciones climáticas del verano, se lucía con blusas y pantalones muy cortitos y muy osados. Sus visitas además tenían un esquema fijo: llegaba, me devolvía los libros luego de saludarme con un sonoro beso en mi mejilla que además me permitía ver su escote, luego iba al estante y siempre se agachaba a ver los libros que se ubicaban más abajo, cosa que me daba una visión en primer plano de una cola medianamente grande.
Esa vez Belén se quedó mucho más tiempo, aprovechando que a la biblioteca no venía nadie en esos días. Habrá estado 20 minutos mostrándome la cola desde esa posición, y yo estaba exitado, no podía hacer mis tareas administrativas. En un momento masajeé mi pene por encima del pantalón, no podía más. Ella se paró y me pidió que vaya hacia donde estaba, en ningún momento se dio vuelta. Me consultaba por unos libros, y mientras yo le hablaba de los mismos ella se ponía en puntas de pie para alcanzar los que estaban más arriba.
Me preguntó por varias novelas. Algunas yo no las había leído por lo que leíamos las sinopsis y deducíamos más o menos por dónde iba la trama. En puntas de pie e intentando alcanzar los libros de más arriba ella se tambaleó algunas veces, a lo que yo respondía tomándola por la cintura, pero manteniendo distancia entre los cuerpos. Se imaginarán que si mi erección bajó un poco por la charla, cuando la tenía que sostener por la cintura mi pene reaccionaba inmediatamente y volvía a petrificarse.
En un movimiento en falso ella perdió el equilibrio y cayó sobre mí, a lo que yo la tomé con mis brazos para que no se cayera, pero en esa posición su cola, esa cola relativamente grande, de chica rellenita, quedó apoyada de lleno en mi pene. El placer que sentía en ese momento no me dejó moverme, ella se volvió a posicionar contra el estante, pero no despegó su cola de mi bulto. Se apoyó en el estante y empezó a frotar su cola de abajo a arriba contra mí.
De la sorpresa no pude hacer mucho, excepto que mi pelvis se apretó a ella, y mis manos no se movieron de su cintura. Mi respiración acelerada se mezclaba con la de ella, que además tenía gemiditos apenas audibles. Además veía como sus tetas, también grandes, se movían con ella.
Estaba por acabar, y ella se daba cuenta, movió su cola mucho más rápido apretándose contra mí y yo largue chorros que quedaban contenidos en mi ropa. Cuando pasaron los chorros más efusivos, ella se apoyó en mí y mientras movía la cola para hacerle los últimos masajes a mi pene, me daba besos en la mejilla brindándome una visión preciosa de su escote.
Ella agarró dos libros mientras yo estaba ahí, incrédulo y agotado. Cuando se fue me saludó con un suave beso en los labios.
Continuará.
Esa vez Belén se quedó mucho más tiempo, aprovechando que a la biblioteca no venía nadie en esos días. Habrá estado 20 minutos mostrándome la cola desde esa posición, y yo estaba exitado, no podía hacer mis tareas administrativas. En un momento masajeé mi pene por encima del pantalón, no podía más. Ella se paró y me pidió que vaya hacia donde estaba, en ningún momento se dio vuelta. Me consultaba por unos libros, y mientras yo le hablaba de los mismos ella se ponía en puntas de pie para alcanzar los que estaban más arriba.
Me preguntó por varias novelas. Algunas yo no las había leído por lo que leíamos las sinopsis y deducíamos más o menos por dónde iba la trama. En puntas de pie e intentando alcanzar los libros de más arriba ella se tambaleó algunas veces, a lo que yo respondía tomándola por la cintura, pero manteniendo distancia entre los cuerpos. Se imaginarán que si mi erección bajó un poco por la charla, cuando la tenía que sostener por la cintura mi pene reaccionaba inmediatamente y volvía a petrificarse.
En un movimiento en falso ella perdió el equilibrio y cayó sobre mí, a lo que yo la tomé con mis brazos para que no se cayera, pero en esa posición su cola, esa cola relativamente grande, de chica rellenita, quedó apoyada de lleno en mi pene. El placer que sentía en ese momento no me dejó moverme, ella se volvió a posicionar contra el estante, pero no despegó su cola de mi bulto. Se apoyó en el estante y empezó a frotar su cola de abajo a arriba contra mí.
De la sorpresa no pude hacer mucho, excepto que mi pelvis se apretó a ella, y mis manos no se movieron de su cintura. Mi respiración acelerada se mezclaba con la de ella, que además tenía gemiditos apenas audibles. Además veía como sus tetas, también grandes, se movían con ella.
Estaba por acabar, y ella se daba cuenta, movió su cola mucho más rápido apretándose contra mí y yo largue chorros que quedaban contenidos en mi ropa. Cuando pasaron los chorros más efusivos, ella se apoyó en mí y mientras movía la cola para hacerle los últimos masajes a mi pene, me daba besos en la mejilla brindándome una visión preciosa de su escote.
Ella agarró dos libros mientras yo estaba ahí, incrédulo y agotado. Cuando se fue me saludó con un suave beso en los labios.
Continuará.
1 comentarios - El bibliotecario III