Comienza la historia asi....contandolo el...
Hola, soy Daniel, tengo 31 años, trabajo como vendedor en relación de dependencia. Mi jefe es un viejo idiota, de 50 o 60 y pico de años, panzón, forro, explotador. Dana es su asistente, o secretaria, colorada, de unos ojos verdes increíbles,1.70 metrosaproximadamente, un cuerpazo infernal… la mina es un caño, y creo que es lo que más me motiva para ir a trabajar todos los putos días de la semana.
Ella es la que me pasa todas las órdenes y comunicados que mi jefe me da, y yo debo rendirle explicaciones a ella, pasarle informes y cuanta boludez pidan para ser enviada al gordo forro.
Esa mina me tiene loco. Me es inevitable masturbarme a diario pensando en ella. No es que no tenga sexo, es que la calentura que ella me provoca siento que no puedo descargarla con cualquier mina, porque es única, y a menos que sea con ella, no lo voy a hacer.
Me acuerdo un día, que la llamaba a su oficina para avisarle que ya tenía los informes para que pase a recogerlos (sí, nadie podía ir a la de ella, que estaba contigua a la del jefe). Era tardísimo, yo tenía una juntada de póker como todos los jueves con los chicos, me tocaba llevar la comida. La mina no atendía. Esperé 10 minutos y seguía sin aparecer. No había nadie más, así que fui hasta allá para dejárselos en su escritorio y poder irme. Cuando estaba dejándolos, sentí como golpes, ruidos raros. La puerta de la oficina de mi jefe estaba entreabierta, con todo apagado y un poco de luz. Me asomo y ahí estaba ella, recostada boca arriba sobre el escritorio, con su camisa blanca abierta, su corpiño de encaje blanco, y su falda negra hasta las rodillas… subidas hasta la cintura. Delante de ella, la peor imagen que pude ver en mi vida: mi jefe, con los pantalones y calzoncillos abajo, entre las piernas de Dana, con toda su espantosa virilidad penetrándola. Me quedé inmóvil, viendo por la puerta, mirándola a ella, tan perfecta, cuando veo que me mira, me sonríe y me guiña el ojo. En ese preciso momento tuve una erección, y me fui, primero al baño a dedicarle el ritual diario, y luego a la juntada con mis amigos.
Estaba como… no sé, consternado, muy colgado. Los chicos me jodían. Claro, ellos nunca iban a entenderlo aunque se los explicara. No se me podía quitar la imagen de ella sobre el escritorio, semidesnuda, con su pelo revuelto. ¡Por dios! Esa noche no pude dormir. No sabía con qué cara iba a verla al día siguiente en la oficina. ¿Se habrá dado cuenta mi jefe también de que los vi?
Llegó el día siguiente. Voy a mi box, y apenas me siento levanto la vista y estaba ella, parada al lado mío.
-Necesito que me mandes antes de las 15 esto terminado y que cuando termines te vayas a tu casa, te armes un bolsito rápido y te vayas al aeropuerto. Tenemos una conferencia mañana en Buenos Aires y Alberto quiere que seas vos el que vaya en representación de la empresa.
- Pero qué, ¿hoy? Tenía un compromiso. (Mentira, no tenía ganas de viajar).
-Sí, yo también tenía uno y voy a tener que cancelarlo también. No sé por qué siempre nos avisa de los viajes a último momento.
- Pero entonces, ¿vos vas conmigo?
-Y sí… (y haciendo una mueca como sonrisa se fue a su oficina).
¡Qué locura! Esto era doblemente increíble. Me iba de viaje con el infierno de Dana. ¡Bah! No sé qué rollo tengo en la cabeza. La mina es la mina del jefe. Cualquier tipo de contacto me significaría un despido, y la cosa no estaba como para estar desempleado.
Fui a mi casa, armé un bolsito, me di una ducha rápida, me cambié, pedí un remis y me fui al aeropuerto. Llegué y estaba ella esperándome.
-¡Ey! ¿Por qué tanta formalidad?
Lo decía por mi vestimenta, un traje negro, camisa blanca, corbata medio violeta con rayas finas. Todo un ejecutivo.
-Sí, no sabía cómo venir vestido, pero viéndote a vos… (Una remera musculosa roja, un short negro, unas sandalias estilo romanas negras también, el pelo suelto con flequillo… ¡tan sensual!)
Nos subimos al avión, y partimos rumbo a Buenos Aires. Yo preferí del lado del pasillo, tenía un poco de fobia a las alturas, y ella pudo notarlo cuando despegamos.
-No te gustan las alturas, ¿no?
-La verdad que no, me estoy volviendo loco.
-Calmate un poco, sacate la corbata (y me la desaflojó ella, siguiendo por desprenderme los botones de la camisa).
La fobia se me estaba pasando, me estaba distrayendo haciéndome la cabeza con que ella me estaba desvistiendo. Me estaba excitando mal.
-Te queda muy lindo el traje. Me encantan los tipos que usan traje. Digamos que me provocan ciertas cosas…
La miro como para responderle nada, y noté algo que no había notado en el aeropuerto: Dana no llevaba corpiño. ¿O se lo había sacado cuando fue al baño en el avión?
Tenía los pezones parados y yo estaba por las nubes. Ella vio como le miré las tetas y dijo:
-¿Me quedaron bien?
-¿Perdón? ¿Qué cosa?
-Dale, ¿me vas a decir que no te diste cuenta que son operadas? Te he visto mirármelas en la oficina.
La mina me estaba provocando, si no respondía a eso, no solo no me lo iba a perdonar jamás, sino que, además, iba a quedar como un reverendo pelotudo.
-La verdad que sí, “jajaja”, te diste cuenta parece…
-No fuiste tan disimulado tampoco…
-O sea que si te dabas cuenta, ¿me estabas provocando?
-Yo arreglé este viaje lindo… No me lo perdía por nada.
-Y ¿para qué arreglaste el viaje? No entiendo.
-Lejos era la única manera que iba a poder cogerte… y que me cogieras a mí.
¡Que! La mina la tenía muy clara. Y definitivamente sabía lo que yo quería. Luego de decir eso, empezó:
-¡Ay, estoy un poco descompuesta, necesito que me acompañes al baño Dani! Señorita, no me siento muy bien, ¿hay algún problema si mi hermano me acompaña al baño?
(¿¡Mi hermano!? No, no, ¡esta mujer es de otro planeta!)
-Ningún problema, pero ¿no necesita nada, algo que le pueda traer?
-No, gracias, solo necesito que me acompañe porque se me ha bajado un poco la presión, es por si me desmayo, pero voy a estar bien, gracias de todos modos.
Yo tenía que seguirle el juego, así es que la ayudé a levantarse del asiento y la acompañé hasta el baño. Entramos, cerró la puerta y me apoyó contra la pared.
-Hacía tanto que quería estar así con vos. ¿Y en un avión? Mmmm, siempre fue mi fantasía. ¿Ahora entendés por qué arreglé el viaje? Quería que vos cumplieras mi fantasía.
Mientras decía eso, desabrochó mi camisa, mientras iba besándome el pecho, el abdomen, llegó a la cintura, y empezó a desprenderme el cinturón, el botón y bajó mi cierre y por último mi bóxer, sacó lo mío, lo puso en su boca y comenzó a chuparlo, le pasaba la lengua, lo escupía, al tiempo de que me masturbaba… aquella que tantas veces había sido mi sueño ahora jugaba con mis testículos. Yo estaba demasiado excitado. La colorada era una diosa, era excelente en este campo, y estaba tan buena. Mientras lo hacía, me miraba, se la golpeaba contra la lengua. ¡Dios! ¿Qué podía ser mejor?
La levanté, la puse contra el lavamanos, le saqué la remera, el short, la colaless negra, la abrí de piernas y continué lo que ella estaba haciendo. ¿Qué comería esta mina para saber tan rico? Podía pasarme horas lamiéndola. Toda depilada, parecía una naranja. En eso tocan la puerta:
-Señorita ¿se encuentra bien?
-Sí, estoy un poco descompuesta por la altura, pero estoy bien, en un momento salgo.
Bueno, parece que habría que apurar un poco la cosa, así que la volteé, la incliné hacia adelante y la penetré. Era el mejor polvo hasta ese momento, no quería que se terminara más. No sabía si hacerlo fuerte y rápido, o suave y lento, hasta que escucho:
-Dale, más rápido, más fuerte.
¡Oh! La escuché decir eso y fue como si apretaran un botón en mí para yo acabar. No quería acabar antes que ella, no sabía si iba a poder seguir, y como yo no daba más, tenía que acelerar lo de ella. Entonces con mi pulgar empecé a hacerle presión en su culo, hasta lograr meterlo, y escuché:
-¡Ay, no, voy a acabar, voy a acabar, salite y tirame todo, dale!
Era la frutilla del postre. Me alejé y con una de las diarias, le terminé todo por la espalda, mientras ella con sus manos se ayudaba a sí misma. ¡Qué buen polvo! Estaba hasta enamorado.
Se limpió un poco como pudo, nos vestimos y fuimos de nuevo a nuestros asientos. De nuevo la azafata.
-¿Ya se siente mejor?
-Sí, menos mal que viajo con mi hermanito, él sabe cómo actuar cuando me pasa esto.
-Bueno, cualquier cosa que necesite me llama.
-Sí, gracias. Y en cuanto a vos… espero que estés preparado para lo que se viene. Hay algunas cositas más que quisiera probar con vos, y… hay algunas personas que me gustaría que conozcas.
Hola, soy Daniel, tengo 31 años, trabajo como vendedor en relación de dependencia. Mi jefe es un viejo idiota, de 50 o 60 y pico de años, panzón, forro, explotador. Dana es su asistente, o secretaria, colorada, de unos ojos verdes increíbles,1.70 metrosaproximadamente, un cuerpazo infernal… la mina es un caño, y creo que es lo que más me motiva para ir a trabajar todos los putos días de la semana.
Ella es la que me pasa todas las órdenes y comunicados que mi jefe me da, y yo debo rendirle explicaciones a ella, pasarle informes y cuanta boludez pidan para ser enviada al gordo forro.
Esa mina me tiene loco. Me es inevitable masturbarme a diario pensando en ella. No es que no tenga sexo, es que la calentura que ella me provoca siento que no puedo descargarla con cualquier mina, porque es única, y a menos que sea con ella, no lo voy a hacer.
Me acuerdo un día, que la llamaba a su oficina para avisarle que ya tenía los informes para que pase a recogerlos (sí, nadie podía ir a la de ella, que estaba contigua a la del jefe). Era tardísimo, yo tenía una juntada de póker como todos los jueves con los chicos, me tocaba llevar la comida. La mina no atendía. Esperé 10 minutos y seguía sin aparecer. No había nadie más, así que fui hasta allá para dejárselos en su escritorio y poder irme. Cuando estaba dejándolos, sentí como golpes, ruidos raros. La puerta de la oficina de mi jefe estaba entreabierta, con todo apagado y un poco de luz. Me asomo y ahí estaba ella, recostada boca arriba sobre el escritorio, con su camisa blanca abierta, su corpiño de encaje blanco, y su falda negra hasta las rodillas… subidas hasta la cintura. Delante de ella, la peor imagen que pude ver en mi vida: mi jefe, con los pantalones y calzoncillos abajo, entre las piernas de Dana, con toda su espantosa virilidad penetrándola. Me quedé inmóvil, viendo por la puerta, mirándola a ella, tan perfecta, cuando veo que me mira, me sonríe y me guiña el ojo. En ese preciso momento tuve una erección, y me fui, primero al baño a dedicarle el ritual diario, y luego a la juntada con mis amigos.
Estaba como… no sé, consternado, muy colgado. Los chicos me jodían. Claro, ellos nunca iban a entenderlo aunque se los explicara. No se me podía quitar la imagen de ella sobre el escritorio, semidesnuda, con su pelo revuelto. ¡Por dios! Esa noche no pude dormir. No sabía con qué cara iba a verla al día siguiente en la oficina. ¿Se habrá dado cuenta mi jefe también de que los vi?
Llegó el día siguiente. Voy a mi box, y apenas me siento levanto la vista y estaba ella, parada al lado mío.
-Necesito que me mandes antes de las 15 esto terminado y que cuando termines te vayas a tu casa, te armes un bolsito rápido y te vayas al aeropuerto. Tenemos una conferencia mañana en Buenos Aires y Alberto quiere que seas vos el que vaya en representación de la empresa.
- Pero qué, ¿hoy? Tenía un compromiso. (Mentira, no tenía ganas de viajar).
-Sí, yo también tenía uno y voy a tener que cancelarlo también. No sé por qué siempre nos avisa de los viajes a último momento.
- Pero entonces, ¿vos vas conmigo?
-Y sí… (y haciendo una mueca como sonrisa se fue a su oficina).
¡Qué locura! Esto era doblemente increíble. Me iba de viaje con el infierno de Dana. ¡Bah! No sé qué rollo tengo en la cabeza. La mina es la mina del jefe. Cualquier tipo de contacto me significaría un despido, y la cosa no estaba como para estar desempleado.
Fui a mi casa, armé un bolsito, me di una ducha rápida, me cambié, pedí un remis y me fui al aeropuerto. Llegué y estaba ella esperándome.
-¡Ey! ¿Por qué tanta formalidad?
Lo decía por mi vestimenta, un traje negro, camisa blanca, corbata medio violeta con rayas finas. Todo un ejecutivo.
-Sí, no sabía cómo venir vestido, pero viéndote a vos… (Una remera musculosa roja, un short negro, unas sandalias estilo romanas negras también, el pelo suelto con flequillo… ¡tan sensual!)
Nos subimos al avión, y partimos rumbo a Buenos Aires. Yo preferí del lado del pasillo, tenía un poco de fobia a las alturas, y ella pudo notarlo cuando despegamos.
-No te gustan las alturas, ¿no?
-La verdad que no, me estoy volviendo loco.
-Calmate un poco, sacate la corbata (y me la desaflojó ella, siguiendo por desprenderme los botones de la camisa).
La fobia se me estaba pasando, me estaba distrayendo haciéndome la cabeza con que ella me estaba desvistiendo. Me estaba excitando mal.
-Te queda muy lindo el traje. Me encantan los tipos que usan traje. Digamos que me provocan ciertas cosas…
La miro como para responderle nada, y noté algo que no había notado en el aeropuerto: Dana no llevaba corpiño. ¿O se lo había sacado cuando fue al baño en el avión?
Tenía los pezones parados y yo estaba por las nubes. Ella vio como le miré las tetas y dijo:
-¿Me quedaron bien?
-¿Perdón? ¿Qué cosa?
-Dale, ¿me vas a decir que no te diste cuenta que son operadas? Te he visto mirármelas en la oficina.
La mina me estaba provocando, si no respondía a eso, no solo no me lo iba a perdonar jamás, sino que, además, iba a quedar como un reverendo pelotudo.
-La verdad que sí, “jajaja”, te diste cuenta parece…
-No fuiste tan disimulado tampoco…
-O sea que si te dabas cuenta, ¿me estabas provocando?
-Yo arreglé este viaje lindo… No me lo perdía por nada.
-Y ¿para qué arreglaste el viaje? No entiendo.
-Lejos era la única manera que iba a poder cogerte… y que me cogieras a mí.
¡Que! La mina la tenía muy clara. Y definitivamente sabía lo que yo quería. Luego de decir eso, empezó:
-¡Ay, estoy un poco descompuesta, necesito que me acompañes al baño Dani! Señorita, no me siento muy bien, ¿hay algún problema si mi hermano me acompaña al baño?
(¿¡Mi hermano!? No, no, ¡esta mujer es de otro planeta!)
-Ningún problema, pero ¿no necesita nada, algo que le pueda traer?
-No, gracias, solo necesito que me acompañe porque se me ha bajado un poco la presión, es por si me desmayo, pero voy a estar bien, gracias de todos modos.
Yo tenía que seguirle el juego, así es que la ayudé a levantarse del asiento y la acompañé hasta el baño. Entramos, cerró la puerta y me apoyó contra la pared.
-Hacía tanto que quería estar así con vos. ¿Y en un avión? Mmmm, siempre fue mi fantasía. ¿Ahora entendés por qué arreglé el viaje? Quería que vos cumplieras mi fantasía.
Mientras decía eso, desabrochó mi camisa, mientras iba besándome el pecho, el abdomen, llegó a la cintura, y empezó a desprenderme el cinturón, el botón y bajó mi cierre y por último mi bóxer, sacó lo mío, lo puso en su boca y comenzó a chuparlo, le pasaba la lengua, lo escupía, al tiempo de que me masturbaba… aquella que tantas veces había sido mi sueño ahora jugaba con mis testículos. Yo estaba demasiado excitado. La colorada era una diosa, era excelente en este campo, y estaba tan buena. Mientras lo hacía, me miraba, se la golpeaba contra la lengua. ¡Dios! ¿Qué podía ser mejor?
La levanté, la puse contra el lavamanos, le saqué la remera, el short, la colaless negra, la abrí de piernas y continué lo que ella estaba haciendo. ¿Qué comería esta mina para saber tan rico? Podía pasarme horas lamiéndola. Toda depilada, parecía una naranja. En eso tocan la puerta:
-Señorita ¿se encuentra bien?
-Sí, estoy un poco descompuesta por la altura, pero estoy bien, en un momento salgo.
Bueno, parece que habría que apurar un poco la cosa, así que la volteé, la incliné hacia adelante y la penetré. Era el mejor polvo hasta ese momento, no quería que se terminara más. No sabía si hacerlo fuerte y rápido, o suave y lento, hasta que escucho:
-Dale, más rápido, más fuerte.
¡Oh! La escuché decir eso y fue como si apretaran un botón en mí para yo acabar. No quería acabar antes que ella, no sabía si iba a poder seguir, y como yo no daba más, tenía que acelerar lo de ella. Entonces con mi pulgar empecé a hacerle presión en su culo, hasta lograr meterlo, y escuché:
-¡Ay, no, voy a acabar, voy a acabar, salite y tirame todo, dale!
Era la frutilla del postre. Me alejé y con una de las diarias, le terminé todo por la espalda, mientras ella con sus manos se ayudaba a sí misma. ¡Qué buen polvo! Estaba hasta enamorado.
Se limpió un poco como pudo, nos vestimos y fuimos de nuevo a nuestros asientos. De nuevo la azafata.
-¿Ya se siente mejor?
-Sí, menos mal que viajo con mi hermanito, él sabe cómo actuar cuando me pasa esto.
-Bueno, cualquier cosa que necesite me llama.
-Sí, gracias. Y en cuanto a vos… espero que estés preparado para lo que se viene. Hay algunas cositas más que quisiera probar con vos, y… hay algunas personas que me gustaría que conozcas.
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