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Tarde de deberes

Era un sábado cualquiera por la tarde y la lluvia acribillaba las ventanas de la habitación sin dar señales de amainar. El viento, por si la lluvia fuera poco, acompañaba el runrún de la lluvia componiendo casi una canción de cuna. Y allí, entre libros y más libros, estaba Ángela, aburrida en su habitación con una tonelada de deberes por hacer, y teléfono no dejaba de sonar:

- Oye te apetece quedar?

- Estas de broma? Aun no empece con los deberes u.u

- :) bueno otro dia entonces, animo!

- :)



Tras la décima notificación de mensaje acabó el móbil. Los mensajes alentadores de sus amigos no hacían más que incomodarla, “como si a ellos les sobrara el tiempo”. Una y otra vez estos pensamientos invadían su cabeza. Comenzó a hacer cálculos: teniendo en cuenta que los ejercicios le llevarían unas 6 horas más o menos… cogiendo tiempo de aquí y de allá… podría quedarse hasta un poco más tarde y acabarlos, y quedarse un rato más perdiendo el tiempo, o mejor aún…

Lentamente viró la mirada desde el escritorio en el que estaba sentada para avistar el portátil, como si de su presa se tratara. Agarró la puerta y se dirigió a la planta baja de la casa para comprobar, una vez más, que sus padres seguían de visita en casa de los abuelos. Con todo el morbo que le aquella situación, comenzó a quitarse la poca ropa que aún llevaba hasta quedarse solo con sus braguitas de rallas. Ángela era considerada por sus amigos como una chica guapa y simpática, optimista y responsable, en forma pero no muy atlética, aunque esto no le restaba atractivo. Ademas de todo esto, y por desgracia para sus compañeros, era poseedora de un hermoso busto que no se dignaba ni siquiera a insinuar, proporcional a su estatura media (y menudas nalgas...). En definitiva, unos pechos jóvenes, redondos y firmes, casi simétricos, todavía marcados por la blanca marca del biquini.

Marchó pues a su habitación con las intenciones claras. Una vez acomodada en su silla y con el ordenador encendido, alargó el brazo para acabar de bajar la persiana, quedando iluminada únicamente por los haces de luz que atravesaban las perforaciones y evidenciaban las sugerentes proporciones de la chica. Ángela solía recurrir a su imaginación y a sus amigos como personajes principales de sus fantasías, pero en algunas ocasiones optaba por internet. Además, estando sola en casa, podría gritar todo lo que quisiese, y eso le ponía aun más.

Como casi siempre hacía, comenzaba por consultar páginas de pornografía gay. Buscaba fotos que pudieran darle unos segundos de diversión en solitario pero, no era hasta que se aventuraba a buscar videos del mismo tema, cuando sus pezones castaños empezaban a endurecerse, producto del roce continuado de sus dedos. No pasaron ni dos minutos de vídeo hasta que Ángela se levantó momentáneamente para quitarse de encima las bragas ahora tan calientes como húmedas. Dejó el pie izquierdo apoyado sobre la silla y relajó la pierna derecha para tener más visibilidad del poco vello púbico que tenía, tan claro como sus cabellos. Cualquiera habría dicho que aquella era la vulva de una joven japonesa. Una vez la mano izquierda seleccionó el siguiente video, la derecha comenzó por fin a bajar sin pausa hasta aquellos labios ahogados en lujuria contenida.

Página tras página, la velocidad a la que Ángela se masturbaba iba creciendo. Ya no era solo frotar la superficie de su sexo, ahora comenzaba a introducirse un dedo. Luego dos. Hasta tres dedos entrando y saliendo rítmicamente de su vagina, en ocasiones acompañando el ritmo del sobrehormonado pene del actor de turno, perforando ferozmente a la pobre chica supuestamente virgen con un piercing en el clítoris, hasta que no pudo aguantarlo más. Ya no necesitaba aquellos estúpidos vídeos, a estas alturas su imaginación actuaba por voluntad propia: el día que Julio se le quedo mirando a las tetas descaradamente en medio de clase… los gemidos de la chica eran difícilmente ahogados por el sonido de la lluvia sobre el tejado… La vez que pilló a Alberto imnotizado por su culo… Los hábiles dedos de la chica entraban y salían tan rápido que casi costaba verlos… Aquella mañana que Jorge se había empalmado en medio de clase, intentándolo disimular inútilmente bajo el pupitre… Joder por qué no viene aquí Jorge para metérmela hasta…

…ah…

…aah!...


… aahhh!!!




Un pequeño corto chorro transparente salió disparado de la vagina de la chica, anunciando el final de los gritos, y de su placer, manchando parte de la pared donde permanecía empotrado el escritorio. Dejó las piernas muertas durante unos segundos, los que tardo en enfocar la vista hacia el montón de deberes que permanecía a su izquierda.

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