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Fantasía de cumpleaños

Es tu cumpleaños, y voy por primera vez a tu casa a conocer a tus amigos. Me porto como una buena noviecita: preparé tragos para ellos, hice una torta muy rica y bien decorada, fui simpática con todos hasta el hartazgo. Me reí de sus chistes, me sonrojé con sus halagos, y te adulé un poquito, para que sepan que estoy realmente interesada en vos.
Y cómo no hacerlo, si desde el primer beso que me diste me hiciste tuya? Con esa carita tan inocente que tenés, con esa vocesita tan suave con la que me dejé engañar… Me pegaste una garchada monumental; me dejaste pidiendo clemencia, y no contento con eso, tuviste el tupé de exigirme más, desafiándome, sabiendo que no soporto los desafíos…
Hace 8 meses que estoy enamoradísima de tu pija, y si fumarme a los idiotas de tus amigos es un requisito necesario para seguir comiéndomela siempre que quiera, me los fumaré en pipa.
Excepto a Joaquín. Con él no hay caso. Me hizo sentir incómoda desde que llegó: tiene esa sonrisa de lado tan típica del gil que pretende ser Robert de Niro… Se hace el capo con los pibes, y cuando no lo ven me mira con lasciva. Lo detesto. Aunque no puedo dejar de admitir que está muy bueno, y que si lo hubiera conocido bajo otras circunstancias, flor de cogida le pegaría…!
Durante la noche se portó medianamente bien, pero sus miradas me inquietan cada vez más. Ustedes siguen tomando, no se fijan en cuanto. En un par de horas están todos medio borrachos, excepto, claro está, Joaquín. En algún punto de la noche tus amigos se empiezan a ir; es tarde y ya están muy borrachos. Mientras los acompañás a la puerta, juego mi papel de noviecita fiel y arreglo un poco el quilombo que dejaron.
Volviendo de la cocina para buscar más cosas que limpiar, casi me choco con él de frente.
-¿Qué hacés acá? ¿No te fuiste con el resto?
- No – me contesta con esa sonrisita de mierda -. Es que yo vivo muy lejos; esta noche me quedo a dormir acá.
- Pero Juan no me dijo nada de eso - ¡Me quiero morir! Yo no tengo otra que quedarme, y no me siento segura cerca de esos ojos azules que me atraviesan.
Yo también tomé; no tanto como ustedes, pero algo “alegre” estoy. Quiero que vuelvas rápido.
- No te preocupes, que me arreglo en cualquier lugarcito… - mientras, se acercaba a mí de frente, con la excusa de llevar más trastos a la cocina-. Ni me vas a sentir – me dice el muy hijo de puta, con esa sonrisita en la boca.
Intento pasar al comedor, pero me lleva con su cuerpo hacia la cocina y me arrincona.
-Qué estás haciendo idiota?! – le grito furiosa; en cualquier momento volvés de la puerta y me como el garrón de mi vida.
-Apoyándote un poquito! Así podés sentir un poquito de verga, que tantas ganas tenés…
Me quedo helada: cómo sabe esta basura…? Estoy caliente desde que llegué, porque entre los preparativos y todo, no me cojiste ni una vez… Y yo que me puse mi lencería más caliente para aprovechar la ocasión especial… Que, obviamente, con todo el vino tinto que tomé, ya está empapada de jugos…
-¡No seas idiota! ¡No ves que soy la mujer de tu amigo…! – pero esa excusa barata de película porno no me convence ni a mí. Ya estoy caliente, el tipo me lee como a un libro, y si vos llegás…
-Mi amigo es tan buen amigo que siempre me presta sus mejores juguetes…
-Bueno, entonces pedile el que quieras, yo no soy ninguno de ellos…! – La mentira sale de mi boca con un toquesín de inseguridad; espero con ansias que no se dé cuenta, pero no es tan idiota como cualquier tipo. De todas formas me muevo para liberarme de él y encamino hacia el comedor, con la esperanza de que entres de una vez y me liberes de esta situación. Pero es más rápido que yo: me agarra de un brazo y me inmoviliza contra la heladera. ¡La reputísima madre que te parió, por qué carajo me habrás pedido que me ponga ese bendito vestido rojo! No será muy corto, pero el hilo del que está hecho es muy fácil de manipular, y cuando me apoya el bulto por atrás se levanta solito para dejarle mi culo todo expuesto. Me caliento cada vez más, y en mi cabeza aparecen imágenes de tu amigo garchándome como si no hubiera un mañana.
-Ayyy, qué lindo que mentís, preciosa! Cómo voy a disfrutar de sacarte gemiditos de juguete cuando te abra esa conchita hermosa que tenés…
Me pasa los dedos por la línea del culo, y los mete por debajo del encaje negro con detalles violetas. Para cuando llega a mi concha, mi humedad desborda la tanguita, y se empapa los dedos en mi conchita.
Estoy disfrutando a más no poder, tengo tantos ratones en la cabeza que hacen ruido como si estuvieran en la cocina. Tu amigo empieza a jugar con mis labios empapándome los muslos con mis propios jugos, me come el cuello despacito y me susurra guarradas, todo junto.
-Dejame, hijo de puta, que te voy a matar!!! – Mi rabia es en parte sincera y en parte fingida: no quiero correr el riesgo de perderme tu pija, pero la de Joaquín, que la tengo astada en el culo, parece ser igual de grande. Y es igual de propenso a someterme…
-Quedate tranquila, bonita! Que no pasa nada! Esta pija te la vas a comer con todos tus agujeritos, te lo prometo! No hace falta que te desesperes…
-Va a venir Juan y…
No termino la frase: el ruido de las llaves y la puerta que se abre son cosa de medio segundo. Tu cara es una máscara: primero sorpresa (todavía estás un poquito borracho), después furia, y por último… no sé, es muy fría. Creo que estoy perdida.
-Amor!! Sacame a tu amigo de encima por favor!! – Siendo razonables, tengo las de ganar: me tiene contra la heladera, con un brazo retorcido e inmovilizado en la espalda, y la otra metida en mi raja… No me podés culpar de esto.
-Y me vas a decir que no te gusta?? – Tus ojos expresan una cólera fría, nunca te ví así. Esos ojos que suelen mirarme con tanto amor, o a lo sumo con lujuria mientras me cojes…
Te acercás a tu amigo y para mi sorpresa, en vez de agarrarle la mano que me inmoviliza, agarrás la otra.
-Estás toda mojada ya, putita. Me vas a decir que no te gusta lo que te está haciendo mi amigo Joaco?
-Le dije que vos me compartías todos tus juguetes, pero no me quiso creer…! – dice el muy forro, con vocesita de inocente.
-Amor, por favor, no me hagas esto!! Sabés que no soy capaz…
-Sos capaz de muchas cosas, los dos lo sabemos bien. – Me mirás y me espanto: hay un tono de amenaza en tu voz que desconozco totalmente. – Vení Joaco, traela al sillón; vamos a jugar un ratito.
Joaco te obedece, exultante. Todavía sonríe mientras me arrastra hasta el living. Me sienta en el sillón de tres cuerpos, mientras nos seguís de cerca. Esa parte de mi mente que quería hacer las cosas bien se calla: está expectante ante lo que va a pasar. Y la otra; esa puta que tengo adentro, esa sumisa con ganas de macho que coja con ganas, y mientras más carne tenga más satisfecha está, esa se apodera de mí. En mi cabeza las imágenes de las pijas de ustedes dos entrando y saliendo de mí, de toda mí, me calientan al máximo. Pero en mi cara el miedo todavía se refleja: no quiero que se pierda el ambiente. Es tan natural como si lo hubiéramos ensayado mil veces. Me están sometiendo, y siento que eso es para lo que nací.
-Ahora le vas a mostrar a Joaco lo que te enseñé. A ver, cómo me comés la pija? Mostrale, dale!
Vos mismo le desabrochás el pantalón a tu amigo, y dejas que el bóxer negro de él quede a la altura de mi cara, a punto de explotar por ese pedazo de carne caliente que quiere salir.
Te miro fingiendo enojo, porque no hay nada que yo quiera más en este mundo que tragarme esa pija toda entera. Le bajo los calzoncillos y sin sacarte la vista de encima abro la boca y me meto la punta.
Estoy segura de que entendés mi mirada: dice claramente “Te vas a arrepentir de esto, hijo de puta” y tu sonrisa de satisfacción me calienta todavía más.
-Así no, como yo te enseñé! – sé perfectamente a lo que te referís: me enseñaste la famosa “garganta profunda”, que yo nunca me había tomado la molestia de aprender, pero que por satisfacerte a vos llegué a dominar bastante bien.
Me la trago un poco más, pero no hasta la garganta: quiero impacientarte. Y lo logro:
-Hasta el fondo! – me gritás enojado: me agarras de la nuca y me empujás la cabeza hasta que me ahogo con la pija de tu amigo. ¡Qué rica que está, mi amor! ¡Gracias por este regalito!
Joaquín larga un suspiro medio gemido, y se inclina un poco para atrás mientras toda su carne me produce arcadas. Le lleno la pija de saliva caliente que se chorrea por mi cara, sus huevos y sus piernas. Llevás el ritmo de mi cabeza; te miro molesta por sobre sus gemidos de placer. Eventualmente yo misma sigo chupando, y llevás tu mano de mi cabeza hasta tu bragueta.
-Ahora los huevos, putita. – me pidió Joaco, y yo lo obedezco. Empiezo suave, despacio. Están pesados y depilados, como a mí me gustan. Pero la tentación es demasiado grande; no puedo evitarlo, y con uno en la boca succiono fuerte y tiro para hacerlo doler.
Grita de dolor mientras me empuja con brusquedad hacia el sillón; no se la vió venir y el paso del placer al dolor fue muy repentino.
-¿Qué estás haciendo, loca de mierda? ¿Cómo le vas a hacer eso a mi amigo? – tu mano vuela de tu bragueta de nuevo hacia mi nuca: me agarrás del pelo y me levantás en andas; estás tan enojado que no puedo hacer otra cosa que desear me cojas ahí mismo, con toda esa furia.
-A tu perrita le vendría bien un poquito de disciplina… - dice Joaco, volviendo a reír mientras se acariciaba la verga para calmar el dolor. - ¿Querés que te la adiestre? – pregunta.
-Sí, haceme el favor. – tu respuesta no podía ser otra: me van a hacer mierda y vos lo vas a permitir.
-A ver culito, levantate que ahora te toca a vos… - me dice Joaco. Me asusto y te miro, porque sabés tan bien como yo que nunca lo pudimos hacer por ahí porque me duele demasiado. Tu cara vuelve a ser una máscara: no puedo leer tus expresiones, y no evitás que tu amigo me toque. Empiezo a sentir pánico, pero en vez de querer alejarme, le hago caso. Me estoy volviendo loca! – Ahora, así, en cuatro, en el sillón. Muy bien perrita, papá Joaquín te va a enseñar…
Ni bien me acomodo como me pide, siento el primero: un chirlo bien firme, en la nalga derecha, con la mano bien extendida y dura, que me deja picando. Me toma totalmente por sorpresa, y no espero la llegada del segundo, más fuerte, en la izquierda.
-A ver si así aprendés algo…
No puedo evitarlo: empiezo a mojarme de nuevo, y esta vez siento cómo me llega al prepucio y al clítoris hinchado. Las palmadas de Joaco se continúan, y no siento nada de dolor, solo esta calentura que me corroe. Pero conozco mi lugar: que quedo quietita y recibo mi castigo. Cuando giro la cabeza para mirarte te estás pajeando depacio, tranquilo. Sé que estás guardando la leche.
-Mirá cómo se moja la putita!! – dice maravillado tu amigo, que me palmea el culo sin misericordia. Siento la carne hirviendo ahí donde me pega, el escozor que me producen los golpes, y quiero que me la metan de una vez. – Creo que ya es suficiente, no? – me pregunta, y cuando me acaricia la raja, se da cuenta de lo mojada que estoy. – Ah, no! Esto no se puede creer! Mirá cómo se moja!! Cómo le gusta esto a la muy puta!!
Tu amigo se agacha y me pega un buen chupón en la concha: se traga todos mis jugos, y me limpia adentro de la concha con su lengua. Involuntariamente abro las piernas y empujo hacia su cara: si me tengo que conformar con una lengua no me importa, pero mi concha NECESITA un buen pedazo de carne ya!
De repente se separa, y cuando me giro para ver qué pasa y te veo me doy cuenta en seguida: se acaba de tomar lo que es tuyo. Entiendo que no vas a compartir todo con él, y aunque sea de poca importancia, para vos es simbólico, es TU flujo, “tu lechita” como le decís vos, y no vas a permitir que nadie se la tome.
Así seca como estoy me la metés hasta el fondo, aprovechando que estoy en cuatro que no puedo impedírtelo. Y todas las conocidas sensaciones vuelven: tu pija está adentro mío, me está desgarrando la concha por dentro, y yo necesito más. Estás gigante, y mi concha se come tu carne con tantas ansias que me da miedo cortártela. Automáticamente empiezo a gemir, y empiezo a acercarme al orgasmo… y me la sacás.
Me quedo helada, sin habla, y con los ojos abiertos como platos. ¿Esto también? ¿No me vas a dejar acabar?
-Date vuelta – me ordenás.
Cuando te miro mis ojos están llenos de reproche, mi boca tiene un puchero y mis pezones parecen de diamante de lo duros que están. Me mirás con esa mirada de hielo que apenas conozco, y sé que te divierte verme tan enojada.
-Ahora Joaco, rompela un poquito.
Tu amigo no se hace esperar: me agarra del pelo, me lleva hasta la mesa y me obliga a sentarme de frente a él y con las piernas abiertas. Te miro mientras espero que me penetre, pero no lo hace. Al cabo de unos segundos lo miro, confundida. Y antes de que pueda pronunciar una palabra me mete la pija como si quisiera sacármela por la nuca. ¡Qué placer tan dulce, ese pedazo gigante de carme adentro de mi concha, abriendo todo a desgarrones a su paso, clavándose hasta lo más profundo de mi ser! Se me escapa un gemido de placer, no puedo contenerlo. Y antes de que termine, el muy hijo de puta me saca la pija de adentro.
Lo miro llena de reproche: ya no me importás una mierda. La pija de tu amigo es mejor de lo que me imaginaba, y quiero que me coja toda. Me regala una sonrisa de medio lado, de esas que ya me empiezan a gustar, porque parecen augurar buenas cosas.
-Quiero que me lo pidas – me susurra.
-Andate a la mierda!
-Eso no es pedirlo… - me dice, mientras deja caer una gota de saliva que increíblemente, da justo en mi clítoris. La aprovecha para masajearlo, aunque no haga falta, porque estoy tan mojada que mis muslos están empapados. – Pedimelo.
-¡Olvidate! Prefiero no volver a cojer nunca…
-Ay, mirá Juan, tu putita quiere volver a tener voluntad…
Ambos se ríen como si el comentario fuera gracioso, como si no hubiera una amenaza implícita.
-Me lo vas a pedir por favor – me dice al final con un ligero enfado.
-No – le contesto con firmeza.
-Ok, como quieras.
Saca los dedos que estaban hurgando mi concha y me los lleva a la boca: me recorre toda la lengua y los cachetes; se asegura de que queden bien limpios. Cuando termina me baja de la mesa y me da vuelta, me recuesta sobre la tabla dejando mi culo hacia arriba.
-Ahora vas a ver… - me amenaza.
Giro la cabeza para mirarte, y me sorprende ver una sonrisa en tu rostro. Presiento que sabés lo que va a venir, y que no es algo a lo que yo accedería…
-Aaaaayyyyyy!!! – me quejo fuerte cuando tu amigo me mete un dedo en el culo. Se lo volvió a mojar en mi propio flujo, y llevó todo hasta mi ano para dilatarlo. Es una sensación extraña, y no logro clasificarla en placentera o molesta. Hasta que me mete otro en la concha, y con el pulgar (a esta altura no se de qué mano) se encarga de mi clítoris.
-Te voy a enseñar un truquito nuevo, perrita. Estate atenta porque es difícil! – me amenaza.
Una parte de mí se siente aterrada de que esa bestia me rompa el culo, porque eso es exactamente lo que va a hacer: romperlo. Es demasiado grande, y si con vos tenía esperanzas de que fueras compasivo y lo hicieras muy despacio por tu tamaño, con él no puedo contar en ese sentido.
Te acercás a mí por el otro lado de la mesa: tenés la pija parada como el espolón de un barco, apuntándome para atravesarme. Te miro y ante tus ojos no puedo evitar obedecerte y abrir la boca: me la metés hasta la garganta y me mirás con satisfacción desde arriba.
Joaco aprovecha para meterme otros dos dedos, uno en cada agujero, y siendo cómo dos machos como pocos me cogen por todos lados. Mis nervios se aflojan, mi concha se moja cada vez más, mi boca te llena la pija de saliva caliente para tu deleite, y mi cabeza es una maraña de imágenes donde las pijas de ustedes me atraviesan por todos lados. Veo en mi mente la imagen de tu pija y la de él entrando y saliendo al mismo tiempo de mi concha y de mi culo. Me están cogiendo con los dedos por adelante y por atrás, y sin satisfacerme me da más hambre. Quiero esas pijas adentro y las quiero ya!
-Por favor…! – llego a gemir, odiándome en parte por ser tan débil.
-Viste bonita, que me lo íbas a rogar?
-Sí Joaco, dale, por favor, cojeme, cojeme!
-Bueno, si es lo que pedís…
Me mete la pija en la concha, y la fuerza que hace para entrar me empuja contra tu verga gigante que me produce una arcada cuando llega al fondo; se me llenan los ojos de lágrimas para tu satisfacción
-Así te gusta, putita? – me pregunta tu amigo, aunque no hace falta, porque me estoy moviendo al compás de sus embestidas en busca de más pija.
Me mete otro dedo en el culo, y las piernas me empiezan a temblar. Quiero que me lo rompan de una vez; ni siquiera pienso en el dolor que sé que eso me va a producir.
-Parece que no te la bancás… - me decís desde arriba – Creí que podía esperar más de vos. – Tu tono de decepción me atormenta. Te miro, suplicante, desde abajo, con la pija de tu amigo sosteniéndome por atrás, sus dedos abriendo mi culo como una flor, tu propia pija hasta mi garganta, y lágrimas cayendo por mis mejillas.
-Yo creo que puede un poquito más – dice Joaco. – Por qué no le damos otra oportunidad?
No puedo hablar, pero mi mirada suplicante lo dice todo: quiero satisfacerlos pase lo que pase.
-Está bien – accedés -, pero en la primera que afloje la rompemos toda!
Tu amenaza me excita más; la sola idea de que esas dos pijas grandes, gordas, durísimas como están, me rompan los agujeros del cuerpo… En mi mente empiezo a ver su leche mezclada sobre mi cuerpo, los dos acabando sobre mí entre mis gritos enloquecidos…
Sin aviso previo ambos me sacan las pijas de adentro: de repente me siento extrañamente vacía. Tu amigo me agarra de la cadera y me aleja de la mesa, hacia el centro del living; vos te acercás por atrás. Él me acerca mientras vos me tomás de la cintura; entre los dos me levantan como a una nenita. La primera pija que siento es la de Joaco; volvió a su lugar, adentro de mi concha bien mojadita. Y sé lo que viene después, pero nada en esta Tierra me puede preparar para lo que siento: tu pija se clava en mi culo dilatado, despacio, es verdad, pero aún así desata un torrente de sensaciones desconocidas que mi pobre cerebro no puede procesar. Mi cuerpo se vuelve loco y pierdo el dominio de mí misma, aflojo mis piernas y mi cabeza; me recuesto sobre vos incapacitada de todo.
Vuelvo a sentir la pija de Joaco que vuelve a entrar: no me había percatado de que la había sacado. Y cuando lo hace, exploto en gemidos desgarradores. No puedo contenerlos, me queman el pecho, estrangulan mi garganta desde adentro. Son tan sonoros que van a despertar a los vecino, así que hacés lo que acostumbrás: me agrrás firme del cuello para someterme. Eso funciona un poco, pero cuando ustedes acompasan sus embestidas adentro mío, y empiezo a sentir adentro cómo las pijas se rozan, separadas apenas por lo que parece ser una telita de carne… Los gritos comienzan de nuevo, incontrolables. Joaco me tapa la boca y vos apretás mi cuello, y lo único que consiguen es excitarme más.
Un temblor recorre mi cuerpo, estoy agonizando en sensaciones nuevas. Mi mente se desconecta del resto: sólo hay lugar paras sus pijas. Hay una frase en mi cabeza “me rompen, me rompen, me rompen”. Se repite como un disco rallado, y mientras más lo hace, más me caliento. Siento que este furor no va a terminar, creo que voy a explotar de tantas sensaciones.
Pero de repente los escucho gemir a ustedes, e instintivamente sé lo que pasa: están por acabar. La imagen de sus leches sobre mí vuelve, y mi cabeza estalla de locura. El orgasmo llega, impetuoso, incontrolable, desgarrador. Me estoy acabando en la pija de tu amigo, que se sorprende cuando la fuerza de mi orgasmo me obliga a apretar bien fuerte la conchita, dándole un masaje de pija que no se esperaba. Me mira entre sorprendido y emocionado, y me coge cadá vez más fuerte con la intención de acabarme toda.
Pero vos no se lo permitís: en el momento exacto, me agarrás de las piernas, me separás apenas de él, que me acaba sobre la panza (y las tetas, y el cuello, y también parte de la cara) y mientras te agitás y me cogés como un toro enceguecido, lo mirás desafiante mientras me acabás en la cola. Me clavás la pija bien fuerte y profunda, mientras depositás toda tu leche adentro mío. Con el tuyo se fue mi último orgasmo, y estoy agarrotada de cansancio, dolorida de tantas embestidas, y más feliz que si fuera la heredera de Rockefeller.
Despacio bajás mis piernas, que no responden. Joaco me ayuda y en brazos me lleva hasta el sillón. Me pone de costado para seguir besando y acariciando mis nalgas, mientras tu leche empieza a salir y chorrearse por mis piernas.
Estoy agotada, vencida, desarmada. Me relajo en el sillón después del mejor polvo de mi vida, toda rota y abierta, para disfrutar del momento post-garche que sé que se avecina.
Te busco con la mirada y te sonrío, esperando encontrar en tu rostro la complicidad que nos caracteriza cuando terminamos de coger. Y lo que encuentro es otra cosa, totalmente inesperada: tu pija sigue parada, tu cara es de enojado, y me mirás como al principio.
-Ya estás para el segundo…?

12 comentarios - Fantasía de cumpleaños

LARGEBOY +1
deliciooosoooooo...casi acabo!!!!
exiliado39 +1
terriblemente caliente nena +2
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Muchas gracias!!!
KaluraCD +1
Fantasía de cumpleaños


Espectacular historia, magistralmente relatada.
Tiene todos los condimentos perfectamente hilvanados, simplemente genial 👏 👏 👏

Gracias por compartir 👍
Yo comenté tu post, la mejor manera de agradecer es comentando alguno de los míos...
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Muchas gracias Kaluu!!
polisexx +1
muy bueno, me recontra calento... es la fantasia que quiero cumplir
mdqpablo +1
muy buen relato gran aporte
Soleles +1
Me recalente termine de leerlo con mis dedos metidos en ambos agujeros
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Ayy Sole cómo estoy envidiando tus dedos no te das una idea!! Ame todos tus relatos!!
Espero mas con muchas ansias... y muchísima calentura 🙂
Soleles +1
@5contar ya los editare aunque sea solo para vos
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@Soleles los espero con ansias!! 😃
viciosomdq +1
Estoy para el segundo relato amiga. Me encantó...!!!
Volveré con puntos, sale reco!
Pervberto +1
Una fantasía tan intensa y bellamente narrada debe tener el máximo premio: ¡que se vuelva realidad!
pablo31ro
Ufff que fantástico trio