Mi madre @hindami como mencioné en el relato anterior, bah, la describí a grandes rasgos, era en todo momento y lugar, de una misma forma, era auténtica.
Sin embargo, ese hecho fidedigno, del que doy fe y brindo testimonio de manera fehaciente, no implica nada más que eso, es un hecho objetivo, no una cualidad o una apreciación valorativa de su personalidad.
Lo que quiero explicar, es que no actuaba un personaje en determinados ámbitos si y en otros no. Sino que era su característica natural, no existían ambigüedades en sus acciones, se la podía individualizar o distinguir claramente siempre.
Cuando tomé debida conciencia de la situación, no sólo mucha agua había corrido bajo el puente, sino que ella era un caso irreversible.
Desde ese momento culpo sin piedad a mi padre, él, pudo haber evitado este oprobio.
También soy un crítico despiadado para con toda la familia de mi madre, sus hermanos, es decir, mis tíos, sus padres, cabe aclarar que son mis abuelos, pero además, soy auto-crítico conmigo mismo.
No puede ser que reparara en ello, sólo recién cuando me incorporé a la vida laboral, luego de terminar la escuela secundaria, con más dieciocho años ya cumplidos.
Sin embargo, pongo como atenuante, el haber convivido durante toda mi vida con ellos y haber naturalizado, sin dudas ni incertidumbres como algo común y habitual esos hábitos y costumbres compartidas, enseñadas.
¿Cómo alguien cuestionaría lo cotidiano?
Lo que uno vive a diario, lo que ocurre con la frecuencia habitual de lo periódico, se termina asimilando y se transforma en algo corriente, ordinario, que se repite de manera consuetudinaria, es usual y nos terminamos todos acostumbrando a ello, tal vez suene como un estereotipo, pero nos mimetizamos con ello.
Verla a ella mi madre, siempre despampanante, maquillada, muy bien vestida, pero, con atuendos escandalosos, excesivamente minúsculos e insignificantes, casi microscópicos, los cuales al menor movimiento de su físico voluptuoso, dejaban exhibiendo sus atributos naturales, era algo como ya dije, reiterado, es reincidir siempre en lo mismo, redundante, ratificaba y confirmaba que estaba bien, que seguramente pasaba en todos lados, en todas las familias, en todos los hogares, casi como una ley universal.
Su exagerado egocentrismo lo desplegaba en cualquier entorno espacial, tanto en su hogar (nuestra casa) como fuera de ella, en la calle, ante cualquiera.
Hacía un culto a la exaltación de su persona, se sentía el centro de atención de las actividades generales, a ella le daba lo mismo un desayuno familiar como una ceremonia formal para cautivar a los presentes, y para realizar con éxito su razón de ser, llegaba a extremos inimaginables.
Sin embargo y sin lugar a dudas, el preciso momento en que me convencí de que algo no estaba bien, principalmente con ella, pero tampoco con todos nosotros, su familia, que lo que sucedía no era lo correcto, que sentí que eso estaba mal, fue cuando vino a mi casa un compañero de mi primer trabajo, un desconocido con quien compartía una incipiente afinidad laboral, dado lo breve de mi antigüedad en la empresa, e íbamos a salir a bailar, era un sábado y ambos éramos por supuesto solteros veinteañeros.
Mi madre apareció, como de costumbre fabulosa (hasta ahí nada novedoso), yo la presenté a Oscar, mi compañero de oficina, y comencé a notar, primero en él, una exaltación nerviosa muy tensa, lo veía agitado y rápidamente comenzó a sudar profusamente, y segundo a ella, que cosa extraña en mi madre, no era avasalladora en su diálogo, todo lo contrario conversaba de modo parsimonioso, buscando distenderlo. De estas acciones o conductas de ambas personas allegadas a mi, y con respecto al bien y al mal, o relativo a ellas, sentí por primera vez, que no pertenecía al orden natural normal, ese conjunto de realidades o circunstancias que se estaban produciendo en ese momento determinado y que decretan la existencia de las personas o de las cosas, sino que, había algo que dañaba a la conciencia o al respeto humano en general.
En ese instante entendí que habíamos vivido de manera equivocada todo ese tiempo, que no era correcto lo que hacía mi madre, que no era aceptable su comportamiento, que no era éticamente buena su actitud, y que sus acciones o conductas, lastimaban e incomodaban a las personas (en este caso a mi compañero de trabajo) con respecto a su concepción del bien y del mal.
Me quedó claro, que tanto ella como mi padre, nos habían hecho vivir en un engaño, pero no de cualquier tipo, sino ese que se realiza eludiendo las obligaciones legales o usurpando derechos con el fin de obtener un beneficio, mi padre, el uso del cuerpo de ella y mi madre del libertinaje.
Todo esto me produjo una herida, un dolor molesto y punzante, aprehendí, que existía algo ocultamente, sin manifestarse con claridad dentro de nuestra familia. Todo lo que estoy caracterizando, lo fui diciendo en ese momento, comenzó en forma de diálogo y derivó en una discusión violenta, donde participábamos hasta aquí los tres, mi madre, mi compañero de oficina y yo. Hasta que ella me dijo
¡Cortala latoso! ¡Sos muy molesto! ¡Te estás convirtiendo en un pesado, fastidioso!
Y en ese momento, perdiendo toda o la poca compostura que le quedaba, entreabrió las piernas de forma descarada frente a ambos, yo, su hijo y Oscar mi compinche.
Rápidamente procedí a despedir a Oscar mi amigo del trabajo que estaba entre impávido mirando en forma insolente a mi madre y su actitud procaz, e intentaba mantener la serenidad ante mi y los indecorosos actos de ella y no ser grosero al manifestar algo de todo lo obsceno visto, vivido y experimentado ese día. Mientras que ella se incorporaba del sillón y se levantaba el vestido de espaldas a nosotros e intentaba quitarse las bragas delante nuestro.
Luego de cerrar la puerta dando salida a Oscar, ella nuevamente había tomado asiento en su sillón con una cara entre sugestiva e impúdica, con absoluta falta de pudor, se corrió su breve prenda íntima dejándome ver en toda su desnudez, su vulva depilada. Y diciéndome ¡Aprecio que hayas echado a ese extraño, ajeno a nuestro hogar, porque esto es para los de la familia, es decir, para vos! ¡Comeme!
Yo quedé perplejo, porque todo lo que hasta ahí había sentido, se modificó, cuando me cayó la ficha de lo que estaba bien y de lo que estaba mal. Ante mi turbación ella dijo ¡Dale, no seas arisco mi chúcaro y cabalgame, montame de forma bravía! Una mezcla de sensaciones, todas juntas se iban sumando a otras tantas, furia, ira, desencanto, rabia, todas pasionales, que fueron nublando mi razón, que me desequilibraron por completo, convirtiéndome en un vándalo con espíritu destructor. Más aún, cuando terminó de quitarse absolutamente todas y cada una de las pocas y breves ropas que le restaban en la voluptuosidad de su escultural cuerpo.
Cuando exhibió ese hueco, cual escaparate de mercancías deseadas, a continuación, inmediatamente después, en seguida, dejé de ser responsable de mis actos, fue un hecho de existencia real del ser, opuesto a la potencia, realicé el trabajo y morí repentinamente en esa cochinada inmoral, cohabité a la persona que me concibió, con frenesí, con violencia lleno de furia la colmé y ella también, por primera vez llegó al clímax, experimentó algo nuevo, debido a su ausencia de orgasmos durante los actos sexuales..... Pero eso, es otra historia
27 comentarios - Una madre inadecuada 2° Parte con imágenes
La verdad es que la rubia no me dejó concentrar en el relato, bah, no leí ni una linea completa 🙂
Gracias por compartir 👍
Yo comenté tu post, la mejor manera de agradecer es comentando alguno de los míos...