hola! gracias por todos los puntotes, me alegra que les esté gustando. aquí les dejo la siguiente parte!
Parte 1 aquí
http://www.poringa.net/posts/relatos/2765547/Mis-hijas-y-yo-una-familia-muy-carinosa.html?notification#last
Bajé a desayunar. Laura ya estaba despierta y miraba televisión en la sala. Iba vestida con la misma bata corta de seda que le había confeccionado, y al sentarme en el sillón y verla detenidamente, pensé en que las palabras de Kim eran ciertas al decir que Laura se veía… ¿sexy?
La bata tenía encaje en la zona del pecho, por lo que le cubría sus pequeñas tetas, pero de allá para abajo estaba hecha de seda traslúcida, que dejaba ver la piel de su abdomen, sus boxercitos y sus piernas, bastante torneadas debido a que jugaba voleibol de vez en cuando.
Qué diablos, dije, estaba en mi casa y había calor. No iba a tirar una prenda tan bonita sólo porque mostraba un poco más de piel.
A los pocos minutos Kim bajó de su recámara. Acababa de darse una ducha y tenía el cabello totalmente mojado, de tal manera que goteaba en el piso.
—¡Kim! Tú limpiarás ese desastre.
—Es sólo agua, mamá. Deja de quejarte. Me duele la cabeza.
—De todos modos hoy es día de limpieza. Vamos a dejar esta casa reluciente.
Ninguna de mis hijas mostró la mejor cara de entusiasmo.
Kim sólo limpió su habitación, si con sólo arreglar su cama puede definirse como limpiar. Laura fue más responsable, y ordenó sus revistas de National Geografic, sus cosméticos y su colección de DVD's de películas de romance, a las que era casi adicta. Y mientras yo me encargaba de mi alcoba, descubrí que aun tenía bastantes cosas de mi ex marido que todavía no tiraba.
—Tal vez necesitamos un nuevo padre —dijo Kim cuando las vio.
—¿Papá? Olvídalo. Ningún hombre volverá a pisar esta casa.
—Bueno… siempre existe el lesbianismo.
—Kim, cállate y ve a limpiar la cocina.
—Sí. Así que tal vez… puedas considerar salir a buscar algo bueno y decente. De preferencia con dinero.
—Y tú deberías considerar tu puesto. Anda, ve a limpiar.
El día de limpieza no fue de lo mejor porque las palabras de Kim me habían dejado algo impresionada. La idea de volver a casarme rebasaba mis expectativas, pero una parte de mí decía que tal vez sí debería de prestarle más atención a esa posibilidad.
Después de ducharme me miré al espejo. No estaba tan mal. Continuaba teniendo ese rostro casi infantil que me había valido el primer lugar en un concurso de modelaje en la universidad, y por el resto de mí cuerpo, tampoco estaba tan mal. Claro que no podía comparar mis pechos con las ubres que tenía Kim, ni la tersura de mi piel con la de Laura…
Sabiendo que no sacaba nada con preocuparme, me puse a ver la televisión con Laura. Eran casi las ocho de la noche y ya nos habíamos terminado el maratón de Shrek que daban por la t.v cuando Kim bajó de su habitación.
—Nos vemos después.
—¿A dónde vas? —le pregunté, pero antes de contestarme, ya se había ido. Laura se asomó por la ventana y vio que una chica en moto se llevaba a Kim.
—Tenía minifalda, mamá.
—Lo sé.
Laura sabe que cuando su hermana viste minifalda, es porque irá a una “fiesta de locos”, lo cual no me deja totalmente contenta.
Dio media noche y ni su sombra. Laura estaba preocupada que se había quedado despierta jugando en la consola. Yo daba vueltas por la cocina, simulando lavar trastes que ya estaban limpios. Llamé a Kim otras tres veces pero no hubo respuesta.
De repente recibí una llamada de Alena, una amiga de Kim. Me pedía que fuera por mi hija a la fiesta, porque estaba demasiado ebria como para saber siquiera su nombre.
Más enojada que preocupada, Laura y yo subimos a mi coche y condujimos hasta la fiesta. Cuando llegamos, Laura se entusiasmó y dijo que quería entrar a la casa de la fiesta. Vio los rollos de papel higiénico colgando de los árboles, las motos brillantes estacionadas en línea, el bum bum de la música y a todas esas chicas vestidas de manera provocativa.
—Te quedas aquí.
Bajé y busqué a Kim entre la fiesta. Mientras andaba entre toda esa bola de hormona adolescente, una mano me tocó el trasero. No fue una simple tocada, fue un apretón de culo tan bien hecho que no me tomé la molestia de mirar quién lo había hecho. No me asustaba el ambiente de la fiesta, puesto que en mi adolescencia fui a lugares mucho más… sombríos que este. Al menos nadie estaba ofreciendo un espectáculo sexual en la sala, como yo había hecho en plena faena cuando tenía diecisiete años.
Vi a Kim junto a Alena. Su amiga la cuidaba. Estaban en el sofá.
—¡Señora!
—Gracias por llamarme. Vamos, Kim, levántate.
Tuvimos que ayudar a la chica a levantarse, porque estaba tan hecha mierda que apenas podía mantenerse en pie. No estaba drogada, o al menos eso esperaba. Y mientras la ayudaba a llegar al coche, pensaba en toda la clase de cosas que le diría por la mañana. Estaba harta. Se acabaron las salidas para Kim.
Laura se alarmó cuando vio a su hermana en ese estado. Yo también, pero traté de mantenerme serena mientras conducía con Kim en el asiento trasero.
Llegamos a casa. Vomitó en el jardín. Laura sugirió que llamáramos al doctor y yo le dije que no era necesario, porque lo que su hermana tenía era la peor borrachera que jamás había sufrido.
—Mamá…
—Shh. No hables. Vamos, una ducha te ayudará. Laura, corre al baño y prepara la tina con agua templada.
—¿Mamá?
—¿Sí? —le pregunté mientras la apoyaba en mí para que pudiéramos subir las escaleras hasta el baño.
—Nunca más volveré a beber.
—Sí, cariño. Y mañana iremos de vacaciones a África. ¿Laura? Está lista la tina.
—¡Sí!
—Vamos, Kim. ¡Muévete! ¿Qué clase de fiesta es esa? Estás tan ebria que ni siquiera bailaste.
Metí a Kim al baño y apenas olió el aroma a jabón, su estómago la atormentó y vomitó en la taza. Laura tenía lagrimitas en los ojos y pensaba que su hermana se iba a morir. Era lógico que lo creyera, pues nunca la había visto borracha.
—Date un baño, Kim.
—¿Mmm?
Pasó un rato hasta que me di cuenta de que Kim no podía desvestirse, así que, por primera vez en años, me tocaba desnudar a mi hija. Primero le levanté la blusa, cosa que fue difícil por sus brazos que parecían hule por la poca fuerza que tenían. Sentí que me ruborizaba cuando desabroché su sostén y sus pechos grandes para su edad quedaron fuera de esa contención.
—¡Wow! —exclamó Laura cuando vio los senos de su hermana.
—¿Ves? Por eso tienes que comer bien, Laura.
—¿Puedo acariciarlas?
—Preferiría que no —le dije, arrugando los ojos.
También le quité la falda, los zapatos y finalmente… la pequeña tanga de encaje que llevaba. Laura observó que la vagina de Kim estaba totalmente depilada, como la de un bebé. Aquello sólo se conseguía con láser. ¿En dónde…?
La metí a la tina y le roseé el cabello con agua tibia. Le pedí a Laura que fuera a buscarle ropa cómoda a su hermana.
—Kim, estás hecha un desastre. Casi me decepcionas.
—Mamá… me duele.
—¿Qué? ¿Qué te duele?
Kim sonrió, si es que a eso se le podía llamar sonrisa.
—El culo.
—¿Por qué?
—¡Já! Hice… sexo… an…
—¡Okey! No quiero escucharlo —dije, totalmente ruborizada y la imagen de una verga penetrando por detrás a Kim me asaltó de repente.
—Dolió.
—Al menos lo disfrutaste.
—¡Ja! Al menos. No lo volveré a intentar.
—Eso dices ahora. Luego te volverás adicta al sexo anal.
—¿Qué?
—Nada, nada — dije rápidamente ¿de qué demonios hablaba? Estaba recordando mis alocadas épocas cuando sólo podía conseguir placer por la penetración trasera.
Le lavé el cabello a Kim. Le quité los restos de vómito de la comisura de la boca y me encargué de borrarle el olor a cerveza. Vi que tenía algunos rasguños inofensivos en sus piernas y algunos chupetones en su espalda.
—Vaya. No sé si sentirme molesta u orgullosa de tu temeridad. Fiesta, sexo y alcohol… no cualquiera.
—No volverá a tomar.
—Sí, claro.
Dejé que Kim se relajara dentro de la tina y Laura y yo nos quedamos sentadas en la tapa de la taza, vigilando que no se ahogara. Mi hija se durmió en el agua y cuando se despertó, se veía más lúcida.
—Espero tu regaño mañana.
Le lancé una mirada abrasiva a Kim mientras se metía a la cama.
Me había asustado que Kim practicara esa clase de sexo, pero al menos me había jurado por todos los dioses conocidos que su pareja había usado condón. Sin embargo eso no me dejó totalmente tranquila.
A la mañana siguiente Laura y yo desayunábamos cuando Kim bajó, como siempre, casi durmiendo.
—¿Cómo te sientes, alcohólica?
—Me duele el trasero… ¡Ay! Nadie me dijo que no podría sentarme.
Me carcajeé.
—¿Te caíste? —preguntó Laura.
—No. Me hicieron sexo anal. Algún día te encantará, Laura —dijo Kim con un guiño en su precioso ojo.
—Laura, ve a desayunar frente al televisor.
—Bien. Es hora de mi regaño. Soy toda oídos, madre.
—No te voy a regañar
—¿Qué? Tú no eres mi madre.
—Lo soy, pero ¿si te regaño me harás caso?
—Sabes que te mandaré al diablo.
—Sólo hay algo que quiero acordar —la miré a los ojos —: Kim, anoche estaba casi muerta de preocupación. No estoy en contra de que vayas a fiestas, pero al menos trata de controlarte. Anoche estabas tan ebria que ni siquiera podías entrar a la tina.
—¿Terminaste?
—No. ¿Por qué fuiste? Si quieres beber… bueno, aun no eres totalmente mayor de edad… pero si quieres beber, puedo comprar unas cervezas y… ¿qué se yo? Charlar por las noches. No como madre e hija.
—¿Harías eso?
—Al menos es mejor que verte agonizar.
—Mmm… lo siento —noté que ese “lo siento” no era como los de siempre. Era una disculpa de verdad —. Es sólo que… un muchacho que me gusta fue y…
—Ah, el chico que entró por la puerta trasera ¿verdad?
—¡Mamá! — rió Kim y me dio un golpecito en el hombro —. Pero sí, es él. De hecho saldremos a cenar.
—¿Sólo a cenar? —pregunté con un guiñó. Me gustó que Kim se sonrojara.
—A cenar. No intentaré meterme nada por ese lugar. Duele.
—Con el tiempo ya no dolerá.
Kim me miró con una pícara sonrisa.
—¿Tú...?
—Todo el tiempo.
—¡Ja! ¿de verdad? No lo sabía. Eras peor que yo.
—Kim. Si ese chico te gusta, invítalo a cenar aquí. Prepararé tu comida favorita. Quiero conocerlo.
—¿De verdad? Nunca te habías interesado por cosas así. Siempre que te mencionaba algo de hombres tú me decías que no hablara sobre eso.
—Pues he cambiado de opinión. Si alguien le va a romper el culo a mi hija, al menos quiero conocerlo. Saber si es digno de entrar por tu puerta trasera.
Kim se carcajeó.
—Mamá… de acuerdo. Lo llamaré de inmediato y lo invitaré. Gracias, mamá. Eres la mejor —Kim me dio un beso en la mejilla, y yo sonreí pensando en que hablar con ella sobre los temas que le interesaban, por más fuera de lugar que pudieran ser, me unía más a ella. ¿Cuántas madres hacían eso? Lorena estaba en lo cierto: acercarme a mis hijas era lo que necesitaba para poder estar en contacto con sus sentimientos.
No podía tratar de corregir a Kim por la fuerza, ni gritarle, porque eso generaría que se alejara de mí. Lo mejor que podía hacer para tratar de enderezar su camino era meterme en su mundo y actuar desde allí.
Así pues, decidí que a partir de ese momento usaría a la Karen adolescente que vivía en mí. Después de todo, estaba tratando con mi hija, y aunque ella no lo supiera, yo tenía mucha más experiencia que ella en temas relacionados con fiestas, drogas, sexo… no era algo de lo que estar orgullosa; no obstante todas esas vivencias me servirían al fin.
Kim terminó su desayuno y habló con el chico que le gustaba. Vi que sus ojitos se encendían de alegría. Deseé que el sentimiento del muchacho fuera mutuo con el de ella. Si sólo se había aprovechado de Kim para ensartarla, entonces sí iba a molestarme.
**********
Espero que lo hayan disfrutado 🙂
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Bajé a desayunar. Laura ya estaba despierta y miraba televisión en la sala. Iba vestida con la misma bata corta de seda que le había confeccionado, y al sentarme en el sillón y verla detenidamente, pensé en que las palabras de Kim eran ciertas al decir que Laura se veía… ¿sexy?
La bata tenía encaje en la zona del pecho, por lo que le cubría sus pequeñas tetas, pero de allá para abajo estaba hecha de seda traslúcida, que dejaba ver la piel de su abdomen, sus boxercitos y sus piernas, bastante torneadas debido a que jugaba voleibol de vez en cuando.
Qué diablos, dije, estaba en mi casa y había calor. No iba a tirar una prenda tan bonita sólo porque mostraba un poco más de piel.
A los pocos minutos Kim bajó de su recámara. Acababa de darse una ducha y tenía el cabello totalmente mojado, de tal manera que goteaba en el piso.
—¡Kim! Tú limpiarás ese desastre.
—Es sólo agua, mamá. Deja de quejarte. Me duele la cabeza.
—De todos modos hoy es día de limpieza. Vamos a dejar esta casa reluciente.
Ninguna de mis hijas mostró la mejor cara de entusiasmo.
Kim sólo limpió su habitación, si con sólo arreglar su cama puede definirse como limpiar. Laura fue más responsable, y ordenó sus revistas de National Geografic, sus cosméticos y su colección de DVD's de películas de romance, a las que era casi adicta. Y mientras yo me encargaba de mi alcoba, descubrí que aun tenía bastantes cosas de mi ex marido que todavía no tiraba.
—Tal vez necesitamos un nuevo padre —dijo Kim cuando las vio.
—¿Papá? Olvídalo. Ningún hombre volverá a pisar esta casa.
—Bueno… siempre existe el lesbianismo.
—Kim, cállate y ve a limpiar la cocina.
—Sí. Así que tal vez… puedas considerar salir a buscar algo bueno y decente. De preferencia con dinero.
—Y tú deberías considerar tu puesto. Anda, ve a limpiar.
El día de limpieza no fue de lo mejor porque las palabras de Kim me habían dejado algo impresionada. La idea de volver a casarme rebasaba mis expectativas, pero una parte de mí decía que tal vez sí debería de prestarle más atención a esa posibilidad.
Después de ducharme me miré al espejo. No estaba tan mal. Continuaba teniendo ese rostro casi infantil que me había valido el primer lugar en un concurso de modelaje en la universidad, y por el resto de mí cuerpo, tampoco estaba tan mal. Claro que no podía comparar mis pechos con las ubres que tenía Kim, ni la tersura de mi piel con la de Laura…
Sabiendo que no sacaba nada con preocuparme, me puse a ver la televisión con Laura. Eran casi las ocho de la noche y ya nos habíamos terminado el maratón de Shrek que daban por la t.v cuando Kim bajó de su habitación.
—Nos vemos después.
—¿A dónde vas? —le pregunté, pero antes de contestarme, ya se había ido. Laura se asomó por la ventana y vio que una chica en moto se llevaba a Kim.
—Tenía minifalda, mamá.
—Lo sé.
Laura sabe que cuando su hermana viste minifalda, es porque irá a una “fiesta de locos”, lo cual no me deja totalmente contenta.
Dio media noche y ni su sombra. Laura estaba preocupada que se había quedado despierta jugando en la consola. Yo daba vueltas por la cocina, simulando lavar trastes que ya estaban limpios. Llamé a Kim otras tres veces pero no hubo respuesta.
De repente recibí una llamada de Alena, una amiga de Kim. Me pedía que fuera por mi hija a la fiesta, porque estaba demasiado ebria como para saber siquiera su nombre.
Más enojada que preocupada, Laura y yo subimos a mi coche y condujimos hasta la fiesta. Cuando llegamos, Laura se entusiasmó y dijo que quería entrar a la casa de la fiesta. Vio los rollos de papel higiénico colgando de los árboles, las motos brillantes estacionadas en línea, el bum bum de la música y a todas esas chicas vestidas de manera provocativa.
—Te quedas aquí.
Bajé y busqué a Kim entre la fiesta. Mientras andaba entre toda esa bola de hormona adolescente, una mano me tocó el trasero. No fue una simple tocada, fue un apretón de culo tan bien hecho que no me tomé la molestia de mirar quién lo había hecho. No me asustaba el ambiente de la fiesta, puesto que en mi adolescencia fui a lugares mucho más… sombríos que este. Al menos nadie estaba ofreciendo un espectáculo sexual en la sala, como yo había hecho en plena faena cuando tenía diecisiete años.
Vi a Kim junto a Alena. Su amiga la cuidaba. Estaban en el sofá.
—¡Señora!
—Gracias por llamarme. Vamos, Kim, levántate.
Tuvimos que ayudar a la chica a levantarse, porque estaba tan hecha mierda que apenas podía mantenerse en pie. No estaba drogada, o al menos eso esperaba. Y mientras la ayudaba a llegar al coche, pensaba en toda la clase de cosas que le diría por la mañana. Estaba harta. Se acabaron las salidas para Kim.
Laura se alarmó cuando vio a su hermana en ese estado. Yo también, pero traté de mantenerme serena mientras conducía con Kim en el asiento trasero.
Llegamos a casa. Vomitó en el jardín. Laura sugirió que llamáramos al doctor y yo le dije que no era necesario, porque lo que su hermana tenía era la peor borrachera que jamás había sufrido.
—Mamá…
—Shh. No hables. Vamos, una ducha te ayudará. Laura, corre al baño y prepara la tina con agua templada.
—¿Mamá?
—¿Sí? —le pregunté mientras la apoyaba en mí para que pudiéramos subir las escaleras hasta el baño.
—Nunca más volveré a beber.
—Sí, cariño. Y mañana iremos de vacaciones a África. ¿Laura? Está lista la tina.
—¡Sí!
—Vamos, Kim. ¡Muévete! ¿Qué clase de fiesta es esa? Estás tan ebria que ni siquiera bailaste.
Metí a Kim al baño y apenas olió el aroma a jabón, su estómago la atormentó y vomitó en la taza. Laura tenía lagrimitas en los ojos y pensaba que su hermana se iba a morir. Era lógico que lo creyera, pues nunca la había visto borracha.
—Date un baño, Kim.
—¿Mmm?
Pasó un rato hasta que me di cuenta de que Kim no podía desvestirse, así que, por primera vez en años, me tocaba desnudar a mi hija. Primero le levanté la blusa, cosa que fue difícil por sus brazos que parecían hule por la poca fuerza que tenían. Sentí que me ruborizaba cuando desabroché su sostén y sus pechos grandes para su edad quedaron fuera de esa contención.
—¡Wow! —exclamó Laura cuando vio los senos de su hermana.
—¿Ves? Por eso tienes que comer bien, Laura.
—¿Puedo acariciarlas?
—Preferiría que no —le dije, arrugando los ojos.
También le quité la falda, los zapatos y finalmente… la pequeña tanga de encaje que llevaba. Laura observó que la vagina de Kim estaba totalmente depilada, como la de un bebé. Aquello sólo se conseguía con láser. ¿En dónde…?
La metí a la tina y le roseé el cabello con agua tibia. Le pedí a Laura que fuera a buscarle ropa cómoda a su hermana.
—Kim, estás hecha un desastre. Casi me decepcionas.
—Mamá… me duele.
—¿Qué? ¿Qué te duele?
Kim sonrió, si es que a eso se le podía llamar sonrisa.
—El culo.
—¿Por qué?
—¡Já! Hice… sexo… an…
—¡Okey! No quiero escucharlo —dije, totalmente ruborizada y la imagen de una verga penetrando por detrás a Kim me asaltó de repente.
—Dolió.
—Al menos lo disfrutaste.
—¡Ja! Al menos. No lo volveré a intentar.
—Eso dices ahora. Luego te volverás adicta al sexo anal.
—¿Qué?
—Nada, nada — dije rápidamente ¿de qué demonios hablaba? Estaba recordando mis alocadas épocas cuando sólo podía conseguir placer por la penetración trasera.
Le lavé el cabello a Kim. Le quité los restos de vómito de la comisura de la boca y me encargué de borrarle el olor a cerveza. Vi que tenía algunos rasguños inofensivos en sus piernas y algunos chupetones en su espalda.
—Vaya. No sé si sentirme molesta u orgullosa de tu temeridad. Fiesta, sexo y alcohol… no cualquiera.
—No volverá a tomar.
—Sí, claro.
Dejé que Kim se relajara dentro de la tina y Laura y yo nos quedamos sentadas en la tapa de la taza, vigilando que no se ahogara. Mi hija se durmió en el agua y cuando se despertó, se veía más lúcida.
—Espero tu regaño mañana.
Le lancé una mirada abrasiva a Kim mientras se metía a la cama.
Me había asustado que Kim practicara esa clase de sexo, pero al menos me había jurado por todos los dioses conocidos que su pareja había usado condón. Sin embargo eso no me dejó totalmente tranquila.
A la mañana siguiente Laura y yo desayunábamos cuando Kim bajó, como siempre, casi durmiendo.
—¿Cómo te sientes, alcohólica?
—Me duele el trasero… ¡Ay! Nadie me dijo que no podría sentarme.
Me carcajeé.
—¿Te caíste? —preguntó Laura.
—No. Me hicieron sexo anal. Algún día te encantará, Laura —dijo Kim con un guiño en su precioso ojo.
—Laura, ve a desayunar frente al televisor.
—Bien. Es hora de mi regaño. Soy toda oídos, madre.
—No te voy a regañar
—¿Qué? Tú no eres mi madre.
—Lo soy, pero ¿si te regaño me harás caso?
—Sabes que te mandaré al diablo.
—Sólo hay algo que quiero acordar —la miré a los ojos —: Kim, anoche estaba casi muerta de preocupación. No estoy en contra de que vayas a fiestas, pero al menos trata de controlarte. Anoche estabas tan ebria que ni siquiera podías entrar a la tina.
—¿Terminaste?
—No. ¿Por qué fuiste? Si quieres beber… bueno, aun no eres totalmente mayor de edad… pero si quieres beber, puedo comprar unas cervezas y… ¿qué se yo? Charlar por las noches. No como madre e hija.
—¿Harías eso?
—Al menos es mejor que verte agonizar.
—Mmm… lo siento —noté que ese “lo siento” no era como los de siempre. Era una disculpa de verdad —. Es sólo que… un muchacho que me gusta fue y…
—Ah, el chico que entró por la puerta trasera ¿verdad?
—¡Mamá! — rió Kim y me dio un golpecito en el hombro —. Pero sí, es él. De hecho saldremos a cenar.
—¿Sólo a cenar? —pregunté con un guiñó. Me gustó que Kim se sonrojara.
—A cenar. No intentaré meterme nada por ese lugar. Duele.
—Con el tiempo ya no dolerá.
Kim me miró con una pícara sonrisa.
—¿Tú...?
—Todo el tiempo.
—¡Ja! ¿de verdad? No lo sabía. Eras peor que yo.
—Kim. Si ese chico te gusta, invítalo a cenar aquí. Prepararé tu comida favorita. Quiero conocerlo.
—¿De verdad? Nunca te habías interesado por cosas así. Siempre que te mencionaba algo de hombres tú me decías que no hablara sobre eso.
—Pues he cambiado de opinión. Si alguien le va a romper el culo a mi hija, al menos quiero conocerlo. Saber si es digno de entrar por tu puerta trasera.
Kim se carcajeó.
—Mamá… de acuerdo. Lo llamaré de inmediato y lo invitaré. Gracias, mamá. Eres la mejor —Kim me dio un beso en la mejilla, y yo sonreí pensando en que hablar con ella sobre los temas que le interesaban, por más fuera de lugar que pudieran ser, me unía más a ella. ¿Cuántas madres hacían eso? Lorena estaba en lo cierto: acercarme a mis hijas era lo que necesitaba para poder estar en contacto con sus sentimientos.
No podía tratar de corregir a Kim por la fuerza, ni gritarle, porque eso generaría que se alejara de mí. Lo mejor que podía hacer para tratar de enderezar su camino era meterme en su mundo y actuar desde allí.
Así pues, decidí que a partir de ese momento usaría a la Karen adolescente que vivía en mí. Después de todo, estaba tratando con mi hija, y aunque ella no lo supiera, yo tenía mucha más experiencia que ella en temas relacionados con fiestas, drogas, sexo… no era algo de lo que estar orgullosa; no obstante todas esas vivencias me servirían al fin.
Kim terminó su desayuno y habló con el chico que le gustaba. Vi que sus ojitos se encendían de alegría. Deseé que el sentimiento del muchacho fuera mutuo con el de ella. Si sólo se había aprovechado de Kim para ensartarla, entonces sí iba a molestarme.
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Espero que lo hayan disfrutado 🙂
10 comentarios - Mis hijas y yo. una familia muy cariñosa (capitulo 2)
bueno, quiero saber la continuacion
gracias
Buen relato continuo leyendo la serie...