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Siete por siete (114): Mi compañera de trote




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Compendio I


Por un par de días, Marisol creyó que yo había conocido a otra mujer durante mis trotes diarios y estaba más o menos en lo cierto.
Karen es una mujer muy especial, en todo sentido genérico de la palabra.
Sin embargo, le faltan 3 años para poder sacar su licencia de conducir y 4 para beber alcohol.
Aun así, la pequeña arpía se las arregla para conseguir cervezas y cigarrillos.
Ella me vio el primer día que salí a trotar. Como desafío personal, me impuse llegar trotando hasta la playa de las piedrecillas sin detenerme y logré mi meta, pero con los pulmones ardiendo.
Me senté una especie de media luna, donde algunos patinadores practican en skate o fuman sus porritos y ahí estaba ella, junto a un par de admiradores.
La fatiga corporal reactivó mi visión de túnel (en pocas palabras, veo solamente lo que tengo de frente), por lo que aparte de percibir gente cerca, no entre en detalles de sus identidades, pero me contó que se reían de mí, por mi patética expresión de cansancio y porque estaba en su territorio.
Y luego de un par de minutos, retomé la carrera de regreso.
Al día siguiente, volví a hacer lo mismo.
Y el jueves decidió hablarme.
“¿Otra vez vienes a verme?” Preguntó ese día.
Apenas podía responder y no me percaté de su presencia.
Tira todas las señales que es una chica peligrosa: falda escolar cortita, camisa desabrochada en los botones superiores y usando la corbata como el pañuelo de los Scouts.
“¿Perdona?” pregunté, confundido con su actitud.
Pero ella, usando desplante de coquetería, me regaló una soberana sonrisa.
“¡No tienes mentir! Le pedí a mis amigos que nos juntáramos más tarde… para que tú y yo pudiésemos hablar a solas… o si prefieres… hacer algo más.”
Mi explosión de risa la irritó, porque se cree una “Femme fatale”, cuando en realidad, es bastante delgada para mi gusto.
“¡No, preciosa! Yo solamente troto…” respondí más serio.
“¡Oh!” exclamó ofendida en su orgullo. “¡Pues no deberías venir aquí! ¡Este es mi territorio!”
La menuda chiquilla malcriada me resultó simpática.
“¿Tu territorio? ¿Por qué? ¿Compraste la playa?”
“No, pero yo y mis amigos nos juntamos acá, para pasar el rato y fumar.”
“¿Y deberías estar fumando?”
“¿Qué pregunta es esa? ¡Todos lo hacen!”
“Si, pero a tu edad, te dificulta el crecimiento.”
Como ya me sentía recuperado, volví a correr y la dejé sola e irritada.
El viernes, volví a llegar a la misma hora y nuevamente, estaba acompañada con sus amigos.
Karen es elegante y por lo que he escuchado, el colegio al que asiste es bastante caro. Pero sus amigos parecían un grupo de drogadictos a futuro.
Guardé mi distancia del grupo, pero pude notar que me miraba de vez en cuando bastante molesta.
A la semana siguiente, me tocó trabajar. Pero la que vino después, volví a correr.
“¿Otra vez aquí? ¿No entiendes que es mi territorio?” me preguntó el martes.
“¡Lo siento! Pero también es mi meta.”
Se bajó un poco de su pedestal de soberana.
“¡Está bien! Lo podemos compartir… de cualquier manera, no te quedas toda la tarde.”
“¿Tú sí?” le pregunté y me dio una ligera sonrisa.
Es medianamente bonita y está en esa fase donde el cuerpo se encamina a la adultez. Sus hormonas están revolucionadas y cualquier compañía del sexo opuesto es bienvenida, sin importar la edad.
“¿Y por qué no viniste la semana pasada?” preguntó, cruzando las piernas en mi dirección.
“Estaba trabajando.”
“¡Oh!” exclamó sorprendida.
Realmente, debo aparentar menos edad.
“Trabajo en una minera, cerca de Broken Hill, por turnos de una semana.”
“¿Casado?”
Le mostré el anillo, pero lejos de intimidarla, la avivó más.
Parecido a lo que me pasó con Liz.
“¿Y te gustan las jovencitas?”
“Más o menos. Si quieres, te muestro una foto de mi esposa.”
Y me acerqué levemente a su lado. En la billetera, porto una foto de ella y las pequeñas, para los momentos que me siento nostálgico.
Se decepcionó al ver la imagen de las chiquititas.
“¡Debiste casarte muy joven!”
“En realidad, esa foto es del último verano.” Le dije, guardándola y regresando a mi lugar.
“¡Espera! ¿No quieres sentarte conmigo?” preguntó, tomando mi mano.
Me reí.
“¿Estás loca? Apesto a transpiración y me metería en problemas si alguien me ve contigo.”
Reconoció que tenía razón y soltó mi mano.
Me recordó la parte del zorro, en “El principito”.
El principito no quería domesticar al zorro, porque sabía que su viaje por la tierra era corto y su planeta era demasiado pequeño para mantener a uno.
Al pobre chiquillo le preocupaba su flor, limpiar sus volcanes y los baobabs.
En cambio yo, me preocupo de Marisol, Lizzie y mis pequeñas.
No necesito una “Zorrita literal”.
“¿Y tus amigos?”
“Llegan más tarde.” Respondió, más triste.
“¡Debes ser muy popular!” Traté de animarla.
“Si… pero no irresistible.” Exclamó, como si me culpara su fracaso.
“Si lo deseas, te puedo acompañar un rato, antes que ellos lleguen. Pero debo volver a casa pronto, porque mi niñera tiene clases.”
Mi idea le resultó agradable y nos pusimos a conversar.
Es bastante promiscua. Pasa una buena parte del día sola, ya que sus padres trabajan y la mayoría de las veces, ella y sus amigos terminan sus reuniones en el dormitorio.
“Si lo deseas, también puedes venir…” me invitó abiertamente.
Le sonreí, porque a pesar de ser bonita y tentadora, ya tengo a 2 chicas que cuidar en casa y no necesito una tercera.
Me contó también que ya ha estado con hombres mayores, probablemente sus profesores, porque dijo que estaba “cubierta con sus inasistencias”.
Al día siguiente, volví a llegar y me arrojó una lata de cerveza.
“¡Vamos! ¡Bebe conmigo!”
“¿Estás loca? ¡Estoy ejercitando!”
Me puse de pie y se la fui a devolver.
“¡No seas así! ¡No me dejes bebiendo sola!”
“¡No, gracias!” Respondí intransigente y regresé a mi lugar.
“¡Ush! ¡Está bien!”
Revisó su bolso, sacando una botella de agua, que nuevamente me arrojó.
“¡Loco deportista!” exclamó molesta.
Se la fui a devolver otra vez.
“¿Qué? ¡No está “pinchada”!” señaló, refiriéndose a que no tenía sustancias extrañas.
“¡Lo sé! Pero no la quiero.”
“¿Es porque no te gusto?” preguntó, llevándose las manos a la cara y armó un espectáculo.
“¡No, no es eso!” respondí complicado. “La cerveza está compuesta de cebada, un azúcar complejo que se almacena como grasa corporal y aunque el agua me refresca, está más helada que mi cuerpo y corro el riesgo de sufrir un calambre por la contracción de los vasos sanguíneos, cuando vuelva a trotar.”
Paró de llorar en seco.
“¡Bah! ¡Qué clase de biología más aburrida!” Exclamó mucho más seria la pequeña bribona.
Así fueron pasando los días y fuimos ganando más confianza. Pero ella siempre llevando el tema del sexo a la conversación.
“¡Apuesto que sé más cosas que tu esposa en la cama!” me dijo en otra ocasión.
“¡Lo dudo!”
Sonrío muy confiada.
“¡Si supieras las cosas que he hecho, no dirías eso!” Me desafió, con la intención de tentarme.
“Pues, si conocieras a mi esposa, no estarías tan confiada.”
“¡Veamos!”
Y por complacerla, empezamos a comparar experiencias.
Mamadas, 69s, sexo al aire libre y disfraces eran pan comido para ella.
El sexo anal, bondage, incesto y tríos con otra mujer eran otra disciplina completamente distinta a la que ella acostumbraba.
Finalmente, le di el golpe de gracia cuando me preparaba para volver.
“Y en estos momentos, está tratando de convencer a una amiga lesbiana para que tengamos un trio. ¡Te veo mañana!”
Sin embargo, Karen es una mala perdedora.
Al día siguiente, estaba con su grupo de amigos y esperó hasta que yo llegara para despedirse de mí picaronamente, marchándose con sus amigos seguramente hasta su casa, con una mirada desafiante y lujuriosa.
Por ese motivo, me acerqué a ella para darle mi teléfono la próxima vez que la vi.
“Por si necesitas mi ayuda en algún problema.”
Se notaba muy contenta y satisfecha.
“¡Que divertido! ¿Significa que puedo mandarte fotos desnuda, para que las veas cuando te aburras de tu esposa?”
“¡Una foto de esas que llegue a mi celular y no vuelvo más!” le respondí enfurecido.
“¡Uy, que genio! ¡Solamente bromeo!” exclamó. “Pero ¿Qué pasaría si un día estoy sola y quiero compañía? ¿Irías a mi casa?”
“Probablemente no. Pero conversaría por teléfono.”
“¡Podrías bañarte en mi ducha!” señaló muy coqueta, tocando la capucha con la que troto.
“¡Gracias! Pero preferiría bañarme con una mujer de verdad…” le rompí su burbuja.
No obstante, a pesar de su carácter infantil, también me ha hecho consultas serias sobre el sexo oral y los cuidados que debe tener para no quedar embarazada.
Le enseñé de los “días seguros” y le aclaré que a pesar de correrse afuera, igual la pueden terminar embarazando, por lo que debía tomar pastillas constantemente si no iban a usar preservativos.
Lo que si reconozco es que sus piernas son largas y bonitas, pero todo lo demás le falta por formarse bien.
Pero el mayor freno que me impone esa chiquilla de cabellos claros son esos mechones rosado y purpura, idéntico (y probablemente, imitado) del programa de Ponys que ven mis pequeñas.
Aparte de matar todo encanto por el horrible contraste que hace con sus rizos castaños y cortos y darle un triste aspecto a una alegre y despreocupada chica, es un recordatorio que sin importar su amplia labia y astucia, no tenemos la misma madurez emocional.
Y no he querido mencionárselo por 2 motivos: Para no embarcarme yo mismo en problemas y para no obligarla a ella misma a cambiar antes de tiempo.
Y para finalizar, tampoco le agradó saber que viajaba al extranjero.
“¿Por qué no mandas sola a tu mujer? ¿Acaso no tienes que trabajar?”
“Si, pero también quiero darme un descanso.”
“Tal vez… podría acompañarte si te quedaras. Podrías enseñarme… y no estarías tan solo.” sugirió nerviosa, mientras me preparaba para volver a trotar.
“Quizás… pero dudo que puedas aguantar más de una hora entera en la cama.” respondí, abrochando mis zapatillas.
Sus ojos dilatados, el rubor y su expresión anonadada fueron la más clara evidencia que no me había equivocado en mis apreciaciones.


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2 comentarios - Siete por siete (114): Mi compañera de trote

pepeluchelopez
Jajaja de pelos este relato. Que bien que bajes de su nube
metalchono
Hace tiempo que no escuchaba esa expresión. Un par de amigos de la U la usaban constantemente para enfatizar todo, pero dudo que la pueda hacer bajar y está en su derecho para flotar si lo desea.
pepeluchelopez
Una buena cogida la puede hacer flotar y bajarse de su nube... No doy ideas.... Estoy sugiriendo Jaja.