No hay nada más excitante, creo yo, que tu pareja sea la musa de todas tus fantasías y perversiones sexuales.
Soñar, dormido o despierto, con ese cuerpo, esas curvas sinuosas que te envuelven en un éxtasis de lujuria, no importa donde estés, ni con quien estés, cuando su imagen domina tus pensamientos y la imaginación se echa a volar, no hay, para mí, más que el deseo carnal en su máximo vigor y la consecuente la ira de no poderlo saciar, en ese momento al menos.
Ahora que confesé esto, quiero contar una breve historia.
Era viernes, un viernes como cualquier otro; feliz por el fin de semana que se aproxima, planeando, de forma muy relajada, el descanso.
Con mi novia decidimos irnos para afuera.
Su familia, tiene una casa en un balneario, a 100 kilómetros más o menos de la capital; un lugar relajado, con poca gente, nada de tránsito, ideal para el descanso.
Viernes a la tarde, terminada la jornada laboral, cargamos alguna muda de ropa, algo de comer, el termo y el mate, y emprendimos el viaje hasta este “paraíso” del relax.
Serpenteamos la ciudad, tomamos los accesos dirección al este, llegamos a la ruta, y automáticamente, una sensación de descanso nos abordó, como si al salir de la ciudad, ya estuviéramos en un lugar más calmo, o tal vez nos sentíamos más cerca del destino.
El viaje, tomando mate, charlando, de nada importante, reíamos, escuchábamos música, nada fuera de lo normal.
A la mitad del viaje, o un poquito más adelante, ella, sonriendo y un tanto vergonzosa, me dice, con una voz insinuante y sexy, que tenía una sorpresa para mí, para nosotros.
En seguida pregunte cual era esta sorpresa, pero ella, como queriendo explotar en mí la intriga, mira hacia la ventana de su lado, y con una sonrisa un tanto picara, me dice, “ya vas a ver”.
En seguida, como no puede ser de otra forma en mí, pensé en sexo. Cualquier otra sorpresa que no lo sea, me iba a decepcionar.
Mi cabeza maquinaba un sinfín de posibilidades, sin poder concretar la idea o tener algún tipo de certeza sobre cuál sería esta sorpresa. Odio que me haga eso, pero a la vez, me encanta. Creo que ella sabe, que cada vez que me insinúa algo sexual, y deja por mi cuenta el “descifrarlo”, que no voy, ni por un minuto, a sacarme su imagen de mi mente.
Creo que lo sabe, y lo hace con ese fin, para que no deje de pensar en ella, para que la desee segundo a segundo, un poquito más que el anterior.
Seguimos en viaje, creo que estaba más concentrado en la sorpresa que en conducir.
A esta altura, faltaban 10 minutos para llegar; el ansia me dominaba.
Llegamos. Bajamos los las mochilas y lo demás que habíamos cargado. Eran las 20:30.
A todo esto, y para mi calvario, ella decidió preparar la cena.
Lo que yo menos tenía era hambre.
Comimos algo rápido, levantamos la mesa y me dijo que iba al baño.
Yo, sentado en el living, donde habíamos cenado, mirando la tv, esperándola.
Antes de salir, me pidió, que cerrara la puerta, que apague la televisión, y que me preparara. Explote. Llego el momento.
Ambiente el lugar, prendí unas velas y la espere en el sofá.
Ella salió del baño y lentamente, caminado por el pasillo, en dirección al living.
Aun no la veía. Solo escuchaba el sonido de unos tacos aproximándose a la sala.
Mi ansiedad aumentaba.
De repente, ella llego a donde estaba yo.
Parada delante mío, comencé mirándola de abajo hacia arriba.
Tenía puesto unos tacos altos, sus piernas estaban deslumbrantes.
Una minifalda que dejaba ver poquito de nalga. La cola bien paradita. Una prili blanca, sin nada debajo. Sus pezones reventaban Duros, parados, quería morderlos.
El pelo atado con una colita, dejaba ver una sonrisa pervertida y seductora.
Se acercó hacia mí, yo me levante del sofá, parado frente a ella, no sabía qué hacer.
Por dónde empezar. Que quería tocar, besar, morder primero.
Me tomo de las manos, acerco su boca a mi oído, y me dijo “hoy estoy muy puta”.
Quede en un estado de shock, pero a su vez, sentía la adrenalina corriendo por mí, temblaba, ella estaba despertando mi más salvaje yo.
Totalmente desinhibida. Su actitud era lo más excitante de todo. Pareciera como si ella, esa noche, fuera una profesional del placer, a la cual había pagado por darme la noche de mi vida.
Comenzamos a besarnos. Su lengua no paraba de moverse en mi boca, me mordía los labios, me decía, entre besos, que esa noche iba a hacerme lo que ella quisiera.
No aguante más. En un envión, la tome de la cintura, la puse contra la pared, y comencé a besarla salvajemente. Ella respondía de la misma forma.
Metí mis dos manos debajo de su falda, tome sus nalgas, las apreté y masajee. No traía ropa interior puesta. Más me excito.
Comencé a morderle el cuello mientras masajeaba esas nalgas hermosas.
Me detuvo. Me dijo que esta noche, ella mandaba.
Se recostó en el sillón, muy sensualmente, y me dijo que no me acercara.
Quería verme.
Me pidió que me sacara la ropa.
Lo hice suave, de forma sexy, hasta que quede en bóxer.
Tenía puesto uno que sabía que a ella le gustaba, que le excitaba como me marcaba la pija y como se veían mis nalgas redonditas.
Me pidió que me acercara al sofá.
Estando yo de pie, ella se sentó delante de mí y comenzó a tocarme la pija, aun con el bóxer puesto.
Me pidió que me lo sacara y que me masturbara delante de ella. Lo hice.
Estaba pajeandome a centímetros de su cara; ella, mirando como deseosa, se mordía los labios y pasaba su lengua sobre ellos. Quería chupármela.
No la hice desear más. La tome de la colita del pelo, le pedí que abriera la boca y sacara la lengua, y le metía, suavemente, la pija en la boca.
Ella comenzó a jugar con la lengua, me la chupaba toda. Se la metía hasta el fondo para luego sacársela por completo y chupar mis testículos. Su lengua recorría todos lados.
Me di cuenta, que como en mí, se despertó un salvajismo desmedido, en ella también.
Me la seguía chupando, como nunca. Parecía como si lo estuviera haciendo después de mucho tiempo, como si hubiese extrañado hacerlo, recuperando el tiempo perdido, volviéndose loca con mi pija.
En un momento paro, se levantó del sofá, y me recostó a mi sobre él.
Estaba totalmente horizontal.
Ahora era su turno.
Excitada y salvaje como nunca, aun vistiendo la mini y la prili, se sacó los tacos y se sentó sobre mi cara.
Puso su concha a la altura de mi boca y hablando suciamente, me dijo “chúpame la concha”.
Que rico. Estaba empapada. Aun no la había tocado y ya sentía como estaba totalmente dilatada.
Empecé a chupársela, frotando todo el grueso de mi lengua sobre un clítoris que estaba duro, excitado.
Me volvía cada vez más loco. Ella sabe, que si hay algo que me gusta, me excita y me pone loco, es que refriegue esa concha pulposa sobre mi boca
Seguí sentada sobre mí. Mis manos sujetaban sus nalgas, apretándolas, empujando su entrepierna hacia mi boca. Le estaba comiendo la concha.
Me encanta sentir el sabor de ese líquido que desprende, chupárselo, tomármelo.
Mordía, cada vez un poquito más fuerte los labios de esta concha, abría bien grande mi boca para tratar de comérmela toda. No hay nada más que me guste, que chupar esa concha.
Ella, a los gritos y gimiendo como una verdadera trola, me decía que siguiera, que se la chupara más, que le encantaba.
Estaba llegando al orgasmo, así que comencé a chupársela más fuerte. Movía la lengua más rápido, le apretaba, chupaba y mordía el clítoris. No iba a parar.
Pego un grito, apretó las piernas, llego al orgasmo.
Me pidió que parara, que lo hiciera más suave, pero yo tenía otra idea.
Con mis manos en sus nalgas, la apreté más fuerte y chupe también más fuerte esa hermosa concha. Si hubiese sido por mí, se la hubiese chupado toda la noche.
Se levantó, y girando rápidamente, se sentó nuevamente sobre mi boca, pero ahora, apoyando el culo. “Chúpame la cola”, me dijo. Y yo obedecí.
Tenía toda la cola un poco mojada, una mezcla de orgasmo y liquido vaginal que se había corrido.
Empecé a chupar ese agujero prohibido. Más me excitaba.
Mientras rondaba su ano con mi lengua, metí dos dedos de mi mano derecha en su concha. Estaba calentita, esperándome.
Con mi mano izquierda, tanteaba junto con mi lengua, ese orto hermoso, preparándolo para lo que vendría después.
Deje de chuparle la cola, ya estaba lista.
Metí dos dedos en su ano, al igual que en su concha. Me excitaba mucho poder llenarle todos los agujeros.
Ella seguía gimiendo, cada tanto, volteaba su mirada hacia atrás, sonriéndose, con cara deseosa, con cara de puta.
Ya no aguante más.
Me pare, la puse en cuatro patas. Ella sabía lo que iba a pasar.
Arqueo su espalda, separo las piernas, y levanto la pelvis.
Me pare atrás de ella, y sin preámbulos, se la metí en la concha.
Que sensación! La venia degustando hace rato. Su concha hermosa, estaba calentita, empapada. Ella, gimiendo como siempre, me pidió que lo hiciera fuerte, que me la cogiera toda. Eso generalmente es un detonante para mí, pero esa noche, tenía que cogérmela toda.
Comencé a embestirla con todas mis fuerzas. La tomaba de la cintura con mis manos, y una y otra vez se la sacaba y ponía.
Qué momento, que placer.
Luego de unos minutos, cambiamos la pose.
Ella violentamente se paró y me tira al sillón, se sentó sobre mí, y me cabalgo como nunca.
Me encanta la imagen de sus tetas rebotando, y poder verle la cara de placer mientras me coge, es gratificante.
Comenzó a arremeter más fuerte, sus manos apretaban mi pecho, ella estaba por acabar.
En un envión, grito con todas sus fuerzas, reduciendo de a poco la velocidad.
Gemía de placer. Podía sentir como acababa. Me excito más.
Me levante y me senté en el sillón, con ella sobre mí.
Me la seguí cogiendo con todas mis fuerzas. No quería que su orgasmo terminara, quería que lo tuviera por horas, quería darle la cogida de su vida.
Le agarre las nalgas, y la sometía para delante y detrás, ella seguía gimiendo.
Le faltaba el aire, estaba toda transpirada, pero feliz.
En un momento paramos. Yo le dije que ahora me tocaba acabar a mí.
La puse en cuatro pata de nuevo, tantee su cola con mi mano, estaba súper dilatada, y empezó a cogérmela por el culo. Qué lindo culo que tiene!! Altamente cogible.
Le pregunte si le dolía, si así estaba bien. Estaba moviéndome suave.
Me respondió como lo que era en ese momento, como mi puta, “cállate y cógeme el culo”.
Y empezó ella, a moverse más rápido, ella misma cogiéndose ese culo hermoso.
Así que la ayude. Empezó a embestirla con fuerza, cogiéndole el culo como nunca.
Me encorve y le agarre por debajo esas hermosas tetas, afirmándome en ellas para cogerla más fuerte.
Decidí sacar mi mano derecha de su teta, y empecé a masajearle la concha.
Seguía mojada, como nunca, y se mojaba aún más.
Apoye mis dedos en su clítoris y lo frotaba fervientemente, ella gritaba, decía “si, si”
Con mi boca le mordía el cuello, las orejas, le decía al oído una variedad de ordinarieces que sabía que la excitaban aún más.
Estábamos en un momento cúspide.
Llego el momento de terminar.
Le dije que estaba por acabar, ella me dijo que le llenara la cola de leche (me excita cuando se pone a hablar así), y, para no desobedecerla, lo hice.
Acabe como nunca. Pude sentir como mi pija explotaba adentro de ese culo magistral.
Fui bajando la velocidad. Sentía como le chorreaba semen por la cola.
Me sentí realizado.
Estaba exhausto, ella también.
Fue al baño, se limpió y volvió.
Me dijo “como yo, nadie te va a coger”, se recostó en el sillón, yo a su lado, desnudos, besándonos, para dar fin a una noche inolvidable.
Soñar, dormido o despierto, con ese cuerpo, esas curvas sinuosas que te envuelven en un éxtasis de lujuria, no importa donde estés, ni con quien estés, cuando su imagen domina tus pensamientos y la imaginación se echa a volar, no hay, para mí, más que el deseo carnal en su máximo vigor y la consecuente la ira de no poderlo saciar, en ese momento al menos.
Ahora que confesé esto, quiero contar una breve historia.
Era viernes, un viernes como cualquier otro; feliz por el fin de semana que se aproxima, planeando, de forma muy relajada, el descanso.
Con mi novia decidimos irnos para afuera.
Su familia, tiene una casa en un balneario, a 100 kilómetros más o menos de la capital; un lugar relajado, con poca gente, nada de tránsito, ideal para el descanso.
Viernes a la tarde, terminada la jornada laboral, cargamos alguna muda de ropa, algo de comer, el termo y el mate, y emprendimos el viaje hasta este “paraíso” del relax.
Serpenteamos la ciudad, tomamos los accesos dirección al este, llegamos a la ruta, y automáticamente, una sensación de descanso nos abordó, como si al salir de la ciudad, ya estuviéramos en un lugar más calmo, o tal vez nos sentíamos más cerca del destino.
El viaje, tomando mate, charlando, de nada importante, reíamos, escuchábamos música, nada fuera de lo normal.
A la mitad del viaje, o un poquito más adelante, ella, sonriendo y un tanto vergonzosa, me dice, con una voz insinuante y sexy, que tenía una sorpresa para mí, para nosotros.
En seguida pregunte cual era esta sorpresa, pero ella, como queriendo explotar en mí la intriga, mira hacia la ventana de su lado, y con una sonrisa un tanto picara, me dice, “ya vas a ver”.
En seguida, como no puede ser de otra forma en mí, pensé en sexo. Cualquier otra sorpresa que no lo sea, me iba a decepcionar.
Mi cabeza maquinaba un sinfín de posibilidades, sin poder concretar la idea o tener algún tipo de certeza sobre cuál sería esta sorpresa. Odio que me haga eso, pero a la vez, me encanta. Creo que ella sabe, que cada vez que me insinúa algo sexual, y deja por mi cuenta el “descifrarlo”, que no voy, ni por un minuto, a sacarme su imagen de mi mente.
Creo que lo sabe, y lo hace con ese fin, para que no deje de pensar en ella, para que la desee segundo a segundo, un poquito más que el anterior.
Seguimos en viaje, creo que estaba más concentrado en la sorpresa que en conducir.
A esta altura, faltaban 10 minutos para llegar; el ansia me dominaba.
Llegamos. Bajamos los las mochilas y lo demás que habíamos cargado. Eran las 20:30.
A todo esto, y para mi calvario, ella decidió preparar la cena.
Lo que yo menos tenía era hambre.
Comimos algo rápido, levantamos la mesa y me dijo que iba al baño.
Yo, sentado en el living, donde habíamos cenado, mirando la tv, esperándola.
Antes de salir, me pidió, que cerrara la puerta, que apague la televisión, y que me preparara. Explote. Llego el momento.
Ambiente el lugar, prendí unas velas y la espere en el sofá.
Ella salió del baño y lentamente, caminado por el pasillo, en dirección al living.
Aun no la veía. Solo escuchaba el sonido de unos tacos aproximándose a la sala.
Mi ansiedad aumentaba.
De repente, ella llego a donde estaba yo.
Parada delante mío, comencé mirándola de abajo hacia arriba.
Tenía puesto unos tacos altos, sus piernas estaban deslumbrantes.
Una minifalda que dejaba ver poquito de nalga. La cola bien paradita. Una prili blanca, sin nada debajo. Sus pezones reventaban Duros, parados, quería morderlos.
El pelo atado con una colita, dejaba ver una sonrisa pervertida y seductora.
Se acercó hacia mí, yo me levante del sofá, parado frente a ella, no sabía qué hacer.
Por dónde empezar. Que quería tocar, besar, morder primero.
Me tomo de las manos, acerco su boca a mi oído, y me dijo “hoy estoy muy puta”.
Quede en un estado de shock, pero a su vez, sentía la adrenalina corriendo por mí, temblaba, ella estaba despertando mi más salvaje yo.
Totalmente desinhibida. Su actitud era lo más excitante de todo. Pareciera como si ella, esa noche, fuera una profesional del placer, a la cual había pagado por darme la noche de mi vida.
Comenzamos a besarnos. Su lengua no paraba de moverse en mi boca, me mordía los labios, me decía, entre besos, que esa noche iba a hacerme lo que ella quisiera.
No aguante más. En un envión, la tome de la cintura, la puse contra la pared, y comencé a besarla salvajemente. Ella respondía de la misma forma.
Metí mis dos manos debajo de su falda, tome sus nalgas, las apreté y masajee. No traía ropa interior puesta. Más me excito.
Comencé a morderle el cuello mientras masajeaba esas nalgas hermosas.
Me detuvo. Me dijo que esta noche, ella mandaba.
Se recostó en el sillón, muy sensualmente, y me dijo que no me acercara.
Quería verme.
Me pidió que me sacara la ropa.
Lo hice suave, de forma sexy, hasta que quede en bóxer.
Tenía puesto uno que sabía que a ella le gustaba, que le excitaba como me marcaba la pija y como se veían mis nalgas redonditas.
Me pidió que me acercara al sofá.
Estando yo de pie, ella se sentó delante de mí y comenzó a tocarme la pija, aun con el bóxer puesto.
Me pidió que me lo sacara y que me masturbara delante de ella. Lo hice.
Estaba pajeandome a centímetros de su cara; ella, mirando como deseosa, se mordía los labios y pasaba su lengua sobre ellos. Quería chupármela.
No la hice desear más. La tome de la colita del pelo, le pedí que abriera la boca y sacara la lengua, y le metía, suavemente, la pija en la boca.
Ella comenzó a jugar con la lengua, me la chupaba toda. Se la metía hasta el fondo para luego sacársela por completo y chupar mis testículos. Su lengua recorría todos lados.
Me di cuenta, que como en mí, se despertó un salvajismo desmedido, en ella también.
Me la seguía chupando, como nunca. Parecía como si lo estuviera haciendo después de mucho tiempo, como si hubiese extrañado hacerlo, recuperando el tiempo perdido, volviéndose loca con mi pija.
En un momento paro, se levantó del sofá, y me recostó a mi sobre él.
Estaba totalmente horizontal.
Ahora era su turno.
Excitada y salvaje como nunca, aun vistiendo la mini y la prili, se sacó los tacos y se sentó sobre mi cara.
Puso su concha a la altura de mi boca y hablando suciamente, me dijo “chúpame la concha”.
Que rico. Estaba empapada. Aun no la había tocado y ya sentía como estaba totalmente dilatada.
Empecé a chupársela, frotando todo el grueso de mi lengua sobre un clítoris que estaba duro, excitado.
Me volvía cada vez más loco. Ella sabe, que si hay algo que me gusta, me excita y me pone loco, es que refriegue esa concha pulposa sobre mi boca
Seguí sentada sobre mí. Mis manos sujetaban sus nalgas, apretándolas, empujando su entrepierna hacia mi boca. Le estaba comiendo la concha.
Me encanta sentir el sabor de ese líquido que desprende, chupárselo, tomármelo.
Mordía, cada vez un poquito más fuerte los labios de esta concha, abría bien grande mi boca para tratar de comérmela toda. No hay nada más que me guste, que chupar esa concha.
Ella, a los gritos y gimiendo como una verdadera trola, me decía que siguiera, que se la chupara más, que le encantaba.
Estaba llegando al orgasmo, así que comencé a chupársela más fuerte. Movía la lengua más rápido, le apretaba, chupaba y mordía el clítoris. No iba a parar.
Pego un grito, apretó las piernas, llego al orgasmo.
Me pidió que parara, que lo hiciera más suave, pero yo tenía otra idea.
Con mis manos en sus nalgas, la apreté más fuerte y chupe también más fuerte esa hermosa concha. Si hubiese sido por mí, se la hubiese chupado toda la noche.
Se levantó, y girando rápidamente, se sentó nuevamente sobre mi boca, pero ahora, apoyando el culo. “Chúpame la cola”, me dijo. Y yo obedecí.
Tenía toda la cola un poco mojada, una mezcla de orgasmo y liquido vaginal que se había corrido.
Empecé a chupar ese agujero prohibido. Más me excitaba.
Mientras rondaba su ano con mi lengua, metí dos dedos de mi mano derecha en su concha. Estaba calentita, esperándome.
Con mi mano izquierda, tanteaba junto con mi lengua, ese orto hermoso, preparándolo para lo que vendría después.
Deje de chuparle la cola, ya estaba lista.
Metí dos dedos en su ano, al igual que en su concha. Me excitaba mucho poder llenarle todos los agujeros.
Ella seguía gimiendo, cada tanto, volteaba su mirada hacia atrás, sonriéndose, con cara deseosa, con cara de puta.
Ya no aguante más.
Me pare, la puse en cuatro patas. Ella sabía lo que iba a pasar.
Arqueo su espalda, separo las piernas, y levanto la pelvis.
Me pare atrás de ella, y sin preámbulos, se la metí en la concha.
Que sensación! La venia degustando hace rato. Su concha hermosa, estaba calentita, empapada. Ella, gimiendo como siempre, me pidió que lo hiciera fuerte, que me la cogiera toda. Eso generalmente es un detonante para mí, pero esa noche, tenía que cogérmela toda.
Comencé a embestirla con todas mis fuerzas. La tomaba de la cintura con mis manos, y una y otra vez se la sacaba y ponía.
Qué momento, que placer.
Luego de unos minutos, cambiamos la pose.
Ella violentamente se paró y me tira al sillón, se sentó sobre mí, y me cabalgo como nunca.
Me encanta la imagen de sus tetas rebotando, y poder verle la cara de placer mientras me coge, es gratificante.
Comenzó a arremeter más fuerte, sus manos apretaban mi pecho, ella estaba por acabar.
En un envión, grito con todas sus fuerzas, reduciendo de a poco la velocidad.
Gemía de placer. Podía sentir como acababa. Me excito más.
Me levante y me senté en el sillón, con ella sobre mí.
Me la seguí cogiendo con todas mis fuerzas. No quería que su orgasmo terminara, quería que lo tuviera por horas, quería darle la cogida de su vida.
Le agarre las nalgas, y la sometía para delante y detrás, ella seguía gimiendo.
Le faltaba el aire, estaba toda transpirada, pero feliz.
En un momento paramos. Yo le dije que ahora me tocaba acabar a mí.
La puse en cuatro pata de nuevo, tantee su cola con mi mano, estaba súper dilatada, y empezó a cogérmela por el culo. Qué lindo culo que tiene!! Altamente cogible.
Le pregunte si le dolía, si así estaba bien. Estaba moviéndome suave.
Me respondió como lo que era en ese momento, como mi puta, “cállate y cógeme el culo”.
Y empezó ella, a moverse más rápido, ella misma cogiéndose ese culo hermoso.
Así que la ayude. Empezó a embestirla con fuerza, cogiéndole el culo como nunca.
Me encorve y le agarre por debajo esas hermosas tetas, afirmándome en ellas para cogerla más fuerte.
Decidí sacar mi mano derecha de su teta, y empecé a masajearle la concha.
Seguía mojada, como nunca, y se mojaba aún más.
Apoye mis dedos en su clítoris y lo frotaba fervientemente, ella gritaba, decía “si, si”
Con mi boca le mordía el cuello, las orejas, le decía al oído una variedad de ordinarieces que sabía que la excitaban aún más.
Estábamos en un momento cúspide.
Llego el momento de terminar.
Le dije que estaba por acabar, ella me dijo que le llenara la cola de leche (me excita cuando se pone a hablar así), y, para no desobedecerla, lo hice.
Acabe como nunca. Pude sentir como mi pija explotaba adentro de ese culo magistral.
Fui bajando la velocidad. Sentía como le chorreaba semen por la cola.
Me sentí realizado.
Estaba exhausto, ella también.
Fue al baño, se limpió y volvió.
Me dijo “como yo, nadie te va a coger”, se recostó en el sillón, yo a su lado, desnudos, besándonos, para dar fin a una noche inolvidable.
4 comentarios - Un lindo fin de semana
Hubiera estado bueno alguna foto de lo que te comiste... en Piriapolis? 😉