En momentos difíciles no se puede contar con nadie más que con los amigos, con el tiempo se va entendiendo y aprendiendo.
Fueron días muy duros, costaba olvidar y las semanas se hacían cada vez más oscuras y solitarias. Toda separación es difícil, pero creo que hay una que especialmente difícil de superar.
Fue después de casi unos interminables meses que pude encontrarme con una vieja amiga. Su mensaje me tomó de sorpresa llegando de la facultad. Esos mensajes que te dibujan una sonrisa efímera, pero que perdura en el recuerdo. La conversación nos llevó un buen y largo rato; de recuerdos, risotadas y viejas promesas. Terminamos acordando dejar de prometernos un encuentro y jugar a organizarnos la agenda (se los recomiendo).
Hubo un momento en nuestras vidas en que nos gustamos, nuestro grupo de amigos se daba cuenta de ello y nos lo hacían saber sin mucho disimulo. Recuerdo que era muy bonita, tanto que en nuestro desencuentro me encontraba diciéndome que no podía existir una mujer tan bella: preciosa. Tal vez un enamoramiento de adolescente y un poco de calentura de la misma época, que hacían que me atrajera cada movimiento, cada mirar, cada palabra que me dirigía. De cuerpo menudo, caderas pronunciadas, piernas largas como sus brazos y una cabellera abundante, lisa y azabache. Su piel, del color del olivo, siempre suave y casi sin imperfecciones levanta suspiros con el más mínimo roce. Sus pechos, pequeños pero perfectos, de esos que caben en una mano, con sus pezones sobresaliendo persistentes a pesar de los corpiños, siempre vestidos y exaltados en las blusas y remeras que siempre elegía con dedicación, hacían que la mirada fuese de sus ojos a ellos, y de nuevo a sus ojos: profundos, grandes y de un curioso color miel. Podrías nadar en ellos. Jamás nos dijimos palabra alguna que comprometiese nuestra amistad, pero, al menos de mi parte, el deseo estaba.
Aquella noche llegó, no sin hacerse esperar con ansias. Quedamos en que la esperaría en un local donde podríamos tomar unos tragos y luego cenar.
Sentado de cara a la puerta de calle al fín la veo entrar. El corazón se acelera mientras una corriente eléctrica baja por mi espalda erizándome cada centímetro de piel. Su pelo, como lo recordaba, enmarcaba su rostro cuidadosamente maquillado, sus enormes ojos me encontraron contemplando su perfecto cuerpo vestido por una camisa negra, suelta en el abdómen, para terminar en una pollera estrecha, que se pegaban a sus perfectos muslos y resaltaba sus lìneas; sus piernas en altas medias negras, terminaban en unos elegantes y sencillos zapatos de tacón negros. Subo la mirada para encontrarme con sus labios carnosos, pintados de un intenso color rojo, que tantas veces me sorprendí imaginándome besándolos. Creo que me congelo mientras ella se acerca con esa marcha hipnotizante y seductora. Al besarnos en la mejilla siento su perfume dulce y cálido que me eriza la piel. Nos sentamos y nuestra velada comienza.
A medida que pasa la noche, los vasos se amontonan en la mesa y su mirada se hace más profunda. Terminamos la cena sin acontecimientos importantes, y luego de una sobremesa me ofrezco a llevarla a su casa. Al salir del local me toma por el brazo y caminamos buscando un taxi. Su accionar me tomó por sorpresa y siento que un calor nace entre los dos. Ella me hace preguntas sobre mi antigua novia, algo de lo no traje a colación por lo que me provocaría, pero noto como se ciñe más a mi brazo cuando le digo que ya no era mi novia, que la conexión se había perdido hace rato y, tal vez empujado por los tragos, que nuestra vida sexual había decaído mucho en los últimos meses. Al mencionar eso ella me mira y casi en voz baja me dice que`es una lástima que eso haya pasado. Nos llevó un buen rato encontrar un taxi disponible, por lo que anduvimos largo rato caminando hasta finalmente hallar uno.
Al llegar a su puerta me bajo para acompañarla, despido al taxi ya que yo vivo cerca de su casa. Ya en su puerta me dice que la pasó muy bien, yo también, que espera que lo repitamos pronto ya que hacía bastante que no se sentía tan bien acompañada. Me despido con un beso en su mejilla, pero ella me retiene, para sorpresa mía, con una mano en mi nuca y la otra sobre mi brazo, para mirarme muy fijamente a los ojos y decirme en un susurro "con nosotros no decaería jamás" acto seguido, me besa tan apasionadamente que casi caigo sobre mis espaldas, le regreso el beso por lo que ella se aprieta más a mí, trato de retirar mi cadera para que no sienta la erección que estaba creciendo, a lo que ella responde pasando su brazo del mío a mi cintura para apretarse más a ella. Al separarnos nos miramos, no bastó nada más para hacer señas al taxi que estaba dando un giro en U. Nadie dijo nada, nos sentamos, di la dirección y partimos.
Durante el viaje no nos dijimos palabra alguna. Ella coloca una mano sobre mi muslo, lo que me hace mirarla. Elle se muerde el labio inferior bajando la mirada a mi bulto que comienza a aumentar nuevamente, moviendo su mano hacia él para comenzar a acariciarlo. Llegamos al hotel, pedimos una habitación y casi que corrimos al ascensor. Cuando nos metimos la empujo contra una de las paredes para alzarla de modo que me rodea con sus largas piernas, para fundirnos en otro beso apasionado, caliente. Sintiendo como nuestras respiraciones se aceleran con cada caricia, ella a mi nuca, yo bajando por su espalda hacia su cola, tan firme y bien contenida en esa pollera. Beso su cuello provocándole un largo jadeo que hace que eche la cabeza hacia atrás.
Ya en la habitación, cierro la puerta y el pequeño corredor que lleva a la cama, la tomo en mis brazos para llevarla. Una sola mirada basta para saber lo que está por venir.
Sacádose los zapatos, me empuja para caer sobre la cama. Ella se sube a mí, haciendo que su pollera se ciña aún más a sus muslos, mientras se desabrocha, con admirable sensualidad, los botones de su camisa. Le suelto el corpiño, dejando que sus pechos pendan suaves y erguidos, casi llamándome. Me siento para besarlos. Tenerlos al fin en mi boca nos produce tanto placer, que hizo que nos separemos con violencia. Ella me pone de pie, para bajarse el cierre lateral de la falda, acto seguido desprende mi camisa casi a tirones y casi en un segundo me deja completamente desnudo. Mi miembro erecto recibe el toque de sus suaves manos haciendo que se estremezca más aún. Comienza a tocarlo, de arriba a abajo, acaricia mis huevos con dulzura y cierto matiz de arrebato. Me mira a los ojos y veo como ella también se enciende. Mi mano busca su cola less y al encontrarla noto lo mojada y caliente que tiene. Ella me retira la mano de golpe, para mirarme y decirme que es lo que ella estaba esperando que hiciéramos desde que nos encontramos en el local. Sin apartar la mirada de mis ojos escupe un hilo de saliva que lentamente cae hasta mi pija, dura y tersa. Comienza a masturbarme cada vez más fuerte mientras ella baja hasta sentarse en sus talones, para meter mi miembro en su boca. Su lengua recorrió cada centímetro, desde la punta que se había puesto de un color rojo intenso, llena de calor; hasta llegar a la base para después intentar rodearla desde un costado hasta llegas¡r de nuevo a la punta. En ese momento comienza un vaivén con su casa, metiéndose mi miembro erecto cada vez más a dentro, cada vez más rápido. Podía sentir su campanilla chocando contra mi glande. Se despega de ella, mi miembro lleno de su saliva, y su boca con un hilo de salida que caía a un costado, levanta la mirada y lentamente se acerca a mis huevos mientras comienza a hacerme una paja, primero despacio pero aumentando la velocidad con cada embestida de su mano; se mete mis huevos en su boca y con su lengua hace un movimiento circular en la base de ellos, haciendo que mi pija se ponga más tensa, si es que era posible. Miraba esos ojos lascivos, emanaban fuego, y ella seguía, vuelve a mi pija dispuesta a metérsela a toda, donde diera. Y así fue, con algunas arcadas llego a su garganta, su lengua acariciaba la base y yo acabé, llenándole la boca de espeso semen, caliente, dulce y ácido a la vez, como ella me lo describe. Veo como traga y se limpia un poco de mi líquido que asomó por su comisura izquierda, a la vez que sube hasta que nuestras bocas se encuentran. Nos besamos y siento la necesidad de besarla a toda.
Le alzo por sobre mi cintura y la llevo a la cama. Comienzo a besarla, primero en la boca, siguiendo por su cuello, ese aroma que resulta de la transpiración y su perfume me enciende una vez más. Un jadeo tibio de mi boca sobre su cuello le provoca un estremecimiento que le eriza la piel. Sigo bajando, llego a sus pechos, suaves y de pezones erectos. Los tomo entre mis manos, para que mientras con mi boca chupo y juego con mi lengua con su pezón, con mi pulgar de mi mano libre hago círculos alrededor del otro, previo de empaparlo de su saliva. Sus caderas se elevan, invitándome a seguir bajando, por lo que sigo por su costado con mis besos y me detengo en su ombligo, dándole pequeños besos, pequeños juegos con mi lengua, anticipándome al sexo que le voy a dar. Ella eleva su pelvis una vez más, eléctricas y vibrantes. Acaricio sus muslos lentamente desde detrás de las rodillas, hacia arriba pasando mis manos por debajo de su cola less negra, apretándole las nalgas a mi paso, dándole suaves arañazos, dejando un leve rastro de mi paso por ellas, mientra cada vez me acerco a su sexo desde su ombligo. Le saco su ropa interior casi de un tirón y queda al descubierto su conchita. Solo en sueños la había visto, pero esa vez estaba allí, cuidadosamente depilada. Cierra tímidamente las piernas, timidez desmentida al mirar la forma en la que me mira y cómo se muerde el labio inferior. Se las abro muy lentamente, con mi mirada la recorro entera por última vez, para luego poner mi cara entre sus piernas.
Primero le doy suaves besitos alrededor de sus labios, aún sin adentrarme demasiado. Subo a su clítoris, al que coloca entre mis labios y comienzo a chupar suavemente, con pequeños juegos de mi lengua, haciendo pequeños círculos, presionando con fuerza gentil, observando cómo su pecho se acelera con cada lambida. En mi mentón siento su líquido caliente. Ya no aguanto más, y pasando mis brazos por debajo de sus muslos elevando su pelvis, hundo mi boca entera dentro de ella, a lo que ella responde con un largo jadeo y un apretón a las sábanas a los costados. Mi lengua se adentra dentro de ella, trayendo cada gota de su pasión dentro de mi boca. A mí en lo personal me encanta el sabor que tiene la conchita de una mujer. Los saboreo, me tomo mi tiempo haciéndole saber cuánto me gusta. Juego en su clítoris, presionando con mis labios levemente, para comenzar a subir por su vientre tenso por las contracciones del placer. Tomo su pierna derecha y besándola la llevo por encima de mi hombro, enfilo mi pene erecto una vez más hacia su conchita húmeda, deseosos los dos de que al fin la penetre. Comienzo lentamente, metiendo el glande, y allí, sensibles los dos, comienzo un leve vaivén sin meterlo demasiado, disfrutando de su estrechez, de verla cómo me mira pasándome una mano por detrás de mi cuello y otra acariciando mis nalgas. Mis embestidas aumentan de ritmo mientras siento que su conchita se va dilatando para recibirme entero. En una sacudida ahogamos un grito, y por fin tengo mi pija toda dentro de ella. Cojemos salvajemente, sus gemidos aumentan y su presión sobre mí también. Ella eleva sus caderas pidiendo más, más fuerte. En un solo movimiento la coloco de espaldas a mí, apoyada sobre sus codos y rodillas, sin despegarnos, tomo su cabello trayéndola hacia mí, curvando su espalda, con mi pija bien dentro de ella le beso el cuello, a lo que ella responde con un largo gemido, seguido de un beso que me planta lleno de pasión. Ella baja su cabeza, llevando sus pechos a la cama y con ambas manos se separa la cola, dejándome ver su hermoso asterisco, con el que comienza a jugar con un dedo mojado de mi saliva. Yo tomo sus caderas y me adentro cada vez más en ella. Con más fuerza. Nuestras pieles chocan, mis huevos contra su clítoris. El orgasmo es inminente y explotamos juntos en un delirio de placer, yo derramando mi leche caliente sobre su espalda.
La verdad que quedamos rendidos. No nos dijimos nada, solo quedamos acostados, mirándonos, acariciando nuestro sudor, mezclándolo con la saliva de nuestros nuevos besos. Pero ya nos tenemos que despedir. Verla vestirse, con sus prendas que tanto me gustan, hacen que comience a aparecer una pequeña erección. Ya listos los dos, conseguimos un taxi y de camino a su casa comenzamos a hacer planes para un próximo encuentro.
Cuando llegamos, Se despide con un beso en los labios y con una mano sobre mi entrepierna.
Si llegaste hasta acá y creés que vale la pena, compartilo!!
Fueron días muy duros, costaba olvidar y las semanas se hacían cada vez más oscuras y solitarias. Toda separación es difícil, pero creo que hay una que especialmente difícil de superar.
Fue después de casi unos interminables meses que pude encontrarme con una vieja amiga. Su mensaje me tomó de sorpresa llegando de la facultad. Esos mensajes que te dibujan una sonrisa efímera, pero que perdura en el recuerdo. La conversación nos llevó un buen y largo rato; de recuerdos, risotadas y viejas promesas. Terminamos acordando dejar de prometernos un encuentro y jugar a organizarnos la agenda (se los recomiendo).
Hubo un momento en nuestras vidas en que nos gustamos, nuestro grupo de amigos se daba cuenta de ello y nos lo hacían saber sin mucho disimulo. Recuerdo que era muy bonita, tanto que en nuestro desencuentro me encontraba diciéndome que no podía existir una mujer tan bella: preciosa. Tal vez un enamoramiento de adolescente y un poco de calentura de la misma época, que hacían que me atrajera cada movimiento, cada mirar, cada palabra que me dirigía. De cuerpo menudo, caderas pronunciadas, piernas largas como sus brazos y una cabellera abundante, lisa y azabache. Su piel, del color del olivo, siempre suave y casi sin imperfecciones levanta suspiros con el más mínimo roce. Sus pechos, pequeños pero perfectos, de esos que caben en una mano, con sus pezones sobresaliendo persistentes a pesar de los corpiños, siempre vestidos y exaltados en las blusas y remeras que siempre elegía con dedicación, hacían que la mirada fuese de sus ojos a ellos, y de nuevo a sus ojos: profundos, grandes y de un curioso color miel. Podrías nadar en ellos. Jamás nos dijimos palabra alguna que comprometiese nuestra amistad, pero, al menos de mi parte, el deseo estaba.
Aquella noche llegó, no sin hacerse esperar con ansias. Quedamos en que la esperaría en un local donde podríamos tomar unos tragos y luego cenar.
Sentado de cara a la puerta de calle al fín la veo entrar. El corazón se acelera mientras una corriente eléctrica baja por mi espalda erizándome cada centímetro de piel. Su pelo, como lo recordaba, enmarcaba su rostro cuidadosamente maquillado, sus enormes ojos me encontraron contemplando su perfecto cuerpo vestido por una camisa negra, suelta en el abdómen, para terminar en una pollera estrecha, que se pegaban a sus perfectos muslos y resaltaba sus lìneas; sus piernas en altas medias negras, terminaban en unos elegantes y sencillos zapatos de tacón negros. Subo la mirada para encontrarme con sus labios carnosos, pintados de un intenso color rojo, que tantas veces me sorprendí imaginándome besándolos. Creo que me congelo mientras ella se acerca con esa marcha hipnotizante y seductora. Al besarnos en la mejilla siento su perfume dulce y cálido que me eriza la piel. Nos sentamos y nuestra velada comienza.
A medida que pasa la noche, los vasos se amontonan en la mesa y su mirada se hace más profunda. Terminamos la cena sin acontecimientos importantes, y luego de una sobremesa me ofrezco a llevarla a su casa. Al salir del local me toma por el brazo y caminamos buscando un taxi. Su accionar me tomó por sorpresa y siento que un calor nace entre los dos. Ella me hace preguntas sobre mi antigua novia, algo de lo no traje a colación por lo que me provocaría, pero noto como se ciñe más a mi brazo cuando le digo que ya no era mi novia, que la conexión se había perdido hace rato y, tal vez empujado por los tragos, que nuestra vida sexual había decaído mucho en los últimos meses. Al mencionar eso ella me mira y casi en voz baja me dice que`es una lástima que eso haya pasado. Nos llevó un buen rato encontrar un taxi disponible, por lo que anduvimos largo rato caminando hasta finalmente hallar uno.
Al llegar a su puerta me bajo para acompañarla, despido al taxi ya que yo vivo cerca de su casa. Ya en su puerta me dice que la pasó muy bien, yo también, que espera que lo repitamos pronto ya que hacía bastante que no se sentía tan bien acompañada. Me despido con un beso en su mejilla, pero ella me retiene, para sorpresa mía, con una mano en mi nuca y la otra sobre mi brazo, para mirarme muy fijamente a los ojos y decirme en un susurro "con nosotros no decaería jamás" acto seguido, me besa tan apasionadamente que casi caigo sobre mis espaldas, le regreso el beso por lo que ella se aprieta más a mí, trato de retirar mi cadera para que no sienta la erección que estaba creciendo, a lo que ella responde pasando su brazo del mío a mi cintura para apretarse más a ella. Al separarnos nos miramos, no bastó nada más para hacer señas al taxi que estaba dando un giro en U. Nadie dijo nada, nos sentamos, di la dirección y partimos.
Durante el viaje no nos dijimos palabra alguna. Ella coloca una mano sobre mi muslo, lo que me hace mirarla. Elle se muerde el labio inferior bajando la mirada a mi bulto que comienza a aumentar nuevamente, moviendo su mano hacia él para comenzar a acariciarlo. Llegamos al hotel, pedimos una habitación y casi que corrimos al ascensor. Cuando nos metimos la empujo contra una de las paredes para alzarla de modo que me rodea con sus largas piernas, para fundirnos en otro beso apasionado, caliente. Sintiendo como nuestras respiraciones se aceleran con cada caricia, ella a mi nuca, yo bajando por su espalda hacia su cola, tan firme y bien contenida en esa pollera. Beso su cuello provocándole un largo jadeo que hace que eche la cabeza hacia atrás.
Ya en la habitación, cierro la puerta y el pequeño corredor que lleva a la cama, la tomo en mis brazos para llevarla. Una sola mirada basta para saber lo que está por venir.
Sacádose los zapatos, me empuja para caer sobre la cama. Ella se sube a mí, haciendo que su pollera se ciña aún más a sus muslos, mientras se desabrocha, con admirable sensualidad, los botones de su camisa. Le suelto el corpiño, dejando que sus pechos pendan suaves y erguidos, casi llamándome. Me siento para besarlos. Tenerlos al fin en mi boca nos produce tanto placer, que hizo que nos separemos con violencia. Ella me pone de pie, para bajarse el cierre lateral de la falda, acto seguido desprende mi camisa casi a tirones y casi en un segundo me deja completamente desnudo. Mi miembro erecto recibe el toque de sus suaves manos haciendo que se estremezca más aún. Comienza a tocarlo, de arriba a abajo, acaricia mis huevos con dulzura y cierto matiz de arrebato. Me mira a los ojos y veo como ella también se enciende. Mi mano busca su cola less y al encontrarla noto lo mojada y caliente que tiene. Ella me retira la mano de golpe, para mirarme y decirme que es lo que ella estaba esperando que hiciéramos desde que nos encontramos en el local. Sin apartar la mirada de mis ojos escupe un hilo de saliva que lentamente cae hasta mi pija, dura y tersa. Comienza a masturbarme cada vez más fuerte mientras ella baja hasta sentarse en sus talones, para meter mi miembro en su boca. Su lengua recorrió cada centímetro, desde la punta que se había puesto de un color rojo intenso, llena de calor; hasta llegar a la base para después intentar rodearla desde un costado hasta llegas¡r de nuevo a la punta. En ese momento comienza un vaivén con su casa, metiéndose mi miembro erecto cada vez más a dentro, cada vez más rápido. Podía sentir su campanilla chocando contra mi glande. Se despega de ella, mi miembro lleno de su saliva, y su boca con un hilo de salida que caía a un costado, levanta la mirada y lentamente se acerca a mis huevos mientras comienza a hacerme una paja, primero despacio pero aumentando la velocidad con cada embestida de su mano; se mete mis huevos en su boca y con su lengua hace un movimiento circular en la base de ellos, haciendo que mi pija se ponga más tensa, si es que era posible. Miraba esos ojos lascivos, emanaban fuego, y ella seguía, vuelve a mi pija dispuesta a metérsela a toda, donde diera. Y así fue, con algunas arcadas llego a su garganta, su lengua acariciaba la base y yo acabé, llenándole la boca de espeso semen, caliente, dulce y ácido a la vez, como ella me lo describe. Veo como traga y se limpia un poco de mi líquido que asomó por su comisura izquierda, a la vez que sube hasta que nuestras bocas se encuentran. Nos besamos y siento la necesidad de besarla a toda.
Le alzo por sobre mi cintura y la llevo a la cama. Comienzo a besarla, primero en la boca, siguiendo por su cuello, ese aroma que resulta de la transpiración y su perfume me enciende una vez más. Un jadeo tibio de mi boca sobre su cuello le provoca un estremecimiento que le eriza la piel. Sigo bajando, llego a sus pechos, suaves y de pezones erectos. Los tomo entre mis manos, para que mientras con mi boca chupo y juego con mi lengua con su pezón, con mi pulgar de mi mano libre hago círculos alrededor del otro, previo de empaparlo de su saliva. Sus caderas se elevan, invitándome a seguir bajando, por lo que sigo por su costado con mis besos y me detengo en su ombligo, dándole pequeños besos, pequeños juegos con mi lengua, anticipándome al sexo que le voy a dar. Ella eleva su pelvis una vez más, eléctricas y vibrantes. Acaricio sus muslos lentamente desde detrás de las rodillas, hacia arriba pasando mis manos por debajo de su cola less negra, apretándole las nalgas a mi paso, dándole suaves arañazos, dejando un leve rastro de mi paso por ellas, mientra cada vez me acerco a su sexo desde su ombligo. Le saco su ropa interior casi de un tirón y queda al descubierto su conchita. Solo en sueños la había visto, pero esa vez estaba allí, cuidadosamente depilada. Cierra tímidamente las piernas, timidez desmentida al mirar la forma en la que me mira y cómo se muerde el labio inferior. Se las abro muy lentamente, con mi mirada la recorro entera por última vez, para luego poner mi cara entre sus piernas.
Primero le doy suaves besitos alrededor de sus labios, aún sin adentrarme demasiado. Subo a su clítoris, al que coloca entre mis labios y comienzo a chupar suavemente, con pequeños juegos de mi lengua, haciendo pequeños círculos, presionando con fuerza gentil, observando cómo su pecho se acelera con cada lambida. En mi mentón siento su líquido caliente. Ya no aguanto más, y pasando mis brazos por debajo de sus muslos elevando su pelvis, hundo mi boca entera dentro de ella, a lo que ella responde con un largo jadeo y un apretón a las sábanas a los costados. Mi lengua se adentra dentro de ella, trayendo cada gota de su pasión dentro de mi boca. A mí en lo personal me encanta el sabor que tiene la conchita de una mujer. Los saboreo, me tomo mi tiempo haciéndole saber cuánto me gusta. Juego en su clítoris, presionando con mis labios levemente, para comenzar a subir por su vientre tenso por las contracciones del placer. Tomo su pierna derecha y besándola la llevo por encima de mi hombro, enfilo mi pene erecto una vez más hacia su conchita húmeda, deseosos los dos de que al fin la penetre. Comienzo lentamente, metiendo el glande, y allí, sensibles los dos, comienzo un leve vaivén sin meterlo demasiado, disfrutando de su estrechez, de verla cómo me mira pasándome una mano por detrás de mi cuello y otra acariciando mis nalgas. Mis embestidas aumentan de ritmo mientras siento que su conchita se va dilatando para recibirme entero. En una sacudida ahogamos un grito, y por fin tengo mi pija toda dentro de ella. Cojemos salvajemente, sus gemidos aumentan y su presión sobre mí también. Ella eleva sus caderas pidiendo más, más fuerte. En un solo movimiento la coloco de espaldas a mí, apoyada sobre sus codos y rodillas, sin despegarnos, tomo su cabello trayéndola hacia mí, curvando su espalda, con mi pija bien dentro de ella le beso el cuello, a lo que ella responde con un largo gemido, seguido de un beso que me planta lleno de pasión. Ella baja su cabeza, llevando sus pechos a la cama y con ambas manos se separa la cola, dejándome ver su hermoso asterisco, con el que comienza a jugar con un dedo mojado de mi saliva. Yo tomo sus caderas y me adentro cada vez más en ella. Con más fuerza. Nuestras pieles chocan, mis huevos contra su clítoris. El orgasmo es inminente y explotamos juntos en un delirio de placer, yo derramando mi leche caliente sobre su espalda.
La verdad que quedamos rendidos. No nos dijimos nada, solo quedamos acostados, mirándonos, acariciando nuestro sudor, mezclándolo con la saliva de nuestros nuevos besos. Pero ya nos tenemos que despedir. Verla vestirse, con sus prendas que tanto me gustan, hacen que comience a aparecer una pequeña erección. Ya listos los dos, conseguimos un taxi y de camino a su casa comenzamos a hacer planes para un próximo encuentro.
Cuando llegamos, Se despide con un beso en los labios y con una mano sobre mi entrepierna.
Si llegaste hasta acá y creés que vale la pena, compartilo!!
5 comentarios - La primera de muchas