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Con una pequeña ayuda del cielo...

Esta historia nunca ocurrió, fue un sueño erótico.

Sucedió hace mucho tiempo atrás. En un pasado anterior al nuestro, los humanos aún convivían con la existencia de los dioses, a los cuales respetaban, adoraban, oían y temían en otros casos. Las vidas se construían de trabajo diario (duro, por cierto) y una educación limitada, pero no porque fuese para los pudientes. Ésta se limitaba a determinadas zonas geográficas, donde las clases altas, medias y bajas estudiaban gratuitamente. Esa educación les garantizaba una cultura buena (de la poca que había) y aprendían el concepto de “sociedad”, la tolerancia y el respeto al prójimo. El pueblito era lindante con la costa del mar, un paisaje bello pero inestable en invierno, donde la preocupación de los pobladores era la intensidad de las lluvias. Los de arriba siempre respondieron a pedidos, y cada vez que este frecuente fenómeno se daba, las personas se aglutinaban en el centro para orar. Cuando el frío y el cielo podrido quedaban atrás, vivir aquí era una bendición. La juventud era igual de tranquila que los demás. Ellos se reunían en otro punto de encuentro además de los institutos: el centro comunitario, donde se realizaban bailes, cenas, y clases abiertas extendidas de los contenidos vistos en sus respectivos grados. Los noviazgos asomaban, y no le sucedía a la franja etaria en su conjunto. Una porción reducida afirmaba haber tenido una relación amorosa, a pesar de que ésta haya sido breve. Con esto, también surgía la necesidad de informar sobre los riesgos de una relación sexual, debido a que no existía protección, y era probable que de esos apuros, naciera una nueva vida. Lo único que podía evitar la gravidez era una oración extensa, que al igual que otras, siempre era atendida por los supremos. Ellos siempre hacían caso, y los mortales estaban agradecidos. El primitivo departamento de Salud elaboró una mínima encuesta a base de 100 situaciones (población total menor a 25 años), y consideró así que el 75% de los entrevistados consumó el acto. Casos de embarazo sólo se dieron en 5 oportunidades de los de este total, y en éstos la decisión de procrear fue tomada.
Para Milne todo eso no le iba a suceder. 5 casos no eran muchos, y se consideraba responsable. No le importaba seguir siendo virgen, tenía otras cosas en qué pensar. Ayudaba a sus padres en el negocio familiar, e iba a clases como el resto. Pasaba el día leyendo, memorizando, repitiendo lo que veía, y disfrutaba andar por la costa, poner los pies en la arena y rodar por la pendiente. Sumergirse hasta el fondo lo aterraba, y con ayuda de sus amigos apenas podía alejarse hasta 10 metros de la playa. Este lugar era como otro centro comunitario, siempre se encontraba a conocidos, y no había nada más que sonrisas.
Una semana después, llegaría el momento que le cambiaría el pensamiento. Festejaron sus 18 años en el centro, y se sintió querido. Agradeció, se le salieron algunas lágrimas y convocó a un gran baile. La mayoría de edad le sentaba bien, pero su juventud empezaba a declinar. Prometió aprovechar hasta los 25, y hacer todo lo que cualquiera en su momento hace. Una sorpresa le llegó casi como un vendaval al par de días de esa fiesta. Estaba ordenando la habitación, y una nube cargada de polvo espumoso apareció súbitamente. Se agarró el corazón por el susto, y recordó que sus padres estaban en el negocio. La nube desapareció, y la espuma se disipó lentamente. Detrás de ella había una chica, que desconocía. Trató de disimular la sorpresa, pues los ojos se le estaban yendo para cualquier parte.

Milne: - ¿Quién eres?
Marla: - Te lo diré. No me conoces porque no me has visto. La explicación de mi llegada es extraña. Calibré la energía para aterrizar en un lugar que tiene otro tipo de corriente. En fin, de donde vengo, todo es distinto.
Milne: - Y entonces, ¿quién eres y de dónde vienes?
Marla: - Vengo del paraíso, del cielo. El lugar ideal, aunque esta bonita isla no está mal. (serena)
Milne: - ¡Otra vez están bajando! No puede ser. Creo que hace años que no bajan. ¿Por qué bajan? Esto es sobrenatural. (exaltado)
Marla: - ¿Sobrenatural dices? Eres muy joven para recordar que antes los dioses pasaban mucho más tiempo en la Tierra que en el cielo. Algunos asuntos derivaron en que sus pedidos sean resueltos desde allá. Pero no los hemos abandonado.
Milne: - Sé que me dices la verdad. Pudieron evitar las lluvias de julio desde que tengo uso de razón.
Marla: - La gente sigue creyendo en nosotros, pero no es como solía. Lo hicimos porque los creamos a nuestra imagen y semejanza, y porque queremos que la vida humana no se termine nunca.
Milne: - ¿Tú no eres una chica común?
Marla: - Como poder, puedo serlo. Pero estoy arriba. Soy una deidad, como otros tantos miles que allí hay.
Milne: - ¿Para qué bajas?
Marla: - Necesito hablarte de algo importante. Hay una tradición que les hemos impuesto. No sé si lo sabes…
Milne: - No entiendo.
Marla: - Tiene que ver con la vida… ¿No te suena familiar?
Milne: - Estoy ayudando a mis padres en su trabajo. O sea que tengo un “empleo”. ¿Te refieres a lo laboral?
Marla: - No. Creo que no te lo han dicho.
Milne: - ¿A qué?
Marla: - Bueno… Es un poco difícil de explicar, pero… lo diré. Me dijeron los del departamento de Salud que hubo unos bebés que nacieron. Dicen que son benditos hace dos meses, pero que no toda la población de adolescentes perdió la virginidad. Hay un 25% que no lo hizo.
Milne: - Leí acerca de eso, y lo hablé con mis compañeros en la escuela. Deben ser preliminares, o a lo mejor no están listos. Estos son los primeros datos de la historia… (nervioso)
Marla: - ¿Te sucede algo? Tus hoyuelos están rojos. ¿Estás bien?
Milne: - Muy bien, siempre lo estoy. (más nervioso, pero quiere dar a entender que no lo está)
Marla: - Las entrevistas no fueron anónimas.
Milne: - Lo sé.
Marla: - Y ese 25% es de los que se negaron a contestar. No has respondido a la encuesta. (artera)
Milne: - No lo hice, porque me interesa poco y nada saber quién la perdió y quién no. ¿Por qué se debería de perder? Uno sigue siendo persona después de todo. (colorado)
Marla: - Nadie duda de la condición de persona, pero hablas del sexo con desesperanza. ¿Le temes, verdad?
Milne: - No, pero no quiero tenerlo. Además, no sé por qué hablo estas cosas contigo. Ni te conozco. Sólo sé que vienes de arriba.
Marla: - Tienes miedo, demasiado. ¿Te has enamorado alguna vez?
Milne: - Sí, pero no tuve novia nunca. Y nunca quise hacer otras cosas.
Marla: - No tienes por qué enamorarte para sentir deseo. Retornando al asunto de la condición de persona que recién mencionabas, todos, los dioses y los humanos, se diferencian por sus acciones, y entre géneros, por sus genitales. Tenemos genitales no sólo para expulsar nuestros desechos, sino también para conseguir placer.
Milne: - No me hables de estas cosas, por favor. Me dan vergüenza. (aturdido)
Marla: - Eso es porque tienes miedo. Tienes miedo, tienes miedo, tienes miedo… (canta para cargarlo)
Milne: - Detente un poco, por favor. No me tortures más. (con los ojos llorosos)
Marla: - ¿A qué le tienes miedo? ¿A hablarlo o a hacerlo? ¿Tienes miedo de hablarlo con una mujer? (con la mirada fija en los ojos de él)
Milne: - Me incomodas, por favor, dime para qué has venido. (llorando)
Marla: - Fíjate todas las vueltas que tuve que dar para llegar al asunto. No te tienes que largar a llorar por algo de la vida, absolutamente normal. Ya eres grande y debes saber sobre estas cosas. Sé concreto, ¿qué te da miedo?
Milne: - Todo. El hecho de que me estén mirando es el principal. Que no salga bien, que no rinda como se esperaba, y estoy doblemente perjudicado porque nunca estuve con nadie. Le temo a la desnudez. (agitado)
Marla: - ¿A la tuya?
Milne: - Sí. (casi ahogándose por las lágrimas)
Marla: - Por favor… Nos vieron a todos, a mí, a ti. Tus padres te vieron cuando naciste, te dieron baños, te vistieron, y tu familia también te vio. Es un pecado el desnudo, ¿no? (desafiante)
Milne: - No sé si me parece bueno. (nervioso, pero algo más tranquilo)
Marla: - Nosotros somos esto, y necesitamos esas prendas como una protección. No nos podemos ocultar. ¿Prefieres salir a matar antes que aceptarte como eres?
Milne: - Nunca mataría, pero me acepto como soy. Y no quiero que me vea nadie, temo que se burlen, o que mi imagen permanezca en sus mentes. (rostro hinchado, y relajado)
Marla: - Debes haber fantaseado alguna vez con una mujer desnuda. Le pasa a todos. No estás seguro contigo mismo. (clara)
Milne: - Prefiero terminar con esta charla. ¿Por qué vienes a preguntarme todo eso?
¿Qué tanto le preocupa a los dioses la cantidad de vírgenes?
Marla: - Creemos que cada persona debe haber tenido, por lo menos, una relación sexual en toda su vida, y que el momento ideal sería entre los 16 y los 19 años. El trabajar complica y retrasa la vida sexual de la población.
Milne: - No puede ser posible… (se agarra la cabeza) ¿Y qué más?
Marla: - Lo que debo decirte es que… (dubitativa) Hubo veces en que los dioses ayudaron a quienes no pudieron consumar el acto para que lo concreten. Nunca se dejó de hacer. Y como ya estás cerca del límite de edad, es una situación de alarma.
Milne: - ¿Pero qué cosas dices? No… No… No… No… No… (grita)
Marla: - Te vas a sentir mejor que ahora.
Milne: - ¿Hablas en serio? No voy a hacerlo, es una locura. (sigue gritando)
Marla: - Piénsalo. Volveré en un par de días. Trata de elaborar una respuesta. Adiós.

Milne toma sus prendas, se las quita, y comienza a llorar dentro de la bañera. El agua lo seda progresivamente, pero la interrogación le carcome su existir. No puede creer semejante proposición, y tras un rato allí dentro, se sienta a la mesa para cenar. No lo comentó con nadie, pero hizo una referencia indirecta cuando preguntó esto a sus amigos. Ellos respondieron que aceptarían, y sus amigas también aceptaron, ya que los dioses eran muy buenos mozos, fuertes y atractivos. Tenía la mente reventada por las dudas, y pasó un mes hasta que Marla volvió. Creyó que no lo perseguiría más, pero cuando menos se lo esperó, apareció. Su principal identificador de incomodidad se activó: los hoyuelos colorados. Con ese signo, ella entendió que la negociación tendría que proseguir.

Marla: - Agradécenos por darte más tiempo para pensar. (casi amenazante)
Milne: - No sé si deba. (intenta desafiar)
Marla: - ¿Qué harás? ¿Aceptas o no?
Milne: - No. No acepto porque no estoy capacitado para enfrentar una situación como esta.
Marla: - Parece que ni tus amigos te pueden convencer, ¿eh?
Milne: - ¿Mis amigos? ¿De qué hablas?
Marla: - Ellos te dijeron que aceptarían la propuesta de una deidad. Son muy pocos los que se niegan, como tú. (respuesta que da en el blanco)
Milne: - ¿Quién te lo dijo?
Marla: - Nadie. Se oye todo y se ve todo desde el cielo. Por eso somos mandamases, y tenemos demasiada belleza.
Milne: - ¿Por qué quieres que te diga que sí?
Marla: - Para que termines con tu vida aburrida, hombre. Necesitas una alegría de vez en cuando.
Milne: - Soy alegre, tengo una familia, amigos, trabajo, educación, diversión. No me falta nada, y eso que somos una clase mediana.
Marla: - Pero el erotismo quiere ingresar del todo a tu mente y no lo dejas. ¿Crees que viviendo masturbándote por el resto de tus días te hará feliz? Que tendrás placer, seguro, pero que vas a extrañar hacerlo con otra persona no me lo puedes negar.
Milne: - Déjame en paz. ¿Por qué sigues espiándome?
Marla: - Porque tengo razón. Sé que te das placer, y podrás continuar con eso, pero tienes que probar otras formas.
Milne: - No voy a probar nada.
Marla: - No te va a durar mucho. (con un hechizo hace desaparecer las prendas de él para dejarlo desnudo)
Milne: - ¿Dónde está mi ropa? ¿Qué me has hecho? (intenta cubrirse la ingle con las manos)
Marla: - Por un momento suspenderé la circulación de sangre en tus brazos, así que no los sentirás. No me puedes ocultar nada. Conozco el cuerpo humano en todas sus formas. (lo lleva hasta la cama y lo mete adentro)
Milne: - Devuélveme la movilidad, por favor te lo pido. No me hagas más esto. (desesperado).
Marla: - No te la voy a sacar de por vida. (se la devuelve) Ahora, haz como que no los tienes. Ponlos tras tu espalda.
Milne: - Está bien. (resignado)
Marla: - Creo que te voy a estar evaluando. ¿Me oíste?
Milne: - Sí, señorita.
Marla: - Puedes ser cariñoso si quieres. Sin usar los brazos, acércate a mí. (ella se sienta sobre el abdomen de él, mientras él la besa sin dudar)
Milne: - No parece tan malo.
Marla: - Te lo dije. No hay mortal que no haya querido no probar el cuerpo de una divinidad. No se resisten a nuestro atractivo. Nos desean en silencio.
Milne: - Creo que tienes razón.

Con sus brazos ya funcionando desde algunas horas, él la abrazó y se siguió rindiendo ante la beldad de ella. Las manos estaban firmes en la espalda, muy suave, y no pudo despegarse. Quizás la negó tanto que ahora se sentía culpable por haber rezongado en tantas oportunidades. Lo más que pudo hacer es quedarse y seguir compartiendo la velada. Era un dependiente de la dermis de esta bellísima diosa, y ella tampoco quería dejarlo ir. Todos los temores se tornaron inexistentes, y él le juró un aprecio eterno. Había sido parte del 25% que obvió su “felicidad”, pero ahora su vida tenía un condimento adicional. Las palabras de Marla no eran erróneas. Ella decía que conoce al cuerpo humano en todas sus formas, y una de ellas es la mente, tan importante como la forma física.

2 comentarios - Con una pequeña ayuda del cielo...

Lady_GodivaII
Muy original historia, y coincido con la reflexión final
mdqpablo
muy buen relato y muy cierto el final , todo comienza en la mente , los ratones, fantasias y deseos , van pts