Esta una una típica fantasia q en algum momento rondo x mi cabeza:
Perdida en algun lugar intentando encontrar una parada de omnibus, comienzo a caminar y a preguntar en donde la puedo encontrar.
A los primeros que pregunto no tenían ni idea. Ya estaba lamentando no haberle preguntado al chofer por donde volvía. En eso, veo a un albañil revocando una pared en el fondo de un terreno. Lo llamo pero parece no escucharme. Me acerco y entonces veo a tres obreros más. Al verme dejan lo que están haciendo y me miran en una forma que… bueno, me calentaba. Me desnudaban con la mirada los tipos.
Eh… perdón, ¿Dónde puedo tomar la línea X?- les pregunté.
No sabían, pero en lo que tardaron en contestar, uno de ellos, un morocho que parecía un ropero de grande que era, se toca sin disimulo alguno el paquete. Igual les di las gracias y huí por la tangente.
Finalmente averiguo en un kiosco en donde podía tomar el bendito ómnibus, pero... quedé caliente con esos obreros. Al sentarme sentí como se me había humedecido la ropa interior, e intuía que si me movía un poco en el asiento iba a terminar teniendo un orgasmo en pleno trayecto. Lástima que el bus iba vacío pensé porque de lo contrario podría aprovechar para que alguien me apoyara, pero ni eso. Confieso q esto me da morbo.
Lleguo a casa, me desvestí y en ropa interior me metí en la cama, y no a dormir precisamente. Cerré los ojos y deje que una de mis manos se deslizara por entre mis piernas. Con mis dedos aparté la tanguita y aprisioné el clítoris, el cuál sobresalía hinchado y endurecido. Me imaginé entonces que en vez de huir de esa obra en construcción, me quedaba. Las miradas de esos albañiles me atraían irresistiblemente.
Caminaba por sobre los cascotes con mis tacos, ansiosa por adentrarme en ese infierno. Aquel morocho enorme, que parecía un ropero, era quién me recibía. Con una mano seguía frotándose el paquete mientras que con la otra me agarraba fuertemente y me llevaba para el fondo.
Allí, entre el polvo, las bolsas de cemento, y las herramientas, me cercaban entre todos, impidiendo mi escapatoria, la cual yo tampoco quería.
Entre los cuatro empezaron a franelearme, tocándome en especial las tetas y el culo, aunque también pude sentir una tremenda mano entre mis piernas, en realidad era la mía, la que en ese momento comenzaba a estimularme en la forma correcta, aunque en mi fantasía, se trataba de la mano de uno de ellos. No sé de cual, la de cualquiera era bienvenida. Entre dos me sacaron el top y me arrancaron el niocorpi, dejando mis tetas al descubierto.
De uno y otro lado comenzaron a chupármelos, en forma fuerte y casi brutal, a la vez que alguien más se ocupaba de desabrocharme el pantalón. Me lo bajaron de un tirón, por atrás me agarraron las nalgas, por adelante me olfateaban la conchita, las manos seguían recorriéndome, pellizcándome, haciéndome sentir esa aspereza tan propia de hombres de su clase. Entonces siento que una mano se apoya sobre mi cabeza y comienza a empujar hacia abajo, no puedo resistirme, caigo de rodillas, quedo así enfrentada con cuatro… si… ¡cuatro! impresionantes porongas bien venosas y palpitantes. Empiezo a chuparlas de a una, pasando de pija en pija, comiéndomelas sin resistencia alguna, pese a que se trata de unos pedazos por demás importantes.
Chupo, chupo y sigo chupando, les como los huevos, después sigo, mamando con avidez, sin parar, masticando a uno y otro, sintiendo como un caldito espeso se va formando en mi paladar, lo escupo y sigo, no me detengo, el morocho me agarra la cabeza con las dos manos y de un fuerte envión me la hace comer hasta los pelos. Siento que me ahogo con toda esa carne atravesada en mi boca. Siento que me ahogo, que no puedo respirar,
hasta me da la sensación de estar poniéndome morada, pero no me la saca, incluso sigue empujando más adentro todavía, como si quisiera meterme las bolas también… llega hasta el límite, casi hasta la asfixia, y me la saca, los demás hacen lo mismo, me hacen atragantar con sus respectivos pedazos.
De vez en cuando me aparto para toser y recuperar el aliento, pero apenas me dan unos segundos para recuperar, así como estoy, todavía sofocada, me tienden de espalda sobre unas bolsas de cemento vacías que armaron a modo de cama, me abren de piernas y cada cual a su turno empiezan a cogerme, el morocho primero, clavándomela con insistencia, en forma agresiva, como si pretendiera masacrarme y no dejarle nada a sus amigos.
Después siguen los otros, también agresivos, irascibles, me cogen con todo, como si se tratara de una violación pese a que estoy ahí con ellos por decisión propia.
Mis dedos se hunden aún más en mi intimidad. Me abro toda para mí misma, mientras imagino que son las vergas de esos obreros las que me perforan una y otra vez, incansablemente.
En cuatro me destrozan. Siento que las piernas no me dan más, y que las rodillas se me lastiman a causa de las piedras que traspasan las bolsas de cemento. Me tienen ahí, bien sujeta, bombeándome con una energía impresionante, mandándome verga y más verga, sin interrupción, llenándome toda, hasta lo más profundo. Siento cada embestida con un mazazo, fuerte y estrepitoso que repercute en mi cabeza. Me agarran de los pelos y me cabalgan como si fuera una yegua, me dan a morir, sin darme ni un segundo de respiro.
También mi culito sufre los arrebatos de esa horda descontrolada de machos alzados. Me lo perforan con fuerza, decididos a reventármelo.
Mientras con una mano sigo recorriendo mi intimidad, con la otra empiezo a hurgar mi culito, me meto un dedo y luego dos, tratando de imaginar las reales sensaciones de aquello que estoy fantaseando.
En mi fantasía estoy toda rota y deshecha, perforada por todos mis orificios, la piel impregnada con un fuerte aroma a sexo y lujuria.
Ahora estoy de nuevo de rodillas, rodeada por ese racimo de vergas bien duras y palpitantes, los cuatro se pajean mientras yo espero ansiosa, con la boca abierta, y sosteniéndome las tetas como si fuera una bandeja.
Puedo escuchar sus jadeos, que son los míos propios, y entonces… un guascazo tras otro sale disparado sobre mí, me llenan la boca y me empapan las tetas con una deliciosa y salobre pegajosidad. Me trago todo, no dejo escapar ni una sola gota, nada de nada, todo va a parar a mi paladar, y lo que me regó los pechos, lo junto y me lo trago también, saboreándolo con gustosa avidez. El orgasmo de ellos es mi orgasmo. Alcanzo a disfrutar y a relajarme, saco los dedos húmedos de mi interior, los llevo a mi boca y me los chupo, los saboreo como si se tratara del semen de esos obreros.
Lo que se perdieron esos tipos, pienso. Pero enseguida me rectifico: ¡Lo que me perdí yo por no animarme!
Perdida en algun lugar intentando encontrar una parada de omnibus, comienzo a caminar y a preguntar en donde la puedo encontrar.
A los primeros que pregunto no tenían ni idea. Ya estaba lamentando no haberle preguntado al chofer por donde volvía. En eso, veo a un albañil revocando una pared en el fondo de un terreno. Lo llamo pero parece no escucharme. Me acerco y entonces veo a tres obreros más. Al verme dejan lo que están haciendo y me miran en una forma que… bueno, me calentaba. Me desnudaban con la mirada los tipos.
Eh… perdón, ¿Dónde puedo tomar la línea X?- les pregunté.
No sabían, pero en lo que tardaron en contestar, uno de ellos, un morocho que parecía un ropero de grande que era, se toca sin disimulo alguno el paquete. Igual les di las gracias y huí por la tangente.
Finalmente averiguo en un kiosco en donde podía tomar el bendito ómnibus, pero... quedé caliente con esos obreros. Al sentarme sentí como se me había humedecido la ropa interior, e intuía que si me movía un poco en el asiento iba a terminar teniendo un orgasmo en pleno trayecto. Lástima que el bus iba vacío pensé porque de lo contrario podría aprovechar para que alguien me apoyara, pero ni eso. Confieso q esto me da morbo.
Lleguo a casa, me desvestí y en ropa interior me metí en la cama, y no a dormir precisamente. Cerré los ojos y deje que una de mis manos se deslizara por entre mis piernas. Con mis dedos aparté la tanguita y aprisioné el clítoris, el cuál sobresalía hinchado y endurecido. Me imaginé entonces que en vez de huir de esa obra en construcción, me quedaba. Las miradas de esos albañiles me atraían irresistiblemente.
Caminaba por sobre los cascotes con mis tacos, ansiosa por adentrarme en ese infierno. Aquel morocho enorme, que parecía un ropero, era quién me recibía. Con una mano seguía frotándose el paquete mientras que con la otra me agarraba fuertemente y me llevaba para el fondo.
Allí, entre el polvo, las bolsas de cemento, y las herramientas, me cercaban entre todos, impidiendo mi escapatoria, la cual yo tampoco quería.
Entre los cuatro empezaron a franelearme, tocándome en especial las tetas y el culo, aunque también pude sentir una tremenda mano entre mis piernas, en realidad era la mía, la que en ese momento comenzaba a estimularme en la forma correcta, aunque en mi fantasía, se trataba de la mano de uno de ellos. No sé de cual, la de cualquiera era bienvenida. Entre dos me sacaron el top y me arrancaron el niocorpi, dejando mis tetas al descubierto.
De uno y otro lado comenzaron a chupármelos, en forma fuerte y casi brutal, a la vez que alguien más se ocupaba de desabrocharme el pantalón. Me lo bajaron de un tirón, por atrás me agarraron las nalgas, por adelante me olfateaban la conchita, las manos seguían recorriéndome, pellizcándome, haciéndome sentir esa aspereza tan propia de hombres de su clase. Entonces siento que una mano se apoya sobre mi cabeza y comienza a empujar hacia abajo, no puedo resistirme, caigo de rodillas, quedo así enfrentada con cuatro… si… ¡cuatro! impresionantes porongas bien venosas y palpitantes. Empiezo a chuparlas de a una, pasando de pija en pija, comiéndomelas sin resistencia alguna, pese a que se trata de unos pedazos por demás importantes.
Chupo, chupo y sigo chupando, les como los huevos, después sigo, mamando con avidez, sin parar, masticando a uno y otro, sintiendo como un caldito espeso se va formando en mi paladar, lo escupo y sigo, no me detengo, el morocho me agarra la cabeza con las dos manos y de un fuerte envión me la hace comer hasta los pelos. Siento que me ahogo con toda esa carne atravesada en mi boca. Siento que me ahogo, que no puedo respirar,
hasta me da la sensación de estar poniéndome morada, pero no me la saca, incluso sigue empujando más adentro todavía, como si quisiera meterme las bolas también… llega hasta el límite, casi hasta la asfixia, y me la saca, los demás hacen lo mismo, me hacen atragantar con sus respectivos pedazos.
De vez en cuando me aparto para toser y recuperar el aliento, pero apenas me dan unos segundos para recuperar, así como estoy, todavía sofocada, me tienden de espalda sobre unas bolsas de cemento vacías que armaron a modo de cama, me abren de piernas y cada cual a su turno empiezan a cogerme, el morocho primero, clavándomela con insistencia, en forma agresiva, como si pretendiera masacrarme y no dejarle nada a sus amigos.
Después siguen los otros, también agresivos, irascibles, me cogen con todo, como si se tratara de una violación pese a que estoy ahí con ellos por decisión propia.
Mis dedos se hunden aún más en mi intimidad. Me abro toda para mí misma, mientras imagino que son las vergas de esos obreros las que me perforan una y otra vez, incansablemente.
En cuatro me destrozan. Siento que las piernas no me dan más, y que las rodillas se me lastiman a causa de las piedras que traspasan las bolsas de cemento. Me tienen ahí, bien sujeta, bombeándome con una energía impresionante, mandándome verga y más verga, sin interrupción, llenándome toda, hasta lo más profundo. Siento cada embestida con un mazazo, fuerte y estrepitoso que repercute en mi cabeza. Me agarran de los pelos y me cabalgan como si fuera una yegua, me dan a morir, sin darme ni un segundo de respiro.
También mi culito sufre los arrebatos de esa horda descontrolada de machos alzados. Me lo perforan con fuerza, decididos a reventármelo.
Mientras con una mano sigo recorriendo mi intimidad, con la otra empiezo a hurgar mi culito, me meto un dedo y luego dos, tratando de imaginar las reales sensaciones de aquello que estoy fantaseando.
En mi fantasía estoy toda rota y deshecha, perforada por todos mis orificios, la piel impregnada con un fuerte aroma a sexo y lujuria.
Ahora estoy de nuevo de rodillas, rodeada por ese racimo de vergas bien duras y palpitantes, los cuatro se pajean mientras yo espero ansiosa, con la boca abierta, y sosteniéndome las tetas como si fuera una bandeja.
Puedo escuchar sus jadeos, que son los míos propios, y entonces… un guascazo tras otro sale disparado sobre mí, me llenan la boca y me empapan las tetas con una deliciosa y salobre pegajosidad. Me trago todo, no dejo escapar ni una sola gota, nada de nada, todo va a parar a mi paladar, y lo que me regó los pechos, lo junto y me lo trago también, saboreándolo con gustosa avidez. El orgasmo de ellos es mi orgasmo. Alcanzo a disfrutar y a relajarme, saco los dedos húmedos de mi interior, los llevo a mi boca y me los chupo, los saboreo como si se tratara del semen de esos obreros.
Lo que se perdieron esos tipos, pienso. Pero enseguida me rectifico: ¡Lo que me perdí yo por no animarme!
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