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La abuelita Carmencita (Segunda Parte)

Continúan mis encuentros con mi veterana amante



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Eran casi las 10 de la noche, del mismo día que había follado al fin a la abuelita Carmencita. Me había duchado, perfumado tal como si fuera a una cita cualquiera. Sabía que ella esperaba mi visita en la noche, como habíamos quedado, claro que por descuido no le había pedido su teléfono. A pesar de tenerla tan cerca me hubiese gustado hablar con ella antes de llegar, cosa de hacer mi ingreso lo más rápido posible, sin que los vecinos se fueran a dar cuenta. Salí a la calle y pase caminando por fuera de su casa, sin embargo seguí de largo ya que aun había vecinos en la calle y les parecería raro que yo visitara a la abuelita tan tarde.

Estaba caliente, como perro en celo, deseando tener nuevamente las tetas de la veterana en mi boca. A lo lejos me detuve, prendí un cigarro y me quedé pacientemente a esperar que la vecina del lado que conversaba afanosamente con otra se entrara. Caminé un poco más para no elevar sospechas, apareciendo varias veces por la esquina, hasta que a la cuarta o quinta vez, veo que la vecina se había entrado. Caminé rápidamente hasta la casa, tocando el timbre, rogando que abriese lo más rápido posible. Espere unos minutos, la puerta no se abría , estuve a punto de irme , cuando abren la puerta y se asoma Carmencita. Riéndose en silencio, me dice que pase.

La salude como siempre, diciéndole que la vecina del lado no se entraba y que no quería despertar sospechas en los vecinos. Ella me agradeció, invitándome a tomar asiento. Nos sentamos en el sofá y de inmediato nos besamos. Mi mano se fue a una de sus tetas acariciándola suavemente, mientras su mano se fue directa a mi entrepierna, acariciándome la verga que ya formaba un generoso bulto dentro de mi pantalón. A pesar que nos teníamos ganas, sabíamos que teníamos todo el tiempo del mundo y ambos queríamos que el encuentro durara por un buen rato.

Besándonos y tocándonos tranquilamente, con la luz encendida, la veterana comenzó a desabrocharme el pantalón, donde yo la ayude, quedando con mi verga afuera, sintiendo su mano acariciármela suavemente, mientras nuestros besos continuaban.

Con ambas manos estiradas en el respaldo del sillón, Carmencita conversaba tranquilamente conmigo, sin dejar ni un momento de acariciármela afanosamente, alabando mi porte y dureza, planeando como tendrían que ser nuestros futuros encuentros, cosa de no despertar sospecha en los vecinos, todo esto, con mi verga en sus manos. Luego que planeamos la forma, se doblo y se la metió a la boca, dándome una suave mamada, que terminó con mis pantalones en mis tobillos y Carmencita chupándome hasta los huevos.

Con toda calma me dice que nos vayamos al cuarto para que estuviéramos más cómodos. Caminando detrás de ella, admirando ese enorme culo que pronto sería mío, entramos al cuarto y como si se tratara de su marido, la Sra. Carmencita se empieza a desvestir delante mío, como si fuese lo más natural del mundo. Una a una sus prendas fueron saliendo, al mismo tiempo que yo, al otro lado de la cama, me desvestía igual que ella. Quedando completamente desnuda, abrió la cama y se metió bajo las ropas donde yo ya la esperaba ansioso de tener nuevamente sus tetas en mi boca.

De cabeza me tire a chuparle las tetas, esas tetas que me volvían loco, devorándoselas. Carmencita se acomodó, apoyado en uno de sus brazos, como si fuera su hijo, dándome de mamar. Por un buen rato me deleite con sus grandes tetas, mientras ella me masturbaba suavemente, tomándonos todo el tiempo del mundo.

Me arrodille al lado de su cara y le follé la boca un rato, luego le devolví la mano y metido entre sus piernas, me deleite comiéndole la concha, mientras ella con sus piernas abiertas se dejaba hacer todo lo que su caliente vecino quisiese hacerle.

Con la boca toda mojada con sus jugos, me subí, quedando entre sus piernas, metiéndole la verga a la abuelita, que sin problema se la trago entera por su mojada concha, mientras ella me chupaba mi lengua. Me la follé un buen rato a un ritmo tranquilo, sin apurar nada, sintiendo como mi verga se perdía en el mojado coño de Carmencita, que tranquilamente disfrutaba que se la follaran, mientras mis manos no le soltaban el culo.

Se dio vuelta, quedando de boca sobre la cama. Le admiré sus grandes nalgas blancas, se las mordí, se las besé, se la chupe, jugué con ellas un buen rato, metiéndole un par de dedos en el coño, y luego de una buena chupada de culo, le metí el dedo más pequeño que entró sin problemas. Carmencita tranquilamente se dejó hacer de todo, no puso reparo a nada. Me pidió que me la follara con la lengua por el culo, cosa que hice minuciosamente, con la abuelita acostada boca abajo, con sus piernas completamente abiertas, separándole las nalgas y chupándole el agujero del culo por un buen rato, haciéndola disfrutar como una colegiala.

Me la follé así, sentándome sobre ella, logrando apenas meterle la verga por el gran tamaño de sus nalgas, Me la follé por un buen rato, luego la puse en cuatro patas sobre la cama y sin apuro se la metí un buen rato, amasándole el culo y siempre jugando con la entrada de su culo, que según lo prometido, esa noche seria mío, pero no había apuro para eso.

Era muy excitante ver a la veterana en cuatro patas, con su culo levantado y sus gigantescas tetas colgando, bamboleándose al compás de mis embestidas, sacándole gemidos de placer.

Cansada de esa posición, se acostó de lado en la cama y yo detrás de ella, separándole las nalgas y volviéndoselo a meter a un ritmo pausado, mientras jugaba con sus enormes tetas. Recién ahí, luego de follarla un buen rato, me dieron ganas de metérsela por el culo. Ya hace rato que en esta posición , uno de mis dedos ya se había abierto paso por el agujero del culo y mientras me la había estado follando este había permanecido ahí , dilatándole el año.

Carmencita no tuvo ningún reparo cuando le pedí que me entregara el culo, solo me pidió que no me moviera hasta que ella misma se lo hubiese metido. Me quede detrás de ella, mientras la veterana, con sus manos hacia atrás se separaba las nalgas, mientras yo con la mía le apuntaba la verga a la cola. Encontrando la mejor posición , comenzó a echar el culo hacia atrás ,enterrándoselo de apoco, pero sorpresivamente a lo que pensaba yo, no fue tanto su sufrimiento, ya que al poco rato, mi verga , se encontraba dentro del culo de Carmencita , la que seguía moviéndose rítmicamente con mis movimientos, disfrutando la follada de culo que le entregaba su joven vecino. (Mas adelante me confesó que tenía mucha practica, al masturbarse sola y meterse cosas por ambos agujeros)

Comenzó lentamente a moverse, mientras yo quieto, dejaba que la veterana se acostumbrara, antes de empezar a moverme. Luego soltó sus nalgas y apegado fuertemente a su cuerpo, con toda la verga dentro de su ano, se la dejé completamente metida sin movernos. Al rato ya me la follaba deliciosamente y luego ya le daba con todo, golpeándole fuertemente el culo con mi cuerpo, mientras ella gemía de placer y me pedía más y más.

Completamente de boca en la cama , aplastando sus tetas , Carmencita solo abriéndose las nalgas , disfrutaba como mi verga entraba y salía de su culo, brindándole mucho mas placer que el frio plástico que en su soledad, ella misma se metía. Una y otra vez mi verga se sumergió en las carnes de la abuelita, que cumpliendo su promesa, me entregaba el culo para saciar mis morbosos deseos carnales.

Sin piedad mi verga no dejo de perforarle el culo a Carmencita, quien lanzaba alaridos de placer que inundaban todo el cuarto, disfrutando de la cogida profesional que le estaba brindando, hasta que ya quise llenarle el culo de leche, preguntándole si quería acabar, me dijo que sí , que acabáramos juntos, y llenando el cuarto de gemidos y gritos, comencé a moverme con más fuerza, hasta que Carmencita gritando como si la estuviesen matando, me gritaba que se estaba corriendo. Con todas mis fuerzas le di más y más verga, avisándole entre gris que yo también me corría, hasta que entre alaridos y gemidos, ambos alcanzamos un delicioso orgasmo.

Con la verga aun metida en el culo de Carmencita , trataba de regular mi respiración, mientras ella hacía lo mismo, diciéndome lo maravillosos que había sentido ese orgasmo , que en muchos años no había alcanzado

Me baje de ella, acostándome a su lado, acariciándole el culo con cariño. Le dije que me perdonara si se me había pasado la mano en la follada, pero me dijo que no, que al contrario, que así le gustaba follar, que algo de dolor mas placer le ocasionaba.

Se levantó, caminando desnuda por la habitación, sin ningún pudor, como si tuviese un cuerpo de una quinceañera, con sus enormes tetas colgando y su colosal culo, que había sido mío. Fue al baño, sentí correr el agua, seguramente a lavarse. Luego volvió y fui yo el que me fui a lavar. Carmencita había prendido la televisión, acostados como cualquier matrimonio, tapados solo con la sabana mirando el programa que ambos veíamos. Habíamos estado casi una hora follando, necesitábamos un merecido descanso.

Luego de eso, casi pasada otra hora, me la volví a follar, terminando con Carmencita montada sobre mí, con sus tetas en mi cara, descargándome en su interior. No fue tan violenta como la otra, ni tan larga, pero no menos de 25 minutos de disfrutar el cuerpo de mi veterana vecina, con bastante sexo oral de ambas partes, pero dejándole descansar el culo, para otra oportunidad.

Me anduve quedando dormido, y cerca de las 2 de la mañana, me levanté, me vestí y me fui, dejando a mi querida y voluminosa amante Carmencita, desnuda en su cama.

4 comentarios - La abuelita Carmencita (Segunda Parte)

gordito1980
dios que rico imaginar a esa mujer
horaclio
muy buen relato ya me imagino alguna vecina asi
horaclio
muy buen relato! me gustaria tener una vecina asi