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El Negocio (4ta. y final)

Y llegamos al final de la historia de Diego. Espero que la hayan disfrutado.

Guardé el auto en una cochera a 2 cuadras de distancia. Desde allí caminé y al llegar a la casa de ella, toqué timbre.
La puerta se abrió rápidamente .
- Pasa rápido antes que te vea algún vecino, dijo desde adentro Lorena.
Entré y allí estaba ella, con una bata de baño que le llegaba a los pies.
- No es lo que te había pedido, dije mirándola con desaprobación.
- No sabía quien podía tocar el timbre. Imagina que venía mi esposo, alguno de mis hijos que había olvidado algo, o mi madre, dijo.
Asentí en silencio.
- Me imagino que trajiste el documento.
- Por supuesto.
- Entonces terminemos con esto, dijo, y mirándome fijo, con esos ojos verdes que me perdían, desabrochó la bata y se la quitó, quedando ante mí, con un camisón verde transparente, abierto a los costados y muy escotado. Debajo traslucían claramente un soutien y una tanga del mismo color. El contraste con su piel bronceada, su cabello negro y sus ojos, daban una imagen perfecta de lo que es el deseo hecho mujer.
Me quedé allí mirándola, disfrutando de esa imagen que superaba mis fantasías. La había tenido en mi casa, pero era la primera vez que la tenía así, preparada para seducir.
Su rostró esbozó un rictus de satisfacción. Estaba disfrutando del efecto que provocaba en mí. Su innato espíritu de seducción, afloraba con toda la fuerza, y me arrastraba detrás de ella.
- Vamos al dormitorio, dije, rompiendo el encanto del momento.
- Sígueme, dijo dando media vuelta. Su trasero era un faro que hubiera seguido hasta el fin del mundo. Y la seguí, saboreando lo que veía y que iba a tener en mis brazos en un momento, cuando yo quisiera.
Entró a su habitación y encendió la lámpara de la mesita de luz, haciendo que una tenue luz rompiera la penumbra y que el contorno de su figura se convirtiera en lo mas destacado del lugar. Se quedó luego parada, con sus brazos colgando al costado de su cuerpo.
Me acerqué lentamente sin dejar de mirarla a los ojos. Parado frente a ella, mientras nuestros ojos seguían enlazados, tomé sus manos, y entrelacé nuestros dedos. Mis labios se acercaron a los suyos y se tocaron levemente. Lentamente aumenté la presión, hasta conseguir que los entreabriera y mi lengua la poseyó.
Sus manos apretaron las mías instintivamente. El beso se prolongó un buen rato.
Nos separamos.
Comencé a desvestirme sin dejar de mirarla. Luego de unos segundos, se acercó y quitando mis manos, fueron las suyas las que procedieron a retirar mis prendas una a una. Mientras, mis manos recorrían su cuello, sus hombros, y recordando los dichos de su marido, las orejas. Cuando las toqué, un escalofrío la recorrió por completo, pero se controló para no mostrar lo que sentía. Se mordió disimuladamente los labios y siguió con su tarea.
Cuando quedé solo con mi slip, la acerqué a mi cuerpo y la abracé cariñosamente, tiernamente. Creo que no estaba preparada para sentirme de esa manera, y se aflojó por completo contra mi cuerpo.
- Tenerte toda una noche para mí, es mas de lo que podía soñar en esta vida, le dije mientras mis labios buscaban el lóbulo de su oreja.
- Es lo que pagaste, dijo resentida.
- Pagué por algo que vos también querías, pero no te animabas a enfrentar, dije variando entre su cuello y su oreja el roce de mi lengua y mis labios.
- Es mentira. Jamás hubiera llegado a esto, dijo mientras sus manos apretaban mi espalda.
- Porque quieres a tu esposo, dije.
- Si, lo quiero, insistió.
- El también quiere que hagas esto, le dije con toda intención.
- Es un idiota, dijo entregándose por completo a mis caricias.
Lentamente la hice girar hasta colocarla de espaldas a la cama, y la llevé hacia atrás hasta conseguir acostarla sobre ella. Cuando sintió que estaba cerca, soltó mi cuerpo y tirando sus brazos hacia atrás, apoyó las manos en el colchón y se deslizó hasta quedar cruzada sobre el lecho y con sus piernas colgando.
Me acerqué y metiendo mis manos por debajo de su camisón, tomé los bordes de su tanga y la deslicé hacia sus pies, hasta sacarla. Lorena, con la cabeza apoyada sobre sus manos me miraba los dos estiletes verdes que tenía por ojos, y traslucía, furia, deseo, curiosidad, toda una gama de sentimientos encontrados que no permitía asegurar para donde iba a explotar.
Me arrodillé entre sus piernas y las levanté sobre mis hombros, para luego acercar su cuerpo a mi boca, y empezar a recorrer sus muslos, hacia el centro del placer, para al fin, tomar posesión de su sexo con mi boca. Un sabor dulce invadió mi lengua. Su sexo, prolijamente depilado, parecía el de una adolescente. Cuando mi lengua se hizo mas posesiva, comenzó a gemir quedamente.
- ¿Te gusta esto? , dije abandonando mi tarea por un segundo.
- Hmmm, sigue sigue, fue toda su respuesta, así que volví a iniciar el trabajo.
Me esmeré como nunca lo hice con ninguna mujer. Disfruté de cada pliegue de su cuerpo. Mis manos acariciaban sus pechos mientras mi lengua la poseía. Ella, aferrada a mis cabellos, se dedicaba solo a sentir.
Pasaron varios minutos. Su sexo se inundó de líquido, lo que mostraba sin lugar a dudas su disfrute, y por fin, me separé, y me acosté a su lado de costado. Ella giró medio cuerpo para quedar enfrentada a mí, y volvimos a besarnos. Fue su mano, entonces la que buscó mi sexo, entró por encima de mi slip y tomó posesión de mi verga totalmente distendida, comenzando lentamente a masturbarme.
- ¿ Siempre te gusta tanto el sexo oral?, le susurré
- Jamás me lo habían hecho, fue su respuesta también en un susurro.
Decididamente su marido era mas tonto de lo que parecía
- Ahora te voy a poseer, lo sabes, dije
- ¿ A qué esperas? Respondió, sin soltar mi vara.
Bajé mis slip hasta quedar totalmente desnudo, y metí mi cuerpo entre sus piernas. La que quedó debajo mío, la levanté hasta liberarla, y sin dejar de juguetear con su cuello y su oreja, avancé hasta que mi verga tocó su cuerpo. Fue entonces su mano que la tenía todavía aferrada la que la dirigió hacia su nido, y se quedó luego expectante.
Avancé un poco y sentí como su vagina se abría como una flor para recibirme, y lentamente entrando y saliendo, fui poseyéndola por completo. Cuando la cabeza de mi miembro la atravesó, lo soltó y su mano, se aferró a mi culo para, desde allí, dirigir la penetración. Ella me indicaba cuando quería que saliera y cuando quería que la clavara. Estaba totalmente sacada.
- Damela toda, toda, dijo mientras me arañaba el trasero, y ahí si, la clavé sin compasión. Cuando me sintió entrar a fondo, gritó.
- Ayyyy ¡¡¡¡¡¡¡ Me partes, me partes.
Por toda respuesta comencé un pistoneo salvaje, que la sometió totalmente.
Luego de unos minutos, mis pulsaciones comenzaron a aumentar. Si no me detenía, iba a vaciarme, y todavía no quería, pero ella no me dejaba desacelerar. Quería mas y mas, así que seguí. Por fin, se tensó y acabó como una salvaje. Gimió y gritó, para luego temblar y por fin aflojarse por completo. En ese momento aproveché para desmontarla, y comenzar a besarla en todo el cuerpo. Le saqué el corpiño que hasta ese momento estaba desacomodado pero todavía en su cuerpo, y bajé los breteles de su camisón hasta conseguir sacárselo por completo. Quedamos así los dos desnudos, cruzados sobre la cama.
Acaricié su cabello ensortijado, su nuca, su cuello y mis besos recorrieron su cuello, sus pechos, su pancita. Mi boca la poseyó por completo.
Por fin, acerqué mi rostro al suyo.
- Decime que no estás disfrutando
- Es algo físico. Es lógico que la situación me excite, por instinto, pero no te creas que hay algún sentimiento, dijo justificándose.
- Entiendo. Ahora te vas a poner en cuatro, Lorena, te voy a montar como la perra que sos.
Lentamente giró y se apoyó en sus rodillas y sus manos. Me acerqué por su grupa y ella dio vuelta la cabeza para mirarme mientras me acomodaba.
Cuando estuve en posición, la penetré despacio, y comencé a moverme nuevamente.
A medida que mis movimientos fueron haciéndose mas profundos, ella fue bajando hasta quedar apoyada en sus codos. Le acaricie las tetas y me aferré a ellas mientras la bombeaba, y luego de un raro me tomé de sus hombros, haciendo las penetraciones más profundas.
- Te voy a llenar perrita. Tu marido me dijo que te echara uno por él, así que el que viene te lo dedica el cornudo, dije mientras comenzaba a acelerar.
Cuando me escuchó se tensó y una de sus manos buscó mis huevos por debajo de su cuerpo y comenzó a apretármelos.
- Entonces esmerate y vaciate bien, dijo mientras seguía con sus caricias.
Un calor subió hasta la punta de mi vara, y parecía que un volcán hacía erupción. Chorros interminable se semen la inundaron.
- Te siento, te siento, fue todo lo que atinó a decir, mientras recibía todo lo que yo tenía para darle. Por fin, caí sobre ella, y luego de un minuto giramos y quedamos acostados.
Me quedé dormido. Cuando me desperté, era la madrugada y ella dormía también.
Sentí que me estaba recuperando y decidido a completar la faena, comencé a acariciar su sexo, y los líquidos de allí, los llevé hasta su culo, sobándoselo lentamente, sin despertarla. Uno de mis dedos jugueteó en su entrada posterior, hasta conseguir penetrarla. Lorena gimió pero siguió durmiendo. Luego de un rato, dos dedos la penetraron.
Al mismo tiempo que ocurría esto notaba como su sexo se humedecía y sus pezones se endurecían. La muy perra, dormida y todo, estaba excitada. Mi verga se endureció lentamente, y cuando estuvo lista, me acerqué por detrás y levantando un poco una de sus piernas se la fui metiendo despacio, para evitar que se despertara. Lorena suspiró y se dejó hacer. Evidentemente tenía un sueño erótico muy bueno. Estaba gozando y no reaccionaba lo suficiente como para despertarse. Luego de un rato ,la saqué y la apunté a su culo.
Cuando sintió la presión de mi verga comenzó a despertarse, y cuando traspasé su esfinter, despertó bruscamente sin entender lo que pasaba.
- ¿ Qué haces?, preguntó tratando de alejarse, cosa que no permití.
- Shhhh, tranquila, goza, goza
- Ni en sueños. No quiero por ahí. Me va a doler, dijo mientras seguía luchando por separarse.
La retuve y no traté de entrar mas.
- Tranquila, que solo la dejaré allí. Tu decidirás si quieres mas. Confía en mi, le dije siempre reteniendola.
Se quedó quieta. Sentí como su cuerpo comenzaba a aflojarse.
- A que te gusta un poco, no? Le pregunté
- Duele como los mil demonios. No te atrevas a empujar porque te aseguro que te la corto cuando pueda zafarme, dijo con odio.
- No voy a empujar. Solo dejala ahí. Me conformo con eso.
- Nunca lo hice así.
- Ya lo sé. Tu marido me lo contó y me dijo que no ibas a aceptar hacerlo.
- ¿ Eso te dijo el inútil?, dijo con enojo.
- Si, pero no te preocupes, me conformo con quedarme asi, ya te dije.
Pasaron unos minutos. Creo que podía oir la manera en que su cabeza trabajaba a mil. Mi estrategia iba a dar resultado.
- Empuja un poquito, pero suave, me dijo aferrándome la pierna, como si quisiera dirigirme.
Avancé un centímetro.
- Ayyyy, despacio, despacio.
Quedamos así otro rato, mientras mis manos jugaban con sus tetas, y su mano acariciaba mi pierna hacia arriba y abajo.
- Otro poquito, dijo, y lentamente volví a entrar unos milimetros. Esta vez no chilló.
- Dame mas, dijo al minuto, y ahora fueron un par de centímetros lo que les entregué y que ella recibió sin chistar.
Su mano dejó mi pierna y busco mi verga, comprobando que la mitad ya estaba dentro de su culo. Tomo mis pelotas y jugueteó con ellas, acercándolas a su cuerpo, lo que me obligó a meterme mas adentro. Aflojó por un segundo sus caricias y luego volvió a indicarme que la penetrara. Por fin, luego de un buen rato, nuestros cuerpos se tocaron.
Quedamos allí abrazados unos cuantos minutos. Las sensaciones eran fabulosas.
De pronto, ella se tensó.
- Acabo, acabo, ohhhhhhhhhhhhhhhhhhhh, dijo mientras sin decir agua va, alcanzaba un orgasmo de película, y su esfinter apretaba mi verga como si fuera una mano. Sentí las presiones que provocaba sobre mi lanza y tuve que contenerme para no vaciarme nuevamente, pero lo conseguí.
Cuando ella se aflojó comencé lentamente a bombearla.
- Goza, querida, goza, quiero que disfrutes como yo estoy disfrutando, y que sientas en un momento como te voy a regar por primera vez allí atrás, algo que ni tu marido hizo hasta hoy. Pase lo que pase, jamás olvidarás quien fue el primero que te enculó, preciosa, jamas, le dije al oído mientras mi lengua jugueteaba con su oreja. Su mano apretaba mi pierna con desesperación, y por fin, lentamente como si fuera la marea que llegaba a la costa, mi leche la fue inundando en cada arremetida hasta el fondo, y ella volvio a acabar, esta vez suavemente, ululando y sollozando y disfrutando del placer prohíbido de la sodomía.
Cuando terminé la dejé allí, hasta que salió sola.
El sol comenzaba a asomar, e iba siendo el momento de retirarme. Lentamente recuperamos el aliento.
- Voy a preparar café, dijo, levantándose y yendo al baño primero, para luego perderse en la cocina.
Fue mi turno de ir al baño e higienizarme un poco luego de la noche soñada.
Lentamente me vestí, y fui a la cocina donde dos tazas de humeante café estaban servidas.
Me senté y tomé mi taza en silencio. Ella, por su parte, salió del dormitorio vestida con un equipo de gimnasia y se sentó frente a mí. Nos miramos en silencio.
Realmente ella me gustaba mucho, demasiado. Así que decidí contar la verdad de lo conversado con su esposo, cosa que hice.
Lorena me escuchó con cara de sorpresa, y al final se rió a carcajadas.
- Eres una basura. Me hiciste creer que mi marido era un cornudo conciente, y conseguiste que te diera mas de lo que estaba dispuesta, dijo mientras tomaba su café.
Metí la mano en mi bolsilló y saqué el documento que le entregué.
- Lorena, realmente te has ganado cada centavo. No lo tomes a mal, pero en verdad me gustaría que tuvieras alguna vez problemas de dinero y poder ayudarte como ahora.
Tomó el documento, lo examinó y lo rompió en mil pedazos que arrojó al cesto de basura.
- Espero no volver a necesitar tu ayuda económica, porque los intereses son muy altos, dijo sonriendo.
Terminé mi café y me levanté para irme.
- Bueno, en un rato tu marido estará aquí con el dinero que se ganó.
- Es un buen hombre, pero siento que no me valora lo suficiente para ponerse las pilas y no obligarme a mí a trabajar como una esclava y hacer otras cosas para mantener esta casa.
La besé en la mejilla y fui hasta la puerta.
- Por supuesto, en el trabajo no tendremos mas ninguna intimidad, te imaginas , no? Me dijo seria.
- Si, y es una pena, porque me gusta mucho conversar contigo.
- ¿ Conversar nada más? Dijo con picardía.
- Todo me gusta contigo, ya lo sabes, dije con tristeza, di media vuelta y salí de la casa.
Todavía no había nadie en las calles. Llegué al garage, retiré mi auto y me dirigí a mi casa.
Entré y allí estaba Raúl durmiendo la mona en el sofá. Fui a darme una ducha, para sacarme el olor de Lorena de encima, no fuera que el cornudo lo reconociera, me puse ropa cómoda, y preparé café. Cuando estuvo listo, me acerqué a Raúl y lo desperté ofreciéndole una taza.
Al principio no sabía donde estaba, pero por fin, reaccionó y se sentó en el sofá comenzando a beber la infusión.
- ¿ Y que tal te fue? Preguntó por fin.
- Bien. No puedo quejarme.
- Me alegro por vos. Bueno ahora me voy a mi casa
- Si, por supuesto. Aquí tienes el dinero, alcanzándole la suma pactada.
Sin contarla la guardó en su bolsillo.
- Bueno, estoy a tus órdenes, dijo levantándose a duras penas.
- Te agradezco y cuando te necesite lo tendré en cuenta, dije acompañándolo a la puerta y cerrándola cuando salió. Fui derecho a acostarme.
El domingo me levanté entrada la tarde. Recordé lo ocurrido, y estaba satisfecho. Al menos no moriría sin haber probado el cuerpo de Lorena, que era mas deseable y sensual que lo que yo podía imaginarme. Y traté de asumir que todo estaba terminado.
Pasaron varias semanas, en que con Lorena nos cruzábamos en los ascensores y pasillos, y nos saludábamos como compañeros de trabajo comunes y corrientes. Yo no podía evitar trastornarme cuando la veía, pero ella parecía como si nada hubiera pasado. De a poco me fui acostumbrando a la situación.
Una mañana golpearon la puerta de mi oficina y cuando indiqué que entraran, fue Lorena la que cruzó el umbral. Me quedé congelado. Lorena dejó la puerta abierta, marcando claramente que no quería ninguna intimidad.
- Diego, disculpa que te moleste, pero mi marido no tiene problemas en cuidar tu casa el próximo sábado, por el precio de siempre, dijo seria.
Me quedé mirándola sin entender nada.
- ¿ Perdón? Dije
- Que mi marido va a ir a cuidar tu casa el próximo sábado, y yo voy a aprovechar que mis hijos se van de campamento por el fin de semana, para disfrutar de un buen momento, dijo esbozando una sonrisa, para luego retirarse como había venido.
De allí en adelante, cada tanto, cuando las condiciones se dan, Raúl cuida mi casa y yo cuido a su esposa. En definitiva, sigo pagando por ella, pero una suma mas razonable. Eso sí, los sábados por la tarde que viene a visitarme, no me cobra nada, dice que es atención de la casa para un buen cliente....

3 comentarios - El Negocio (4ta. y final)

pacovader
Leído y disfrutado. Mucho. 😀
kramalo
jaja...!! muy bueno..!! me hizo acordar el cuento de la chancha arriba de la carretilla.... reitero, muy bueno, van puntos..obvio..