Te dejo los links de todo el relato:
http://www.poringa.net/posts/relatos/2733917/Mario-el-vecino---Primer-encuentro.html
http://www.poringa.net/posts/relatos/2735790/Mario-el-vecino---Encuentro-final.html
En 2012, un matrimonio joven y sin hijos (ambos de treinta y tantos, Mario y Roxana) que vivían en la vereda de enfrente a nosotros estaba a punto de mudarse de casa y necesitaban deshacerse de algunos muebles. Mi esposa, que tenía una muy buena relación con ambos (sobre todo con ella), decidió que una pequeña biblioteca y unas sillas vendrían a parar a nuestra casa. Me tocó a mí ir a buscar esos objetos usados que nuestros vecinos ya no los necesitaban.
Mi relación con ellos era cordial pero distante. Mi esposa, que tenía cierta amistad con Roxana, acuerda con ella que el sábado por la mañana yo retiraría los implementos, mientras ellas irían a realizar compras al supermercado.
El sábado llego a la casa de los vecinos y cuando me atiende Mario, me entró cierto nerviosismo, ya que siempre me incomodó sobremanera su amaneramiento y su voz aflautada. Pero una vez en la casa y mientras me mostraba lo que quería que me llevara, note que en su pantalón, su verga estaba ligeramente dura. Sus palabras suaves y respetuosas para conmigo, hicieron que también mi verga se endureciera por debajo de mi short.
Se dio una forma de comunicación entre los dos bastante particular, yo me sentía de alguna manera incómodo ante su presencia y la combinación de este sentimiento con la imagen de mi erección, y la de él, me estaba generando una sensación de terrible excitación. No sé exactamente lo que Mario pensaba o sentía, pero era claro que estaba percibiendo mi estado (mi verga estaba endurecida) y que la situación no le desagradaba.
Comenzó la negociación. Mario obviamente pretendía que yo le diera algo de dinero por sacar los muebles de la casa, y yo en cambio no pensaba pagar un centavo por algo que yo consideraba que les estábamos haciendo un favor, sin contar que a mí particularmente no me gustaban, sobre todo las sillas. Ante su insistencia me disculpe alegando que no tenía ese dinero encima y solté a boca de jarro algo no podía ser más obvio, teniendo en cuenta que ambos teníamos la pija durísima.
- “¿Cómo quieres arreglar…?”
Él guardo silencio, me observó con una mirada sutil y me recosté en un sillón separando las piernas y lanzando mi cadera al frente. Era más que obvio que mi verga hacía un bulto prominente debajo de mi short. Él se hincó enfrente mío y comenzó a pasar su mano por mi muslo hasta llegar al paquete que primero apretó con sus dedos y luego lo mordisqueó con los dientes.
Lo tomé de la nuca y le dije en tono imperativo.
- “Chúpamela…, chúpame bien la verga…”
Me bajo el short y dejó salir mi pija, con la cabeza roja, con las venas hinchadas que la hacía parecer más gruesa. Con mucha delicadeza se lo introdujo en su boca y comenzó a chuparla de arriba abajo con la lengua y sus labios.
Le desabroché el pantalón y se lo bajé para masturbarlo a gusto. Por momentos él sacaba mi verga de su boca y se la refregaba por todo el rostro, para luego volver a metérsela dentro de su garganta hasta el fondo.
Mario se lució complaciéndome con algo de juego de lengua, o sutilezas como chuparme el glande o los huevos. De pronto detuvo su tarea y entonces decido darlo vuelta, me mojó algunos dedos y comienzo a dilatarle el ano.
Entendió lo que quería hacer, y me dice.
- “Así no… Estoy casado y me tengo que cuidar…”
- “¿Tienes preservativos…?”
- “No, pero te la chupo todo lo quieras…”
Su voz tenía un tono que era más de súplica para que lo deje seguir gozando de mi verga, que de preocupación a tener sexo anal sin las debidas precauciones.
Por única respuesta coloqué mi verga entre sus nalgas y comienzo a frotarle la pija entre sus cachetes sin llegar a penetrarlo. Me sacudía como loco, como perro alzado; mis manos azotaban sus nalgas. Le tenía agarrada su pija y seguía masturbándolo hasta que finalmente eyaculó unos chorros de leche bastante espesos.
Eso fue como una señal. De un empujón lo dejo de rodillas y lo volteo con fuerza con su cara hacía arriba. Unas tremendas gotas calientes y pesadas de mi leche cayeron encima de todo su rostro, su cuello y sus hombros, y Mario no dejaba de lamer mi verga hasta dejarla limpia y reluciente como si nada hubiese sucedido.
Me subo el short y sin prestarle mucha atención, tomo las sillas, y salgo de su casa.
- “Mañana a eso de las diez, vuelvo por la biblioteca…”
- “A esa hora creo que todavía estaremos arreglando algunas cosas Roxana y yo…”
- “Sera cuestión que nuestras mujeres vuelvan a salir de compras mañana…, y esta vez yo me ocuparé de los preservativos”
Me bañé y me cambié de ropa. Cuando mi mujer llegó a casa la sometí de forma un poco ruda, teniendo en cuenta lo que eran nuestros encuentros sexuales habituales. Acabé dentro de su boca, y fue casi tan agradable como mi experiencia de la mañana.
Convencí a mi esposa para que al día siguiente se fuera de shopping con Roxana, ya que Mario me tenía que ayudar a traer la biblioteca para nuestra casa. Me fui a dormir, no sin antes preparar un par de preservativos para el día siguiente. Me dormí imaginando que sucedería con Mario antes de cruzar la calle con el mueble.
(Concluye en: “Mario, el vecino - Encuentro final”)
http://www.poringa.net/posts/relatos/2733917/Mario-el-vecino---Primer-encuentro.html
http://www.poringa.net/posts/relatos/2735790/Mario-el-vecino---Encuentro-final.html
En 2012, un matrimonio joven y sin hijos (ambos de treinta y tantos, Mario y Roxana) que vivían en la vereda de enfrente a nosotros estaba a punto de mudarse de casa y necesitaban deshacerse de algunos muebles. Mi esposa, que tenía una muy buena relación con ambos (sobre todo con ella), decidió que una pequeña biblioteca y unas sillas vendrían a parar a nuestra casa. Me tocó a mí ir a buscar esos objetos usados que nuestros vecinos ya no los necesitaban.
Mi relación con ellos era cordial pero distante. Mi esposa, que tenía cierta amistad con Roxana, acuerda con ella que el sábado por la mañana yo retiraría los implementos, mientras ellas irían a realizar compras al supermercado.
El sábado llego a la casa de los vecinos y cuando me atiende Mario, me entró cierto nerviosismo, ya que siempre me incomodó sobremanera su amaneramiento y su voz aflautada. Pero una vez en la casa y mientras me mostraba lo que quería que me llevara, note que en su pantalón, su verga estaba ligeramente dura. Sus palabras suaves y respetuosas para conmigo, hicieron que también mi verga se endureciera por debajo de mi short.
Se dio una forma de comunicación entre los dos bastante particular, yo me sentía de alguna manera incómodo ante su presencia y la combinación de este sentimiento con la imagen de mi erección, y la de él, me estaba generando una sensación de terrible excitación. No sé exactamente lo que Mario pensaba o sentía, pero era claro que estaba percibiendo mi estado (mi verga estaba endurecida) y que la situación no le desagradaba.
Comenzó la negociación. Mario obviamente pretendía que yo le diera algo de dinero por sacar los muebles de la casa, y yo en cambio no pensaba pagar un centavo por algo que yo consideraba que les estábamos haciendo un favor, sin contar que a mí particularmente no me gustaban, sobre todo las sillas. Ante su insistencia me disculpe alegando que no tenía ese dinero encima y solté a boca de jarro algo no podía ser más obvio, teniendo en cuenta que ambos teníamos la pija durísima.
- “¿Cómo quieres arreglar…?”
Él guardo silencio, me observó con una mirada sutil y me recosté en un sillón separando las piernas y lanzando mi cadera al frente. Era más que obvio que mi verga hacía un bulto prominente debajo de mi short. Él se hincó enfrente mío y comenzó a pasar su mano por mi muslo hasta llegar al paquete que primero apretó con sus dedos y luego lo mordisqueó con los dientes.
Lo tomé de la nuca y le dije en tono imperativo.
- “Chúpamela…, chúpame bien la verga…”
Me bajo el short y dejó salir mi pija, con la cabeza roja, con las venas hinchadas que la hacía parecer más gruesa. Con mucha delicadeza se lo introdujo en su boca y comenzó a chuparla de arriba abajo con la lengua y sus labios.
Le desabroché el pantalón y se lo bajé para masturbarlo a gusto. Por momentos él sacaba mi verga de su boca y se la refregaba por todo el rostro, para luego volver a metérsela dentro de su garganta hasta el fondo.
Mario se lució complaciéndome con algo de juego de lengua, o sutilezas como chuparme el glande o los huevos. De pronto detuvo su tarea y entonces decido darlo vuelta, me mojó algunos dedos y comienzo a dilatarle el ano.
Entendió lo que quería hacer, y me dice.
- “Así no… Estoy casado y me tengo que cuidar…”
- “¿Tienes preservativos…?”
- “No, pero te la chupo todo lo quieras…”
Su voz tenía un tono que era más de súplica para que lo deje seguir gozando de mi verga, que de preocupación a tener sexo anal sin las debidas precauciones.
Por única respuesta coloqué mi verga entre sus nalgas y comienzo a frotarle la pija entre sus cachetes sin llegar a penetrarlo. Me sacudía como loco, como perro alzado; mis manos azotaban sus nalgas. Le tenía agarrada su pija y seguía masturbándolo hasta que finalmente eyaculó unos chorros de leche bastante espesos.
Eso fue como una señal. De un empujón lo dejo de rodillas y lo volteo con fuerza con su cara hacía arriba. Unas tremendas gotas calientes y pesadas de mi leche cayeron encima de todo su rostro, su cuello y sus hombros, y Mario no dejaba de lamer mi verga hasta dejarla limpia y reluciente como si nada hubiese sucedido.
Me subo el short y sin prestarle mucha atención, tomo las sillas, y salgo de su casa.
- “Mañana a eso de las diez, vuelvo por la biblioteca…”
- “A esa hora creo que todavía estaremos arreglando algunas cosas Roxana y yo…”
- “Sera cuestión que nuestras mujeres vuelvan a salir de compras mañana…, y esta vez yo me ocuparé de los preservativos”
Me bañé y me cambié de ropa. Cuando mi mujer llegó a casa la sometí de forma un poco ruda, teniendo en cuenta lo que eran nuestros encuentros sexuales habituales. Acabé dentro de su boca, y fue casi tan agradable como mi experiencia de la mañana.
Convencí a mi esposa para que al día siguiente se fuera de shopping con Roxana, ya que Mario me tenía que ayudar a traer la biblioteca para nuestra casa. Me fui a dormir, no sin antes preparar un par de preservativos para el día siguiente. Me dormí imaginando que sucedería con Mario antes de cruzar la calle con el mueble.
(Concluye en: “Mario, el vecino - Encuentro final”)
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7 comentarios - Mario, el vecino - Primer encuentro
Gracias por compartir!... Saludos 🤘 :wink2: 🤘
Me gustó y por eso comento, lo de pedir puntos para seguir destruye todo lo anterior.
Saludos.
Gracias por la crítica no imagine que causaban distracción en la lectura...
Tratare de corregirlo...
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