-Hola, te llamaba por lo del otro día- es mi amiga la Negra la que me llama.
Ya hace algunos días del encuentro en su departamento. La verdad que estuvo alucinante, pero no creía que quisiera repetir tan pronto. Por lo menos a mí todavía me dolía el culo.
-¿Qué pasa? ¿Te quedaste con ganas de más? Mirá que mi chico quedo muerto con vos, si querés te lo mando- le digo medio en serio, medio en broma.
-No boluda, no me refiero a eso, sino a lo otro- me aclara rápidamente.
-¿A lo otro?- me sorprendo.
No sé a lo que se refiere, ya que hubo bastante de "lo otro".
-Sí, al beso que nos dimos- se apura en recordarme, aunque enseguida se corrige -Mejor dicho, a los besos que nos dimos-
Me parece notar cierta respiración agitada de su parte, pero no le digo nada.
-¿Y qué pasa con eso?- le pregunto tratando de no denotar emoción alguna.
-Que me hubiera gustado que no nos interrumpieran- asiente.
-¡Jaja...!- me río, de los nervios creo.
Se produce un silencio incómodo. Ella no se ríe, recién entonces me doy cuenta de que no está bromeando.
-¿Lo decís en serio?- prosigo ya sin reírme.
-Muy en serio, y estoy convencida de que a vos también te molestó que nos cortaran ese momento- observó muy acertadamente.
-Si..., no sé, tal vez- titubeo.
-¿Qué te parece si me haces una visita?, mi marido tiene entrenamiento toda la tarde- me propone.
-¿Una visita? ¿Para qué?- le pregunto cuál ninfa inocente.
-Para terminar lo que empezamos- responde de una, sin titubeo alguno.
No sé que contestar. La verdad es que la situación me había gustado, el beso, el manoseo, las caricias, pero todo se dio dentro del ámbito de una fiesta de sexo grupal, estábamos en el medio de una orgía, con dos hombres calientes y exaltados que nos incitaban a hacer de todo, y nosotras lo hacíamos. Estábamos tan excitadas que lo hubiéramos hecho hasta con un gorila, en ese aspecto somos inimputables, pero el beso... La Negra tiene razón, fue algo distinto, no sé cómo explicarlo, más sensual, apasionado, al principio nos besamos porque ellos nos lo pidieron, pero luego..., la lengua, la saliva, los chupones, todo fue pura y exclusivamente deseo nuestro.
-Puedo pasar un rato- acepto finalmente.
Ya tuve antes sexo con mujeres, con una compañera de trabajo, lesbiana, mi jefa ni más ni menos, pero la Negra es una amiga de años, mujer por donde se la mire, su devoción a la verga solo puede equipararse a la mía, por lo que no entendía cuál era su interés por avanzar en ese terreno.
-Ok, te espero- me dice.
La imagino esbozando una sonrisa y no puedo evitar sonreírme también.
Salgo de la "office" y voy directo a su casa. Golpeo la puerta de su departamento y ya desde que me abre me deja con la boca abierta, ya que me recibe en ropa interior. Sí, está en corpiño y bombacha, si es que a eso se le puede llamar bombacha, apenas una tirita que se le mete bien adentro de la raya. Me hace pasar de prepo, antes de que algún vecino pueda verla, y cerrando la puerta, se me planta adelante, a escasos centímetros. Puedo sentir su respiración excitada, está caliente... ¿Caliente conmigo?
-Negra yo...- intento poner alguna excusa, pero me interrumpe cubriendo mis labios con los suyos.
Bueno, en realidad no me los cubre, sino que me besa, y yo acepto el beso. Si no hubiera querido estar allí, no estaría, podía haberle dado mil excusas, pero ahora que estaba en su departamento, ya no había excusa que valiera. Así que nos besamos. Fue un beso largo, como de reconocimiento, sabiendo que estábamos las dos solas, sin ningún hombre que nos incitara a hacerlo.
-¿Decías...?- me pregunta al separarse de mis labios, mirándome con la satisfacción de quien ha cumplido un deseo largamente esperado.
También la miro, pero no puedo decir nada, la taquicardia, la agitación, la calentura...
-Nada..., no decía nada- respondo y ahora soy yo la que la besa a ella, y ella la que recibe, abriendo la boca, enredando su lengua con la mía.
Nos besamos y nos frotamos durante un largo rato ahí, en medio de la sala. Dos mujeres, dos amigas, de ahora en más, ¿dos amantes?
-Vení, vamos a la cama- me dice tomándome de la mano.
Su habitación está en penumbras, con una aroma sensual y exótico flotando en el ambiente. La Negra vuelve a besarme mientras comienza a desvestirme. Intento ayudarla, pero me detiene.
-Quiero hacerlo yo- me dice guiñándome un ojo -¡Es la primera vez que voy a desnudar a otra mujer!- se entusiasma.
La dejo hacer, disfrutando ese momento en que mi desnudez se revela procaz y súbitamente a los ojos de mi amiga.
-¡Sos hermosa Mary...!- me dice en un susurro, agarrándome las tetas y apretándomelas.
Se desabrocha entonces el corpiño, se lo saca y refriega sus tetas contra las mías.
-¡Dos potencias se saludan!- bromea.
Mis pezones se endurecen al sentir los suyos, tibios y puntiagudos. Se agacha y me los chupa, mordiéndomelos suavemente.
-¡Mmmhhh..., que ricos...!- exclama.
Nos echamos en la cama, enredadas la una con la otra, besándonos, acariciándonos, restregándonos, olvidándonos de la amistad en pos de aquella inusitada lujuria que vuelve a poseernos como aquella tarde de sábado. Me estremezco al sentir sus dedos recorriendo mi hendidura.
-Que ganas tenía de tocarte el otro día- me susurra al oído -Pero sabía que si lo hacía iba a terminar echando a esos dos para quedarnos nosotras solas-
Hunde los dedos en mí y comienza a explorarme por dentro, arrancándome unos jadeos por demás excitados. Que bien me toca..., bueno, una mujer sabe mejor que nadie donde le gusta que la toquen, y eso hacía ella conmigo, me tocaba en los lugares más sensibles, encendiendo la mecha de una bomba que al explotar nos encontraría a las dos entre sus víctimas.
-¡Si..., mojate para mí..., dale..., quiero sentirte...!- me decía agitando sus dedos en mi interior.
No había pija pero no importaba, los dedos de la Negra suplían aquella falta en forma más que meritoria, metiendo y sacando el índice y el medio como si fuera una cuchara, utilizando el pulgar para frotarme el clítoris. Se escupía en los dedos y esparcía la saliva por sobre mis labios, presionando aquí y allá, haciéndome tiritar de placer. Cierro los ojos y me dejo llevar por esa marea de sensaciones que me envuelven y revolean por los aires. Si aquello ya me parecía estimulante, cuando reemplaza los dedos por su lengua, me desquicié por completo. Me mojé soltando unos efusivos chorritos que ella se bebió con avidez.
Dispuesta a complacerme, se me sube encima, formando un 69, y se pone a chuparme la concha con intensa fruición. Sus piernas se sitúan a ambos lados de mi cabeza, de modo que su concha queda al alcance de mi boca. También está mojada y chorreando, unas gotitas de flujo cuelgan de sus gajos, las cuales recojo con mi lengua y saboreo, deleitándome con el sabor de su intimidad. Sabe deliciosa..., sabe a mujer, a sexo, a calentura. Nos chupamos mutuamente, nos saboreamos, enterramos nuestras caras en la entrepierna de la otra, bebiendo la miel que fluye de nuestro interior. Nos comemos, nos encachuchamos, hasta que la Negra se levanta y me deja con la boca y la concha abiertas.
-Quedate ahí, no te muevas que tengo una sorpresa- me dice mientras busca algo en el ropero.
Me quedo ahí, hambrienta, anhelante, con ganas de seguir chupando y sintiendo.
-Cerrá los ojos- me dice cuando parece haber encontrado lo que buscaba.
Cierro los ojos y espero. Escucho algunos ruidos, pero no me imagino que puede estar haciendo.
-Abrílos- me dice casi enseguida.
Los abro y la veo parada ante mí, en toda su excelsa desnudez, con los pechos hinchados de la excitación y..., y..., ¡y una terrible poronga entre las piernas!
-¿Qué te parece?- me pregunta mientras se la menea con una mano.
Tiene puesto en la cintura una especie de arnés del cual sale, enhiesto, duro e imponente, un chotazo de aquellos, como de 20 centímetros, con las venas y la textura de la piel perfectamente delineadas.
-¡Jaja... ¿Y eso?!- me río.
-Una pija, nena, ¿que, un poco de tortilleo y ya te olvidaste?- se burla la Negra.
-Es que nunca había visto una así, de mentira- le comento.
-La compré para vos, para cogerte y para que me cojas- me dice mientras se sube a la cama.
Se pone de rodillas junto a mi cara y enfila la pija de goma hacia mi boca. Se la escupe y esparce la saliva por toda su gomosa superficie.
-¡Chupámela!- me ordena y yo se la chupo.
Por supuesto no es como chupar una pija de verdad, pero resulta estimulante el jueguito. Sobre todo cuando se me pone encima y me penetra como si fuera un hombre, metiéndome todo ese trasto casi hasta la base del arnés. Mientras me coge suave y pausadamente, como solo una mujer podría hacerlo, volvemos a besarnos, jugosa, ávidamente. La Negra no besa a sus amantes, pero a mí me come la boca como si en mis labios fuera a encontrar néctar y ambrosía.
-¡Ohhhh..., siiiiiiiii..., siiiiiiiii..., ahhhhhhh..., ahhhhhhhh..., no pares Negra, no pares...!- le pido entre gemidos y jadeos cada vez más entusiastas.
-¡No voy a parar...!- me replica ella del mismo modo -¡Te voy a coger bien cogidita..., y después me vas a coger vos a mí..., aunque a mí prefiero que me des por el culo...!-
Sus embestidas son cada vez más firmes e impetuosas, cargadas de morbo y lascivia. La rodeo con mis piernas por la espalda y me muevo con ella, sintiendo cada golpe en mi interior, cada metida y sacada, cada roce, no puedo decir que lo disfruto como si estuviera con un hombre porque no es así, falta la fuerza de un hombre, la calentura de un hombre, el olor de un hombre, falta testosterona y se nota.
El mundo se forjó en torno a una pija de carne, sangre y venas, no de plástico, me hubiera gustado que solo fuéramos ella y yo, sin ningún juguete de por medio, pero no puedo negar que la situación tiene su encanto. Lo mejor de todo era sentir el cuerpo de mi amiga sobre el mío, la suavidad de sus formas, la tersura de su piel, la firmeza de sus pechos, la calidez de su aliento, la calentura que le transmite mi propia calentura. Así llego al orgasmo, como en un ensueño, sintiéndola, dejándome embriagar por esas envolventes sensaciones que me encienden hasta el alma.
-¡Te mojaste...!- susurra la Negra con una sonrisa rebosante de satisfacción.
Le respondo con un suspiro, arqueando la espalda y empujando la pelvis hacia arriba para sentir aún mejor la sinuosidad de sus caderas. Cuando sale de mí, se escucha como un chasquido, un sonido húmedo que delata lo que acabo de confirmar. Que me eche un polvo con mi mejor amiga.
Entonces me toca a mí ponerme el cinturón y darle por el culo, tal como ella misma me había pedido. Me veo extraña con una verga entre las piernas, aunque ésta sea de plástico. Si tuviera una de verdad me la viviría acariciando todo el día, jaja.
La Negra se pone en cuatro y se abre toda para mí, por un momento me quedo pasmada mirándola. Tengo ante mí un paisaje increíble, de verdad me gustaría ser hombre para disfrutarlo como se merece. La hendidura roja, húmeda y encendida, la raya que divide dos montañas suaves y tersas, el agujero del culo palpitando de emoción. Le paseo la pija de goma por toda la cola, azotándola con ella en las nalgas, como tantas veces me hicieran a mí. La Negra jadea por anticipado al sentir esos incitantes azotes. Me unto la pija con abundante gel lubricante y apoyo la punta en las puertas de su anhelante culito. Le tiemblan las nalgas al sentirme. Me hundo en ella lentamente, llenando poco a poco ese ducto que, como el mío, sabe bastante de intrusiones. Me detengo para admirar aquel espectáculo: así que eso es lo que ve un hombre cuando nos tiene en esa posición, no puede haber una imagen más sensual. La agarro de la cintura y sigo avanzando, enterrándome entre sus nalgas, sintiendo como va envolviendo con sus intestinos mi..., bueno, en realidad no la siento, pero lo deseo tanto que es como si la sintiera. Cuando ya estoy adentro casi totalmente, me detengo, me quedo quieta, le pego unas cuantas palmadas y le pregunto:
-¿Te gusta puta..., te gusta?-
La Negra me responde con un fuerte jadeo, como yo no me muevo, se mueve ella, atrás y adelante, ensartándose cada vez más en mi dura y erguida prótesis peneana. Entonces levanta el torso, pegando la espalda a mi pecho, y aferrándose con una mano a mi cintura, me incita a que le siga dando.
-¡Ahhhh siiiiiiii..., culeame, rompeme bien el culo...!- me dice con un tono ronco y gutural.
Aún de rodillas tras ella, me sostengo de sus tetas, e inicio el vaivén que le rellena el culo con la goma que tengo entre las piernas. Mi amiga chilla, berrea, aúlla de placer, totalmente sometida a esa virilidad de fantasía. Sin dejar de culearla, deslizo una mano hacia adelante, por entre sus piernas, y empiezo a pajearla, suave aunque sostenidamente. Está completamente mojada, con el clítoris a punto de reventar. Me parece que va a llegar, lo presiento por la pulsión de sus partes íntimas, pero justo en el momento previo se detiene. Se da la vuelta con la cara transfigurada de calentura y me dice que me quite el arnés. Así lo hago, me lo saco y lo tiro a un costado. Entonces se echa sobre mí, pero de una forma que quedamos con las piernas cruzadas, la concha de una encima de la concha de la otra. No hace falta que ninguna diga nada, empezamos a frotarnos mutuamente, sintiendo nuestra humedad, nuestra calentura, puedo sentir sus gajos, la turgencia de su clítoris. Sin dejar de frotarnos, nos miramos a los ojos, fijamente, abocadas ambas a llegar juntas al clímax o a prendernos fuego en el intento.
-¡Ahhhhhh..., ahhhhhhh..., ahhhhhhh...!- gime una.
-¡Ahhhhhh..., ahhhhhhh..., ahhhhhhh...!- acompaña la otra.
Estamos cerca, puedo sentirlo, olerlo, y hasta palparlo. Siento las señales no solo en mi cuerpo, sino también en el suyo. Ninguna cede, las dos nos damos de alma, empujando con más ahínco cada vez, buscando esa explosión que deseamos tanto.
-¡Así..., así..., ahhhhhh..., ahhhhhhhhh...!- la Negra es la primera en llegar y ahí nomás yo la secundo, estallando ambas en una eufórica cacofonía de gemidos, jadeos y suspiros.
Siento con absoluta nitidez la almibarada humedad que moja toda su entrepierna. Humedad que se mezcla con la mía, formando un solo caudal rebosante de femineidad. Un polvo solo de mujeres, un orgasmo entre amigas, placer sin testosterona.
Es cierto que el sexo lésbico tiene su encanto, pero se extraña la dureza de una verga, la efusividad del semen, los modos bruscos y apasionados de un hombre, el olor de un macho caliente. Pero igual estuvo bueno.
Luego, mientras nos duchamos, la Negra me pide un favor. Como el marido es Director Técnico de fútbol, van a viajar a Chile para presenciar los partidos finales de la Copa América. Lo que quiere es que le riegue las plantas mientras ella está de viaje.
-Mañana mismo te hago llegar un juego de llaves al laburo- me dice -Hago unas copias y te las mando-
-Ok- le digo -Ningún problema-
Nos besamos y volvemos cada una a su mundo. Ella a buscar a sus hijos a los que fletó para que pudiéramos coger tranquilas y yo a casa con el Ro y mi marido. Ninguna dijo nada respecto a una próxima vez, aunque si llegara a suceder, no me opondría a disfrutar de nuevo de los encantos de mi amiga. Las ventajas de las amigas con beneficios.
Ya hace algunos días del encuentro en su departamento. La verdad que estuvo alucinante, pero no creía que quisiera repetir tan pronto. Por lo menos a mí todavía me dolía el culo.
-¿Qué pasa? ¿Te quedaste con ganas de más? Mirá que mi chico quedo muerto con vos, si querés te lo mando- le digo medio en serio, medio en broma.
-No boluda, no me refiero a eso, sino a lo otro- me aclara rápidamente.
-¿A lo otro?- me sorprendo.
No sé a lo que se refiere, ya que hubo bastante de "lo otro".
-Sí, al beso que nos dimos- se apura en recordarme, aunque enseguida se corrige -Mejor dicho, a los besos que nos dimos-
Me parece notar cierta respiración agitada de su parte, pero no le digo nada.
-¿Y qué pasa con eso?- le pregunto tratando de no denotar emoción alguna.
-Que me hubiera gustado que no nos interrumpieran- asiente.
-¡Jaja...!- me río, de los nervios creo.
Se produce un silencio incómodo. Ella no se ríe, recién entonces me doy cuenta de que no está bromeando.
-¿Lo decís en serio?- prosigo ya sin reírme.
-Muy en serio, y estoy convencida de que a vos también te molestó que nos cortaran ese momento- observó muy acertadamente.
-Si..., no sé, tal vez- titubeo.
-¿Qué te parece si me haces una visita?, mi marido tiene entrenamiento toda la tarde- me propone.
-¿Una visita? ¿Para qué?- le pregunto cuál ninfa inocente.
-Para terminar lo que empezamos- responde de una, sin titubeo alguno.
No sé que contestar. La verdad es que la situación me había gustado, el beso, el manoseo, las caricias, pero todo se dio dentro del ámbito de una fiesta de sexo grupal, estábamos en el medio de una orgía, con dos hombres calientes y exaltados que nos incitaban a hacer de todo, y nosotras lo hacíamos. Estábamos tan excitadas que lo hubiéramos hecho hasta con un gorila, en ese aspecto somos inimputables, pero el beso... La Negra tiene razón, fue algo distinto, no sé cómo explicarlo, más sensual, apasionado, al principio nos besamos porque ellos nos lo pidieron, pero luego..., la lengua, la saliva, los chupones, todo fue pura y exclusivamente deseo nuestro.
-Puedo pasar un rato- acepto finalmente.
Ya tuve antes sexo con mujeres, con una compañera de trabajo, lesbiana, mi jefa ni más ni menos, pero la Negra es una amiga de años, mujer por donde se la mire, su devoción a la verga solo puede equipararse a la mía, por lo que no entendía cuál era su interés por avanzar en ese terreno.
-Ok, te espero- me dice.
La imagino esbozando una sonrisa y no puedo evitar sonreírme también.
Salgo de la "office" y voy directo a su casa. Golpeo la puerta de su departamento y ya desde que me abre me deja con la boca abierta, ya que me recibe en ropa interior. Sí, está en corpiño y bombacha, si es que a eso se le puede llamar bombacha, apenas una tirita que se le mete bien adentro de la raya. Me hace pasar de prepo, antes de que algún vecino pueda verla, y cerrando la puerta, se me planta adelante, a escasos centímetros. Puedo sentir su respiración excitada, está caliente... ¿Caliente conmigo?
-Negra yo...- intento poner alguna excusa, pero me interrumpe cubriendo mis labios con los suyos.
Bueno, en realidad no me los cubre, sino que me besa, y yo acepto el beso. Si no hubiera querido estar allí, no estaría, podía haberle dado mil excusas, pero ahora que estaba en su departamento, ya no había excusa que valiera. Así que nos besamos. Fue un beso largo, como de reconocimiento, sabiendo que estábamos las dos solas, sin ningún hombre que nos incitara a hacerlo.
-¿Decías...?- me pregunta al separarse de mis labios, mirándome con la satisfacción de quien ha cumplido un deseo largamente esperado.
También la miro, pero no puedo decir nada, la taquicardia, la agitación, la calentura...
-Nada..., no decía nada- respondo y ahora soy yo la que la besa a ella, y ella la que recibe, abriendo la boca, enredando su lengua con la mía.
Nos besamos y nos frotamos durante un largo rato ahí, en medio de la sala. Dos mujeres, dos amigas, de ahora en más, ¿dos amantes?
-Vení, vamos a la cama- me dice tomándome de la mano.
Su habitación está en penumbras, con una aroma sensual y exótico flotando en el ambiente. La Negra vuelve a besarme mientras comienza a desvestirme. Intento ayudarla, pero me detiene.
-Quiero hacerlo yo- me dice guiñándome un ojo -¡Es la primera vez que voy a desnudar a otra mujer!- se entusiasma.
La dejo hacer, disfrutando ese momento en que mi desnudez se revela procaz y súbitamente a los ojos de mi amiga.
-¡Sos hermosa Mary...!- me dice en un susurro, agarrándome las tetas y apretándomelas.
Se desabrocha entonces el corpiño, se lo saca y refriega sus tetas contra las mías.
-¡Dos potencias se saludan!- bromea.
Mis pezones se endurecen al sentir los suyos, tibios y puntiagudos. Se agacha y me los chupa, mordiéndomelos suavemente.
-¡Mmmhhh..., que ricos...!- exclama.
Nos echamos en la cama, enredadas la una con la otra, besándonos, acariciándonos, restregándonos, olvidándonos de la amistad en pos de aquella inusitada lujuria que vuelve a poseernos como aquella tarde de sábado. Me estremezco al sentir sus dedos recorriendo mi hendidura.
-Que ganas tenía de tocarte el otro día- me susurra al oído -Pero sabía que si lo hacía iba a terminar echando a esos dos para quedarnos nosotras solas-
Hunde los dedos en mí y comienza a explorarme por dentro, arrancándome unos jadeos por demás excitados. Que bien me toca..., bueno, una mujer sabe mejor que nadie donde le gusta que la toquen, y eso hacía ella conmigo, me tocaba en los lugares más sensibles, encendiendo la mecha de una bomba que al explotar nos encontraría a las dos entre sus víctimas.
-¡Si..., mojate para mí..., dale..., quiero sentirte...!- me decía agitando sus dedos en mi interior.
No había pija pero no importaba, los dedos de la Negra suplían aquella falta en forma más que meritoria, metiendo y sacando el índice y el medio como si fuera una cuchara, utilizando el pulgar para frotarme el clítoris. Se escupía en los dedos y esparcía la saliva por sobre mis labios, presionando aquí y allá, haciéndome tiritar de placer. Cierro los ojos y me dejo llevar por esa marea de sensaciones que me envuelven y revolean por los aires. Si aquello ya me parecía estimulante, cuando reemplaza los dedos por su lengua, me desquicié por completo. Me mojé soltando unos efusivos chorritos que ella se bebió con avidez.
Dispuesta a complacerme, se me sube encima, formando un 69, y se pone a chuparme la concha con intensa fruición. Sus piernas se sitúan a ambos lados de mi cabeza, de modo que su concha queda al alcance de mi boca. También está mojada y chorreando, unas gotitas de flujo cuelgan de sus gajos, las cuales recojo con mi lengua y saboreo, deleitándome con el sabor de su intimidad. Sabe deliciosa..., sabe a mujer, a sexo, a calentura. Nos chupamos mutuamente, nos saboreamos, enterramos nuestras caras en la entrepierna de la otra, bebiendo la miel que fluye de nuestro interior. Nos comemos, nos encachuchamos, hasta que la Negra se levanta y me deja con la boca y la concha abiertas.
-Quedate ahí, no te muevas que tengo una sorpresa- me dice mientras busca algo en el ropero.
Me quedo ahí, hambrienta, anhelante, con ganas de seguir chupando y sintiendo.
-Cerrá los ojos- me dice cuando parece haber encontrado lo que buscaba.
Cierro los ojos y espero. Escucho algunos ruidos, pero no me imagino que puede estar haciendo.
-Abrílos- me dice casi enseguida.
Los abro y la veo parada ante mí, en toda su excelsa desnudez, con los pechos hinchados de la excitación y..., y..., ¡y una terrible poronga entre las piernas!
-¿Qué te parece?- me pregunta mientras se la menea con una mano.
Tiene puesto en la cintura una especie de arnés del cual sale, enhiesto, duro e imponente, un chotazo de aquellos, como de 20 centímetros, con las venas y la textura de la piel perfectamente delineadas.
-¡Jaja... ¿Y eso?!- me río.
-Una pija, nena, ¿que, un poco de tortilleo y ya te olvidaste?- se burla la Negra.
-Es que nunca había visto una así, de mentira- le comento.
-La compré para vos, para cogerte y para que me cojas- me dice mientras se sube a la cama.
Se pone de rodillas junto a mi cara y enfila la pija de goma hacia mi boca. Se la escupe y esparce la saliva por toda su gomosa superficie.
-¡Chupámela!- me ordena y yo se la chupo.
Por supuesto no es como chupar una pija de verdad, pero resulta estimulante el jueguito. Sobre todo cuando se me pone encima y me penetra como si fuera un hombre, metiéndome todo ese trasto casi hasta la base del arnés. Mientras me coge suave y pausadamente, como solo una mujer podría hacerlo, volvemos a besarnos, jugosa, ávidamente. La Negra no besa a sus amantes, pero a mí me come la boca como si en mis labios fuera a encontrar néctar y ambrosía.
-¡Ohhhh..., siiiiiiiii..., siiiiiiiii..., ahhhhhhh..., ahhhhhhhh..., no pares Negra, no pares...!- le pido entre gemidos y jadeos cada vez más entusiastas.
-¡No voy a parar...!- me replica ella del mismo modo -¡Te voy a coger bien cogidita..., y después me vas a coger vos a mí..., aunque a mí prefiero que me des por el culo...!-
Sus embestidas son cada vez más firmes e impetuosas, cargadas de morbo y lascivia. La rodeo con mis piernas por la espalda y me muevo con ella, sintiendo cada golpe en mi interior, cada metida y sacada, cada roce, no puedo decir que lo disfruto como si estuviera con un hombre porque no es así, falta la fuerza de un hombre, la calentura de un hombre, el olor de un hombre, falta testosterona y se nota.
El mundo se forjó en torno a una pija de carne, sangre y venas, no de plástico, me hubiera gustado que solo fuéramos ella y yo, sin ningún juguete de por medio, pero no puedo negar que la situación tiene su encanto. Lo mejor de todo era sentir el cuerpo de mi amiga sobre el mío, la suavidad de sus formas, la tersura de su piel, la firmeza de sus pechos, la calidez de su aliento, la calentura que le transmite mi propia calentura. Así llego al orgasmo, como en un ensueño, sintiéndola, dejándome embriagar por esas envolventes sensaciones que me encienden hasta el alma.
-¡Te mojaste...!- susurra la Negra con una sonrisa rebosante de satisfacción.
Le respondo con un suspiro, arqueando la espalda y empujando la pelvis hacia arriba para sentir aún mejor la sinuosidad de sus caderas. Cuando sale de mí, se escucha como un chasquido, un sonido húmedo que delata lo que acabo de confirmar. Que me eche un polvo con mi mejor amiga.
Entonces me toca a mí ponerme el cinturón y darle por el culo, tal como ella misma me había pedido. Me veo extraña con una verga entre las piernas, aunque ésta sea de plástico. Si tuviera una de verdad me la viviría acariciando todo el día, jaja.
La Negra se pone en cuatro y se abre toda para mí, por un momento me quedo pasmada mirándola. Tengo ante mí un paisaje increíble, de verdad me gustaría ser hombre para disfrutarlo como se merece. La hendidura roja, húmeda y encendida, la raya que divide dos montañas suaves y tersas, el agujero del culo palpitando de emoción. Le paseo la pija de goma por toda la cola, azotándola con ella en las nalgas, como tantas veces me hicieran a mí. La Negra jadea por anticipado al sentir esos incitantes azotes. Me unto la pija con abundante gel lubricante y apoyo la punta en las puertas de su anhelante culito. Le tiemblan las nalgas al sentirme. Me hundo en ella lentamente, llenando poco a poco ese ducto que, como el mío, sabe bastante de intrusiones. Me detengo para admirar aquel espectáculo: así que eso es lo que ve un hombre cuando nos tiene en esa posición, no puede haber una imagen más sensual. La agarro de la cintura y sigo avanzando, enterrándome entre sus nalgas, sintiendo como va envolviendo con sus intestinos mi..., bueno, en realidad no la siento, pero lo deseo tanto que es como si la sintiera. Cuando ya estoy adentro casi totalmente, me detengo, me quedo quieta, le pego unas cuantas palmadas y le pregunto:
-¿Te gusta puta..., te gusta?-
La Negra me responde con un fuerte jadeo, como yo no me muevo, se mueve ella, atrás y adelante, ensartándose cada vez más en mi dura y erguida prótesis peneana. Entonces levanta el torso, pegando la espalda a mi pecho, y aferrándose con una mano a mi cintura, me incita a que le siga dando.
-¡Ahhhh siiiiiiii..., culeame, rompeme bien el culo...!- me dice con un tono ronco y gutural.
Aún de rodillas tras ella, me sostengo de sus tetas, e inicio el vaivén que le rellena el culo con la goma que tengo entre las piernas. Mi amiga chilla, berrea, aúlla de placer, totalmente sometida a esa virilidad de fantasía. Sin dejar de culearla, deslizo una mano hacia adelante, por entre sus piernas, y empiezo a pajearla, suave aunque sostenidamente. Está completamente mojada, con el clítoris a punto de reventar. Me parece que va a llegar, lo presiento por la pulsión de sus partes íntimas, pero justo en el momento previo se detiene. Se da la vuelta con la cara transfigurada de calentura y me dice que me quite el arnés. Así lo hago, me lo saco y lo tiro a un costado. Entonces se echa sobre mí, pero de una forma que quedamos con las piernas cruzadas, la concha de una encima de la concha de la otra. No hace falta que ninguna diga nada, empezamos a frotarnos mutuamente, sintiendo nuestra humedad, nuestra calentura, puedo sentir sus gajos, la turgencia de su clítoris. Sin dejar de frotarnos, nos miramos a los ojos, fijamente, abocadas ambas a llegar juntas al clímax o a prendernos fuego en el intento.
-¡Ahhhhhh..., ahhhhhhh..., ahhhhhhh...!- gime una.
-¡Ahhhhhh..., ahhhhhhh..., ahhhhhhh...!- acompaña la otra.
Estamos cerca, puedo sentirlo, olerlo, y hasta palparlo. Siento las señales no solo en mi cuerpo, sino también en el suyo. Ninguna cede, las dos nos damos de alma, empujando con más ahínco cada vez, buscando esa explosión que deseamos tanto.
-¡Así..., así..., ahhhhhh..., ahhhhhhhhh...!- la Negra es la primera en llegar y ahí nomás yo la secundo, estallando ambas en una eufórica cacofonía de gemidos, jadeos y suspiros.
Siento con absoluta nitidez la almibarada humedad que moja toda su entrepierna. Humedad que se mezcla con la mía, formando un solo caudal rebosante de femineidad. Un polvo solo de mujeres, un orgasmo entre amigas, placer sin testosterona.
Es cierto que el sexo lésbico tiene su encanto, pero se extraña la dureza de una verga, la efusividad del semen, los modos bruscos y apasionados de un hombre, el olor de un macho caliente. Pero igual estuvo bueno.
Luego, mientras nos duchamos, la Negra me pide un favor. Como el marido es Director Técnico de fútbol, van a viajar a Chile para presenciar los partidos finales de la Copa América. Lo que quiere es que le riegue las plantas mientras ella está de viaje.
-Mañana mismo te hago llegar un juego de llaves al laburo- me dice -Hago unas copias y te las mando-
-Ok- le digo -Ningún problema-
Nos besamos y volvemos cada una a su mundo. Ella a buscar a sus hijos a los que fletó para que pudiéramos coger tranquilas y yo a casa con el Ro y mi marido. Ninguna dijo nada respecto a una próxima vez, aunque si llegara a suceder, no me opondría a disfrutar de nuevo de los encantos de mi amiga. Las ventajas de las amigas con beneficios.
13 comentarios - Amigas con beneficios...
le mando un beso y dejo 10 puntos
Muy bien escrito...pareciera que estuve allí, mirando.
Te dejo mis +10.
besos.
gracias por compartir!
Van puntines + 🔟
[/b]