100% real, esto es de un amigo que no se animo a relatarlo el.
Mi nombre es Pedro, y tengo 22 años de edad. Fui a visitar a mis padres este fin de semana, ya que tenía un breve descanso de la universidad.
Me desperté esa mañana al oír cerrarse fuertemente la puerta de la calle. El despertador marcaba las siete de la mañana y pensé que era extraño que alguien se hubiera levantado y mucho menos haber salido de la casa, ya que era la mañana del sábado. Me levanté de la cama, miré por la ventana y vi a mi padre subir a su coche y marcharse rápidamente. A juzgar por la expresión de su rostro y sus movimientos, parecía realmente enfadado.
Volví a la cama, pero no me pude volver a dormir. En parte por el brusco despertar, pero también porque no podía dejar de preguntarme por qué mi padre había salió corriendo tan deprisa. Al ver que yo ya estaba despierto, me vestí con un chándal y se dirigí hacia las escaleras para desayunar algo.
Cuando entré en la cocina, me sorprendió ver que mi madre y mi hermano ya estaban sentados a la mesa. Arturo era dos años mayor que yo y él también estaba de visita en casa de nuestros padres ese fin de semana, era una de esas raras ocasiones que los dos coincidíamos en casa al mismo tiempo.
No me tomó mucho tiempo darme cuenta de que algo andaba mal. Me di cuenta de que mi madre había estado llorando y Arturo le estaba sosteniendo su mano, como si estuviera tratando de consolarla. Con la salida apresurada de mi padre en mente, las cosas comenzaron a encajar. Me agaché junto a mamá, puse mi mano en su espalda, ella me la sujetó con la suya y le pregunté
– ¿Qué sucede mama? ¿Has estado llorando?
– Oh, Pedro… Es tu padre. Desde que os habéis ido de casa, las cosas entre nosotros han empeorado. He descubierto que me ha estado engañando con una fulana de la oficina. Al principio trató de ocultarlo pero ahora ya ni se molesta.
No puedo describir lo furioso que me puse con mi padre, nunca había estado muy unido a él, siempre lo había estado mucho más con mi madre. Pero era mi padre y nunca hubiera pensado que pudiera engañar a mi madre.
– Papá no volvió anoche,- interrumpió mi hermano- lo ha hecho hoy a las seis de la mañana y me desperté al oírle discutir con mamá.
– Esta mañana ya ha sido el colmo.
– ¿Qué ha dicho?
Mamá se secó las lágrimas de sus ojos y me apretó la mano suavemente mientras ella respondió:
– Bueno, le pregunté dónde había estado toda la noche. Como si no supiera ya la respuesta… Me dijo que había estado con una mujer de verdad. Alguien que no le está preguntando constantemente donde he estado ni con quien. Alguien que no tan es frío como una nevera y casi nunca está de humor para tener sexo. ¿Sabéis lo que quiero decir?
Por supuesto que sabía lo que mamá quería decir, pero yo no lo podía creer. No podía entender cómo padre estaba dispuesto a tirar su relación de tantos años con mi madre Aunque mi madre ya ha cumplido más de cuarenta años, desde luego no lo parece. Tenía una media melena negra y sedosa, unos ojos marrones hacía juego con su piel bronceada. Su cuerpo no mostraba señales de haber dado a luz a dos hijos a una edad relativamente joven. Mi madre es una mujer realmente hermosa, incluso en aquellas circunstancias y tengo que confesar que había estado fantaseando con ella en más de una ocasión, mientras me masturbaba.
Me puse de pie detrás de mamá y comencé a masajear sus hombros a través de la bata que llevaba puesta, podía sentir lo tensa que estaba.
– ¿Soy realmente tan horrible?” -preguntó de pronto con un suspiro- ¿Podría ser que vuestro padre tenga razón acerca de mí? Que soy una mujer fría y vieja por la que nadie que nadie podría sentirse atraído
– ¡No! – Le respondimos mi hermano y yo casi como un acto reflejo
– Mamá, tú no eres fría y mucho menos vieja. – añadí yo – Me siento muy extraño por decirte esto, pero si no te importa que te lo diga, creo que todavía eres una mujer muy ardiente. Sigues siendo una mujer muy hermosa y deseada. Y si mi padre no se da cuenta de eso, creo que debería…
De repente, me quede callado, estaba sorprendido por mi arrojo al hablarle así a mi madre. Podía sentir que se relajaba, su respiración se hizo más profunda.
– ¿debería qué? – preguntó mi madre ansiosa por escuchar el fin de la frase.
– Que él debería buscar otro sitio donde alojarse y permitirte seguir adelante con tu vida sin él.
Arturo asintió con la cabeza en señal de aprobación.
– Pedro está en lo cierto, mamá. Si papá no te respeta, lo mejor es seguir tu vida sin él.
– Tal vez tengáis razón. Al ver cómo las cosas han estado entre nosotros en los últimos tiempos, creo que sería lo mejor.
A medida que continuaba masajeando los hombros de mi madre, podía sentir su respiración cada vez más profunda. Yo no sabía qué hacer, podía sentir una erección en mi entrepierna. Miré a mi hermano, con una silenciosa petición de ayuda o consejo. Pero Arturo estaba allí sentado, mirando a mamá con una mirada fascinada en su rostro.
– Oh, cariño – mamá dijo con una voz suave – Realmente sabes hacer un masaje, es justo lo que necesitaba.
Ella arqueó el cuello hacia atrás y me sonrió, mientras lo hacía pude ver los bordes de un camisón de satén negro por debajo de su bata, su pecho subía y bajaba de arriba abajo. Yo le devolví la sonrisa mientras trataba de no mirar sus pechos. Mi erección seguía en aumento.
– Os quiero chicos, – dijo mientras tomaba de la mano a Arturo y le sonrió también.
De pronto se levantó y se dirigió a mí de nuevo. Con una sonrisa burlona de ella, bajó la mirada hacia mi ingle, donde mis pantalones estaban haciendo un pésimo trabajo de ocultar mi erección. Dando un paso más hacia mí me dijo:
– y parece ser que tienes fuertes sentimientos por mí también, Pedro.
Estaba tan avergonzado que sólo quería desaparecer. Sabiendo que mi madre era plenamente consciente de mi erección, perdí el poco control que me quedaba de ella. Allí de pie, con una protuberancia creciente, traté de dejar escapar una especie de disculpa.
– Mamá, lo siento, es que…
– Está bien, cariño- interrumpió ella- Como he dicho, os quiero y no creo que haya nada malo en que tengas esos sentimientos.
Esas palabras me sorprendieron y no sabía qué contestar. Miré a Arturo, pero se veía tan confundido como yo.
– Oh… por supuesto que no, mamá. Yo… – tartamudeé – …no creo que esta sea una buena manera de mostrar las emociones…
– Tonterías, querido
Mamá dio unos pasos atrás.
– Ese bulto en los pantalones sólo sirve para demostrar que quieres a tu madre y también es una prueba que no soy tan vieja como tu padre piensa. Déjame decirte, que es uno de los mejores cumplidos que se le puede hacer a una mujer.
Con eso mostró otra de esas sonrisas maravillosas y para nuestra sorpresa ella desató la bata y la dejó caer al suelo. Allí, de pie, con sólo su camisón de raso cubriendo su cuerpo, hizo que mi polla me empezase a doler literalmente en los pantalones. Arturo seguía sentado en la mesa, pero por la forma en que estaba sentado debía tener una erección también.
Mamá se quedó inmóvil por unos momentos, sonriéndonos a los dos, como si quisiera explorar las nuestras reacciones. El sol de la mañana entraba a través de las ventanas de la cocina por detrás de ella, delineando su cuerpo por debajo del camisón. Pude ver que sus pezones estaban duros, marcándosele perfectamente en el camisón.
Yo no sabía qué hacer, estaba tan excitado por la visión de ella, que no podía reaccionar. Entonces, cansada de esperar una reacción, mi madre de repente se me acercó y puso sus brazos alrededor de mi cuello. Mirando fijamente a los ojos como nunca lo había hecho antes, ella empezó a susurrar en voz baja.
– ¿Qué pasa, cariño? ¿No crees que tu mamá es sexy? Pues esa erección en los pantalones parece decir lo contrario…
Casi paralizado me las arreglé para contestar.
– Mamá, esto está mal… claro que eres sexy. Si te soy honesto, no creo haber visto una mujer más sexy en mi vida.
– Entonces, déjate llevar
Casi antes de que ella terminara de decir esas palabras, me dio un beso. Ella me había besado miles de veces antes, pero ni una vez como lo hizo ahora. Aquellos habían sido los besos de una madre, este fue el beso de una amante. Al presionar sus labios con los míos, ella ansiosamente me introdujo la lengua en mi boca. No pude aguantar más y finalmente, me dejé llevar. Comencé a besarla metiendo mi lengua en su boca, nuestra saliva se mezclaba a medida que nos explorábamos mutuamente.
Lo que sucedió a partir de ese momento era puro instinto. Levanté mis manos a sus pechos y comencé a acariciar sus pechos a través de ese maravilloso camisón de satén. El material sedoso, brillante me estaba volviendo loco y me encantó el tacto de los pechos de mamá a través de él.
Entonces, como si hubiera recibido una descarga eléctrica, mamá flexionó todo su cuerpo mientras se arqueaba hacia atrás y dejó escapar un gemido. Mirando hacia abajo, vi a Arturo arrodillado detrás de ella. Había levantado su camisón y estaba acariciando su coño a través de las bragas blancas de encaje que llevaba puestas. Inclinándose hacia adelante, comencé a besar mamá por el cuello y entre sus tetas.
– Oh, muchachos, me hacéis sentir tan bien, sabéis perfectamente lo que mamá necesita.
Se libero de nosotros y se acercó a la mesa de la cocina, se subió y se puso de rodillas sobre ella. Mi madre tenía unos ojos de deseo animal, señaló a Arturo y a continuación señaló sus bragas. Arturo comprendió lo que quería decir y tiró de sus bragas a un lado, dejando al descubierto su coño bien cuidado. Inició un masaje con los dedos, pero pronto empezó a lamer sus labios, dar vueltas con la lengua por su clítoris. Empezó a retorcerse por el placer que le estaba ocasionando Arturo, entonces se volvió hacia mí
– Amor mío, ven aquí y déjame probar tu polla.
Mamá no tuvo que pedírmelo dos veces. Me desnudé y me subí a la mesa, poniéndome de rodillas. Mi madre se quedó observando mi polla durante unos segundos y a continuación, agarró mi polla por la base y lentamente bajó su boca sobre la de ella. Esto fue casi demasiado para mí, estaba tan cerca de correrme allí mismo, pero mi madre lo evitaba sabiéndose parar a tiempo para que me pudiese relajar.
– Tranquilo, cariño. No queremos que esta pistola se dispare demasiado rápido, ¿verdad? Todavía tenemos un montón de diversión por delante y no nos lo queremos perder ¿no?
– No mamá, no me lo quiero perder. Ahora calla y chuparme la polla como nunca la han chupado antes.
Y así lo hizo. Mamá me dio la mamada más increíble que me han hecho, se trabajaba mi verga arriba y abajo mientras masajeaba mis bolas. Yo no podía creer la vista que tenía delante de mí, mi propia madre chupando mi polla con mi hermano comiendo su coño en el otro extremo.
– Vamos a cambiar ¿eh?” – le dije a Arturo
– Claro – respondió.
Sacando la polla de su boca, me di cuenta que no quería soltar su chupete. Le toqué su cabeza y la sonreí
– No te preocupes mamá, voy a estar dentro de ti de nuevo en sólo un minuto… – le dije con voz tranquilizadora.
Mamá se dio la vuelta y se acostó sobre su espalda. Con eso, tuve una buena visión del coño de mi madre. Estaba bien afeitado, con la excepción de una pequeña línea de vello púbico negro justo por encima de su raja. Acaricié sus labios vaginales con la punta de mi verga, mientras mi madre gemía. Mamá me miró y abrió sus piernas totalmente, pudiendo ver el interior de su vagina sonrosada.
Agarré mi polla y poco a poco la metí en el coño húmedo de mi madre y su respiración era cada vez más rápida mientras gemía cada vez más fuerte con cada centímetro que introducía en su coño.
– Sí, sí. Méteme toda tu polla en mi coño. Fóllame, fóllame.
Mamá estaba gritando palabras que nunca antes la había oído pronunciar. Empecé a embestirla, lento al principio pero luego fui ganando velocidad. Yo miraba como mi verga desaparecía completamente en su coño. Mamá empezó a seguir el ritmo conmigo, mis bolas golpeaban contra su entrepierna. Mamá miró de nuevo a Arturo, éste se había quitado la ropa y se encontraba al lado de su cabeza, mamá agarró su polla tiesa y se la introdujo en la boca, empezó a lamerla como si fuera un helado, la polla desaparecía casi completamente y a continuación se la sacaba completamente y así una y otra vez.
A estas alturas, yo había cogido un ritmo furioso. Podía sentir que estaba cerca de correrme, me incliné y la agarré firmemente por las caderas. Cuando sentí que me iba a correr, saqué mi polla y eyaculé a lo largo de su vientre y sus pechos. Fue increíble, nunca había disparado tal cantidad de semen en mi vida. Mamá en ese momento se sacó la polla de Arturo y dio un alarido, había tenido un orgasmo. Volvió a introducirse la polla de Arturo en su boca y siguió chupando, y a los pocos instantes se corrió inundando toda su boca. Mamá se trago su semen y se relamió para limpiarse los labios.
– Qué vergüenza, cariño, correrte dentro de la boca de tu madre sin avisarla. – dijo mi madre con una sonrisa picara – Espero que os haya quedado algo dentro, todavía no hemos terminado.
Arturo y yo nos miramos y nos hicimos un gesto de complicidad.
– Acuéstate en el piso, cariño – me dijo mamá mientras se bajaba de la mesa.
No tardé en hacer lo que ella me había dicho, me acosté con mi polla dura apuntando al techo. Miré hacia arriba y pude ver su coño brillando por los flujos vaginales y mi semen. Luego se sentó a horcajadas sobre mí, cogió firmemente mi polla y la guió hacia su vagina húmeda. A medida que lentamente se sentó sobre mí, pude ver mi polla desapareciendo de nuevo en ese túnel suave y caliente.
Cuando ella se introdujo toda mi verga, empezó a cabalgar. Con cada descenso que hacía, yo empujaba hacia arriba para llegar a lo más profundo posible. Extendí mis manos y empecé a jugar con las tetas de mamá, que saltaban arriba y abajo mientras cabalgaba.
– No puedo aguantar más – de repente oí decir a Arturo.
Él se acercó por detrás y mamá se dio cuenta de lo que pretendía. Mamá se inclinó sobre mí para darle un acceso más fácil. Arturo lamió sus dedos y embadurnó de saliva el ano de mamá, luego se colocó la verga en la entrada y la agarró por las caderas. Mientras se abría paso poco a poco en su culo, mamá estaba casi fuera de control, echando la cabeza hacia atrás y hacia adelante, gritando en voz alta.
– Oh, Dios, dadle a mama lo que necesita. Vamos, meter vuestras pollas hasta el fondo.
Arturo y yo aumentamos la velocidad de nuestras embestidas mientras mamá seguía gritando. Los tres nos habíamos abandonado a nuestros instintos más primitivos, gemíamos y gruñíamos como animales.
– Mamá, me voy a correr otra vez – le dije.
– No se te ocurra correrte fuera otra vez. Hazlo dentro de mí.
– Si, mamá.
Me corrí dentro de ella mientras Arturo seguía bombeando en el culo mamá y él también se acercaba a su clímax. Mamá lo miró por encima del hombro sudoroso.
– Córrete dentro tú también.
Arturo seguía follándosela, hasta que empezó a temblar y con un ronquido se corrió dentro y se tumbó sobre ella, menos mal que con sus brazos aguantaba su propio peso, sino me habrían aplastado.
Nos quedamos en esa posición durante unos minutos, estábamos recuperando el aliento. Mi polla estaba todavía dentro de mamá y yo podía sentir como algo de mi esperma salía de su coño y humedecía mis testículos. Por último, los tres nos separamos y nos quedamos tumbados en el suelo de la cocina. Ninguno dijo nada, supimos que habíamos hecho algo prohibido. Finalmente mamá rompió el silencio.
– Gracias, eso era justo lo que necesitaba. Os quiero. No quiero volver a ver a vuestro padre, sólo quiero que me prometáis que vendréis a visitarme los dos tan a menudo como podáis. ¿Haréis eso por mí?
– Por supuesto, mamá – le respondí con una sonrisa.
Arturo asintió con la cabeza en acuerdo. Todos sabíamos que nuestra relación nunca volvería a ser la misma otra vez. Mamá se levantó y se puso de nuevo su bata, se volvió hacia nosotros
– Y ahora, ¿qué os apetece desayunar?
Mi nombre es Pedro, y tengo 22 años de edad. Fui a visitar a mis padres este fin de semana, ya que tenía un breve descanso de la universidad.
Me desperté esa mañana al oír cerrarse fuertemente la puerta de la calle. El despertador marcaba las siete de la mañana y pensé que era extraño que alguien se hubiera levantado y mucho menos haber salido de la casa, ya que era la mañana del sábado. Me levanté de la cama, miré por la ventana y vi a mi padre subir a su coche y marcharse rápidamente. A juzgar por la expresión de su rostro y sus movimientos, parecía realmente enfadado.
Volví a la cama, pero no me pude volver a dormir. En parte por el brusco despertar, pero también porque no podía dejar de preguntarme por qué mi padre había salió corriendo tan deprisa. Al ver que yo ya estaba despierto, me vestí con un chándal y se dirigí hacia las escaleras para desayunar algo.
Cuando entré en la cocina, me sorprendió ver que mi madre y mi hermano ya estaban sentados a la mesa. Arturo era dos años mayor que yo y él también estaba de visita en casa de nuestros padres ese fin de semana, era una de esas raras ocasiones que los dos coincidíamos en casa al mismo tiempo.
No me tomó mucho tiempo darme cuenta de que algo andaba mal. Me di cuenta de que mi madre había estado llorando y Arturo le estaba sosteniendo su mano, como si estuviera tratando de consolarla. Con la salida apresurada de mi padre en mente, las cosas comenzaron a encajar. Me agaché junto a mamá, puse mi mano en su espalda, ella me la sujetó con la suya y le pregunté
– ¿Qué sucede mama? ¿Has estado llorando?
– Oh, Pedro… Es tu padre. Desde que os habéis ido de casa, las cosas entre nosotros han empeorado. He descubierto que me ha estado engañando con una fulana de la oficina. Al principio trató de ocultarlo pero ahora ya ni se molesta.
No puedo describir lo furioso que me puse con mi padre, nunca había estado muy unido a él, siempre lo había estado mucho más con mi madre. Pero era mi padre y nunca hubiera pensado que pudiera engañar a mi madre.
– Papá no volvió anoche,- interrumpió mi hermano- lo ha hecho hoy a las seis de la mañana y me desperté al oírle discutir con mamá.
– Esta mañana ya ha sido el colmo.
– ¿Qué ha dicho?
Mamá se secó las lágrimas de sus ojos y me apretó la mano suavemente mientras ella respondió:
– Bueno, le pregunté dónde había estado toda la noche. Como si no supiera ya la respuesta… Me dijo que había estado con una mujer de verdad. Alguien que no le está preguntando constantemente donde he estado ni con quien. Alguien que no tan es frío como una nevera y casi nunca está de humor para tener sexo. ¿Sabéis lo que quiero decir?
Por supuesto que sabía lo que mamá quería decir, pero yo no lo podía creer. No podía entender cómo padre estaba dispuesto a tirar su relación de tantos años con mi madre Aunque mi madre ya ha cumplido más de cuarenta años, desde luego no lo parece. Tenía una media melena negra y sedosa, unos ojos marrones hacía juego con su piel bronceada. Su cuerpo no mostraba señales de haber dado a luz a dos hijos a una edad relativamente joven. Mi madre es una mujer realmente hermosa, incluso en aquellas circunstancias y tengo que confesar que había estado fantaseando con ella en más de una ocasión, mientras me masturbaba.
Me puse de pie detrás de mamá y comencé a masajear sus hombros a través de la bata que llevaba puesta, podía sentir lo tensa que estaba.
– ¿Soy realmente tan horrible?” -preguntó de pronto con un suspiro- ¿Podría ser que vuestro padre tenga razón acerca de mí? Que soy una mujer fría y vieja por la que nadie que nadie podría sentirse atraído
– ¡No! – Le respondimos mi hermano y yo casi como un acto reflejo
– Mamá, tú no eres fría y mucho menos vieja. – añadí yo – Me siento muy extraño por decirte esto, pero si no te importa que te lo diga, creo que todavía eres una mujer muy ardiente. Sigues siendo una mujer muy hermosa y deseada. Y si mi padre no se da cuenta de eso, creo que debería…
De repente, me quede callado, estaba sorprendido por mi arrojo al hablarle así a mi madre. Podía sentir que se relajaba, su respiración se hizo más profunda.
– ¿debería qué? – preguntó mi madre ansiosa por escuchar el fin de la frase.
– Que él debería buscar otro sitio donde alojarse y permitirte seguir adelante con tu vida sin él.
Arturo asintió con la cabeza en señal de aprobación.
– Pedro está en lo cierto, mamá. Si papá no te respeta, lo mejor es seguir tu vida sin él.
– Tal vez tengáis razón. Al ver cómo las cosas han estado entre nosotros en los últimos tiempos, creo que sería lo mejor.
A medida que continuaba masajeando los hombros de mi madre, podía sentir su respiración cada vez más profunda. Yo no sabía qué hacer, podía sentir una erección en mi entrepierna. Miré a mi hermano, con una silenciosa petición de ayuda o consejo. Pero Arturo estaba allí sentado, mirando a mamá con una mirada fascinada en su rostro.
– Oh, cariño – mamá dijo con una voz suave – Realmente sabes hacer un masaje, es justo lo que necesitaba.
Ella arqueó el cuello hacia atrás y me sonrió, mientras lo hacía pude ver los bordes de un camisón de satén negro por debajo de su bata, su pecho subía y bajaba de arriba abajo. Yo le devolví la sonrisa mientras trataba de no mirar sus pechos. Mi erección seguía en aumento.
– Os quiero chicos, – dijo mientras tomaba de la mano a Arturo y le sonrió también.
De pronto se levantó y se dirigió a mí de nuevo. Con una sonrisa burlona de ella, bajó la mirada hacia mi ingle, donde mis pantalones estaban haciendo un pésimo trabajo de ocultar mi erección. Dando un paso más hacia mí me dijo:
– y parece ser que tienes fuertes sentimientos por mí también, Pedro.
Estaba tan avergonzado que sólo quería desaparecer. Sabiendo que mi madre era plenamente consciente de mi erección, perdí el poco control que me quedaba de ella. Allí de pie, con una protuberancia creciente, traté de dejar escapar una especie de disculpa.
– Mamá, lo siento, es que…
– Está bien, cariño- interrumpió ella- Como he dicho, os quiero y no creo que haya nada malo en que tengas esos sentimientos.
Esas palabras me sorprendieron y no sabía qué contestar. Miré a Arturo, pero se veía tan confundido como yo.
– Oh… por supuesto que no, mamá. Yo… – tartamudeé – …no creo que esta sea una buena manera de mostrar las emociones…
– Tonterías, querido
Mamá dio unos pasos atrás.
– Ese bulto en los pantalones sólo sirve para demostrar que quieres a tu madre y también es una prueba que no soy tan vieja como tu padre piensa. Déjame decirte, que es uno de los mejores cumplidos que se le puede hacer a una mujer.
Con eso mostró otra de esas sonrisas maravillosas y para nuestra sorpresa ella desató la bata y la dejó caer al suelo. Allí, de pie, con sólo su camisón de raso cubriendo su cuerpo, hizo que mi polla me empezase a doler literalmente en los pantalones. Arturo seguía sentado en la mesa, pero por la forma en que estaba sentado debía tener una erección también.
Mamá se quedó inmóvil por unos momentos, sonriéndonos a los dos, como si quisiera explorar las nuestras reacciones. El sol de la mañana entraba a través de las ventanas de la cocina por detrás de ella, delineando su cuerpo por debajo del camisón. Pude ver que sus pezones estaban duros, marcándosele perfectamente en el camisón.
Yo no sabía qué hacer, estaba tan excitado por la visión de ella, que no podía reaccionar. Entonces, cansada de esperar una reacción, mi madre de repente se me acercó y puso sus brazos alrededor de mi cuello. Mirando fijamente a los ojos como nunca lo había hecho antes, ella empezó a susurrar en voz baja.
– ¿Qué pasa, cariño? ¿No crees que tu mamá es sexy? Pues esa erección en los pantalones parece decir lo contrario…
Casi paralizado me las arreglé para contestar.
– Mamá, esto está mal… claro que eres sexy. Si te soy honesto, no creo haber visto una mujer más sexy en mi vida.
– Entonces, déjate llevar
Casi antes de que ella terminara de decir esas palabras, me dio un beso. Ella me había besado miles de veces antes, pero ni una vez como lo hizo ahora. Aquellos habían sido los besos de una madre, este fue el beso de una amante. Al presionar sus labios con los míos, ella ansiosamente me introdujo la lengua en mi boca. No pude aguantar más y finalmente, me dejé llevar. Comencé a besarla metiendo mi lengua en su boca, nuestra saliva se mezclaba a medida que nos explorábamos mutuamente.
Lo que sucedió a partir de ese momento era puro instinto. Levanté mis manos a sus pechos y comencé a acariciar sus pechos a través de ese maravilloso camisón de satén. El material sedoso, brillante me estaba volviendo loco y me encantó el tacto de los pechos de mamá a través de él.
Entonces, como si hubiera recibido una descarga eléctrica, mamá flexionó todo su cuerpo mientras se arqueaba hacia atrás y dejó escapar un gemido. Mirando hacia abajo, vi a Arturo arrodillado detrás de ella. Había levantado su camisón y estaba acariciando su coño a través de las bragas blancas de encaje que llevaba puestas. Inclinándose hacia adelante, comencé a besar mamá por el cuello y entre sus tetas.
– Oh, muchachos, me hacéis sentir tan bien, sabéis perfectamente lo que mamá necesita.
Se libero de nosotros y se acercó a la mesa de la cocina, se subió y se puso de rodillas sobre ella. Mi madre tenía unos ojos de deseo animal, señaló a Arturo y a continuación señaló sus bragas. Arturo comprendió lo que quería decir y tiró de sus bragas a un lado, dejando al descubierto su coño bien cuidado. Inició un masaje con los dedos, pero pronto empezó a lamer sus labios, dar vueltas con la lengua por su clítoris. Empezó a retorcerse por el placer que le estaba ocasionando Arturo, entonces se volvió hacia mí
– Amor mío, ven aquí y déjame probar tu polla.
Mamá no tuvo que pedírmelo dos veces. Me desnudé y me subí a la mesa, poniéndome de rodillas. Mi madre se quedó observando mi polla durante unos segundos y a continuación, agarró mi polla por la base y lentamente bajó su boca sobre la de ella. Esto fue casi demasiado para mí, estaba tan cerca de correrme allí mismo, pero mi madre lo evitaba sabiéndose parar a tiempo para que me pudiese relajar.
– Tranquilo, cariño. No queremos que esta pistola se dispare demasiado rápido, ¿verdad? Todavía tenemos un montón de diversión por delante y no nos lo queremos perder ¿no?
– No mamá, no me lo quiero perder. Ahora calla y chuparme la polla como nunca la han chupado antes.
Y así lo hizo. Mamá me dio la mamada más increíble que me han hecho, se trabajaba mi verga arriba y abajo mientras masajeaba mis bolas. Yo no podía creer la vista que tenía delante de mí, mi propia madre chupando mi polla con mi hermano comiendo su coño en el otro extremo.
– Vamos a cambiar ¿eh?” – le dije a Arturo
– Claro – respondió.
Sacando la polla de su boca, me di cuenta que no quería soltar su chupete. Le toqué su cabeza y la sonreí
– No te preocupes mamá, voy a estar dentro de ti de nuevo en sólo un minuto… – le dije con voz tranquilizadora.
Mamá se dio la vuelta y se acostó sobre su espalda. Con eso, tuve una buena visión del coño de mi madre. Estaba bien afeitado, con la excepción de una pequeña línea de vello púbico negro justo por encima de su raja. Acaricié sus labios vaginales con la punta de mi verga, mientras mi madre gemía. Mamá me miró y abrió sus piernas totalmente, pudiendo ver el interior de su vagina sonrosada.
Agarré mi polla y poco a poco la metí en el coño húmedo de mi madre y su respiración era cada vez más rápida mientras gemía cada vez más fuerte con cada centímetro que introducía en su coño.
– Sí, sí. Méteme toda tu polla en mi coño. Fóllame, fóllame.
Mamá estaba gritando palabras que nunca antes la había oído pronunciar. Empecé a embestirla, lento al principio pero luego fui ganando velocidad. Yo miraba como mi verga desaparecía completamente en su coño. Mamá empezó a seguir el ritmo conmigo, mis bolas golpeaban contra su entrepierna. Mamá miró de nuevo a Arturo, éste se había quitado la ropa y se encontraba al lado de su cabeza, mamá agarró su polla tiesa y se la introdujo en la boca, empezó a lamerla como si fuera un helado, la polla desaparecía casi completamente y a continuación se la sacaba completamente y así una y otra vez.
A estas alturas, yo había cogido un ritmo furioso. Podía sentir que estaba cerca de correrme, me incliné y la agarré firmemente por las caderas. Cuando sentí que me iba a correr, saqué mi polla y eyaculé a lo largo de su vientre y sus pechos. Fue increíble, nunca había disparado tal cantidad de semen en mi vida. Mamá en ese momento se sacó la polla de Arturo y dio un alarido, había tenido un orgasmo. Volvió a introducirse la polla de Arturo en su boca y siguió chupando, y a los pocos instantes se corrió inundando toda su boca. Mamá se trago su semen y se relamió para limpiarse los labios.
– Qué vergüenza, cariño, correrte dentro de la boca de tu madre sin avisarla. – dijo mi madre con una sonrisa picara – Espero que os haya quedado algo dentro, todavía no hemos terminado.
Arturo y yo nos miramos y nos hicimos un gesto de complicidad.
– Acuéstate en el piso, cariño – me dijo mamá mientras se bajaba de la mesa.
No tardé en hacer lo que ella me había dicho, me acosté con mi polla dura apuntando al techo. Miré hacia arriba y pude ver su coño brillando por los flujos vaginales y mi semen. Luego se sentó a horcajadas sobre mí, cogió firmemente mi polla y la guió hacia su vagina húmeda. A medida que lentamente se sentó sobre mí, pude ver mi polla desapareciendo de nuevo en ese túnel suave y caliente.
Cuando ella se introdujo toda mi verga, empezó a cabalgar. Con cada descenso que hacía, yo empujaba hacia arriba para llegar a lo más profundo posible. Extendí mis manos y empecé a jugar con las tetas de mamá, que saltaban arriba y abajo mientras cabalgaba.
– No puedo aguantar más – de repente oí decir a Arturo.
Él se acercó por detrás y mamá se dio cuenta de lo que pretendía. Mamá se inclinó sobre mí para darle un acceso más fácil. Arturo lamió sus dedos y embadurnó de saliva el ano de mamá, luego se colocó la verga en la entrada y la agarró por las caderas. Mientras se abría paso poco a poco en su culo, mamá estaba casi fuera de control, echando la cabeza hacia atrás y hacia adelante, gritando en voz alta.
– Oh, Dios, dadle a mama lo que necesita. Vamos, meter vuestras pollas hasta el fondo.
Arturo y yo aumentamos la velocidad de nuestras embestidas mientras mamá seguía gritando. Los tres nos habíamos abandonado a nuestros instintos más primitivos, gemíamos y gruñíamos como animales.
– Mamá, me voy a correr otra vez – le dije.
– No se te ocurra correrte fuera otra vez. Hazlo dentro de mí.
– Si, mamá.
Me corrí dentro de ella mientras Arturo seguía bombeando en el culo mamá y él también se acercaba a su clímax. Mamá lo miró por encima del hombro sudoroso.
– Córrete dentro tú también.
Arturo seguía follándosela, hasta que empezó a temblar y con un ronquido se corrió dentro y se tumbó sobre ella, menos mal que con sus brazos aguantaba su propio peso, sino me habrían aplastado.
Nos quedamos en esa posición durante unos minutos, estábamos recuperando el aliento. Mi polla estaba todavía dentro de mamá y yo podía sentir como algo de mi esperma salía de su coño y humedecía mis testículos. Por último, los tres nos separamos y nos quedamos tumbados en el suelo de la cocina. Ninguno dijo nada, supimos que habíamos hecho algo prohibido. Finalmente mamá rompió el silencio.
– Gracias, eso era justo lo que necesitaba. Os quiero. No quiero volver a ver a vuestro padre, sólo quiero que me prometáis que vendréis a visitarme los dos tan a menudo como podáis. ¿Haréis eso por mí?
– Por supuesto, mamá – le respondí con una sonrisa.
Arturo asintió con la cabeza en acuerdo. Todos sabíamos que nuestra relación nunca volvería a ser la misma otra vez. Mamá se levantó y se puso de nuevo su bata, se volvió hacia nosotros
– Y ahora, ¿qué os apetece desayunar?
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