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Cuando toqué el timbre de su casa, ella me recibió vestida con el uniforme del colegio al que había ido. Imaginense, la pulposidad de mi amante rubia, escapandose de un talle que ya había abandonado hace un tiempo no muy lejano. No lo digo de malo, a mi me encanta la pulposidad, pero la realidad es que, dos hijas ( la última hace tres años) habían calado en su cuerpo. Pero eso para mí, es muy bueno, puesto que Marianita, tiene unos pechos redondos, grandes, blancos y con pezones rozados que te apuntan como invitándote a servirte. Su abdomen circular sobre sale cuando se sienta a cabalgarte. Su forma invita a besarlo, morderlo y lamerlo. El camino a la conchita, esta coronado por un tatuaje, de una bandada de pájaros que señala la dirección a seguir puesto que se pierden en su bajo vientre.
Entramos a los besos y abrazos. No deje nada librado a su acción. Controle sus besos con mi bocota. Con mis manos fuertes le tire del pelo rubio recogido en una colita sobre la cabeza para separarla de mí y comerle el cuello. Me sambullí entre sus tetas y comencé a besarlas, como quien come una naranja de ombligo en el calor de la tarde. Siguiéndome el juego dejó caerse en la silla. yo me agaché a besarla.
La calentura que me hizo levantar en aquellos primero minutos la esposa de mi amigo fue indescriptible; me besó con lengua larga, de tanto en tanto, me mordisquiaba mi labio inferior a la vez que con sus dos manos, me agarraba de los cachetes, clavándome su mirada mirada marrón inocente, para volver a comerme la boca. Me desprendí del aquel hechizo bucal incorporándome para sacarme la remera. Ella, abrió mi pantalon y comenzó a apretarme los huevos y el pene dentro del calzón de licra, hasta que mi miembro fue más fuerte que este noble material y se escapó todo jugoso y patinoso.
-José no va a venir hasta tarde, las nenas está con mi vieja.
La capacidad de mi rubia zorra en hablarme con su vocecita alfautada, casí adolescente, de su vida diaria con total normalidad mientras iniciaba el trabajo manual con mi miembro me partía la cabeza. Me cebaba el peligro, el hecho de que era madre, esposa, nuera, amiga. Ella hablaba de su marido, pero me apretaba la pija a mí, hablaba de su madre pero era yo quien apretujaba sus tetas que sobresalían de la camisa blanca del instituto. Hablaba de sus hijas, pero era yo quien le cortaba el relato metiéndole la pija en la boca. Pero a mí me encanta, porque me gusta el peligro, me encanta, porque siempre había querido coger con ella, me encantaba saber que cuando José se iba de putas, ella se convertía en mí puta.
Pero ese día era especial, si bien estaba tranquilo porque le había dicho a Pepe mis aventuras con Mariana, una inquietud me recorría las venas: ¿podremos lograrlo?. Cuando le dije todo a Jose, hubo un largo silencio. No hubo piñas, ni forcejeos, ni puteadas. Sólo hubo una confesión: No podía creer las cosas que le contaba de su mujer, no podía creer, la plata que gastaba, cuando podía intentar sacar la puta de adentro de su mujer. De esa forma, se nos ocurrió el crimen perfecto. Mi tarea, era visitar a Mariana, mientras él esperaba en el bar de la esquina unos 20 minutos. Yo tenía que atacarla de tal manera que dejase la puerta entre abierta y distraerla, haciendo una rutina sexual que nunca habíamos hecho. Este plan se coronaría con su llegada impestiva, dispuesto a disfrutar los réditos de una mujer exitada por la lujuría y la morbosidad de los supuestos cuernos que le estabamos metiendo.
Un rasguño de Mariana me volvió a la realidad. Había estado chupándome la pija en círculos, siguiendo la forma de mi Glande. Bajaba hasta el medio y subía haciendo presión con sus labios rojos y su lengua calentita. Con su pulgar de la mano derecha, apretaba mis huevos, mientras que, con el resto de la mano, mantenía mi pija bien tirante.
-Mirame cuando te la chupo nene, ¿en que estás pensando?
Era muy loco, me cagaba a pedos, pero no paraba de masturbarme, le cerré la boca haciendo lo que me encantaba: Agarrarla de la colita del pelo y hundirle la pija hasta el fondo, ella sabía recibirla, así que le tocaba la garganta sin dificultades ni consecuencias. Su reclamo no había sido en vano, sabía lo que me gustaba y me complacía. Siempre me chupaba la pija acorde a la fantasía que tenía antes de lo nuestro. Su mirada delineada con un lapiz negro clavada en mí, la frente bien al descubierto gracias a una vincha negra, la colita de donde agarrarla, los pechos sobresaliendo del escote y sostenidos por el push up. Los dedos siempre a la vista, pintados de algun color chillon y la boca roja. Me complacía hasta el más mínimo detalle. Cuando mi pija, se hundía en su garganta, trataba de mostrarme su perfil, así podía apreciar, su nariz que comenzaba aguileña, pero finalizaba repignada.
A Mariana le gustaba tragar la leche. Siempre que cogíamos, tratabamos de hacerlo misionero, patitas al hombro, sin forro, porque, cuando la leche se me agolpaba, yo salía de ella y volvía a entrar en sus boca. Chupaba cortito, frenética. En otras ocasiones, cuando salía con tiempo, ella se quedaba recostada y yo me acercaba masturbandome y me sentaba en sus tetas. Me encanta cuando mis huevos duros y calientes, eran digeridos por sus pechos, blandos, blancos y tibios. Ella los apretaba mientras yo, poseído por el placer, hacía el movimiento del metesaca agarandome del respaldo. Con la cabeza incorporada, Mariana convertía su boca en una concha. Pero esa noche todo tenía que ser diferente, teníamos que estar expuestos y no recluidos en el cuarto.
Así que luego de la silla, la llevé a la mesada de la cocina, con la excusa de probarle un punto que habíamos estado discutiendo toda la semana: Que ella con su metro sesenta no podía tener sexo de parado conmigo que media metro ochenta. Yo le discutía que sí, sólo que, había que tener precisión y flexibilidad. Lo estaba logrando. El culo blanco y grande de Mariana plopeaba en mi bajo vientre. Yo había deslizado la pollera escocesa hacía la cintura, por ende, tenía un lugar de donde aferrarme para introducirle mi pene erecto. Al estar más abajo, mi pene no entraba recto sino que debia levantar a Mariana como quien acarrea una carretilla. Ella se sostenía de la mesada, aferrando sus dedos al mármol frio. Ayudaba muy bien, puesto que empujaba su cola, siguiendo los movimientos de mis brazos, mi pija entraba profunda y dura, sentía que estaba por acabar....la mamada había sido colosal, mi leche había quedado en el límite, traté de aguantar, puteando para mis adentro a José. Intenté cambiar el ritmo. Frené y posé mis manos en sus nalgas para controlar sus devoluciones extramadamente ardientes.
No pude, Mariana empujaba y gemía, pidiendo que le llenara la concha de leche. No sabía ya más que hacer para esperar al cornudo de José y ahí se me iluminó la lamparita. Nunca había intentado cogerla por el culo, seguro que eso frenaría y congelaría la situación. Separé sus nalgas y visualicé el aujero de su ano rosado, chupe mi pulgar y comencé a puertear. Pero Marian no se asustó y empezó a empujar mas fuerte.
- Ay, dale, el dedo enteró Tito, Ay papi, usa tu poronga, dale, ay ay AYYYY.
La imagen que encontró José fue épica: El cuerpo de su esposa en vertical, siendo penetrado por mí poronga y mis dedos. Su llegada me devolvió resistencia. Usando el aceíte de oliva de la mesada comencé con la doble penetración, primero los dedos y luego a pedido de la zorra de Marian mi poronga. Nunca se avivó de la llegada de su marido. Estaba abstraída en sus gemidos, no se percató de que José estaba escondido escuchando a su señora gozar. Pepe no se aguantó y comenzó a sobarse la chota y a mirar de tanto en tanto. Cuando lo veía aparecer le dedicaba tres segundos de penetración con apretada de tetas. Hasta que no aguantamos más. Nos hicimos señas con la cabeza y mantuve la cara de Marian de tal forma que no pueda mirarlo.
José se acercó lentamente, desabrochándose el pantalón, el ruido del cinturón contra el piso sobresaltó a Mariana, que miró sorprendida a su marido masturbarse.
-Sigan dale. En un rato me uno, ya tenemos todo planeado.
-Bueno dale papito, te esperooaoaaoaaooaoaoaoaoa, ay TIto que poronga hermosa, mi amor, ah, ahhh, ahhhhhhh, mmm...mira y aprende cornudo...sí sí siiiii!!!!
Para sorpresa de su esposo, Mariana no se inmuto y siguió recibiendo mis embestidas. Comencé a bombear con fuerza de la cintura de Marian que gritaba ayes de placer, quizé tirarle del pelo rubio, pero descompagine la acción. Mi miembro había escapado. Mariana, más perra que nunca, se volteó y me va llevó a la silla de la mano. José nos siguió agitando su pija.
Mientras me cerraba las piernas y me daba la espalda, comenzó a penetrarse con mi chota dura. Se deslizaba usando mis rodillas, yo la ayudaba tomandoles los pechos. Sentí los pasos de Pepe y el olor a su miembro. Le dejé las tetas a él y me conformé con la cintura de Mariana. Es muy linda su esplada blanca, transpirada y rugosa. Es muy lindo ver lo que siempre veía de frente. La mano fuerte de José agarrando la cola rubia de Mariana, su cabeza moviendose habida de tragarse toda la leche. Su pelo golpeando mi cara fue mucho, intenté separarlo pero terminé besándole la espalda. Mi leche se metía adentro de Mariana por la concha, la leche de Jose, por la boca...cualquiera diría que nos conocemos desde siempre.
Espero que les guste!!! un saludos y Buen finde!!!!
8 comentarios - El trio sorpresa con Jose y Mariana