Hola a todos, agradezco a todos los que me mandaron mensajes en mi primer relato. Eso ha provocado de que me dé animos de contarles una de las historias más calientes que me han pasado.
Mi marido es un empresario en el rubro de publicidad, por lo que siempre hay alguna que otra fiesta. Era viernes hubo una de ellas, yo me sentía tan aburrida, las mujeres eran la mayoria de nariz parada y la verdad que ese tipo de minas a mi no me agradan por lo que estaba cerca de mi marido, pese a que él quería que socializara. Yo cansada de sus insistencias ya que tenía que hablar con unos compradores me fui al patio donde había varias mesas aisladas, me sente y pronto reconocí a algunos cadetes de mi marido, porque en algunas ocasiones había ido a su oficina y ellos siempre me miraban con sus ojos libidinosos pero no decían casi nada.
En esta ocasion uno de ellos se acercó, era un negro que siempre me pareció muy sexy. El moreno se llamaba Adalberto, de descendencia brasilera, me preguntó sobre mi marido y le expliqué que tenia que esperar un poco porque estaba en una reunión con unos compradores. Yo trataba de no mirarlo pero mi vista se iba a la entrepierna del negro. Tenía un bulto enorme que elevaba su pantalón. El negro se dio cuenta que me estaba mirando por demás y me dijo:
- Disculpe si la miro tanto es que no estoy acostumbrado a ver una mujer tan hermosa como usted. Yo sonreí re caliente y aceptando el piropo.
El negro no se quedo atrás al ver que yo fui demasiado simpática y me dijo si podía dar una vuelta por que decía que jamás había visto piernas tan marcadas y perfectas. Yo me hice la inocente y di una vuelta parando mi culo como nunca antes, estaba casi en un orgasmo al mostrarle a ese potro negro mi culo parado.
-Tiene una cola deliciosa señora - dijo el negro con el bulto mucho mas grande que antes. Yo ya le miraba el bulto descaradamente mientras agradecía sus cumplidos.
Me disculpé y fui al baño y ahí se desató todo. El negro fue atrás y le cerró la puerta del baño con llave, muy silenciosamente. Y ahí nomás me dio vuelta, me puso cara contra la pared y me empezó a manosear el culito. Me tocaba toda, la espalda, la cintura, los muslos, y en un tiro sacó la pija afuera. Yo no le veía la pija porque estaba de espaldas a él, jadeando porque además me besaba el cuello. No me quitó la tanga, me masajeó nuevamente los glúteos, se regodeó con cada nalga, y me corrió la telita para un costado. Sentí su cuerpo grueso pegarse a mí, buscar posición y arremeter hacia adelante
Y sentí la cabeza de un verga durísima y gorda, una cabeza que se coló entre mis pliegues de abajo y entró sin resistencia, tan lubricada ya estaba.
-¡Ahhhhh…! —gemí cuando la verga me empezó a taladrar.
-¡Qué pedazo de culo, hija de puta, qué pedazo de hembra sos! —se regodeaba el negro con mi culo, mientras lo clavaba me masajeaba toda, y yo comencé a sentir un cosquilleo.
—Y vos negro, qué pedazo de pija tenes…
—Sos demasiado mujer para mi el cornudo de tu marido. Este culo necesita una pija de verdad.
La de Adalberto era varias veces más grande que la de Álvaro. Y se notaba.
—Sí, esta cola no es para el cornudo… Nunca me lo hizo… nunca lo dejé…
Eso lo calentó al negro, que tiró un par de estocadas profundas, bufó que parecía que explotaba, y retiró la chota y así jugosa como estaba, se puso a clavarme el orto.
Era demasiado morbo para mí: el empleado negro de mi marido cogiéndome, el cornudo a pocos metros, y la certeza de que me estaban por hacer el culo, que al propio cuerno le había prohibido mil veces. Me la clavó, y enterró la cabeza sin nada de resistencia. El resto, un poco más de trabajo, pero nada grave. Es que salvo Álvaro, cualquiera me la clavaba por atrás hasta los pelos. Incluso los tipos que me levanto en los boliches.
Comenzó una serruchada animal, así sin lubricación, sin saliva, sin nada. Pero yo estaba tan caliente que era todo más fácil.
—Decile “cornudo” —me pidió en un momento el morboso de Adalberto, que me seguía metiendo bomba.
—No puedo… —me hice la difícil— No puedo, Álvaro no se lo merece.
—Dale, putita, que se nota que este culo te lo hacen todos los días y no justamente tu marido…
Que el empleado de mi marido supiera lo puta que era yo fuera de mi matrimonio me encendió de una manera brutal.
—¡Si.... es un cornudo! —dije, hamacada contra la pared por el negro que seguía penetrándome.
El hijo de puta tenía la verga enterrada a fondo, y la sacaba hasta la mitad, no más, me tomaba una nalga con cada mano, y abría mis cachetones y ahí me clavaba a fondo mirando cómo su pija se enterraba en mi culo.
El negro, que no paraba de bombear, como un adolescente, me arrinconó más contra la pared, me tomó del cabello y me susurró al oído.
—¡Te lleno de leche puta!
Esa frase disparó mi propio orgasmo. El negro aceleró la serruchada.
—¡Ahhhhhhhhhhh…! —comencé a acabar.
Y el negro también:
—¡Ohhhhhh Dioooossssss…! Te acabo, hija de puta, te estoy acabando… ¡Ahhhhhhh…!
Sentí la tibieza adentro mientras mi propio orgasmo estallaba.
—¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhh…!!! —seguí acabando.
El negro siguió bombeando, deslechándose, cada vez a menor ritmo.
—Siempre quise cogerte este culo…
Bueno nos vestimos y con mi esposo nos fuimos a casa luego de haber culeado tan rico, ya estaba tan llena de leche que no me hizo falta cenar. Bueno esta es otra de las tantas veces que lo hice sin la presencia de mi esposo, osea con otros hombres, ya les contare otra de mis vivencias, no olviden comentar mis queridos lectores.
Mi marido es un empresario en el rubro de publicidad, por lo que siempre hay alguna que otra fiesta. Era viernes hubo una de ellas, yo me sentía tan aburrida, las mujeres eran la mayoria de nariz parada y la verdad que ese tipo de minas a mi no me agradan por lo que estaba cerca de mi marido, pese a que él quería que socializara. Yo cansada de sus insistencias ya que tenía que hablar con unos compradores me fui al patio donde había varias mesas aisladas, me sente y pronto reconocí a algunos cadetes de mi marido, porque en algunas ocasiones había ido a su oficina y ellos siempre me miraban con sus ojos libidinosos pero no decían casi nada.
En esta ocasion uno de ellos se acercó, era un negro que siempre me pareció muy sexy. El moreno se llamaba Adalberto, de descendencia brasilera, me preguntó sobre mi marido y le expliqué que tenia que esperar un poco porque estaba en una reunión con unos compradores. Yo trataba de no mirarlo pero mi vista se iba a la entrepierna del negro. Tenía un bulto enorme que elevaba su pantalón. El negro se dio cuenta que me estaba mirando por demás y me dijo:
- Disculpe si la miro tanto es que no estoy acostumbrado a ver una mujer tan hermosa como usted. Yo sonreí re caliente y aceptando el piropo.
El negro no se quedo atrás al ver que yo fui demasiado simpática y me dijo si podía dar una vuelta por que decía que jamás había visto piernas tan marcadas y perfectas. Yo me hice la inocente y di una vuelta parando mi culo como nunca antes, estaba casi en un orgasmo al mostrarle a ese potro negro mi culo parado.
-Tiene una cola deliciosa señora - dijo el negro con el bulto mucho mas grande que antes. Yo ya le miraba el bulto descaradamente mientras agradecía sus cumplidos.
Me disculpé y fui al baño y ahí se desató todo. El negro fue atrás y le cerró la puerta del baño con llave, muy silenciosamente. Y ahí nomás me dio vuelta, me puso cara contra la pared y me empezó a manosear el culito. Me tocaba toda, la espalda, la cintura, los muslos, y en un tiro sacó la pija afuera. Yo no le veía la pija porque estaba de espaldas a él, jadeando porque además me besaba el cuello. No me quitó la tanga, me masajeó nuevamente los glúteos, se regodeó con cada nalga, y me corrió la telita para un costado. Sentí su cuerpo grueso pegarse a mí, buscar posición y arremeter hacia adelante
Y sentí la cabeza de un verga durísima y gorda, una cabeza que se coló entre mis pliegues de abajo y entró sin resistencia, tan lubricada ya estaba.
-¡Ahhhhh…! —gemí cuando la verga me empezó a taladrar.
-¡Qué pedazo de culo, hija de puta, qué pedazo de hembra sos! —se regodeaba el negro con mi culo, mientras lo clavaba me masajeaba toda, y yo comencé a sentir un cosquilleo.
—Y vos negro, qué pedazo de pija tenes…
—Sos demasiado mujer para mi el cornudo de tu marido. Este culo necesita una pija de verdad.
La de Adalberto era varias veces más grande que la de Álvaro. Y se notaba.
—Sí, esta cola no es para el cornudo… Nunca me lo hizo… nunca lo dejé…
Eso lo calentó al negro, que tiró un par de estocadas profundas, bufó que parecía que explotaba, y retiró la chota y así jugosa como estaba, se puso a clavarme el orto.
Era demasiado morbo para mí: el empleado negro de mi marido cogiéndome, el cornudo a pocos metros, y la certeza de que me estaban por hacer el culo, que al propio cuerno le había prohibido mil veces. Me la clavó, y enterró la cabeza sin nada de resistencia. El resto, un poco más de trabajo, pero nada grave. Es que salvo Álvaro, cualquiera me la clavaba por atrás hasta los pelos. Incluso los tipos que me levanto en los boliches.
Comenzó una serruchada animal, así sin lubricación, sin saliva, sin nada. Pero yo estaba tan caliente que era todo más fácil.
—Decile “cornudo” —me pidió en un momento el morboso de Adalberto, que me seguía metiendo bomba.
—No puedo… —me hice la difícil— No puedo, Álvaro no se lo merece.
—Dale, putita, que se nota que este culo te lo hacen todos los días y no justamente tu marido…
Que el empleado de mi marido supiera lo puta que era yo fuera de mi matrimonio me encendió de una manera brutal.
—¡Si.... es un cornudo! —dije, hamacada contra la pared por el negro que seguía penetrándome.
El hijo de puta tenía la verga enterrada a fondo, y la sacaba hasta la mitad, no más, me tomaba una nalga con cada mano, y abría mis cachetones y ahí me clavaba a fondo mirando cómo su pija se enterraba en mi culo.
El negro, que no paraba de bombear, como un adolescente, me arrinconó más contra la pared, me tomó del cabello y me susurró al oído.
—¡Te lleno de leche puta!
Esa frase disparó mi propio orgasmo. El negro aceleró la serruchada.
—¡Ahhhhhhhhhhh…! —comencé a acabar.
Y el negro también:
—¡Ohhhhhh Dioooossssss…! Te acabo, hija de puta, te estoy acabando… ¡Ahhhhhhh…!
Sentí la tibieza adentro mientras mi propio orgasmo estallaba.
—¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhh…!!! —seguí acabando.
El negro siguió bombeando, deslechándose, cada vez a menor ritmo.
—Siempre quise cogerte este culo…
Bueno nos vestimos y con mi esposo nos fuimos a casa luego de haber culeado tan rico, ya estaba tan llena de leche que no me hizo falta cenar. Bueno esta es otra de las tantas veces que lo hice sin la presencia de mi esposo, osea con otros hombres, ya les contare otra de mis vivencias, no olviden comentar mis queridos lectores.
13 comentarios - Culeada por el empleado de mi marido
Van puntitos de reconocimiento! + 🔟 y reco!!
Ah, y desde ahora te sigo querida!! ❤️ ❤️ 😘 😘
Excelente relato