En este relato erótico, un fin de semana tranquilo con las amigas empieza de la forma más inesperada gracias a un atractivo casero. Rebeca estrenará el piso mucho antes de que sus amigas lleguen a Granada.
Casero de fin de semana
Era el mediodía del viernes y Rebeca acababa de llegar a Granada para pasar un fin de semana entre tapas y solecito. A sus tres amigas aún les faltaba una hora de camino, así que lo mejor que podía hacer era sentarse en una terraza a tomarse la primera caña del día. Se estaba estupendamente a la sombra, sacó el móvil y se puso a leer las noticias. Un mensaje. Era una de sus amigas diciéndole que se retrasarían y que fuera al apartamento a coger las llaves porque el dueño estaba ya esperando.
Giró la esquina y lo vio en la puerta del portal, era rubio, alto y joven. ¡Vaya, su casero por un fin de semana no estaba nada mal! Se presentaron y subieron por las escaleras. Además era servicial, pensó Rebeca, a juzgar por su disposición a cogerle la maleta. El piso era pequeñito pero mono. Mientras iban recorriendo las habitaciones, el chico no paraba de hacerle preguntas a Rebeca para saber más acerca de ella. Había feeling.
El casero le entregó las llaves y le preguntó si quería acompañarle a tomarse algo hasta que llegasen sus amigas. Lo cierto es que Rebeca no tenía nada mejor que hacer. Cerraron la puerta y bajaron a oscuras por las escaleras. Ella iba detrás y el delante. En un escalón, el chico se paró y se giró hacia ella.
– Tengo ganas de hacer una cosa, ¿puedo?- preguntó.
Rebeca asintió y, tras una milésima de segundo, sintió la lengua del chico en su boca. Él no se lo pensó dos veces y le agarró las nalgas ansiosamente, pegándole a su cuerpo. Parecía querer follarla ahí mismo. Rebeca rastreó su espalda y brazos, los mismos que la cogerían en volandas unos minutos después para llevarla a la habitación.
Una vez en ella, la arrojó a la cama y la desvistió en un santiamén. Se quedó contemplándola un instante y se quitó también su ropa. Se situó sobre Rebeca, apretando su erección contra su sexo descubierto, aunque él seguía con sus calzoncillos puestos. Se movió lentamente a sabiendas de que a ella le gustaría que le acariciara su clítoris de esta manera. Rebeca comenzó a sentir mucho placer.
Lamió sus pechos sugerentemente y con dulzura y cuando la chica casi rabiaba de excitación, succionó con ansia sus pezones; los pellizcó con malicia mientras Rebeca se agitaba bajo él. Ella le bajó los calzoncillos y agarró su pene, oteando sus interesantes dimensiones. Mientras la chica le masturbaba, él comprobó lo mojada que estaba ya Rebeca.
El casero se colocó entre sus piernas y se sumergió en su sexo, que le esperaba abierto de par en par. Su lengua se adentró en sus pliegues y rozó su clítoris, provocando irremediablemente que Rebeca estallara en un intenso orgasmo. Besó sus muslos hasta que ésta se recuperó y se incorporó para fundirse con esos labios que la habían catapultado al séptimo cielo.
Él buscó en su cartera un preservativo y, mientras tanto, Rebeca se agachó para hacerle una felación. Su miembro se endureció hasta el límite en su boca.
Otra vez muy cachonda, recibió la primera embestida de su casero. Su pene se deslizaba en el interior de Rebeca incansablemente, hasta que el sonido del telefonillo les sacó del idilio sexual. No quedaba mucho más tiempo. El chico incrementó el ritmo de sus penetraciones hasta que eyaculó.
Cuatro minutos después estaban vestidos y abriendo la puerta a sus amigas. El condón continuaba en el suelo.
Casero de fin de semana
Era el mediodía del viernes y Rebeca acababa de llegar a Granada para pasar un fin de semana entre tapas y solecito. A sus tres amigas aún les faltaba una hora de camino, así que lo mejor que podía hacer era sentarse en una terraza a tomarse la primera caña del día. Se estaba estupendamente a la sombra, sacó el móvil y se puso a leer las noticias. Un mensaje. Era una de sus amigas diciéndole que se retrasarían y que fuera al apartamento a coger las llaves porque el dueño estaba ya esperando.
Giró la esquina y lo vio en la puerta del portal, era rubio, alto y joven. ¡Vaya, su casero por un fin de semana no estaba nada mal! Se presentaron y subieron por las escaleras. Además era servicial, pensó Rebeca, a juzgar por su disposición a cogerle la maleta. El piso era pequeñito pero mono. Mientras iban recorriendo las habitaciones, el chico no paraba de hacerle preguntas a Rebeca para saber más acerca de ella. Había feeling.
El casero le entregó las llaves y le preguntó si quería acompañarle a tomarse algo hasta que llegasen sus amigas. Lo cierto es que Rebeca no tenía nada mejor que hacer. Cerraron la puerta y bajaron a oscuras por las escaleras. Ella iba detrás y el delante. En un escalón, el chico se paró y se giró hacia ella.
– Tengo ganas de hacer una cosa, ¿puedo?- preguntó.
Rebeca asintió y, tras una milésima de segundo, sintió la lengua del chico en su boca. Él no se lo pensó dos veces y le agarró las nalgas ansiosamente, pegándole a su cuerpo. Parecía querer follarla ahí mismo. Rebeca rastreó su espalda y brazos, los mismos que la cogerían en volandas unos minutos después para llevarla a la habitación.
Una vez en ella, la arrojó a la cama y la desvistió en un santiamén. Se quedó contemplándola un instante y se quitó también su ropa. Se situó sobre Rebeca, apretando su erección contra su sexo descubierto, aunque él seguía con sus calzoncillos puestos. Se movió lentamente a sabiendas de que a ella le gustaría que le acariciara su clítoris de esta manera. Rebeca comenzó a sentir mucho placer.
Lamió sus pechos sugerentemente y con dulzura y cuando la chica casi rabiaba de excitación, succionó con ansia sus pezones; los pellizcó con malicia mientras Rebeca se agitaba bajo él. Ella le bajó los calzoncillos y agarró su pene, oteando sus interesantes dimensiones. Mientras la chica le masturbaba, él comprobó lo mojada que estaba ya Rebeca.
El casero se colocó entre sus piernas y se sumergió en su sexo, que le esperaba abierto de par en par. Su lengua se adentró en sus pliegues y rozó su clítoris, provocando irremediablemente que Rebeca estallara en un intenso orgasmo. Besó sus muslos hasta que ésta se recuperó y se incorporó para fundirse con esos labios que la habían catapultado al séptimo cielo.
Él buscó en su cartera un preservativo y, mientras tanto, Rebeca se agachó para hacerle una felación. Su miembro se endureció hasta el límite en su boca.
Otra vez muy cachonda, recibió la primera embestida de su casero. Su pene se deslizaba en el interior de Rebeca incansablemente, hasta que el sonido del telefonillo les sacó del idilio sexual. No quedaba mucho más tiempo. El chico incrementó el ritmo de sus penetraciones hasta que eyaculó.
Cuatro minutos después estaban vestidos y abriendo la puerta a sus amigas. El condón continuaba en el suelo.
4 comentarios - Relato erótico: Casero de fin de semana
Gracias por compartir.
Angie te deja Besos y Lamiditas !!!
La mejor forma de agradecer la buena onda que se recibe es comentando, al menos al que te comenta. Yo comenté tu post, vos comentaste el mío?
Compartamos, comentemos, apoyemos, hagamos cada vez mejor esta maravillosa Comunidad !!!
"lo bueno si breve dos veces bueno"