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Tetas pequeñas (2)

Les dejo la segunda parte de este relato y aquí también se vale dejar puntos y comentarios

Después de su apasionada sesión con mi verga entre su boca tomé sus manos y le pedí que se levantara. Me gusta tu forma apasionada Jazmín, pero te enseñaré a disfrutar del sexo de otra forma. No quiere decir que lo que haces no me gusta, lo que quiero es que te mantengas excitada durante más tiempo para incrementar el placer. Quiero que obedezcas en todo lo que te pida sin cuestionarlo. Me miró con una carita de incertidumbre y yo comprendí lo que pasaba en su mente.

Jazmín, esto es solamente sexo para disfrutarlo, así que te voy a hacer disfrutar. Primero voy a poner este antifaz sobre tus ojos. Está totalmente cerrado para impedirte ver. Así, tú estarás concentrada en lo que sientes sin que te distraiga lo que ves. Me aseguré que quedara firmemente sujeto y le mandé tenderse en la cama de cuatro patas. Abre el culo separando las nalgas con tus manos lo más que puedas. Tímidamente separó un poco las nalgas. Aún tenía puestas unas sandalias de pie de gallo y se las quité. Tomando una la azoté contra la nalga y Jazmín respingó de dolor. Antes de que pudiera hablar exigí silencio. Debes aprender a abrir las nalgas totalmente, no a medias. ¡Ábrelas!

De inmediato las separó dejando su pequeño agujerito sonrosado ante mis ojos. Coloqué en mi dedo un generoso tanto de gel y lo introduje con cierta dificultad hasta su totalidad. ¡Mueve el culo! Obedeció meciendo las nalgas rítmicamente hasta que el esfínter empezó a relajarse y pude meter dos dedos. Así continuamos hasta que metí tres dedos y preparé mi verga para probar su entrada en ese culo virginal. Puse gel en la punta y retirando los dedos coloqué mi verga con fuerza. Jazmín gimió e intentó cerrar el culo por lo que recibió otro golpe en la nalga. Tomé un juguete vibrador muy similar al tamaño de mi verga y repetí la operación. La forma más afilada del artefacto facilitó la entrada y le ordené que lo mantuviera dentro con su mano pasándola por debajo de sus piernas. Me coloqué frente a su cara y puse mi verga frente a sus labios que instintivamente abrió tragándosela completa. Acaricié sus cabellos suavemente como recompensa. Le fui instruyendo sobre cómo mamar. Debes tener suficiente saliva para que sea suave, no podrás morder a menos que te lo mande y no podrás cogerla con la mano. Si la pierdes serás azotada en las nalgas con tu propia sandalia.

Vamos a probar el culo. Me coloqué nuevamente detrás de ella y retiré suavemente el instrumento. Tal vez sientas ganas de cagar. Si lo haces, serás azotada y deberás limpiarlo; lavarte el culo y volveremos a empezar hasta que tengas mi verga dentro. Se contuvo y coloqué mi verga con más gel. Apenas entró la cabeza y su esfínter se cerró con fuerza. Era tanto el placer que acaricié sus nalgas azotadas para que aflojara el culito. Poco a poco entró mi verga enhiesta y no pude contener la excitación que me provocaba entrar en ese agujero tan ajustado que estalle en chorros de leche dentro de Jazmín. Intentó quitarse el antifaz, pero no se lo permití.

Estaba agotada por el esfuerzo pero sus pezones evidenciaban su excitación. La mandé acostarse boca arriba con la raja en la orilla de la cama y me senté en el suelo a lamer suavemente su flor mojada. Al paso de los minutos se iba relajando y su respiración y sus gemidos tímidos me hacían saber que estaba poniéndose a punto. El pelambre de su sexo estaba empapado de jugos y sudores y mi verga empezó a levantarse nuevamente. Una vez endurecida me levante del suelo y me recosté sobre ella. Abrí sus piernas y la penetré. Gimió y mostrando una sonrisa que procuré alargar al máximo. Hacía entrar mi verga hasta el fondo y luego la sacaba sin salir de ella. Una y otra vez muy suavemente. Cuando estaba a punto de venirse, la sacaba y lamía sus tetas y le hablaba de su sensualidad ardiente. Métela, por favor no me la quites, suplicaba. Me puse boca arriba y le pedí que se ensartara ella misma en su cabalgadura, pero de espaldas a mi cara para poder tener sus nalgas a mi vista. Se movía despacio una y otra vez hasta que decidió que era su momento y sentí estremecer su cuerpo sobre el mío y dejar escapar un gritito que confirmó que estaba aprendiendo rápido y que ése, había sido un buen comienzo. Le retiré el antifaz y la besé apasionadamente.

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