- Y para la próxima clase, quiero este tema estudiado, porque voy a preguntar, dije cuando el timbre del final de hora, hizo que mis estudiantes saltaran del asiento como si tuvieran resortes, y acomodando sus libros se apresuraban a la salida. Un gruñido de asentimiento recorrió el aula, y se marcharon.
Tomé mis cosas del escritorio y me dirigà a la salida. Eran casi las 11 de la noche. Estos horarios del nivel terciario me estaban matando, pero no tenÃa mas remedio que hacerlos.
Con 38 años, separada de mi esposo, el cual se negaba a pasarme una mensualidad, tuve que retomar mi trabajo de docente de Historia que habÃa abandonado al casarme, hacÃa 10 años.
Todo habÃa marchado bien hasta que descubrà que mi marido me engañaba y luego de una discusión se fue de casa para no volver. La verdad que no lo extrañaba, pero su ausencia me habÃa puesto de frente con la realidad de tener que solventar mis gastos. El departamento era mÃo, ya que tenÃamos dos y los dividimos quedando uno para cada uno, pero todo lo demás, tenÃa que enfrentarlo yo.
Primero retomé cursos de nivel secundario, hasta que salió la posibilidad del terciario. Las horas estaban mejor pagadas, pero el horario era malo. Aunque, en realidad, como vivÃa sola, no era importante la hora en que regresaba a mi departamento.
Además tenÃa otro atractivo. Mis alumnos eran jóvenes de entre 20 y 25 años, y yo con mis 38 debo reconocer, sin falsa modestia, que no estaba nada mal. Si bien trataba de vestirme de manera recatada, sentÃa en cada clase como me desnudaban con la mirada, y es que mis curvas no pueden esconderse por sobrio que sea el vestido.
En Internet leà que los jóvenes tienen una debilidad especial por las mujeres mayores que ellos, e imaginé que esto explicaba la situación. No era tanto por mÃ, sino por el morbo de tirarse a una madurita. En verdad disfrutaba de las atenciones de mis alumnos masculinos, y me causaba gracia pensar en las pajas que debÃan hacerse cada noche después de verme.
Otra contra de mi trabajo, es que no me dejaba tiempo para socializar y ocurrÃa que desde hacÃa un par de años, cuando mi esposo se marchó, no volvà a tener una pareja con quien compartir mi cama, y la verdad, habÃa noches en que lo necesitaba.
En el curso de 3º año, habÃa un par de muchachos que estaban mas que bien, debo reconocer, y mientras dictaba, aprovechaba para observarlos, sabiendo que estaban concentrados y no me veÃan. Osvaldo y Damián, eran morenos, delgados, cabello corto y siempre de buen carácter. VeÃa como sus compañeras los acosaban a toda hora, y con envidia me enteraba a veces de las citas que arreglaban para los viernes al salir del colegio. Pero, bueno, pensaba, es lógico a esa edad y con esa estampa. Pensé que si yo hubiera tenido 20 años menos, tampoco los hubiera dejado escapar. Una pregunta me sacó de mis sueños y retomé rápidamente mi trabajo, explicando lo último que habÃa dictado. Nadie debÃa saber lo que pensaba, porque además, era un sueño. Pero esa noche, sola en mi cuarto, no pude menos que pensar en mis alumnos y por primera vez en mucho tiempo, me masturbé hasta correrme.
En fin, ya estaba decidida a que mi vida siguiera su rutina, y ya cerca del receso de invierno, estaba contenta porque con un poco de suerte tendrÃa la posibilidad de irme unos dÃas a descansar a un parque termal. Mi primera salida de vacaciones desde mi separación. Este solo proyecto me alegraba los dÃas.
Esa noche, en la escuela, llevé a un grupo de mis alumnos a la biblioteca. Como era viernes muchos se habÃa ido. Quedaban no mas de 8 ó 10 entre los cuales estaban mis prospectos preferidos. Los demás cursos directamente se habÃan retirado completos ante la cercanÃa de los parciales.
Puse al grupo a hacer un trabajo de investigación, y los dejé que trastearan por los anaqueles, mientras yo, sentada en una mesa, me dediqué a corregir unos trabajos de otro curso.
De buenas a primeras, se fue la luz. Un corte general dejó sin energÃa toda la zona, y luego de los primeros gritos de sorpresa, ordené a mis alumnos que se quedaran quietos y tuvieran cuidado de no lastimarse por apresurarse a salir del local. Unos bufidos y todo quedó tranquilo. Se sentÃa que hablaban entre ellos preguntando cuanto tardarÃa en volver la energÃa eléctrica.
En eso, siento que una mano acaricia mi nuca. Me quedé paralizada. Era imposible saber quien era el dueño de esa mano, y no quise hacer escándalo para no complicar la situación y generar mayores problemas. Esa mano cálida, jugueteó con mi cabello, acarició mis orejas, recorrió mi mejilla y acarició mi cuello por adelante, mostrando suavidad, y a la vez fortaleza. Quien me estaba acariciando sabÃa lo que hacÃa. Traté de tomar la mano y alejarla de mi, pero la otra mano inmovilizó mis dos brazos, y la mano invasora descendió hasta meterse dentro de mi escote y comenzar a acariciar mis pezones por encima de mi soutien. Lamenté no haber gritado y ahora no podÃa hacerlo. Afortunadamente la oscuridad era total y nadie podÃa ver lo que estaba pasando. Rogué porque no volviera la luz de golpe, porque la escena serÃa el comentario de la escuela. Mientras, mis pezones, ante el tratamiento, comenzaban a endurecerse y la mano que los magreaba no podÃa dejar de notarlo. Me estaba excitando, a pesar de mis deseos. Quizás lo mas excitante era no ver a mi atacante. Eso me colocaba en una situación de debilidad que el cabrón estaba aprovechando muy bien. Por fin, tuve una idea salvadora. Me levante de golpe sorprendiendo al desconocido.
- Esperen aquà que voy a averiguar que está pasando, dije, dirigiéndome a la puerta que estaba a mi derecha. SabÃa que nada se interponÃa entre ella y yo, asà que me acerqué, tantee, encontré el picaporte, la abrà y salà rápidamente, escapando de esa mano que me estaba descontrolando.
El pasillo afuera estaba oscuro. Al fondo se veÃa una tenue luz de la sala de profesores, que como tenÃa una ventana a la calle, el paso de los autos la iluminaba de a ratos, me dirigà hacÃa allÃ, y una vez que ingresé, me metà en el baño, cerrando al puerta y quedando en total oscuridad nuevamente, aunque ahora mas tranquila. Busque la llave de agua y cuando la encontré me humedecà la cara tratando de calmarme.
La puerta se abrió detrás mÃo, y volvió a cerrarse. Me quedé paralizada. Dos manos tomaron mi cintura. Traté de darme vuelta, pero no me lo permitió. Su cuerpo me apretó contra el lavabo y por primera vez, sentà algo muy duro que chocaba con mis nalgas.
- Déjame porque voy a gritar, alcancé a decir, pero sus manos se metieron debajo de mi blusa y tomaron posesión una vez mas de mis pezones. Tuve que contenerme para no gritar, pero de placer. Me aferré con fuerza a las llaves de agua y solo atiné a pedirle que me dejara, que me respetara, que era su profesora, y toda una sarta de estupideces que no hicieron mella en la decisión de mi atacante, quien desabrochó mi pantalón y tirando con fuerza, lo bajó junto con mi bombacha hasta mis rodillas. Una de sus manos dejó mis tetas y se perdió entre mis piernas, desde atrás, comenzando a frotar mi sexo. Traté de cerrar las piernas, pero fue en vano. Su mano se habÃa instalado firmemente y cuando sus dedos comenzaron a juguetear en mi vagina, inconscientemente aflojé la presión de mis piernas y lo dejé hacer.
Esa mano me acarició Ãntimamente, hasta que la humedad de mi cuerpo se hizo notoria, y entonces uno de sus dedos se introdujo en mi sexo, comenzando a masturbarme suavemente, pero con insistencia. Su otra mano abandonó mis tetas, lo que lamenté, y tomándome de la cintura dirigÃa mis movimientos para que disfrutara sus caricias. Yo seguÃa aferrada a las canillas, y mis ojos lentamente se acostumbraban a la oscuridad casi total, Ahora podÃa distinguir por el espejo que tenÃa adelante un cuerpo un poco mas alto que yo, hasta que su boca comenzó a besarme en el cuello. Allà cerré los ojos y no vi mas nada. Un orgasmo fue creciendo dentro mÃo y por fin me barrió como una tormenta. Mis piernas se apretaron sobre su brazo para luego aflojarse cuando completé mi éxtasis. Su mano recibió mis fluidos. No podÃa negar que habÃa acabado. Quedé un minuto casi inconsciente. Tal vez por esto no noté cuando su mano abandonó mi cintura y desabrochó sus pantalones, pero si noté cuando su mano entre mis piernas dejó su lugar a una verga caliente y dura. Una vez mas quise darme vuelta, pero su mano tomó mi cabello y me obligó a quedarme quieta y lentamente me empujó hacia abajo hasta conseguir que mi cabeza se apoyara sobre mis manos aferradas a las canillas. Por fin, su mano soltó mi cabello y me tomó del hombro. Su otra mano dirigió su herramienta hasta colocarla entre los labios de mi sexo. Ya en posición, la dejó allà y su otra mano se aferró a mi otro hombro. Yo, con los pantalones en mis rodillas no podÃa separar mis piernas asà que la apertura de mi sexo era estrecha. Sin embargo, mi orgasmo habÃa lubricado mi sexo, asà que cuando se afirmó en mis hombros y empujó, consiguió que una buena parte de su verga se ganara dentro de mi cuerpo. Gemà de dolor y placer. HacÃa rato que no tenÃa una adentro, y la sensación era fabulosa. Cuando respiró hondo y se afirmó sabÃa lo que pasarÃa. Lentamente toda su herramienta se alojó en mi vagina. Me sentÃa llena como nunca ante lo estrecho de la abertura.
Se quedó quieto un buen rato, como disfrutando a pleno la penetración. Se ve que era algo con lo que habÃa soñado durante mucho tiempo. Por fin, comenzó a poseerme, primero lentamente, y luego de a poco fue acelerando, hasta que parecÃa que una máquina me estaba taladrando.
Lo mas curioso era que no emitÃa un solo ruido. Evidentemente no querÃa que yo lo reconociera. Y realmente yo no hubiera podido hacerlo. Cuando aceleró tuve miedo.
- No me llenes que no me cuido, por favor, alcancé a decirle, y esto lo detuvo en seco. Dudó un minuto y por fin, se retiró. Me dio vuelta, obligándome a soltar las llaves de agua, y se apoderó de mi boca, haciendo que su lengua me recorriera con lujuria. Pensé que iba a volver a acabar con ese beso, pero me contuve. Me tomó de los hombros e hizo que me arrodillara. Tomó mi cara y acomodó su verga hasta conseguir que mi boca se abriera y la tragara. El sabor de esa estaca, que hasta hacÃa unos segundos habÃa estado en mi sexo, me descontroló y comencé a transitar un nuevo orgasmo, el cual fue genial, y para colmo, al mismo tiempo, el rufián me echó sus mocos en el fondo de mi garganta. Chorros y chorros de esperma bajaron por mi garganta hasta el fondo de mi estómago.
Se quedó un rato dentro, disfrutando de como mi lengua lo limpiaba y por fin se retiró, se vistió apresuradamente, y sin decir nada, abrió la puerta del baño y se marchó.
Quedé unos minutos estática. Luego me levanté y comencé a vestirme.
En ese momento regresó la luz y puede ver en el espejo mi aspecto. Semi desnuda, despeinada, con los pantalones en las rodillas, y con cara de haber sigo follada como una señora, lo que en realidad era cierto.
10 minutos después volvà a la biblioteca y di por terminada la clase. Observé con detenimiento a mis estudiantes pero nadie mostró ningún gesto que lo condenara. Saludaron y se fueron.
Al llegar al departamento comprobé que habÃa olvidado las llaves, asà que tuve que llamar al portero para que me abriera. Fui derecho a bañarme, y sin cenar, fui a acostarme y me quedé dormida como hacÃa mucho que no dormÃa.
( Continuará)
Tomé mis cosas del escritorio y me dirigà a la salida. Eran casi las 11 de la noche. Estos horarios del nivel terciario me estaban matando, pero no tenÃa mas remedio que hacerlos.
Con 38 años, separada de mi esposo, el cual se negaba a pasarme una mensualidad, tuve que retomar mi trabajo de docente de Historia que habÃa abandonado al casarme, hacÃa 10 años.
Todo habÃa marchado bien hasta que descubrà que mi marido me engañaba y luego de una discusión se fue de casa para no volver. La verdad que no lo extrañaba, pero su ausencia me habÃa puesto de frente con la realidad de tener que solventar mis gastos. El departamento era mÃo, ya que tenÃamos dos y los dividimos quedando uno para cada uno, pero todo lo demás, tenÃa que enfrentarlo yo.
Primero retomé cursos de nivel secundario, hasta que salió la posibilidad del terciario. Las horas estaban mejor pagadas, pero el horario era malo. Aunque, en realidad, como vivÃa sola, no era importante la hora en que regresaba a mi departamento.
Además tenÃa otro atractivo. Mis alumnos eran jóvenes de entre 20 y 25 años, y yo con mis 38 debo reconocer, sin falsa modestia, que no estaba nada mal. Si bien trataba de vestirme de manera recatada, sentÃa en cada clase como me desnudaban con la mirada, y es que mis curvas no pueden esconderse por sobrio que sea el vestido.
En Internet leà que los jóvenes tienen una debilidad especial por las mujeres mayores que ellos, e imaginé que esto explicaba la situación. No era tanto por mÃ, sino por el morbo de tirarse a una madurita. En verdad disfrutaba de las atenciones de mis alumnos masculinos, y me causaba gracia pensar en las pajas que debÃan hacerse cada noche después de verme.
Otra contra de mi trabajo, es que no me dejaba tiempo para socializar y ocurrÃa que desde hacÃa un par de años, cuando mi esposo se marchó, no volvà a tener una pareja con quien compartir mi cama, y la verdad, habÃa noches en que lo necesitaba.
En el curso de 3º año, habÃa un par de muchachos que estaban mas que bien, debo reconocer, y mientras dictaba, aprovechaba para observarlos, sabiendo que estaban concentrados y no me veÃan. Osvaldo y Damián, eran morenos, delgados, cabello corto y siempre de buen carácter. VeÃa como sus compañeras los acosaban a toda hora, y con envidia me enteraba a veces de las citas que arreglaban para los viernes al salir del colegio. Pero, bueno, pensaba, es lógico a esa edad y con esa estampa. Pensé que si yo hubiera tenido 20 años menos, tampoco los hubiera dejado escapar. Una pregunta me sacó de mis sueños y retomé rápidamente mi trabajo, explicando lo último que habÃa dictado. Nadie debÃa saber lo que pensaba, porque además, era un sueño. Pero esa noche, sola en mi cuarto, no pude menos que pensar en mis alumnos y por primera vez en mucho tiempo, me masturbé hasta correrme.
En fin, ya estaba decidida a que mi vida siguiera su rutina, y ya cerca del receso de invierno, estaba contenta porque con un poco de suerte tendrÃa la posibilidad de irme unos dÃas a descansar a un parque termal. Mi primera salida de vacaciones desde mi separación. Este solo proyecto me alegraba los dÃas.
Esa noche, en la escuela, llevé a un grupo de mis alumnos a la biblioteca. Como era viernes muchos se habÃa ido. Quedaban no mas de 8 ó 10 entre los cuales estaban mis prospectos preferidos. Los demás cursos directamente se habÃan retirado completos ante la cercanÃa de los parciales.
Puse al grupo a hacer un trabajo de investigación, y los dejé que trastearan por los anaqueles, mientras yo, sentada en una mesa, me dediqué a corregir unos trabajos de otro curso.
De buenas a primeras, se fue la luz. Un corte general dejó sin energÃa toda la zona, y luego de los primeros gritos de sorpresa, ordené a mis alumnos que se quedaran quietos y tuvieran cuidado de no lastimarse por apresurarse a salir del local. Unos bufidos y todo quedó tranquilo. Se sentÃa que hablaban entre ellos preguntando cuanto tardarÃa en volver la energÃa eléctrica.
En eso, siento que una mano acaricia mi nuca. Me quedé paralizada. Era imposible saber quien era el dueño de esa mano, y no quise hacer escándalo para no complicar la situación y generar mayores problemas. Esa mano cálida, jugueteó con mi cabello, acarició mis orejas, recorrió mi mejilla y acarició mi cuello por adelante, mostrando suavidad, y a la vez fortaleza. Quien me estaba acariciando sabÃa lo que hacÃa. Traté de tomar la mano y alejarla de mi, pero la otra mano inmovilizó mis dos brazos, y la mano invasora descendió hasta meterse dentro de mi escote y comenzar a acariciar mis pezones por encima de mi soutien. Lamenté no haber gritado y ahora no podÃa hacerlo. Afortunadamente la oscuridad era total y nadie podÃa ver lo que estaba pasando. Rogué porque no volviera la luz de golpe, porque la escena serÃa el comentario de la escuela. Mientras, mis pezones, ante el tratamiento, comenzaban a endurecerse y la mano que los magreaba no podÃa dejar de notarlo. Me estaba excitando, a pesar de mis deseos. Quizás lo mas excitante era no ver a mi atacante. Eso me colocaba en una situación de debilidad que el cabrón estaba aprovechando muy bien. Por fin, tuve una idea salvadora. Me levante de golpe sorprendiendo al desconocido.
- Esperen aquà que voy a averiguar que está pasando, dije, dirigiéndome a la puerta que estaba a mi derecha. SabÃa que nada se interponÃa entre ella y yo, asà que me acerqué, tantee, encontré el picaporte, la abrà y salà rápidamente, escapando de esa mano que me estaba descontrolando.
El pasillo afuera estaba oscuro. Al fondo se veÃa una tenue luz de la sala de profesores, que como tenÃa una ventana a la calle, el paso de los autos la iluminaba de a ratos, me dirigà hacÃa allÃ, y una vez que ingresé, me metà en el baño, cerrando al puerta y quedando en total oscuridad nuevamente, aunque ahora mas tranquila. Busque la llave de agua y cuando la encontré me humedecà la cara tratando de calmarme.
La puerta se abrió detrás mÃo, y volvió a cerrarse. Me quedé paralizada. Dos manos tomaron mi cintura. Traté de darme vuelta, pero no me lo permitió. Su cuerpo me apretó contra el lavabo y por primera vez, sentà algo muy duro que chocaba con mis nalgas.
- Déjame porque voy a gritar, alcancé a decir, pero sus manos se metieron debajo de mi blusa y tomaron posesión una vez mas de mis pezones. Tuve que contenerme para no gritar, pero de placer. Me aferré con fuerza a las llaves de agua y solo atiné a pedirle que me dejara, que me respetara, que era su profesora, y toda una sarta de estupideces que no hicieron mella en la decisión de mi atacante, quien desabrochó mi pantalón y tirando con fuerza, lo bajó junto con mi bombacha hasta mis rodillas. Una de sus manos dejó mis tetas y se perdió entre mis piernas, desde atrás, comenzando a frotar mi sexo. Traté de cerrar las piernas, pero fue en vano. Su mano se habÃa instalado firmemente y cuando sus dedos comenzaron a juguetear en mi vagina, inconscientemente aflojé la presión de mis piernas y lo dejé hacer.
Esa mano me acarició Ãntimamente, hasta que la humedad de mi cuerpo se hizo notoria, y entonces uno de sus dedos se introdujo en mi sexo, comenzando a masturbarme suavemente, pero con insistencia. Su otra mano abandonó mis tetas, lo que lamenté, y tomándome de la cintura dirigÃa mis movimientos para que disfrutara sus caricias. Yo seguÃa aferrada a las canillas, y mis ojos lentamente se acostumbraban a la oscuridad casi total, Ahora podÃa distinguir por el espejo que tenÃa adelante un cuerpo un poco mas alto que yo, hasta que su boca comenzó a besarme en el cuello. Allà cerré los ojos y no vi mas nada. Un orgasmo fue creciendo dentro mÃo y por fin me barrió como una tormenta. Mis piernas se apretaron sobre su brazo para luego aflojarse cuando completé mi éxtasis. Su mano recibió mis fluidos. No podÃa negar que habÃa acabado. Quedé un minuto casi inconsciente. Tal vez por esto no noté cuando su mano abandonó mi cintura y desabrochó sus pantalones, pero si noté cuando su mano entre mis piernas dejó su lugar a una verga caliente y dura. Una vez mas quise darme vuelta, pero su mano tomó mi cabello y me obligó a quedarme quieta y lentamente me empujó hacia abajo hasta conseguir que mi cabeza se apoyara sobre mis manos aferradas a las canillas. Por fin, su mano soltó mi cabello y me tomó del hombro. Su otra mano dirigió su herramienta hasta colocarla entre los labios de mi sexo. Ya en posición, la dejó allà y su otra mano se aferró a mi otro hombro. Yo, con los pantalones en mis rodillas no podÃa separar mis piernas asà que la apertura de mi sexo era estrecha. Sin embargo, mi orgasmo habÃa lubricado mi sexo, asà que cuando se afirmó en mis hombros y empujó, consiguió que una buena parte de su verga se ganara dentro de mi cuerpo. Gemà de dolor y placer. HacÃa rato que no tenÃa una adentro, y la sensación era fabulosa. Cuando respiró hondo y se afirmó sabÃa lo que pasarÃa. Lentamente toda su herramienta se alojó en mi vagina. Me sentÃa llena como nunca ante lo estrecho de la abertura.
Se quedó quieto un buen rato, como disfrutando a pleno la penetración. Se ve que era algo con lo que habÃa soñado durante mucho tiempo. Por fin, comenzó a poseerme, primero lentamente, y luego de a poco fue acelerando, hasta que parecÃa que una máquina me estaba taladrando.
Lo mas curioso era que no emitÃa un solo ruido. Evidentemente no querÃa que yo lo reconociera. Y realmente yo no hubiera podido hacerlo. Cuando aceleró tuve miedo.
- No me llenes que no me cuido, por favor, alcancé a decirle, y esto lo detuvo en seco. Dudó un minuto y por fin, se retiró. Me dio vuelta, obligándome a soltar las llaves de agua, y se apoderó de mi boca, haciendo que su lengua me recorriera con lujuria. Pensé que iba a volver a acabar con ese beso, pero me contuve. Me tomó de los hombros e hizo que me arrodillara. Tomó mi cara y acomodó su verga hasta conseguir que mi boca se abriera y la tragara. El sabor de esa estaca, que hasta hacÃa unos segundos habÃa estado en mi sexo, me descontroló y comencé a transitar un nuevo orgasmo, el cual fue genial, y para colmo, al mismo tiempo, el rufián me echó sus mocos en el fondo de mi garganta. Chorros y chorros de esperma bajaron por mi garganta hasta el fondo de mi estómago.
Se quedó un rato dentro, disfrutando de como mi lengua lo limpiaba y por fin se retiró, se vistió apresuradamente, y sin decir nada, abrió la puerta del baño y se marchó.
Quedé unos minutos estática. Luego me levanté y comencé a vestirme.
En ese momento regresó la luz y puede ver en el espejo mi aspecto. Semi desnuda, despeinada, con los pantalones en las rodillas, y con cara de haber sigo follada como una señora, lo que en realidad era cierto.
10 minutos después volvà a la biblioteca y di por terminada la clase. Observé con detenimiento a mis estudiantes pero nadie mostró ningún gesto que lo condenara. Saludaron y se fueron.
Al llegar al departamento comprobé que habÃa olvidado las llaves, asà que tuve que llamar al portero para que me abriera. Fui derecho a bañarme, y sin cenar, fui a acostarme y me quedé dormida como hacÃa mucho que no dormÃa.
( Continuará)
8 comentarios - Cuando se fue la luz