Luego de aquella noche de amor que pasé con Damián, me llamo mi amiga, la Negra. Quería invitarme a tomar un café. Después de la mano que me había dado no podía decirle que no, así que nos encontramos después del trabajo. Obvio que hablamos de nuestros machos y de la experiencia de cada una en el fangoso terreno de la infidelidad. No me sorprendió enterarme que mi amiga es una consuetudinaria metedora de cuernos, al igual que vuestra servidora, lo que posibilitó que pudiéramos hablar con total y absoluta franqueza.
En ese momento todavía estaba con Damián, así que le hablé de cómo nos conocimos y de cómo fue evolucionando nuestra relación.
-¡Boluda, ¿lo hiciste con tres?!- exclamó sorprendida al escuchar cómo fue que conocí a mi amante en aquella memorable orgía con los pintores.
-Yo no sé si me animaría- repuso pensativa -Bah, no sé, si Gustavo (Gustavo es su amante) me trae un par de amigos en una de esas transo, pero hasta ahora no se dio-
-¿Y hace cuanto que están?- me intereso.
-Nos conocemos hace tiempo, pero como vecinos, nos veíamos en las reuniones de consorcio, jaja, como amantes empezamos hace poco, cinco, seis meses-
-¿Y qué tal?-
-¡Increíble!- exclama poniendo tremenda cara de babosa -No creo que me aburra nunca de él, me garcha como los Dioses-
-Para eso están los amantes, ¿no?, para que nos cojan como no nos cogen nuestros maridos- le hago notar.
-Si pero...- piensa un instante y luego continua -Mira que antes de casarme tuve varios hombres, y después de casada también, jaja, pero te puedo asegurar que Gustavo me coge mejor que cualquiera-
-Felicidades entonces- le digo -Cuidá esa joyita-
-Bueno, pero me imagino que el tuyo no debe estar nada mal, tampoco- observa.
-Ni te imaginás- le digo pero enseguida me corrijo -Bueno, sí, seguro que te lo imaginás, jaja-
-¿Y? ¿Qué tal estuvo esa noche?- me pregunta interesada.
-Alucinante, no sé cuántos polvos nos echamos, perdí la cuenta, y al despertarnos el mañanero más hermoso que haya tenido jamás- le cuento.
Seguimos charlando por un rato más, hasta que nos despedimos, prometiendo volver a encontrarnos para seguir hablando de los hombres de nuestra vida... que no son nuestros maridos, jaja.
Casi me había olvidado de aquella charla, cuando hace un par de días vuelve a llamarme.
-Hoy por tí, mañana por mí- me canturrea al atenderla, como si entonara el estribillo de una canción.
-¿Cómo? No te entiendo- me sorprendo.
-Ya es hora de que me devuelvas el favor que te hice la otra noche- me recuerda.
-Lo que necesites- me comprometo.
Creí que se trataría de algo similar, que la cubriera con el marido, o que me quedara cuidando a los hijos mientras ella se veía con el vecino, pero resultó ser algo totalmente distinto.
Resulta que le había contado a su amante de mí, y éste había engranado tanto con la historia que le pidió conocerme, pero a su vez ella quería conocer a Damián, por lo que lo hablaron y quedaron en que no les vendría mal, como experiencia, un encuentro de a cuatro.
-¿Te va?- me preguntó entusiasmada -Mirá que con Gustavo no la vas a pasar nada mal-
-Eh... no sé- titubeo por lo inesperada de la invitación -Tendría que consultarlo con mi amigo-
-Dale, ¿te pensás que va a decirle no a la oportunidad de garcharse a otra mina?, mostrale mis fotos del Facebook, las de este verano, y vas a ver como se tira de cabeza- me dice.
Mi duda en realidad pasaba por el hecho de no estar ya con Damián, aunque enseguida me di cuenta de que a ella nunca le había mencionado su nombre, así que en vez de Damián, bien podría ser... Mario, el tachero.
-Ok, le digo y después te aviso- le prometo.
-Dale, a ver si es para este fin de semana, que el equipo de mi marido juega en (alguna provincia del norte) así que tenemos la casa disponible- me informa.
Ni bien corto con ella, lo llamo a Mario.
-Hola, ¿qué haces?- lo saludo.
-Trabajando, pero si querés garchar decime donde nos vemos y ahí estoy- me propone.
-Muy tentador, pero hoy no puedo, mi suegra tiene medico así que tengo que llegar temprano a casa- le informo.
-Lastima, hay alguien que está babeando por vos- me dice.
-Jaja...- me río -Ya me imagino quien, mandale un besito-
-Preferiría que se lo dieras vos misma- me insiste.
-No faltará oportunidad- le prometo.
-¿Si? Eso significa que te gustó lo del otro día- advierte.
-No solo me gustó, me encantó, ¿no te lo dije?- repongo con voz melosa.
-Sí, pero a veces suena como a frases de compromiso, pero que me estés llamando tan pronto significa que te gustó en serio-
-Te lo dije y te lo vuelvo a decir, me encantó- repito.
-Decímelo de vuelta, pero decime que es lo que te gustó- me pide.
-Estoy en el trabajo, tonto, no puedo hablar mucho- le aviso.
-Una sola vez, please- me insiste.
Me alejo un poco de mis compañeras y bajando la voz, le digo:
-Me encantó como me cogiste-
-¡Que putita que sos!- exclama.
-Jaja, ¿y a vos, te gustó la turca que te hice?- le pregunto casi en susurros.
-Estuvo alucinante... putita- me confirma.
-Mirá, te llamaba porque quiero comentarte algo, ¿podés pasar por la oficina un rato? Decile a tu jefe que me faltó sacar algunas fotos-
-Ok, en un rato te veo, besos- se despide.
-Besos para vos también-
Al cabo de una hora ya está en la oficina.
-Perdoná que te haya hecho venir pero no salieron las fotos del motor, tengo que tomarlas de nuevo- le digo ni bien ingresa, como para que me escuchen mis compañeras y no haya equívocos respecto a su nueva visita tan pronto. Por suerte Tamara no estaba en ese momento, que era la que se había encargado de mandar las fotos, y por ende, la que sabía que no hubo errores con las mismas.
-No hay problema, igual estaba por la zona- asiente.
-¿Querés esperarme acá y prepararte un café mientras las tomo?- le sugiero.
-No gracias, mejor te acompaño, así ni bien terminas con las fotos sigo laburando- repone.
-Ok, vamos- le digo agarrando la cámara de fotos.
Salimos de la oficina y caminamos juntos hasta donde dejó estacionado el taxi.
-¿Qué era lo que querías decirme?- me pregunta mientras levanta el capó del mismo.
Mientras le saco las fotos al motor le cuento de la Negra y su ofrecimiento. Saco mi celular, entro a mi Facebook y le muestro las fotos de mi amiga, en especial las de este verano en la playa, posando en tanga de hilo dental. Obvio que ni lo duda.
-¿Cuando y donde hay que darle?- me pregunta ya casi sacado.
-Mira que ella va a estar con un amigo también. Es una fiesta de cuatro- le aclaro.
-No hay drama, mamita, me va a encantar ver cómo te cogen mientras le saco las hemorroides a tu amiga-
-¿Porque tenés que ser tan grosero?- le pregunto sin poder evitar sonreírme ante sus palabras.
-Porque te gusta- responde.
Y tiene razón, me gusta.
-Pasame a buscar el sábado a la una, pero no me esperes acá, sino en...- le digo mencionando una esquina cercana a mi trabajo.
-Oka, ¿y ahora no tenés tiempo ni para un pete?- me pregunta como si me estuviera invitando un café.
-¿Acaso esperas que te la chupe acá mismo delante de la oficina?- le pregunto en tono de broma.
-No estaría mal- repone con esa sonrisa morbosa que ya me hacía mear en la tanga.
"La verdad es que no estaría nada mal", pienso yo también.
A la vuelta de la oficina hay una cochera, es privada, pero el playero nos deja utilizar algunos lugares cuando se trata de inspecciones más detalladas. No estaría delante de la oficina, pero si a unos pocos metros.
-¿Porque no me esperás en la cochera de acá a la vuelta? Falta poco para la hora del almuerzo- le propongo -Salgo y...-
-...y me haces un pete- se entusiasma.
-Pete, turca, lo que quieras- me entusiasmo yo también -Decile al playero que vas de parte nuestra, para una inspección-
-Dale, te espero, pero no tardes- me dice.
Vuelvo a la oficina, me encargo de algún papeleo, cobro un par de cuotas, hasta que recibo su mensaje:
"Estoy en el subsuelo de la cochera". Perfecto, pienso. A esa hora del día el subsuelo debe estar casi vacío.
Dejo lo que estoy haciendo y les aviso a mis compañeras que salgo a almorzar. Corro prácticamente hasta la cochera de la vuelta. Le digo al playero que voy a ver al socio que entro hace un rato, que tengo que hacerle una exhaustiva revisión, aunque lo que tengo en mente es medirle el aceite, jaja.
Llego al subsuelo y entro al taxi por la puerta de atrás, ya que él me está esperando en el asiento trasero. Tiene una mano metida dentro del pantalón, tocándose sin disimulo, saboreando de antemano lo que yo estoy a punto de saborear. Me le acerco y lo beso en la boca mientras meto mi mano en donde la de él ya estaba trabajando.
-¡Mmmm...! Si mamita... ¿venís con ganas de chupármela?- me pregunta todo lascivo.
Asiento con un movimiento de cabeza mordiéndome el labio inferior.
El mismo se desabrocha el pantalón y saca afuera esa gordura viril que tanto me había impactado días anteriores. Ya la tiene dura, gruesa y cabezona, destilando ese aroma a calentura y perversión que todo lo puede. Se la agarro con una mano, envolviéndola por la base, y se la pajeo, regocijándome con su forma, su sonido, su exuberancia... me inclino sobre ella, le paso la lengua por la cabeza, se la muerdo rascándola con mis dientes, y le doy un ruidoso chuponcito. Ahora le paso la lengua por los lados, untando con la punta el delicioso juguito que le supura por el orificio del centro o bien siguiendo las palpitantes venitas azuladas que le recorren toda la superficie.
-¡Puta... puta... sos muy puta... vení, chupame las bolas que las tengo sucias y olorosas para vos!- me dice, empujándose la pija contra el vientre y ofreciéndomelas en todo su esplendor.
Y esta vez no lo decía solo por ser guarro, sino que, en efecto, las tenía apelmazadas, pegajosas, aunque lejos de intimidarme, aquello me atraía aún más. Se las chupe y rechupe, pasándole la lengua arriba, abajo, por los costados, en un momento hasta sepulté la nariz entre medio de ambos bolones y aspiré profundamente, drogándome con ese olor tan incisivo y penetrante.
Vuelvo a recorrer con la lengua el camino de ascenso, lamiendo todo a mi paso, dedicándole al glande unos cuantos besos y lamidas, para luego ir comiéndomelo de a poco, llenándome la boca con ese fruto natural que parece disolverse en mi paladar.
Mario me sujeta con ambas manos de la cabeza y me atrae aún más hacia él, no me fuerza demasiado, solo lo suficiente como para que me coma poco más de la mitad de su volumen. Las comisuras de mis labios se estiran al máximo a causa del grosor de lo que me estoy comiendo. Se la chupo con avidez y entusiasmo, siempre manteniéndola bien sujeta, los enardecidos pendejos enredados entre mis dedos.
-¡Las tetas... quiero cogerte las tetas!- clama desesperado.
Me desabrocho la camisa y me la abro, llevo uno de esos corpiños que tienen un botón adelante, así que me lo desprendo, hago a un lado las copas y le envuelvo la pija con mis pechos, presiono toda mi carne en torno a la suya, y comienzo a pajearlo con mis tetas. Los suspiros y jadeos de Mario mientras la turca se intensifica son de antología, está todo colorado, con el sudor chorreándole por toda la cara.
-¡Si... siiiiii... así... no pares... ahhhhh...!- vocifera el tachero, la vista clavada en el rejunte de carne que se expande frente a sus ojos.
No paro, le sigo dando, atenta al matiz cada vez más encendido que va adquiriendo su glande. Más, más, más, hasta que... la leche empieza a saltar como si se hubiera destapado una gaseosa luego de agitarla por un buen rato, con esa misma efusividad. No quiero volver a la oficina toda manchada de semen, así que me la meto en la boca y me trago todo lo que el tachero suelta. Bueno, casi todo, porque no puedo evitar que un poco de semen me chorree por los labios.
-¡Uhh...! si... a ver, mostrame la boquita, dale, mostrámela- me pide cuando se la suelto.
Abro la boca y le muestro mi paladar rebosante de esperma... su esperma.
-¡Ahora tragátela, tragate toda la leche, dale...!- me insiste.
Cierro la boca, aspiro bien hondo y me trago todo, hasta la última gota.
-A ver...- me pide de nuevo.
Abro la boca y le enseño mi paladar vacío, ya sin rastro de semen.
-Sos muy puta Mary, recontra puta- alcanza a decir entre agotados suspiros.
Le sonrío satisfecha, pasándome la lengua por los labios, relamiéndome como una gatita luego de un atracón de leche.
Me abrocho el corpiño, la camisa, y me paso al asiento delantero, frente al espejo retrovisor me arreglo el pelo, recién entonces me doy cuenta de unos gotones de esperma que me cayeron en la solapa de mi uniforme. Me los limpio con una carilina que hay en la guantera y me cubro la mancha con el pañuelo.
-Nos vemos el sábado entonces- le recuerdo mientras salgo del taxi.
-Oka, te paso a buscar por donde quedamos- asiente.
Le tiro un beso volador y salgo de la cochera. No pierdo tiempo en darle a mi amiga la noticia. La llamo y le digo que mi "amigo" está disponible el sábado y que se sale de la vaina por conocerla.
-¡Jaja! Y el mío por conocerte a vos, no sé, pero me parece que estos dos nos van a dejar en muletas- se ríe.
-Estoy contando con eso- le digo y entre risas agrego: -Nena, de tu casa me sacan en camilla o en la vida te vuelvo a hacer otro favor-
-No te preocupes chiquita, serás recompensada-
-Te tomo la palabra- le digo, entusiasmada ya con esa cita doble.
La Negra, Gustavo, Mario y yo, todos casados, aunque no entre nosotros. Cada una con su amante, dispuesta a probar al amante de la otra. Para eso están las amigas, ¿no?
En ese momento todavía estaba con Damián, así que le hablé de cómo nos conocimos y de cómo fue evolucionando nuestra relación.
-¡Boluda, ¿lo hiciste con tres?!- exclamó sorprendida al escuchar cómo fue que conocí a mi amante en aquella memorable orgía con los pintores.
-Yo no sé si me animaría- repuso pensativa -Bah, no sé, si Gustavo (Gustavo es su amante) me trae un par de amigos en una de esas transo, pero hasta ahora no se dio-
-¿Y hace cuanto que están?- me intereso.
-Nos conocemos hace tiempo, pero como vecinos, nos veíamos en las reuniones de consorcio, jaja, como amantes empezamos hace poco, cinco, seis meses-
-¿Y qué tal?-
-¡Increíble!- exclama poniendo tremenda cara de babosa -No creo que me aburra nunca de él, me garcha como los Dioses-
-Para eso están los amantes, ¿no?, para que nos cojan como no nos cogen nuestros maridos- le hago notar.
-Si pero...- piensa un instante y luego continua -Mira que antes de casarme tuve varios hombres, y después de casada también, jaja, pero te puedo asegurar que Gustavo me coge mejor que cualquiera-
-Felicidades entonces- le digo -Cuidá esa joyita-
-Bueno, pero me imagino que el tuyo no debe estar nada mal, tampoco- observa.
-Ni te imaginás- le digo pero enseguida me corrijo -Bueno, sí, seguro que te lo imaginás, jaja-
-¿Y? ¿Qué tal estuvo esa noche?- me pregunta interesada.
-Alucinante, no sé cuántos polvos nos echamos, perdí la cuenta, y al despertarnos el mañanero más hermoso que haya tenido jamás- le cuento.
Seguimos charlando por un rato más, hasta que nos despedimos, prometiendo volver a encontrarnos para seguir hablando de los hombres de nuestra vida... que no son nuestros maridos, jaja.
Casi me había olvidado de aquella charla, cuando hace un par de días vuelve a llamarme.
-Hoy por tí, mañana por mí- me canturrea al atenderla, como si entonara el estribillo de una canción.
-¿Cómo? No te entiendo- me sorprendo.
-Ya es hora de que me devuelvas el favor que te hice la otra noche- me recuerda.
-Lo que necesites- me comprometo.
Creí que se trataría de algo similar, que la cubriera con el marido, o que me quedara cuidando a los hijos mientras ella se veía con el vecino, pero resultó ser algo totalmente distinto.
Resulta que le había contado a su amante de mí, y éste había engranado tanto con la historia que le pidió conocerme, pero a su vez ella quería conocer a Damián, por lo que lo hablaron y quedaron en que no les vendría mal, como experiencia, un encuentro de a cuatro.
-¿Te va?- me preguntó entusiasmada -Mirá que con Gustavo no la vas a pasar nada mal-
-Eh... no sé- titubeo por lo inesperada de la invitación -Tendría que consultarlo con mi amigo-
-Dale, ¿te pensás que va a decirle no a la oportunidad de garcharse a otra mina?, mostrale mis fotos del Facebook, las de este verano, y vas a ver como se tira de cabeza- me dice.
Mi duda en realidad pasaba por el hecho de no estar ya con Damián, aunque enseguida me di cuenta de que a ella nunca le había mencionado su nombre, así que en vez de Damián, bien podría ser... Mario, el tachero.
-Ok, le digo y después te aviso- le prometo.
-Dale, a ver si es para este fin de semana, que el equipo de mi marido juega en (alguna provincia del norte) así que tenemos la casa disponible- me informa.
Ni bien corto con ella, lo llamo a Mario.
-Hola, ¿qué haces?- lo saludo.
-Trabajando, pero si querés garchar decime donde nos vemos y ahí estoy- me propone.
-Muy tentador, pero hoy no puedo, mi suegra tiene medico así que tengo que llegar temprano a casa- le informo.
-Lastima, hay alguien que está babeando por vos- me dice.
-Jaja...- me río -Ya me imagino quien, mandale un besito-
-Preferiría que se lo dieras vos misma- me insiste.
-No faltará oportunidad- le prometo.
-¿Si? Eso significa que te gustó lo del otro día- advierte.
-No solo me gustó, me encantó, ¿no te lo dije?- repongo con voz melosa.
-Sí, pero a veces suena como a frases de compromiso, pero que me estés llamando tan pronto significa que te gustó en serio-
-Te lo dije y te lo vuelvo a decir, me encantó- repito.
-Decímelo de vuelta, pero decime que es lo que te gustó- me pide.
-Estoy en el trabajo, tonto, no puedo hablar mucho- le aviso.
-Una sola vez, please- me insiste.
Me alejo un poco de mis compañeras y bajando la voz, le digo:
-Me encantó como me cogiste-
-¡Que putita que sos!- exclama.
-Jaja, ¿y a vos, te gustó la turca que te hice?- le pregunto casi en susurros.
-Estuvo alucinante... putita- me confirma.
-Mirá, te llamaba porque quiero comentarte algo, ¿podés pasar por la oficina un rato? Decile a tu jefe que me faltó sacar algunas fotos-
-Ok, en un rato te veo, besos- se despide.
-Besos para vos también-
Al cabo de una hora ya está en la oficina.
-Perdoná que te haya hecho venir pero no salieron las fotos del motor, tengo que tomarlas de nuevo- le digo ni bien ingresa, como para que me escuchen mis compañeras y no haya equívocos respecto a su nueva visita tan pronto. Por suerte Tamara no estaba en ese momento, que era la que se había encargado de mandar las fotos, y por ende, la que sabía que no hubo errores con las mismas.
-No hay problema, igual estaba por la zona- asiente.
-¿Querés esperarme acá y prepararte un café mientras las tomo?- le sugiero.
-No gracias, mejor te acompaño, así ni bien terminas con las fotos sigo laburando- repone.
-Ok, vamos- le digo agarrando la cámara de fotos.
Salimos de la oficina y caminamos juntos hasta donde dejó estacionado el taxi.
-¿Qué era lo que querías decirme?- me pregunta mientras levanta el capó del mismo.
Mientras le saco las fotos al motor le cuento de la Negra y su ofrecimiento. Saco mi celular, entro a mi Facebook y le muestro las fotos de mi amiga, en especial las de este verano en la playa, posando en tanga de hilo dental. Obvio que ni lo duda.
-¿Cuando y donde hay que darle?- me pregunta ya casi sacado.
-Mira que ella va a estar con un amigo también. Es una fiesta de cuatro- le aclaro.
-No hay drama, mamita, me va a encantar ver cómo te cogen mientras le saco las hemorroides a tu amiga-
-¿Porque tenés que ser tan grosero?- le pregunto sin poder evitar sonreírme ante sus palabras.
-Porque te gusta- responde.
Y tiene razón, me gusta.
-Pasame a buscar el sábado a la una, pero no me esperes acá, sino en...- le digo mencionando una esquina cercana a mi trabajo.
-Oka, ¿y ahora no tenés tiempo ni para un pete?- me pregunta como si me estuviera invitando un café.
-¿Acaso esperas que te la chupe acá mismo delante de la oficina?- le pregunto en tono de broma.
-No estaría mal- repone con esa sonrisa morbosa que ya me hacía mear en la tanga.
"La verdad es que no estaría nada mal", pienso yo también.
A la vuelta de la oficina hay una cochera, es privada, pero el playero nos deja utilizar algunos lugares cuando se trata de inspecciones más detalladas. No estaría delante de la oficina, pero si a unos pocos metros.
-¿Porque no me esperás en la cochera de acá a la vuelta? Falta poco para la hora del almuerzo- le propongo -Salgo y...-
-...y me haces un pete- se entusiasma.
-Pete, turca, lo que quieras- me entusiasmo yo también -Decile al playero que vas de parte nuestra, para una inspección-
-Dale, te espero, pero no tardes- me dice.
Vuelvo a la oficina, me encargo de algún papeleo, cobro un par de cuotas, hasta que recibo su mensaje:
"Estoy en el subsuelo de la cochera". Perfecto, pienso. A esa hora del día el subsuelo debe estar casi vacío.
Dejo lo que estoy haciendo y les aviso a mis compañeras que salgo a almorzar. Corro prácticamente hasta la cochera de la vuelta. Le digo al playero que voy a ver al socio que entro hace un rato, que tengo que hacerle una exhaustiva revisión, aunque lo que tengo en mente es medirle el aceite, jaja.
Llego al subsuelo y entro al taxi por la puerta de atrás, ya que él me está esperando en el asiento trasero. Tiene una mano metida dentro del pantalón, tocándose sin disimulo, saboreando de antemano lo que yo estoy a punto de saborear. Me le acerco y lo beso en la boca mientras meto mi mano en donde la de él ya estaba trabajando.
-¡Mmmm...! Si mamita... ¿venís con ganas de chupármela?- me pregunta todo lascivo.
Asiento con un movimiento de cabeza mordiéndome el labio inferior.
El mismo se desabrocha el pantalón y saca afuera esa gordura viril que tanto me había impactado días anteriores. Ya la tiene dura, gruesa y cabezona, destilando ese aroma a calentura y perversión que todo lo puede. Se la agarro con una mano, envolviéndola por la base, y se la pajeo, regocijándome con su forma, su sonido, su exuberancia... me inclino sobre ella, le paso la lengua por la cabeza, se la muerdo rascándola con mis dientes, y le doy un ruidoso chuponcito. Ahora le paso la lengua por los lados, untando con la punta el delicioso juguito que le supura por el orificio del centro o bien siguiendo las palpitantes venitas azuladas que le recorren toda la superficie.
-¡Puta... puta... sos muy puta... vení, chupame las bolas que las tengo sucias y olorosas para vos!- me dice, empujándose la pija contra el vientre y ofreciéndomelas en todo su esplendor.
Y esta vez no lo decía solo por ser guarro, sino que, en efecto, las tenía apelmazadas, pegajosas, aunque lejos de intimidarme, aquello me atraía aún más. Se las chupe y rechupe, pasándole la lengua arriba, abajo, por los costados, en un momento hasta sepulté la nariz entre medio de ambos bolones y aspiré profundamente, drogándome con ese olor tan incisivo y penetrante.
Vuelvo a recorrer con la lengua el camino de ascenso, lamiendo todo a mi paso, dedicándole al glande unos cuantos besos y lamidas, para luego ir comiéndomelo de a poco, llenándome la boca con ese fruto natural que parece disolverse en mi paladar.
Mario me sujeta con ambas manos de la cabeza y me atrae aún más hacia él, no me fuerza demasiado, solo lo suficiente como para que me coma poco más de la mitad de su volumen. Las comisuras de mis labios se estiran al máximo a causa del grosor de lo que me estoy comiendo. Se la chupo con avidez y entusiasmo, siempre manteniéndola bien sujeta, los enardecidos pendejos enredados entre mis dedos.
-¡Las tetas... quiero cogerte las tetas!- clama desesperado.
Me desabrocho la camisa y me la abro, llevo uno de esos corpiños que tienen un botón adelante, así que me lo desprendo, hago a un lado las copas y le envuelvo la pija con mis pechos, presiono toda mi carne en torno a la suya, y comienzo a pajearlo con mis tetas. Los suspiros y jadeos de Mario mientras la turca se intensifica son de antología, está todo colorado, con el sudor chorreándole por toda la cara.
-¡Si... siiiiii... así... no pares... ahhhhh...!- vocifera el tachero, la vista clavada en el rejunte de carne que se expande frente a sus ojos.
No paro, le sigo dando, atenta al matiz cada vez más encendido que va adquiriendo su glande. Más, más, más, hasta que... la leche empieza a saltar como si se hubiera destapado una gaseosa luego de agitarla por un buen rato, con esa misma efusividad. No quiero volver a la oficina toda manchada de semen, así que me la meto en la boca y me trago todo lo que el tachero suelta. Bueno, casi todo, porque no puedo evitar que un poco de semen me chorree por los labios.
-¡Uhh...! si... a ver, mostrame la boquita, dale, mostrámela- me pide cuando se la suelto.
Abro la boca y le muestro mi paladar rebosante de esperma... su esperma.
-¡Ahora tragátela, tragate toda la leche, dale...!- me insiste.
Cierro la boca, aspiro bien hondo y me trago todo, hasta la última gota.
-A ver...- me pide de nuevo.
Abro la boca y le enseño mi paladar vacío, ya sin rastro de semen.
-Sos muy puta Mary, recontra puta- alcanza a decir entre agotados suspiros.
Le sonrío satisfecha, pasándome la lengua por los labios, relamiéndome como una gatita luego de un atracón de leche.
Me abrocho el corpiño, la camisa, y me paso al asiento delantero, frente al espejo retrovisor me arreglo el pelo, recién entonces me doy cuenta de unos gotones de esperma que me cayeron en la solapa de mi uniforme. Me los limpio con una carilina que hay en la guantera y me cubro la mancha con el pañuelo.
-Nos vemos el sábado entonces- le recuerdo mientras salgo del taxi.
-Oka, te paso a buscar por donde quedamos- asiente.
Le tiro un beso volador y salgo de la cochera. No pierdo tiempo en darle a mi amiga la noticia. La llamo y le digo que mi "amigo" está disponible el sábado y que se sale de la vaina por conocerla.
-¡Jaja! Y el mío por conocerte a vos, no sé, pero me parece que estos dos nos van a dejar en muletas- se ríe.
-Estoy contando con eso- le digo y entre risas agrego: -Nena, de tu casa me sacan en camilla o en la vida te vuelvo a hacer otro favor-
-No te preocupes chiquita, serás recompensada-
-Te tomo la palabra- le digo, entusiasmada ya con esa cita doble.
La Negra, Gustavo, Mario y yo, todos casados, aunque no entre nosotros. Cada una con su amante, dispuesta a probar al amante de la otra. Para eso están las amigas, ¿no?
12 comentarios - Amigas son las amigas...
Excelente relato, bahhh... como siempre.