Sentí que era el momento adecuado. No se por qué tuve esa instintiva sensación al pasar por ahí, de entrar y hacerlo. A decir verdad hace tiempo que debería haberlo hecho y motivos no me faltaban pero siempre trataba de borrar esa idea de mi mente lo más rápido posible.
Creo que esa tarde fue la excepción. Volví unos pasos hacia atrás y me decidí a hacerlo.
Entré por esa puerta y tuve una extraña sensación. Las imágenes en las paredes, las enormes columnas y hasta los antiguos bancos de madera parecían extrañarse por mi presencia.
Así es. No recordaba la última vez que había entrado sola y por propia voluntad a una iglesia. A decir verdad todavía no estoy segura si alguna vez lo había hecho por propia voluntad. En mi infancia fui por obligación y en mi vida adulta no más que por eventos sociales. Nunca fui lo que se dice una buena feligresa. De todas formas ahí estaba y si bien era extraño, hacía poco ya había sentido todo eso al entrar al casamiento de mi amiga.
En esa ocasión el sacerdote dio un largo discurso sobre la fidelidad y el amor. La verdad que fue realmente muy largo. Las miradas de algunos fieles sobre mi escote fue lo más divertido que me llevé de esa interminable ceremonia. Pero esas ideas quedaron dando vueltas en mi cabeza después de todo lo que ocurrió esa noche y solamente había un lugar y una persona con la que podía hablar sobre todo lo ocurrido. Lo estaba viendo en ese momento. Aquel mismo sacerdote, que ahora estaba entrando al confesionario mientras se acomodaba esa especie de chalina que usan al rededor de su cuello.
Miré a mi al rededor y el lugar estaba casi desierto. Solo había una señora bastante vieja a lo lejos, con un trapito limpiando minuciosamente cada adorno de los que había cerca del altar y un hombre revisando el teclado. Parecía el momento indicado para una confesión. Mientras caminaba por el largo pasillo que tenía hasta el confesionario lo único que cortaba el silencio penetrante era el sonido de mis tacos cuyo precio si era un pecado (si, esos de suela roja, tan conocidos). Tal vez no estaba vestida con la ropa más adecuada para la ocasión pero tampoco me iba a vestir de santa. Tenía otros planes así que probablemente llamaría la atención que estuviera en una iglesia con una camisa negra bastante trasparente,lo suficiente para que se notara el corpiño negro y toda mi silueta debajo, probablemente la pollera roja de cuero tampoco hubiera sido mi primera elección de haberlo pensado antes.
Al entrar al confesionario, me senté con las piernas cruzadas y me asomé como espiando a través de las rejillas que me separaban del rostro del cura.
- Está ahí padre? - fue la primer pregunta tonta que se me ocurrió
- Así es hija mía, supongo que vienes a confesarte - me respondió con un tono cálido. Tal vez mi aspecto lo hizo darse cuenta que clase de pecado quería confesar.
- Si padre, hace tanto que no me confieso que podría estar todo el día, pero hay una cosa que me da vueltas en la cabeza hace tiempo -
- Habla en confianza, aquí solo te escuchamos el señor y yo - me respondió
- Usted no puede contar nada de lo que le diga, verdad? - le dije con un tono de timidez que seguramente no me creyó. Esa fue la segunda pregunta tonta.
- Estás segura. Mientras tenga esta estola, todo lo que me digas es secreto de confesión y tengo la posibilidad de concederte el perdón en nombre de nuestro señor - me explicó, acercándose para que lo viera por las rendijas y tomándose esa cosa que tenía colgando en el cuello.
- Bueno, no se por donde empezar - le dije, un poco avergonzada por hablar esto con un hombre que realmente no parecía un entendido de casos como el mío
- Todo tiene un principio - me dijo con ese tono relajado y paciente
- Bueno, a decir verdad, si de eso se trata usted estaba en el principio - le dije mirando hacia abajo
- ejem... a que se refiere con que yo estaba? - me preguntó, un poco nervioso.
- Si padre. En una misa, hace más o menos un mes. En el casamiento de mi amiga. Fue usted quien la casó. Yo lo vi. Tal vez no se acuerde pero yo estaba sentada en la cuarta fila con un vestido azul... - comencé a relatar
- El asunto es que recuerdo que usted habló mucho sobre el amor y sobre la fidelidad. Ahora que lo recuerdo también dijo que había que luchar contra las tentaciones... - mientras hablaba me acercaba a las rejitas del confesionario. Del otro lado solo había silencio.
- Se acuerda de eso padre? - le pregunté
- Claro que si, siempre en las homilías del sagrado matrimonio trato de ser muy claro en eso - me contestó, recuperando un poco la tranquilidad del principio
- Bueno parece que tan claro no fue, porque el novio no le hizo mucho caso. Esa misma noche le fue infiel a la novia - le dije yo, volviendo a mirar hacia abajo
- No deberías sentirte afligida por los pecados de otros. Cuando llegue su momento reflexionará, solo podemos rezar para que eso ocurra. El matrimonio es un templo sagrado en el que los demás rara vez... - me empezaba a explicar, cuando lo interrumpí:
- No entiende padre! Yo se eso porque tuve sexo con él en la fiesta de la boda - le dije elevando la voz hasta que reaccioné de donde estaba
Si. Así era, uno de los tantos caballeros que miraba sin disimulo mi gran escote durante el casamiento, era justamente el novio. Y eso aparte de calentarme bastante hizo que se me ocurriera esa excitante idea. Nunca había estado con un hombre casado antes de que consumaran en la noche de bodas. Era una experiencia nueva, algo que seguramente nunca olvidaría: estar con el novio antes que la novia. Pero volviendo a este relato
- Eso es algo muy grave hija, más aún habiendo presenciado sus votos - Comenzó con el regaño
- Es verdad que a veces el corazón actúa de forma incorrecta pero hay limites que debemos respetar, el adulterio es uno de esos limites - me explicaba una vez más
- De todas formas no se va a repetir, no fue mi corazón el que me llevó, la verdad aquí entre nos, fue acá abajo donde sentí el deseo de hacerlo - le dije poniendo mi mano entre mis piernas
- Por favor, compórtate que estas en la casa del señor - me dijo, con un tono muy serio
- No se enoje, recuerde que todavía tengo que terminar mi confesión - Le pedí, sacándome la mano de entre las piernas y cruzándome nuevamente de piernas. Puse mis manos juntas con los dedos entrecruzados y le detallé lo ocurrido.
Con una sonrisa cómplice le dije:
- Yo creo que me debe recordar del casamiento, no había muchas chicas de botas altas, con vestido corto y mucho menos con un escote que llegara hasta la panza. Pocas veces me sentí tan observada como esa noche. Después de que Martín me mirara con ese deseo mientras esperaba a la novia en el altar no pude dejar de pensar en eso durante toda la noche. Todo fue mucho más fácil al salir de acá. Cuando llegamos a la fiesta el alcohol empezó a correr como las chispas por la mecha de una bomba y los resultados fueron parecidos. Fueron pasando uno a uno las clásicas costumbres, del ramo, las cintas, y poco antes de la torta, vino uno de los momentos más interesantes, esa conocida parte de las ligas. En la que los hombres le sacan las ligas a la novia y tienen que colocársela a alguna invitada. Como yo tenía uno de los vestidos más cortos del lugar más de uno miraba de reojo cada vez que estaban por llamar a otra chica. En el momento que llaman al primo del novio (un flaco super lindo pero super fanfarrón), me tocó pasar a mi. Era ya la última liga.
El tipo que no era nada tímido fue subiendo lentamente por mi pierna de forma juguetona y la dejó lo más arriba que se animó. Por unos segundos crucé miradas con Martín y mordí la mitad de mi labio. Eso bastó para que se pusiera rojo como un tomate. Como me dejaron para lo último al terminar mi participación, el animador de la fiesta invitó a retomar el baile y todo volvió a oscurecerse. El pesado del primo de Martín no se alejaba y trataba de chamuyarme con poco éxito. Generalmente no me acuesto con hombres que usan más cremas que yo y este parecía uno de esos hombres - en ese momento creí escuchar una risa disfrazada de tos del otro lado del confesionario, hice una pequeña pausa y seguí contando
- Lo bueno era que mantenía mi vaso lleno todo el tiempo. Yo jugueteaba con el sorbete en mi boca dedicándole mis mejores miradas al novio, cada vez que Fernanda me daba la espalda. Con todo lo que había tomado mi amiga podía seducir a su marido al lado de ella que no lo hubiera notado. Los novios iban recorriendo el salón y bailando con todos un rato. Cuando vinieron hacia donde estaba yo, noté que Martín trató de esquivarme entre la gente pero fingiendo emoción por una canción empecé a saltar como loca hasta quedar justo en frente de él. Me acerqué a su oído y entre el griterío y la música le dije "estoy caliente" y pasé como por accidente mi mano por su bulto que estaba un poco duro ya. Le sonreí y volví a bailar con su primo. Él me vio alejarme y se quedó duro como una estatua - ya estaba bastante relajada "confesándome" y los recuerdos me ponían un poco más atrevida
- Padre, sigue ahí? - le pregunté con una media sonrisa, dibujada en la cara
- Si, claro que si. Creo que ya quedó muy claro todo - trató de redondear mi historia con la voz entre cortada (aparentemente por los nervios).
- Para nada padre! Todavía no confesé mi pecado. Si no le cuento no me puede perdonar - le retruqué.
Sin darle tiempo a contestar, seguí con mi relato:
- Bueno la fiesta siguió, y yo seguía bailando con este flaco que tenía la certeza que no iba a tener este cuerpo para él. La parte buena es que me servía para tener un compañero de baile al cual rozar y con quien tener un poco de manoseo en el medio de la pista. Eso aumentaba el deseo en los ojos del recién casado, cada vez que miraba para acá. Esas miradas fueron cada vez más seguidas.
Me pareció que era momento de hacer algo. Me fui despacio para asegurarme que me viera hacia uno de los baños de servicio, que estaban más alejados que el resto de los baños y me quedé unos minutos ahí frente al espejo retocándome el maquillaje. Estaba terminando de pasarme un poco más de labial cuando le puerta se abrió y Martín se asomó, como espiando. No hicieron falta palabras. Mirándolo en el espejo le hice señas con mi dedo de que se acercara y entró cerrando con llave la puerta. Cuando lo tuve al lado mío me acerqué a su boca y le pase mi lengua por los labios, Él me tomó del pelo y me comió la boca con una pasión que era mezcla del morbo de la situación con lo borracho que ya estaba. La verdad no me importó. Mis manos fueron de una al pantalón. Lo desabroché a toda velocidad y cuando sentí esa verga caliente en mi mano... -
- Bueno es demasiado ya. Déjalo ahí - me dijo totalmente agitado el cura
- Que pasa? acaso no confiesan pecados acá adentro? - le pregunté con una sonrisa de oreja a oreja casi asomada a las rejas que nos dividían
- Lo veo colorado, yo también tengo un poco de calor - Me desabroché un par de botones más de la camisa y con cara totalmente maliciosa seguí con la historia
- Como le decía padre, cuando sentí ese pedazo de carne mi calentura se fue de control. Me subí con poco esfuerzo el vestido y él me tironeó la tanga apenas por debajo de la cola. Me puse de espaldas y sentí como me penetraba con fuerza. Yo estaba mojada desde que cruzó la puerta así que fue una sensación de tanto placer que los dos nos volvimos locos y empezamos a coger como animales. Afuera se escuchaba a lo lejos la música y las voces de todos pero adentro del baño era solo gemidos y gritos de placer y los golpes de su piel contra la mía en cada embestida.
Miraba en el espejo y me veía con el escote abierto de lado a lado mientras me apretaba las tetas con las dos manos y me decía cosas como "si puta", "toma", "te gusta?". Mientras sentía como me la metía con violencia, recordaba la imagen arregladito, con el moño y el traje frente al altar, con su mujer al lado de blanco y usted de frente, y eso me excitaba más y más. Creo que con esa imagen en la mente y su pija bien adentro tuve un orgasmo que me obligó a gritar y casi desvanecerme sobre la pileta. Solo unos segundos después sentí como otro estallido de placer explotaba entre mis piernas. Era la acabada de él, abundante por cierto.
Mientras empezaba a chorrearse por mis piernas junté con mi mano un poco de ese liquido mezcla de los dos orgasmos y me lo llevé a la boca. Me di media vuelta y lo besé con todo eso en mi boca. Mientras nuestras lenguas se encontraban de nuevo jugaban con esa espesa acabada. Me puse en cuclillas unos segundos y le lamí lo que había quedado en su pija hasta que la fiesta lo requirió. Por el micrófono comenzaron a llamarlo para cortar la torta y en ese momento entró en razón y visiblemente nervioso se acomodó un poco en el espejo y salió corriendo. Yo me limpié con todo el tiempo y me puse linda. Al poco tiempo de volver al salón, le pedí al primo de Martin que me lleve dándole un par de besos bastante calientes que lo emocionaron con más y luego lo dejé en la puerta de mi casa con las ganas. No podía pensar en nada más que ese delicioso orgasmo-
Del otro lado del confesionario ya no había respuesta.
Me acerqué para mirar y vi un movimiento como si se acomodara nervioso.
- Se siente bien padre? - le pregunté tratando de espiar del otro lado inútilmente
- Si, por su puesto - me respondió un poco ronco
- Creo que se distrajo un poco. Esta no es la parte en la que me dice que me perdona mis pecados y me da una penitencia?
- Primero me tenes que responder una cosa. Estás arrepentida? De otra forma no puedo absolverte - Me contestó sin saber que podía llegar a responder.
- Claro padre. Me vine a confesar por eso. Me siento muy arrepentida, fui muy mala - le dije tratando de hacer cara de seria, ocultando la sonrisa que tuve durante casi toda la confesión. Aún así apreté mis brazos, levantando mis pechos cerca de las rejas de madera que nos separaban.
No sé si se quedó pensando mi respuesta o mirando mis pechos pero hizo un largo silencio
- Por el poder que me concede la santa iglesia te absuelvo de tus pecados. Reza un padre nuestro y tres ave marías y no vuelvas a pecar - me dijo tan apurado que me parece que quería terminar la confesión lo antes posible.
- Gracias Padre - le dije antes de salir, y cuando me levanté para irme, me agaché para levantar mi cartera sin doblar las piernas dándole una buena visual de mi cola apretada en el cuero rojo de la pollera, a modo de agradecimiento.
Al salir de ese viejo confesionario, noté que la iglesia estaba más deshabitada que cuando entré. Ya no se veía ni escuchaba a nadie. Incluso había menos luz. Al parecer había estado un buen rato ahí adentro. Lo cierto es que si se escuchaba algo. El sonido de rechinar de la madera que solo podía venir de un lugar: el confesionario. Me acerqué a la puertita del sacerdote y escuche una respiración muy agitada y podría jurar que un gemido. Con mi peor cara de trola, miré para todos lados por última vez y entré. Lo encontré como podía adivinar: con esa cinta del cuello tirada detrás de él y el pantalón abierto, dándose una paja terrible por la calentura con la que se quedó. Cuando vio que abrí la puerta se sorprendió y no supo que decir o hacer.
- En que quedamos padre? quiero o no quiere que vuelva a pecar? Porque esa parte no me gusta- le dije con voz suave y provocativa mientras la puerta se cerraba detrás de mi me fui deslizando entre sus piernas y mis dedos recorrieron su pantalón lentamente ante sus ojos que miraban sin creer lo que veían. Cuando llegué a su verga, la recorrí las palmas de mis manos apretadas como si estuviera rezando y le hice una sonrisa muy provocadora. Tiro su cabeza hacia atrás y en ese momento me acerque como para chuparla y la toque con la punta de mi lengua. Me detuve lo miré a la cara y le dije
- Y padre? Quiere que peque un poco más con usted? - recorriendo mis labios con la lengua. Con la cabeza me dijo que si mientras cerraba fuertemente los ojos, por la culpa, la excitación o ambas cosas. Eso tuvo un efecto afrodisíaco y la comencé a chupar con unas ganas voraces. Sentí desde el primer instante como se estremeció al sentir mis labios y mi habilidosa lengua en acción.
Supongo que tenerme arrodillada casi en cuatro sobre su verga, con la cola apretada en pompa y mi cabeza subiendo y bajando hasta tocar su pelvis no era algo que pudiera disfrutar todos los días con esa profesión. Me lo hacía notar con las exageradas exclamaciones de placer. Gemía casi a los gritos con cada diferente punto de su verga que estimulaba con mi lengua. Podría haberme pasado toda la noche haciéndolo estremecer de esa manera. Era sensacional para mi y para él mucho más. Se agarraba fuertemente del viejo banquito de madera. No me tocaba ni para empujarme la cabeza y eso me daba libertad para recorrer con mi lengua cada centímetro de su necesitada verga. Jugaba lamiéndola y lo miraba sonriente. Cada vez que hacía esto él cerraba los ojos como si fuera a acabar.
- Se acuerda la tentación de la que les habló a los chicos? - le pregunté mientras lo pajeaba suavemente con mi mano
- mmm siii... - dijo, no se si como respuesta o por el placer que sentía
- Bueno, le presento a la tentación - le dije antes de metermela por completo en la boca, hasta tocar su pelvis con mi nariz. En ese momento no aguantó más. Se paró y con una mano sobre mi cabeza empezó a cogerme la boca como a mi me gusta.
En medio de las arcadas y los sacudones me saqué la camisa y desabroché mi corpiño
- Esas tetas me calientan desde la noche de la boda preciosa - me confesó ahora él a mi.
- Lo sabía - le dije, sacando su pija de mi boca en medio de los hilos blancuzcos que se formaban entre mi boca y ese delicioso pedazo.
- Estabas prácticamente desnuda, desde que me dijiste del casamiento te recordé, esas tetas, apenas cubiertas al borde de los pezones, esas piernas carnosas, esas botas de prostituta, no se pueden olvidar - seguía blanqueando el curita
- mmmm - era todo lo que podía decir con su pija llenándome la boca un poco más con cada recuerdo. Apretaba mis tetas con fuerza, quien sabe cuantos años hacía que no tocaba alguna. De solo pensarlo mi tanga se humedecía.
Me paré y me quité la tanga por debajo de la minifalda. El párroco ya no parecía tal a esa altura. Tenía la camisa abierta, los pantalones y los calzoncillos en el piso. Para frutilla del postre yo le tiré la tanga en la cara con la punta de mi pié y él la apretó fuerte contra su rostro y empezó a olerla como si fuera el aire que necesitaba para vivir ese instante. Yo recorrí su torso todo son mi lengua y mis labios, estaba bien formado el cura, todo firme.
- Así que le gusta mirarme las tetas mientras da misa? yo tengo una idea mejor - le dije apretándome los pechos. Puse su pija que estaba hinchada y mojada entre mis tetas, la escupí un poco, Apenas la apreté se agarró con fuerza de mis hombros, miraba hacia arriba en pleno goce.
Cuando el movimiento comenzó y la paja turca estaba en marcha deliraba de placer. Yo lo veía disfrutar tanto que me quedé hipnotizada viendo su cara hasta que la mirada le quedó perdida y un golpe de leche caliente chocó contra mi pera y luego siguieron cuatro más igual de abundantes en mi pecho y cuello. Un solo gemido largo y constante le puso música al orgasmo memorable del padre Pedro.
Mientras juntaba con las dos manos la impresionante acabada fuerte y espesa, y la lamía como una gatita hambrienta. Le avisé al sacerdote
- Esta penitencia si que me gustó y mire que no va a ser la última.
Todavía me quedan muchas más confesiones lujuriosas
Creo que esa tarde fue la excepción. Volví unos pasos hacia atrás y me decidí a hacerlo.
Entré por esa puerta y tuve una extraña sensación. Las imágenes en las paredes, las enormes columnas y hasta los antiguos bancos de madera parecían extrañarse por mi presencia.
Así es. No recordaba la última vez que había entrado sola y por propia voluntad a una iglesia. A decir verdad todavía no estoy segura si alguna vez lo había hecho por propia voluntad. En mi infancia fui por obligación y en mi vida adulta no más que por eventos sociales. Nunca fui lo que se dice una buena feligresa. De todas formas ahí estaba y si bien era extraño, hacía poco ya había sentido todo eso al entrar al casamiento de mi amiga.
En esa ocasión el sacerdote dio un largo discurso sobre la fidelidad y el amor. La verdad que fue realmente muy largo. Las miradas de algunos fieles sobre mi escote fue lo más divertido que me llevé de esa interminable ceremonia. Pero esas ideas quedaron dando vueltas en mi cabeza después de todo lo que ocurrió esa noche y solamente había un lugar y una persona con la que podía hablar sobre todo lo ocurrido. Lo estaba viendo en ese momento. Aquel mismo sacerdote, que ahora estaba entrando al confesionario mientras se acomodaba esa especie de chalina que usan al rededor de su cuello.
Miré a mi al rededor y el lugar estaba casi desierto. Solo había una señora bastante vieja a lo lejos, con un trapito limpiando minuciosamente cada adorno de los que había cerca del altar y un hombre revisando el teclado. Parecía el momento indicado para una confesión. Mientras caminaba por el largo pasillo que tenía hasta el confesionario lo único que cortaba el silencio penetrante era el sonido de mis tacos cuyo precio si era un pecado (si, esos de suela roja, tan conocidos). Tal vez no estaba vestida con la ropa más adecuada para la ocasión pero tampoco me iba a vestir de santa. Tenía otros planes así que probablemente llamaría la atención que estuviera en una iglesia con una camisa negra bastante trasparente,lo suficiente para que se notara el corpiño negro y toda mi silueta debajo, probablemente la pollera roja de cuero tampoco hubiera sido mi primera elección de haberlo pensado antes.
Al entrar al confesionario, me senté con las piernas cruzadas y me asomé como espiando a través de las rejillas que me separaban del rostro del cura.
- Está ahí padre? - fue la primer pregunta tonta que se me ocurrió
- Así es hija mía, supongo que vienes a confesarte - me respondió con un tono cálido. Tal vez mi aspecto lo hizo darse cuenta que clase de pecado quería confesar.
- Si padre, hace tanto que no me confieso que podría estar todo el día, pero hay una cosa que me da vueltas en la cabeza hace tiempo -
- Habla en confianza, aquí solo te escuchamos el señor y yo - me respondió
- Usted no puede contar nada de lo que le diga, verdad? - le dije con un tono de timidez que seguramente no me creyó. Esa fue la segunda pregunta tonta.
- Estás segura. Mientras tenga esta estola, todo lo que me digas es secreto de confesión y tengo la posibilidad de concederte el perdón en nombre de nuestro señor - me explicó, acercándose para que lo viera por las rendijas y tomándose esa cosa que tenía colgando en el cuello.
- Bueno, no se por donde empezar - le dije, un poco avergonzada por hablar esto con un hombre que realmente no parecía un entendido de casos como el mío
- Todo tiene un principio - me dijo con ese tono relajado y paciente
- Bueno, a decir verdad, si de eso se trata usted estaba en el principio - le dije mirando hacia abajo
- ejem... a que se refiere con que yo estaba? - me preguntó, un poco nervioso.
- Si padre. En una misa, hace más o menos un mes. En el casamiento de mi amiga. Fue usted quien la casó. Yo lo vi. Tal vez no se acuerde pero yo estaba sentada en la cuarta fila con un vestido azul... - comencé a relatar
- El asunto es que recuerdo que usted habló mucho sobre el amor y sobre la fidelidad. Ahora que lo recuerdo también dijo que había que luchar contra las tentaciones... - mientras hablaba me acercaba a las rejitas del confesionario. Del otro lado solo había silencio.
- Se acuerda de eso padre? - le pregunté
- Claro que si, siempre en las homilías del sagrado matrimonio trato de ser muy claro en eso - me contestó, recuperando un poco la tranquilidad del principio
- Bueno parece que tan claro no fue, porque el novio no le hizo mucho caso. Esa misma noche le fue infiel a la novia - le dije yo, volviendo a mirar hacia abajo
- No deberías sentirte afligida por los pecados de otros. Cuando llegue su momento reflexionará, solo podemos rezar para que eso ocurra. El matrimonio es un templo sagrado en el que los demás rara vez... - me empezaba a explicar, cuando lo interrumpí:
- No entiende padre! Yo se eso porque tuve sexo con él en la fiesta de la boda - le dije elevando la voz hasta que reaccioné de donde estaba
Si. Así era, uno de los tantos caballeros que miraba sin disimulo mi gran escote durante el casamiento, era justamente el novio. Y eso aparte de calentarme bastante hizo que se me ocurriera esa excitante idea. Nunca había estado con un hombre casado antes de que consumaran en la noche de bodas. Era una experiencia nueva, algo que seguramente nunca olvidaría: estar con el novio antes que la novia. Pero volviendo a este relato
- Eso es algo muy grave hija, más aún habiendo presenciado sus votos - Comenzó con el regaño
- Es verdad que a veces el corazón actúa de forma incorrecta pero hay limites que debemos respetar, el adulterio es uno de esos limites - me explicaba una vez más
- De todas formas no se va a repetir, no fue mi corazón el que me llevó, la verdad aquí entre nos, fue acá abajo donde sentí el deseo de hacerlo - le dije poniendo mi mano entre mis piernas
- Por favor, compórtate que estas en la casa del señor - me dijo, con un tono muy serio
- No se enoje, recuerde que todavía tengo que terminar mi confesión - Le pedí, sacándome la mano de entre las piernas y cruzándome nuevamente de piernas. Puse mis manos juntas con los dedos entrecruzados y le detallé lo ocurrido.
Con una sonrisa cómplice le dije:
- Yo creo que me debe recordar del casamiento, no había muchas chicas de botas altas, con vestido corto y mucho menos con un escote que llegara hasta la panza. Pocas veces me sentí tan observada como esa noche. Después de que Martín me mirara con ese deseo mientras esperaba a la novia en el altar no pude dejar de pensar en eso durante toda la noche. Todo fue mucho más fácil al salir de acá. Cuando llegamos a la fiesta el alcohol empezó a correr como las chispas por la mecha de una bomba y los resultados fueron parecidos. Fueron pasando uno a uno las clásicas costumbres, del ramo, las cintas, y poco antes de la torta, vino uno de los momentos más interesantes, esa conocida parte de las ligas. En la que los hombres le sacan las ligas a la novia y tienen que colocársela a alguna invitada. Como yo tenía uno de los vestidos más cortos del lugar más de uno miraba de reojo cada vez que estaban por llamar a otra chica. En el momento que llaman al primo del novio (un flaco super lindo pero super fanfarrón), me tocó pasar a mi. Era ya la última liga.
El tipo que no era nada tímido fue subiendo lentamente por mi pierna de forma juguetona y la dejó lo más arriba que se animó. Por unos segundos crucé miradas con Martín y mordí la mitad de mi labio. Eso bastó para que se pusiera rojo como un tomate. Como me dejaron para lo último al terminar mi participación, el animador de la fiesta invitó a retomar el baile y todo volvió a oscurecerse. El pesado del primo de Martín no se alejaba y trataba de chamuyarme con poco éxito. Generalmente no me acuesto con hombres que usan más cremas que yo y este parecía uno de esos hombres - en ese momento creí escuchar una risa disfrazada de tos del otro lado del confesionario, hice una pequeña pausa y seguí contando
- Lo bueno era que mantenía mi vaso lleno todo el tiempo. Yo jugueteaba con el sorbete en mi boca dedicándole mis mejores miradas al novio, cada vez que Fernanda me daba la espalda. Con todo lo que había tomado mi amiga podía seducir a su marido al lado de ella que no lo hubiera notado. Los novios iban recorriendo el salón y bailando con todos un rato. Cuando vinieron hacia donde estaba yo, noté que Martín trató de esquivarme entre la gente pero fingiendo emoción por una canción empecé a saltar como loca hasta quedar justo en frente de él. Me acerqué a su oído y entre el griterío y la música le dije "estoy caliente" y pasé como por accidente mi mano por su bulto que estaba un poco duro ya. Le sonreí y volví a bailar con su primo. Él me vio alejarme y se quedó duro como una estatua - ya estaba bastante relajada "confesándome" y los recuerdos me ponían un poco más atrevida
- Padre, sigue ahí? - le pregunté con una media sonrisa, dibujada en la cara
- Si, claro que si. Creo que ya quedó muy claro todo - trató de redondear mi historia con la voz entre cortada (aparentemente por los nervios).
- Para nada padre! Todavía no confesé mi pecado. Si no le cuento no me puede perdonar - le retruqué.
Sin darle tiempo a contestar, seguí con mi relato:
- Bueno la fiesta siguió, y yo seguía bailando con este flaco que tenía la certeza que no iba a tener este cuerpo para él. La parte buena es que me servía para tener un compañero de baile al cual rozar y con quien tener un poco de manoseo en el medio de la pista. Eso aumentaba el deseo en los ojos del recién casado, cada vez que miraba para acá. Esas miradas fueron cada vez más seguidas.
Me pareció que era momento de hacer algo. Me fui despacio para asegurarme que me viera hacia uno de los baños de servicio, que estaban más alejados que el resto de los baños y me quedé unos minutos ahí frente al espejo retocándome el maquillaje. Estaba terminando de pasarme un poco más de labial cuando le puerta se abrió y Martín se asomó, como espiando. No hicieron falta palabras. Mirándolo en el espejo le hice señas con mi dedo de que se acercara y entró cerrando con llave la puerta. Cuando lo tuve al lado mío me acerqué a su boca y le pase mi lengua por los labios, Él me tomó del pelo y me comió la boca con una pasión que era mezcla del morbo de la situación con lo borracho que ya estaba. La verdad no me importó. Mis manos fueron de una al pantalón. Lo desabroché a toda velocidad y cuando sentí esa verga caliente en mi mano... -
- Bueno es demasiado ya. Déjalo ahí - me dijo totalmente agitado el cura
- Que pasa? acaso no confiesan pecados acá adentro? - le pregunté con una sonrisa de oreja a oreja casi asomada a las rejas que nos dividían
- Lo veo colorado, yo también tengo un poco de calor - Me desabroché un par de botones más de la camisa y con cara totalmente maliciosa seguí con la historia
- Como le decía padre, cuando sentí ese pedazo de carne mi calentura se fue de control. Me subí con poco esfuerzo el vestido y él me tironeó la tanga apenas por debajo de la cola. Me puse de espaldas y sentí como me penetraba con fuerza. Yo estaba mojada desde que cruzó la puerta así que fue una sensación de tanto placer que los dos nos volvimos locos y empezamos a coger como animales. Afuera se escuchaba a lo lejos la música y las voces de todos pero adentro del baño era solo gemidos y gritos de placer y los golpes de su piel contra la mía en cada embestida.
Miraba en el espejo y me veía con el escote abierto de lado a lado mientras me apretaba las tetas con las dos manos y me decía cosas como "si puta", "toma", "te gusta?". Mientras sentía como me la metía con violencia, recordaba la imagen arregladito, con el moño y el traje frente al altar, con su mujer al lado de blanco y usted de frente, y eso me excitaba más y más. Creo que con esa imagen en la mente y su pija bien adentro tuve un orgasmo que me obligó a gritar y casi desvanecerme sobre la pileta. Solo unos segundos después sentí como otro estallido de placer explotaba entre mis piernas. Era la acabada de él, abundante por cierto.
Mientras empezaba a chorrearse por mis piernas junté con mi mano un poco de ese liquido mezcla de los dos orgasmos y me lo llevé a la boca. Me di media vuelta y lo besé con todo eso en mi boca. Mientras nuestras lenguas se encontraban de nuevo jugaban con esa espesa acabada. Me puse en cuclillas unos segundos y le lamí lo que había quedado en su pija hasta que la fiesta lo requirió. Por el micrófono comenzaron a llamarlo para cortar la torta y en ese momento entró en razón y visiblemente nervioso se acomodó un poco en el espejo y salió corriendo. Yo me limpié con todo el tiempo y me puse linda. Al poco tiempo de volver al salón, le pedí al primo de Martin que me lleve dándole un par de besos bastante calientes que lo emocionaron con más y luego lo dejé en la puerta de mi casa con las ganas. No podía pensar en nada más que ese delicioso orgasmo-
Del otro lado del confesionario ya no había respuesta.
Me acerqué para mirar y vi un movimiento como si se acomodara nervioso.
- Se siente bien padre? - le pregunté tratando de espiar del otro lado inútilmente
- Si, por su puesto - me respondió un poco ronco
- Creo que se distrajo un poco. Esta no es la parte en la que me dice que me perdona mis pecados y me da una penitencia?
- Primero me tenes que responder una cosa. Estás arrepentida? De otra forma no puedo absolverte - Me contestó sin saber que podía llegar a responder.
- Claro padre. Me vine a confesar por eso. Me siento muy arrepentida, fui muy mala - le dije tratando de hacer cara de seria, ocultando la sonrisa que tuve durante casi toda la confesión. Aún así apreté mis brazos, levantando mis pechos cerca de las rejas de madera que nos separaban.
No sé si se quedó pensando mi respuesta o mirando mis pechos pero hizo un largo silencio
- Por el poder que me concede la santa iglesia te absuelvo de tus pecados. Reza un padre nuestro y tres ave marías y no vuelvas a pecar - me dijo tan apurado que me parece que quería terminar la confesión lo antes posible.
- Gracias Padre - le dije antes de salir, y cuando me levanté para irme, me agaché para levantar mi cartera sin doblar las piernas dándole una buena visual de mi cola apretada en el cuero rojo de la pollera, a modo de agradecimiento.
Al salir de ese viejo confesionario, noté que la iglesia estaba más deshabitada que cuando entré. Ya no se veía ni escuchaba a nadie. Incluso había menos luz. Al parecer había estado un buen rato ahí adentro. Lo cierto es que si se escuchaba algo. El sonido de rechinar de la madera que solo podía venir de un lugar: el confesionario. Me acerqué a la puertita del sacerdote y escuche una respiración muy agitada y podría jurar que un gemido. Con mi peor cara de trola, miré para todos lados por última vez y entré. Lo encontré como podía adivinar: con esa cinta del cuello tirada detrás de él y el pantalón abierto, dándose una paja terrible por la calentura con la que se quedó. Cuando vio que abrí la puerta se sorprendió y no supo que decir o hacer.
- En que quedamos padre? quiero o no quiere que vuelva a pecar? Porque esa parte no me gusta- le dije con voz suave y provocativa mientras la puerta se cerraba detrás de mi me fui deslizando entre sus piernas y mis dedos recorrieron su pantalón lentamente ante sus ojos que miraban sin creer lo que veían. Cuando llegué a su verga, la recorrí las palmas de mis manos apretadas como si estuviera rezando y le hice una sonrisa muy provocadora. Tiro su cabeza hacia atrás y en ese momento me acerque como para chuparla y la toque con la punta de mi lengua. Me detuve lo miré a la cara y le dije
- Y padre? Quiere que peque un poco más con usted? - recorriendo mis labios con la lengua. Con la cabeza me dijo que si mientras cerraba fuertemente los ojos, por la culpa, la excitación o ambas cosas. Eso tuvo un efecto afrodisíaco y la comencé a chupar con unas ganas voraces. Sentí desde el primer instante como se estremeció al sentir mis labios y mi habilidosa lengua en acción.
Supongo que tenerme arrodillada casi en cuatro sobre su verga, con la cola apretada en pompa y mi cabeza subiendo y bajando hasta tocar su pelvis no era algo que pudiera disfrutar todos los días con esa profesión. Me lo hacía notar con las exageradas exclamaciones de placer. Gemía casi a los gritos con cada diferente punto de su verga que estimulaba con mi lengua. Podría haberme pasado toda la noche haciéndolo estremecer de esa manera. Era sensacional para mi y para él mucho más. Se agarraba fuertemente del viejo banquito de madera. No me tocaba ni para empujarme la cabeza y eso me daba libertad para recorrer con mi lengua cada centímetro de su necesitada verga. Jugaba lamiéndola y lo miraba sonriente. Cada vez que hacía esto él cerraba los ojos como si fuera a acabar.
- Se acuerda la tentación de la que les habló a los chicos? - le pregunté mientras lo pajeaba suavemente con mi mano
- mmm siii... - dijo, no se si como respuesta o por el placer que sentía
- Bueno, le presento a la tentación - le dije antes de metermela por completo en la boca, hasta tocar su pelvis con mi nariz. En ese momento no aguantó más. Se paró y con una mano sobre mi cabeza empezó a cogerme la boca como a mi me gusta.
En medio de las arcadas y los sacudones me saqué la camisa y desabroché mi corpiño
- Esas tetas me calientan desde la noche de la boda preciosa - me confesó ahora él a mi.
- Lo sabía - le dije, sacando su pija de mi boca en medio de los hilos blancuzcos que se formaban entre mi boca y ese delicioso pedazo.
- Estabas prácticamente desnuda, desde que me dijiste del casamiento te recordé, esas tetas, apenas cubiertas al borde de los pezones, esas piernas carnosas, esas botas de prostituta, no se pueden olvidar - seguía blanqueando el curita
- mmmm - era todo lo que podía decir con su pija llenándome la boca un poco más con cada recuerdo. Apretaba mis tetas con fuerza, quien sabe cuantos años hacía que no tocaba alguna. De solo pensarlo mi tanga se humedecía.
Me paré y me quité la tanga por debajo de la minifalda. El párroco ya no parecía tal a esa altura. Tenía la camisa abierta, los pantalones y los calzoncillos en el piso. Para frutilla del postre yo le tiré la tanga en la cara con la punta de mi pié y él la apretó fuerte contra su rostro y empezó a olerla como si fuera el aire que necesitaba para vivir ese instante. Yo recorrí su torso todo son mi lengua y mis labios, estaba bien formado el cura, todo firme.
- Así que le gusta mirarme las tetas mientras da misa? yo tengo una idea mejor - le dije apretándome los pechos. Puse su pija que estaba hinchada y mojada entre mis tetas, la escupí un poco, Apenas la apreté se agarró con fuerza de mis hombros, miraba hacia arriba en pleno goce.
Cuando el movimiento comenzó y la paja turca estaba en marcha deliraba de placer. Yo lo veía disfrutar tanto que me quedé hipnotizada viendo su cara hasta que la mirada le quedó perdida y un golpe de leche caliente chocó contra mi pera y luego siguieron cuatro más igual de abundantes en mi pecho y cuello. Un solo gemido largo y constante le puso música al orgasmo memorable del padre Pedro.
Mientras juntaba con las dos manos la impresionante acabada fuerte y espesa, y la lamía como una gatita hambrienta. Le avisé al sacerdote
- Esta penitencia si que me gustó y mire que no va a ser la última.
Todavía me quedan muchas más confesiones lujuriosas
23 comentarios - Confesiones Lujuriosas
besitos 😘
Saludos Mishi, gracias por compartir esas experencias tan calientes 👍
besitos 😘
besitos 😘
besitos 😘
besitos 😘
besitos 😘
Terrible relato, pobre cura, se debe haber tenido que azotar despues de eso.
Pero seguro que valio la pena.
Todo muy rico.
besitos 😘
Gracias por compartir.
pronto vas a tener noticias, por ahora segui disfrutando este
besitos