En la primera parte Conversacion-que-quema, dejé virtualmente caliente a @Pervberto en un intercambio de mensajes y lo abandoné. Él me insinuó que debería castigarme de acuerdo a la falta y me recordó cómo había tratado a María (Décadas de sexo (11): Juicio, sentencia, ejecución)
– Mmmmm… – le respondí, provocándolo – ¿seré tratada como María? ¿Cuán duro puede llegar a ser? De solo pensarlo me cachondeo. Sepa que también soy reincidente, difícil de domar y, si no que le cuente mi socio conyugal, que lleva casi 14 años intentándolo...
Él sigue jugando. Me asegura que, como mostró en la serie Décadas de sexo (1): Introducción , también tiene en su casa una con criterio propio y que no se deja domar desde hace más años que los que yo tengo de vida.
– Por esa razón, no hacés más que aumentar tu atractivo – me dice –. ¡No puedo evitar que me encanten las mujeres con todas las letras y que sean, al mismo tiempo, putas relajadas! Ni quiero. Cuando te parezca, dame ideas de lo que podría hacerte como castigo.
– Hummm, me seduce mucho perder el control... – le digo, doblando la apuesta – Ojos vendados, manos atadas y... ¡que sea lo que sea! Aunque lo más probable es que me cueste entregarme sin presentar batalla. Justamente esa lucha es lo que lo hace excitante y ni hablar el placer de mi propia derrota cuando no me quede otra opción más que disfrutar…
Se entusiasma @Pervberto, que presume de su fuerza y adelanta que se tiene fe para dominarme físicamente y que yo no podré ofrecerle suficiente resistencia:
– Claro, a menos que apeles a golpes bajos de nefastas consecuencias para el juego en su conjunto. Bueno, si te tenés fe, me encantaría. Podés escupirme, morderme, arañarme, darme golpes en la cara que te voy a subyugar con el peso de mi cuerpo sobre el tuyo, mezclando entre puteadas nuestros sudores. Cuando esté arriba agarrándote de las muñecas, vas a saber que estás perdida (porque, además, mi bulto se te va a refregar por tu entrepierna - una trampa, ya lo sé), aunque todavía puede haber un momento de distracción cuando quiera agarrar las cintas para atarte, vendarte y amordazarte.
Este caballero esta muy equivocado si cree que soy tan fácil. Con la única intención de lograr quedarme en su mente por un largo tiempo me derramo en un monólogo de anhelos y fuego creciente:
– Mmm… No creas que con una refregada de bulto voy a claudicar. ¡Me vas a tener que agotar antes de lograr mi entrega! No sé... Se me ocurren unos dedos curiosos e intrusos buscando mi humedad, la pija en la cara y la obligación de tener que chuparla, comerla, tragarla... Me encantaría que intentaras someterme provocándome un placer incontrolable, unos espasmos orgásmicos lindantes con el calambre, que me hagan gritar, maldecir, putear y amar a la vez... Y todo con dedos, boca, lengua, cuanto recurso dispongas, menos la penetración. ¿Hasta dónde podrías controlarte? ¿Cuánto podrías controlar tu pija ardiente ante una perra absolutamente mojada que te pide por favor que colmes su cuerpo de sexo, que la llenes con tu miembro y rebalses su sexo de leche? Porque eso sería, sólo pensar en tenerte dentro me haría gemir, ronronear como gata en celo, por favor, por favor, dámela, llename de pija, quiero sentirte, quiero saber cómo se siente tu verga dentro mío, quiero que me goces, quiero sacarte todo... ¿Hasta dónde podrías aguantar? ¿No cumplirías mi pedido?
Nuevamente, esto tampoco queda acá...
LOMOROCHA.
– Mmmmm… – le respondí, provocándolo – ¿seré tratada como María? ¿Cuán duro puede llegar a ser? De solo pensarlo me cachondeo. Sepa que también soy reincidente, difícil de domar y, si no que le cuente mi socio conyugal, que lleva casi 14 años intentándolo...
Él sigue jugando. Me asegura que, como mostró en la serie Décadas de sexo (1): Introducción , también tiene en su casa una con criterio propio y que no se deja domar desde hace más años que los que yo tengo de vida.
– Por esa razón, no hacés más que aumentar tu atractivo – me dice –. ¡No puedo evitar que me encanten las mujeres con todas las letras y que sean, al mismo tiempo, putas relajadas! Ni quiero. Cuando te parezca, dame ideas de lo que podría hacerte como castigo.
– Hummm, me seduce mucho perder el control... – le digo, doblando la apuesta – Ojos vendados, manos atadas y... ¡que sea lo que sea! Aunque lo más probable es que me cueste entregarme sin presentar batalla. Justamente esa lucha es lo que lo hace excitante y ni hablar el placer de mi propia derrota cuando no me quede otra opción más que disfrutar…
Se entusiasma @Pervberto, que presume de su fuerza y adelanta que se tiene fe para dominarme físicamente y que yo no podré ofrecerle suficiente resistencia:
– Claro, a menos que apeles a golpes bajos de nefastas consecuencias para el juego en su conjunto. Bueno, si te tenés fe, me encantaría. Podés escupirme, morderme, arañarme, darme golpes en la cara que te voy a subyugar con el peso de mi cuerpo sobre el tuyo, mezclando entre puteadas nuestros sudores. Cuando esté arriba agarrándote de las muñecas, vas a saber que estás perdida (porque, además, mi bulto se te va a refregar por tu entrepierna - una trampa, ya lo sé), aunque todavía puede haber un momento de distracción cuando quiera agarrar las cintas para atarte, vendarte y amordazarte.
Este caballero esta muy equivocado si cree que soy tan fácil. Con la única intención de lograr quedarme en su mente por un largo tiempo me derramo en un monólogo de anhelos y fuego creciente:
– Mmm… No creas que con una refregada de bulto voy a claudicar. ¡Me vas a tener que agotar antes de lograr mi entrega! No sé... Se me ocurren unos dedos curiosos e intrusos buscando mi humedad, la pija en la cara y la obligación de tener que chuparla, comerla, tragarla... Me encantaría que intentaras someterme provocándome un placer incontrolable, unos espasmos orgásmicos lindantes con el calambre, que me hagan gritar, maldecir, putear y amar a la vez... Y todo con dedos, boca, lengua, cuanto recurso dispongas, menos la penetración. ¿Hasta dónde podrías controlarte? ¿Cuánto podrías controlar tu pija ardiente ante una perra absolutamente mojada que te pide por favor que colmes su cuerpo de sexo, que la llenes con tu miembro y rebalses su sexo de leche? Porque eso sería, sólo pensar en tenerte dentro me haría gemir, ronronear como gata en celo, por favor, por favor, dámela, llename de pija, quiero sentirte, quiero saber cómo se siente tu verga dentro mío, quiero que me goces, quiero sacarte todo... ¿Hasta dónde podrías aguantar? ¿No cumplirías mi pedido?
Nuevamente, esto tampoco queda acá...
LOMOROCHA.
15 comentarios - Conversación que quema. Segunda Parte
Muy bueno el relato hermosa !!!
Gracias por compartir.
Angie te deja Besos y Lamiditas !!!
La mejor forma de agradecer la buena onda que se recibe es comentando, al menos al que te comenta. Yo comenté tu post, vos comentaste el mío?
Compartamos, comentemos, apoyemos, hagamos cada vez mejor esta maravillosa Comunidad !!!
Remember ....... el que espera , desespera 😀 😀 😀
Magistral!!! 😘 🌹