Ella 19; yo, 48 (II)
Eran las 2 de la madrugada cuando desperté, con calor y sed. El delgado cuerpo desnudo de Carolina yacía encima de mí. Apenas pesaba; su cálida respiración sentí sobre mi pecho.
Una preciosa pendeja, de una belleza descomunal, arrebatadoramente sexy, de hermoso rostro, cuello alto, hombros frágiles, brazos delgados, pechos pequeños pero duros, cintura finísima, vientre plano, y una vagina sabrosa, depilada… habíamos cogido durante casi tres horas. ¡Y no era una puta, no tuve que pagarle para culear! Ella, 19 años; yo, 48…
La había chupado, lamido, besado por todo su cuerpito hasta arrancarle tres orgasmos que me habían empapado mi cara. Luego, en su amorosa conchita depilada, mojada y palpitante, hundí mi verga grandota y dura, mientras mis manos y lengua andaban frenéticas por sus tetitas, axilas, orejas, logrando otros tres orgasmos y mi profusa acabada en su interior. Y balbuceante me rogó que le chupara la vagina, extraiga la boca mi semen mezclado con sus jugos y la bese en su pequeña boquita para probar ella los viscosos fluidos. Y así, enchastrados, nos dormimos.
Los cercanos, calientes recuerdos, volvieron a excitarme. Con sumo cuidado fui corriéndola a mi costado derecho y giré para dejarla acostada, boca arriba. Lentamente me deslicé hasta levantarme y quedar de pie, al lado de ella.
Quería contemplar a Carolina; admirarla, gozar en silencio su juvenil belleza. Surgieron en mi memoria los primeros versos de Pablo Neruda: “Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos/ te pareces al mundo en tu actitud de entrega”. Me parecía increíble haber lamido, recorrido con mis labios, penetrar con mi pija a una nena tan preciosa… Las delgadas, largas piernas semiabiertas concluían en una vagina rosadita, puerta de la maravilla, entrada a tu clítoris de miel, sobre el cual, como abeja voraz, había posado mi lengua…
Sin darme cuenta, mi mano derecha estaba moviendo mi pija. Me reté, me dije pajero estúpido; era la costumbre… Sin hacer ruido fui a buscar mi celular y empecé a fotografiar la desnudez de Carolina. La verga seguía parada; la acerqué a los labios de la nena… cerré los ojos…
La dulce voz de la pendeja me despabiló.
-Yo también me desperté con ganás…
Y comenzó a chuparme la pija…
-Bebé, ¿sos mi putita?
-¡Si papi!, ¡dame pija…!
-Esperá…, ponete en cuatro patas; quiero ver bien paradito tu culito… -dije.
Ella me obedeció. Era un colita hermosa, con forma de manzanita, piel suavísima… Separe sus nalgas duras y apareció un agujerito pequeño, rojito, cerrado… Bajé con mi lengua para chupar y lamer entre su concha y culo. En segundos volvió a mojarse, y con esos juguitos en mi lengua fui entrando en el convocante circulito. Al sentir como se dilataba metí mi índice derecho, luego dos dedos, tres…
-Papi, ¡por favor, por ahí no…!
-¿Sos virgen ahí?
-De pija si…
-¡Ahhh!; ¿Te pajeaste por atrás?
-Sí, pero tu verga es muy gruesa… ¡Me vas a reventar…!
-De a poquito mi amor… Te va a encantar…
Y antes que me responda le metí la poronga entera en la vagina. Ella dio un brinco y luego movió su trasero en círculos, en tanto que yo jugaba con mis dedos dentro de su culito. Al notar que estaba a punto de acabar, se la saqué y rápidamente se la clavé por atrás.
Carolina pegó un grito e intentó separarse, pero yo la sujeté firmemente por las caderas hasta sentir que mis pelotas golpeaban su concha. Mi carne estaba dentro.
La nena puteaba, lloraba, gemía, pero no se separó… Su culito caliente, mojado, muy apretado, empezó a moverse rítmicamente; ella ya estaba gozando. Su cabecita estaba apoyada sobre la cama, como sus rodillas, por lo que aprovechando el espacio libre dirigí mi mano izquierda a la conchita, para masturbarla. Pero ella llegó antes… Y además de tocarse, con su manita mojada me acariciaba y apretaba los testículos…
Eso me estremeció, cerré los ojos, sentí que tenía otros orgasmos, y no aguanté más y creí desmayar mientras mis descargas inundaban su culo…
(Continuará. Debo desahogarme…)
Eran las 2 de la madrugada cuando desperté, con calor y sed. El delgado cuerpo desnudo de Carolina yacía encima de mí. Apenas pesaba; su cálida respiración sentí sobre mi pecho.
Una preciosa pendeja, de una belleza descomunal, arrebatadoramente sexy, de hermoso rostro, cuello alto, hombros frágiles, brazos delgados, pechos pequeños pero duros, cintura finísima, vientre plano, y una vagina sabrosa, depilada… habíamos cogido durante casi tres horas. ¡Y no era una puta, no tuve que pagarle para culear! Ella, 19 años; yo, 48…
La había chupado, lamido, besado por todo su cuerpito hasta arrancarle tres orgasmos que me habían empapado mi cara. Luego, en su amorosa conchita depilada, mojada y palpitante, hundí mi verga grandota y dura, mientras mis manos y lengua andaban frenéticas por sus tetitas, axilas, orejas, logrando otros tres orgasmos y mi profusa acabada en su interior. Y balbuceante me rogó que le chupara la vagina, extraiga la boca mi semen mezclado con sus jugos y la bese en su pequeña boquita para probar ella los viscosos fluidos. Y así, enchastrados, nos dormimos.
Los cercanos, calientes recuerdos, volvieron a excitarme. Con sumo cuidado fui corriéndola a mi costado derecho y giré para dejarla acostada, boca arriba. Lentamente me deslicé hasta levantarme y quedar de pie, al lado de ella.
Quería contemplar a Carolina; admirarla, gozar en silencio su juvenil belleza. Surgieron en mi memoria los primeros versos de Pablo Neruda: “Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos/ te pareces al mundo en tu actitud de entrega”. Me parecía increíble haber lamido, recorrido con mis labios, penetrar con mi pija a una nena tan preciosa… Las delgadas, largas piernas semiabiertas concluían en una vagina rosadita, puerta de la maravilla, entrada a tu clítoris de miel, sobre el cual, como abeja voraz, había posado mi lengua…
Sin darme cuenta, mi mano derecha estaba moviendo mi pija. Me reté, me dije pajero estúpido; era la costumbre… Sin hacer ruido fui a buscar mi celular y empecé a fotografiar la desnudez de Carolina. La verga seguía parada; la acerqué a los labios de la nena… cerré los ojos…
La dulce voz de la pendeja me despabiló.
-Yo también me desperté con ganás…
Y comenzó a chuparme la pija…
-Bebé, ¿sos mi putita?
-¡Si papi!, ¡dame pija…!
-Esperá…, ponete en cuatro patas; quiero ver bien paradito tu culito… -dije.
Ella me obedeció. Era un colita hermosa, con forma de manzanita, piel suavísima… Separe sus nalgas duras y apareció un agujerito pequeño, rojito, cerrado… Bajé con mi lengua para chupar y lamer entre su concha y culo. En segundos volvió a mojarse, y con esos juguitos en mi lengua fui entrando en el convocante circulito. Al sentir como se dilataba metí mi índice derecho, luego dos dedos, tres…
-Papi, ¡por favor, por ahí no…!
-¿Sos virgen ahí?
-De pija si…
-¡Ahhh!; ¿Te pajeaste por atrás?
-Sí, pero tu verga es muy gruesa… ¡Me vas a reventar…!
-De a poquito mi amor… Te va a encantar…
Y antes que me responda le metí la poronga entera en la vagina. Ella dio un brinco y luego movió su trasero en círculos, en tanto que yo jugaba con mis dedos dentro de su culito. Al notar que estaba a punto de acabar, se la saqué y rápidamente se la clavé por atrás.
Carolina pegó un grito e intentó separarse, pero yo la sujeté firmemente por las caderas hasta sentir que mis pelotas golpeaban su concha. Mi carne estaba dentro.
La nena puteaba, lloraba, gemía, pero no se separó… Su culito caliente, mojado, muy apretado, empezó a moverse rítmicamente; ella ya estaba gozando. Su cabecita estaba apoyada sobre la cama, como sus rodillas, por lo que aprovechando el espacio libre dirigí mi mano izquierda a la conchita, para masturbarla. Pero ella llegó antes… Y además de tocarse, con su manita mojada me acariciaba y apretaba los testículos…
Eso me estremeció, cerré los ojos, sentí que tenía otros orgasmos, y no aguanté más y creí desmayar mientras mis descargas inundaban su culo…
(Continuará. Debo desahogarme…)
6 comentarios - Ella 19; yo, 48 (II)