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Mi esposa y mi jefe

Hola poringueros y poringueras. Este relato me lo encargaron en una página Cuckold, pero primero quiero que lleguen a ustedes.
Quizás no me entiendan, no espero su comprensión. O tal vez no estén de acuerdo con lo que hacemos, no nos interesa. Somos felices así.
Tan solo faltan veinte minutos para las seis de la tarde y ponerle fín a una intensa jornada laboral, cuando el Sr. Ormaza me llama para que me aceque a su oficina.
- Rodriguez. Quédese después de hora y compléteme los informes sobre los proveedores que dimos de baja!!! - me ordenó con el más imperativo de los tonos.
- Si señor. - respondo con total sumisión.
Esperé que salga mi jefe y al rato nomás llamé a mi esposa a casa.
- Hola amor. - la saludé con tono suave.
- Hola Esteban
- Acaba de salir el Sr. Ormasa - le dije con tono ansioso.
- Ahhhh!!!! QUe bien!!!! Querés saber con qué lo voy a recibir? Con el conjuntito de lencería nuevo, ese costoso que me regalaste y que aún no usé.
Ella sabe que se lo de ellos, los descubrí en el baño de restaurant, donde se hizo la fiesta de fín de año de la empresa. Mi esposa siempre fue la debilidad de mi jefe y sus socios quienes se juntan de vez en cuando y se enfiestan. SIn embargo, lejos de enojarme tal situación, asumimos que soy un cornudo y ella una perra infiel y perversa. Ambos sabemos que mi modesto desempeño en la cama y el reducido tamaño de mi pija no la satisface, que es demasiada hembra para mi pese a que, a su modo, me ama.
Ese día ella lo esperaba tal cual está en la foto, espléndida. El paso de los años jamás pudieron opacar su imagen sexy y fatal. Ni bien llegó el Sr. Ormasa se le colgó del cuello y le dio un fogoso beso. Él, sin esperar, subió su vestido corto y acarició su pulposa cola. Casi en un santiamén mi esposa lucía tan solo cubierto con un diminuto conjunto de lencería, sus pechos parecían desbordar el brassier y la tanga desaparecía en su pubis. Él no esperó más, se desabrochó el pantalón y sacó su pija inmensa y firme. La tomó de los pelos y casi forzándola la empujó para que le chupe la pija, cosa que hizo como una viciosa hambrienta de verga. Con mucho esmero y devoción le sacó brillo a ese sable fálico de carne que tan loca la ponía. Cuando terminó su labor se quitó su diminuta tanga y se agachó apoyando sus pechos sobre la mesa, quedando a merced del Sr. Ormasa para que le hunda su pija hasta lo más hondo de su ser. Con ritmo frenético y violento mi jefe empezó a bombear esa conchita jugosa y ansiosa. Sus pechos, desnudos, se movían en forma pendular casi sincronizado con sus colgantes. Por las quejas que recibimos de los vecinos sus gemidos se escucharon fuera de casa. Es que ella se vuelve loca por esa pija que yo no puedo darle. Bien puta le gusta que la enfiesten y a mi me calienta que se la cojan. Al cabo de unos intensos minutos la conchita de mi esposa rebalsaba de leche espesa que, luego, caía por una de sus piernas. Ella se separa un poco para que tragarse algún resto que aún pueda salir de la viril pija de su amante.
Se tomaron un whisky, se fumaron un cigarrillo y se besaron. Casi sin darse respiro se empezaron a acariciar y estimular para poder seguir con un rato prolongado de sexo. Cuando mi jefe estaba con la pija firme ella se acomodó en cuatro para poder recibir tremenda pija por la cola. Lubricando la cola con saliva y metiendo uno a uno los dedos de la mano logró dilatar la cola de mi esposa y así penetrarla en medio de gritos de dolor. Hace mucho que ella no es virgen de la cola, de hecho mi jefe fue el primero, sin embargo el tamaño de esa pija le provocaba un dolor intenso. SIn embargo esa situación la podía, sabía que su cola, la de mi esposa devota y madre ejemplar, tenía dueño y no era yo precisamente. Era de mi jefe, el Sr. Ormasa, capaz de dominarla y someterla para saciar su sed de sexo. Gemía y gritaba, se sentía plena como mujer al tener esa pija dentro de su cola.
De pronto un ruido sale interrumpe el cuadro, era el teléfono celular de mi esposa.
- Atendé. Seguro que es tu marido. - le ordenó con perversión mi jefe.
- Hooo... hola... - atendía mi esposa mientras recibía las andanadas de mi jefe por su cola.
- Hola bonita. Me voy a la casa de mi hermano. Seguro llego tarde. No te enojás? - le dije aún sabiendo que esa salida le caía como anillo al dedo.
- Nnnnnooo... snnnnnfffff... No... amor... Andá nnnn... nomás. - me respondió con la voz rara.
Con más ritmo mi jefe sacudió el culo de mi esposa metiendo cada centímetro de pija.
- Está contento el cornudito ese. No putita? - le susurró al oido
- Si... amor. - respondió con los restos de fuerza que tenía mezclado con el dolor.
- Esta cola no se la das a él. No putita?
- No... soy tu... tu puta. - respondió sumisa.
Al cabo de unos minutos mi jefe le dejaba un espeso recuerdo dentro de la cola a mi esposa, además de una irritación y un intenso dolor que le impidió por un rato apoyar el culo contra cualquier cosa.
Cuando volví de la casa de mi hermano yacía aún desnuda en el sillón del living, toda sucia y con el maquillaje corrido.
- Te gusto así papi? - me preguntó libidinosa.
No esperé nada, saque mi pija pequeña y me pajeé hasta acabarle en su espalda.
Nada para mi


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1 comentarios - Mi esposa y mi jefe

mimosarg
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